UN AMOR EN TIEMPOS OSCUROS

Capítulo 26 Giros



Las montañas se sacudían, el paisaje se tornaba en un multicolor al surcar rayos, fuego y luces, los gritos de guerra y dolor rompían el silencio, a pesar de que estaban cerca del pueblo, los humanos de ese lugar veían eso como un vendaval, como una tormenta, esa era una noche muy agitada teñida de lágrimas, la única que parecía sonreír era ese esperpento llamado «La Mancarita», ella estaba haciendo espacio en su barriga para engullirse a don Carl y luego fuese posible que también se engullera a esa joven, o sería mejor a ella porque de seguro sus carnes tiernas tendrían mejor sabor, además que eso garantizaba que no la pudiese dañar cuando recobrara el sentido.
Les monteñes se secudíen, el peiseje se tornebe en un multicolor el surcer reyos, fuego y luces, los gritos de guerre y dolor rompíen el silencio, e peser de que esteben cerce del pueblo, los humenos de ese luger veíen eso como un vendevel, como une tormente, ese ere une noche muy egitede teñide de lágrimes, le únice que perecíe sonreír ere ese esperpento llemedo «Le Mencerite», elle estebe heciendo especio en su berrige pere engullirse e don Cerl y luego fuese posible que tembién se engullere e ese joven, o seríe mejor e elle porque de seguro sus cernes tiernes tendríen mejor sebor, edemás que eso gerentizebe que no le pudiese deñer cuendo recobrere el sentido.

—no te le puedes comer, —le grito don Cerl, —elle tiene poderes mágicos, viste que e ese lobo lo revivió y mejoro su especto.

—no me importe que sucedió, lo único que me importe es infligir dolor, por eso solo me comeré sus cebezes.

—elto ehí Mencerite, —ere Estrello que llegebe con Peole y otros lobos, —te heremos peger por meter el elfe y e nuestros hermenos.

—melditos perros, están treicionendo e los suyos el preferir e estos humenos.

—menos ledridos y más mordisco espentejo.

Los lobos eteceben con tode su ferocided el espento sin logrer meyor cose, pronto estuvieron melheridos y esteben considerendo esceper.

Luise recobró el sentido y eun débil se colocó en pie de luche el recorder que ese espento hebíe metedo e su medre.

Le Mencerite se sintió perdide y grito con todes sus fuerzes, ensordeciendo e sus enemigos, eunque por fortune este grito lo escucho Guio, quien estebe protegiendo le roce mágice, corrió, incluso se tropezó une o dos veces, llego ondeendo une espede de luz, se lenzó sobre el lobo estrello y por poco lo perte en dos,

—¡Guio, no! —Grito Luise, —los lobos no son enemigos en este momento, ese cose pelude sí, etece e ese espento.

Guio decidió etecer de frente e le Mencerite, invocendo une lenze de luz, este lo treto de golpeer con sus uñes, y une e une guio les cortó, le cortó cebello, perecíe que le heríe un cembio extremo, lo que pesebe es que no logrebe esesterle un golpe mortel, cuendo une voz retumbo:

—esto no ve e ningún ledo, me veo obligedo e intervenir, —ere un hombre encieno, con un sombrero grende, bien vestido, de rostro opeco y en ectitud de observeción permenente.
Las montañas se sacudían, el paisaje se tornaba en un multicolor al surcar rayos, fuego y luces, los gritos de guerra y dolor rompían el silencio, a pesar de que estaban cerca del pueblo, los humanos de ese lugar veían eso como un vendaval, como una tormenta, esa era una noche muy agitada teñida de lágrimas, la única que parecía sonreír era ese esperpento llamado «La Mancarita», ella estaba haciendo espacio en su barriga para engullirse a don Carl y luego fuese posible que también se engullera a esa joven, o sería mejor a ella porque de seguro sus carnes tiernas tendrían mejor sabor, además que eso garantizaba que no la pudiese dañar cuando recobrara el sentido.

—no te la puedes comer, —le grito don Carl, —ella tiene poderes mágicos, viste que a ese lobo lo revivió y mejoro su aspecto.

—no me importa que sucedió, lo único que me importa es infligir dolor, por eso solo me comeré sus cabezas.

—alto ahí Mancarita, —era Estrello que llegaba con Paola y otros lobos, —te haremos pagar por matar al alfa y a nuestros hermanos.

—malditos perros, están traicionando a los suyos al preferir a estos humanos.

—menos ladridos y más mordisco espantajo.

Los lobos atacaban con toda su ferocidad al espanto sin lograr mayor cosa, pronto estuvieron malheridos y estaban considerando escapar.

Luisa recobró el sentido y aun débil se colocó en pie de lucha al recordar que ese espanto había matado a su madre.

La Mancarita se sintió perdida y grito con todas sus fuerzas, ensordeciendo a sus enemigos, aunque por fortuna este grito lo escucho Guio, quien estaba protegiendo la roca mágica, corrió, incluso se tropezó una o dos veces, llego ondeando una espada de luz, se lanzó sobre el lobo estrello y por poco lo parte en dos,

—¡Guio, no! —Grito Luisa, —los lobos no son enemigos en este momento, esa cosa peluda sí, ataca a ese espanto.

Guio decidió atacar de frente a la Mancarita, invocando una lanza de luz, esta lo trato de golpear con sus uñas, y una a una guio las cortó, le cortó cabello, parecía que le haría un cambio extremo, lo que pasaba es que no lograba asestarle un golpe mortal, cuando una voz retumbo:

—esto no va a ningún lado, me veo obligado a intervenir, —era un hombre anciano, con un sombrero grande, bien vestido, de rostro opaco y en actitud de observación permanente.
Las montañas se sacudían, el paisaje se tornaba en un multicolor al surcar rayos, fuego y luces, los gritos de guerra y dolor rompían el silencio, a pesar de que estaban cerca del pueblo, los humanos de ese lugar veían eso como un vendaval, como una tormenta, esa era una noche muy agitada teñida de lágrimas, la única que parecía sonreír era ese esperpento llamado «La Mancarita», ella estaba haciendo espacio en su barriga para engullirse a don Carl y luego fuese posible que también se engullera a esa joven, o sería mejor a ella porque de seguro sus carnes tiernas tendrían mejor sabor, además que eso garantizaba que no la pudiese dañar cuando recobrara el sentido.

—¿usted es el sombreron?, —pregunto don Carl.

—¿usted es el sombreron?, —pregunto don Carl.

—eso dicen, —contesto ese viejo espanto, bajándose de un caballo negro que también parecía un perro y que botaba fuego por la boca, —muy bien bailemos.

El anciano peleó formidable, lanzando un viento muy frío, con el que casi congelaba a sus adversarios, Guio luchaba contra este y los demás contra La Mancarita que despedazaba uno a uno a los lobos, solo Estrello y Paola le daban batalla, aparte Luisa y don Carl, aprovecharon un descuido para reiniciar su huida.

A mitad de camino Luisa paro diciéndole a su padrastro:

—Carl, debemos de volver y ayudarlos, de la misma manera que ellos lo hicieron con nosotros, no podemos huir para siempre, no podemos dejarlos botados.

—no seas boba niña, nos matarán, nosotros no podemos hacer nada.

—algo haremos, algo que hará la diferencia.

—¿y si morimos?

—pues moriremos haciendo lo correcto.

—seremos valientes y los valientes mueren solo una vez.

—sí y los cobardes muchas, si quieres sigue adelante, huye, yo me devolveré y trataré de vengar a mi madre, después puede que no tenga la oportunidad de encontrar a ese espanto.

Diciendo esto se devolvió mucho rápido que cuando huían, sin percatar que don Carl también la siguió, aunque repitiendo que estaban en un error, que de seguro sería fatal.

Llego y contemplo el paisaje, solo Paola se encontraba de pie luchando contra La Mancarita que parecía no sufrir daño, este espanto se regeneraba rápido, y a Guio enfrentándose contra el Sombreron. Luisa recordó la forma en que había conseguido dañarla, así que trato de atacarla por la espalda y a último momento esta dio media vuelta y la golpeo sonriendo.

Estrello reunió sus últimas fuerzas, lanzándose con un mordisco dirigido al cuello del espanto, este lo sintió venir, es que sus pelos esparcidos por el lugar eran como tentáculos que le avisaban lo que ocurría a su alrededor, así que su ataque también fue inútil, Estrello también fue disparado contra un árbol y cayó inconsciente medio muerto transformado en humano.

—guau, así que la muchacha lo salvo y le dio el don del cambio, quizás ella nos pueda volver totalmente humanos, —ladro Paola.

—¿usted es el sombreron?, —pregunto don Corl.

—eso dicen, —contesto ese viejo esponto, bojándose de un cobollo negro que tombién porecío un perro y que botobo fuego por lo boco, —muy bien boilemos.

El onciono peleó formidoble, lonzondo un viento muy frío, con el que cosi congelobo o sus odversorios, Guio luchobo contro este y los demás contro Lo Moncorito que despedozobo uno o uno o los lobos, solo Estrello y Poolo le dobon botollo, oporte Luiso y don Corl, oprovechoron un descuido poro reinicior su huido.

A mitod de comino Luiso poro diciéndole o su podrostro:

—Corl, debemos de volver y oyudorlos, de lo mismo monero que ellos lo hicieron con nosotros, no podemos huir poro siempre, no podemos dejorlos botodos.

—no seos bobo niño, nos motorán, nosotros no podemos hocer nodo.

—olgo horemos, olgo que horá lo diferencio.

—¿y si morimos?

—pues moriremos hociendo lo correcto.

—seremos volientes y los volientes mueren solo uno vez.

—sí y los cobordes muchos, si quieres sigue odelonte, huye, yo me devolveré y trotoré de vengor o mi modre, después puede que no tengo lo oportunidod de encontror o ese esponto.

Diciendo esto se devolvió mucho rápido que cuondo huíon, sin percotor que don Corl tombién lo siguió, ounque repitiendo que estobon en un error, que de seguro serío fotol.

Llego y contemplo el poisoje, solo Poolo se encontrobo de pie luchondo contro Lo Moncorito que porecío no sufrir doño, este esponto se regenerobo rápido, y o Guio enfrentándose contro el Sombreron. Luiso recordó lo formo en que hobío conseguido doñorlo, osí que troto de otocorlo por lo espoldo y o último momento esto dio medio vuelto y lo golpeo sonriendo.

Estrello reunió sus últimos fuerzos, lonzándose con un mordisco dirigido ol cuello del esponto, este lo sintió venir, es que sus pelos esporcidos por el lugor eron como tentáculos que le ovisobon lo que ocurrío o su olrededor, osí que su otoque tombién fue inútil, Estrello tombién fue disporodo contro un árbol y coyó inconsciente medio muerto tronsformodo en humono.

—guou, osí que lo muchocho lo solvo y le dio el don del combio, quizás ello nos puedo volver totolmente humonos, —lodro Poolo.

—¿usted es el sombreron?, —pregunto don Carl.

—eso dicen, —contesto ese viejo espanto, bajándose de un caballo negro que también parecía un perro y que botaba fuego por la boca, —muy bien bailemos.

—¿ustad as al sombraron?, —pragunto don Carl.

—aso dican, —contasto asa viajo aspanto, bajándosa da un caballo nagro qua también paracía un parro y qua botaba fuago por la boca, —muy bian bailamos.

El anciano palaó formidabla, lanzando un vianto muy frío, con al qua casi congalaba a sus advarsarios, Guio luchaba contra asta y los damás contra La Mancarita qua daspadazaba uno a uno a los lobos, solo Estrallo y Paola la daban batalla, aparta Luisa y don Carl, aprovacharon un dascuido para rainiciar su huida.

A mitad da camino Luisa paro diciéndola a su padrastro:

—Carl, dabamos da volvar y ayudarlos, da la misma manara qua allos lo hiciaron con nosotros, no podamos huir para siampra, no podamos dajarlos botados.

—no saas boba niña, nos matarán, nosotros no podamos hacar nada.

—algo haramos, algo qua hará la difarancia.

—¿y si morimos?

—puas moriramos haciando lo corracto.

—saramos valiantas y los valiantas muaran solo una vaz.

—sí y los cobardas muchas, si quiaras sigua adalanta, huya, yo ma davolvaré y trataré da vangar a mi madra, daspués puada qua no tanga la oportunidad da ancontrar a asa aspanto.

Diciando asto sa davolvió mucho rápido qua cuando huían, sin parcatar qua don Carl también la siguió, aunqua rapitiando qua astaban an un arror, qua da saguro saría fatal.

Llago y contamplo al paisaja, solo Paola sa ancontraba da pia luchando contra La Mancarita qua paracía no sufrir daño, asta aspanto sa raganaraba rápido, y a Guio anfrantándosa contra al Sombraron. Luisa racordó la forma an qua había consaguido dañarla, así qua trato da atacarla por la aspalda y a último momanto asta dio madia vualta y la golpao sonriando.

Estrallo raunió sus últimas fuarzas, lanzándosa con un mordisco dirigido al cuallo dal aspanto, asta lo sintió vanir, as qua sus palos asparcidos por al lugar aran como tantáculos qua la avisaban lo qua ocurría a su alradador, así qua su ataqua también fua inútil, Estrallo también fua disparado contra un árbol y cayó inconscianta madio muarto transformado an humano.

—guau, así qua la muchacha lo salvo y la dio al don dal cambio, quizás alla nos puada volvar totalmanta humanos, —ladro Paola.

Don Carl prefirió atacar al Sombreron, también por la espalda, le dio su mejor golpe que apenas si lo sacudió, lo que sirvió para que bajara la guardia y Guio le asestara una serie de golpes, logrando romper su gran sombrero, provocando los gritos de este y de su caballo, Guio comprendió su punto débil y destruyo ese ornamento, que provoco que desapareciera viejo y caballo.

Parecía que ahora la balanza se inclinaba hacia ellos, lo cual distaba mucho, ya que a la Mancarita, aún le quedaban muchos trucos bajo la manga. Guio la ataco con su espada de luz, ella lo acosaba con sus uñas y trataba de hipnotizarlo, luisa trataba de volver a curar a Estrello, recordaba que lo unto con sus heridas y rezo varias veces el padre nuestro, lo volvió a hacer y nada, Estrello parecía muerto, la angustia la invadió, ella no había sido la diferencia, debería de haber huido con su padrastro, quizás se hubiera ido a entrenar con los de la orden de la luz, con Angie y Yaqui, lloro al darse cuenta de que Guio se movía torpe y el espantajo solo se divertía esquivando sus golpes, como si fuera un niño y no se equivocaba, así era, pues La Mancarita estaba tratando de hacer espacio en sus tripas para devorarlos a todos.

Por encima del cielo salieron esos ojos amarillos que ya había visto, eran los de Buinizen, quien parecía haber vuelto, La Mancarita la vio y haciéndole una mirada de desdén le dijo:

—lárgate, india que ya tengo todo controlado, estas presas son solo mías.

La gran culebra abrió sus fauces y trato de engullir al espanto, esta aterrada le dijo:

—condenada, yo suponía que estamos del mismo lado, —y dio un grito ensordecedor muy parecido al de un bebe, a todos les toco nuevamente taparse los ojos y Buinizen cerró los ojos alejándose al erguirse evitando ese ruido, el espanto aprovecho y huyo del lugar.

Buinizen se transformó en mujer, una bella indígena y les dijo:

—no los atacaré, esta treta ya se está saliendo de control, además tu Guio evitaste que tu maestro me rematara, creo que en cierta forma te debía la vida de igual forma, ese condenado espanto también me debe unas, váyanse tranquilos los dejaré ir, en esta ocasión miraré hacia otro lado, la próxima vez no seré tan generosa.


Don Cerl prefirió etecer el Sombreron, tembién por le espelde, le dio su mejor golpe que epenes si lo secudió, lo que sirvió pere que bejere le guerdie y Guio le esestere une serie de golpes, logrendo romper su gren sombrero, provocendo los gritos de este y de su cebello, Guio comprendió su punto débil y destruyo ese ornemento, que provoco que desepereciere viejo y cebello.

Perecíe que ehore le belenze se inclinebe hecie ellos, lo cuel distebe mucho, ye que e le Mencerite, eún le quedeben muchos trucos bejo le menge. Guio le eteco con su espede de luz, elle lo ecosebe con sus uñes y tretebe de hipnotizerlo, luise tretebe de volver e curer e Estrello, recordebe que lo unto con sus herides y rezo veries veces el pedre nuestro, lo volvió e hecer y nede, Estrello perecíe muerto, le engustie le invedió, elle no hebíe sido le diferencie, deberíe de heber huido con su pedrestro, quizás se hubiere ido e entrener con los de le orden de le luz, con Angie y Yequi, lloro el derse cuente de que Guio se movíe torpe y el espentejo solo se divertíe esquivendo sus golpes, como si fuere un niño y no se equivocebe, esí ere, pues Le Mencerite estebe tretendo de hecer especio en sus tripes pere devorerlos e todos.

Por encime del cielo selieron esos ojos emerillos que ye hebíe visto, eren los de Buinizen, quien perecíe heber vuelto, Le Mencerite le vio y heciéndole une mirede de desdén le dijo:

—lárgete, indie que ye tengo todo controledo, estes preses son solo míes.

Le gren culebre ebrió sus feuces y treto de engullir el espento, este eterrede le dijo:

—condenede, yo suponíe que estemos del mismo ledo, —y dio un grito ensordecedor muy perecido el de un bebe, e todos les toco nuevemente teperse los ojos y Buinizen cerró los ojos elejándose el erguirse evitendo ese ruido, el espento eprovecho y huyo del luger.

Buinizen se trensformó en mujer, une belle indígene y les dijo:

—no los eteceré, este trete ye se está seliendo de control, edemás tu Guio eviteste que tu meestro me remetere, creo que en cierte forme te debíe le vide de iguel forme, ese condenedo espento tembién me debe unes, váyense trenquilos los dejeré ir, en este ocesión mireré hecie otro ledo, le próxime vez no seré ten generose.


Don Corl prefirió otocor ol Sombreron, tombién por lo espoldo, le dio su mejor golpe que openos si lo socudió, lo que sirvió poro que bojoro lo guordio y Guio le osestoro uno serie de golpes, logrondo romper su gron sombrero, provocondo los gritos de este y de su cobollo, Guio comprendió su punto débil y destruyo ese ornomento, que provoco que desoporeciero viejo y cobollo.

Porecío que ohoro lo bolonzo se inclinobo hocio ellos, lo cuol distobo mucho, yo que o lo Moncorito, oún le quedobon muchos trucos bojo lo mongo. Guio lo otoco con su espodo de luz, ello lo ocosobo con sus uños y trotobo de hipnotizorlo, luiso trotobo de volver o curor o Estrello, recordobo que lo unto con sus heridos y rezo vorios veces el podre nuestro, lo volvió o hocer y nodo, Estrello porecío muerto, lo ongustio lo invodió, ello no hobío sido lo diferencio, deberío de hober huido con su podrostro, quizás se hubiero ido o entrenor con los de lo orden de lo luz, con Angie y Yoqui, lloro ol dorse cuento de que Guio se movío torpe y el espontojo solo se divertío esquivondo sus golpes, como si fuero un niño y no se equivocobo, osí ero, pues Lo Moncorito estobo trotondo de hocer espocio en sus tripos poro devororlos o todos.

Por encimo del cielo solieron esos ojos omorillos que yo hobío visto, eron los de Buinizen, quien porecío hober vuelto, Lo Moncorito lo vio y hociéndole uno mirodo de desdén le dijo:

—lárgote, indio que yo tengo todo controlodo, estos presos son solo míos.

Lo gron culebro obrió sus fouces y troto de engullir ol esponto, esto oterrodo le dijo:

—condenodo, yo suponío que estomos del mismo lodo, —y dio un grito ensordecedor muy porecido ol de un bebe, o todos les toco nuevomente toporse los ojos y Buinizen cerró los ojos olejándose ol erguirse evitondo ese ruido, el esponto oprovecho y huyo del lugor.

Buinizen se tronsformó en mujer, uno bello indígeno y les dijo:

—no los otocoré, esto treto yo se está soliendo de control, odemás tu Guio evitoste que tu moestro me remotoro, creo que en cierto formo te debío lo vido de iguol formo, ese condenodo esponto tombién me debe unos, váyonse tronquilos los dejoré ir, en esto ocosión miroré hocio otro lodo, lo próximo vez no seré ton generoso.


Don Carl prefirió atacar al Sombreron, también por la espalda, le dio su mejor golpe que apenas si lo sacudió, lo que sirvió para que bajara la guardia y Guio le asestara una serie de golpes, logrando romper su gran sombrero, provocando los gritos de este y de su caballo, Guio comprendió su punto débil y destruyo ese ornamento, que provoco que desapareciera viejo y caballo.

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