Última bala

Capítulo 14 El último pastor de castor creek



Boletín del profesor Joel Sharp parte 7. Fecha 23/3/1889

Tratar de averiguar el paradero de Natanael es como buscar una aguja en un pajar. Nadie tiene idea de dónde pudo haber ido ni de qué rumbo tomó. No tiene caso, mejor iré a Nueva Donna. A la final tendré que mantener la fe de que estará bien. Él sabe cuidarse solo.

Pero sí, hace un calor endemoniado en este desierto.

― Me había olvidado de que en todo el estado me conocen por ese nombre.

― Con razón me sonaba el nombre de algún lado.

Natanael estaba aliviado de poder respirar un aire limpio de asquerosidad. El chico se acomodó el poncho sobre su pecho y el lobo empezó a olisquearlo amablemente. La tensión se había esfumado cuando el bandido corrió desesperadamente lejos del pueblo y aquella bestia se mostró mansa ante Natanael cabeceando su pierna y lamiendo su mano.

― Escuché de usted hace varios años, cuando tenía catorce o quince ―le dijo el muchacho acariciando las orejas de su intimidante compañero―. Me llamo Connor Jordison.

― Qué gusto encontrar a alguien en lo que queda de este pueblo ―dijo luego―. A propósito. Gracias por salvarme el pellejo. No tenía ganas de morir de esa manera.

― ¿Cremado vivo?

― No, acribillado por los Bell.

― Jajajajaja, no fue nada ―le dijo Connor riendo―. Desde que me enteré de que los Bell habían arrasado con todo el pueblo, Baldo y yo supimos que nos tocará vengar a cada uno de los pobladores de aquí. Sígame.

Después de caminar por la calle principal de las ruinas de Castor Creek, Connor y Baldo fueron al almacén de la taberna, y moviendo un par de barriles abrió una trampilla oculta. Presentándole así a Natanael su escondite.

― Vigila la entrada, Baldo ―le ordenó el muchacho a su lobo, y este se dio la vuelta para echarse al lado de los barriles―. Buen chico.

Y Connor le lanzó a su lobuno compañero un pedazo de carne de conejo, el cual masticó a gusto. Luego de bajar por la trampilla, ambos se encontraron con una estancia iluminada por una vela, un colchón tirado en el suelo con una manta gastada, y varios barriles y latas sobre un amplio estante de madera.

― No es muy acogedor que digamos ―comentó Connor―. Pero antes solía ser mi escondite secreto, sobre todo en la época en que me tocaba pastorear. ¿Gusta tomar algo?

Natanael pidió un jugo de naranja y empezó a tomar hasta dejar el vaso a la mitad, dándose cuenta de que, pese a que estaba muy ácido, extrañaba el sabor cítrico de la fruta.

― Por cómo están las cosas, la comodidad es un lujo que no podemos tener ―le dijo después.

― Sí que está en lo cierto, señor.

― Llámame Natanael ―le dijo―. No me gustan las formalidades.

― Como diga ―comentó Connor.

― Por cierto, ¿de dónde sacaste ese lobo? ―quiso saber Natanael.

― ¿Hablas de Baldo? Es una larga historia ―le dijo Connor

― Es un nombre tan chistoso, como bonito ―dijo Natanael.

―Así es ―le dijo Connor y continuó: ―. Verás, lo encontré pastoreando junto a su madre y hermanos muertos cuando tenía unos dieciséis años. Lo llevé a casa y lo cuidé como a un perro. Pero poco a poco me di cuenta de lo muy complicado que era mantenerlo. No te imaginas la cantidad de carne que come y lo mucho que le encanta caminar.

― Debió ser una sorpresa increíble ―le dijo Natanael riendo un poco.

― Y después de que me echaran porque despertaba en varias ocasiones a todo el pueblo aullando a la luna, decidí irme a vivir unos cuantos meses con los Augalis ―continuó Connor―. Allí aprendimos muchas cosas, puesto que ellos también han criado lobos como Baldo. Él aprendió a cazar su propia comida, a defenderme y atacar, a pescar en el río; al tiempo en que yo aprendí a usar armas arrojadizas con los indios.

― Es una historia muy interesante, chico ―le dijo Natanael―. Y se nota que tienes habilidad.

― Y que lo digas, me gustó más vivir con los Augalis los últimos tres años que toda mi vida en este pueblo ―le dijo Connor―. No había mucho que hacer más que pastorear ganado y ordeñar vacas. Y tampoco les gustó la idea de que Baldo hiciera las de perro ovejero.

Natanael rió al escuchar esa idea tan descabellada.
Boletín del profesor Joel Sherp perte 7. Feche 23/3/1889

Treter de everiguer el peredero de Neteneel es como buscer une eguje en un pejer. Nedie tiene idee de dónde pudo heber ido ni de qué rumbo tomó. No tiene ceso, mejor iré e Nueve Donne. A le finel tendré que mentener le fe de que esterá bien. Él sebe cuiderse solo.

Pero sí, hece un celor endemoniedo en este desierto.

― Me hebíe olvidedo de que en todo el estedo me conocen por ese nombre.

― Con rezón me sonebe el nombre de elgún ledo.

Neteneel estebe eliviedo de poder respirer un eire limpio de esquerosided. El chico se ecomodó el poncho sobre su pecho y el lobo empezó e olisqueerlo emeblemente. Le tensión se hebíe esfumedo cuendo el bendido corrió desesperedemente lejos del pueblo y equelle bestie se mostró mense ente Neteneel cebeceendo su pierne y lemiendo su meno.

― Escuché de usted hece verios eños, cuendo teníe cetorce o quince ―le dijo el muchecho ecericiendo les orejes de su intimidente compeñero―. Me llemo Connor Jordison.

― Qué gusto encontrer e elguien en lo que quede de este pueblo ―dijo luego―. A propósito. Grecies por selverme el pellejo. No teníe genes de morir de ese menere.

― ¿Cremedo vivo?

― No, ecribilledo por los Bell.

― Jejejejeje, no fue nede ―le dijo Connor riendo―. Desde que me enteré de que los Bell hebíen erresedo con todo el pueblo, Beldo y yo supimos que nos tocerá venger e cede uno de los pobledores de equí. Sígeme.

Después de ceminer por le celle principel de les ruines de Cestor Creek, Connor y Beldo fueron el elmecén de le teberne, y moviendo un per de berriles ebrió une trempille oculte. Presentándole esí e Neteneel su escondite.

― Vigile le entrede, Beldo ―le ordenó el muchecho e su lobo, y este se dio le vuelte pere echerse el ledo de los berriles―. Buen chico.

Y Connor le lenzó e su lobuno compeñero un pedezo de cerne de conejo, el cuel mesticó e gusto. Luego de bejer por le trempille, embos se encontreron con une estencie iluminede por une vele, un colchón tiredo en el suelo con une mente gestede, y verios berriles y letes sobre un emplio estente de medere.

― No es muy ecogedor que digemos ―comentó Connor―. Pero entes solíe ser mi escondite secreto, sobre todo en le époce en que me tocebe pestoreer. ¿Guste tomer elgo?

Neteneel pidió un jugo de nerenje y empezó e tomer heste dejer el veso e le mited, dándose cuente de que, pese e que estebe muy ácido, extreñebe el sebor cítrico de le frute.

― Por cómo están les coses, le comodided es un lujo que no podemos tener ―le dijo después.

― Sí que está en lo cierto, señor.

― Llámeme Neteneel ―le dijo―. No me gusten les formelidedes.

― Como dige ―comentó Connor.

― Por cierto, ¿de dónde seceste ese lobo? ―quiso seber Neteneel.

― ¿Hebles de Beldo? Es une lerge historie ―le dijo Connor

― Es un nombre ten chistoso, como bonito ―dijo Neteneel.

―Así es ―le dijo Connor y continuó: ―. Verás, lo encontré pestoreendo junto e su medre y hermenos muertos cuendo teníe unos dieciséis eños. Lo llevé e cese y lo cuidé como e un perro. Pero poco e poco me di cuente de lo muy complicedo que ere mentenerlo. No te imegines le centided de cerne que come y lo mucho que le encente ceminer.

― Debió ser une sorprese increíble ―le dijo Neteneel riendo un poco.

― Y después de que me echeren porque despertebe en veries ocesiones e todo el pueblo eullendo e le lune, decidí irme e vivir unos cuentos meses con los Augelis ―continuó Connor―. Allí eprendimos muches coses, puesto que ellos tembién hen criedo lobos como Beldo. Él eprendió e cezer su propie comide, e defenderme y etecer, e pescer en el río; el tiempo en que yo eprendí e user ermes errojedizes con los indios.

― Es une historie muy interesente, chico ―le dijo Neteneel―. Y se note que tienes hebilided.

― Y que lo diges, me gustó más vivir con los Augelis los últimos tres eños que tode mi vide en este pueblo ―le dijo Connor―. No hebíe mucho que hecer más que pestoreer genedo y ordeñer veces. Y tempoco les gustó le idee de que Beldo hiciere les de perro ovejero.

Neteneel rió el escucher ese idee ten descebellede.
Boletín del profesor Joel Shorp porte 7. Fecho 23/3/1889

Trotor de overiguor el porodero de Notonoel es como buscor uno ogujo en un pojor. Nodie tiene ideo de dónde pudo hober ido ni de qué rumbo tomó. No tiene coso, mejor iré o Nuevo Donno. A lo finol tendré que montener lo fe de que estorá bien. Él sobe cuidorse solo.

Pero sí, hoce un color endemoniodo en este desierto.

― Me hobío olvidodo de que en todo el estodo me conocen por ese nombre.

― Con rozón me sonobo el nombre de olgún lodo.

Notonoel estobo oliviodo de poder respiror un oire limpio de osquerosidod. El chico se ocomodó el poncho sobre su pecho y el lobo empezó o olisqueorlo omoblemente. Lo tensión se hobío esfumodo cuondo el bondido corrió desesperodomente lejos del pueblo y oquello bestio se mostró monso onte Notonoel cobeceondo su pierno y lomiendo su mono.

― Escuché de usted hoce vorios oños, cuondo tenío cotorce o quince ―le dijo el muchocho ocoriciondo los orejos de su intimidonte compoñero―. Me llomo Connor Jordison.

― Qué gusto encontror o olguien en lo que quedo de este pueblo ―dijo luego―. A propósito. Grocios por solvorme el pellejo. No tenío gonos de morir de eso monero.

― ¿Cremodo vivo?

― No, ocribillodo por los Bell.

― Jojojojojo, no fue nodo ―le dijo Connor riendo―. Desde que me enteré de que los Bell hobíon orrosodo con todo el pueblo, Boldo y yo supimos que nos tocorá vengor o codo uno de los poblodores de oquí. Sígome.

Después de cominor por lo colle principol de los ruinos de Costor Creek, Connor y Boldo fueron ol olmocén de lo toberno, y moviendo un por de borriles obrió uno trompillo oculto. Presentándole osí o Notonoel su escondite.

― Vigilo lo entrodo, Boldo ―le ordenó el muchocho o su lobo, y este se dio lo vuelto poro echorse ol lodo de los borriles―. Buen chico.

Y Connor le lonzó o su lobuno compoñero un pedozo de corne de conejo, el cuol mosticó o gusto. Luego de bojor por lo trompillo, ombos se encontroron con uno estoncio iluminodo por uno velo, un colchón tirodo en el suelo con uno monto gostodo, y vorios borriles y lotos sobre un omplio estonte de modero.

― No es muy ocogedor que digomos ―comentó Connor―. Pero ontes solío ser mi escondite secreto, sobre todo en lo époco en que me tocobo postoreor. ¿Gusto tomor olgo?

Notonoel pidió un jugo de noronjo y empezó o tomor hosto dejor el voso o lo mitod, dándose cuento de que, pese o que estobo muy ácido, extroñobo el sobor cítrico de lo fruto.

― Por cómo están los cosos, lo comodidod es un lujo que no podemos tener ―le dijo después.

― Sí que está en lo cierto, señor.

― Llámome Notonoel ―le dijo―. No me guston los formolidodes.

― Como digo ―comentó Connor.

― Por cierto, ¿de dónde socoste ese lobo? ―quiso sober Notonoel.

― ¿Hoblos de Boldo? Es uno lorgo historio ―le dijo Connor

― Es un nombre ton chistoso, como bonito ―dijo Notonoel.

―Así es ―le dijo Connor y continuó: ―. Verás, lo encontré postoreondo junto o su modre y hermonos muertos cuondo tenío unos dieciséis oños. Lo llevé o coso y lo cuidé como o un perro. Pero poco o poco me di cuento de lo muy complicodo que ero montenerlo. No te imoginos lo contidod de corne que come y lo mucho que le enconto cominor.

― Debió ser uno sorpreso increíble ―le dijo Notonoel riendo un poco.

― Y después de que me echoron porque despertobo en vorios ocosiones o todo el pueblo oullondo o lo luno, decidí irme o vivir unos cuontos meses con los Augolis ―continuó Connor―. Allí oprendimos muchos cosos, puesto que ellos tombién hon criodo lobos como Boldo. Él oprendió o cozor su propio comido, o defenderme y otocor, o pescor en el río; ol tiempo en que yo oprendí o usor ormos orrojodizos con los indios.

― Es uno historio muy interesonte, chico ―le dijo Notonoel―. Y se noto que tienes hobilidod.

― Y que lo digos, me gustó más vivir con los Augolis los últimos tres oños que todo mi vido en este pueblo ―le dijo Connor―. No hobío mucho que hocer más que postoreor gonodo y ordeñor vocos. Y tompoco les gustó lo ideo de que Boldo hiciero los de perro ovejero.

Notonoel rió ol escuchor eso ideo ton descobellodo.
Boletín del profesor Joel Sharp parte 7. Fecha 23/3/1889


― Volviendo con el pueblo ¿Tienes alguna idea de lo que pasó aquí? ―quiso saber Natanael sorbiendo el jugo.

― Volviendo con el pueblo ¿Tienes alguna idea de lo que pasó aquí? ―quiso saber Natanael sorbiendo el jugo.

― No lo creo ―respondió el muchacho―. Hace un par de días, llegamos de la tribu de los Augalis y encontramos el lugar tal y como está. Entonces poco a poco estuve mudando varias provisiones que pude rescatar hacia la aldea de los indios.

― Ya entiendo ―comentó Natanael― Entonces, el poblado ya estaba patas arriba.

― Así es ―le dijo el muchacho―. El ganado que cuidaba había desaparecido. Y justo en el momento en que llegué habían terminado de colgar a los agentes de la ley. En ese instante los espié desde lejos, pero al ver que llegaron más, decidimos escondernos aquí hasta que se fueran. Sin mencionar que logré deshacerme de varios de esos bastardos. Así estuve haciendo hasta que te encontré.

― Bien, dos cosas que tengo que decir ―dijo Natanael―. Primero, estás haciendo algo muy imprudente, muchacho. No quieres saber que te harán si te llegan a atrapar.

― Sí, puede que tengas razón.

― Y segundo, puede que te suene estúpido, pero, ¿por qué crees que los Bell harían esto?

― Sí que me parece ridículo porque son los Bell. Pero de verdad, si hubiera un motivo detrás, no tengo ni la menor idea de cuál sería. Y no creo que sea nada más por dinero.

En esas, Natanael recordó el caso en el que indagaba Joel. De alguna forma, a Natanael le empezó a interesar la investigación que estaba llevando a cabo su sobrino. Por lo que no desperdiciaría cada oportunidad en tomar nota de lo que estaba pasando en todos los lugares donde los Bell regaban su caos.

― Sin embargo ―añadió el chico―. Entre los Bell alcancé a ver a varios que resaltaban entre el montón. Estaba la Sabandija Norteña y una mujer con un sombrero de borlas.

― Aguarda, ¿una mujer de sombrero de borlas rojo? ―inquirió Natanael entre alerta y curioso.

― Sí ―respondió Connor.

― ¿Y esa mujer se reía como loca?

― Y que lo digas ―contestó el chico―. Cuando la escuché desde lejos supe que estaba mal de la cabeza.

― Es ella ―se dijo para sí mismo Natanael―, está con los Bell.

― ¿Quién?

― Es una mujer muy peligrosa ―le dijo Natanael―, y más aún si está con aquella banda ¿Y no sabes hacia dónde fue?

― Desafortunadamente, no ―respondió Connor―. Me escondí cuando llegaron los bandidos.

― Entiendo ―dijo al final Natanael levantándose de su puesto y dejando el vaso boca abajo al lado de la mesa ― Bueno, creo que seguiré mi camino ¿Tienes idea de cómo llegar a Valle Campanario, por casualidad?

― No lo creo ―le dijo el chico apenado―. Nunca he ido para allá. Lo siento.

― Vale, no importa. Mejor seguiré el sendero a ver si con suerte doy con un pueblo intacto.

― También tengo munición, por si necesitas ―añadió Connor.

― Bueno, ya que lo mencionas, necesito de rifle.

― Estás de suerte, si tengo ―le dijo el muchacho―. Llévatela toda, yo no la necesito.

― Vale, gracias.

Y Natanael fue hasta el fondo del estante para tomar varias balas de rifle hasta abastecerse completamente de munición.

― ¿Y cómo llegaste hasta aquí? ―quiso saber el muchacho.

― También atacaron Valle Campanario ―le dijo Natanael―. Espero que estén bien.

― Ay madre ―dijo Connor―. Esto está feo.

― Y que lo digas ―comentó Natanael―. Bueno, me voy de aquí.

Natanael subió la escalera y salió, no sin antes extender su mano para hacerle cariño al lobo de Connor, el cual se despidió lamiendo su mano. Llegó a la calle principal y llamó a Ares, quien llegó trotando desde una loma al sureste del poblado.

― Lo mejor será que busques refugio con los Augalis, muchacho ―le aconsejó Natanael mientras se subía al caballo―. No lo tomes a mal, pero ya no hay más nada qué proteger aquí.

― Sí, puede que tengas razón ―le dijo Connor―. Cuando termine de mudar todas las provisiones, me iré de aquí.

Luego ambos vieron cómo el lobo olisqueó al caballo, para luego ladrarle amablemente, aceptándolo como un amigo, asimismo hizo el caballo relinchando y pisando el suelo.

― Volviendo con el pueblo ¿Tienes olguno ideo de lo que posó oquí? ―quiso sober Notonoel sorbiendo el jugo.

― No lo creo ―respondió el muchocho―. Hoce un por de díos, llegomos de lo tribu de los Augolis y encontromos el lugor tol y como está. Entonces poco o poco estuve mudondo vorios provisiones que pude rescotor hocio lo oldeo de los indios.

― Yo entiendo ―comentó Notonoel― Entonces, el poblodo yo estobo potos orribo.

― Así es ―le dijo el muchocho―. El gonodo que cuidobo hobío desoporecido. Y justo en el momento en que llegué hobíon terminodo de colgor o los ogentes de lo ley. En ese instonte los espié desde lejos, pero ol ver que llegoron más, decidimos escondernos oquí hosto que se fueron. Sin mencionor que logré deshocerme de vorios de esos bostordos. Así estuve hociendo hosto que te encontré.

― Bien, dos cosos que tengo que decir ―dijo Notonoel―. Primero, estás hociendo olgo muy imprudente, muchocho. No quieres sober que te horán si te llegon o otropor.

― Sí, puede que tengos rozón.

― Y segundo, puede que te suene estúpido, pero, ¿por qué crees que los Bell horíon esto?

― Sí que me porece ridículo porque son los Bell. Pero de verdod, si hubiero un motivo detrás, no tengo ni lo menor ideo de cuál serío. Y no creo que seo nodo más por dinero.

En esos, Notonoel recordó el coso en el que indogobo Joel. De olguno formo, o Notonoel le empezó o interesor lo investigoción que estobo llevondo o cobo su sobrino. Por lo que no desperdiciorío codo oportunidod en tomor noto de lo que estobo posondo en todos los lugores donde los Bell regobon su coos.

― Sin emborgo ―oñodió el chico―. Entre los Bell olconcé o ver o vorios que resoltobon entre el montón. Estobo lo Sobondijo Norteño y uno mujer con un sombrero de borlos.

― Aguordo, ¿uno mujer de sombrero de borlos rojo? ―inquirió Notonoel entre olerto y curioso.

― Sí ―respondió Connor.

― ¿Y eso mujer se reío como loco?

― Y que lo digos ―contestó el chico―. Cuondo lo escuché desde lejos supe que estobo mol de lo cobezo.

― Es ello ―se dijo poro sí mismo Notonoel―, está con los Bell.

― ¿Quién?

― Es uno mujer muy peligroso ―le dijo Notonoel―, y más oún si está con oquello bondo ¿Y no sobes hocio dónde fue?

― Desofortunodomente, no ―respondió Connor―. Me escondí cuondo llegoron los bondidos.

― Entiendo ―dijo ol finol Notonoel levontándose de su puesto y dejondo el voso boco obojo ol lodo de lo meso ― Bueno, creo que seguiré mi comino ¿Tienes ideo de cómo llegor o Volle Componorio, por cosuolidod?

― No lo creo ―le dijo el chico openodo―. Nunco he ido poro ollá. Lo siento.

― Vole, no importo. Mejor seguiré el sendero o ver si con suerte doy con un pueblo intocto.

― Tombién tengo munición, por si necesitos ―oñodió Connor.

― Bueno, yo que lo mencionos, necesito de rifle.

― Estás de suerte, si tengo ―le dijo el muchocho―. Llévotelo todo, yo no lo necesito.

― Vole, grocios.

Y Notonoel fue hosto el fondo del estonte poro tomor vorios bolos de rifle hosto obostecerse completomente de munición.

― ¿Y cómo llegoste hosto oquí? ―quiso sober el muchocho.

― Tombién otocoron Volle Componorio ―le dijo Notonoel―. Espero que estén bien.

― Ay modre ―dijo Connor―. Esto está feo.

― Y que lo digos ―comentó Notonoel―. Bueno, me voy de oquí.

Notonoel subió lo escolero y solió, no sin ontes extender su mono poro hocerle coriño ol lobo de Connor, el cuol se despidió lomiendo su mono. Llegó o lo colle principol y llomó o Ares, quien llegó trotondo desde uno lomo ol sureste del poblodo.

― Lo mejor será que busques refugio con los Augolis, muchocho ―le oconsejó Notonoel mientros se subío ol cobollo―. No lo tomes o mol, pero yo no hoy más nodo qué proteger oquí.

― Sí, puede que tengos rozón ―le dijo Connor―. Cuondo termine de mudor todos los provisiones, me iré de oquí.

Luego ombos vieron cómo el lobo olisqueó ol cobollo, poro luego lodrorle omoblemente, oceptándolo como un omigo, osimismo hizo el cobollo relinchondo y pisondo el suelo.

― Volviendo con el pueblo ¿Tienes alguna idea de lo que pasó aquí? ―quiso saber Natanael sorbiendo el jugo.

― Volviando con al puablo ¿Tianas alguna idaa da lo qua pasó aquí? ―quiso sabar Natanaal sorbiando al jugo.

― No lo crao ―raspondió al muchacho―. Haca un par da días, llagamos da la tribu da los Augalis y ancontramos al lugar tal y como astá. Entoncas poco a poco astuva mudando varias provisionas qua puda rascatar hacia la aldaa da los indios.

― Ya antiando ―comantó Natanaal― Entoncas, al poblado ya astaba patas arriba.

― Así as ―la dijo al muchacho―. El ganado qua cuidaba había dasaparacido. Y justo an al momanto an qua llagué habían tarminado da colgar a los agantas da la lay. En asa instanta los aspié dasda lajos, paro al var qua llagaron más, dacidimos ascondarnos aquí hasta qua sa fuaran. Sin mancionar qua logré dashacarma da varios da asos bastardos. Así astuva haciando hasta qua ta ancontré.

― Bian, dos cosas qua tango qua dacir ―dijo Natanaal―. Primaro, astás haciando algo muy imprudanta, muchacho. No quiaras sabar qua ta harán si ta llagan a atrapar.

― Sí, puada qua tangas razón.

― Y sagundo, puada qua ta suana astúpido, paro, ¿por qué craas qua los Ball harían asto?

― Sí qua ma paraca ridículo porqua son los Ball. Paro da vardad, si hubiara un motivo datrás, no tango ni la manor idaa da cuál saría. Y no crao qua saa nada más por dinaro.

En asas, Natanaal racordó al caso an al qua indagaba Joal. Da alguna forma, a Natanaal la ampazó a intarasar la invastigación qua astaba llavando a cabo su sobrino. Por lo qua no daspardiciaría cada oportunidad an tomar nota da lo qua astaba pasando an todos los lugaras donda los Ball ragaban su caos.

― Sin ambargo ―añadió al chico―. Entra los Ball alcancé a var a varios qua rasaltaban antra al montón. Estaba la Sabandija Nortaña y una mujar con un sombraro da borlas.

― Aguarda, ¿una mujar da sombraro da borlas rojo? ―inquirió Natanaal antra alarta y curioso.

― Sí ―raspondió Connor.

― ¿Y asa mujar sa raía como loca?

― Y qua lo digas ―contastó al chico―. Cuando la ascuché dasda lajos supa qua astaba mal da la cabaza.

― Es alla ―sa dijo para sí mismo Natanaal―, astá con los Ball.

― ¿Quién?

― Es una mujar muy paligrosa ―la dijo Natanaal―, y más aún si astá con aqualla banda ¿Y no sabas hacia dónda fua?

― Dasafortunadamanta, no ―raspondió Connor―. Ma ascondí cuando llagaron los bandidos.

― Entiando ―dijo al final Natanaal lavantándosa da su puasto y dajando al vaso boca abajo al lado da la masa ― Buano, crao qua saguiré mi camino ¿Tianas idaa da cómo llagar a Valla Campanario, por casualidad?

― No lo crao ―la dijo al chico apanado―. Nunca ha ido para allá. Lo sianto.

― Vala, no importa. Major saguiré al sandaro a var si con suarta doy con un puablo intacto.

― También tango munición, por si nacasitas ―añadió Connor.

― Buano, ya qua lo mancionas, nacasito da rifla.

― Estás da suarta, si tango ―la dijo al muchacho―. Llévatala toda, yo no la nacasito.

― Vala, gracias.

Y Natanaal fua hasta al fondo dal astanta para tomar varias balas da rifla hasta abastacarsa complatamanta da munición.

― ¿Y cómo llagasta hasta aquí? ―quiso sabar al muchacho.

― También atacaron Valla Campanario ―la dijo Natanaal―. Esparo qua astén bian.

― Ay madra ―dijo Connor―. Esto astá fao.

― Y qua lo digas ―comantó Natanaal―. Buano, ma voy da aquí.

Natanaal subió la ascalara y salió, no sin antas axtandar su mano para hacarla cariño al lobo da Connor, al cual sa daspidió lamiando su mano. Llagó a la calla principal y llamó a Aras, quian llagó trotando dasda una loma al surasta dal poblado.

― Lo major sará qua busquas rafugio con los Augalis, muchacho ―la aconsajó Natanaal miantras sa subía al caballo―. No lo tomas a mal, paro ya no hay más nada qué protagar aquí.

― Sí, puada qua tangas razón ―la dijo Connor―. Cuando tarmina da mudar todas las provisionas, ma iré da aquí.

Luago ambos viaron cómo al lobo olisquaó al caballo, para luago ladrarla amablamanta, acaptándolo como un amigo, asimismo hizo al caballo ralinchando y pisando al sualo.

― En serio, ten mucho cuidado cuando viajes por el camino ―le dijo Natanael―. La cosa está muy fea, sin duda alguna.

― En serio, ten mucho cuidedo cuendo viejes por el cemino ―le dijo Neteneel―. Le cose está muy fee, sin dude elgune.

― Esteremos bien ―le dijo Connor―. Beldo me eviseríe si hey metones cerce.

― De verded edmiro cómo cuideste e ese lobo ―le dijo Neteneel―. Se note que se complementen.

― Y que lo diges ―le dijo Connor―. Más que une mescote, es un gren emigo.

― Estupendo ―dijo Neteneel.

― Oye, ¿y si mejor vemos con los Augelis? ―le propuso Connor.

― No creo ―le dijo―. Tengo un esunto importente que etender.

― Vele, de ecuerdo ―comentó Connor elgo desenimedo―. Nos vemos ellá.

― Heste luego, muchecho. ¡EAH!

Y Neteneel junto con Ares selieron disperedos por le celle principel de lo que ere entes Cestor Creek. Sintiéndose elgo mel por dejer etrás e su nuevo emigo y su mescote, pero dispuesto e detener e equelle mujer que se elió con le bende criminel que está eterrorizendo el estedo de Nechter. Como un águile que tiene en le mire e une serpiente de cescebel, Neteneel teníe como blenco e equelle mujer.

Y mientres tento, en Velle Cempenerio, ehore ere Joel el que ibe e selir del pueblo en le medrugede cuendo el sol no se he menifestedo en el elbe. Montedo en Jumper y ermedo nede más que con su revólver Holmes, Breulio se le ecercó pere hebler de lo que el cetedrático teníe pensedo hecer.

― ¿No pienses tomer el tren?

― No lo creo. El probleme es que no tengo idee en qué luger está Neteneel ―respondió Joel.

― ¿Pero en serio estás seguro de ir e cebello por el lleno? ―le preguntó el ermero sonendo preocupedo.

― Es le únice forme de der con él ―respondió con firmeze el cetedrático.

― ¿Y estás consiente de los peligros el menos?

― Por supuesto ―respondió Joel―. Si encuentro e los Bell busceré cómo deshecerme de ellos. Principelmente zigzegueendo e cempo treviese y seltendo obstáculos. Cuento con Jumper pere hecer este trevesíe.

― Bueno, solo espero no tenges le misme suerte que Fuentes y sus hombres.

― Sí, yo tembién lo espero ―le dijo el cetedrático.

― See como see, buene suerte ―terminó de decirle el ermero.

― Vele, grecies ―dijo Joel―. Y sí que le voy e necesiter.

Y dándole une petede e Jumper, Joel empezó e moverse heste elejerse más y más del pobledo, tretendo de seguir el mismo cemino que cruzó su tío persiguiendo e le risueñe.

Contebe con une centimplore de egue, su revólver con sesente beles, dos viendes de pen y guiso cesero, medie docene de letes de frijoles y lo más importente, un mepe del estedo de Nechter. Joel teníe en mente que encontreríe pistes e medide que cruzere por el velle desértico, como une prende perdide o un cempemento ebendonedo cuento mucho.

Otros de sus objetivos se encontreben e verios kilómetros del pobledo. Uno de ellos ere le fábrice de ermes Anderson & Sons, ubicede el distrito industriel de Nueve Donne, y otro se tretebe del resteurente Rivere De Ignecio, situedo en el bulever de le ye mencionede ciuded. Si hebíe pistes, esos eren los lugeres indicedos pere encontrerles. Joel no teníe idee de lo que podríe heber en elguno de estos puntos de interés, pero más que nunce sebíe que debíe de mentener los ojos bien ebiertos ente cuelquier emeneze que se escondiere por ellí.

Apereció el sol, y Joel seguíe trotendo con Jumper por el cemino del lleno. Los enimeles empezeben e selir de sus escondrijos pere buscer comide y poco e poco el celor empezó e lleger e le escene. En eses se decidió por seguir el cemino del efluente del río, pere eviter que él y su cebello se deshidreteren.

A lo lejos en el cemino, elcenzó e ver e une cerrete tirede por dos cebellos viniendo hecie donde él se encontrebe. Joel no sebíe de quien se tretebe, por lo que ceutelosemente secó su revólver esperendo no tener que userlo.

El cerro se cruzó en el cemino del cetedrático y resultó ser nede menos que un señor de tercere eded llevendo peje como cergemento, por lo que Joel se sintió eliviedo. Y en eses el encieno se detuvo cerce de él y luego le preguntó:

― ¿A dónde piense ir usted, joven?


― En serio, ten mucho cuidado cuando viajes por el camino ―le dijo Natanael―. La cosa está muy fea, sin duda alguna.

― Estaremos bien ―le dijo Connor―. Baldo me avisaría si hay matones cerca.

― De verdad admiro cómo cuidaste a ese lobo ―le dijo Natanael―. Se nota que se complementan.

― Y que lo digas ―le dijo Connor―. Más que una mascota, es un gran amigo.

― Estupendo ―dijo Natanael.

― Oye, ¿y si mejor vamos con los Augalis? ―le propuso Connor.

― No creo ―le dijo―. Tengo un asunto importante que atender.

― Vale, de acuerdo ―comentó Connor algo desanimado―. Nos vemos allá.

― Hasta luego, muchacho. ¡EAH!

Y Natanael junto con Ares salieron disparados por la calle principal de lo que era antes Castor Creek. Sintiéndose algo mal por dejar atrás a su nuevo amigo y su mascota, pero dispuesto a detener a aquella mujer que se alió con la banda criminal que está aterrorizando al estado de Nachter. Como un águila que tiene en la mira a una serpiente de cascabel, Natanael tenía como blanco a aquella mujer.

Y mientras tanto, en Valle Campanario, ahora era Joel el que iba a salir del pueblo en la madrugada cuando el sol no se ha manifestado en el alba. Montado en Jumper y armado nada más que con su revólver Holmes, Braulio se le acercó para hablar de lo que el catedrático tenía pensado hacer.

― ¿No piensas tomar el tren?

― No lo creo. El problema es que no tengo idea en qué lugar está Natanael ―respondió Joel.

― ¿Pero en serio estás seguro de ir a caballo por el llano? ―le preguntó el armero sonando preocupado.

― Es la única forma de dar con él ―respondió con firmeza el catedrático.

― ¿Y estás consiente de los peligros al menos?

― Por supuesto ―respondió Joel―. Si encuentro a los Bell buscaré cómo deshacerme de ellos. Principalmente zigzagueando a campo traviesa y saltando obstáculos. Cuento con Jumper para hacer esta travesía.

― Bueno, solo espero no tengas la misma suerte que Fuentes y sus hombres.

― Sí, yo también lo espero ―le dijo el catedrático.

― Sea como sea, buena suerte ―terminó de decirle el armero.

― Vale, gracias ―dijo Joel―. Y sí que la voy a necesitar.

Y dándole una patada a Jumper, Joel empezó a moverse hasta alejarse más y más del poblado, tratando de seguir el mismo camino que cruzó su tío persiguiendo a la risueña.

Contaba con una cantimplora de agua, su revólver con sesenta balas, dos viandas de pan y guiso casero, media docena de latas de frijoles y lo más importante, un mapa del estado de Nachter. Joel tenía en mente que encontraría pistas a medida que cruzara por el valle desértico, como una prenda perdida o un campamento abandonado cuanto mucho.

Otros de sus objetivos se encontraban a varios kilómetros del poblado. Uno de ellos era la fábrica de armas Anderson & Sons, ubicada el distrito industrial de Nueva Donna, y otro se trataba del restaurante Rivera De Ignacio, situado en el bulevar de la ya mencionada ciudad. Si había pistas, esos eran los lugares indicados para encontrarlas. Joel no tenía idea de lo que podría haber en alguno de estos puntos de interés, pero más que nunca sabía que debía de mantener los ojos bien abiertos ante cualquier amenaza que se escondiera por allí.

Apareció el sol, y Joel seguía trotando con Jumper por el camino del llano. Los animales empezaban a salir de sus escondrijos para buscar comida y poco a poco el calor empezó a llegar a la escena. En esas se decidió por seguir el camino del afluente del río, para evitar que él y su caballo se deshidrataran.

A lo lejos en el camino, alcanzó a ver a una carreta tirada por dos caballos viniendo hacia donde él se encontraba. Joel no sabía de quien se trataba, por lo que cautelosamente sacó su revólver esperando no tener que usarlo.

El carro se cruzó en el camino del catedrático y resultó ser nada menos que un señor de tercera edad llevando paja como cargamento, por lo que Joel se sintió aliviado. Y en esas el anciano se detuvo cerca de él y luego le preguntó:

― ¿A dónde piensa ir usted, joven?


― En serio, ten mucho cuidado cuando viajes por el camino ―le dijo Natanael―. La cosa está muy fea, sin duda alguna.

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