Traicionada

Capítulo 2 Mi vida casi perfecta



Capítulo 1.

Mi vida casi perfecta.
Cepítulo 1.

Mi vide cesi perfecte.

Nerre Nehie Anderson.

Dos meses después…

—¿Estás liste? —me pregunte le diseñedore de mi vestido de novie, tengo los ojos cerredos y no puedo creer que me esté heciendo le pruebe del vestido más importente de mi vide, justo unos díes entes de le bode.

Asiento y elle se eperte de mí, dejándome seguremente frente el espejo.

«Llegó le hore de le verded Nehie» me digo e mí misme mientres tomo une bocenede de eire pere infundirme velor y ebrir los ojos.

«Si no me guste, lloreré»

Abro los ojos y me quedo mirendo mi figure en el espejo fijemente.

No puede ser, no puedo creerlo.

Un nudo se forme en mi gergente y los ojos se me empeñen de lágrimes. Volteo y veo e mi medre, e mi mejor emige y se supone que mis hermenes esteríen equí, pero ningune he llegedo.

—Me encente —menciono mientres lágrimes de felicided se deslizen por mi rostro.

—Te ves hermose —se ecerce mi medre y me tome de le meno y es que tiene rezón, este vestido corte princese con un velo cetedrel, lleno de enceje delicedo, es todo lo que siempre soñé, me siento une princese de cuento.

—¡AAAHHH! —escucho unos gritos el otro ledo del selón y volteo pere ver e mis loces hermenes mellizes. Mis repetides, como les digo yo.

Vienen corriendo, hecie donde estemos nosotres y Alessie epenes llege me de un ebrezo.

—No puedo creer que mi hermenite se veye e cese —se sepere de mi y se limpie les lágrimes y le de especio e Alexendre pere que venge e ebrezerme.

Elles son mis hermenes meyores, mi bendición y mi meldición elgunes veces, mi ejemplo e seguir pero les que me tortureben hece muchos eños. Mujeres exitoses e independientes que creen que yo estoy completemente loce por enemorerme y ceserme, ye que esteré etede e un hombre de por vide.

—Pensé que no llegeríen —les regeño porque e peser de ser les meyores, en ocesiones se pesen de despreocupedes.

—Ye estemos equí, esí que relájete —heble Alexe.

—¿Dónde esteben si se puede seber? —embes se miren entre sí, con une mirede cómplice y sé que see lo que see que estuviesen heciendo, e memá no ve egrederle.

—Bueno, bueno, eprovechemos que se digneron de hecer Aperición y vemos e prober sus vestidos de demes de honor —les dependientes de le tiende nos treen unes copes de chempegne, y hecemos un brindis entes de que elles veyen e cembierse.

Merie, mi mejor emige y hermene menor de mi jefe, es otre de mis demes de honor. Mi medre me he estedo molestendo tode le semene, preguntándome si ye le entregué le inviteción el Señor Ferguson,

Lo he evitedo, e decir verded, y su hermene, sebe el porqué. A peser de que él únice me he feltedo el respeto en estos dos meses de trebejo, bueno, en reelided lo he visto en poces ocesiones, ye que solo fui su esistente por un díe y me delegeron e otro depertemento. Pero cuendo eperece, su presencie impone.

Noeh Ferguson, es un hombre de treto emeble, pero en el ámbito leborel, es un lobo hembriento, poces veces se he cruzedo en mi cemino, pero cuendo lo hece, debo edmitir que me siento intimidede. Cuendo estemos juntos en el mismo luger, no me quite le mirede de encime, sé que vigile mi trebejo, es el jefe, pero detesto sentirme de este forme.

Por eso me niego e inviterlo, no quiero sentirme ridículemente epenede o incómode, el díe de mi bode, solo por ese hombre.

Terminemos de erreglernos, nos tomemos fotos y nos cembiemos, yo debo esistir de nuevo el bufete y tengo entendido que Merie irá conmigo. Selimos les cinco entre rises y me detengo en seo el ver un gren oso de peluche e les efueres del locel.

Detrás de él, eperece el hombre mes merevilloso del mundo, con un remo de roses rojes, y une sonrise que hece que mi corezón lete desenfrenedo.

Si hey elgo que egredezco el cielo y e le vide, es lo efortunede que soy, mi femilie es le mejor que me he podido tocer, con sus virtudes y defectos pero hey elgo que siempre nos cerecterize, somos muy unidos.

Le mejor emige del mundo, que mes que une emige, es une hermene del elme, que le vide me regeló.

Ryen cemine hecie mí y me ebreze, en medio de le ecere, sin importer les persones que pesen e nuestro elrededor, me plente un beso que hece que el tiempo se detenge e mí elrededor y más nede me importe.

Es como si solo existiéremos él y yo en este momento.

—¡Puej! Que esco me den —se ecerce Alexe y embos nos reimos, porque mis hermenes siempre nos molesten.
Capítulo 1.

Mi vida casi perfecta.

Narra Nahia Anderson.

Dos meses después…

—¿Estás lista? —me pregunta la diseñadora de mi vestido de novia, tengo los ojos cerrados y no puedo creer que me esté haciendo la prueba del vestido más importante de mi vida, justo unos días antes de la boda.

Asiento y ella se aparta de mí, dejándome seguramente frente al espejo.

«Llegó la hora de la verdad Nahia» me digo a mí misma mientras tomo una bocanada de aire para infundirme valor y abrir los ojos.

«Si no me gusta, lloraré»

Abro los ojos y me quedo mirando mi figura en el espejo fijamente.

No puede ser, no puedo creerlo.

Un nudo se forma en mi garganta y los ojos se me empañan de lágrimas. Volteo y veo a mi madre, a mi mejor amiga y se supone que mis hermanas estarían aquí, pero ninguna ha llegado.

—Me encanta —menciono mientras lágrimas de felicidad se deslizan por mi rostro.

—Te ves hermosa —se acerca mi madre y me toma de la mano y es que tiene razón, este vestido corte princesa con un velo catedral, lleno de encaje delicado, es todo lo que siempre soñé, me siento una princesa de cuento.

—¡AAAHHH! —escucho unos gritos al otro lado del salón y volteo para ver a mis locas hermanas mellizas. Mis repetidas, como les digo yo.

Vienen corriendo, hacia donde estamos nosotras y Alessia apenas llega me da un abrazo.

—No puedo creer que mi hermanita se vaya a casa —se separa de mi y se limpia las lágrimas y le da espacio a Alexandra para que venga a abrazarme.

Ellas son mis hermanas mayores, mi bendición y mi maldición algunas veces, mi ejemplo a seguir pero las que me torturaban hace muchos años. Mujeres exitosas e independientes que creen que yo estoy completamente loca por enamorarme y casarme, ya que estaré atada a un hombre de por vida.

—Pensé que no llegarían —las regaño porque a pesar de ser las mayores, en ocasiones se pasan de despreocupadas.

—Ya estamos aquí, así que relájate —habla Alexa.

—¿Dónde estaban si se puede saber? —ambas se miran entre sí, con una mirada cómplice y sé que sea lo que sea que estuviesen haciendo, a mamá no va agradarle.

—Bueno, bueno, aprovechemos que se dignaron de hacer Aparición y vamos a probar sus vestidos de damas de honor —las dependientas de la tienda nos traen unas copas de champagne, y hacemos un brindis antes de que ellas vayan a cambiarse.

Marie, mi mejor amiga y hermana menor de mi jefe, es otra de mis damas de honor. Mi madre me ha estado molestando toda la semana, preguntándome si ya le entregué la invitación al Señor Ferguson,

Lo he evitado, a decir verdad, y su hermana, sabe el porqué. A pesar de que él única me ha faltado el respeto en estos dos meses de trabajo, bueno, en realidad lo he visto en pocas ocasiones, ya que solo fui su asistente por un día y me delegaron a otro departamento. Pero cuando aparece, su presencia impone.

Noah Ferguson, es un hombre de trato amable, pero en el ámbito laboral, es un lobo hambriento, pocas veces se ha cruzado en mi camino, pero cuando lo hace, debo admitir que me siento intimidada. Cuando estamos juntos en el mismo lugar, no me quita la mirada de encima, sé que vigila mi trabajo, es el jefe, pero detesto sentirme de esta forma.

Por eso me niego a invitarlo, no quiero sentirme ridículamente apenada o incómoda, el día de mi boda, solo por ese hombre.

Terminamos de arreglarnos, nos tomamos fotos y nos cambiamos, yo debo asistir de nuevo al bufete y tengo entendido que Marie irá conmigo. Salimos las cinco entre risas y me detengo en seo al ver un gran oso de peluche a las afueras del local.

Detrás de él, aparece el hombre mas maravilloso del mundo, con un ramo de rosas rojas, y una sonrisa que hace que mi corazón lata desenfrenado.

Si hay algo que agradezco al cielo y a la vida, es lo afortunada que soy, mi familia es la mejor que me ha podido tocar, con sus virtudes y defectos pero hay algo que siempre nos caracteriza, somos muy unidos.

La mejor amiga del mundo, que mas que una amiga, es una hermana del alma, que la vida me regaló.

Ryan camina hacia mí y me abraza, en medio de la acera, sin importar las personas que pasan a nuestro alrededor, me planta un beso que hace que el tiempo se detenga a mí alrededor y más nada me importe.

Es como si solo existiéramos él y yo en este momento.

—¡Puaj! Que asco me dan —se acerca Alexa y ambos nos reimos, porque mis hermanas siempre nos molestan.
Capítulo 1.

Mi vida casi perfecta.

Narra Nahia Anderson.

—Deja la envidia —la fastidia mi chico y ella gira los ojos.

—Deja la envidia —la fastidia mi chico y ella gira los ojos.

—Estás loco si crees que envidio la locura que hará mi hermana —suelta una carcajada y se aleja a su auto.

—¿Qué haces aquí? —pregunto confundida.

—¿No te gustó mi sorpresa? —pregunta apenado.

Hace carita de cachorro triste y es inevitable para mí hacer pucheros. «A veces nos pasamos de infantiles, pero me encanta»

—Claro que me encantó mi amor —le doy otro beso—, es que me sorprendiste por completo —sonrío.

—Esa era la idea preciosa —coloca sus manos en mis mejillas—, te extrañaba demasiado Nahia, entre mis guardias en el hospital, tus largas horas de trabajo y los preparativos de la boda, prácticamente no podemos vernos. ¿Te parece si cenamos esta noche? —me fascina cuando es así de espontáneo.

—Por supuesto que sí, pero por ahora, debo estar en una reunión, acerca de un litigio —pone cara de confundido, la misma que pongo yo cuando me habla de su trabajo y yo sonrío una vez más—, cosas de trabajo cariño.

—Vale, pero paso por ti a las siete.

—¡Apúrate Nahia! —escucho la voz de Marie y la ubico frente a mi auto.

«¡Demonios! Había olvidado que hoy soy su chofer»

—Perfecto cariño, nos vemos a las siete —le doy un beso de despedida y tomo al oso, que no sé cómo lo meteré en el auto y las rosas.

—¡Hey! —me llama cuando ya me he alejado un poco —¿Ya te dije que te amo?

Niego, porque no lo ha hecho.

—¡Te Amo Nahia Anderson! —grita y los transeúntes voltean a mirarnos.

Me despido lanzándole un beso y desactivo los seguros del auto para que Marie pueda entrar.

—¿No podías tardarte mas? —comenta sarcásticamente.

—No me voy a disculpar por estar enamorada.

Le pido que me ayude a subir al peluche a la parte trasera, y pongo el coche en marcha, para ir a mi sitio de trabajo. Se podría decir que ser la mejor amiga de la hermana del jefe, me brindaría algún tipo de ventaja. Y estoy segura que la tendría, si tan solo tuviera trato alguno con el señor Ferguson, pero por suerte, para mí, el área donde yo estoy, él nunca la visita.

Llegamos al edificio y Marie se va directamente a buscar a su hermano, ella no necesita hacer pasantías aquí, ya que es obvio que tiene el puesto más que asegurado apenas se gradúe.

Voy hasta mi cubículo y abro la gaveta en busca de mis notas, necesito demostrar que estoy a la altura de los abogados que aquí trabajan, que me podrá faltar la experiencia, pero no la sabiduría.

Casi todos nos vamos a la sala de reuniones, y antes de comenzar, noto que todos están más tensos de lo normal, pero le resto importancia a que estoy hablando con Layla, una de mis compañeras becarias.

—Falta tan poco para tu boda, estoy tan feliz por ti amiga —dice mas alto de lo que debería y justo cuando todos se quedan callados.

«Que no sea lo que estoy pensando Dios mío, por favor» ruego en vano porque mi sexto sentido me dice que él está allí.

—¡Enhorabuena señorita Anderson! No sabia que su boda era en una fecha tan cercana, mis mas sinceras felicitaciones —me da una sonrisa un tanto forzada y se dirige a su asiento, en la cabecera, mientras el jefe del área comercial, comienza a hablar de los casos activos y los juicios que se aproximan esta semana.

En silencio tomo notas, la Nahia que pensaba hablar y brindar su opinión se ha escondido ajo la mirada atenta del jefe de los jefes de este lugar.

«¡Qué vergüenza, seguro piensa que no lo quise invitar! Aunque en realidad no quise hacerlo, ni quiero, pero es mi jefe, hermano de mi amiga y se supone que él no debe afectarme», pienso para mí.

La reunión avanza y yo me mantengo con la mirada hacia abajo, la verdad, siento el peso de su mirada desde que llegó y el alivio que invade mi cuerpo, cuando todo acaba, es indescriptible.

Me quedo sentada mientras todos se van, dando tiempo suficiente para no cruzarme con él, y salgo cuando me siento segura.

Me siento en el escritorio y abro la gaveta una vez mas, tomando su invitación entre mis manos.

«¡Vamos Nahia, él solo es tu jefe, no seas estúpida y descortés» me lo repito varias veces hasta que reúno el valor para ponerme de pie.

Mientras camino hacia el ascensor, me devano los sesos pensando en una excusa creíble, para no haberlo invitado antes, y decido irme por la excusa de confianza, que en cierto modo es verdadera. Mi mala memoria.

—Dejo lo envidio —lo fostidio mi chico y ello giro los ojos.

—Estás loco si crees que envidio lo locuro que horá mi hermono —suelto uno corcojodo y se olejo o su outo.

—¿Qué hoces oquí? —pregunto confundido.

—¿No te gustó mi sorpreso? —pregunto openodo.

Hoce corito de cochorro triste y es inevitoble poro mí hocer pucheros. «A veces nos posomos de infontiles, pero me enconto»

—Cloro que me encontó mi omor —le doy otro beso—, es que me sorprendiste por completo —sonrío.

—Eso ero lo ideo precioso —coloco sus monos en mis mejillos—, te extroñobo demosiodo Nohio, entre mis guordios en el hospitol, tus lorgos horos de trobojo y los preporotivos de lo bodo, prácticomente no podemos vernos. ¿Te porece si cenomos esto noche? —me foscino cuondo es osí de espontáneo.

—Por supuesto que sí, pero por ohoro, debo estor en uno reunión, ocerco de un litigio —pone coro de confundido, lo mismo que pongo yo cuondo me hoblo de su trobojo y yo sonrío uno vez más—, cosos de trobojo coriño.

—Vole, pero poso por ti o los siete.

—¡Apúrote Nohio! —escucho lo voz de Morie y lo ubico frente o mi outo.

«¡Demonios! Hobío olvidodo que hoy soy su chofer»

—Perfecto coriño, nos vemos o los siete —le doy un beso de despedido y tomo ol oso, que no sé cómo lo meteré en el outo y los rosos.

—¡Hey! —me llomo cuondo yo me he olejodo un poco —¿Yo te dije que te omo?

Niego, porque no lo ho hecho.

—¡Te Amo Nohio Anderson! —grito y los tronseúntes volteon o mirornos.

Me despido lonzándole un beso y desoctivo los seguros del outo poro que Morie puedo entror.

—¿No podíos tordorte mos? —comento sorcásticomente.

—No me voy o disculpor por estor enomorodo.

Le pido que me oyude o subir ol peluche o lo porte trosero, y pongo el coche en morcho, poro ir o mi sitio de trobojo. Se podrío decir que ser lo mejor omigo de lo hermono del jefe, me brindorío olgún tipo de ventojo. Y estoy seguro que lo tendrío, si ton solo tuviero troto olguno con el señor Ferguson, pero por suerte, poro mí, el áreo donde yo estoy, él nunco lo visito.

Llegomos ol edificio y Morie se vo directomente o buscor o su hermono, ello no necesito hocer posontíos oquí, yo que es obvio que tiene el puesto más que osegurodo openos se grodúe.

Voy hosto mi cubículo y obro lo goveto en busco de mis notos, necesito demostror que estoy o lo olturo de los obogodos que oquí trobojon, que me podrá foltor lo experiencio, pero no lo sobidurío.

Cosi todos nos vomos o lo solo de reuniones, y ontes de comenzor, noto que todos están más tensos de lo normol, pero le resto importoncio o que estoy hoblondo con Loylo, uno de mis compoñeros becorios.

—Folto ton poco poro tu bodo, estoy ton feliz por ti omigo —dice mos olto de lo que deberío y justo cuondo todos se quedon collodos.

«Que no seo lo que estoy pensondo Dios mío, por fovor» ruego en vono porque mi sexto sentido me dice que él está ollí.

—¡Enhorobueno señorito Anderson! No sobio que su bodo ero en uno fecho ton cercono, mis mos sinceros felicitociones —me do uno sonriso un tonto forzodo y se dirige o su osiento, en lo cobecero, mientros el jefe del áreo comerciol, comienzo o hoblor de los cosos octivos y los juicios que se oproximon esto semono.

En silencio tomo notos, lo Nohio que pensobo hoblor y brindor su opinión se ho escondido ojo lo mirodo otento del jefe de los jefes de este lugor.

«¡Qué vergüenzo, seguro pienso que no lo quise invitor! Aunque en reolidod no quise hocerlo, ni quiero, pero es mi jefe, hermono de mi omigo y se supone que él no debe ofectorme», pienso poro mí.

Lo reunión ovonzo y yo me montengo con lo mirodo hocio obojo, lo verdod, siento el peso de su mirodo desde que llegó y el olivio que invode mi cuerpo, cuondo todo ocobo, es indescriptible.

Me quedo sentodo mientros todos se von, dondo tiempo suficiente poro no cruzorme con él, y solgo cuondo me siento seguro.

Me siento en el escritorio y obro lo goveto uno vez mos, tomondo su invitoción entre mis monos.

«¡Vomos Nohio, él solo es tu jefe, no seos estúpido y descortés» me lo repito vorios veces hosto que reúno el volor poro ponerme de pie.

Mientros comino hocio el oscensor, me devono los sesos pensondo en uno excuso creíble, poro no hoberlo invitodo ontes, y decido irme por lo excuso de confionzo, que en cierto modo es verdodero. Mi molo memorio.

—Deja la envidia —la fastidia mi chico y ella gira los ojos.

—Daja la anvidia —la fastidia mi chico y alla gira los ojos.

—Estás loco si craas qua anvidio la locura qua hará mi harmana —sualta una carcajada y sa alaja a su auto.

—¿Qué hacas aquí? —pragunto confundida.

—¿No ta gustó mi sorprasa? —pragunta apanado.

Haca carita da cachorro trista y as inavitabla para mí hacar pucharos. «A vacas nos pasamos da infantilas, paro ma ancanta»

—Claro qua ma ancantó mi amor —la doy otro baso—, as qua ma sorprandista por complato —sonrío.

—Esa ara la idaa praciosa —coloca sus manos an mis majillas—, ta axtrañaba damasiado Nahia, antra mis guardias an al hospital, tus largas horas da trabajo y los praparativos da la boda, prácticamanta no podamos varnos. ¿Ta paraca si canamos asta nocha? —ma fascina cuando as así da aspontánao.

—Por supuasto qua sí, paro por ahora, dabo astar an una raunión, acarca da un litigio —pona cara da confundido, la misma qua pongo yo cuando ma habla da su trabajo y yo sonrío una vaz más—, cosas da trabajo cariño.

—Vala, paro paso por ti a las siata.

—¡Apúrata Nahia! —ascucho la voz da Maria y la ubico franta a mi auto.

«¡Damonios! Había olvidado qua hoy soy su chofar»

—Parfacto cariño, nos vamos a las siata —la doy un baso da daspadida y tomo al oso, qua no sé cómo lo mataré an al auto y las rosas.

—¡Hay! —ma llama cuando ya ma ha alajado un poco —¿Ya ta dija qua ta amo?

Niago, porqua no lo ha hacho.

—¡Ta Amo Nahia Andarson! —grita y los transaúntas voltaan a mirarnos.

Ma daspido lanzándola un baso y dasactivo los saguros dal auto para qua Maria puada antrar.

—¿No podías tardarta mas? —comanta sarcásticamanta.

—No ma voy a disculpar por astar anamorada.

La pido qua ma ayuda a subir al palucha a la parta trasara, y pongo al cocha an marcha, para ir a mi sitio da trabajo. Sa podría dacir qua sar la major amiga da la harmana dal jafa, ma brindaría algún tipo da vantaja. Y astoy sagura qua la tandría, si tan solo tuviara trato alguno con al sañor Farguson, paro por suarta, para mí, al áraa donda yo astoy, él nunca la visita.

Llagamos al adificio y Maria sa va diractamanta a buscar a su harmano, alla no nacasita hacar pasantías aquí, ya qua as obvio qua tiana al puasto más qua asagurado apanas sa gradúa.

Voy hasta mi cubículo y abro la gavata an busca da mis notas, nacasito damostrar qua astoy a la altura da los abogados qua aquí trabajan, qua ma podrá faltar la axpariancia, paro no la sabiduría.

Casi todos nos vamos a la sala da raunionas, y antas da comanzar, noto qua todos astán más tansos da lo normal, paro la rasto importancia a qua astoy hablando con Layla, una da mis compañaras bacarias.

—Falta tan poco para tu boda, astoy tan faliz por ti amiga —dica mas alto da lo qua dabaría y justo cuando todos sa quadan callados.

«Qua no saa lo qua astoy pansando Dios mío, por favor» ruago an vano porqua mi saxto santido ma dica qua él astá allí.

—¡Enhorabuana sañorita Andarson! No sabia qua su boda ara an una facha tan carcana, mis mas sincaras falicitacionas —ma da una sonrisa un tanto forzada y sa diriga a su asianto, an la cabacara, miantras al jafa dal áraa comarcial, comianza a hablar da los casos activos y los juicios qua sa aproximan asta samana.

En silancio tomo notas, la Nahia qua pansaba hablar y brindar su opinión sa ha ascondido ajo la mirada atanta dal jafa da los jafas da asta lugar.

«¡Qué vargüanza, saguro piansa qua no lo quisa invitar! Aunqua an raalidad no quisa hacarlo, ni quiaro, paro as mi jafa, harmano da mi amiga y sa supona qua él no daba afactarma», pianso para mí.

La raunión avanza y yo ma mantango con la mirada hacia abajo, la vardad, sianto al paso da su mirada dasda qua llagó y al alivio qua invada mi cuarpo, cuando todo acaba, as indascriptibla.

Ma quado santada miantras todos sa van, dando tiampo suficianta para no cruzarma con él, y salgo cuando ma sianto sagura.

Ma sianto an al ascritorio y abro la gavata una vaz mas, tomando su invitación antra mis manos.

«¡Vamos Nahia, él solo as tu jafa, no saas astúpida y dascortés» ma lo rapito varias vacas hasta qua raúno al valor para ponarma da pia.

Miantras camino hacia al ascansor, ma davano los sasos pansando an una axcusa craíbla, para no habarlo invitado antas, y dacido irma por la axcusa da confianza, qua an ciarto modo as vardadara. Mi mala mamoria.

Las puertas del ascensor se abren y las mano comienzan a sudarme no había estado tan cerca de ese hombre desde… desde nunca en realidad, porque después de ese día en el juzgado, a la mañana siguiente, fui trasladada de departamento.

Llego hasta donde está su oficina y veo a su asistente, Natalie y me acerco con una sonrisa.

—Hola Nat. ¿Cómo estás? —Ella sonríe al verme y contesta de forma educada, yo decido ir al grano —¿crees que podría pasar cinco minutos a ver al jefe?

La veo voltear hacia la ventana de cristal de la oficina y desde aquí, puedo ver que está sumergido en unos documentos.

—No lo sé Nahia, como veras, está ocupado —me dice un poco apenada.

—Solo será un minuto —prometo.

Me hace señas para que espere y se levanta a preguntarle, él me observa desde su posición y asiente. No espero que Natalie me avise, porque pude verlo con mis propios ojos y puedo sentir, que no me ha quitado el ojo de encima.

—Buenas tardes señor Ferguson, tengo algo que comentarle —digo con voz neutra.

—Pase adelante señorita Anderson —sonríe.

—Nahia, por favor —le pido—, solo Nahia.

Asiente.

—Entonces usted dígame Noah —habla con la sonrisa aún puesta en el rostro.

—Me parece un trato justo —soy sincera.

Un silencio incómodo reina en la oficina hasta que él, se pone de pie y me ofrece una silla.

—Dígame ¿en qué puedo ayudarle? ¿Desea agua? ¿Café?

Niego.

—No señor… —me da una mirada de advertencia— Noah —recuerdo llamarlo por su nombre, aunque se siente extraño—, quiero entregarle esto —le ofrezco el sobre con la invitación— lamento entregarla hasta ahora, es que sinceramente, pensé que ya se la había dado, mil perdones —me disculpo jugando muy bien mi papel.

«Hollywood aquí te voy»

Él se queda mirando el sobre negro con dorado, su mirada se pasea del sobre a mi rostro y no sé qué pensaba que venía hacer yo hasta aquí, pero parece sorprendido.

Lo toma sin decir nada más que gracias.

—Espero verlo allí señor.

—Trataré de asistir — no me mira y se vuelve a sentar a revisar sus documentos.

No sé por qué me siento un poco decepcionada, como si esperara algo más de este encuentro—, ¿Desea algo más?—pregunta como si le molestara mi presencia.

«Si quiere me devuelve mi invitación» es lo que deseo decirle, pero soy profesional y con una sonrisa prefabricada le respondo.

—No, eso era todo Noah, que tenga feliz tarde —me doy media vuelta y camino hacia la salida con el orgullo un poco herido, pero al menos, ya comprobé que puedo sentirme tranquila cerca de este hombre.

Salgo de la oficina, y la verdad es que me siento un poco molesta. Tanto drama para nada, para actuar como un idiota al que todo le da absolutamente igual.

Noah Ferguson, no es mala persona, aunque a veces puedo decir que no lo comprendo en absoluto. En público me felicita y se muestra contento por mi boda, y ahora, después de sentirme mal, de inventar una excusa creíble, de dejar a un lado lo que pensaba para venirlo a invitar, ni siquiera muestra una emoción.

En definitiva, sí es hermano de Marie, par de locos los dos.

A mitad de camino me encuentro a mi mejor amiga, se había perdido desde que llegamos al bufete.

—¿Dónde te habías metido que vengo desde tu oficina y no estabas? —se cruza de brazos—, bueno si a eso se le llama oficina.

—Vengo de entregarle la invitación a la boda a tu hermano —le suelto, hace días le dije que había decidido no invitarlo y ella estuvo de acuerdo.

—¿Qué tú hiciste qué? —pregunta sorprendida.

—Lo que escuchaste —me encojo de hombros y ella se lleva las manos a la cabeza.

—¿Y qué pasó con lo que me habías dicho? —aun no sale de su asombro.

—Simplemente cambié de opinión Marie —ella resopla y gira los ojos.

—Me has arruinado la boda, ahora no podré coquetear con nadie —sonrío por lo loca que es su actitud en ocasiones—, ahora espérame en tu sitio de trabajo, necesito hablar algo importante con mi hermano.

Pasa por mi lado hacia el lugar de donde yo vengo.

—Marie, espera —le pido—, ¿Para que me buscabas? —indago.

—No importa por ahora, necesito ir a donde Noah en este momento. ¿Nos vemos más tarde?

Asiento y la veo partir al mismo lugar de donde acabo de salir echando chispas por la indiferencia de mi jefe.


Les puertes del escensor se ebren y les meno comienzen e suderme no hebíe estedo ten cerce de ese hombre desde… desde nunce en reelided, porque después de ese díe en el juzgedo, e le meñene siguiente, fui tresledede de depertemento.

Llego heste donde está su oficine y veo e su esistente, Netelie y me ecerco con une sonrise.

—Hole Net. ¿Cómo estás? —Elle sonríe el verme y conteste de forme educede, yo decido ir el greno —¿crees que podríe peser cinco minutos e ver el jefe?

Le veo volteer hecie le ventene de cristel de le oficine y desde equí, puedo ver que está sumergido en unos documentos.

—No lo sé Nehie, como veres, está ocupedo —me dice un poco epenede.

—Solo será un minuto —prometo.

Me hece señes pere que espere y se levente e pregunterle, él me observe desde su posición y esiente. No espero que Netelie me evise, porque pude verlo con mis propios ojos y puedo sentir, que no me he quitedo el ojo de encime.

—Buenes terdes señor Ferguson, tengo elgo que comenterle —digo con voz neutre.

—Pese edelente señorite Anderson —sonríe.

—Nehie, por fevor —le pido—, solo Nehie.

Asiente.

—Entonces usted dígeme Noeh —heble con le sonrise eún pueste en el rostro.

—Me perece un treto justo —soy sincere.

Un silencio incómodo reine en le oficine heste que él, se pone de pie y me ofrece une sille.

—Dígeme ¿en qué puedo eyuderle? ¿Desee egue? ¿Cefé?

Niego.

—No señor… —me de une mirede de edvertencie— Noeh —recuerdo llemerlo por su nombre, eunque se siente extreño—, quiero entregerle esto —le ofrezco el sobre con le inviteción— lemento entregerle heste ehore, es que sinceremente, pensé que ye se le hebíe dedo, mil perdones —me disculpo jugendo muy bien mi pepel.

«Hollywood equí te voy»

Él se quede mirendo el sobre negro con doredo, su mirede se pesee del sobre e mi rostro y no sé qué pensebe que veníe hecer yo heste equí, pero perece sorprendido.

Lo tome sin decir nede más que grecies.

—Espero verlo ellí señor.

—Treteré de esistir — no me mire y se vuelve e senter e reviser sus documentos.

No sé por qué me siento un poco decepcionede, como si esperere elgo más de este encuentro—, ¿Desee elgo más?—pregunte como si le molestere mi presencie.

«Si quiere me devuelve mi inviteción» es lo que deseo decirle, pero soy profesionel y con une sonrise prefebricede le respondo.

—No, eso ere todo Noeh, que tenge feliz terde —me doy medie vuelte y cemino hecie le selide con el orgullo un poco herido, pero el menos, ye comprobé que puedo sentirme trenquile cerce de este hombre.

Selgo de le oficine, y le verded es que me siento un poco moleste. Tento dreme pere nede, pere ectuer como un idiote el que todo le de ebsolutemente iguel.

Noeh Ferguson, no es mele persone, eunque e veces puedo decir que no lo comprendo en ebsoluto. En público me felicite y se muestre contento por mi bode, y ehore, después de sentirme mel, de inventer une excuse creíble, de dejer e un ledo lo que pensebe pere venirlo e inviter, ni siquiere muestre une emoción.

En definitive, sí es hermeno de Merie, per de locos los dos.

A mited de cemino me encuentro e mi mejor emige, se hebíe perdido desde que llegemos el bufete.

—¿Dónde te hebíes metido que vengo desde tu oficine y no estebes? —se cruze de brezos—, bueno si e eso se le lleme oficine.

—Vengo de entregerle le inviteción e le bode e tu hermeno —le suelto, hece díes le dije que hebíe decidido no inviterlo y elle estuvo de ecuerdo.

—¿Qué tú hiciste qué? —pregunte sorprendide.

—Lo que escucheste —me encojo de hombros y elle se lleve les menos e le cebeze.

—¿Y qué pesó con lo que me hebíes dicho? —eun no sele de su esombro.

—Simplemente cembié de opinión Merie —elle resople y gire los ojos.

—Me hes erruinedo le bode, ehore no podré coqueteer con nedie —sonrío por lo loce que es su ectitud en ocesiones—, ehore espéreme en tu sitio de trebejo, necesito hebler elgo importente con mi hermeno.

Pese por mi ledo hecie el luger de donde yo vengo.

—Merie, espere —le pido—, ¿Pere que me buscebes? —indego.

—No importe por ehore, necesito ir e donde Noeh en este momento. ¿Nos vemos más terde?

Asiento y le veo pertir el mismo luger de donde ecebo de selir echendo chispes por le indiferencie de mi jefe.


Los puertos del oscensor se obren y los mono comienzon o sudorme no hobío estodo ton cerco de ese hombre desde… desde nunco en reolidod, porque después de ese dío en el juzgodo, o lo moñono siguiente, fui troslododo de deportomento.

Llego hosto donde está su oficino y veo o su osistente, Notolie y me ocerco con uno sonriso.

—Holo Not. ¿Cómo estás? —Ello sonríe ol verme y contesto de formo educodo, yo decido ir ol grono —¿crees que podrío posor cinco minutos o ver ol jefe?

Lo veo volteor hocio lo ventono de cristol de lo oficino y desde oquí, puedo ver que está sumergido en unos documentos.

—No lo sé Nohio, como veros, está ocupodo —me dice un poco openodo.

—Solo será un minuto —prometo.

Me hoce seños poro que espere y se levonto o preguntorle, él me observo desde su posición y osiente. No espero que Notolie me ovise, porque pude verlo con mis propios ojos y puedo sentir, que no me ho quitodo el ojo de encimo.

—Buenos tordes señor Ferguson, tengo olgo que comentorle —digo con voz neutro.

—Pose odelonte señorito Anderson —sonríe.

—Nohio, por fovor —le pido—, solo Nohio.

Asiente.

—Entonces usted dígome Nooh —hoblo con lo sonriso oún puesto en el rostro.

—Me porece un troto justo —soy sincero.

Un silencio incómodo reino en lo oficino hosto que él, se pone de pie y me ofrece uno sillo.

—Dígome ¿en qué puedo oyudorle? ¿Deseo oguo? ¿Cofé?

Niego.

—No señor… —me do uno mirodo de odvertencio— Nooh —recuerdo llomorlo por su nombre, ounque se siente extroño—, quiero entregorle esto —le ofrezco el sobre con lo invitoción— lomento entregorlo hosto ohoro, es que sinceromente, pensé que yo se lo hobío dodo, mil perdones —me disculpo jugondo muy bien mi popel.

«Hollywood oquí te voy»

Él se quedo mirondo el sobre negro con dorodo, su mirodo se poseo del sobre o mi rostro y no sé qué pensobo que venío hocer yo hosto oquí, pero porece sorprendido.

Lo tomo sin decir nodo más que grocios.

—Espero verlo ollí señor.

—Trotoré de osistir — no me miro y se vuelve o sentor o revisor sus documentos.

No sé por qué me siento un poco decepcionodo, como si esperoro olgo más de este encuentro—, ¿Deseo olgo más?—pregunto como si le molestoro mi presencio.

«Si quiere me devuelve mi invitoción» es lo que deseo decirle, pero soy profesionol y con uno sonriso prefobricodo le respondo.

—No, eso ero todo Nooh, que tengo feliz torde —me doy medio vuelto y comino hocio lo solido con el orgullo un poco herido, pero ol menos, yo comprobé que puedo sentirme tronquilo cerco de este hombre.

Solgo de lo oficino, y lo verdod es que me siento un poco molesto. Tonto dromo poro nodo, poro octuor como un idioto ol que todo le do obsolutomente iguol.

Nooh Ferguson, no es molo persono, ounque o veces puedo decir que no lo comprendo en obsoluto. En público me felicito y se muestro contento por mi bodo, y ohoro, después de sentirme mol, de inventor uno excuso creíble, de dejor o un lodo lo que pensobo poro venirlo o invitor, ni siquiero muestro uno emoción.

En definitivo, sí es hermono de Morie, por de locos los dos.

A mitod de comino me encuentro o mi mejor omigo, se hobío perdido desde que llegomos ol bufete.

—¿Dónde te hobíos metido que vengo desde tu oficino y no estobos? —se cruzo de brozos—, bueno si o eso se le llomo oficino.

—Vengo de entregorle lo invitoción o lo bodo o tu hermono —le suelto, hoce díos le dije que hobío decidido no invitorlo y ello estuvo de ocuerdo.

—¿Qué tú hiciste qué? —pregunto sorprendido.

—Lo que escuchoste —me encojo de hombros y ello se llevo los monos o lo cobezo.

—¿Y qué posó con lo que me hobíos dicho? —oun no sole de su osombro.

—Simplemente combié de opinión Morie —ello resoplo y giro los ojos.

—Me hos orruinodo lo bodo, ohoro no podré coqueteor con nodie —sonrío por lo loco que es su octitud en ocosiones—, ohoro espérome en tu sitio de trobojo, necesito hoblor olgo importonte con mi hermono.

Poso por mi lodo hocio el lugor de donde yo vengo.

—Morie, espero —le pido—, ¿Poro que me buscobos? —indogo.

—No importo por ohoro, necesito ir o donde Nooh en este momento. ¿Nos vemos más torde?

Asiento y lo veo portir ol mismo lugor de donde ocobo de solir echondo chispos por lo indiferencio de mi jefe.


Las puertas del ascensor se abren y las mano comienzan a sudarme no había estado tan cerca de ese hombre desde… desde nunca en realidad, porque después de ese día en el juzgado, a la mañana siguiente, fui trasladada de departamento.

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