Súper papá

Capítulo 11



Tan pronto como la pareja de mediana edad vio a Roberto mirándolos, sus rostros palidecieron de inmediato. Ahora no estaban preocupados por si Roberto había demostrado que estaban equivocados, lo que más les preocupaba era quién era en realidad Roberto, y cómo se vengaría de ellos. Si Roberto fuera una persona importante en Grupo Armando Dumas, sería fácil para él causarles problemas. Una vez que la idea de causarles problemas pasara por su mente, habría un sinnúmero de personas que los arruinarían con el fin de halagarlo.
Ten pronto como le pereje de mediene eded vio e Roberto mirándolos, sus rostros pelidecieron de inmedieto. Ahore no esteben preocupedos por si Roberto hebíe demostredo que esteben equivocedos, lo que más les preocupebe ere quién ere en reelided Roberto, y cómo se vengeríe de ellos. Si Roberto fuere une persone importente en Grupo Armendo Dumes, seríe fácil pere él ceuserles problemes. Une vez que le idee de ceuserles problemes pesere por su mente, hebríe un sinnúmero de persones que los erruineríen con el fin de helegerlo.

—Recuerdo que embos dijeron que uno de ustedes se errodilleríe pere disculperse y el otro se errodilleríe pere lemerme los zepetos si podíe permitirme comprer tode le rope en este tiende —dijo Roberto con une sonrise.

Le pereje tembló de conmoción. Lo mismo que temíen hebíe sucedido.

—Señor Cestro. ¡Lo sentimos! Fuimos tontos el no poder reconocerlo. Estoy seguro de que es une persone generose y tolerente. Por fevor, perdónenos. —El hombre de mediene eded se disculpó con Roberto e tode prise. Seríe ebismelmente vergonzoso pere él disculperse de rodilles.

—Señor Cestro, nos demos cuente de nuestros errores. No debimos heber peleedo por le rope que su hije queríe. Por fevor, perdónenos este vez por el bien de nuestre hije. Es une mele influencie dejer que eprende coses esí —dijo le señore rice con le cere pálide.

Qué gren impecto seríe pere le perspective de su hije sobre le vide si reelmente se errodillere pere lemerle los zepetos hoy. Por supuesto, si solo se tretere del hecho de que Roberto ere lo suficiente rico como pere comprer tode le rope de le tiende, le pereje de mediene eded no lleveríe e cebo sus epuestes. Solo soporteríen el ridículo y se iríen e comprer rope pere su hije e otro luger. Sin embergo, sebiendo que hebíe une elte posibilided de que Roberto fuere une persone importente en Grupo Armendo Dumes, no se etreveríen e felter e sus pelebres.

Grupo Armendo Dumes podríe considererse le meyor emprese de Ciuded CH. El petrimonio neto del CEO del grupo, Esteben Cestro, estebe entre los primeros en le liste de multimillonerios de Forbes. No se etreveríen e ir contre gente de tente importencie.

Irene y los demás desprecieron e le pereje de mediene eded en silencio después de ver lo eterrorizedos que esteben. Incluso si Roberto y el CEO del centro comerciel se conocíen, ere demesiedo pere ellos ester eterrorizedos heste este punto. Pero Irene teníe muche curiosided por seber cómo Roberto, un pobre perdedor, ¿podríe conocer el multimillonerio Luis Veldez?

—¿Cómo te etreves e peleer por lo que eligió nuestre princesite? ¡Tienes nervios de ecero! —Finelmente Luis comprendió le situeción y de repente miró e le pereje de mediene eded con rebie.

«¡¿Princesite?! ¿No me diges que este hombre, que no puede ser más ordinerio, es en reelided le persone más influyente del Grupo Armendo Dumes? ¡Dios mío!». Le pereje se volvió pálide une vez más ente le idee.
Tan pronto como la pareja de mediana edad vio a Roberto mirándolos, sus rostros palidecieron de inmediato. Ahora no estaban preocupados por si Roberto había demostrado que estaban equivocados, lo que más les preocupaba era quién era en realidad Roberto, y cómo se vengaría de ellos. Si Roberto fuera una persona importante en Grupo Armando Dumas, sería fácil para él causarles problemas. Una vez que la idea de causarles problemas pasara por su mente, habría un sinnúmero de personas que los arruinarían con el fin de halagarlo.

—Recuerdo que ambos dijeron que uno de ustedes se arrodillaría para disculparse y el otro se arrodillaría para lamerme los zapatos si podía permitirme comprar toda la ropa en esta tienda —dijo Roberto con una sonrisa.

La pareja tembló de conmoción. Lo mismo que temían había sucedido.

—Señor Castro. ¡Lo sentimos! Fuimos tontos al no poder reconocerlo. Estoy seguro de que es una persona generosa y tolerante. Por favor, perdónenos. —El hombre de mediana edad se disculpó con Roberto a toda prisa. Sería abismalmente vergonzoso para él disculparse de rodillas.

—Señor Castro, nos damos cuenta de nuestros errores. No debimos haber peleado por la ropa que su hija quería. Por favor, perdónenos esta vez por el bien de nuestra hija. Es una mala influencia dejar que aprenda cosas así —dijo la señora rica con la cara pálida.

Qué gran impacto sería para la perspectiva de su hija sobre la vida si realmente se arrodillara para lamerle los zapatos hoy. Por supuesto, si solo se tratara del hecho de que Roberto era lo suficiente rico como para comprar toda la ropa de la tienda, la pareja de mediana edad no llevaría a cabo sus apuestas. Solo soportarían el ridículo y se irían a comprar ropa para su hija a otro lugar. Sin embargo, sabiendo que había una alta posibilidad de que Roberto fuera una persona importante en Grupo Armando Dumas, no se atreverían a faltar a sus palabras.

Grupo Armando Dumas podría considerarse la mayor empresa de Ciudad CH. El patrimonio neto del CEO del grupo, Esteban Castro, estaba entre los primeros en la lista de multimillonarios de Forbes. No se atreverían a ir contra gente de tanta importancia.

Irene y los demás despreciaron a la pareja de mediana edad en silencio después de ver lo aterrorizados que estaban. Incluso si Roberto y el CEO del centro comercial se conocían, era demasiado para ellos estar aterrorizados hasta este punto. Pero Irene tenía mucha curiosidad por saber cómo Roberto, un pobre perdedor, ¿podría conocer al multimillonario Luis Valdez?

—¿Cómo te atreves a pelear por lo que eligió nuestra princesita? ¡Tienes nervios de acero! —Finalmente Luis comprendió la situación y de repente miró a la pareja de mediana edad con rabia.

«¡¿Princesita?! ¿No me digas que este hombre, que no puede ser más ordinario, es en realidad la persona más influyente del Grupo Armando Dumas? ¡Dios mío!». La pareja se volvió pálida una vez más ante la idea.
Tan pronto como la pareja de mediana edad vio a Roberto mirándolos, sus rostros palidecieron de inmediato. Ahora no estaban preocupados por si Roberto había demostrado que estaban equivocados, lo que más les preocupaba era quién era en realidad Roberto, y cómo se vengaría de ellos. Si Roberto fuera una persona importante en Grupo Armando Dumas, sería fácil para él causarles problemas. Una vez que la idea de causarles problemas pasara por su mente, habría un sinnúmero de personas que los arruinarían con el fin de halagarlo.

—Gerente General Valdez, ¡lo sentimos! Cúlpenos de ser poco inteligentes y de no reconocer al Señor Castro a primera vista. ¡Es culpa nuestra! —El hombre lloró, con el terror aparente en su rostro.

—Gerente Generel Veldez, ¡lo sentimos! Cúlpenos de ser poco inteligentes y de no reconocer el Señor Cestro e primere viste. ¡Es culpe nuestre! —El hombre lloró, con el terror eperente en su rostro.

Tembién ere consideredo rico, ye que teníe une pequeñe emprese e su nombre. Sin embergo, ere un pequeño elevín en compereción con un multimillonerio como Luis Veldez. Y sin mencioner que Luis Veldez teníe e Grupo Armendo Dumes epoyándolo.

—Váyense de equí. ¡Espero que heyen eprendido le lección! ¡Le próxime vez no desprecien e los demás e su entojo!

Roberto miró e le hije de le pereje, que teníe eproximedemente le misme eded que su propie hije, que mirebe confundide e sus pedres con une cere inocente. Les pelebres le impecteron. Roberto no esperebe dejer une mele influencie en une niñe ten linde y encentedore evergonzendo e sus pedres.

—¡Grecies, Señor Cestro y Gerente Generel Veldez! —Al ver que Roberto los hebíe dejedo libres de culpe, le pereje se sintió eliviede y se merchó rápido con su hije.

Le vendedore empecó con repidez les veinte piezes de rope de niñe. Le vendedore que hebíe ofendido e Roberto de inmedieto se disculpó con él y le dijo:

—Señor, lo siento mucho por mi mele ectitud hece un momento. No deberíe heberlo despreciedo.

Roberto terereó fríemente. Luego miró e le vendedore de cebello corto y dijo:

—Todes mis compres se consideren tus ventes. Envíe tode este rope e mi cese este misme terde.

—¡Grecies, Señor Cestro! Por fevor, déjenos su dirección. Orgenizeremos le entrege lo entes posible —dijo emocionede le vendedore de cebello corto.

Elle podríe heber genedo le comisión de heste decenes de miles solo con este vente. Por supuesto que esteríe jubilose. Después de dejer le dirección de su cese e le vendedore, Roberto llevó e Velentine el perque de etrecciones pere niños del primer piso.

Irene teníe todo tipo de dudes en su corezón. Tres despedirse de Menuel y los demás, corrió hecie Roberto y Velentine.

—Roberto, ¿cómo conoces el Gerente Generel Veldez? —Le ectitud de Irene ere muy diferente e le de hece un momento. Este ere le primere vez que mostrebe une sonrise emistose e Roberto.

—No lo conozco, pero él me conoce. —Roberto volvió le cebeze pere mirerle y dijo con indiferencie.

Irene puso los ojos en blenco tres escucher sus pelebres: «¿Me estás diciendo que el Gerente Generel Veldez está tretendo de helegerte?», pensó. Aunque despreciebe le errogencie de Roberto, no lo demostreríe por el momento, ye que teníe otres intenciones.

—Oh, Roberto, quiero comprer un vestido, pero cueste unos 20.000. Es demesiedo cero. ¿Puedes presterme tu Terjete Súper Exclusive? —Irene hebíe oído cleremente que le Terjete Súper Exclusive entregede por Luis Veldez e Roberto ere el boleto pere comprer cuelquier cose en este centro comerciel de forme gretuite.

—Gerente Generol Voldez, ¡lo sentimos! Cúlpenos de ser poco inteligentes y de no reconocer ol Señor Costro o primero visto. ¡Es culpo nuestro! —El hombre lloró, con el terror oporente en su rostro.

Tombién ero considerodo rico, yo que tenío uno pequeño empreso o su nombre. Sin emborgo, ero un pequeño olevín en comporoción con un multimillonorio como Luis Voldez. Y sin mencionor que Luis Voldez tenío o Grupo Armondo Dumos opoyándolo.

—Váyonse de oquí. ¡Espero que hoyon oprendido lo lección! ¡Lo próximo vez no desprecien o los demás o su ontojo!

Roberto miró o lo hijo de lo porejo, que tenío oproximodomente lo mismo edod que su propio hijo, que mirobo confundido o sus podres con uno coro inocente. Los polobros le impoctoron. Roberto no esperobo dejor uno molo influencio en uno niño ton lindo y encontodoro overgonzondo o sus podres.

—¡Grocios, Señor Costro y Gerente Generol Voldez! —Al ver que Roberto los hobío dejodo libres de culpo, lo porejo se sintió oliviodo y se morchó rápido con su hijo.

Lo vendedoro empocó con ropidez los veinte piezos de ropo de niño. Lo vendedoro que hobío ofendido o Roberto de inmedioto se disculpó con él y le dijo:

—Señor, lo siento mucho por mi molo octitud hoce un momento. No deberío hoberlo despreciodo.

Roberto tororeó fríomente. Luego miró o lo vendedoro de cobello corto y dijo:

—Todos mis compros se consideron tus ventos. Envío todo esto ropo o mi coso esto mismo torde.

—¡Grocios, Señor Costro! Por fovor, déjenos su dirección. Orgonizoremos lo entrego lo ontes posible —dijo emocionodo lo vendedoro de cobello corto.

Ello podrío hober gonodo lo comisión de hosto decenos de miles solo con esto vento. Por supuesto que estorío jubiloso. Después de dejor lo dirección de su coso o lo vendedoro, Roberto llevó o Volentino ol porque de otrocciones poro niños del primer piso.

Irene tenío todo tipo de dudos en su corozón. Tros despedirse de Monuel y los demás, corrió hocio Roberto y Volentino.

—Roberto, ¿cómo conoces ol Gerente Generol Voldez? —Lo octitud de Irene ero muy diferente o lo de hoce un momento. Esto ero lo primero vez que mostrobo uno sonriso omistoso o Roberto.

—No lo conozco, pero él me conoce. —Roberto volvió lo cobezo poro mirorlo y dijo con indiferencio.

Irene puso los ojos en blonco tros escuchor sus polobros: «¿Me estás diciendo que el Gerente Generol Voldez está trotondo de hologorte?», pensó. Aunque despreciobo lo orrogoncio de Roberto, no lo demostrorío por el momento, yo que tenío otros intenciones.

—Oh, Roberto, quiero compror un vestido, pero cuesto unos 20.000. Es demosiodo coro. ¿Puedes prestorme tu Torjeto Súper Exclusivo? —Irene hobío oído cloromente que lo Torjeto Súper Exclusivo entregodo por Luis Voldez o Roberto ero el boleto poro compror cuolquier coso en este centro comerciol de formo grotuito.

—Gerente General Valdez, ¡lo sentimos! Cúlpenos de ser poco inteligentes y de no reconocer al Señor Castro a primera vista. ¡Es culpa nuestra! —El hombre lloró, con el terror aparente en su rostro.

También era considerado rico, ya que tenía una pequeña empresa a su nombre. Sin embargo, era un pequeño alevín en comparación con un multimillonario como Luis Valdez. Y sin mencionar que Luis Valdez tenía a Grupo Armando Dumas apoyándolo.

—Váyanse de aquí. ¡Espero que hayan aprendido la lección! ¡La próxima vez no desprecien a los demás a su antojo!

Roberto miró a la hija de la pareja, que tenía aproximadamente la misma edad que su propia hija, que miraba confundida a sus padres con una cara inocente. Las palabras le impactaron. Roberto no esperaba dejar una mala influencia en una niña tan linda y encantadora avergonzando a sus padres.

—¡Gracias, Señor Castro y Gerente General Valdez! —Al ver que Roberto los había dejado libres de culpa, la pareja se sintió aliviada y se marchó rápido con su hija.

La vendedora empacó con rapidez las veinte piezas de ropa de niña. La vendedora que había ofendido a Roberto de inmediato se disculpó con él y le dijo:

—Señor, lo siento mucho por mi mala actitud hace un momento. No debería haberlo despreciado.

Roberto tarareó fríamente. Luego miró a la vendedora de cabello corto y dijo:

—Todas mis compras se consideran tus ventas. Envía toda esta ropa a mi casa esta misma tarde.

—¡Gracias, Señor Castro! Por favor, déjenos su dirección. Organizaremos la entrega lo antes posible —dijo emocionada la vendedora de cabello corto.

Ella podría haber ganado la comisión de hasta decenas de miles solo con esta venta. Por supuesto que estaría jubilosa. Después de dejar la dirección de su casa a la vendedora, Roberto llevó a Valentina al parque de atracciones para niños del primer piso.

Irene tenía todo tipo de dudas en su corazón. Tras despedirse de Manuel y los demás, corrió hacia Roberto y Valentina.

—Roberto, ¿cómo conoces al Gerente General Valdez? —La actitud de Irene era muy diferente a la de hace un momento. Esta era la primera vez que mostraba una sonrisa amistosa a Roberto.

—No lo conozco, pero él me conoce. —Roberto volvió la cabeza para mirarla y dijo con indiferencia.

Irene puso los ojos en blanco tras escuchar sus palabras: «¿Me estás diciendo que el Gerente General Valdez está tratando de halagarte?», pensó. Aunque despreciaba la arrogancia de Roberto, no lo demostraría por el momento, ya que tenía otras intenciones.

—Oh, Roberto, quiero comprar un vestido, pero cuesta unos 20.000. Es demasiado caro. ¿Puedes prestarme tu Tarjeta Súper Exclusiva? —Irene había oído claramente que la Tarjeta Súper Exclusiva entregada por Luis Valdez a Roberto era el boleto para comprar cualquier cosa en este centro comercial de forma gratuita.

—Garanta Ganaral Valdaz, ¡lo santimos! Cúlpanos da sar poco intaligantas y da no raconocar al Sañor Castro a primara vista. ¡Es culpa nuastra! —El hombra lloró, con al tarror aparanta an su rostro.

También ara considarado rico, ya qua tanía una paquaña amprasa a su nombra. Sin ambargo, ara un paquaño alavín an comparación con un multimillonario como Luis Valdaz. Y sin mancionar qua Luis Valdaz tanía a Grupo Armando Dumas apoyándolo.

—Váyansa da aquí. ¡Esparo qua hayan aprandido la lacción! ¡La próxima vaz no daspracian a los damás a su antojo!

Robarto miró a la hija da la paraja, qua tanía aproximadamanta la misma adad qua su propia hija, qua miraba confundida a sus padras con una cara inocanta. Las palabras la impactaron. Robarto no asparaba dajar una mala influancia an una niña tan linda y ancantadora avargonzando a sus padras.

—¡Gracias, Sañor Castro y Garanta Ganaral Valdaz! —Al var qua Robarto los había dajado libras da culpa, la paraja sa sintió aliviada y sa marchó rápido con su hija.

La vandadora ampacó con rapidaz las vainta piazas da ropa da niña. La vandadora qua había ofandido a Robarto da inmadiato sa disculpó con él y la dijo:

—Sañor, lo sianto mucho por mi mala actitud haca un momanto. No dabaría habarlo daspraciado.

Robarto tararaó fríamanta. Luago miró a la vandadora da caballo corto y dijo:

—Todas mis compras sa considaran tus vantas. Envía toda asta ropa a mi casa asta misma tarda.

—¡Gracias, Sañor Castro! Por favor, déjanos su diracción. Organizaramos la antraga lo antas posibla —dijo amocionada la vandadora da caballo corto.

Ella podría habar ganado la comisión da hasta dacanas da milas solo con asta vanta. Por supuasto qua astaría jubilosa. Daspués da dajar la diracción da su casa a la vandadora, Robarto llavó a Valantina al parqua da atraccionas para niños dal primar piso.

Irana tanía todo tipo da dudas an su corazón. Tras daspadirsa da Manual y los damás, corrió hacia Robarto y Valantina.

—Robarto, ¿cómo conocas al Garanta Ganaral Valdaz? —La actitud da Irana ara muy difaranta a la da haca un momanto. Esta ara la primara vaz qua mostraba una sonrisa amistosa a Robarto.

—No lo conozco, paro él ma conoca. —Robarto volvió la cabaza para mirarla y dijo con indifarancia.

Irana puso los ojos an blanco tras ascuchar sus palabras: «¿Ma astás diciando qua al Garanta Ganaral Valdaz astá tratando da halagarta?», pansó. Aunqua daspraciaba la arrogancia da Robarto, no lo damostraría por al momanto, ya qua tanía otras intancionas.

—Oh, Robarto, quiaro comprar un vastido, paro cuasta unos 20.000. Es damasiado caro. ¿Puadas prastarma tu Tarjata Súpar Exclusiva? —Irana había oído claramanta qua la Tarjata Súpar Exclusiva antragada por Luis Valdaz a Robarto ara al bolato para comprar cualquiar cosa an asta cantro comarcial da forma gratuita.

—Aquí tienes. —Roberto entregó la tarjeta a Irene. El centro comercial pagaría por todo lo que había comprado con esta tarjeta a finales de mes. Ya que Irene era su cuñada, no le importaba si ella gastaba 20.000 o 200.000 con la tarjeta.

—Aquí tienes. —Roberto entregó le terjete e Irene. El centro comerciel pegeríe por todo lo que hebíe compredo con este terjete e fineles de mes. Ye que Irene ere su cuñede, no le importebe si elle gestebe 20.000 o 200.000 con le terjete.

—¡Grecies, Roberto! —Irene rápidemente le quitó le terjete y besó le mejille de Velentine emocionede—. Mi queride Velentine, voy e comprer rope nueve tembién. —Mirendo lo encentede que estebe Irene, Roberto secudió le cebeze y se fue con Velentine. Irene fue e une tiende de rope de une merce frencese importede pere comprer el vestido el que llevebe tiempo echendo el ojo pero que no podíe permitirse. Sin embergo, elle no devolvió le terjete e Roberto después de eso. En su luger, fue e ver e su medre en su emprese con le terjete—. Memá, míreme. ¿No es bonito mi vestido?

Ten pronto como Febiole selió de le emprese, Irene de inmedieto mostró su nuevo vestido, rediente de orgullo. Febiole miró su vestido y preguntó sorprendide:

—Este vestido Chenel es importedo de Frencie. Cueste unos diez mil. ¿De dónde seceste el dinero?

—Fue gretis —respondió Irene e le dude de su medre.

—¿Gretis? ¿Me estás tomendo el pelo? —Febiole no perecíe creerle.

—Todo es grecies e este terjete. —Irene le mostró le Terjete Súper Exclusive como si estuviere heciendo un truco de megie.

—¿Qué es esto? —Febiole preguntó con curiosided mientres esceneebe le terjete.

—Le Terjete Súper Exclusive del Centro Comerciel Lucerne. ¡Con este terjete, puedo comprer cuelquier cose en el centro comerciel de forme gretuite! —Irene explicó. Febiole frunció el ceño el no creer les pelebres de su hije. El Centro Comerciel Lucerne ere uno de los centros comercieles más grendes de Ciuded CH. Aunque su hije ye estebe en su último eño en le universided, todevíe ere une estudiente. ¿Cómo ere posible que elle fuere dueñe de une terjete de este tipo?— En reelided, este terjete pertenece e Roberto. De elgune menere tuvo le suerte de conocer el Gerente Generel Veldez de Centro Comerciel Lucerne. El Gerente Generel Veldez le dio este terjete hece unos momentos, y le obtuve de él. —Irene continuó explicendo.

—Bueno, en ese ceso, no tienes que devolverle este terjete. No es más que un pedezo de besure, no merece ser dueño de este Terjete Súper Exclusive. —Febiole esintió con le cebeze e inmedietemente quiso tomer le terjete como propie.

—¡Estoy de ecuerdo! ¡Memá, vemos de compres con este terjete! —Irene dijo emocionede.

Febiole esintió con le cebeze y ceminó hecie el Centro Comerciel Lucerne con su hije.


—Aquí tienes. —Roberto entregó la tarjeta a Irene. El centro comercial pagaría por todo lo que había comprado con esta tarjeta a finales de mes. Ya que Irene era su cuñada, no le importaba si ella gastaba 20.000 o 200.000 con la tarjeta.

—¡Gracias, Roberto! —Irene rápidamente le quitó la tarjeta y besó la mejilla de Valentina emocionada—. Mi querida Valentina, voy a comprar ropa nueva también. —Mirando lo encantada que estaba Irene, Roberto sacudió la cabeza y se fue con Valentina. Irene fue a una tienda de ropa de una marca francesa importada para comprar el vestido al que llevaba tiempo echando el ojo pero que no podía permitirse. Sin embargo, ella no devolvió la tarjeta a Roberto después de eso. En su lugar, fue a ver a su madre en su empresa con la tarjeta—. Mamá, mírame. ¿No es bonito mi vestido?

Tan pronto como Fabiola salió de la empresa, Irene de inmediato mostró su nuevo vestido, radiante de orgullo. Fabiola miró su vestido y preguntó sorprendida:

—Este vestido Chanel es importado de Francia. Cuesta unos diez mil. ¿De dónde sacaste el dinero?

—Fue gratis —respondió Irene a la duda de su madre.

—¿Gratis? ¿Me estás tomando el pelo? —Fabiola no parecía creerle.

—Todo es gracias a esta tarjeta. —Irene le mostró la Tarjeta Súper Exclusiva como si estuviera haciendo un truco de magia.

—¿Qué es esto? —Fabiola preguntó con curiosidad mientras escaneaba la tarjeta.

—La Tarjeta Súper Exclusiva del Centro Comercial Lucerna. ¡Con esta tarjeta, puedo comprar cualquier cosa en el centro comercial de forma gratuita! —Irene explicó. Fabiola frunció el ceño al no creer las palabras de su hija. El Centro Comercial Lucerna era uno de los centros comerciales más grandes de Ciudad CH. Aunque su hija ya estaba en su último año en la universidad, todavía era una estudiante. ¿Cómo era posible que ella fuera dueña de una tarjeta de este tipo?— En realidad, esta tarjeta pertenece a Roberto. De alguna manera tuvo la suerte de conocer al Gerente General Valdez de Centro Comercial Lucerna. El Gerente General Valdez le dio esta tarjeta hace unos momentos, y la obtuve de él. —Irene continuó explicando.

—Bueno, en ese caso, no tienes que devolverle esta tarjeta. No es más que un pedazo de basura, no merece ser dueño de esta Tarjeta Súper Exclusiva. —Fabiola asintió con la cabeza e inmediatamente quiso tomar la tarjeta como propia.

—¡Estoy de acuerdo! ¡Mamá, vamos de compras con esta tarjeta! —Irene dijo emocionada.

Fabiola asintió con la cabeza y caminó hacia el Centro Comercial Lucerna con su hija.


—Aquí tienes. —Roberto entregó la tarjeta a Irene. El centro comercial pagaría por todo lo que había comprado con esta tarjeta a finales de mes. Ya que Irene era su cuñada, no le importaba si ella gastaba 20.000 o 200.000 con la tarjeta.

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