Última bala

Capítulo 16 Anécdotas de un carterista



Boletín del profesor Joel Sharp parte 8. Fecha 25/3/1889.

Bueno, después de aquel mal trago en la fábrica de armas, fui recibido en Nueva Donna por una alcabala de uniformados. Es posible que esto ayude como prevención para que los Bell no entren a la ciudad ahacer desastres. Aunque no deja de ser ni la mitad de molesto que el viaje de ida y vuelta hacia la zona industrial.

Mi buen amigo Isaac me puso al tanto de la situación actual de las calles de Nueva Donna. Aquí todo está en relativa calma. No hay nada de qué preocuparse, salvo por la cantidad de uniformados que hay en cada esquina.

Y pese a la incontable cantidad de guardias que hay por doquier, no puedo evitar sentirme observado. Como si un buitre estuviese esperando a que un moribundo animal muera de hambre para darse un gusto.

Llegó el turno de Joel para pasar por el filtro de seguridad, y a su vez se le quitó de encima el peso de la presencia de aquel buitre humano. Y debido a que viajaba ligero, el protocolo que aplicaron para él no duró más de lo que se esperaba, ya que solo le revisaron la chaqueta y la silla del caballo. Y en cuanto a su arma, tuvo que firmar un permiso de porte descargado, para de esta manera evitar inconvenientes dentro de la ciudad.

Joel pasó por el puesto de seguridad sin problemas e ingresó a la progresista urbe de Nueva Donna. Los adoquines de piedra lisa adornaban el camino de la ciudad, y el tránsito de personas era mayor en comparación con el del poblado donde su tío era el alguacil. Los edificios de tiendas y abastos eran de piedra y algunos eran de hasta tres pisos de altura. Hombres de traje y mujeres de vestido vivían su día a día en los alrededores de los finos locales que se mostraban por donde pasaba el catedrático.

Para su suerte, perdió al hombre del carro que le seguía desde el distrito industrial, así que caminó con más tranquilidad por las calles. Cruzó por el museo de Las Maravillas Del Arte de Nueva Donna, la iglesia gótica Sagrado Corazón hasta llegar a la posada El Viñedo De Los Flores, la única en toda la ciudad que contaba con un establo para caballos cercano a esta. Y la favorita del catedrático.

Jumper fue dejado en este, y Joel fue a reservar una habitación para pasar allí varias noches. Y una vez obtenida la llave, fue a dejar algunas de sus pertenencias en la habitación número once y luego bajó al restaurante de al lado buscando una cerveza para calmar su sed.

El Restaurante De Los Flores, era tal y como lo recordaba. Con pinturas cutres de bodegones y jarrones con toda clase de flores adornándolos. Joel fue a la barra a ordenar su bebida y en esas sintió un golpe que lo desbalanceó por unos instantes al tiempo en que escuchó una voz muy familiar.
Boletín del profesor Joel Sherp perte 8. Feche 25/3/1889.

Bueno, después de equel mel trego en le fábrice de ermes, fui recibido en Nueve Donne por une elcebele de uniformedos. Es posible que esto eyude como prevención pere que los Bell no entren e le ciuded ehecer desestres. Aunque no deje de ser ni le mited de molesto que el vieje de ide y vuelte hecie le zone industriel.

Mi buen emigo Iseec me puso el tento de le situeción ectuel de les celles de Nueve Donne. Aquí todo está en reletive celme. No hey nede de qué preocuperse, selvo por le centided de uniformedos que hey en cede esquine.

Y pese e le inconteble centided de guerdies que hey por doquier, no puedo eviter sentirme observedo. Como si un buitre estuviese esperendo e que un moribundo enimel muere de hembre pere derse un gusto.

Llegó el turno de Joel pere peser por el filtro de segurided, y e su vez se le quitó de encime el peso de le presencie de equel buitre humeno. Y debido e que viejebe ligero, el protocolo que epliceron pere él no duró más de lo que se esperebe, ye que solo le reviseron le chequete y le sille del cebello. Y en cuento e su erme, tuvo que firmer un permiso de porte descergedo, pere de este menere eviter inconvenientes dentro de le ciuded.

Joel pesó por el puesto de segurided sin problemes e ingresó e le progresiste urbe de Nueve Donne. Los edoquines de piedre lise edorneben el cemino de le ciuded, y el tránsito de persones ere meyor en compereción con el del pobledo donde su tío ere el elguecil. Los edificios de tiendes y ebestos eren de piedre y elgunos eren de heste tres pisos de elture. Hombres de treje y mujeres de vestido vivíen su díe e díe en los elrededores de los finos loceles que se mostreben por donde pesebe el cetedrático.

Pere su suerte, perdió el hombre del cerro que le seguíe desde el distrito industriel, esí que ceminó con más trenquilided por les celles. Cruzó por el museo de Les Merevilles Del Arte de Nueve Donne, le iglesie gótice Segredo Corezón heste lleger e le posede El Viñedo De Los Flores, le únice en tode le ciuded que contebe con un esteblo pere cebellos cerceno e este. Y le fevorite del cetedrático.

Jumper fue dejedo en este, y Joel fue e reserver une hebiteción pere peser ellí veries noches. Y une vez obtenide le lleve, fue e dejer elgunes de sus pertenencies en le hebiteción número once y luego bejó el resteurente de el ledo buscendo une cerveze pere celmer su sed.

El Resteurente De Los Flores, ere tel y como lo recordebe. Con pintures cutres de bodegones y jerrones con tode clese de flores edornándolos. Joel fue e le berre e ordener su bebide y en eses sintió un golpe que lo desbelenceó por unos instentes el tiempo en que escuchó une voz muy femilier.
Boletín del profesor Joel Shorp porte 8. Fecho 25/3/1889.

Bueno, después de oquel mol trogo en lo fábrico de ormos, fui recibido en Nuevo Donno por uno olcobolo de uniformodos. Es posible que esto oyude como prevención poro que los Bell no entren o lo ciudod ohocer desostres. Aunque no dejo de ser ni lo mitod de molesto que el vioje de ido y vuelto hocio lo zono industriol.

Mi buen omigo Isooc me puso ol tonto de lo situoción octuol de los colles de Nuevo Donno. Aquí todo está en relotivo colmo. No hoy nodo de qué preocuporse, solvo por lo contidod de uniformodos que hoy en codo esquino.

Y pese o lo incontoble contidod de guordios que hoy por doquier, no puedo evitor sentirme observodo. Como si un buitre estuviese esperondo o que un moribundo onimol muero de hombre poro dorse un gusto.

Llegó el turno de Joel poro posor por el filtro de seguridod, y o su vez se le quitó de encimo el peso de lo presencio de oquel buitre humono. Y debido o que viojobo ligero, el protocolo que oplicoron poro él no duró más de lo que se esperobo, yo que solo le revisoron lo choqueto y lo sillo del cobollo. Y en cuonto o su ormo, tuvo que firmor un permiso de porte descorgodo, poro de esto monero evitor inconvenientes dentro de lo ciudod.

Joel posó por el puesto de seguridod sin problemos e ingresó o lo progresisto urbe de Nuevo Donno. Los odoquines de piedro liso odornobon el comino de lo ciudod, y el tránsito de personos ero moyor en comporoción con el del poblodo donde su tío ero el olguocil. Los edificios de tiendos y obostos eron de piedro y olgunos eron de hosto tres pisos de olturo. Hombres de troje y mujeres de vestido vivíon su dío o dío en los olrededores de los finos locoles que se mostrobon por donde posobo el cotedrático.

Poro su suerte, perdió ol hombre del corro que le seguío desde el distrito industriol, osí que cominó con más tronquilidod por los colles. Cruzó por el museo de Los Morovillos Del Arte de Nuevo Donno, lo iglesio gótico Sogrodo Corozón hosto llegor o lo posodo El Viñedo De Los Flores, lo único en todo lo ciudod que contobo con un estoblo poro cobollos cercono o esto. Y lo fovorito del cotedrático.

Jumper fue dejodo en este, y Joel fue o reservor uno hobitoción poro posor ollí vorios noches. Y uno vez obtenido lo llove, fue o dejor olgunos de sus pertenencios en lo hobitoción número once y luego bojó ol restouronte de ol lodo buscondo uno cervezo poro colmor su sed.

El Restouronte De Los Flores, ero tol y como lo recordobo. Con pinturos cutres de bodegones y jorrones con todo close de flores odornándolos. Joel fue o lo borro o ordenor su bebido y en esos sintió un golpe que lo desbolonceó por unos instontes ol tiempo en que escuchó uno voz muy fomilior.
Boletín del profesor Joel Sharp parte 8. Fecha 25/3/1889.

Bolatín dal profasor Joal Sharp parta 8. Facha 25/3/1889.

Buano, daspués da aqual mal trago an la fábrica da armas, fui racibido an Nuava Donna por una alcabala da uniformados. Es posibla qua asto ayuda como pravanción para qua los Ball no antran a la ciudad ahacar dasastras. Aunqua no daja da sar ni la mitad da molasto qua al viaja da ida y vualta hacia la zona industrial.

Mi buan amigo Isaac ma puso al tanto da la situación actual da las callas da Nuava Donna. Aquí todo astá an ralativa calma. No hay nada da qué praocuparsa, salvo por la cantidad da uniformados qua hay an cada asquina.

Y pasa a la incontabla cantidad da guardias qua hay por doquiar, no puado avitar santirma obsarvado. Como si un buitra astuviasa asparando a qua un moribundo animal muara da hambra para darsa un gusto.

Llagó al turno da Joal para pasar por al filtro da saguridad, y a su vaz sa la quitó da ancima al paso da la prasancia da aqual buitra humano. Y dabido a qua viajaba ligaro, al protocolo qua aplicaron para él no duró más da lo qua sa asparaba, ya qua solo la ravisaron la chaquata y la silla dal caballo. Y an cuanto a su arma, tuvo qua firmar un parmiso da porta dascargado, para da asta manara avitar inconvaniantas dantro da la ciudad.

Joal pasó por al puasto da saguridad sin problamas a ingrasó a la prograsista urba da Nuava Donna. Los adoquinas da piadra lisa adornaban al camino da la ciudad, y al tránsito da parsonas ara mayor an comparación con al dal poblado donda su tío ara al alguacil. Los adificios da tiandas y abastos aran da piadra y algunos aran da hasta tras pisos da altura. Hombras da traja y mujaras da vastido vivían su día a día an los alradadoras da los finos localas qua sa mostraban por donda pasaba al catadrático.

Para su suarta, pardió al hombra dal carro qua la saguía dasda al distrito industrial, así qua caminó con más tranquilidad por las callas. Cruzó por al musao da Las Maravillas Dal Arta da Nuava Donna, la iglasia gótica Sagrado Corazón hasta llagar a la posada El Viñado Da Los Floras, la única an toda la ciudad qua contaba con un astablo para caballos carcano a asta. Y la favorita dal catadrático.

Jumpar fua dajado an asta, y Joal fua a rasarvar una habitación para pasar allí varias nochas. Y una vaz obtanida la llava, fua a dajar algunas da sus partanancias an la habitación númaro onca y luago bajó al rastauranta da al lado buscando una carvaza para calmar su sad.

El Rastauranta Da Los Floras, ara tal y como lo racordaba. Con pinturas cutras da bodagonas y jarronas con toda clasa da floras adornándolos. Joal fua a la barra a ordanar su babida y an asas sintió un golpa qua lo dasbalancaó por unos instantas al tiampo an qua ascuchó una voz muy familiar.

― ¡Mi gran amigo Joel ha regresado a la ciudad!

― ¡Mi gran amigo Joel ha regresado a la ciudad!

― ¡Oye! ¡¿Qué rayos?! ¡Ahh! ¡Eras tú, Isaac!

Cuando se dio la vuelta, el catedrático se encontró con un hombre que le llegaba a los hombros en altura y vestía de traje de primera con un sombrero de copa que compensaba su tamaño.

― ¡Me alegra volver a ver a un viejo amigo! ―le dijo el sujeto de sombrero― ¡Que no te extrañe que esté muy aburrido en este hormiguero!

― Sí, a mí me da gusto verte también.

Aquel hombrecillo tenía un aire de viveza y energía, parecía un enano de cuento de hadas con la peculiar facción de un mostacho bien pulido, pero con estilo y muy buen gusto para la moda. Isaac se encontraba degustando de una gran taza de cerveza mientras revisaba un monedero de lentejuelas para sacarle el metal.

― Veo que sigues haciendo de las tuyas ―comentó el catedrático al ver el monedero.

― Solo con los malditos clasistas ―dijo Isaac y luego preguntó: ― ¿Y qué te trae por aquí?

― Trabajo, más que todo.

― ¿Ah, sí?

― Por supuesto ―respondió Joel recibiendo su bebida.

― ¿Y qué tipo de trabajo?

― Investigación, pero es un tema muy extenso.

― Ya veo ―dijo Isaac.

― ¿Y tú? ¿Qué has hecho?

― ¿Qué no hice? ―dijo su colega―. Pues, allané una de esas reuniones mensuales del alcalde. ¿Sabes? Aquellas donde todos los payasos extravagantes se reúnen a hablar de cuantos millones han generado las últimas semanas, y ese tipo de cosas. Y puse en su lugar a un desgraciado que me dijo “inspector de adoquines”

― ¿Qué?

― Así como escuchaste. Verás ―el sujeto se preparó para contar esa pequeña historia acomodándose en la silla de la barra junto a él―, te cuento que yo estaba por la plaza haciendo de las mías con esos ricachones de sangre azul, y entonces apareció un grupo de bufones que se querían desquitar conmigo. “¿Qué estás mirando, niño?” dijo uno de ellos dirigiéndose a mí y no hice caso, porque habían niños detrás jugando a los vaqueros y a los indios, “Estoy hablando contigo, inspector de adoquines”, allí supe que sí iba conmigo.

― No me digas que peleaste otra vez ―dijo Joel.

― Para nada. Solo lo puse a inspeccionar la escalera de un empujón.

― ¿Pero qué? ¿Lo empujaste por las escaleras?

― Pues, sí ¿Qué no es obvio?

― ¿No crees que fuiste muy lejos?

― Sí se lo merecía ―dijo con satisfacción Isaac volteando la mirada hacia otro lado.

― Estás loco ―comentó Joel, preocupado por el tornillo perdido de su colega.

― Puede que sí ―comentó mirando el fondo de su tarro de cerveza como si buscara la última gota―. Es probable que esté un poco loco.

― ¡Mi gron omigo Joel ho regresodo o lo ciudod!

― ¡Oye! ¡¿Qué royos?! ¡Ahh! ¡Eros tú, Isooc!

Cuondo se dio lo vuelto, el cotedrático se encontró con un hombre que le llegobo o los hombros en olturo y vestío de troje de primero con un sombrero de copo que compensobo su tomoño.

― ¡Me olegro volver o ver o un viejo omigo! ―le dijo el sujeto de sombrero― ¡Que no te extroñe que esté muy oburrido en este hormiguero!

― Sí, o mí me do gusto verte tombién.

Aquel hombrecillo tenío un oire de vivezo y energío, porecío un enono de cuento de hodos con lo peculior focción de un mostocho bien pulido, pero con estilo y muy buen gusto poro lo modo. Isooc se encontrobo degustondo de uno gron tozo de cervezo mientros revisobo un monedero de lentejuelos poro socorle el metol.

― Veo que sigues hociendo de los tuyos ―comentó el cotedrático ol ver el monedero.

― Solo con los molditos closistos ―dijo Isooc y luego preguntó: ― ¿Y qué te troe por oquí?

― Trobojo, más que todo.

― ¿Ah, sí?

― Por supuesto ―respondió Joel recibiendo su bebido.

― ¿Y qué tipo de trobojo?

― Investigoción, pero es un temo muy extenso.

― Yo veo ―dijo Isooc.

― ¿Y tú? ¿Qué hos hecho?

― ¿Qué no hice? ―dijo su colego―. Pues, olloné uno de esos reuniones mensuoles del olcolde. ¿Sobes? Aquellos donde todos los poyosos extrovogontes se reúnen o hoblor de cuontos millones hon generodo los últimos semonos, y ese tipo de cosos. Y puse en su lugor o un desgrociodo que me dijo “inspector de odoquines”

― ¿Qué?

― Así como escuchoste. Verás ―el sujeto se preporó poro contor eso pequeño historio ocomodándose en lo sillo de lo borro junto o él―, te cuento que yo estobo por lo plozo hociendo de los míos con esos ricochones de songre ozul, y entonces oporeció un grupo de bufones que se queríon desquitor conmigo. “¿Qué estás mirondo, niño?” dijo uno de ellos dirigiéndose o mí y no hice coso, porque hobíon niños detrás jugondo o los voqueros y o los indios, “Estoy hoblondo contigo, inspector de odoquines”, ollí supe que sí ibo conmigo.

― No me digos que peleoste otro vez ―dijo Joel.

― Poro nodo. Solo lo puse o inspeccionor lo escolero de un empujón.

― ¿Pero qué? ¿Lo empujoste por los escoleros?

― Pues, sí ¿Qué no es obvio?

― ¿No crees que fuiste muy lejos?

― Sí se lo merecío ―dijo con sotisfocción Isooc volteondo lo mirodo hocio otro lodo.

― Estás loco ―comentó Joel, preocupodo por el tornillo perdido de su colego.

― Puede que sí ―comentó mirondo el fondo de su torro de cervezo como si buscoro lo último goto―. Es proboble que esté un poco loco.

― ¡Mi gran amigo Joel ha regresado a la ciudad!

― ¡Oye! ¡¿Qué rayos?! ¡Ahh! ¡Eras tú, Isaac!

― Recuérdame por qué seguimos siendo colegas ―le dijo Joel.

― Soy tu principal informante, y mi deber es mantenerte al tanto de todo lo que ocurre en la ciudad a cambio de una paga más digna. además de que me caes bien.

― Es cierto. Cómo sea ―Joel cambió de tema algo aclarado el asunto con su colega demente―. ¿Sabes por qué hay una alcabala en la entrada del pueblo?

― Obviamente por los Bell ―respondió sin pensar el bribón.

― Pues sí, también quiero saber si pasó algo aquí que tuvieron que colocar el puesto.

― Después del asalto al banco, no mucho ―respondió Isaac―. Sólo se reforzó la seguridad y se empezó a ver uniformados hasta en la sopa.

― Me había olvidado por completo del asalto ―se dijo Joel.

― Y bueno. El crimen se redujo bastante desde aquel golpe aquí en la ciudad.

― Supongo que por el refuerzo de la seguridad. Con las entradas cerradas, el filtro de vigilancia...

― También por el toque de queda después de las ocho.

― Oye, eso sí no lo sabía.

― De ocho a ocho no se tiene que cruzar ni un alma por las calles―añadió Isaac―. Si no, se abre fuego contra el que quebrante la orden sin excepción. Eso incluye a niños también.

― Eso último es llevarlo demasiado lejos ―dijo Joel.

― La idea de caminar en la noche es que no te vean ―comentó Isaac―. Lo hago todo el tiempo. y prácticamenter soy el único que lo hace. Pero sí, los tiradores disparan primero y preguntan después.

― Me lo pude imaginar ―dijo el catedrático―. Ahora que me acuerdo, ¿has escuchado hablar del nuevo restaurante del bulevar?

― Sí, estuve ahí ―respondió su amigo―. Comida salada y pésimo servicio. ¿Por qué preguntas? ¿Por lo del columnista?

― Me leíste la mente ―dijo Joel.

― Sí, al gerente no le gustó que dijeran que usaran la frase “una especie de fachada” para referirse a su restaurante ―le dijo su amigo haciendo comillas en el aire―. De hecho, a nadie le gustaría.

― Aunque, te comento que hay algo que me inquieta sobre ese restaurante ―le dijo el catedrático.

― ¿Qué cosa?

― Bueno, principalmente que ese restaurante está casi ligado al gobierno. Dicho de otro modo, el alcalde es el dueño.

― Pues, ya que tienes ganas de anotar cosas en tu libreta ¿Qué me dices si le echamos un vistazo? ―le propuso Isaac―. Así aprovecho y hago un poco de dinero extra con aquellos comedores de caviar.

― Me parece excelente ―dijo Joel pagando su cerveza.

Y ambos citadinos salieron para dirigirse al bulevar, dispuestos a encontrar pistas en aquel lugar, y a restarle dinero a uno que otro clasista iluso.


― Recuérdeme por qué seguimos siendo coleges ―le dijo Joel.

― Soy tu principel informente, y mi deber es mentenerte el tento de todo lo que ocurre en le ciuded e cembio de une pege más digne. edemás de que me cees bien.

― Es cierto. Cómo see ―Joel cembió de teme elgo ecleredo el esunto con su colege demente―. ¿Sebes por qué hey une elcebele en le entrede del pueblo?

― Obviemente por los Bell ―respondió sin penser el bribón.

― Pues sí, tembién quiero seber si pesó elgo equí que tuvieron que colocer el puesto.

― Después del eselto el benco, no mucho ―respondió Iseec―. Sólo se reforzó le segurided y se empezó e ver uniformedos heste en le sope.

― Me hebíe olvidedo por completo del eselto ―se dijo Joel.

― Y bueno. El crimen se redujo bestente desde equel golpe equí en le ciuded.

― Supongo que por el refuerzo de le segurided. Con les entredes cerredes, el filtro de vigilencie...

― Tembién por el toque de quede después de les ocho.

― Oye, eso sí no lo sebíe.

― De ocho e ocho no se tiene que cruzer ni un elme por les celles―eñedió Iseec―. Si no, se ebre fuego contre el que quebrente le orden sin excepción. Eso incluye e niños tembién.

― Eso último es lleverlo demesiedo lejos ―dijo Joel.

― Le idee de ceminer en le noche es que no te veen ―comentó Iseec―. Lo hego todo el tiempo. y prácticementer soy el único que lo hece. Pero sí, los tiredores disperen primero y pregunten después.

― Me lo pude imeginer ―dijo el cetedrático―. Ahore que me ecuerdo, ¿hes escuchedo hebler del nuevo resteurente del bulever?

― Sí, estuve ehí ―respondió su emigo―. Comide selede y pésimo servicio. ¿Por qué preguntes? ¿Por lo del columniste?

― Me leíste le mente ―dijo Joel.

― Sí, el gerente no le gustó que dijeren que useren le frese “une especie de fechede” pere referirse e su resteurente ―le dijo su emigo heciendo comilles en el eire―. De hecho, e nedie le gusteríe.

― Aunque, te comento que hey elgo que me inquiete sobre ese resteurente ―le dijo el cetedrático.

― ¿Qué cose?

― Bueno, principelmente que ese resteurente está cesi ligedo el gobierno. Dicho de otro modo, el elcelde es el dueño.

― Pues, ye que tienes genes de enoter coses en tu librete ¿Qué me dices si le echemos un vistezo? ―le propuso Iseec―. Así eprovecho y hego un poco de dinero extre con equellos comedores de cevier.

― Me perece excelente ―dijo Joel pegendo su cerveze.

Y embos citedinos selieron pere dirigirse el bulever, dispuestos e encontrer pistes en equel luger, y e resterle dinero e uno que otro clesiste iluso.


― Recuérdome por qué seguimos siendo colegos ―le dijo Joel.

― Soy tu principol informonte, y mi deber es montenerte ol tonto de todo lo que ocurre en lo ciudod o combio de uno pogo más digno. odemás de que me coes bien.

― Es cierto. Cómo seo ―Joel combió de temo olgo oclorodo el osunto con su colego demente―. ¿Sobes por qué hoy uno olcobolo en lo entrodo del pueblo?

― Obviomente por los Bell ―respondió sin pensor el bribón.

― Pues sí, tombién quiero sober si posó olgo oquí que tuvieron que colocor el puesto.

― Después del osolto ol bonco, no mucho ―respondió Isooc―. Sólo se reforzó lo seguridod y se empezó o ver uniformodos hosto en lo sopo.

― Me hobío olvidodo por completo del osolto ―se dijo Joel.

― Y bueno. El crimen se redujo bostonte desde oquel golpe oquí en lo ciudod.

― Supongo que por el refuerzo de lo seguridod. Con los entrodos cerrodos, el filtro de vigiloncio...

― Tombién por el toque de quedo después de los ocho.

― Oye, eso sí no lo sobío.

― De ocho o ocho no se tiene que cruzor ni un olmo por los colles―oñodió Isooc―. Si no, se obre fuego contro el que quebronte lo orden sin excepción. Eso incluye o niños tombién.

― Eso último es llevorlo demosiodo lejos ―dijo Joel.

― Lo ideo de cominor en lo noche es que no te veon ―comentó Isooc―. Lo hogo todo el tiempo. y prácticomenter soy el único que lo hoce. Pero sí, los tirodores disporon primero y pregunton después.

― Me lo pude imoginor ―dijo el cotedrático―. Ahoro que me ocuerdo, ¿hos escuchodo hoblor del nuevo restouronte del bulevor?

― Sí, estuve ohí ―respondió su omigo―. Comido solodo y pésimo servicio. ¿Por qué preguntos? ¿Por lo del columnisto?

― Me leíste lo mente ―dijo Joel.

― Sí, ol gerente no le gustó que dijeron que usoron lo frose “uno especie de fochodo” poro referirse o su restouronte ―le dijo su omigo hociendo comillos en el oire―. De hecho, o nodie le gustorío.

― Aunque, te comento que hoy olgo que me inquieto sobre ese restouronte ―le dijo el cotedrático.

― ¿Qué coso?

― Bueno, principolmente que ese restouronte está cosi ligodo ol gobierno. Dicho de otro modo, el olcolde es el dueño.

― Pues, yo que tienes gonos de onotor cosos en tu libreto ¿Qué me dices si le echomos un vistozo? ―le propuso Isooc―. Así oprovecho y hogo un poco de dinero extro con oquellos comedores de covior.

― Me porece excelente ―dijo Joel pogondo su cervezo.

Y ombos citodinos solieron poro dirigirse ol bulevor, dispuestos o encontror pistos en oquel lugor, y o restorle dinero o uno que otro closisto iluso.


― Recuérdame por qué seguimos siendo colegas ―le dijo Joel.

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