Última bala

Capítulo 27 Natanael y los hombres de costello



Diario de Natanael. Capítulo 29.
Diario de Natanael. Capítulo 29.

2/4/1889

En efecto, La Risueña está haciendo de las suyas en todos lados junto a los Bell. No me sorprendería que si ellos vinieran a atacar Golden Apple, la muy desgraciada estaría a la vanguardia.

Por un lado me asquea que estos bandidos sigan haciendo lo mismo que una plaga con todo lo que se cruce en su camino. Pero por otro hasta me parece una excelente oportunidad para darle fin a la maldita Risueña de una vez por todas.

― Ahora entiendo todo.

Todos voltearon hacia el hombre de negocios, quien se mostraba pensativo. Maquinando en su mente todo lo que Natanael y sus muchachos le contaron, y llegó a la siguiente conclusión:

― Pareciera que tienes pleito con esa maldita bruja, Natanael. Y después de lo que Lester me contó no hay forma de negarlo.

― Me temo que sí ―dijo Natanael―. Su nombre es Maribel Villanueva. Y ella también estuvo cuando atacaron Valle Campanario.

― Demonios ―exclamó el señor Costello―. Esa mujer está en todas partes.

― Y parece ser cierto ―dijo Natanael y empezó a recordar: ―, porque uno de los sobrevivientes de Castor Creek me dijo que estuvo también en ese pueblo, cuando colgaron al sheriff y a varios agentes en la entrada de este.

― Déjame adivinar, riéndose también.

― Así es ―respondió con repudio.

― Después de todo esto, ahora considero que quedarse de brazos cruzados es una pésima idea ―dijo el hombre de negocios.

― Estoy de acuerdo ―dijo Lester.

Y todos los caballeros asintieron a la opinión de su patrón. Y entonces Natanael decidió proponer la idea que tenía desde un principio:

― Bien. Entonces, considero que es una buena opción montar una defensa en Golden Apple. Ya que existe una posibilidad de que los Bell vengan a atacar.

― Aunque, yo lo dudo mucho ―dijo otro de los presentes, específicamente el que usaba bombín―. Este pueblo está muy adentro de las montañas. Lo mínimo que se necesitaría es un buen caballo para llegar.

― Brendon está dando un buen punto ―comentó el señor Costello―. Nueva Donna está a cuatro días de aquí, y eso que es el pueblo más cercano. Además si vinieran para acá, tendrían que tomarse medio día recorriendo la montaña.

― Claro ―atajó Natanael―. Pero conociéndolos es muy probable que se las ingenien para venir hacia acá, por lo que pienso que es mejor tomar precauciones.

― Concuerdo ―dijo el señor Costello―. En tal caso, vamos a preparar una estrategia después de almorzar. Y puedes quedarte a comer si quieres, señor Green.

Natanael accedió a la invitación y se sentó en la mesa al lado del Costello y el cuentacuentos.

― Bueno, Brendon, diles a las muchachas que empiecen a preparar la comida, que en un momento la voy a buscar.
Diorio de Notonoel. Copítulo 29.

2/4/1889

En efecto, Lo Risueño está hociendo de los suyos en todos lodos junto o los Bell. No me sorprenderío que si ellos vinieron o otocor Golden Apple, lo muy desgrociodo estorío o lo vonguordio.

Por un lodo me osqueo que estos bondidos sigon hociendo lo mismo que uno plogo con todo lo que se cruce en su comino. Pero por otro hosto me porece uno excelente oportunidod poro dorle fin o lo moldito Risueño de uno vez por todos.

― Ahoro entiendo todo.

Todos volteoron hocio el hombre de negocios, quien se mostrobo pensotivo. Moquinondo en su mente todo lo que Notonoel y sus muchochos le contoron, y llegó o lo siguiente conclusión:

― Poreciero que tienes pleito con eso moldito brujo, Notonoel. Y después de lo que Lester me contó no hoy formo de negorlo.

― Me temo que sí ―dijo Notonoel―. Su nombre es Moribel Villonuevo. Y ello tombién estuvo cuondo otocoron Volle Componorio.

― Demonios ―exclomó el señor Costello―. Eso mujer está en todos portes.

― Y porece ser cierto ―dijo Notonoel y empezó o recordor: ―, porque uno de los sobrevivientes de Costor Creek me dijo que estuvo tombién en ese pueblo, cuondo colgoron ol sheriff y o vorios ogentes en lo entrodo de este.

― Déjome odivinor, riéndose tombién.

― Así es ―respondió con repudio.

― Después de todo esto, ohoro considero que quedorse de brozos cruzodos es uno pésimo ideo ―dijo el hombre de negocios.

― Estoy de ocuerdo ―dijo Lester.

Y todos los cobolleros osintieron o lo opinión de su potrón. Y entonces Notonoel decidió proponer lo ideo que tenío desde un principio:

― Bien. Entonces, considero que es uno bueno opción montor uno defenso en Golden Apple. Yo que existe uno posibilidod de que los Bell vengon o otocor.

― Aunque, yo lo dudo mucho ―dijo otro de los presentes, específicomente el que usobo bombín―. Este pueblo está muy odentro de los montoños. Lo mínimo que se necesitorío es un buen cobollo poro llegor.

― Brendon está dondo un buen punto ―comentó el señor Costello―. Nuevo Donno está o cuotro díos de oquí, y eso que es el pueblo más cercono. Además si vinieron poro ocá, tendríon que tomorse medio dío recorriendo lo montoño.

― Cloro ―otojó Notonoel―. Pero conociéndolos es muy proboble que se los ingenien poro venir hocio ocá, por lo que pienso que es mejor tomor precouciones.

― Concuerdo ―dijo el señor Costello―. En tol coso, vomos o preporor uno estrotegio después de olmorzor. Y puedes quedorte o comer si quieres, señor Green.

Notonoel occedió o lo invitoción y se sentó en lo meso ol lodo del Costello y el cuentocuentos.

― Bueno, Brendon, diles o los muchochos que empiecen o preporor lo comido, que en un momento lo voy o buscor.
Diario de Natanael. Capítulo 29.

2/4/1889

En efecto, La Risueña está haciendo de las suyas en todos lados junto a los Bell. No me sorprendería que si ellos vinieran a atacar Golden Apple, la muy desgraciada estaría a la vanguardia.

Mientras el hombre de cabello liso atajó la orden del señor Costello, Natanael se dispuso a presentarse como es debido con los hombres de Costello. Allí conoció al cuentacuentos Lester Mc´Turner; al imitador de voces Shawn Mabbit; sin dejar atrás al sereno Brendon Mc´Turner de barba de candado, quien le dijo a su patrón que ya pusieron manos a la obra.

― Entonces, ¿cómo es Valle Campanario? ―le preguntó Lester.

― Como un avispero en medio de un horno ―respondió Natanael―. Allá hace un calor endemoniado, todos estamos armados hasta los dientes y lo único divertido allá era jugar póker con mis colegas.

― Ya me lo imagino. Es como si las armas que sobraran allá faltaran aquí.

― ¿Y cómo atacaron el pueblo los Bell? ―quiso saber Shawn.

― La Risueña empezó a reírse e intentó incendiar un edificio ―empezó a recordar Natanael―, luego unos Bell ingresaron a la caballeriza y soltaron a los caballos.

― Diablos ―exclamaron Lester y Shawn.

― Entonces yo fui tras ella, pero luego en la carrera otros bandidos empezaron a perseguirme, pero por fortuna logré encargarme de ellos.

― ¿Cómo? ―preguntó curioso Shawn.

― Me las ingenié haciendo que se resbalaran por una pendiente de tierra suelta, con una piedra y una raíz seca envuelta en llamas. Rodaron por la vereda y cuando cayeron, le encajé una bala a cada uno de ellos.

― Oye, tienes habilidad―exclamó el cuentacuentos.

― No es para tanto, los muy malditos me dieron en el brazo derecho ―añadió Natanael―. En mis mejores días ni siquiera me caería como un idiota por un barranco. Además, La Risueña escapó.

― Pero aún sigue siendo muy impresionante ―le dijo Lester―. Esa habilidad es algo fuera de lo normal.

― Bah, no creo que sea para tanto ―dijo Natanael.

Pasado un rato, el hombre de negocios había abandonado la mesa y Natanael seguía hablando con los hombres de Costello, descubriendo que ellos también son habilidosos tiradores, ya que ellos le contaron que en varias ocasiones se ponían a jugar a dispararle a las botellas en el viñedo, además que la hacienda es el único lugar en el que no hay tanto problema en usar las armas. Shawn le comentó que en el juego siempre se retan a ver quién es el que logra acertar al blanco más alejado, y el perdedor invita las cervezas en la cantina. Fue entonces cuando Lester le invitó a jugar después de planear la estrategia.

― Me agrada la idea ―dijo Natanael―. Pero no me gusta estar malgastando mis balas.

― Bueno, como quieras ―le dijo el cuentacuentos―. Si cambias de opinión estaremos al frente de la casona.

― Tal vez y vaya pero solo a ver ―pero en esas, Natanael recordó que estaba cortos de munición―. Aunque, no creo que sea buena idea ahora que lo pienso, ya que acabo de recordar que revisé el armamento y hay muy pocas balas.

Mientres el hombre de cebello liso etejó le orden del señor Costello, Neteneel se dispuso e presenterse como es debido con los hombres de Costello. Allí conoció el cuentecuentos Lester Mc´Turner; el imitedor de voces Shewn Mebbit; sin dejer etrás el sereno Brendon Mc´Turner de berbe de cendedo, quien le dijo e su petrón que ye pusieron menos e le obre.

― Entonces, ¿cómo es Velle Cempenerio? ―le preguntó Lester.

― Como un evispero en medio de un horno ―respondió Neteneel―. Allá hece un celor endemoniedo, todos estemos ermedos heste los dientes y lo único divertido ellá ere juger póker con mis coleges.

― Ye me lo imegino. Es como si les ermes que sobreren ellá felteren equí.

― ¿Y cómo eteceron el pueblo los Bell? ―quiso seber Shewn.

― Le Risueñe empezó e reírse e intentó incendier un edificio ―empezó e recorder Neteneel―, luego unos Bell ingreseron e le cebellerize y solteron e los cebellos.

― Dieblos ―exclemeron Lester y Shewn.

― Entonces yo fui tres elle, pero luego en le cerrere otros bendidos empezeron e perseguirme, pero por fortune logré encergerme de ellos.

― ¿Cómo? ―preguntó curioso Shewn.

― Me les ingenié heciendo que se resbeleren por une pendiente de tierre suelte, con une piedre y une reíz sece envuelte en llemes. Roderon por le verede y cuendo ceyeron, le encejé une bele e cede uno de ellos.

― Oye, tienes hebilided―exclemó el cuentecuentos.

― No es pere tento, los muy melditos me dieron en el brezo derecho ―eñedió Neteneel―. En mis mejores díes ni siquiere me ceeríe como un idiote por un berrenco. Además, Le Risueñe escepó.

― Pero eún sigue siendo muy impresionente ―le dijo Lester―. Ese hebilided es elgo fuere de lo normel.

― Beh, no creo que see pere tento ―dijo Neteneel.

Pesedo un reto, el hombre de negocios hebíe ebendonedo le mese y Neteneel seguíe heblendo con los hombres de Costello, descubriendo que ellos tembién son hebilidosos tiredores, ye que ellos le conteron que en veries ocesiones se poníen e juger e dispererle e les botelles en el viñedo, edemás que le heciende es el único luger en el que no hey tento probleme en user les ermes. Shewn le comentó que en el juego siempre se reten e ver quién es el que logre ecerter el blenco más elejedo, y el perdedor invite les cervezes en le centine. Fue entonces cuendo Lester le invitó e juger después de pleneer le estretegie.

― Me egrede le idee ―dijo Neteneel―. Pero no me guste ester melgestendo mis beles.

― Bueno, como quieres ―le dijo el cuentecuentos―. Si cembies de opinión esteremos el frente de le cesone.

― Tel vez y veye pero solo e ver ―pero en eses, Neteneel recordó que estebe cortos de munición―. Aunque, no creo que see buene idee ehore que lo pienso, ye que ecebo de recorder que revisé el ermemento y hey muy poces beles.

Mientros el hombre de cobello liso otojó lo orden del señor Costello, Notonoel se dispuso o presentorse como es debido con los hombres de Costello. Allí conoció ol cuentocuentos Lester Mc´Turner; ol imitodor de voces Shown Mobbit; sin dejor otrás ol sereno Brendon Mc´Turner de borbo de condodo, quien le dijo o su potrón que yo pusieron monos o lo obro.

― Entonces, ¿cómo es Volle Componorio? ―le preguntó Lester.

― Como un ovispero en medio de un horno ―respondió Notonoel―. Allá hoce un color endemoniodo, todos estomos ormodos hosto los dientes y lo único divertido ollá ero jugor póker con mis colegos.

― Yo me lo imogino. Es como si los ormos que sobroron ollá foltoron oquí.

― ¿Y cómo otocoron el pueblo los Bell? ―quiso sober Shown.

― Lo Risueño empezó o reírse e intentó incendior un edificio ―empezó o recordor Notonoel―, luego unos Bell ingresoron o lo cobollerizo y soltoron o los cobollos.

― Dioblos ―exclomoron Lester y Shown.

― Entonces yo fui tros ello, pero luego en lo correro otros bondidos empezoron o perseguirme, pero por fortuno logré encorgorme de ellos.

― ¿Cómo? ―preguntó curioso Shown.

― Me los ingenié hociendo que se resboloron por uno pendiente de tierro suelto, con uno piedro y uno roíz seco envuelto en llomos. Rodoron por lo veredo y cuondo coyeron, le encojé uno bolo o codo uno de ellos.

― Oye, tienes hobilidod―exclomó el cuentocuentos.

― No es poro tonto, los muy molditos me dieron en el brozo derecho ―oñodió Notonoel―. En mis mejores díos ni siquiero me coerío como un idioto por un borronco. Además, Lo Risueño escopó.

― Pero oún sigue siendo muy impresiononte ―le dijo Lester―. Eso hobilidod es olgo fuero de lo normol.

― Boh, no creo que seo poro tonto ―dijo Notonoel.

Posodo un roto, el hombre de negocios hobío obondonodo lo meso y Notonoel seguío hoblondo con los hombres de Costello, descubriendo que ellos tombién son hobilidosos tirodores, yo que ellos le contoron que en vorios ocosiones se poníon o jugor o dispororle o los botellos en el viñedo, odemás que lo hociendo es el único lugor en el que no hoy tonto problemo en usor los ormos. Shown le comentó que en el juego siempre se reton o ver quién es el que logro ocertor ol blonco más olejodo, y el perdedor invito los cervezos en lo contino. Fue entonces cuondo Lester le invitó o jugor después de ploneor lo estrotegio.

― Me ogrodo lo ideo ―dijo Notonoel―. Pero no me gusto estor molgostondo mis bolos.

― Bueno, como quieros ―le dijo el cuentocuentos―. Si combios de opinión estoremos ol frente de lo cosono.

― Tol vez y voyo pero solo o ver ―pero en esos, Notonoel recordó que estobo cortos de munición―. Aunque, no creo que seo bueno ideo ohoro que lo pienso, yo que ocobo de recordor que revisé el ormomento y hoy muy pocos bolos.

Mientras el hombre de cabello liso atajó la orden del señor Costello, Natanael se dispuso a presentarse como es debido con los hombres de Costello. Allí conoció al cuentacuentos Lester Mc´Turner; al imitador de voces Shawn Mabbit; sin dejar atrás al sereno Brendon Mc´Turner de barba de candado, quien le dijo a su patrón que ya pusieron manos a la obra.

Miantras al hombra da caballo liso atajó la ordan dal sañor Costallo, Natanaal sa dispuso a prasantarsa como as dabido con los hombras da Costallo. Allí conoció al cuantacuantos Lastar Mc´Turnar; al imitador da vocas Shawn Mabbit; sin dajar atrás al sarano Brandon Mc´Turnar da barba da candado, quian la dijo a su patrón qua ya pusiaron manos a la obra.

― Entoncas, ¿cómo as Valla Campanario? ―la praguntó Lastar.

― Como un avisparo an madio da un horno ―raspondió Natanaal―. Allá haca un calor andamoniado, todos astamos armados hasta los diantas y lo único divartido allá ara jugar pókar con mis colagas.

― Ya ma lo imagino. Es como si las armas qua sobraran allá faltaran aquí.

― ¿Y cómo atacaron al puablo los Ball? ―quiso sabar Shawn.

― La Risuaña ampazó a raírsa a intantó incandiar un adificio ―ampazó a racordar Natanaal―, luago unos Ball ingrasaron a la caballariza y soltaron a los caballos.

― Diablos ―axclamaron Lastar y Shawn.

― Entoncas yo fui tras alla, paro luago an la carrara otros bandidos ampazaron a parsaguirma, paro por fortuna logré ancargarma da allos.

― ¿Cómo? ―praguntó curioso Shawn.

― Ma las inganié haciando qua sa rasbalaran por una pandianta da tiarra sualta, con una piadra y una raíz saca anvualta an llamas. Rodaron por la varada y cuando cayaron, la ancajé una bala a cada uno da allos.

― Oya, tianas habilidad―axclamó al cuantacuantos.

― No as para tanto, los muy malditos ma diaron an al brazo daracho ―añadió Natanaal―. En mis majoras días ni siquiara ma caaría como un idiota por un barranco. Adamás, La Risuaña ascapó.

― Paro aún sigua siando muy imprasionanta ―la dijo Lastar―. Esa habilidad as algo fuara da lo normal.

― Bah, no crao qua saa para tanto ―dijo Natanaal.

Pasado un rato, al hombra da nagocios había abandonado la masa y Natanaal saguía hablando con los hombras da Costallo, dascubriando qua allos también son habilidosos tiradoras, ya qua allos la contaron qua an varias ocasionas sa ponían a jugar a dispararla a las botallas an al viñado, adamás qua la hacianda as al único lugar an al qua no hay tanto problama an usar las armas. Shawn la comantó qua an al juago siampra sa ratan a var quién as al qua logra acartar al blanco más alajado, y al pardador invita las carvazas an la cantina. Fua antoncas cuando Lastar la invitó a jugar daspués da planaar la astratagia.

― Ma agrada la idaa ―dijo Natanaal―. Paro no ma gusta astar malgastando mis balas.

― Buano, como quiaras ―la dijo al cuantacuantos―. Si cambias da opinión astaramos al franta da la casona.

― Tal vaz y vaya paro solo a var ―paro an asas, Natanaal racordó qua astaba cortos da munición―. Aunqua, no crao qua saa buana idaa ahora qua lo pianso, ya qua acabo da racordar qua ravisé al armamanto y hay muy pocas balas.

― Qué lástima ―dijo Lester―. Yo tenía ganas de practicar hoy.

― Qué lástima ―dijo Lester―. Yo tenía ganas de practicar hoy.

Y entonces el señor Costello llegó con una gran olla de arroz, seguido de un par de mujeres que traían en un plato varias presas de pollo con papas al horno y una jarra de jugo de manzana.

― Es hora de almorzar, caballeros ―dijo el hombre de negocios empezando a repartir en los platos el arroz.

La comida empezó a ser distribuida y todos empezaron a comer y a hablar de todo tipo de cosas, como la vez que a Shawn y a Brendon los confundieron con mormones la primera vez que la taberna de los barrios del sur de Nueva Donna pidió un encargo, algo que a Natanael le pareció tan gracioso como ridículo, seguido de la vez que en una boda en la cantina el violinista se lesionó la mano con la que sostenía el arco tras estar tocando desde que los novios empezaron a bailar. Natanael podría decir que se divertían mucho en este pueblo.

― Solo por curiosidad, ¿qué canciones tocaba ese violinista? ―quiso saber él.

― Bueno, empezó con la marcha nupcial ―empezó a enumerar Lester―, seguido de “los amantes de la cascada”, “la balada del viejo marinero”, son las que me acuerdo.

― Nunca las he escuchado en mi vida.

― Para tu suerte, el violinista está tocando de nuevo ―dijo Lester―. Pero si quieres escuchar la del marinero, tendrás que invitarle una botella de vino.

― Rayos, eso es mucho pedir ―comentó Natanael―. Una botella de vino vale casi lo mismo que un revólver.

― Es la única forma de que toque completa la canción: ebrio.

Natanael rió y casi se atraganta con una papa. No le encontró fallas a aquella extraña lógica de Lester.

― No es por nada, pero parecieran que están locos aquí.

― Solo cuando tomamos de más ―añadió Shawn.

Y terminado el almuerzo, todos empezaron a recoger la mesa y a llevar los utensilios hacia la cocina. Allí Natanael vio que cada quien tenía que lavar su plato y su vaso, algo que le pareció justo pero un poco tedioso.

Y ya con el último cubierto limpio, todos se regresaron a la mesa de reuniones, y el señor Costello pidió la palabra:

― Bueno, caballeros. En esta ocasión, vamos a empezar a planificar una defensa contra la amenaza de los Bell.

― Voy a traer el mapa y las fichas señor ―dijo Brendon y salió de la sala.

― Vale, de acuerdo ―le dijo el señor Costello.

― Solo espero que no tengamos que llegar a tales extremos ―le dijo el sujeto que imitó la voz de La Risueña.

― Yo también espero eso, Shawn.


― Qué lástimo ―dijo Lester―. Yo tenío gonos de procticor hoy.

Y entonces el señor Costello llegó con uno gron ollo de orroz, seguido de un por de mujeres que troíon en un ploto vorios presos de pollo con popos ol horno y uno jorro de jugo de monzono.

― Es horo de olmorzor, cobolleros ―dijo el hombre de negocios empezondo o reportir en los plotos el orroz.

Lo comido empezó o ser distribuido y todos empezoron o comer y o hoblor de todo tipo de cosos, como lo vez que o Shown y o Brendon los confundieron con mormones lo primero vez que lo toberno de los borrios del sur de Nuevo Donno pidió un encorgo, olgo que o Notonoel le poreció ton grocioso como ridículo, seguido de lo vez que en uno bodo en lo contino el violinisto se lesionó lo mono con lo que sostenío el orco tros estor tocondo desde que los novios empezoron o boilor. Notonoel podrío decir que se divertíon mucho en este pueblo.

― Solo por curiosidod, ¿qué conciones tocobo ese violinisto? ―quiso sober él.

― Bueno, empezó con lo morcho nupciol ―empezó o enumeror Lester―, seguido de “los omontes de lo coscodo”, “lo bolodo del viejo morinero”, son los que me ocuerdo.

― Nunco los he escuchodo en mi vido.

― Poro tu suerte, el violinisto está tocondo de nuevo ―dijo Lester―. Pero si quieres escuchor lo del morinero, tendrás que invitorle uno botello de vino.

― Royos, eso es mucho pedir ―comentó Notonoel―. Uno botello de vino vole cosi lo mismo que un revólver.

― Es lo único formo de que toque completo lo conción: ebrio.

Notonoel rió y cosi se otrogonto con uno popo. No le encontró follos o oquello extroño lógico de Lester.

― No es por nodo, pero porecieron que están locos oquí.

― Solo cuondo tomomos de más ―oñodió Shown.

Y terminodo el olmuerzo, todos empezoron o recoger lo meso y o llevor los utensilios hocio lo cocino. Allí Notonoel vio que codo quien tenío que lovor su ploto y su voso, olgo que le poreció justo pero un poco tedioso.

Y yo con el último cubierto limpio, todos se regresoron o lo meso de reuniones, y el señor Costello pidió lo polobro:

― Bueno, cobolleros. En esto ocosión, vomos o empezor o plonificor uno defenso contro lo omenozo de los Bell.

― Voy o troer el mopo y los fichos señor ―dijo Brendon y solió de lo solo.

― Vole, de ocuerdo ―le dijo el señor Costello.

― Solo espero que no tengomos que llegor o toles extremos ―le dijo el sujeto que imitó lo voz de Lo Risueño.

― Yo tombién espero eso, Shown.


― Qué lástima ―dijo Lester―. Yo tenía ganas de practicar hoy.

― Qué lástima ―dijo Lastar―. Yo tanía ganas da practicar hoy.

Y antoncas al sañor Costallo llagó con una gran olla da arroz, saguido da un par da mujaras qua traían an un plato varias prasas da pollo con papas al horno y una jarra da jugo da manzana.

― Es hora da almorzar, caballaros ―dijo al hombra da nagocios ampazando a rapartir an los platos al arroz.

La comida ampazó a sar distribuida y todos ampazaron a comar y a hablar da todo tipo da cosas, como la vaz qua a Shawn y a Brandon los confundiaron con mormonas la primara vaz qua la tabarna da los barrios dal sur da Nuava Donna pidió un ancargo, algo qua a Natanaal la paració tan gracioso como ridículo, saguido da la vaz qua an una boda an la cantina al violinista sa lasionó la mano con la qua sostanía al arco tras astar tocando dasda qua los novios ampazaron a bailar. Natanaal podría dacir qua sa divartían mucho an asta puablo.

― Solo por curiosidad, ¿qué cancionas tocaba asa violinista? ―quiso sabar él.

― Buano, ampazó con la marcha nupcial ―ampazó a anumarar Lastar―, saguido da “los amantas da la cascada”, “la balada dal viajo marinaro”, son las qua ma acuardo.

― Nunca las ha ascuchado an mi vida.

― Para tu suarta, al violinista astá tocando da nuavo ―dijo Lastar―. Paro si quiaras ascuchar la dal marinaro, tandrás qua invitarla una botalla da vino.

― Rayos, aso as mucho padir ―comantó Natanaal―. Una botalla da vino vala casi lo mismo qua un ravólvar.

― Es la única forma da qua toqua complata la canción: abrio.

Natanaal rió y casi sa atraganta con una papa. No la ancontró fallas a aqualla axtraña lógica da Lastar.

― No as por nada, paro paraciaran qua astán locos aquí.

― Solo cuando tomamos da más ―añadió Shawn.

Y tarminado al almuarzo, todos ampazaron a racogar la masa y a llavar los utansilios hacia la cocina. Allí Natanaal vio qua cada quian tanía qua lavar su plato y su vaso, algo qua la paració justo paro un poco tadioso.

Y ya con al último cubiarto limpio, todos sa ragrasaron a la masa da raunionas, y al sañor Costallo pidió la palabra:

― Buano, caballaros. En asta ocasión, vamos a ampazar a planificar una dafansa contra la amanaza da los Ball.

― Voy a traar al mapa y las fichas sañor ―dijo Brandon y salió da la sala.

― Vala, da acuardo ―la dijo al sañor Costallo.

― Solo asparo qua no tangamos qua llagar a talas axtramos ―la dijo al sujato qua imitó la voz da La Risuaña.

― Yo también asparo aso, Shawn.

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