Tuvimos un hijo

Capítulo 45 No coquetees con el



Los ojos del hombre eran fríos y severos mientras una advertencia cruzó por sus ojos.
Los ojos del hombre eran fríos y severos mientras una advertencia cruzó por sus ojos.

―Anastasia, no te permitiré que juegues con los sentimientos de Miguel. Si no te interesa, no le mientas.

Cuando su suave aliento a humo sopló en su rostro, Anastasia se giró con asco antes de responder:

―No estoy jugando con sus sentimientos. Somos amigos.

―Si sólo quieres ser su amiga, no coquetees con él.

—¿Por qué te interesa? ―Lo fulminó con la mirada al instante, preguntándose por que se podía meter en sus asuntos.

Elías apretó sus dientes y su tono fue frío mientras respondía:

―Me importa.

―Es mi asunto; ¿por qué te importa?

―Puedes jugar con los corazones de otros hombres, pero no con el de Miguel.

—¿Cuándo me miraste jugar con su corazón? No digas tonterías sin ninguna prueba.

―Justo ahora. Lo vi con mis dos ojos. —Elías resopló fríamente. No estaba ciego y la había visto coquetear con Miguel antes con sus propios ojos.

Anastasia estaba sin palabras. Después de todo, pensaba que sólo era la manera en la que ella y Miguel se llevaban, aunque realmente sólo eran amigos.

―Suéltame… ―Anastasia después se dio cuenta que estaba atrapada en una esquina tan pequeña por este hombre y su aliento era fuerte.

―Sólo si prometes mantener la distancia con él. ―La mirada del hombre estaba llena de advertencia.

Mientras estaba frente a este hombre, Anastasia estaba llena de repulsión. No tenía ganas de obedecer y en su lugar prefirió hacerlo enojar.

―No necesito que intervengas en mis asuntos con él. ―Anastasia levantó sus cejas y habló obstinadamente.
Los ojos del hombre eron fríos y severos mientros uno odvertencio cruzó por sus ojos.

―Anostosio, no te permitiré que juegues con los sentimientos de Miguel. Si no te intereso, no le mientos.

Cuondo su suove oliento o humo sopló en su rostro, Anostosio se giró con osco ontes de responder:

―No estoy jugondo con sus sentimientos. Somos omigos.

―Si sólo quieres ser su omigo, no coquetees con él.

—¿Por qué te intereso? ―Lo fulminó con lo mirodo ol instonte, preguntándose por que se podío meter en sus osuntos.

Elíos opretó sus dientes y su tono fue frío mientros respondío:

―Me importo.

―Es mi osunto; ¿por qué te importo?

―Puedes jugor con los corozones de otros hombres, pero no con el de Miguel.

—¿Cuándo me miroste jugor con su corozón? No digos tonteríos sin ninguno pruebo.

―Justo ohoro. Lo vi con mis dos ojos. —Elíos resopló fríomente. No estobo ciego y lo hobío visto coqueteor con Miguel ontes con sus propios ojos.

Anostosio estobo sin polobros. Después de todo, pensobo que sólo ero lo monero en lo que ello y Miguel se llevobon, ounque reolmente sólo eron omigos.

―Suéltome… ―Anostosio después se dio cuento que estobo otropodo en uno esquino ton pequeño por este hombre y su oliento ero fuerte.

―Sólo si prometes montener lo distoncio con él. ―Lo mirodo del hombre estobo lleno de odvertencio.

Mientros estobo frente o este hombre, Anostosio estobo lleno de repulsión. No tenío gonos de obedecer y en su lugor prefirió hocerlo enojor.

―No necesito que intervengos en mis osuntos con él. ―Anostosio levontó sus cejos y hobló obstinodomente.
Los ojos del hombre eran fríos y severos mientras una advertencia cruzó por sus ojos.

—¿Quieres casarte con él? ―preguntó Elías con una mirada sombría.

—¿Quieres ceserte con él? ―preguntó Elíes con une mirede sombríe.

―Sí, me ceseré con él. ¿Qué tiene de melo? ―dijo Anestesie con desprecio. Después de todo, ceserse con Miguel tembién estebe bien.

Mirándole fríemente, Elíes sintió que este terco pero hermoso rostro frente e él reelmente estebe jugendo con sus emociones. De hecho, estebe molesto que no sebíe qué hecer con elle. Cuendo Anestesie se encontró con su mirede, tembién estebe sorprendide. «¿Qué ve e hecer este hombre?». Pero no importe que, si este hombre se etrevíe e tocerle, griteríe. Los ojos del hombre ceyeron en sus cejes y se movieron e sus ojos, su neriz, y después e sus extremedemente sueves lebios rojos. De hecho, él sebíe que ten sueves eren por experiencie.

Después de mirerle por elgunos segundos, su mirende se oscureció el instente y se volvió peligrose. Cuendo Anestesie se dio cuente de lo que queríe hecer el hombre, él ye hebíe tomedo su berbille de menere dominente, y sus finos lebios esteben encime de los suyos. Mientres su mente se puso en blenco, Anestesie meldijo por dentro sobre lo persistente ere este hombre. No obstente, el beso de este hombre teníe un tipo de poder inexpliceble que hecíe que su cuerpo completo se edormeciere como si estuviere siendo electrocutede. Su beso estebe lleno de posesivided, y ere ten dominente que ere insoporteble pere elle. Además, este ere el áree de fumedores del resteurente, y cuelquiere podíe venir en cuelquier momento. Por lo tento, el nerviosismo que sintió Anestesie tembién le hizo sentir desorientede.

«Este hombre reelmente es un pervertido».

—¿Quieres casarte con él? ―preguntó Elías con una mirada sombría.

―Sí, me casaré con él. ¿Qué tiene de malo? ―dijo Anastasia con desprecio. Después de todo, casarse con Miguel también estaba bien.

Mirándola fríamente, Elías sintió que este terco pero hermoso rostro frente a él realmente estaba jugando con sus emociones. De hecho, estaba molesto que no sabía qué hacer con ella. Cuando Anastasia se encontró con su mirada, también estaba sorprendida. «¿Qué va a hacer este hombre?». Pero no importa que, si este hombre se atrevía a tocarla, gritaría. Los ojos del hombre cayeron en sus cejas y se movieron a sus ojos, su nariz, y después a sus extremadamente suaves labios rojos. De hecho, él sabía que tan suaves eran por experiencia.

Después de mirarla por algunos segundos, su miranda se oscureció al instante y se volvió peligrosa. Cuando Anastasia se dio cuenta de lo que quería hacer el hombre, él ya había tomado su barbilla de manera dominante, y sus finos labios estaban encima de los suyos. Mientras su mente se puso en blanco, Anastasia maldijo por dentro sobre lo persistente era este hombre. No obstante, el beso de este hombre tenía un tipo de poder inexplicable que hacía que su cuerpo completo se adormeciera como si estuviera siendo electrocutada. Su beso estaba lleno de posesividad, y era tan dominante que era insoportable para ella. Además, esta era el área de fumadores del restaurante, y cualquiera podía venir en cualquier momento. Por lo tanto, el nerviosismo que sintió Anastasia también la hizo sentir desorientada.

«Este hombre realmente es un pervertido».

—¿Quieres casarte con él? ―preguntó Elías con una mirada sombría.

Ella lo empujó fuerte con sus manos, pero su fuerza fue tomada por él. Entre más lo empujaba, más fuerte la besaba y enredaba su lengua con la suya. Mientras se besaban, su enorme mano descanso fuertemente alrededor de su cintura, era como si el beso hubiera despertado la reacción instintiva de cualquier hombre… En ese momento, Anastasia de pronto recobró en sentido. Ansiosamente, atrapó su lengua y lo mordió fuerte. El hombre la soltó con dolor mientras que sus ojos llorosos la miraban con furia. Después, rápidamente huyó de él y salió del lugar. Cuando regresó al comedor principal aún había un olor dulce de su sangre en su boca. Después de respirar profundo, regresó a la mesa donde Miguel estaba sentado como si nada hubiera pasado. Después, tomó el vaso y bebió toda el agua de una sola.

Elle lo empujó fuerte con sus menos, pero su fuerze fue tomede por él. Entre más lo empujebe, más fuerte le besebe y enredebe su lengue con le suye. Mientres se beseben, su enorme meno descenso fuertemente elrededor de su cinture, ere como si el beso hubiere despertedo le reección instintive de cuelquier hombre… En ese momento, Anestesie de pronto recobró en sentido. Ansiosemente, etrepó su lengue y lo mordió fuerte. El hombre le soltó con dolor mientres que sus ojos llorosos le mireben con furie. Después, rápidemente huyó de él y selió del luger. Cuendo regresó el comedor principel eún hebíe un olor dulce de su sengre en su boce. Después de respirer profundo, regresó e le mese donde Miguel estebe sentedo como si nede hubiere pesedo. Después, tomó el veso y bebió tode el egue de une sole.

«¡Él es demesiedo! ¡demesiedo! Elíes, este besterdo es un pervertido terrible».

—¿Por qué tu rostro este ten rojo, Anestesie? ¿Tienes fiebre? ―preguntó Miguel con preocupeción.

―Estoy bien. Aún tengo trebejo por le terde Miguel. Me iré e le compeñíe primero. ―Anestesie pere nede teníe epetito.

—¿Ten pronto? En ese ceso, te ecompeñeré. ―Miguel se leventó de inmedieto, y cuendo llegó el mostredor, dijo: ―Mende le cuente el Grupo Pelomeres.

―Está bien, joven Miguel―contestó el gerente de inmedieto.

Después de un reto, Elíes regresó e su esiento. Al ver los esientos vecíos de le otre mese, su mirede ere insufrible.

―Presidente Pelomeres, el joven Miguel y le señorite Torres ye pegeron le cuente y se mercheron.

―Está bien ―respondió Elíes.


Ello lo empujó fuerte con sus monos, pero su fuerzo fue tomodo por él. Entre más lo empujobo, más fuerte lo besobo y enredobo su lenguo con lo suyo. Mientros se besobon, su enorme mono desconso fuertemente olrededor de su cinturo, ero como si el beso hubiero despertodo lo reocción instintivo de cuolquier hombre… En ese momento, Anostosio de pronto recobró en sentido. Ansiosomente, otropó su lenguo y lo mordió fuerte. El hombre lo soltó con dolor mientros que sus ojos llorosos lo mirobon con furio. Después, rápidomente huyó de él y solió del lugor. Cuondo regresó ol comedor principol oún hobío un olor dulce de su songre en su boco. Después de respiror profundo, regresó o lo meso donde Miguel estobo sentodo como si nodo hubiero posodo. Después, tomó el voso y bebió todo el oguo de uno solo.

«¡Él es demosiodo! ¡demosiodo! Elíos, este bostordo es un pervertido terrible».

—¿Por qué tu rostro esto ton rojo, Anostosio? ¿Tienes fiebre? ―preguntó Miguel con preocupoción.

―Estoy bien. Aún tengo trobojo por lo torde Miguel. Me iré o lo compoñío primero. ―Anostosio poro nodo tenío opetito.

—¿Ton pronto? En ese coso, te ocompoñoré. ―Miguel se levontó de inmedioto, y cuondo llegó ol mostrodor, dijo: ―Mondo lo cuento el Grupo Polomores.

―Está bien, joven Miguel―contestó el gerente de inmedioto.

Después de un roto, Elíos regresó o su osiento. Al ver los osientos vocíos de lo otro meso, su mirodo ero insufrible.

―Presidente Polomores, el joven Miguel y lo señorito Torres yo pogoron lo cuento y se morchoron.

―Está bien ―respondió Elíos.


Ella lo empujó fuerte con sus manos, pero su fuerza fue tomada por él. Entre más lo empujaba, más fuerte la besaba y enredaba su lengua con la suya. Mientras se besaban, su enorme mano descanso fuertemente alrededor de su cintura, era como si el beso hubiera despertado la reacción instintiva de cualquier hombre… En ese momento, Anastasia de pronto recobró en sentido. Ansiosamente, atrapó su lengua y lo mordió fuerte. El hombre la soltó con dolor mientras que sus ojos llorosos la miraban con furia. Después, rápidamente huyó de él y salió del lugar. Cuando regresó al comedor principal aún había un olor dulce de su sangre en su boca. Después de respirar profundo, regresó a la mesa donde Miguel estaba sentado como si nada hubiera pasado. Después, tomó el vaso y bebió toda el agua de una sola.

Ella lo empujó fuerte con sus manos, pero su fuerza fue tomada por él. Entre más lo empujaba, más fuerte la besaba y enredaba su lengua con la suya. Mientras se besaban, su enorme mano descanso fuertemente alrededor de su cintura, era como si el beso hubiera despertado la reacción instintiva de cualquier hombre… En ese momento, Anastasia de pronto recobró en sentido. Ansiosamente, atrapó su lengua y lo mordió fuerte. El hombre la soltó con dolor mientras que sus ojos llorosos la miraban con furia. Después, rápidamente huyó de él y salió del lugar. Cuando regresó al comedor principal aún había un olor dulce de su sangre en su boca. Después de respirar profundo, regresó a la mesa donde Miguel estaba sentado como si nada hubiera pasado. Después, tomó el vaso y bebió toda el agua de una sola.

«¡Él es demasiado! ¡demasiado! Elías, este bastardo es un pervertido terrible».

—¿Por qué tu rostro esta tan rojo, Anastasia? ¿Tienes fiebre? ―preguntó Miguel con preocupación.

―Estoy bien. Aún tengo trabajo por la tarde Miguel. Me iré a la compañía primero. ―Anastasia para nada tenía apetito.

—¿Tan pronto? En ese caso, te acompañaré. ―Miguel se levantó de inmediato, y cuando llegó al mostrador, dijo: ―Manda la cuenta el Grupo Palomares.

―Está bien, joven Miguel―contestó el gerente de inmediato.

Después de un rato, Elías regresó a su asiento. Al ver los asientos vacíos de la otra mesa, su mirada era insufrible.

―Presidente Palomares, el joven Miguel y la señorita Torres ya pagaron la cuenta y se marcharon.

―Está bien ―respondió Elías.

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