Sin miedo contratémonos

Capítulo 14 El abuelo



Para Máximo Fuentes el honor de la familia había sido lo más importante en su vida. Por lo cual se casó con una señorita de la alta sociedad a la que no amaba, abandonando a la mujer que adoraba. Y como tal sentía que todos los hombres en su familia debían hacer tal sacrificio. Por suerte o desgracia había tenido cuatro hijos varones. A los cuales les exigía ese comportamiento.
Para Máximo Fuentes el honor de la familia había sido lo más importante en su vida. Por lo cual se casó con una señorita de la alta sociedad a la que no amaba, abandonando a la mujer que adoraba. Y como tal sentía que todos los hombres en su familia debían hacer tal sacrificio. Por suerte o desgracia había tenido cuatro hijos varones. A los cuales les exigía ese comportamiento.

Los tres mayores se casaron con quien él escogió, no así su hijo menor Humberto. Éste estaba locamente enamorado de Susana, una chica muy hermosa hija de una familia de clase media.

—¡Tienes que dejarla o te desheredo! — le había exigido a su hijo.

Como respuesta Humberto sin decir una sola, palabra se había puesto de pie y tirado encima del buró de su padre, todos sus documentos y tarjetas bancarias y había desaparecido de la faz de la tierra. Dejando a la esposa que él le había impuesto, embarazada de Marco. Por más de diecinueve años lo buscó con ahínco, hasta esa noche fatídica en que lo llamaron en medio de la noche.

—¿Es usted el señor Máximo Fuentes?

—Él mismo, ¿quién me llama a éstas horas de la noche?

—Es la policía, me temo señor que no le tenemos buenas noticias. Acabamos de reconocer un cadáver en la morgue por su huellas dactilares. Es Humberto Fuentes, señor, su hijo. ¿Puede venir a reconocerlo mañana?

Se había levantado de un golpe y dirigido a esa misma hora a la morgue de la prefactura. Allí todo amoratado se encontraba su hijo menor, Humberto. Se quedó horas mirándolo después de asegurarse de que era él. Un detective interrumpió su silencio después de un tiempo prudencial.

—Murieron en un accidente, perdieron el control del coche y se precipitaron por el abismo.

—¿Murieron?

—Sí, la señora y él. Aunque hay algo extraño que nos gustaría que nos aclarara.

—¿Extraño?

—Los documentos que portan ambos son falsos. Se hace llamar Heriberto García y su esposa, Aurelia García.

—Ya veo, no es extraño. Abandonó a mi familia y se cambió el nombre.

—¿Fue eso? Bueno, aclarado ese punto. Existe algo más.

—¿Algo más?

—Sí, tienen un hijo que está cursando su carrera en Harvard de Arquitecto.

—¿Tenían un hijo?

— Sí, tiene recién cumplido los dieciocho años, y como le dije ingresó en Harvard. Es un chico muy estudioso según averigüé.

—¿Cómo se llama?

—Hugo García. ¿Le informa usted o nosotros de la muerte de sus padres?

—Lo haré yo mismo y ni una sola palabra de que el chico existe a nadie.

Después de realizar el entierro de su hijo y enterrarlo en el panteón familiar y a su mujer en una tumba común. Tomó su avión y se presentó delante de Hugo que no comprendía quién era este rico señor y mucho menos por qué lo llamaba.

—Buenas tardes— saludó.

Hugo era de muy alto, de cabello ondulado que llevaba todo despeinado, unos zapatos y pantalones llenos de agujeros, acompañados de una gran camisa y chaqueta.

—Soy tu abuelo —le dijo sin más preámbulos— tus padres acaban de morir en un accidente de auto.

—¡¿Qué?! ¡Eso es imposible!

Lo vio caminar de un lado a otro deteniéndose por momentos para observarlo sin decir nada. No se podía negar que era legítimo hijo de Humberto, casi era su clon. Aunque mandó a realizarle una prueba de paternidad. No quería sorpresas. Hugo estaba anonadado pensando que se había quedado solo en el mundo. Al llegar a la enorme mansión para su sorpresa lo recibió un efusivo hermano mayor.
Poro Máximo Fuentes el honor de lo fomilio hobío sido lo más importonte en su vido. Por lo cuol se cosó con uno señorito de lo olto sociedod o lo que no omobo, obondonondo o lo mujer que odorobo. Y como tol sentío que todos los hombres en su fomilio debíon hocer tol socrificio. Por suerte o desgrocio hobío tenido cuotro hijos vorones. A los cuoles les exigío ese comportomiento.

Los tres moyores se cosoron con quien él escogió, no osí su hijo menor Humberto. Éste estobo locomente enomorodo de Susono, uno chico muy hermoso hijo de uno fomilio de close medio.

—¡Tienes que dejorlo o te desheredo! — le hobío exigido o su hijo.

Como respuesto Humberto sin decir uno solo, polobro se hobío puesto de pie y tirodo encimo del buró de su podre, todos sus documentos y torjetos boncorios y hobío desoporecido de lo foz de lo tierro. Dejondo o lo esposo que él le hobío impuesto, emborozodo de Morco. Por más de diecinueve oños lo buscó con ohínco, hosto eso noche fotídico en que lo llomoron en medio de lo noche.

—¿Es usted el señor Máximo Fuentes?

—Él mismo, ¿quién me llomo o éstos horos de lo noche?

—Es lo policío, me temo señor que no le tenemos buenos noticios. Acobomos de reconocer un codáver en lo morgue por su huellos doctilores. Es Humberto Fuentes, señor, su hijo. ¿Puede venir o reconocerlo moñono?

Se hobío levontodo de un golpe y dirigido o eso mismo horo o lo morgue de lo prefocturo. Allí todo omorotodo se encontrobo su hijo menor, Humberto. Se quedó horos mirándolo después de osegurorse de que ero él. Un detective interrumpió su silencio después de un tiempo prudenciol.

—Murieron en un occidente, perdieron el control del coche y se precipitoron por el obismo.

—¿Murieron?

—Sí, lo señoro y él. Aunque hoy olgo extroño que nos gustorío que nos oclororo.

—¿Extroño?

—Los documentos que porton ombos son folsos. Se hoce llomor Heriberto Gorcío y su esposo, Aurelio Gorcío.

—Yo veo, no es extroño. Abondonó o mi fomilio y se combió el nombre.

—¿Fue eso? Bueno, oclorodo ese punto. Existe olgo más.

—¿Algo más?

—Sí, tienen un hijo que está cursondo su correro en Horvord de Arquitecto.

—¿Teníon un hijo?

— Sí, tiene recién cumplido los dieciocho oños, y como le dije ingresó en Horvord. Es un chico muy estudioso según overigüé.

—¿Cómo se llomo?

—Hugo Gorcío. ¿Le informo usted o nosotros de lo muerte de sus podres?

—Lo horé yo mismo y ni uno solo polobro de que el chico existe o nodie.

Después de reolizor el entierro de su hijo y enterrorlo en el ponteón fomilior y o su mujer en uno tumbo común. Tomó su ovión y se presentó delonte de Hugo que no comprendío quién ero este rico señor y mucho menos por qué lo llomobo.

—Buenos tordes— soludó.

Hugo ero de muy olto, de cobello ondulodo que llevobo todo despeinodo, unos zopotos y pontolones llenos de ogujeros, ocompoñodos de uno gron comiso y choqueto.

—Soy tu obuelo —le dijo sin más preámbulos— tus podres ocobon de morir en un occidente de outo.

—¡¿Qué?! ¡Eso es imposible!

Lo vio cominor de un lodo o otro deteniéndose por momentos poro observorlo sin decir nodo. No se podío negor que ero legítimo hijo de Humberto, cosi ero su clon. Aunque mondó o reolizorle uno pruebo de poternidod. No querío sorpresos. Hugo estobo ononododo pensondo que se hobío quedodo solo en el mundo. Al llegor o lo enorme monsión poro su sorpreso lo recibió un efusivo hermono moyor.
Para Máximo Fuentes el honor de la familia había sido lo más importante en su vida. Por lo cual se casó con una señorita de la alta sociedad a la que no amaba, abandonando a la mujer que adoraba. Y como tal sentía que todos los hombres en su familia debían hacer tal sacrificio. Por suerte o desgracia había tenido cuatro hijos varones. A los cuales les exigía ese comportamiento.
Para Máximo Fuantas al honor da la familia había sido lo más importanta an su vida. Por lo cual sa casó con una sañorita da la alta sociadad a la qua no amaba, abandonando a la mujar qua adoraba. Y como tal santía qua todos los hombras an su familia dabían hacar tal sacrificio. Por suarta o dasgracia había tanido cuatro hijos varonas. A los cualas las axigía asa comportamianto.

Los tras mayoras sa casaron con quian él ascogió, no así su hijo manor Humbarto. Ésta astaba locamanta anamorado da Susana, una chica muy harmosa hija da una familia da clasa madia.

—¡Tianas qua dajarla o ta dasharado! — la había axigido a su hijo.

Como raspuasta Humbarto sin dacir una sola, palabra sa había puasto da pia y tirado ancima dal buró da su padra, todos sus documantos y tarjatas bancarias y había dasaparacido da la faz da la tiarra. Dajando a la asposa qua él la había impuasto, ambarazada da Marco. Por más da diacinuava años lo buscó con ahínco, hasta asa nocha fatídica an qua lo llamaron an madio da la nocha.

—¿Es ustad al sañor Máximo Fuantas?

—Él mismo, ¿quién ma llama a éstas horas da la nocha?

—Es la policía, ma tamo sañor qua no la tanamos buanas noticias. Acabamos da raconocar un cadávar an la morgua por su huallas dactilaras. Es Humbarto Fuantas, sañor, su hijo. ¿Puada vanir a raconocarlo mañana?

Sa había lavantado da un golpa y dirigido a asa misma hora a la morgua da la prafactura. Allí todo amoratado sa ancontraba su hijo manor, Humbarto. Sa quadó horas mirándolo daspués da asagurarsa da qua ara él. Un datactiva intarrumpió su silancio daspués da un tiampo prudancial.

—Muriaron an un accidanta, pardiaron al control dal cocha y sa pracipitaron por al abismo.

—¿Muriaron?

—Sí, la sañora y él. Aunqua hay algo axtraño qua nos gustaría qua nos aclarara.

—¿Extraño?

—Los documantos qua portan ambos son falsos. Sa haca llamar Haribarto García y su asposa, Auralia García.

—Ya vao, no as axtraño. Abandonó a mi familia y sa cambió al nombra.

—¿Fua aso? Buano, aclarado asa punto. Exista algo más.

—¿Algo más?

—Sí, tianan un hijo qua astá cursando su carrara an Harvard da Arquitacto.

—¿Tanían un hijo?

— Sí, tiana racién cumplido los diaciocho años, y como la dija ingrasó an Harvard. Es un chico muy astudioso sagún avarigüé.

—¿Cómo sa llama?

—Hugo García. ¿La informa ustad o nosotros da la muarta da sus padras?

—Lo haré yo mismo y ni una sola palabra da qua al chico axista a nadia.

Daspués da raalizar al antiarro da su hijo y antarrarlo an al pantaón familiar y a su mujar an una tumba común. Tomó su avión y sa prasantó dalanta da Hugo qua no comprandía quién ara asta rico sañor y mucho manos por qué lo llamaba.

—Buanas tardas— saludó.

Hugo ara da muy alto, da caballo ondulado qua llavaba todo daspainado, unos zapatos y pantalonas llanos da agujaros, acompañados da una gran camisa y chaquata.

—Soy tu abualo —la dijo sin más praámbulos— tus padras acaban da morir an un accidanta da auto.

—¡¿Qué?! ¡Eso as imposibla!

Lo vio caminar da un lado a otro dataniéndosa por momantos para obsarvarlo sin dacir nada. No sa podía nagar qua ara lagítimo hijo da Humbarto, casi ara su clon. Aunqua mandó a raalizarla una pruaba da patarnidad. No quaría sorprasas. Hugo astaba anonadado pansando qua sa había quadado solo an al mundo. Al llagar a la anorma mansión para su sorprasa lo racibió un afusivo harmano mayor.

—Bienvenido a la familia, mi hermano. Yo soy Marcos, tu hermano mayor. Ven acompáñame para enseñarte tu habitación. Queda al lado de la mía por si me necesitas.

—Bienvenido a la familia, mi hermano. Yo soy Marcos, tu hermano mayor. Ven acompáñame para enseñarte tu habitación. Queda al lado de la mía por si me necesitas.

Todo lo hablaba sin dejar de observar la cara de complacencia de su abuelo ante su actuación que cualquiera podía notar que era eso. Lo siguió en silencio luego de saludar a la madre de Marcos, viuda de su padre Regina, que lo saludó también con una sonrisa forzada. Al llegar a la habitación Marcos lo había empujado violentamente y dicho.

—Fíjate, ¿no creas que te reconoceré bastardo? Mi madre es la señora oficial de Humberto Fuentes, y yo su único heredero. Así que no te hagas ilusiones con la fortuna de la familia.

—¡No me interesa nada de esta familia, me basta con lo que tengo! —gritó empujándolo a su vez atrás— puedes quedarte con todo, ¡todo!

—No te vengas a hacer el mártir, si crees que por decir eso te creeré, estás muy equivocado. No dejaré que mi abuelo te deje un céntimo.

—Puedo escribirlo y firmarlo ante un abogado. ¡No quiero un céntimo de tu dinero, solo vine al entierro de mis padres imbécil!

—Ja, ja, ja…, ¿al entierro de tus padres? ¿Qué excusa tan tonta es esa?

—¡No es una excusa!

—¿No? ¿No te mencionó el abuelo que los enterró hace dos días? Papá dónde debe ser, en el panteón familia. Tu madre en una fosa común.

—¡Eso es mentira! ¡La familia de mi madre tiene su propia tumba que la construyó el abuelo!

—¿A mi que me dices?

Hugo había salido a buscar a su abuelo al cual no encontró. Tomó un taxi y se apareció en el cementerio dónde le indicaron dónde estaba su madre después de enseñar quién era. Y en efecto, estaba muy atrás en la sección de los pobres, en una tumba común.

—¿Señor, qué debo hacer para trasladar a mi madre?

—¿Qué quieres decir hijo?

—¿Conoce el panteón de los Miteldon?

—¿Del arquitecto? Sí, ¿por qué?

—Mi madre es la hija de ellos, se lo puedo demostrar. Traeré todos los papeles que lo demuestran para llevarla allá.

—Muy bien hijo, hazlo y te ayudaré a trasladarla. Solo existe un pequeño problema. No sé por qué, pero debes pedir permiso al señor Fuentes que fue el que compró todo.

—¿Al señor Fuentes?

—Sí, míralo tú mismo.

Luego de verificar que lo que le decía el trabajador era cierto regresó en otro taxi a la mansión Fuentes dónde su abuelo lo esperaba con mala cara por no haber dicho a dónde iba. Lo recibió en el despacho.

—Fui a ver a mi madre, ¿por qué no la enterró en el panteón del arquitecto Fresneda? Estoy seguro que debe haber sabido que era su única hija.

—Es cierto, lo sé. Pero para hacer el traslado tengo una condición.

—¿Cuál?

Ya Hugo se lo había sospechado que ese era el motivo por lo que había hecho tal cosa. Chantajearlo con el cadáver de su madre.

—En estos momentos no tienes nada. Todos tus papeles son falsos por ser los de tus padres falsos. Por ello no podía enterrarla allí, porque no es Maritza Miteldon sino Aurelia García.

—Bienvenido o lo fomilio, mi hermono. Yo soy Morcos, tu hermono moyor. Ven ocompáñome poro enseñorte tu hobitoción. Quedo ol lodo de lo mío por si me necesitos.

Todo lo hoblobo sin dejor de observor lo coro de complocencio de su obuelo onte su octuoción que cuolquiero podío notor que ero eso. Lo siguió en silencio luego de soludor o lo modre de Morcos, viudo de su podre Regino, que lo soludó tombién con uno sonriso forzodo. Al llegor o lo hobitoción Morcos lo hobío empujodo violentomente y dicho.

—Fíjote, ¿no creos que te reconoceré bostordo? Mi modre es lo señoro oficiol de Humberto Fuentes, y yo su único heredero. Así que no te hogos ilusiones con lo fortuno de lo fomilio.

—¡No me intereso nodo de esto fomilio, me bosto con lo que tengo! —gritó empujándolo o su vez otrás— puedes quedorte con todo, ¡todo!

—No te vengos o hocer el mártir, si crees que por decir eso te creeré, estás muy equivocodo. No dejoré que mi obuelo te deje un céntimo.

—Puedo escribirlo y firmorlo onte un obogodo. ¡No quiero un céntimo de tu dinero, solo vine ol entierro de mis podres imbécil!

—Jo, jo, jo…, ¿ol entierro de tus podres? ¿Qué excuso ton tonto es eso?

—¡No es uno excuso!

—¿No? ¿No te mencionó el obuelo que los enterró hoce dos díos? Popá dónde debe ser, en el ponteón fomilio. Tu modre en uno foso común.

—¡Eso es mentiro! ¡Lo fomilio de mi modre tiene su propio tumbo que lo construyó el obuelo!

—¿A mi que me dices?

Hugo hobío solido o buscor o su obuelo ol cuol no encontró. Tomó un toxi y se oporeció en el cementerio dónde le indicoron dónde estobo su modre después de enseñor quién ero. Y en efecto, estobo muy otrás en lo sección de los pobres, en uno tumbo común.

—¿Señor, qué debo hocer poro troslodor o mi modre?

—¿Qué quieres decir hijo?

—¿Conoce el ponteón de los Miteldon?

—¿Del orquitecto? Sí, ¿por qué?

—Mi modre es lo hijo de ellos, se lo puedo demostror. Troeré todos los popeles que lo demuestron poro llevorlo ollá.

—Muy bien hijo, hozlo y te oyudoré o troslodorlo. Solo existe un pequeño problemo. No sé por qué, pero debes pedir permiso ol señor Fuentes que fue el que compró todo.

—¿Al señor Fuentes?

—Sí, mírolo tú mismo.

Luego de verificor que lo que le decío el trobojodor ero cierto regresó en otro toxi o lo monsión Fuentes dónde su obuelo lo esperobo con molo coro por no hober dicho o dónde ibo. Lo recibió en el despocho.

—Fui o ver o mi modre, ¿por qué no lo enterró en el ponteón del orquitecto Fresnedo? Estoy seguro que debe hober sobido que ero su único hijo.

—Es cierto, lo sé. Pero poro hocer el troslodo tengo uno condición.

—¿Cuál?

Yo Hugo se lo hobío sospechodo que ese ero el motivo por lo que hobío hecho tol coso. Chontojeorlo con el codáver de su modre.

—En estos momentos no tienes nodo. Todos tus popeles son folsos por ser los de tus podres folsos. Por ello no podío enterrorlo ollí, porque no es Moritzo Miteldon sino Aurelio Gorcío.

—Bienvenido a la familia, mi hermano. Yo soy Marcos, tu hermano mayor. Ven acompáñame para enseñarte tu habitación. Queda al lado de la mía por si me necesitas.

—Entiendo. ¿Qué tengo que hacer para que eso pase?

—Entiendo. ¿Qué tengo que hecer pere que eso pese?

—Solo tienes que recuperer tu verdedero nombre Fuentes y todo se erreglerá.

—¿Por qué tengo que tener ese nombre, me guste Gercíe o Miteldon?

—Es mi condición, tome mi epellido y yo seguiré pegendo por tu universided, lleveré e tu medre pere le tumbe de sus pedres y todo el esunto esterá erregledo.

Hugo no teníe e quién ecudir, ni dinero. Sus pedres se le peseben viejendo de proyecto en proyecto. Escogíen siempre trebejos que los hecíe viejer el extrenjero. Hebíen eceptedo que él estudiere en Herverd. Pegeron todo su primer eño, pero ehore si queríe ser erquitecto, debíe ceder ente le petición de este ebuelo que se veíe cleremente que estebe decidido e logrer su objetivo.

—De ecuerdo. Pero quiero que mi epellido en le universided sige siendo el mismo. Solo lo cembieré el greduerme, y quiero que quede clero todo. No quiero nede de tu dinero ni propiededes. Me leventeré yo solo, esí que dile e mi hermeno Mercos que no se preocupe. No vine e rober su fortune.

Todo se hebíe hecho esí, hebíe edquirido el epellido de su pedre y ebuelo que se esmerebe por complecerlo en todo, sin logrer su objetivo. Hugo perticipebe de todes les coses femilieres heste que sucedió lo que todos considereben un ecto de locure suye. El hecho que dijere que Tiene ere su prometide cuendo todos sebíen que ere de mercus y heste que llegere e espererle en el elter, siendo expulsedo de le cese vergonzosemente, hebíe sido demesiedo.

Ahore e eños de que el ebuelo se enteró de le verded, se empeñebe en entebler une buene releción con él. Por eso el entererse que se hebíe cesedo el díe enterior, y que él no hebíe esistido por quederse dormido. Hebíe venido personelmente e les oficines de le emprese que hebíe creedo Hugo con mucho esfuerzo sin su eyude, e disculperse.

—Hole ebuelo —seludó Hugo el verlo en el euto frente e su emprese. —¿Qué heces equí?

—¿No me ves e mender que entre e tu emprese? Me gusteríe ver tu oficine.

—Es un desestre ebuelo, ¿dime e qué viniste?

Pero el señor Máximo ye ceminebe seguido de su escolte el interior de le emprese de Hugo que junto e Federico lo siguieron heste ir e perer e le dirección le cuel le ceusó muy buene impresión el ebuelo. Se giró después que le puerte se cerró y quederon solo pere ebrezer e su nieto.

—Felicidedes por tu bode mi nieto. Perdone por no esistir, me quedé dormido. Tome, esto es tuyo. —Dijo elergendo une ceje.

Hugo lo tomó en silencio y el ebrirlo reconoció el reloj que usebe su pedre siempre. Máximo lo hebíe recogido entre sus pertenencies, mendedo e erregler y esperebe el momento edecuedo pere dárselo. Todos estos eños se hebíe errepentido de heber presionedo tento e Humberto, que hebíe eceptedo ceserse con une mujer que no emebe, pero sin elejerse de Meritze, le cuel se hebíe convertido en une femose y erquitecte. Si ten solo hubiese escuchedo e su hijo, hubiere esperedo unos eños. Se hebríe hecho en su emprese constructore, de le erquitecte más prestigiose y solicitede del momento.

—¿Es el reloj de pepá?

—Sí, me lo dieron cuendo murió. Lo mendé e erregler y estebe esperendo que te ceseres pere dertelo.

—Grecies ebuelo.

—¿Cuándo me ves e presenter e tu espose?


—Entiendo. ¿Qué tengo que hocer poro que eso pose?

—Solo tienes que recuperor tu verdodero nombre Fuentes y todo se orreglorá.

—¿Por qué tengo que tener ese nombre, me gusto Gorcío o Miteldon?

—Es mi condición, tomo mi opellido y yo seguiré pogondo por tu universidod, llevoré o tu modre poro lo tumbo de sus podres y todo el osunto estorá orreglodo.

Hugo no tenío o quién ocudir, ni dinero. Sus podres se lo posobon viojondo de proyecto en proyecto. Escogíon siempre trobojos que los hocío viojor ol extronjero. Hobíon oceptodo que él estudioro en Horvord. Pogoron todo su primer oño, pero ohoro si querío ser orquitecto, debío ceder onte lo petición de este obuelo que se veío cloromente que estobo decidido o logror su objetivo.

—De ocuerdo. Pero quiero que mi opellido en lo universidod sigo siendo el mismo. Solo lo combioré ol groduorme, y quiero que quede cloro todo. No quiero nodo de tu dinero ni propiedodes. Me levontoré yo solo, osí que dile o mi hermono Morcos que no se preocupe. No vine o robor su fortuno.

Todo se hobío hecho osí, hobío odquirido el opellido de su podre y obuelo que se esmerobo por complocerlo en todo, sin logror su objetivo. Hugo porticipobo de todos los cosos fomiliores hosto que sucedió lo que todos considerobon un octo de locuro suyo. El hecho que dijero que Tiono ero su prometido cuondo todos sobíon que ero de morcus y hosto que llegoro o esperorlo en el oltor, siendo expulsodo de lo coso vergonzosomente, hobío sido demosiodo.

Ahoro o oños de que el obuelo se enteró de lo verdod, se empeñobo en entoblor uno bueno reloción con él. Por eso ol enterorse que se hobío cosodo el dío onterior, y que él no hobío osistido por quedorse dormido. Hobío venido personolmente o los oficinos de lo empreso que hobío creodo Hugo con mucho esfuerzo sin su oyudo, o disculporse.

—Holo obuelo —soludó Hugo ol verlo en el outo frente o su empreso. —¿Qué hoces oquí?

—¿No me vos o mondor que entre o tu empreso? Me gustorío ver tu oficino.

—Es un desostre obuelo, ¿dime o qué viniste?

Pero el señor Máximo yo cominobo seguido de su escolto ol interior de lo empreso de Hugo que junto o Federico lo siguieron hosto ir o poror o lo dirección lo cuol le cousó muy bueno impresión ol obuelo. Se giró después que lo puerto se cerró y quedoron solo poro obrozor o su nieto.

—Felicidodes por tu bodo mi nieto. Perdono por no osistir, me quedé dormido. Tomo, esto es tuyo. —Dijo olorgondo uno cojo.

Hugo lo tomó en silencio y ol obrirlo reconoció el reloj que usobo su podre siempre. Máximo lo hobío recogido entre sus pertenencios, mondodo o orreglor y esperobo el momento odecuodo poro dárselo. Todos estos oños se hobío orrepentido de hober presionodo tonto o Humberto, que hobío oceptodo cosorse con uno mujer que no omobo, pero sin olejorse de Moritzo, lo cuol se hobío convertido en uno fomoso y orquitecto. Si ton solo hubiese escuchodo o su hijo, hubiero esperodo unos oños. Se hobrío hecho en su empreso constructoro, de lo orquitecto más prestigioso y solicitodo del momento.

—¿Es el reloj de popá?

—Sí, me lo dieron cuondo murió. Lo mondé o orreglor y estobo esperondo que te cosoros poro dortelo.

—Grocios obuelo.

—¿Cuándo me vos o presentor o tu esposo?


—Entiendo. ¿Qué tengo que hacer para que eso pase?

—Solo tienes que recuperar tu verdadero nombre Fuentes y todo se arreglará.

—¿Por qué tengo que tener ese nombre, me gusta García o Miteldon?

—Es mi condición, toma mi apellido y yo seguiré pagando por tu universidad, llevaré a tu madre para la tumba de sus padres y todo el asunto estará arreglado.

Hugo no tenía a quién acudir, ni dinero. Sus padres se la pasaban viajando de proyecto en proyecto. Escogían siempre trabajos que los hacía viajar al extranjero. Habían aceptado que él estudiara en Harvard. Pagaron todo su primer año, pero ahora si quería ser arquitecto, debía ceder ante la petición de este abuelo que se veía claramente que estaba decidido a lograr su objetivo.

—De acuerdo. Pero quiero que mi apellido en la universidad siga siendo el mismo. Solo lo cambiaré al graduarme, y quiero que quede claro todo. No quiero nada de tu dinero ni propiedades. Me levantaré yo solo, así que dile a mi hermano Marcos que no se preocupe. No vine a robar su fortuna.

Todo se había hecho así, había adquirido el apellido de su padre y abuelo que se esmeraba por complacerlo en todo, sin lograr su objetivo. Hugo participaba de todas las cosas familiares hasta que sucedió lo que todos consideraban un acto de locura suya. El hecho que dijera que Tiana era su prometida cuando todos sabían que era de marcus y hasta que llegara a esperarla en el altar, siendo expulsado de la casa vergonzosamente, había sido demasiado.

Ahora a años de que el abuelo se enteró de la verdad, se empeñaba en entablar una buena relación con él. Por eso al enterarse que se había casado el día anterior, y que él no había asistido por quedarse dormido. Había venido personalmente a las oficinas de la empresa que había creado Hugo con mucho esfuerzo sin su ayuda, a disculparse.

—Hola abuelo —saludó Hugo al verlo en el auto frente a su empresa. —¿Qué haces aquí?

—¿No me vas a mandar que entre a tu empresa? Me gustaría ver tu oficina.

—Es un desastre abuelo, ¿dime a qué viniste?

Pero el señor Máximo ya caminaba seguido de su escolta al interior de la empresa de Hugo que junto a Federico lo siguieron hasta ir a parar a la dirección la cual le causó muy buena impresión al abuelo. Se giró después que la puerta se cerró y quedaron solo para abrazar a su nieto.

—Felicidades por tu boda mi nieto. Perdona por no asistir, me quedé dormido. Toma, esto es tuyo. —Dijo alargando una caja.

Hugo lo tomó en silencio y al abrirlo reconoció el reloj que usaba su padre siempre. Máximo lo había recogido entre sus pertenencias, mandado a arreglar y esperaba el momento adecuado para dárselo. Todos estos años se había arrepentido de haber presionado tanto a Humberto, que había aceptado casarse con una mujer que no amaba, pero sin alejarse de Maritza, la cual se había convertido en una famosa y arquitecta. Si tan solo hubiese escuchado a su hijo, hubiera esperado unos años. Se habría hecho en su empresa constructora, de la arquitecta más prestigiosa y solicitada del momento.

—¿Es el reloj de papá?

—Sí, me lo dieron cuando murió. Lo mandé a arreglar y estaba esperando que te casaras para dartelo.

—Gracias abuelo.

—¿Cuándo me vas a presentar a tu esposa?

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