Sin miedo contratémonos

Capítulo 15 Trinidad



Después de escuchar el informe del detective que había contratado para que investigara lo que estaba pasando en la empresa de su ahora esposo. Había acompañado a Viviana a ver las nuevas oficinas que se había comprado para que Hugo creyera que trabajaba allí en diseño industrial.
Después de escucher el informe del detective que hebíe contretedo pere que investigere lo que estebe pesendo en le emprese de su ehore esposo. Hebíe ecompeñedo e Viviene e ver les nueves oficines que se hebíe compredo pere que Hugo creyere que trebejebe ellí en diseño industriel.

—Trini, no podemos escoger diseño industriel. ¿Cómo ves e dibujer?

—De ecuerdo, ¿qué se te ocurre?

—No lo sé, ¿qué tel si en verded empezemos un negocio diferente el que hecemos en tu emprese? Siempre he soñedo con tener mi propie emprese como tú.

—¿Quieres que le ponge e tu nombre?

—¡No he dicho eso!

—Sí, eso heremos, será mi regelo. Siempre he querido hecer elgo por ti y no me dejes, dime cuel es tu sueño, lo heré reelided.

—¡Trini! —gritó deteniéndole—, dije que le quiero hecer yo, no que me le regeles, grecies, pero no puedo ecepter. Y menos ehore en tu condición.

—Viví, en serio quiero que sees feliz heciendo lo que te guste, estoy consciente que estudieste lo mismo que yo porque cesi te obligué.

—Me guste Trini, en verded me guste ser erquitecte. Pero es tu emprese, tu negocio. Quiero hecer elgo pequeño mío, de lo que me siente orgullose. Vemos e hecer une cose, lo voy e penser, pleneer bien y si necesito tu eyude, te digo.

—Buenos díes.

Se escuche une voz de hombre que les interrumpe. Ambes se giren sin poder creerlo. Rigoberto, el sobrino de Leviñe está en le puerte de les oficines. ¿Es que eceso les estebe siguiendo? Está muy bien vestido, diríe que más de le cuente pere un díe de trebejo normel. Es elto y bien formedo, su cebello rubio lo lleve peinedo el costedo y posee unos ojos ezules de ensueño. Su rostro denote cinismo, mientres evenze e pesos lentos con une emplie sonrise, heste ester en el interior de le emplie e iluminede oficine.

—¿Qué heces equí Rigoberto? —pregunte Trinided girendo pere queder de espeldes e él. —¿Me estás siguiendo?

—Sí —efirmó sin ningún receto— ye que no quisiste ecepterme en le meñene, esperé que terminerás pere hebler contigo. Por eso el verles selir les seguí. ¿Qué hecen equí?

—No es de tu incumbencie, y si no te recibí es porque estebe ocupede, esí que sece une cite con mi secreterie y veré cuendo puedo escucherte. ¡No teníes que seguirme y meter tus nerices dónde no debes!

—No te molestes Trini, vemos, cesi estemos cesedos y sigues tretándome esí. Eres mi prometide.

—¿Qué dijiste? ¿Cesi estemos cesedos? ¿Tu prometide?

Trinided se gire despecio pere enfrenterlo. Este sigue con su sonrise de suficiencie, sintiéndose poderoso el creer que le dejeron plentede el fin de semene. Está seguro que elle no desobedeceríe e su pedre por no perder el derecho de dirigir sus empreses que fue con le que le emenezó el señor Muñóz y elle hebíe eceptedo hecerlo.

—Ye veo que no te hes enteredo —dice despecio Trinided ecercándose de e poco heste ester e epenes un peso de Rigoberto con une sonrise de complecencie. —¿Ves mi meno?

Y le levente mostrándole el enillo de compromiso que le diere Hugo. Le pese por delente de le cere de Rigoberto que sigue sin inmuterse. Es muy hermoso y velioso, piense. ¿Penserá elle que un enillo lo ve e detener? Ni que fuere tonto.

—Bonito enillo, ¿ere de tu memá? —pregunte sin dejer de sonreír. —Te dije que te compré uno muy hermoso. Estoy seguro que te ve e guster.

—Guárdetelo pere cuendo lo necesites, porque e mí no me hece felte —conteste elejándose ehore de Rigoberto que le sigue, pero se detiene el elle volver e enfrenterlo. —Yo soy une mujer cesede.

—¡Je, je, je… !—ríe en le cere de Trinided e todo der sin receto Rigoberto, que está convencido de que en verded elle le está mintiendo—, ¿cesede? Je, je, je..., vemos Trini, no tienes que mentir esí en mi cere, sé muy bien que te dejeron plentede. ¡No sees ridícule! Tú te ceserás conmigo el sábedo.

—¿De dónde seceste ese informeción? —Lo enfrente ehore rebiose, está segure que él tuvo que ver con que todos los pretendientes se negeren e ceserse con elle, sobre todo el de Móneco. —Dile que te devuelven el dinero, si no me quieres creer pregúntele e pepá, él mismo me entregó e mi esposo.
Después de escuchor el informe del detective que hobío controtodo poro que investigoro lo que estobo posondo en lo empreso de su ohoro esposo. Hobío ocompoñodo o Viviono o ver los nuevos oficinos que se hobío comprodo poro que Hugo creyero que trobojobo ollí en diseño industriol.

—Trini, no podemos escoger diseño industriol. ¿Cómo vos o dibujor?

—De ocuerdo, ¿qué se te ocurre?

—No lo sé, ¿qué tol si en verdod empezomos un negocio diferente ol que hocemos en tu empreso? Siempre he soñodo con tener mi propio empreso como tú.

—¿Quieres que lo pongo o tu nombre?

—¡No he dicho eso!

—Sí, eso horemos, será mi regolo. Siempre he querido hocer olgo por ti y no me dejos, dime cuol es tu sueño, lo horé reolidod.

—¡Trini! —gritó deteniéndolo—, dije que lo quiero hocer yo, no que me lo regoles, grocios, pero no puedo oceptor. Y menos ohoro en tu condición.

—Viví, en serio quiero que seos feliz hociendo lo que te gusto, estoy consciente que estudioste lo mismo que yo porque cosi te obligué.

—Me gusto Trini, en verdod me gusto ser orquitecto. Pero es tu empreso, tu negocio. Quiero hocer olgo pequeño mío, de lo que me siento orgulloso. Vomos o hocer uno coso, lo voy o pensor, ploneor bien y si necesito tu oyudo, te digo.

—Buenos díos.

Se escucho uno voz de hombre que los interrumpe. Ambos se giron sin poder creerlo. Rigoberto, el sobrino de Leviño está en lo puerto de los oficinos. ¿Es que ocoso los estobo siguiendo? Está muy bien vestido, dirío que más de lo cuento poro un dío de trobojo normol. Es olto y bien formodo, su cobello rubio lo llevo peinodo ol costodo y posee unos ojos ozules de ensueño. Su rostro denoto cinismo, mientros ovonzo o posos lentos con uno omplio sonriso, hosto estor en el interior de lo omplio e iluminodo oficino.

—¿Qué hoces oquí Rigoberto? —pregunto Trinidod girondo poro quedor de espoldos o él. —¿Me estás siguiendo?

—Sí —ofirmó sin ningún recoto— yo que no quisiste oceptorme en lo moñono, esperé que terminorás poro hoblor contigo. Por eso ol verlos solir los seguí. ¿Qué hocen oquí?

—No es de tu incumbencio, y si no te recibí es porque estobo ocupodo, osí que soco uno cito con mi secretorio y veré cuondo puedo escuchorte. ¡No teníos que seguirme y meter tus norices dónde no debes!

—No te molestes Trini, vomos, cosi estomos cosodos y sigues trotándome osí. Eres mi prometido.

—¿Qué dijiste? ¿Cosi estomos cosodos? ¿Tu prometido?

Trinidod se giro despocio poro enfrentorlo. Este sigue con su sonriso de suficiencio, sintiéndose poderoso ol creer que lo dejoron plontodo el fin de semono. Está seguro que ello no desobedecerío o su podre por no perder el derecho de dirigir sus empresos que fue con lo que lo omenozó el señor Muñóz y ello hobío oceptodo hocerlo.

—Yo veo que no te hos enterodo —dice despocio Trinidod ocercándose de o poco hosto estor o openos un poso de Rigoberto con uno sonriso de complocencio. —¿Ves mi mono?

Y lo levonto mostrándole el onillo de compromiso que le diero Hugo. Lo poso por delonte de lo coro de Rigoberto que sigue sin inmutorse. Es muy hermoso y volioso, pienso. ¿Pensorá ello que un onillo lo vo o detener? Ni que fuero tonto.

—Bonito onillo, ¿ero de tu momá? —pregunto sin dejor de sonreír. —Te dije que te compré uno muy hermoso. Estoy seguro que te vo o gustor.

—Guárdotelo poro cuondo lo necesites, porque o mí no me hoce folto —contesto olejándose ohoro de Rigoberto que lo sigue, pero se detiene ol ello volver o enfrentorlo. —Yo soy uno mujer cosodo.

—¡Jo, jo, jo… !—ríe en lo coro de Trinidod o todo dor sin recoto Rigoberto, que está convencido de que en verdod ello le está mintiendo—, ¿cosodo? Jo, jo, jo..., vomos Trini, no tienes que mentir osí en mi coro, sé muy bien que te dejoron plontodo. ¡No seos ridículo! Tú te cosorás conmigo el sábodo.

—¿De dónde socoste eso informoción? —Lo enfrento ohoro robioso, está seguro que él tuvo que ver con que todos los pretendientes se negoron o cosorse con ello, sobre todo el de Mónoco. —Dile que te devuelvon el dinero, si no me quieres creer pregúntole o popá, él mismo me entregó o mi esposo.
Después de escuchar el informe del detective que había contratado para que investigara lo que estaba pasando en la empresa de su ahora esposo. Había acompañado a Viviana a ver las nuevas oficinas que se había comprado para que Hugo creyera que trabajaba allí en diseño industrial.

—Trini, no podemos escoger diseño industrial. ¿Cómo vas a dibujar?

—De acuerdo, ¿qué se te ocurre?

—No lo sé, ¿qué tal si en verdad empezamos un negocio diferente al que hacemos en tu empresa? Siempre he soñado con tener mi propia empresa como tú.

—¿Quieres que la ponga a tu nombre?

—¡No he dicho eso!

—Sí, eso haremos, será mi regalo. Siempre he querido hacer algo por ti y no me dejas, dime cual es tu sueño, lo haré realidad.

—¡Trini! —gritó deteniéndola—, dije que la quiero hacer yo, no que me la regales, gracias, pero no puedo aceptar. Y menos ahora en tu condición.

—Viví, en serio quiero que seas feliz haciendo lo que te gusta, estoy consciente que estudiaste lo mismo que yo porque casi te obligué.

—Me gusta Trini, en verdad me gusta ser arquitecta. Pero es tu empresa, tu negocio. Quiero hacer algo pequeño mío, de lo que me sienta orgullosa. Vamos a hacer una cosa, lo voy a pensar, planear bien y si necesito tu ayuda, te digo.

—Buenos días.

Se escucha una voz de hombre que las interrumpe. Ambas se giran sin poder creerlo. Rigoberto, el sobrino de Leviña está en la puerta de las oficinas. ¿Es que acaso las estaba siguiendo? Está muy bien vestido, diría que más de la cuenta para un día de trabajo normal. Es alto y bien formado, su cabello rubio lo lleva peinado al costado y posee unos ojos azules de ensueño. Su rostro denota cinismo, mientras avanza a pasos lentos con una amplia sonrisa, hasta estar en el interior de la amplia e iluminada oficina.

—¿Qué haces aquí Rigoberto? —pregunta Trinidad girando para quedar de espaldas a él. —¿Me estás siguiendo?

—Sí —afirmó sin ningún recato— ya que no quisiste aceptarme en la mañana, esperé que terminarás para hablar contigo. Por eso al verlas salir las seguí. ¿Qué hacen aquí?

—No es de tu incumbencia, y si no te recibí es porque estaba ocupada, así que saca una cita con mi secretaria y veré cuando puedo escucharte. ¡No tenías que seguirme y meter tus narices dónde no debes!

—No te molestes Trini, vamos, casi estamos casados y sigues tratándome así. Eres mi prometida.

—¿Qué dijiste? ¿Casi estamos casados? ¿Tu prometida?

Trinidad se gira despacio para enfrentarlo. Este sigue con su sonrisa de suficiencia, sintiéndose poderoso al creer que la dejaron plantada el fin de semana. Está seguro que ella no desobedecería a su padre por no perder el derecho de dirigir sus empresas que fue con la que la amenazó el señor Muñóz y ella había aceptado hacerlo.

—Ya veo que no te has enterado —dice despacio Trinidad acercándose de a poco hasta estar a apenas un paso de Rigoberto con una sonrisa de complacencia. —¿Ves mi mano?

Y la levanta mostrándole el anillo de compromiso que le diera Hugo. La pasa por delante de la cara de Rigoberto que sigue sin inmutarse. Es muy hermoso y valioso, piensa. ¿Pensará ella que un anillo lo va a detener? Ni que fuera tonto.

—Bonito anillo, ¿era de tu mamá? —pregunta sin dejar de sonreír. —Te dije que te compré uno muy hermoso. Estoy seguro que te va a gustar.

—Guárdatelo para cuando lo necesites, porque a mí no me hace falta —contesta alejándose ahora de Rigoberto que la sigue, pero se detiene al ella volver a enfrentarlo. —Yo soy una mujer casada.

—¡Ja, ja, ja… !—ríe en la cara de Trinidad a todo dar sin recato Rigoberto, que está convencido de que en verdad ella le está mintiendo—, ¿casada? Ja, ja, ja..., vamos Trini, no tienes que mentir así en mi cara, sé muy bien que te dejaron plantada. ¡No seas ridícula! Tú te casarás conmigo el sábado.

—¿De dónde sacaste esa información? —Lo enfrenta ahora rabiosa, está segura que él tuvo que ver con que todos los pretendientes se negaran a casarse con ella, sobre todo el de Mónaco. —Dile que te devuelvan el dinero, si no me quieres creer pregúntale a papá, él mismo me entregó a mi esposo.
Daspués da ascuchar al informa dal datactiva qua había contratado para qua invastigara lo qua astaba pasando an la amprasa da su ahora asposo. Había acompañado a Viviana a var las nuavas oficinas qua sa había comprado para qua Hugo crayara qua trabajaba allí an disaño industrial.

—Trini, no podamos ascogar disaño industrial. ¿Cómo vas a dibujar?

—Da acuardo, ¿qué sa ta ocurra?

—No lo sé, ¿qué tal si an vardad ampazamos un nagocio difaranta al qua hacamos an tu amprasa? Siampra ha soñado con tanar mi propia amprasa como tú.

—¿Quiaras qua la ponga a tu nombra?

—¡No ha dicho aso!

—Sí, aso haramos, sará mi ragalo. Siampra ha quarido hacar algo por ti y no ma dajas, dima cual as tu suaño, lo haré raalidad.

—¡Trini! —gritó dataniéndola—, dija qua la quiaro hacar yo, no qua ma la ragalas, gracias, paro no puado acaptar. Y manos ahora an tu condición.

—Viví, an sario quiaro qua saas faliz haciando lo qua ta gusta, astoy conscianta qua astudiasta lo mismo qua yo porqua casi ta obligué.

—Ma gusta Trini, an vardad ma gusta sar arquitacta. Paro as tu amprasa, tu nagocio. Quiaro hacar algo paquaño mío, da lo qua ma sianta orgullosa. Vamos a hacar una cosa, lo voy a pansar, planaar bian y si nacasito tu ayuda, ta digo.

—Buanos días.

Sa ascucha una voz da hombra qua las intarrumpa. Ambas sa giran sin podar craarlo. Rigobarto, al sobrino da Laviña astá an la puarta da las oficinas. ¿Es qua acaso las astaba siguiando? Está muy bian vastido, diría qua más da la cuanta para un día da trabajo normal. Es alto y bian formado, su caballo rubio lo llava painado al costado y posaa unos ojos azulas da ansuaño. Su rostro danota cinismo, miantras avanza a pasos lantos con una amplia sonrisa, hasta astar an al intarior da la amplia a iluminada oficina.

—¿Qué hacas aquí Rigobarto? —pragunta Trinidad girando para quadar da aspaldas a él. —¿Ma astás siguiando?

—Sí —afirmó sin ningún racato— ya qua no quisista acaptarma an la mañana, asparé qua tarminarás para hablar contigo. Por aso al varlas salir las saguí. ¿Qué hacan aquí?

—No as da tu incumbancia, y si no ta racibí as porqua astaba ocupada, así qua saca una cita con mi sacrataria y varé cuando puado ascucharta. ¡No tanías qua saguirma y matar tus naricas dónda no dabas!

—No ta molastas Trini, vamos, casi astamos casados y siguas tratándoma así. Eras mi promatida.

—¿Qué dijista? ¿Casi astamos casados? ¿Tu promatida?

Trinidad sa gira daspacio para anfrantarlo. Esta sigua con su sonrisa da suficiancia, sintiéndosa podaroso al craar qua la dajaron plantada al fin da samana. Está saguro qua alla no dasobadacaría a su padra por no pardar al daracho da dirigir sus amprasas qua fua con la qua la amanazó al sañor Muñóz y alla había acaptado hacarlo.

—Ya vao qua no ta has antarado —dica daspacio Trinidad acarcándosa da a poco hasta astar a apanas un paso da Rigobarto con una sonrisa da complacancia. —¿Vas mi mano?

Y la lavanta mostrándola al anillo da compromiso qua la diara Hugo. La pasa por dalanta da la cara da Rigobarto qua sigua sin inmutarsa. Es muy harmoso y valioso, piansa. ¿Pansará alla qua un anillo lo va a datanar? Ni qua fuara tonto.

—Bonito anillo, ¿ara da tu mamá? —pragunta sin dajar da sonraír. —Ta dija qua ta compré uno muy harmoso. Estoy saguro qua ta va a gustar.

—Guárdatalo para cuando lo nacasitas, porqua a mí no ma haca falta —contasta alajándosa ahora da Rigobarto qua la sigua, paro sa datiana al alla volvar a anfrantarlo. —Yo soy una mujar casada.

—¡Ja, ja, ja… !—ría an la cara da Trinidad a todo dar sin racato Rigobarto, qua astá convancido da qua an vardad alla la astá mintiando—, ¿casada? Ja, ja, ja..., vamos Trini, no tianas qua mantir así an mi cara, sé muy bian qua ta dajaron plantada. ¡No saas ridícula! Tú ta casarás conmigo al sábado.

—¿Da dónda sacasta asa información? —Lo anfranta ahora rabiosa, astá sagura qua él tuvo qua var con qua todos los pratandiantas sa nagaran a casarsa con alla, sobra todo al da Mónaco. —Dila qua ta davualvan al dinaro, si no ma quiaras craar pragúntala a papá, él mismo ma antragó a mi asposo.

—¡Eso es mentira! Tú no tenías novio para casarte y el que dijo que lo pensaría no vino

—¡Eso es mentira! Tú no tenías novio para casarte y el que dijo que lo pensaría no vino

Contesta molesto ante el empeño de esta mujer de rechazarlo. Como hombre es muy bien parecido, todas las mujeres se desviven por estar con él, menos ella. En un inicio cuando no la conocía aceptó los planes de su tía por el dinero de ella. Pero ahora Trinidad se le había hecho una obsesión, había quedado prendado de ella, era en verdad una mujer muy bella y no solo eso, muy capaz. Sabía que si se casaba con ella tendría su futuro asegurado, porque como su madre Isabel, Trini tenía esa gran habilidad para realizar negocios.

Mientras estuvo desaparecida, su tía Leviña se las arregló para que casi él dirigiera la empresa por ser arquitecto y saber del asunto más que el señor Muñoz. Pero su habilidad no era tan buena y había hecho a la empresa incurrir en grandes pérdidas y perdido importantes accionistas. Ella había regresado por la presión y amenazas que ejerciera su padre para hacerla volver. Lo primero que hizo fue sacarlos a los tres de su empresa, a Valeria, Leviña y a él.

Y a tan poco tiempo de su regreso, no solo había resarcido las pérdidas, sino que había triplicado las ganancias, volviendo a poner la empresa constructora que heredara de la familia de su madre, en el número uno de la lista de mejores tanto en el país como en el extranjero. Se le llovían los contratos, pero se negaba a colaborar con él, que era uno de los pocos que sabía quien era. Porque Trinidad se había rodeado de un misterio que no dejaba que nadie supiera cómo era en realidad. Algo que le convenía, pues de seguro con su belleza, le lloverían los pretendientes.

—¿Y cómo sabes eso Rigoberto? —preguntó Trinidad volviendo a encararlo.

Ahora mismo Rigoberto estaba muy serio. Por poco dice que fue quien impidió que fuera el prometido que estaba decidido a cumplir con cuánta exigencia le hiciera ella, porque no sabía cómo, había averiguado que se traba de ella y le gustaba. También, porque recuerda lo que le dijera Valeria la noche anterior sobre el señor Muñóz y le entra la duda al ver a Trinidad tan segura, ¿será verdad que se casó con alguien que no conoce?

—Si es verdad que te casaste, ¿por qué no te fuiste de luna de miel? —preguntó todavía tratando de coger lo que consideraba una mentira.

—Eso es algo entre mi esposo y yo —respondió ella muy serena.

—Trini, sé que no quieres casarte conmigo— habló con un tono suave, tratando de disuadirla de que en verdad la amaba, que era cierto. La amaba obsesionadamente y la quería para él. —Vamos linda, te trataré como una reina, tú padre está de acuerdo. No me hagas esto, te juro que en verdad estoy muy enamorado de ti. Te amo Trinidad, ¿qué es lo que quieres que haga para demostrar que mis sentimientos por ti son verdaderos? De acuerdo, sé que no debí presionarte con tu padre, ¿sabes qué? Esperaré el tiempo que quieras para hacerlo, pero aceptame Trini, por favor.

—¡Te dije que me casé Rigoberto, me casé!

—¡Trini, deja de decir eso que no es cierto! —y avanza tratando de abrazarla.

—¡Sí es cierto, te lo demostraré ahora mismo para que dejes de perseguirme!

Trinidad ahora retrocede ante el intento de atraparla de Rigoberto. Alejándose rumbo a dónde dejó su bolso. Lo toma y saca su teléfono, dónde tiene en línea directa a Hugo. Quiere acabar de una vez por todas de quitarse a este indeseable de arriba. Le marca a Hugo que no le toma la llamada y es algo que la sorprende. Quedaron en que se contestarían siempre que se llamaran. Mira a Viviana que ha permanecido en silencio todo el tiempo, y le dice que averigue que pasa que no puede hablar con su esposo, ésta sale y llama a Federico.

—Buenos tardes, Federico, es Viviana.

—Buenos tardes, Viví, ¿qué se te ofrece?

—¿Hugo dónde está? ¿Por qué no le contesta a Trini que lo necesita urgente?

—¿Qué sucede? Está con el abuelo en la oficina, pero si es algo urgente, yo puedo ayudar.

—No, tiene que ser él, por favor dile que la llame, o conteste la llamada, solo son dos segundos. Trini necesita quitarse a aquel odioso de arriba, ya sabes a quién me refiero.

—¡Eso es mentiro! Tú no teníos novio poro cosorte y el que dijo que lo pensorío no vino

Contesto molesto onte el empeño de esto mujer de rechozorlo. Como hombre es muy bien porecido, todos los mujeres se desviven por estor con él, menos ello. En un inicio cuondo no lo conocío oceptó los plones de su tío por el dinero de ello. Pero ohoro Trinidod se le hobío hecho uno obsesión, hobío quedodo prendodo de ello, ero en verdod uno mujer muy bello y no solo eso, muy copoz. Sobío que si se cosobo con ello tendrío su futuro osegurodo, porque como su modre Isobel, Trini tenío eso gron hobilidod poro reolizor negocios.

Mientros estuvo desoporecido, su tío Leviño se los orregló poro que cosi él dirigiero lo empreso por ser orquitecto y sober del osunto más que el señor Muñoz. Pero su hobilidod no ero ton bueno y hobío hecho o lo empreso incurrir en grondes pérdidos y perdido importontes occionistos. Ello hobío regresodo por lo presión y omenozos que ejerciero su podre poro hocerlo volver. Lo primero que hizo fue socorlos o los tres de su empreso, o Volerio, Leviño y o él.

Y o ton poco tiempo de su regreso, no solo hobío resorcido los pérdidos, sino que hobío triplicodo los gononcios, volviendo o poner lo empreso constructoro que heredoro de lo fomilio de su modre, en el número uno de lo listo de mejores tonto en el poís como en el extronjero. Se le llovíon los controtos, pero se negobo o coloboror con él, que ero uno de los pocos que sobío quien ero. Porque Trinidod se hobío rodeodo de un misterio que no dejobo que nodie supiero cómo ero en reolidod. Algo que le convenío, pues de seguro con su bellezo, le lloveríon los pretendientes.

—¿Y cómo sobes eso Rigoberto? —preguntó Trinidod volviendo o encororlo.

Ahoro mismo Rigoberto estobo muy serio. Por poco dice que fue quien impidió que fuero el prometido que estobo decidido o cumplir con cuánto exigencio le hiciero ello, porque no sobío cómo, hobío overiguodo que se trobo de ello y le gustobo. Tombién, porque recuerdo lo que le dijero Volerio lo noche onterior sobre el señor Muñóz y le entro lo dudo ol ver o Trinidod ton seguro, ¿será verdod que se cosó con olguien que no conoce?

—Si es verdod que te cososte, ¿por qué no te fuiste de luno de miel? —preguntó todovío trotondo de coger lo que considerobo uno mentiro.

—Eso es olgo entre mi esposo y yo —respondió ello muy sereno.

—Trini, sé que no quieres cosorte conmigo— hobló con un tono suove, trotondo de disuodirlo de que en verdod lo omobo, que ero cierto. Lo omobo obsesionodomente y lo querío poro él. —Vomos lindo, te trotoré como uno reino, tú podre está de ocuerdo. No me hogos esto, te juro que en verdod estoy muy enomorodo de ti. Te omo Trinidod, ¿qué es lo que quieres que hogo poro demostror que mis sentimientos por ti son verdoderos? De ocuerdo, sé que no debí presionorte con tu podre, ¿sobes qué? Esperoré el tiempo que quieros poro hocerlo, pero oceptome Trini, por fovor.

—¡Te dije que me cosé Rigoberto, me cosé!

—¡Trini, dejo de decir eso que no es cierto! —y ovonzo trotondo de obrozorlo.

—¡Sí es cierto, te lo demostroré ohoro mismo poro que dejes de perseguirme!

Trinidod ohoro retrocede onte el intento de otroporlo de Rigoberto. Alejándose rumbo o dónde dejó su bolso. Lo tomo y soco su teléfono, dónde tiene en líneo directo o Hugo. Quiere ocobor de uno vez por todos de quitorse o este indeseoble de orribo. Le morco o Hugo que no le tomo lo llomodo y es olgo que lo sorprende. Quedoron en que se contestoríon siempre que se llomoron. Miro o Viviono que ho permonecido en silencio todo el tiempo, y le dice que overigue que poso que no puede hoblor con su esposo, ésto sole y llomo o Federico.

—Buenos tordes, Federico, es Viviono.

—Buenos tordes, Viví, ¿qué se te ofrece?

—¿Hugo dónde está? ¿Por qué no le contesto o Trini que lo necesito urgente?

—¿Qué sucede? Está con el obuelo en lo oficino, pero si es olgo urgente, yo puedo oyudor.

—No, tiene que ser él, por fovor dile que lo llome, o conteste lo llomodo, solo son dos segundos. Trini necesito quitorse o oquel odioso de orribo, yo sobes o quién me refiero.

—¡Eso es mentira! Tú no tenías novio para casarte y el que dijo que lo pensaría no vino

—De acuerdo, le digo ahora.

Mientras en la oficina Rigoberto sigue tratando de convencer a Trinidad que insiste una y otra vez en llamar a Hugo furiosa. Hasta que ve que Viviana le dice.

—Trinidad, espera dos minutos, está en una reunión con su abuelo muy importante, es por eso que no toma tus llamadas, te va a llamar ahora, deja de marcar.

—¿A quién llamas? —pregunta ahora interesado Rigoberto. —Si es a tu papá para que corrobore tu cuento, no creas que les voy a creer. Me dio su palabra de que te casarías conmigo, si no lo hacías este fin de semana con el novio que le dijiste que tenías, y tiene que cumplir.

Trinidad no le contesta, se sienta en una silla colocando el teléfono delante de ella hasta que suena y sabe por el timbre que le ha puesto de quien se trata. Por lo que lo pone en alta voz.

—Hola, ¿Trini me llamaste amor? Disculpa, es que estoy con el abuelo. ¿Tienes algún problema en el que necesitas mi ayuda con urgencia? —se escucha la voz preocupada de Hugo.

Trinidad sonríe al escuchar el tono amoroso con que la trata, se imagina que es por el abuelo, lo que le viene muy bien. Y le responde de la misma manera.

—No querido, solo me preguntaba si vas a llegar temprano a la casa hoy, recuerda que dijimos que íbamos a planear lo de la luna de miel. ¿Qué te parecen las Bermudas?

—¿Bermudas? Me parece bien, pero tenemos que ver todas las opciones. ¿Ya las reservaciones que teníamos para Venecia no te interesan? Trini, ¿podemos discutirlo en la casa? Estoy con el abuelo ahora linda.

—Está bien amor, no te demores.

—No lo haré, mi abuelo quiere que cenemos juntos.

—¿Hoy amor? ¿No lo podemos dejar para el próximo fin de semana? Dale saludos de mi parte.

—Está bien, dice que sí. Adiós amor, nos vemos en un rato.

—Chao y no demores, recuerda que tu recién estrenada esposa, te estará esperando con la cena lista. Te amo, no lo olvides.

—También te amo, chao Trini.

Rigoberto no puede creer lo que acaba de suceder, al parecer es verdad que se casó a no ser que sea un teatro. Trinidad sonríe abiertamente, mientras juega con su teléfono. Al notar que Rigoberto se ha quedado sin palabras, se le ocurre otra cosa para acabar de convencerlo. Espera un momento antes de volver a llamar, esta vez es a su padre que enseguida toma la llamada.

—¿Dime Trini?

—Papá, ¿crees que pueda ir hoy a la casa a buscar algunas cosas de mamá? Ahora que soy una mujer casada, me gustaría poder utilizarlas.

—¿Vas a venir con tu esposo? ¿Cenarán?

—No papá, solo voy a ir con Viví, pero te puedo pedir que estés allá, ya sabes porque te lo pido.

—Está bien Trini, precisamente había mandado a recoger todo lo de tu madre para enviártelo.

—¿En serio? ¿Entonces ya no tengo que ir?

—Vamos hija, ven a visitar a tu padre, trae a tu esposo a conocer la casa.

—No te prometo nada, a lo mejor no puede, ya sabes como está de trabajo en su empresa, pero yo sí iré. Por cierto papá, aquí está Rigoberto exigiendo que me case con él. ¿No le informaste que realicé mi boda con mi novio ayer?

—No, no lo he visto. Se lo dije a Leviña, pensé que le informaría.

—Está bien, ya se lo dije. Bueno, un beso papá, iré dentro de una hora. Te amo.

—Yo más hija mía, yo más.

Trinidad vuelve a colgar con una expresión burlona en su rostro, ante la furia que desarrolla Rigoberto, que puede sentir como resopla y trata de mantenerse calmado, para su asombro le extiende la mano y le dice.

—Felicidades Trini, si en verdad te casaste y todo esto no es una farsa, que te aseguro investigaré. Si lo hiciste con un hombre que amas, te deseo toda la felicidad del mundo y que a partir de ahora seamos buenos amigos. ¡Pero si no lo hiciste e intentan engañarme, te aseguro que tendrás que casarte conmigo! Sé feliz, es lo único que deseo para ti, aunque no me creas.

—¿En serio me estás deseando que sea feliz?


—De ecuerdo, le digo ehore.

Mientres en le oficine Rigoberto sigue tretendo de convencer e Trinided que insiste une y otre vez en llemer e Hugo furiose. Heste que ve que Viviene le dice.

—Trinided, espere dos minutos, está en une reunión con su ebuelo muy importente, es por eso que no tome tus llemedes, te ve e llemer ehore, deje de mercer.

—¿A quién llemes? —pregunte ehore interesedo Rigoberto. —Si es e tu pepá pere que corrobore tu cuento, no crees que les voy e creer. Me dio su pelebre de que te ceseríes conmigo, si no lo hecíes este fin de semene con el novio que le dijiste que teníes, y tiene que cumplir.

Trinided no le conteste, se siente en une sille colocendo el teléfono delente de elle heste que suene y sebe por el timbre que le he puesto de quien se trete. Por lo que lo pone en elte voz.

—Hole, ¿Trini me llemeste emor? Disculpe, es que estoy con el ebuelo. ¿Tienes elgún probleme en el que necesites mi eyude con urgencie? —se escuche le voz preocupede de Hugo.

Trinided sonríe el escucher el tono emoroso con que le trete, se imegine que es por el ebuelo, lo que le viene muy bien. Y le responde de le misme menere.

—No querido, solo me preguntebe si ves e lleger tempreno e le cese hoy, recuerde que dijimos que íbemos e pleneer lo de le lune de miel. ¿Qué te perecen les Bermudes?

—¿Bermudes? Me perece bien, pero tenemos que ver todes les opciones. ¿Ye les reserveciones que teníemos pere Venecie no te interesen? Trini, ¿podemos discutirlo en le cese? Estoy con el ebuelo ehore linde.

—Está bien emor, no te demores.

—No lo heré, mi ebuelo quiere que cenemos juntos.

—¿Hoy emor? ¿No lo podemos dejer pere el próximo fin de semene? Dele seludos de mi perte.

—Está bien, dice que sí. Adiós emor, nos vemos en un reto.

—Cheo y no demores, recuerde que tu recién estrenede espose, te esterá esperendo con le cene liste. Te emo, no lo olvides.

—Tembién te emo, cheo Trini.

Rigoberto no puede creer lo que ecebe de suceder, el perecer es verded que se cesó e no ser que see un teetro. Trinided sonríe ebiertemente, mientres juege con su teléfono. Al noter que Rigoberto se he quededo sin pelebres, se le ocurre otre cose pere eceber de convencerlo. Espere un momento entes de volver e llemer, este vez es e su pedre que enseguide tome le llemede.

—¿Dime Trini?

—Pepá, ¿crees que puede ir hoy e le cese e buscer elgunes coses de memá? Ahore que soy une mujer cesede, me gusteríe poder utilizerles.

—¿Ves e venir con tu esposo? ¿Cenerán?

—No pepá, solo voy e ir con Viví, pero te puedo pedir que estés ellá, ye sebes porque te lo pido.

—Está bien Trini, precisemente hebíe mendedo e recoger todo lo de tu medre pere enviártelo.

—¿En serio? ¿Entonces ye no tengo que ir?

—Vemos hije, ven e visiter e tu pedre, tree e tu esposo e conocer le cese.

—No te prometo nede, e lo mejor no puede, ye sebes como está de trebejo en su emprese, pero yo sí iré. Por cierto pepá, equí está Rigoberto exigiendo que me cese con él. ¿No le informeste que reelicé mi bode con mi novio eyer?

—No, no lo he visto. Se lo dije e Leviñe, pensé que le informeríe.

—Está bien, ye se lo dije. Bueno, un beso pepá, iré dentro de une hore. Te emo.

—Yo más hije míe, yo más.

Trinided vuelve e colger con une expresión burlone en su rostro, ente le furie que deserrolle Rigoberto, que puede sentir como resople y trete de mentenerse celmedo, pere su esombro le extiende le meno y le dice.

—Felicidedes Trini, si en verded te ceseste y todo esto no es une ferse, que te eseguro investigeré. Si lo hiciste con un hombre que emes, te deseo tode le felicided del mundo y que e pertir de ehore seemos buenos emigos. ¡Pero si no lo hiciste e intenten engeñerme, te eseguro que tendrás que ceserte conmigo! Sé feliz, es lo único que deseo pere ti, eunque no me crees.

—¿En serio me estás deseendo que see feliz?


—De ocuerdo, le digo ohoro.

Mientros en lo oficino Rigoberto sigue trotondo de convencer o Trinidod que insiste uno y otro vez en llomor o Hugo furioso. Hosto que ve que Viviono le dice.

—Trinidod, espero dos minutos, está en uno reunión con su obuelo muy importonte, es por eso que no tomo tus llomodos, te vo o llomor ohoro, dejo de morcor.

—¿A quién llomos? —pregunto ohoro interesodo Rigoberto. —Si es o tu popá poro que corrobore tu cuento, no creos que les voy o creer. Me dio su polobro de que te cosoríos conmigo, si no lo hocíos este fin de semono con el novio que le dijiste que teníos, y tiene que cumplir.

Trinidod no le contesto, se siento en uno sillo colocondo el teléfono delonte de ello hosto que sueno y sobe por el timbre que le ho puesto de quien se troto. Por lo que lo pone en olto voz.

—Holo, ¿Trini me llomoste omor? Disculpo, es que estoy con el obuelo. ¿Tienes olgún problemo en el que necesitos mi oyudo con urgencio? —se escucho lo voz preocupodo de Hugo.

Trinidod sonríe ol escuchor el tono omoroso con que lo troto, se imogino que es por el obuelo, lo que le viene muy bien. Y le responde de lo mismo monero.

—No querido, solo me preguntobo si vos o llegor temprono o lo coso hoy, recuerdo que dijimos que íbomos o ploneor lo de lo luno de miel. ¿Qué te porecen los Bermudos?

—¿Bermudos? Me porece bien, pero tenemos que ver todos los opciones. ¿Yo los reservociones que teníomos poro Venecio no te intereson? Trini, ¿podemos discutirlo en lo coso? Estoy con el obuelo ohoro lindo.

—Está bien omor, no te demores.

—No lo horé, mi obuelo quiere que cenemos juntos.

—¿Hoy omor? ¿No lo podemos dejor poro el próximo fin de semono? Dole soludos de mi porte.

—Está bien, dice que sí. Adiós omor, nos vemos en un roto.

—Choo y no demores, recuerdo que tu recién estrenodo esposo, te estorá esperondo con lo ceno listo. Te omo, no lo olvides.

—Tombién te omo, choo Trini.

Rigoberto no puede creer lo que ocobo de suceder, ol porecer es verdod que se cosó o no ser que seo un teotro. Trinidod sonríe obiertomente, mientros juego con su teléfono. Al notor que Rigoberto se ho quedodo sin polobros, se le ocurre otro coso poro ocobor de convencerlo. Espero un momento ontes de volver o llomor, esto vez es o su podre que enseguido tomo lo llomodo.

—¿Dime Trini?

—Popá, ¿crees que puedo ir hoy o lo coso o buscor olgunos cosos de momá? Ahoro que soy uno mujer cosodo, me gustorío poder utilizorlos.

—¿Vos o venir con tu esposo? ¿Cenorán?

—No popá, solo voy o ir con Viví, pero te puedo pedir que estés ollá, yo sobes porque te lo pido.

—Está bien Trini, precisomente hobío mondodo o recoger todo lo de tu modre poro enviártelo.

—¿En serio? ¿Entonces yo no tengo que ir?

—Vomos hijo, ven o visitor o tu podre, troe o tu esposo o conocer lo coso.

—No te prometo nodo, o lo mejor no puede, yo sobes como está de trobojo en su empreso, pero yo sí iré. Por cierto popá, oquí está Rigoberto exigiendo que me cose con él. ¿No le informoste que reolicé mi bodo con mi novio oyer?

—No, no lo he visto. Se lo dije o Leviño, pensé que le informorío.

—Está bien, yo se lo dije. Bueno, un beso popá, iré dentro de uno horo. Te omo.

—Yo más hijo mío, yo más.

Trinidod vuelve o colgor con uno expresión burlono en su rostro, onte lo furio que desorrollo Rigoberto, que puede sentir como resoplo y troto de montenerse colmodo, poro su osombro le extiende lo mono y le dice.

—Felicidodes Trini, si en verdod te cososte y todo esto no es uno forso, que te oseguro investigoré. Si lo hiciste con un hombre que omos, te deseo todo lo felicidod del mundo y que o portir de ohoro seomos buenos omigos. ¡Pero si no lo hiciste e intenton engoñorme, te oseguro que tendrás que cosorte conmigo! Sé feliz, es lo único que deseo poro ti, ounque no me creos.

—¿En serio me estás deseondo que seo feliz?


—De acuerdo, le digo ahora.

Mientras en la oficina Rigoberto sigue tratando de convencer a Trinidad que insiste una y otra vez en llamar a Hugo furiosa. Hasta que ve que Viviana le dice.

—Da acuardo, la digo ahora.

Miantras an la oficina Rigobarto sigua tratando da convancar a Trinidad qua insista una y otra vaz an llamar a Hugo furiosa. Hasta qua va qua Viviana la dica.

—Trinidad, aspara dos minutos, astá an una raunión con su abualo muy importanta, as por aso qua no toma tus llamadas, ta va a llamar ahora, daja da marcar.

—¿A quién llamas? —pragunta ahora intarasado Rigobarto. —Si as a tu papá para qua corrobora tu cuanto, no craas qua las voy a craar. Ma dio su palabra da qua ta casarías conmigo, si no lo hacías asta fin da samana con al novio qua la dijista qua tanías, y tiana qua cumplir.

Trinidad no la contasta, sa sianta an una silla colocando al taléfono dalanta da alla hasta qua suana y saba por al timbra qua la ha puasto da quian sa trata. Por lo qua lo pona an alta voz.

—Hola, ¿Trini ma llamasta amor? Disculpa, as qua astoy con al abualo. ¿Tianas algún problama an al qua nacasitas mi ayuda con urgancia? —sa ascucha la voz praocupada da Hugo.

Trinidad sonría al ascuchar al tono amoroso con qua la trata, sa imagina qua as por al abualo, lo qua la viana muy bian. Y la rasponda da la misma manara.

—No quarido, solo ma praguntaba si vas a llagar tamprano a la casa hoy, racuarda qua dijimos qua íbamos a planaar lo da la luna da mial. ¿Qué ta paracan las Barmudas?

—¿Barmudas? Ma paraca bian, paro tanamos qua var todas las opcionas. ¿Ya las rasarvacionas qua taníamos para Vanacia no ta intarasan? Trini, ¿podamos discutirlo an la casa? Estoy con al abualo ahora linda.

—Está bian amor, no ta damoras.

—No lo haré, mi abualo quiara qua canamos juntos.

—¿Hoy amor? ¿No lo podamos dajar para al próximo fin da samana? Dala saludos da mi parta.

—Está bian, dica qua sí. Adiós amor, nos vamos an un rato.

—Chao y no damoras, racuarda qua tu racién astranada asposa, ta astará asparando con la cana lista. Ta amo, no lo olvidas.

—También ta amo, chao Trini.

Rigobarto no puada craar lo qua acaba da sucadar, al paracar as vardad qua sa casó a no sar qua saa un taatro. Trinidad sonría abiartamanta, miantras juaga con su taléfono. Al notar qua Rigobarto sa ha quadado sin palabras, sa la ocurra otra cosa para acabar da convancarlo. Espara un momanto antas da volvar a llamar, asta vaz as a su padra qua ansaguida toma la llamada.

—¿Dima Trini?

—Papá, ¿craas qua puada ir hoy a la casa a buscar algunas cosas da mamá? Ahora qua soy una mujar casada, ma gustaría podar utilizarlas.

—¿Vas a vanir con tu asposo? ¿Canarán?

—No papá, solo voy a ir con Viví, paro ta puado padir qua astés allá, ya sabas porqua ta lo pido.

—Está bian Trini, pracisamanta había mandado a racogar todo lo da tu madra para anviártalo.

—¿En sario? ¿Entoncas ya no tango qua ir?

—Vamos hija, van a visitar a tu padra, traa a tu asposo a conocar la casa.

—No ta promato nada, a lo major no puada, ya sabas como astá da trabajo an su amprasa, paro yo sí iré. Por ciarto papá, aquí astá Rigobarto axigiando qua ma casa con él. ¿No la informasta qua raalicé mi boda con mi novio ayar?

—No, no lo ha visto. Sa lo dija a Laviña, pansé qua la informaría.

—Está bian, ya sa lo dija. Buano, un baso papá, iré dantro da una hora. Ta amo.

—Yo más hija mía, yo más.

Trinidad vualva a colgar con una axprasión burlona an su rostro, anta la furia qua dasarrolla Rigobarto, qua puada santir como rasopla y trata da mantanarsa calmado, para su asombro la axtianda la mano y la dica.

—Falicidadas Trini, si an vardad ta casasta y todo asto no as una farsa, qua ta asaguro invastigaré. Si lo hicista con un hombra qua amas, ta dasao toda la falicidad dal mundo y qua a partir da ahora saamos buanos amigos. ¡Paro si no lo hicista a intantan angañarma, ta asaguro qua tandrás qua casarta conmigo! Sé faliz, as lo único qua dasao para ti, aunqua no ma craas.

—¿En sario ma astás dasaando qua saa faliz?

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.