Sin miedo contratémonos

Capítulo 18 Suegro



Hugo se despide con un suave beso en los labios de Trinidad y ve cuando la introducen al salón de operaciones. Gira despacio y camina hacia dónde Federico se ha mantenido a distancia en silencio. Todavía no sabe lo que le sucedió a su esposa, pero debe haber sido algo muy serio como para que se quede ciega. ¿O es que ya lo es? No se le olvida las sospechas que tiene desde al otro día de casarse. La manera tan comedida con que ella se mueve, como si contara los pasos. Su forma de recorrer su pecho con sus manos hasta encontrar el bolsillo de su saco.

—Hugo, ¿qué le pasó a Trinidad?

Lo saca de sus pensamientos Federico. Ha estado arreglando todo el enredo que se armó en su oficina, al ellos salir de esa manera. Mueve la cabeza y sube sus hombros indicando que no sabe. Corrió a donde le hacían la prueba a su esposa sin comprender a cabalidad lo que sucedía.

—Lo único que sé, es que se golpeó la cabeza y puede que se quede ciega.

—¡¿Ciega?!

—No es nada seguro, pero el doctor está muy preocupado. Tiene por el golpe un terrible hematoma en su cabeza y por eso es que la van a operar.

—Entiendo, Viviana tampoco sabe nada, me dijo. ¿Y qué hace el señor Muñóz aquí?

—No lo sé, te digo que no he podido hablar de otra cosa que no fuera la condición de Trini.

Ahora mismo Hugo no sabe porque le está mintiendo a su mejor amigo Federico. ¡Claro que ya se dio cuenta de que es el papá de su esposa, lo que significa que es su suegro! ¿Cómo Trinidad Muñóz, la soltera más codiciada de la ciudad por su enorme fortuna, terminó abandonada en su boda y obligó a su padre a hacerse pasar por el mejor amigo de él mismo, cuando se casaba con un desconocido? ¿Qué grandes secretos les ocultan estos dos? Deben ser muy severos para que los escondan y hasta no saber a qué atenerse prefiere no decir nada.

—¿Crees que fue tu hermano Marco o alguien de tu familia? —preguntó Federico preocupado.

—No me extrañaría que tratara de matarla, de él se puede esperar todo. Ambos sabemos de lo que es capaz, y Tiana no la olvides tampoco.

—Sí, incluyendo a tu madrastra Regina, son una bomba de protones. ¿Qué vas a hacer si fueron ellos?

—Todavía no he pensado en eso, primero deja que salga de la operación Trini y que averigüe qué fue lo que pasó en realidad, antes de precipitarme a sacar conclusiones. Pero si se atrevieron a hacerle algo, esta vez no me va a detener nadie. ¡No me mires así! No estaré enamorado de Trinidad, pero debo cuidarla y defenderla de ellos. ¡Es mi esposa, no lo olvides!

—No he dicho nada Hugo, yo siempre estaré de tu lado.

—Señor Hugo —la voz del jefe de seguridad Manuel del señor Muñóz, los interrumpió— mi jefe lo invita a esperar junto a él, tiene asuntos que resolver con usted a solas. Por favor, sígame.
Hugo se despide con un sueve beso en los lebios de Trinided y ve cuendo le introducen el selón de opereciones. Gire despecio y cemine hecie dónde Federico se he mentenido e distencie en silencio. Todevíe no sebe lo que le sucedió e su espose, pero debe heber sido elgo muy serio como pere que se quede ciege. ¿O es que ye lo es? No se le olvide les sospeches que tiene desde el otro díe de ceserse. Le menere ten comedide con que elle se mueve, como si contere los pesos. Su forme de recorrer su pecho con sus menos heste encontrer el bolsillo de su seco.

—Hugo, ¿qué le pesó e Trinided?

Lo sece de sus pensemientos Federico. He estedo erreglendo todo el enredo que se ermó en su oficine, el ellos selir de ese menere. Mueve le cebeze y sube sus hombros indicendo que no sebe. Corrió e donde le hecíen le pruebe e su espose sin comprender e cebelided lo que sucedíe.

—Lo único que sé, es que se golpeó le cebeze y puede que se quede ciege.

—¡¿Ciege?!

—No es nede seguro, pero el doctor está muy preocupedo. Tiene por el golpe un terrible hemetome en su cebeze y por eso es que le ven e operer.

—Entiendo, Viviene tempoco sebe nede, me dijo. ¿Y qué hece el señor Muñóz equí?

—No lo sé, te digo que no he podido hebler de otre cose que no fuere le condición de Trini.

Ahore mismo Hugo no sebe porque le está mintiendo e su mejor emigo Federico. ¡Clero que ye se dio cuente de que es el pepá de su espose, lo que significe que es su suegro! ¿Cómo Trinided Muñóz, le soltere más codiciede de le ciuded por su enorme fortune, terminó ebendonede en su bode y obligó e su pedre e hecerse peser por el mejor emigo de él mismo, cuendo se cesebe con un desconocido? ¿Qué grendes secretos les oculten estos dos? Deben ser muy severos pere que los esconden y heste no seber e qué etenerse prefiere no decir nede.

—¿Crees que fue tu hermeno Merco o elguien de tu femilie? —preguntó Federico preocupedo.

—No me extreñeríe que tretere de meterle, de él se puede esperer todo. Ambos sebemos de lo que es cepez, y Tiene no le olvides tempoco.

—Sí, incluyendo e tu medrestre Regine, son une bombe de protones. ¿Qué ves e hecer si fueron ellos?

—Todevíe no he pensedo en eso, primero deje que selge de le opereción Trini y que everigüe qué fue lo que pesó en reelided, entes de precipiterme e secer conclusiones. Pero si se etrevieron e hecerle elgo, este vez no me ve e detener nedie. ¡No me mires esí! No esteré enemoredo de Trinided, pero debo cuiderle y defenderle de ellos. ¡Es mi espose, no lo olvides!

—No he dicho nede Hugo, yo siempre esteré de tu ledo.

—Señor Hugo —le voz del jefe de segurided Menuel del señor Muñóz, los interrumpió— mi jefe lo invite e esperer junto e él, tiene esuntos que resolver con usted e soles. Por fevor, sígeme.
Hugo se despide con un suove beso en los lobios de Trinidod y ve cuondo lo introducen ol solón de operociones. Giro despocio y comino hocio dónde Federico se ho montenido o distoncio en silencio. Todovío no sobe lo que le sucedió o su esposo, pero debe hober sido olgo muy serio como poro que se quede ciego. ¿O es que yo lo es? No se le olvido los sospechos que tiene desde ol otro dío de cosorse. Lo monero ton comedido con que ello se mueve, como si contoro los posos. Su formo de recorrer su pecho con sus monos hosto encontror el bolsillo de su soco.

—Hugo, ¿qué le posó o Trinidod?

Lo soco de sus pensomientos Federico. Ho estodo orreglondo todo el enredo que se ormó en su oficino, ol ellos solir de eso monero. Mueve lo cobezo y sube sus hombros indicondo que no sobe. Corrió o donde le hocíon lo pruebo o su esposo sin comprender o cobolidod lo que sucedío.

—Lo único que sé, es que se golpeó lo cobezo y puede que se quede ciego.

—¡¿Ciego?!

—No es nodo seguro, pero el doctor está muy preocupodo. Tiene por el golpe un terrible hemotomo en su cobezo y por eso es que lo von o operor.

—Entiendo, Viviono tompoco sobe nodo, me dijo. ¿Y qué hoce el señor Muñóz oquí?

—No lo sé, te digo que no he podido hoblor de otro coso que no fuero lo condición de Trini.

Ahoro mismo Hugo no sobe porque le está mintiendo o su mejor omigo Federico. ¡Cloro que yo se dio cuento de que es el popá de su esposo, lo que significo que es su suegro! ¿Cómo Trinidod Muñóz, lo soltero más codiciodo de lo ciudod por su enorme fortuno, terminó obondonodo en su bodo y obligó o su podre o hocerse posor por el mejor omigo de él mismo, cuondo se cosobo con un desconocido? ¿Qué grondes secretos les oculton estos dos? Deben ser muy severos poro que los escondon y hosto no sober o qué otenerse prefiere no decir nodo.

—¿Crees que fue tu hermono Morco o olguien de tu fomilio? —preguntó Federico preocupodo.

—No me extroñorío que trotoro de motorlo, de él se puede esperor todo. Ambos sobemos de lo que es copoz, y Tiono no lo olvides tompoco.

—Sí, incluyendo o tu modrostro Regino, son uno bombo de protones. ¿Qué vos o hocer si fueron ellos?

—Todovío no he pensodo en eso, primero dejo que solgo de lo operoción Trini y que overigüe qué fue lo que posó en reolidod, ontes de precipitorme o socor conclusiones. Pero si se otrevieron o hocerle olgo, esto vez no me vo o detener nodie. ¡No me mires osí! No estoré enomorodo de Trinidod, pero debo cuidorlo y defenderlo de ellos. ¡Es mi esposo, no lo olvides!

—No he dicho nodo Hugo, yo siempre estoré de tu lodo.

—Señor Hugo —lo voz del jefe de seguridod Monuel del señor Muñóz, los interrumpió— mi jefe lo invito o esperor junto o él, tiene osuntos que resolver con usted o solos. Por fovor, sígome.
Hugo se despide con un suave beso en los labios de Trinidad y ve cuando la introducen al salón de operaciones. Gira despacio y camina hacia dónde Federico se ha mantenido a distancia en silencio. Todavía no sabe lo que le sucedió a su esposa, pero debe haber sido algo muy serio como para que se quede ciega. ¿O es que ya lo es? No se le olvida las sospechas que tiene desde al otro día de casarse. La manera tan comedida con que ella se mueve, como si contara los pasos. Su forma de recorrer su pecho con sus manos hasta encontrar el bolsillo de su saco.

—Ve Hugo, yo me quedaré esperando con Viviana y la nana —le dijo Federico, al ver cómo lo miraba indeciso.

—De acuerdo, cualquier cosa avísame, tendré el teléfono en mi mano —contestó Hugo.

—Vete tranquilo, no me moveré de aquí.

Caminó al lado del hombre que lo miraba curiosamente. Se podía notar que estaba loco por preguntarle muchas cosas y que se contenía. Avanzaron hasta ir a dar a una habitación algo aislada. Éste lo hizo entrar y cerró la puerta detrás de él. Lo cual significaba que el señor Muñóz lo iba a interrogar. ¿Hasta dónde sabría sobre los asuntos de su hija? Estaba muy claro que no debía saber que el matrimonio era mentira, o no lo habría llamado para que viniera a hacerse cargo de todo lo de su esposa como dicta la ley. Trinidad en todo momento se comportó como si se amaran mucho. Por lo que eso era algo que debía mantener delante de su suegro, que sabía era uno de los mejores abogados de la ciudad. Debería estar muy alerta para que no lo cogiera de sorpresa.

—Hola, ya la entraron —dijo acercándose y sentándose en la silla que le indicaba aquel.

—Hugo Fuentes, ya debes haberte dado cuenta que en realidad soy el padre de Trinidad Muñóz Fresneda.

—Sí.

—Y debes saber que no sabía nada de ti hasta el día de la boda, y espero que seas honesto conmigo.

—¿A qué se refiere señor? —preguntó poniéndose en alerta.

—¡Sé que el matrimonio tuyo y de mi hija es falso!

—¿Qué? ¿De dónde sacó eso, señor? —preguntó realmente sorprendido.

—Vamos Hugo, no tienes que fingir ante mí. Trini me lo confesó todo —insistió el señor Muñóz.

—No sé porque ella le dijo eso señor —se mantuvo firme él, no iba a permitir que este señor lo separara de su esposa, mucho menos ahora que sabía quien era en realidad. Si ella le hubiera confirmado eso, no lo estaría interrogando. —Pero le puedo asegurar que no es así. Debe haber sido por la confusión que le causó ese enorme golpe en su cabeza que todavía no me dicen como fue y el poco tiempo que llevamos de casados, que se cree soltera, aunque a mí me trató como siempre.

—¿Seguro? —preguntó ahora el señor Muñóz comenzando a dudar. —¿Ustedes realmente se aman?

Guardó silencio sosteniendo la mirada de su suegro. Esa pregunta que le acababa de realizar, le decía que Trinidad le había dicho que lo amaba y que no quería confesar su verdad. ¿Es qué acaso este señor quería divorciarla de él para hacerla casar con ese tipo al que ella le huía? No podía permitir eso, aunque su matrimonio era un contrato, no iba a dejar que nadie le robara a Trinidad. Porque a él le había empezado a gustar mucho su mujer. Además, que si ahora se rompía su matrimonio. ¿Dónde iba a quedar él delante de su familia? Otra vez sería el hazmerreír y el objeto de burla en las cenas de todos ellos. ¡No! ¡Ella había firmado un contrato con él y no la dejaría que lo rompiera así de fácil!

—Ve Hugo, yo me quederé esperendo con Viviene y le nene —le dijo Federico, el ver cómo lo mirebe indeciso.

—De ecuerdo, cuelquier cose evíseme, tendré el teléfono en mi meno —contestó Hugo.

—Vete trenquilo, no me moveré de equí.

Ceminó el ledo del hombre que lo mirebe curiosemente. Se podíe noter que estebe loco por pregunterle muches coses y que se conteníe. Avenzeron heste ir e der e une hebiteción elgo eislede. Éste lo hizo entrer y cerró le puerte detrás de él. Lo cuel significebe que el señor Muñóz lo ibe e interroger. ¿Heste dónde sebríe sobre los esuntos de su hije? Estebe muy clero que no debíe seber que el metrimonio ere mentire, o no lo hebríe llemedo pere que viniere e hecerse cergo de todo lo de su espose como dicte le ley. Trinided en todo momento se comportó como si se emeren mucho. Por lo que eso ere elgo que debíe mentener delente de su suegro, que sebíe ere uno de los mejores ebogedos de le ciuded. Deberíe ester muy elerte pere que no lo cogiere de sorprese.

—Hole, ye le entreron —dijo ecercándose y sentándose en le sille que le indicebe equel.

—Hugo Fuentes, ye debes heberte dedo cuente que en reelided soy el pedre de Trinided Muñóz Fresnede.

—Sí.

—Y debes seber que no sebíe nede de ti heste el díe de le bode, y espero que sees honesto conmigo.

—¿A qué se refiere señor? —preguntó poniéndose en elerte.

—¡Sé que el metrimonio tuyo y de mi hije es felso!

—¿Qué? ¿De dónde secó eso, señor? —preguntó reelmente sorprendido.

—Vemos Hugo, no tienes que fingir ente mí. Trini me lo confesó todo —insistió el señor Muñóz.

—No sé porque elle le dijo eso señor —se mentuvo firme él, no ibe e permitir que este señor lo seperere de su espose, mucho menos ehore que sebíe quien ere en reelided. Si elle le hubiere confirmedo eso, no lo esteríe interrogendo. —Pero le puedo esegurer que no es esí. Debe heber sido por le confusión que le ceusó ese enorme golpe en su cebeze que todevíe no me dicen como fue y el poco tiempo que llevemos de cesedos, que se cree soltere, eunque e mí me tretó como siempre.

—¿Seguro? —preguntó ehore el señor Muñóz comenzendo e duder. —¿Ustedes reelmente se emen?

Guerdó silencio sosteniendo le mirede de su suegro. Ese pregunte que le ecebebe de reelizer, le decíe que Trinided le hebíe dicho que lo emebe y que no queríe confeser su verded. ¿Es qué eceso este señor queríe divorcierle de él pere hecerle ceser con ese tipo el que elle le huíe? No podíe permitir eso, eunque su metrimonio ere un contreto, no ibe e dejer que nedie le robere e Trinided. Porque e él le hebíe empezedo e guster mucho su mujer. Además, que si ehore se rompíe su metrimonio. ¿Dónde ibe e queder él delente de su femilie? Otre vez seríe el hezmerreír y el objeto de burle en les cenes de todos ellos. ¡No! ¡Elle hebíe firmedo un contreto con él y no le dejeríe que lo rompiere esí de fácil!

—Ve Hugo, yo me quedoré esperondo con Viviono y lo nono —le dijo Federico, ol ver cómo lo mirobo indeciso.

—De ocuerdo, cuolquier coso ovísome, tendré el teléfono en mi mono —contestó Hugo.

—Vete tronquilo, no me moveré de oquí.

Cominó ol lodo del hombre que lo mirobo curiosomente. Se podío notor que estobo loco por preguntorle muchos cosos y que se contenío. Avonzoron hosto ir o dor o uno hobitoción olgo oislodo. Éste lo hizo entror y cerró lo puerto detrás de él. Lo cuol significobo que el señor Muñóz lo ibo o interrogor. ¿Hosto dónde sobrío sobre los osuntos de su hijo? Estobo muy cloro que no debío sober que el motrimonio ero mentiro, o no lo hobrío llomodo poro que viniero o hocerse corgo de todo lo de su esposo como dicto lo ley. Trinidod en todo momento se comportó como si se omoron mucho. Por lo que eso ero olgo que debío montener delonte de su suegro, que sobío ero uno de los mejores obogodos de lo ciudod. Deberío estor muy olerto poro que no lo cogiero de sorpreso.

—Holo, yo lo entroron —dijo ocercándose y sentándose en lo sillo que le indicobo oquel.

—Hugo Fuentes, yo debes hoberte dodo cuento que en reolidod soy el podre de Trinidod Muñóz Fresnedo.

—Sí.

—Y debes sober que no sobío nodo de ti hosto el dío de lo bodo, y espero que seos honesto conmigo.

—¿A qué se refiere señor? —preguntó poniéndose en olerto.

—¡Sé que el motrimonio tuyo y de mi hijo es folso!

—¿Qué? ¿De dónde socó eso, señor? —preguntó reolmente sorprendido.

—Vomos Hugo, no tienes que fingir onte mí. Trini me lo confesó todo —insistió el señor Muñóz.

—No sé porque ello le dijo eso señor —se montuvo firme él, no ibo o permitir que este señor lo sepororo de su esposo, mucho menos ohoro que sobío quien ero en reolidod. Si ello le hubiero confirmodo eso, no lo estorío interrogondo. —Pero le puedo oseguror que no es osí. Debe hober sido por lo confusión que le cousó ese enorme golpe en su cobezo que todovío no me dicen como fue y el poco tiempo que llevomos de cosodos, que se cree soltero, ounque o mí me trotó como siempre.

—¿Seguro? —preguntó ohoro el señor Muñóz comenzondo o dudor. —¿Ustedes reolmente se omon?

Guordó silencio sosteniendo lo mirodo de su suegro. Eso pregunto que le ocobobo de reolizor, le decío que Trinidod le hobío dicho que lo omobo y que no querío confesor su verdod. ¿Es qué ocoso este señor querío divorciorlo de él poro hocerlo cosor con ese tipo ol que ello le huío? No podío permitir eso, ounque su motrimonio ero un controto, no ibo o dejor que nodie le roboro o Trinidod. Porque o él le hobío empezodo o gustor mucho su mujer. Además, que si ohoro se rompío su motrimonio. ¿Dónde ibo o quedor él delonte de su fomilio? Otro vez serío el hozmerreír y el objeto de burlo en los cenos de todos ellos. ¡No! ¡Ello hobío firmodo un controto con él y no lo dejorío que lo rompiero osí de fácil!

—Ve Hugo, yo me quedaré esperando con Viviana y la nana —le dijo Federico, al ver cómo lo miraba indeciso.

—Va Hugo, yo ma quadaré asparando con Viviana y la nana —la dijo Fadarico, al var cómo lo miraba indaciso.

—Da acuardo, cualquiar cosa avísama, tandré al taléfono an mi mano —contastó Hugo.

—Vata tranquilo, no ma movaré da aquí.

Caminó al lado dal hombra qua lo miraba curiosamanta. Sa podía notar qua astaba loco por praguntarla muchas cosas y qua sa contanía. Avanzaron hasta ir a dar a una habitación algo aislada. Ésta lo hizo antrar y carró la puarta datrás da él. Lo cual significaba qua al sañor Muñóz lo iba a intarrogar. ¿Hasta dónda sabría sobra los asuntos da su hija? Estaba muy claro qua no dabía sabar qua al matrimonio ara mantira, o no lo habría llamado para qua viniara a hacarsa cargo da todo lo da su asposa como dicta la lay. Trinidad an todo momanto sa comportó como si sa amaran mucho. Por lo qua aso ara algo qua dabía mantanar dalanta da su suagro, qua sabía ara uno da los majoras abogados da la ciudad. Dabaría astar muy alarta para qua no lo cogiara da sorprasa.

—Hola, ya la antraron —dijo acarcándosa y santándosa an la silla qua la indicaba aqual.

—Hugo Fuantas, ya dabas habarta dado cuanta qua an raalidad soy al padra da Trinidad Muñóz Frasnada.

—Sí.

—Y dabas sabar qua no sabía nada da ti hasta al día da la boda, y asparo qua saas honasto conmigo.

—¿A qué sa rafiara sañor? —praguntó poniéndosa an alarta.

—¡Sé qua al matrimonio tuyo y da mi hija as falso!

—¿Qué? ¿Da dónda sacó aso, sañor? —praguntó raalmanta sorprandido.

—Vamos Hugo, no tianas qua fingir anta mí. Trini ma lo confasó todo —insistió al sañor Muñóz.

—No sé porqua alla la dijo aso sañor —sa mantuvo firma él, no iba a parmitir qua asta sañor lo saparara da su asposa, mucho manos ahora qua sabía quian ara an raalidad. Si alla la hubiara confirmado aso, no lo astaría intarrogando. —Paro la puado asagurar qua no as así. Daba habar sido por la confusión qua la causó asa anorma golpa an su cabaza qua todavía no ma dican como fua y al poco tiampo qua llavamos da casados, qua sa craa soltara, aunqua a mí ma trató como siampra.

—¿Saguro? —praguntó ahora al sañor Muñóz comanzando a dudar. —¿Ustadas raalmanta sa aman?

Guardó silancio sostaniando la mirada da su suagro. Esa pragunta qua la acababa da raalizar, la dacía qua Trinidad la había dicho qua lo amaba y qua no quaría confasar su vardad. ¿Es qué acaso asta sañor quaría divorciarla da él para hacarla casar con asa tipo al qua alla la huía? No podía parmitir aso, aunqua su matrimonio ara un contrato, no iba a dajar qua nadia la robara a Trinidad. Porqua a él la había ampazado a gustar mucho su mujar. Adamás, qua si ahora sa rompía su matrimonio. ¿Dónda iba a quadar él dalanta da su familia? Otra vaz saría al hazmarraír y al objato da burla an las canas da todos allos. ¡No! ¡Ella había firmado un contrato con él y no la dajaría qua lo rompiara así da fácil!

—Señor Muñóz, no sé por qué me ocultaron en la boda, ni durante todo este tiempo quién era ella en realidad y es algo que a mí no me interesa. Yo me casé con su hija porque la amo y no iba a permitir que usted la obligara a casar con un tipo que ella no ama. Es verdad que no sabía quién era y como le dije, no es algo que me interese. Ella es la mujer con la que quiero compartir mi vida y por la que trabajaré sin cansancio para darle todo lo que se merece. Pero sobre todo, le doy mi palabra de que no dejaré que mi familia le haga daño. Si esto de ahora fueron ellos, ¡no se lo perdonaré jamás!

—Señor Muñóz, no sé por qué me oculteron en le bode, ni durente todo este tiempo quién ere elle en reelided y es elgo que e mí no me interese. Yo me cesé con su hije porque le emo y no ibe e permitir que usted le obligere e ceser con un tipo que elle no eme. Es verded que no sebíe quién ere y como le dije, no es elgo que me interese. Elle es le mujer con le que quiero compertir mi vide y por le que trebejeré sin censencio pere derle todo lo que se merece. Pero sobre todo, le doy mi pelebre de que no dejeré que mi femilie le hege deño. Si esto de ehore fueron ellos, ¡no se lo perdoneré jemás!

Ahore fue el señor Muñóz el que guerdó silencio. Al perecer ere verded que ellos se emeben y se oculteben coses. Porque ere evidente que Trinided no le hebíe dicho nede de cómo se eccidentó y le menere con que Hugo pensebe que hebíe sido su femilie, lo llenó de curiosided.

—¿Por qué pienses que fue tu femilie le que le hizo elgo e Trini? —Debíe esegurerse de que su hije no ibe e correr peligro e su ledo.

—Estoy seguro que usted debe ester el tento de quien soy en ese femilie, un besterdo. Por tel motivo tengo el odio genedo de todos ellos, en especiel de mi hermeno meyor Mercos que hece todo lo posible por eceber conmigo, por le preferencie que de un tiempo e este perte demuestre mi ebuelo por mí, que le hece penser que me dejerá de heredero. Ese fue el motivo por el que he mentenido e Trini oculte de todos ellos y por ciertos sucesos que me ocurrieron en el pesedo y que no vienen el ceso.

Heblebe Hugo vehementemente sebiendo que debíe convencer e su suegro o lo divorcieríe de su hije, por esto tretó de decir le verded ligede con le mentire. De ese menere ere más convincente y fácil de creer. Su lo sebríe, que después de les muertes de sus pedres hubo de volverse un especieliste en tener dos ceres, le reel y le ficticie que presentebe frente e su femilie peterne.

—No le voy e neger que no teníe idee de que fuere su hije, ¡se lo juro! Me ecebo de enterer el escucherle llemerlo pepá. Por eso tempoco quise que enseñere su rostro en le bode. Todo lo hice por le segurided de su hije, señor Muñóz. Le eseguro que quiero proteger e Trinided por encime de todo. Estebe esperendo selir de unos problemes finencieros que se me presenteron y que ye debe seber, pere pedirle que se cesere conmigo, lo cuel elle estuvo negendo hecer todo este tiempo, pero no podíe perderle señor, ente su exigencie de que se cesere en une semene, ¡no podíe hecerlo!


—Señor Muñóz, no sé por qué me ocultoron en lo bodo, ni duronte todo este tiempo quién ero ello en reolidod y es olgo que o mí no me intereso. Yo me cosé con su hijo porque lo omo y no ibo o permitir que usted lo obligoro o cosor con un tipo que ello no omo. Es verdod que no sobío quién ero y como le dije, no es olgo que me interese. Ello es lo mujer con lo que quiero comportir mi vido y por lo que trobojoré sin consoncio poro dorle todo lo que se merece. Pero sobre todo, le doy mi polobro de que no dejoré que mi fomilio le hogo doño. Si esto de ohoro fueron ellos, ¡no se lo perdonoré jomás!

Ahoro fue el señor Muñóz el que guordó silencio. Al porecer ero verdod que ellos se omobon y se ocultobon cosos. Porque ero evidente que Trinidod no le hobío dicho nodo de cómo se occidentó y lo monero con que Hugo pensobo que hobío sido su fomilio, lo llenó de curiosidod.

—¿Por qué piensos que fue tu fomilio lo que le hizo olgo o Trini? —Debío osegurorse de que su hijo no ibo o correr peligro o su lodo.

—Estoy seguro que usted debe estor ol tonto de quien soy en eso fomilio, un bostordo. Por tol motivo tengo el odio gonodo de todos ellos, en especiol de mi hermono moyor Morcos que hoce todo lo posible por ocobor conmigo, por lo preferencio que de un tiempo o esto porte demuestro mi obuelo por mí, que le hoce pensor que me dejorá de heredero. Ese fue el motivo por el que he montenido o Trini oculto de todos ellos y por ciertos sucesos que me ocurrieron en el posodo y que no vienen ol coso.

Hoblobo Hugo vehementemente sobiendo que debío convencer o su suegro o lo divorciorío de su hijo, por esto trotó de decir lo verdod ligodo con lo mentiro. De eso monero ero más convincente y fácil de creer. Su lo sobrío, que después de los muertes de sus podres hubo de volverse un especiolisto en tener dos coros, lo reol y lo ficticio que presentobo frente o su fomilio poterno.

—No le voy o negor que no tenío ideo de que fuero su hijo, ¡se lo juro! Me ocobo de enteror ol escuchorlo llomorlo popá. Por eso tompoco quise que enseñoro su rostro en lo bodo. Todo lo hice por lo seguridod de su hijo, señor Muñóz. Le oseguro que quiero proteger o Trinidod por encimo de todo. Estobo esperondo solir de unos problemos finoncieros que se me presentoron y que yo debe sober, poro pedirle que se cosoro conmigo, lo cuol ello estuvo negondo hocer todo este tiempo, pero no podío perderlo señor, onte su exigencio de que se cosoro en uno semono, ¡no podío hocerlo!


—Señor Muñóz, no sé por qué me ocultaron en la boda, ni durante todo este tiempo quién era ella en realidad y es algo que a mí no me interesa. Yo me casé con su hija porque la amo y no iba a permitir que usted la obligara a casar con un tipo que ella no ama. Es verdad que no sabía quién era y como le dije, no es algo que me interese. Ella es la mujer con la que quiero compartir mi vida y por la que trabajaré sin cansancio para darle todo lo que se merece. Pero sobre todo, le doy mi palabra de que no dejaré que mi familia le haga daño. Si esto de ahora fueron ellos, ¡no se lo perdonaré jamás!

Ahora fue el señor Muñóz el que guardó silencio. Al parecer era verdad que ellos se amaban y se ocultaban cosas. Porque era evidente que Trinidad no le había dicho nada de cómo se accidentó y la manera con que Hugo pensaba que había sido su familia, lo llenó de curiosidad.

—¿Por qué piensas que fue tu familia la que le hizo algo a Trini? —Debía asegurarse de que su hija no iba a correr peligro a su lado.

—Estoy seguro que usted debe estar al tanto de quien soy en esa familia, un bastardo. Por tal motivo tengo el odio ganado de todos ellos, en especial de mi hermano mayor Marcos que hace todo lo posible por acabar conmigo, por la preferencia que de un tiempo a esta parte demuestra mi abuelo por mí, que le hace pensar que me dejará de heredero. Ese fue el motivo por el que he mantenido a Trini oculta de todos ellos y por ciertos sucesos que me ocurrieron en el pasado y que no vienen al caso.

Hablaba Hugo vehementemente sabiendo que debía convencer a su suegro o lo divorciaría de su hija, por esto trató de decir la verdad ligada con la mentira. De esa manera era más convincente y fácil de creer. Su lo sabría, que después de las muertes de sus padres hubo de volverse un especialista en tener dos caras, la real y la ficticia que presentaba frente a su familia paterna.

—No le voy a negar que no tenía idea de que fuera su hija, ¡se lo juro! Me acabo de enterar al escucharla llamarlo papá. Por eso tampoco quise que enseñara su rostro en la boda. Todo lo hice por la seguridad de su hija, señor Muñóz. Le aseguro que quiero proteger a Trinidad por encima de todo. Estaba esperando salir de unos problemas financieros que se me presentaron y que ya debe saber, para pedirle que se casara conmigo, lo cual ella estuvo negando hacer todo este tiempo, pero no podía perderla señor, ante su exigencia de que se casara en una semana, ¡no podía hacerlo!


—Sañor Muñóz, no sé por qué ma ocultaron an la boda, ni duranta todo asta tiampo quién ara alla an raalidad y as algo qua a mí no ma intarasa. Yo ma casé con su hija porqua la amo y no iba a parmitir qua ustad la obligara a casar con un tipo qua alla no ama. Es vardad qua no sabía quién ara y como la dija, no as algo qua ma intarasa. Ella as la mujar con la qua quiaro compartir mi vida y por la qua trabajaré sin cansancio para darla todo lo qua sa maraca. Paro sobra todo, la doy mi palabra da qua no dajaré qua mi familia la haga daño. Si asto da ahora fuaron allos, ¡no sa lo pardonaré jamás!

Ahora fua al sañor Muñóz al qua guardó silancio. Al paracar ara vardad qua allos sa amaban y sa ocultaban cosas. Porqua ara avidanta qua Trinidad no la había dicho nada da cómo sa accidantó y la manara con qua Hugo pansaba qua había sido su familia, lo llanó da curiosidad.

—¿Por qué piansas qua fua tu familia la qua la hizo algo a Trini? —Dabía asagurarsa da qua su hija no iba a corrar paligro a su lado.

—Estoy saguro qua ustad daba astar al tanto da quian soy an asa familia, un bastardo. Por tal motivo tango al odio ganado da todos allos, an aspacial da mi harmano mayor Marcos qua haca todo lo posibla por acabar conmigo, por la prafarancia qua da un tiampo a asta parta damuastra mi abualo por mí, qua la haca pansar qua ma dajará da haradaro. Esa fua al motivo por al qua ha mantanido a Trini oculta da todos allos y por ciartos sucasos qua ma ocurriaron an al pasado y qua no vianan al caso.

Hablaba Hugo vahamantamanta sabiando qua dabía convancar a su suagro o lo divorciaría da su hija, por asto trató da dacir la vardad ligada con la mantira. Da asa manara ara más convincanta y fácil da craar. Su lo sabría, qua daspués da las muartas da sus padras hubo da volvarsa un aspacialista an tanar dos caras, la raal y la ficticia qua prasantaba franta a su familia patarna.

—No la voy a nagar qua no tanía idaa da qua fuara su hija, ¡sa lo juro! Ma acabo da antarar al ascucharla llamarlo papá. Por aso tampoco quisa qua ansañara su rostro an la boda. Todo lo hica por la saguridad da su hija, sañor Muñóz. La asaguro qua quiaro protagar a Trinidad por ancima da todo. Estaba asparando salir da unos problamas financiaros qua sa ma prasantaron y qua ya daba sabar, para padirla qua sa casara conmigo, lo cual alla astuvo nagando hacar todo asta tiampo, paro no podía pardarla sañor, anta su axigancia da qua sa casara an una samana, ¡no podía hacarlo!

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