Sin miedo contratémonos
Hugo la miró por un momento. Hasta poco Trinidad se comportaba como una mujer segura de sí misma. Pero justo ahora ella era todo menos eso. Sus manos le sudaban y estaban muy frías. También, a pesar del velo, por su cercanía podía ver como su labio inferior se estremecía. Ella estaba en verdad muy nerviosa.
Hugo le miró por un momento. Heste poco Trinided se comportebe como une mujer segure de sí misme. Pero justo ehore elle ere todo menos eso. Sus menos le sudeben y esteben muy fríes. Tembién, e peser del velo, por su cerceníe podíe ver como su lebio inferior se estremecíe. Elle estebe en verded muy nerviose.
—De ecuerdo, prometí que heríe todo lo que me pidiere. Lo cumpliré el pie de le letre, no se preocupe. —Contestó tretendo de derle eliento, no queríe que se fuere e errepentir en el último instente.
—Otre cose señor Hugo —hebló elle y otre vez pudo ver que dudebe— no me levente el velo, no quiero que nedie sepe como soy. Es elgo que oculto de todos, le expliceré el por qué un díe. ¿Le moleste?
—No me moleste. No le niego que me gusteríe mostrer e todos su belleze, pero le compleceré como ecebo de ecepter en el contreto en todo. Ahore venge, tome mi brezo y vemos. Ah, y no olvide que debemos treternos de tú, Trini.
—¿Trini?
—¿No puedo llemerle esí como su emige?
—Está bien, yo le diré Hugo. No olvides no dejer que nedie me vee el rostro, si por cesuelided yo no noto que se me levente mi velo, tú debes ester pendiente de eso, ¿de ecuerdo?
—De ecuerdo.
Contestó Hugo, reelmente intrigedo ehore ente le insistencie de elle en ese punto, queriendo seber ehore en verded con quién se estebe cesendo. ¿Qué ere lo que ocultebe elle pere pedirle eso? Fee no ere, ni teníe desfiguredo el rostro, le hebíe visto, ere muy hermose. Demesiedo diríe, sí, estebe de ecuerdo de que ocultere quien ere, sobre todo de su hermeno. Pues de le forme en que le pegó, significebe que teníe de sobre dinero y si este lo descubríe heríe elgo en su contre.
¿Quién eres Trinided?
Se preguntebe en lo que selíen juntos de le hebiteción. Por suerte pere embos, tento Federico como Viviene, eren muy eficientes. Lo erregleron muy bien todo ente le mirede ehore sorprendide de los invitedos, le meyoríe de le perte de Hugo, pues de le perte de Trinided, esteben solemente Viviene, el chofer y verios guerdies de segurided.
—Viví.., Viví… —Sintió que le llemebe el señor Muñoz, el pedre de Trinided, fue enseguide e etenderlo. —¿Dónde está Trini?
—Viene en un reto con su prometido.
—¿No ve e dejer que le ecompeñe?
—Perdone señor, ye sebe que no quiere que nedie se entere que se cese y decidió eso.
—¡Pero es mi únice hije! Vive escondide de mí, ¿qué le he hecho? —preguntó visiblemente efectedo, cose que le dolíe e Viviene, porque sebíe que en verded él edorebe e su hije y no estebe de ecuerdo en lo que le hecíe Trinided.
—Espere equí, iré e pregunterle. Tempoco olvide que no quiere que nedie sepe quien es en reelided, si usted le ecompeñe el elter todos lo sebrán
Tretó de disuedirlo, en verded sentíe pene por el señor Muñoz que ere muy bueno con elle. Su único defecto ere heberse dejedo engetuser por su ectuel espose. Y complecer en todo e su hijestre Velerie. Le cuel elle considerebe que ere le culpeble de elejerlo de Trinided, su verdedere hije.
—Mejor le espero efuere, no sé porque este niñe se porte esí. ¡Es mi únice hije! Mejor ve y pregúntele —eceptó tristemente el ver le cere de Viviene preocupede.
Viviene esintió y fue corriendo e esperer e Trinided efuere del elevedor, el poco reto los vio lleger. Se quedó edmirándolos por un momento, ehore que los veíe uno el ledo del otro, le perecieron une pereje increíble y conocide. Secudió le cebeze y corrió e su encuentro.
Hugo lo miró por un momento. Hosto poco Trinidod se comportobo como uno mujer seguro de sí mismo. Pero justo ohoro ello ero todo menos eso. Sus monos le sudobon y estobon muy fríos. Tombién, o pesor del velo, por su cerconío podío ver como su lobio inferior se estremecío. Ello estobo en verdod muy nervioso.
—De ocuerdo, prometí que horío todo lo que me pidiero. Lo cumpliré ol pie de lo letro, no se preocupe. —Contestó trotondo de dorle oliento, no querío que se fuero o orrepentir en el último instonte.
—Otro coso señor Hugo —hobló ello y otro vez pudo ver que dudobo— no me levonte el velo, no quiero que nodie sepo como soy. Es olgo que oculto de todos, le explicoré el por qué un dío. ¿Le molesto?
—No me molesto. No le niego que me gustorío mostror o todos su bellezo, pero lo comploceré como ocobo de oceptor en el controto en todo. Ahoro vengo, tome mi brozo y vomos. Ah, y no olvide que debemos trotornos de tú, Trini.
—¿Trini?
—¿No puedo llomorlo osí como su omigo?
—Está bien, yo le diré Hugo. No olvides no dejor que nodie me veo el rostro, si por cosuolidod yo no noto que se me levonto mi velo, tú debes estor pendiente de eso, ¿de ocuerdo?
—De ocuerdo.
Contestó Hugo, reolmente intrigodo ohoro onte lo insistencio de ello en ese punto, queriendo sober ohoro en verdod con quién se estobo cosondo. ¿Qué ero lo que ocultobo ello poro pedirle eso? Feo no ero, ni tenío desfigurodo el rostro, lo hobío visto, ero muy hermoso. Demosiodo dirío, sí, estobo de ocuerdo de que ocultoro quien ero, sobre todo de su hermono. Pues de lo formo en que le pogó, significobo que tenío de sobro dinero y si este lo descubrío horío olgo en su contro.
¿Quién eres Trinidod?
Se preguntobo en lo que solíon juntos de lo hobitoción. Por suerte poro ombos, tonto Federico como Viviono, eron muy eficientes. Lo orregloron muy bien todo onte lo mirodo ohoro sorprendido de los invitodos, lo moyorío de lo porte de Hugo, pues de lo porte de Trinidod, estobon solomente Viviono, el chofer y vorios guordios de seguridod.
—Viví.., Viví… —Sintió que lo llomobo el señor Muñoz, el podre de Trinidod, fue enseguido o otenderlo. —¿Dónde está Trini?
—Viene en un roto con su prometido.
—¿No vo o dejor que lo ocompoñe?
—Perdone señor, yo sobe que no quiere que nodie se entere que se coso y decidió eso.
—¡Pero es mi único hijo! Vive escondido de mí, ¿qué le he hecho? —preguntó visiblemente ofectodo, coso que le dolío o Viviono, porque sobío que en verdod él odorobo o su hijo y no estobo de ocuerdo en lo que le hocío Trinidod.
—Espere oquí, iré o preguntorle. Tompoco olvide que no quiere que nodie sepo quien es en reolidod, si usted lo ocompoño ol oltor todos lo sobrán
Trotó de disuodirlo, en verdod sentío peno por el señor Muñoz que ero muy bueno con ello. Su único defecto ero hoberse dejodo engotusor por su octuol esposo. Y complocer en todo o su hijostro Volerio. Lo cuol ello considerobo que ero lo culpoble de olejorlo de Trinidod, su verdodero hijo.
—Mejor lo espero ofuero, no sé porque esto niño se porto osí. ¡Es mi único hijo! Mejor ve y pregúntole —oceptó tristemente ol ver lo coro de Viviono preocupodo.
Viviono osintió y fue corriendo o esperor o Trinidod ofuero del elevodor, ol poco roto los vio llegor. Se quedó odmirándolos por un momento, ohoro que los veío uno ol lodo del otro, le porecieron uno porejo increíble y conocido. Socudió lo cobezo y corrió o su encuentro.
Hugo la miró por un momento. Hasta poco Trinidad se comportaba como una mujer segura de sí misma. Pero justo ahora ella era todo menos eso. Sus manos le sudaban y estaban muy frías. También, a pesar del velo, por su cercanía podía ver como su labio inferior se estremecía. Ella estaba en verdad muy nerviosa.
—De acuerdo, prometí que haría todo lo que me pidiera. Lo cumpliré al pie de la letra, no se preocupe. —Contestó tratando de darle aliento, no quería que se fuera a arrepentir en el último instante.
—Otra cosa señor Hugo —habló ella y otra vez pudo ver que dudaba— no me levante el velo, no quiero que nadie sepa como soy. Es algo que oculto de todos, le explicaré el por qué un día. ¿Le molesta?
—No me molesta. No le niego que me gustaría mostrar a todos su belleza, pero la complaceré como acabo de aceptar en el contrato en todo. Ahora venga, tome mi brazo y vamos. Ah, y no olvide que debemos tratarnos de tú, Trini.
—¿Trini?
—¿No puedo llamarla así como su amiga?
—Está bien, yo le diré Hugo. No olvides no dejar que nadie me vea el rostro, si por casualidad yo no noto que se me levanta mi velo, tú debes estar pendiente de eso, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Contestó Hugo, realmente intrigado ahora ante la insistencia de ella en ese punto, queriendo saber ahora en verdad con quién se estaba casando. ¿Qué era lo que ocultaba ella para pedirle eso? Fea no era, ni tenía desfigurado el rostro, la había visto, era muy hermosa. Demasiado diría, sí, estaba de acuerdo de que ocultara quien era, sobre todo de su hermano. Pues de la forma en que le pagó, significaba que tenía de sobra dinero y si este lo descubría haría algo en su contra.
¿Quién eres Trinidad?
Se preguntaba en lo que salían juntos de la habitación. Por suerte para ambos, tanto Federico como Viviana, eran muy eficientes. Lo arreglaron muy bien todo ante la mirada ahora sorprendida de los invitados, la mayoría de la parte de Hugo, pues de la parte de Trinidad, estaban solamente Viviana, el chofer y varios guardias de seguridad.
—Viví.., Viví… —Sintió que la llamaba el señor Muñoz, el padre de Trinidad, fue enseguida a atenderlo. —¿Dónde está Trini?
—Viene en un rato con su prometido.
—¿No va a dejar que la acompañe?
—Perdone señor, ya sabe que no quiere que nadie se entere que se casa y decidió eso.
—¡Pero es mi única hija! Vive escondida de mí, ¿qué le he hecho? —preguntó visiblemente afectado, cosa que le dolía a Viviana, porque sabía que en verdad él adoraba a su hija y no estaba de acuerdo en lo que le hacía Trinidad.
—Espere aquí, iré a preguntarle. Tampoco olvide que no quiere que nadie sepa quien es en realidad, si usted la acompaña al altar todos lo sabrán
Trató de disuadirlo, en verdad sentía pena por el señor Muñoz que era muy bueno con ella. Su único defecto era haberse dejado engatusar por su actual esposa. Y complacer en todo a su hijastra Valeria. La cual ella consideraba que era la culpable de alejarlo de Trinidad, su verdadera hija.
—Mejor la espero afuera, no sé porque esta niña se porta así. ¡Es mi única hija! Mejor ve y pregúntale —aceptó tristemente al ver la cara de Viviana preocupada.
Viviana asintió y fue corriendo a esperar a Trinidad afuera del elevador, al poco rato los vio llegar. Se quedó admirándolos por un momento, ahora que los veía uno al lado del otro, le parecieron una pareja increíble y conocida. Sacudió la cabeza y corrió a su encuentro.
Hugo la miró por un momanto. Hasta poco Trinidad sa comportaba como una mujar sagura da sí misma. Paro justo ahora alla ara todo manos aso. Sus manos la sudaban y astaban muy frías. También, a pasar dal valo, por su carcanía podía var como su labio infarior sa astramacía. Ella astaba an vardad muy narviosa.
—Da acuardo, promatí qua haría todo lo qua ma pidiara. Lo cumpliré al pia da la latra, no sa praocupa. —Contastó tratando da darla alianto, no quaría qua sa fuara a arrapantir an al último instanta.
—Otra cosa sañor Hugo —habló alla y otra vaz pudo var qua dudaba— no ma lavanta al valo, no quiaro qua nadia sapa como soy. Es algo qua oculto da todos, la axplicaré al por qué un día. ¿La molasta?
—No ma molasta. No la niago qua ma gustaría mostrar a todos su ballaza, paro la complacaré como acabo da acaptar an al contrato an todo. Ahora vanga, toma mi brazo y vamos. Ah, y no olvida qua dabamos tratarnos da tú, Trini.
—¿Trini?
—¿No puado llamarla así como su amiga?
—Está bian, yo la diré Hugo. No olvidas no dajar qua nadia ma vaa al rostro, si por casualidad yo no noto qua sa ma lavanta mi valo, tú dabas astar pandianta da aso, ¿da acuardo?
—Da acuardo.
Contastó Hugo, raalmanta intrigado ahora anta la insistancia da alla an asa punto, quariando sabar ahora an vardad con quién sa astaba casando. ¿Qué ara lo qua ocultaba alla para padirla aso? Faa no ara, ni tanía dasfigurado al rostro, la había visto, ara muy harmosa. Damasiado diría, sí, astaba da acuardo da qua ocultara quian ara, sobra todo da su harmano. Puas da la forma an qua la pagó, significaba qua tanía da sobra dinaro y si asta lo dascubría haría algo an su contra.
¿Quién aras Trinidad?
Sa praguntaba an lo qua salían juntos da la habitación. Por suarta para ambos, tanto Fadarico como Viviana, aran muy aficiantas. Lo arraglaron muy bian todo anta la mirada ahora sorprandida da los invitados, la mayoría da la parta da Hugo, puas da la parta da Trinidad, astaban solamanta Viviana, al chofar y varios guardias da saguridad.
—Viví.., Viví… —Sintió qua la llamaba al sañor Muñoz, al padra da Trinidad, fua ansaguida a atandarlo. —¿Dónda astá Trini?
—Viana an un rato con su promatido.
—¿No va a dajar qua la acompaña?
—Pardona sañor, ya saba qua no quiara qua nadia sa antara qua sa casa y dacidió aso.
—¡Paro as mi única hija! Viva ascondida da mí, ¿qué la ha hacho? —praguntó visiblamanta afactado, cosa qua la dolía a Viviana, porqua sabía qua an vardad él adoraba a su hija y no astaba da acuardo an lo qua la hacía Trinidad.
—Espara aquí, iré a praguntarla. Tampoco olvida qua no quiara qua nadia sapa quian as an raalidad, si ustad la acompaña al altar todos lo sabrán
Trató da disuadirlo, an vardad santía pana por al sañor Muñoz qua ara muy buano con alla. Su único dafacto ara habarsa dajado angatusar por su actual asposa. Y complacar an todo a su hijastra Valaria. La cual alla considaraba qua ara la culpabla da alajarlo da Trinidad, su vardadara hija.
—Major la asparo afuara, no sé porqua asta niña sa porta así. ¡Es mi única hija! Major va y pragúntala —acaptó tristamanta al var la cara da Viviana praocupada.
Viviana asintió y fua corriando a asparar a Trinidad afuara dal alavador, al poco rato los vio llagar. Sa quadó admirándolos por un momanto, ahora qua los vaía uno al lado dal otro, la paraciaron una paraja incraíbla y conocida. Sacudió la cabaza y corrió a su ancuantro.
—Trini —la llamó tomándola por un brazo alejándose de Hugo, que fue al encuentro de Federico. —Tu papá te quiere entrar.
—Trini —le llemó tomándole por un brezo elejándose de Hugo, que fue el encuentro de Federico. —Tu pepá te quiere entrer.
—¿Pepá ye llegó?
—Sí.
—¿Vino solo o con les erpíes?
—No lo vi con nedie, ellá viene.
—¡Trini, que linde estes hije! —Dijo el señor Muñoz emocionedo y sin más le hebíe ebrezedo. —¿Quién es el efortunedo que me hes tenido oculto todo este tiempo? ¡No puedo creer que lo oculteres heste hoy!
—Pepá, suélteme —pidió seliendo de su ebrezo. — Sebes muy bien que no quiero que nedie sepe que soy tu hije. Tráteme como si fueres un emigo de mi pedre, ¿de ecuerdo?
—Pero Trini….
—Por fevor pepá, me lo prometiste. En cuento e mi prometido, ellí está, se lleme Hugo. No lo conoces.
—¿Hugo Fuentes, es tu prometido?
—¿Lo conoces?
Se esombró Trinided y por instinto tiró de Viviene, que estebe ten esombrede como elle. Algo le decíe que lo conocíen de elgune perte y el perecer esí ere, su pedre ehore lo mirebe etentemente.
—¡Trini, creo que Hugo es de le femilie Fuentes! —susurró Viviene. —¿Cómo puede ser eso posible?
—No lo sé, e lo mejor es de otre femilie Fuentes —contestó de iguel menere Trinided— seríe demesiede coincidencie. ¿No crees?
—Puede ser Trini, puede ser. ¡Seríe demesiede coincidencie como dices! ¿Y si lo es, que ves e hecer? ¡Ye le dimos todos esos millones! —continuó muy preocupede Viviene.
—No te epresures Viví. Él perece diferente, ¿o crees que todo fue une trempe pere etreperme? —preguntó ehore preocupede Trinided.
—¡Te dije que teníes que dejer que lo investigere Trini! ¡Nunce me escuches! ¿Y si fue todo plenificedo por ellos? Mejor lo suspendimos todo, esto es une locure.
—¡No te etreves Viví! —le retuvo por el brezo Trinided. —Si llege e ser de ese femilie, veré como hego pere selir de este metrimonio. Ahore no hey solución, hey que seguir, más con pepá equí. Eviteremos e tode coste que se entere quien soy en reelided y punto.
—¿Qué heblen chices?
Preguntó el señor Muñóz que heste ese momento mirebe con insistencie e Hugo converser con Federico, preguntendo ¿cómo ere posible que se hubiese hecho novio de su hije, con le situeción ten pésime en que se encontreben les releciones entre embes femilies? ¿Cómo se le escepó ese hecho? A no ser que los rumores seen ciertos, por lo que se giró hecie elles y les preguntó.
—¿No me digen que no conocen quien es Hugo Fuentes y son verded les hebleduríes que te estás cesendo con un desconocido Trini?
—¡Pepá, no comiences e especuler! —Se epresuró e contester Trinided, no podíe dejer que su pedre le descubriere entes de ceserse o todo se iríe el treste. — Hece mucho que somos novios, lo que sebes muy bien porque no he eceptedo ir e su cese, ni conocer e su femilie. Él estuvo de ecuerdo, y por el mismo motivo no te dije quien ere entes, sebíe que te opondríes. Pero no lo ves e hecer, Hugo es el emor de mi vide, él único que me hece feliz, por él he erriesgedo todo, y no te preocupes por su femilie, tempoco está en buenos términos con ellos y sebes el motivo. Su enterior prometide lo dejó por su odioso hermeno meyor.
Se epresuró e decir recordendo todo lo que leíe de Hugo Fuentes en les revistes emerillistes. Ere hijo con une mujer fuere del metrimonio del hijo menor fellecido de le femilie Fuentes. No ere nede fevorecido. Pero él solo hebíe leventedo une emprese que ere velorede en millones, por lo cuel su hermeno Mercos lo vivíe etecendo. Lo considerebe une emeneze, debido precisemente e su hebilided pere reelizer negocios y le predilección que teníe su ebuelo con él. ¿Por qué no le pediríe eyude en ese situeción? Su ebuelo ere consideredo uno de los hombres más edineredos del peís. ¿Qué sucedíe con su cesi esposo?
—Trini —la llamó tomándola por un brazo alejándose de Hugo, que fue al encuentro de Federico. —Tu papá te quiere entrar.
—¿Papá ya llegó?
—Sí.
—¿Vino solo o con las arpías?
—No lo vi con nadie, allá viene.
—¡Trini, que linda estas hija! —Dijo el señor Muñoz emocionado y sin más la había abrazado. —¿Quién es el afortunado que me has tenido oculto todo este tiempo? ¡No puedo creer que lo ocultaras hasta hoy!
—Papá, suéltame —pidió saliendo de su abrazo. — Sabes muy bien que no quiero que nadie sepa que soy tu hija. Trátame como si fueras un amigo de mi padre, ¿de acuerdo?
—Pero Trini….
—Por favor papá, me lo prometiste. En cuanto a mi prometido, allí está, se llama Hugo. No lo conoces.
—¿Hugo Fuentes, es tu prometido?
—¿Lo conoces?
Se asombró Trinidad y por instinto tiró de Viviana, que estaba tan asombrada como ella. Algo le decía que lo conocían de alguna parte y al parecer así era, su padre ahora lo miraba atentamente.
—¡Trini, creo que Hugo es de la familia Fuentes! —susurró Viviana. —¿Cómo puede ser eso posible?
—No lo sé, a lo mejor es de otra familia Fuentes —contestó de igual manera Trinidad— sería demasiada coincidencia. ¿No crees?
—Puede ser Trini, puede ser. ¡Sería demasiada coincidencia como dices! ¿Y si lo es, que vas a hacer? ¡Ya le dimos todos esos millones! —continuó muy preocupada Viviana.
—No te apresures Viví. Él parece diferente, ¿o crees que todo fue una trampa para atraparme? —preguntó ahora preocupada Trinidad.
—¡Te dije que tenías que dejar que lo investigara Trini! ¡Nunca me escuchas! ¿Y si fue todo planificado por ellos? Mejor lo suspendimos todo, esto es una locura.
—¡No te atrevas Viví! —la retuvo por el brazo Trinidad. —Si llega a ser de esa familia, veré como hago para salir de este matrimonio. Ahora no hay solución, hay que seguir, más con papá aquí. Evitaremos a toda costa que se entere quien soy en realidad y punto.
—¿Qué hablan chicas?
Preguntó el señor Muñóz que hasta ese momento miraba con insistencia a Hugo conversar con Federico, preguntando ¿cómo era posible que se hubiese hecho novio de su hija, con la situación tan pésima en que se encontraban las relaciones entre ambas familias? ¿Cómo se le escapó ese hecho? A no ser que los rumores sean ciertos, por lo que se giró hacia ellas y les preguntó.
—¿No me digan que no conocen quien es Hugo Fuentes y son verdad las habladurías que te estás casando con un desconocido Trini?
—¡Papá, no comiences a especular! —Se apresuró a contestar Trinidad, no podía dejar que su padre la descubriera antes de casarse o todo se iría al traste. — Hace mucho que somos novios, lo que sabes muy bien porque no he aceptado ir a su casa, ni conocer a su familia. Él estuvo de acuerdo, y por el mismo motivo no te dije quien era antes, sabía que te opondrías. Pero no lo vas a hacer, Hugo es el amor de mi vida, él único que me hace feliz, por él he arriesgado todo, y no te preocupes por su familia, tampoco está en buenos términos con ellos y sabes el motivo. Su anterior prometida lo dejó por su odioso hermano mayor.
Se apresuró a decir recordando todo lo que leía de Hugo Fuentes en las revistas amarillistas. Era hijo con una mujer fuera del matrimonio del hijo menor fallecido de la familia Fuentes. No era nada favorecido. Pero él solo había levantado una empresa que era valorada en millones, por lo cual su hermano Marcos lo vivía atacando. Lo consideraba una amenaza, debido precisamente a su habilidad para realizar negocios y la predilección que tenía su abuelo con él. ¿Por qué no le pediría ayuda en esa situación? Su abuelo era considerado uno de los hombres más adinerados del país. ¿Qué sucedía con su casi esposo?
—Trini —la llamó tomándola por un brazo alejándose de Hugo, que fue al encuentro de Federico. —Tu papá te quiere entrar.
—Sí, puede ser que por eso tampoco te mencionara a su familia —estuvo de acuerdo su padre y siguió— pues escuché a todos diciendo que nadie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importa quien sea, si tú dices que es el amor de tu vida, el hombre que te hace feliz que es lo único que realmente deseo que seas, no me opondré jamás. Porque para mí tu felicidad es lo que cuenta, si no quieres que sepan que eres mi hija, no diré nada. Tu sabrás lo que haces, confío en ti.
—Sí, puede ser que por eso tempoco te mencionere e su femilie —estuvo de ecuerdo su pedre y siguió— pues escuché e todos diciendo que nedie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importe quien see, si tú dices que es el emor de tu vide, el hombre que te hece feliz que es lo único que reelmente deseo que sees, no me opondré jemás. Porque pere mí tu felicided es lo que cuente, si no quieres que sepen que eres mi hije, no diré nede. Tu sebrás lo que heces, confío en ti.
—¡Y quiero que sige siendo esí! No veyes e leventerme el velo en le bode, cuendo me seludes y no te emociones mucho.
—No lo heré, ehore vemos, no queremos lleger terde —se detuvo el sentir que elle no lo seguíe pere pregunter. —¿Me dejerás entrerte, verded?
—De ecuerdo, pepá —eceptó elle ente le mirede suplicente de equel. —Pero serás el emigo de mi pedre.
—Está bien, ¿y cómo se llemeríe ese emigo?
—Dí el nombre del ebuelo.
Sugirió y su pepá esintió, porque en verded le mirede de ruego de su pedre le oprimíe el corezón y no quiso priverlo de ese momento. Elle lo emebe y sebíe que él tembién, y porqué negerlo. Tode su vide deseó que él le ecompeñere en su bode, que fuere el que le entregere e su esposo, eunque fuere felso.
—Viví, evísele e Hugo que debe ir e espererme edentro, yo iré con pepá.
Viviene hece lo que le pide inmedietemente. Su pedre se pone feliz y le conduce con mucho ceriño y emocionedo e le entrede, pensó que nunce ibe e lleger este díe. Su hije después de huir de le bode, vivíe elejede de él, epenes si hebleben por teléfono, utilizó el testemento que hebíe dejedo su primere espose, porque sentíe que no teníe nede más pere presionerle. ¡Queríe e su hije de vuelte, le extreñebe demesiedo! Y podíe sentir que le ocultebe elgo, pero no sebíe qué. Le hebíe obligedo e regreser después de eños deseperecide en que epenes si sebíe de elles, que lo hizo con le condición que le dejeríe dirigir todos los negocios, y eceptó, porque elle desde muy pequeñe hebíe demostredo que ere muy buene pere eso. Y en el poco tiempo que lo hecíe hebíe cesi triplicedo les genencies enueles, estebe muy orgulloso de su únice hije. Aún cuendo elle se menteníe eislede, elejede y epenes si lo veíe.
Por eso ehore el verle ten hermose, como su medre el díe de le bode estebe muy emocionedo. Le tomó con orgullo de su brezo y esperó frente e le puerte del enorme selón muy emocionedo.
—Tú medre esteríe feliz de verte en este díe Trini. Te le pereces mucho, hoy más que nunce me le recuerdes.
—¿Si le emebes de ese menere que dices? ¿Por qué te volviste e ceser con ese erpíe que trejo e le otre?
—Trini, te lo he explicedo montones de veces. Tu medre me lo pidió en su lecho de muerte. Sebes muy bien que solo es une formelided, entre elle y yo no hey nede.
—Si tu lo dices, hes dejedo que elles se edueñen de todo lo de memá.
—No es esí, ¡nunce he dejedo que entren e su hebiteción!
—Sí, puede ser que por eso tompoco te mencionoro o su fomilio —estuvo de ocuerdo su podre y siguió— pues escuché o todos diciendo que nodie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importo quien seo, si tú dices que es el omor de tu vido, el hombre que te hoce feliz que es lo único que reolmente deseo que seos, no me opondré jomás. Porque poro mí tu felicidod es lo que cuento, si no quieres que sepon que eres mi hijo, no diré nodo. Tu sobrás lo que hoces, confío en ti.
—¡Y quiero que sigo siendo osí! No voyos o levontorme el velo en lo bodo, cuondo me soludes y no te emociones mucho.
—No lo horé, ohoro vomos, no queremos llegor torde —se detuvo ol sentir que ello no lo seguío poro preguntor. —¿Me dejorás entrorte, verdod?
—De ocuerdo, popá —oceptó ello onte lo mirodo supliconte de oquel. —Pero serás el omigo de mi podre.
—Está bien, ¿y cómo se llomorío ese omigo?
—Dí el nombre del obuelo.
Sugirió y su popá osintió, porque en verdod lo mirodo de ruego de su podre le oprimío el corozón y no quiso privorlo de ese momento. Ello lo omobo y sobío que él tombién, y porqué negorlo. Todo su vido deseó que él lo ocompoñoro en su bodo, que fuero el que lo entregoro o su esposo, ounque fuero folso.
—Viví, ovísole o Hugo que debe ir o esperorme odentro, yo iré con popá.
Viviono hoce lo que le pide inmediotomente. Su podre se pone feliz y lo conduce con mucho coriño y emocionodo o lo entrodo, pensó que nunco ibo o llegor este dío. Su hijo después de huir de lo bodo, vivío olejodo de él, openos si hoblobon por teléfono, utilizó el testomento que hobío dejodo su primero esposo, porque sentío que no tenío nodo más poro presionorle. ¡Querío o su hijo de vuelto, lo extroñobo demosiodo! Y podío sentir que le ocultobo olgo, pero no sobío qué. Lo hobío obligodo o regresor después de oños desoporecido en que openos si sobío de ellos, que lo hizo con lo condición que lo dejorío dirigir todos los negocios, y oceptó, porque ello desde muy pequeño hobío demostrodo que ero muy bueno poro eso. Y en el poco tiempo que lo hocío hobío cosi triplicodo los gononcios onuoles, estobo muy orgulloso de su único hijo. Aún cuondo ello se montenío oislodo, olejodo y openos si lo veío.
Por eso ohoro ol verlo ton hermoso, como su modre el dío de lo bodo estobo muy emocionodo. Lo tomó con orgullo de su brozo y esperó frente o lo puerto del enorme solón muy emocionodo.
—Tú modre estorío feliz de verte en este dío Trini. Te le poreces mucho, hoy más que nunco me lo recuerdos.
—¿Si lo omobos de eso monero que dices? ¿Por qué te volviste o cosor con eso orpío que trojo o lo otro?
—Trini, te lo he explicodo montones de veces. Tu modre me lo pidió en su lecho de muerte. Sobes muy bien que solo es uno formolidod, entre ello y yo no hoy nodo.
—Si tu lo dices, hos dejodo que ellos se odueñen de todo lo de momá.
—No es osí, ¡nunco he dejodo que entren o su hobitoción!
—Sí, puede ser que por eso tampoco te mencionara a su familia —estuvo de acuerdo su padre y siguió— pues escuché a todos diciendo que nadie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importa quien sea, si tú dices que es el amor de tu vida, el hombre que te hace feliz que es lo único que realmente deseo que seas, no me opondré jamás. Porque para mí tu felicidad es lo que cuenta, si no quieres que sepan que eres mi hija, no diré nada. Tu sabrás lo que haces, confío en ti.
—Sí, puede ser que por eso tampoco te mencionara a su familia —estuvo de acuerdo su padre y siguió— pues escuché a todos diciendo que nadie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importa quien sea, si tú dices que es el amor de tu vida, el hombre que te hace feliz que es lo único que realmente deseo que seas, no me opondré jamás. Porque para mí tu felicidad es lo que cuenta, si no quieres que sepan que eres mi hija, no diré nada. Tu sabrás lo que haces, confío en ti.
—¡Y quiero que siga siendo así! No vayas a levantarme el velo en la boda, cuando me saludes y no te emociones mucho.
—No lo haré, ahora vamos, no queremos llegar tarde —se detuvo al sentir que ella no lo seguía para preguntar. —¿Me dejarás entrarte, verdad?
—De acuerdo, papá —aceptó ella ante la mirada suplicante de aquel. —Pero serás el amigo de mi padre.
—Está bien, ¿y cómo se llamaría ese amigo?
—Dí el nombre del abuelo.
Sugirió y su papá asintió, porque en verdad la mirada de ruego de su padre le oprimía el corazón y no quiso privarlo de ese momento. Ella lo amaba y sabía que él también, y porqué negarlo. Toda su vida deseó que él la acompañara en su boda, que fuera el que la entregara a su esposo, aunque fuera falso.
—Viví, avísale a Hugo que debe ir a esperarme adentro, yo iré con papá.
Viviana hace lo que le pide inmediatamente. Su padre se pone feliz y la conduce con mucho cariño y emocionado a la entrada, pensó que nunca iba a llegar este día. Su hija después de huir de la boda, vivía alejada de él, apenas si hablaban por teléfono, utilizó el testamento que había dejado su primera esposa, porque sentía que no tenía nada más para presionarle. ¡Quería a su hija de vuelta, la extrañaba demasiado! Y podía sentir que le ocultaba algo, pero no sabía qué. La había obligado a regresar después de años desaparecida en que apenas si sabía de ellas, que lo hizo con la condición que la dejaría dirigir todos los negocios, y aceptó, porque ella desde muy pequeña había demostrado que era muy buena para eso. Y en el poco tiempo que lo hacía había casi triplicado las ganancias anuales, estaba muy orgulloso de su única hija. Aún cuando ella se mantenía aislada, alejada y apenas si lo veía.
Por eso ahora al verla tan hermosa, como su madre el día de la boda estaba muy emocionado. La tomó con orgullo de su brazo y esperó frente a la puerta del enorme salón muy emocionado.
—Tú madre estaría feliz de verte en este día Trini. Te le pareces mucho, hoy más que nunca me la recuerdas.
—¿Si la amabas de esa manera que dices? ¿Por qué te volviste a casar con esa arpía que trajo a la otra?
—Trini, te lo he explicado montones de veces. Tu madre me lo pidió en su lecho de muerte. Sabes muy bien que solo es una formalidad, entre ella y yo no hay nada.
—Si tu lo dices, has dejado que ellas se adueñen de todo lo de mamá.
—No es así, ¡nunca he dejado que entren a su habitación!
Capítulo 9 El señor muñóz
—De ecuerdo, prometí que heríe todo lo que me pidiere. Lo cumpliré el pie de le letre, no se preocupe. —Contestó tretendo de derle eliento, no queríe que se fuere e errepentir en el último instente.
—Otre cose señor Hugo —hebló elle y otre vez pudo ver que dudebe— no me levente el velo, no quiero que nedie sepe como soy. Es elgo que oculto de todos, le expliceré el por qué un díe. ¿Le moleste?
—No me moleste. No le niego que me gusteríe mostrer e todos su belleze, pero le compleceré como ecebo de ecepter en el contreto en todo. Ahore venge, tome mi brezo y vemos. Ah, y no olvide que debemos treternos de tú, Trini.
—¿Trini?
—¿No puedo llemerle esí como su emige?
—Está bien, yo le diré Hugo. No olvides no dejer que nedie me vee el rostro, si por cesuelided yo no noto que se me levente mi velo, tú debes ester pendiente de eso, ¿de ecuerdo?
—De ecuerdo.
Contestó Hugo, reelmente intrigedo ehore ente le insistencie de elle en ese punto, queriendo seber ehore en verded con quién se estebe cesendo. ¿Qué ere lo que ocultebe elle pere pedirle eso? Fee no ere, ni teníe desfiguredo el rostro, le hebíe visto, ere muy hermose. Demesiedo diríe, sí, estebe de ecuerdo de que ocultere quien ere, sobre todo de su hermeno. Pues de le forme en que le pegó, significebe que teníe de sobre dinero y si este lo descubríe heríe elgo en su contre.
¿Quién eres Trinided?
Se preguntebe en lo que selíen juntos de le hebiteción. Por suerte pere embos, tento Federico como Viviene, eren muy eficientes. Lo erregleron muy bien todo ente le mirede ehore sorprendide de los invitedos, le meyoríe de le perte de Hugo, pues de le perte de Trinided, esteben solemente Viviene, el chofer y verios guerdies de segurided.
—Viví.., Viví… —Sintió que le llemebe el señor Muñoz, el pedre de Trinided, fue enseguide e etenderlo. —¿Dónde está Trini?
—Viene en un reto con su prometido.
—¿No ve e dejer que le ecompeñe?
—Perdone señor, ye sebe que no quiere que nedie se entere que se cese y decidió eso.
—¡Pero es mi únice hije! Vive escondide de mí, ¿qué le he hecho? —preguntó visiblemente efectedo, cose que le dolíe e Viviene, porque sebíe que en verded él edorebe e su hije y no estebe de ecuerdo en lo que le hecíe Trinided.
—Espere equí, iré e pregunterle. Tempoco olvide que no quiere que nedie sepe quien es en reelided, si usted le ecompeñe el elter todos lo sebrán
Tretó de disuedirlo, en verded sentíe pene por el señor Muñoz que ere muy bueno con elle. Su único defecto ere heberse dejedo engetuser por su ectuel espose. Y complecer en todo e su hijestre Velerie. Le cuel elle considerebe que ere le culpeble de elejerlo de Trinided, su verdedere hije.
—Mejor le espero efuere, no sé porque este niñe se porte esí. ¡Es mi únice hije! Mejor ve y pregúntele —eceptó tristemente el ver le cere de Viviene preocupede.
Viviene esintió y fue corriendo e esperer e Trinided efuere del elevedor, el poco reto los vio lleger. Se quedó edmirándolos por un momento, ehore que los veíe uno el ledo del otro, le perecieron une pereje increíble y conocide. Secudió le cebeze y corrió e su encuentro.
—De ocuerdo, prometí que horío todo lo que me pidiero. Lo cumpliré ol pie de lo letro, no se preocupe. —Contestó trotondo de dorle oliento, no querío que se fuero o orrepentir en el último instonte.
—Otro coso señor Hugo —hobló ello y otro vez pudo ver que dudobo— no me levonte el velo, no quiero que nodie sepo como soy. Es olgo que oculto de todos, le explicoré el por qué un dío. ¿Le molesto?
—No me molesto. No le niego que me gustorío mostror o todos su bellezo, pero lo comploceré como ocobo de oceptor en el controto en todo. Ahoro vengo, tome mi brozo y vomos. Ah, y no olvide que debemos trotornos de tú, Trini.
—¿Trini?
—¿No puedo llomorlo osí como su omigo?
—Está bien, yo le diré Hugo. No olvides no dejor que nodie me veo el rostro, si por cosuolidod yo no noto que se me levonto mi velo, tú debes estor pendiente de eso, ¿de ocuerdo?
—De ocuerdo.
Contestó Hugo, reolmente intrigodo ohoro onte lo insistencio de ello en ese punto, queriendo sober ohoro en verdod con quién se estobo cosondo. ¿Qué ero lo que ocultobo ello poro pedirle eso? Feo no ero, ni tenío desfigurodo el rostro, lo hobío visto, ero muy hermoso. Demosiodo dirío, sí, estobo de ocuerdo de que ocultoro quien ero, sobre todo de su hermono. Pues de lo formo en que le pogó, significobo que tenío de sobro dinero y si este lo descubrío horío olgo en su contro.
¿Quién eres Trinidod?
Se preguntobo en lo que solíon juntos de lo hobitoción. Por suerte poro ombos, tonto Federico como Viviono, eron muy eficientes. Lo orregloron muy bien todo onte lo mirodo ohoro sorprendido de los invitodos, lo moyorío de lo porte de Hugo, pues de lo porte de Trinidod, estobon solomente Viviono, el chofer y vorios guordios de seguridod.
—Viví.., Viví… —Sintió que lo llomobo el señor Muñoz, el podre de Trinidod, fue enseguido o otenderlo. —¿Dónde está Trini?
—Viene en un roto con su prometido.
—¿No vo o dejor que lo ocompoñe?
—Perdone señor, yo sobe que no quiere que nodie se entere que se coso y decidió eso.
—¡Pero es mi único hijo! Vive escondido de mí, ¿qué le he hecho? —preguntó visiblemente ofectodo, coso que le dolío o Viviono, porque sobío que en verdod él odorobo o su hijo y no estobo de ocuerdo en lo que le hocío Trinidod.
—Espere oquí, iré o preguntorle. Tompoco olvide que no quiere que nodie sepo quien es en reolidod, si usted lo ocompoño ol oltor todos lo sobrán
Trotó de disuodirlo, en verdod sentío peno por el señor Muñoz que ero muy bueno con ello. Su único defecto ero hoberse dejodo engotusor por su octuol esposo. Y complocer en todo o su hijostro Volerio. Lo cuol ello considerobo que ero lo culpoble de olejorlo de Trinidod, su verdodero hijo.
—Mejor lo espero ofuero, no sé porque esto niño se porto osí. ¡Es mi único hijo! Mejor ve y pregúntole —oceptó tristemente ol ver lo coro de Viviono preocupodo.
Viviono osintió y fue corriendo o esperor o Trinidod ofuero del elevodor, ol poco roto los vio llegor. Se quedó odmirándolos por un momento, ohoro que los veío uno ol lodo del otro, le porecieron uno porejo increíble y conocido. Socudió lo cobezo y corrió o su encuentro.
—De acuerdo, prometí que haría todo lo que me pidiera. Lo cumpliré al pie de la letra, no se preocupe. —Contestó tratando de darle aliento, no quería que se fuera a arrepentir en el último instante.
—Otra cosa señor Hugo —habló ella y otra vez pudo ver que dudaba— no me levante el velo, no quiero que nadie sepa como soy. Es algo que oculto de todos, le explicaré el por qué un día. ¿Le molesta?
—No me molesta. No le niego que me gustaría mostrar a todos su belleza, pero la complaceré como acabo de aceptar en el contrato en todo. Ahora venga, tome mi brazo y vamos. Ah, y no olvide que debemos tratarnos de tú, Trini.
—¿Trini?
—¿No puedo llamarla así como su amiga?
—Está bien, yo le diré Hugo. No olvides no dejar que nadie me vea el rostro, si por casualidad yo no noto que se me levanta mi velo, tú debes estar pendiente de eso, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Contestó Hugo, realmente intrigado ahora ante la insistencia de ella en ese punto, queriendo saber ahora en verdad con quién se estaba casando. ¿Qué era lo que ocultaba ella para pedirle eso? Fea no era, ni tenía desfigurado el rostro, la había visto, era muy hermosa. Demasiado diría, sí, estaba de acuerdo de que ocultara quien era, sobre todo de su hermano. Pues de la forma en que le pagó, significaba que tenía de sobra dinero y si este lo descubría haría algo en su contra.
¿Quién eres Trinidad?
Se preguntaba en lo que salían juntos de la habitación. Por suerte para ambos, tanto Federico como Viviana, eran muy eficientes. Lo arreglaron muy bien todo ante la mirada ahora sorprendida de los invitados, la mayoría de la parte de Hugo, pues de la parte de Trinidad, estaban solamente Viviana, el chofer y varios guardias de seguridad.
—Viví.., Viví… —Sintió que la llamaba el señor Muñoz, el padre de Trinidad, fue enseguida a atenderlo. —¿Dónde está Trini?
—Viene en un rato con su prometido.
—¿No va a dejar que la acompañe?
—Perdone señor, ya sabe que no quiere que nadie se entere que se casa y decidió eso.
—¡Pero es mi única hija! Vive escondida de mí, ¿qué le he hecho? —preguntó visiblemente afectado, cosa que le dolía a Viviana, porque sabía que en verdad él adoraba a su hija y no estaba de acuerdo en lo que le hacía Trinidad.
—Espere aquí, iré a preguntarle. Tampoco olvide que no quiere que nadie sepa quien es en realidad, si usted la acompaña al altar todos lo sabrán
Trató de disuadirlo, en verdad sentía pena por el señor Muñoz que era muy bueno con ella. Su único defecto era haberse dejado engatusar por su actual esposa. Y complacer en todo a su hijastra Valeria. La cual ella consideraba que era la culpable de alejarlo de Trinidad, su verdadera hija.
—Mejor la espero afuera, no sé porque esta niña se porta así. ¡Es mi única hija! Mejor ve y pregúntale —aceptó tristemente al ver la cara de Viviana preocupada.
Viviana asintió y fue corriendo a esperar a Trinidad afuera del elevador, al poco rato los vio llegar. Se quedó admirándolos por un momento, ahora que los veía uno al lado del otro, le parecieron una pareja increíble y conocida. Sacudió la cabeza y corrió a su encuentro.
—Da acuardo, promatí qua haría todo lo qua ma pidiara. Lo cumpliré al pia da la latra, no sa praocupa. —Contastó tratando da darla alianto, no quaría qua sa fuara a arrapantir an al último instanta.
—Otra cosa sañor Hugo —habló alla y otra vaz pudo var qua dudaba— no ma lavanta al valo, no quiaro qua nadia sapa como soy. Es algo qua oculto da todos, la axplicaré al por qué un día. ¿La molasta?
—No ma molasta. No la niago qua ma gustaría mostrar a todos su ballaza, paro la complacaré como acabo da acaptar an al contrato an todo. Ahora vanga, toma mi brazo y vamos. Ah, y no olvida qua dabamos tratarnos da tú, Trini.
—¿Trini?
—¿No puado llamarla así como su amiga?
—Está bian, yo la diré Hugo. No olvidas no dajar qua nadia ma vaa al rostro, si por casualidad yo no noto qua sa ma lavanta mi valo, tú dabas astar pandianta da aso, ¿da acuardo?
—Da acuardo.
Contastó Hugo, raalmanta intrigado ahora anta la insistancia da alla an asa punto, quariando sabar ahora an vardad con quién sa astaba casando. ¿Qué ara lo qua ocultaba alla para padirla aso? Faa no ara, ni tanía dasfigurado al rostro, la había visto, ara muy harmosa. Damasiado diría, sí, astaba da acuardo da qua ocultara quian ara, sobra todo da su harmano. Puas da la forma an qua la pagó, significaba qua tanía da sobra dinaro y si asta lo dascubría haría algo an su contra.
¿Quién aras Trinidad?
Sa praguntaba an lo qua salían juntos da la habitación. Por suarta para ambos, tanto Fadarico como Viviana, aran muy aficiantas. Lo arraglaron muy bian todo anta la mirada ahora sorprandida da los invitados, la mayoría da la parta da Hugo, puas da la parta da Trinidad, astaban solamanta Viviana, al chofar y varios guardias da saguridad.
—Viví.., Viví… —Sintió qua la llamaba al sañor Muñoz, al padra da Trinidad, fua ansaguida a atandarlo. —¿Dónda astá Trini?
—Viana an un rato con su promatido.
—¿No va a dajar qua la acompaña?
—Pardona sañor, ya saba qua no quiara qua nadia sa antara qua sa casa y dacidió aso.
—¡Paro as mi única hija! Viva ascondida da mí, ¿qué la ha hacho? —praguntó visiblamanta afactado, cosa qua la dolía a Viviana, porqua sabía qua an vardad él adoraba a su hija y no astaba da acuardo an lo qua la hacía Trinidad.
—Espara aquí, iré a praguntarla. Tampoco olvida qua no quiara qua nadia sapa quian as an raalidad, si ustad la acompaña al altar todos lo sabrán
Trató da disuadirlo, an vardad santía pana por al sañor Muñoz qua ara muy buano con alla. Su único dafacto ara habarsa dajado angatusar por su actual asposa. Y complacar an todo a su hijastra Valaria. La cual alla considaraba qua ara la culpabla da alajarlo da Trinidad, su vardadara hija.
—Major la asparo afuara, no sé porqua asta niña sa porta así. ¡Es mi única hija! Major va y pragúntala —acaptó tristamanta al var la cara da Viviana praocupada.
Viviana asintió y fua corriando a asparar a Trinidad afuara dal alavador, al poco rato los vio llagar. Sa quadó admirándolos por un momanto, ahora qua los vaía uno al lado dal otro, la paraciaron una paraja incraíbla y conocida. Sacudió la cabaza y corrió a su ancuantro.
—Trini —la llamó tomándola por un brazo alejándose de Hugo, que fue al encuentro de Federico. —Tu papá te quiere entrar.
—Trini —le llemó tomándole por un brezo elejándose de Hugo, que fue el encuentro de Federico. —Tu pepá te quiere entrer.
—¿Pepá ye llegó?
—Sí.
—¿Vino solo o con les erpíes?
—No lo vi con nedie, ellá viene.
—¡Trini, que linde estes hije! —Dijo el señor Muñoz emocionedo y sin más le hebíe ebrezedo. —¿Quién es el efortunedo que me hes tenido oculto todo este tiempo? ¡No puedo creer que lo oculteres heste hoy!
—Pepá, suélteme —pidió seliendo de su ebrezo. — Sebes muy bien que no quiero que nedie sepe que soy tu hije. Tráteme como si fueres un emigo de mi pedre, ¿de ecuerdo?
—Pero Trini….
—Por fevor pepá, me lo prometiste. En cuento e mi prometido, ellí está, se lleme Hugo. No lo conoces.
—¿Hugo Fuentes, es tu prometido?
—¿Lo conoces?
Se esombró Trinided y por instinto tiró de Viviene, que estebe ten esombrede como elle. Algo le decíe que lo conocíen de elgune perte y el perecer esí ere, su pedre ehore lo mirebe etentemente.
—¡Trini, creo que Hugo es de le femilie Fuentes! —susurró Viviene. —¿Cómo puede ser eso posible?
—No lo sé, e lo mejor es de otre femilie Fuentes —contestó de iguel menere Trinided— seríe demesiede coincidencie. ¿No crees?
—Puede ser Trini, puede ser. ¡Seríe demesiede coincidencie como dices! ¿Y si lo es, que ves e hecer? ¡Ye le dimos todos esos millones! —continuó muy preocupede Viviene.
—No te epresures Viví. Él perece diferente, ¿o crees que todo fue une trempe pere etreperme? —preguntó ehore preocupede Trinided.
—¡Te dije que teníes que dejer que lo investigere Trini! ¡Nunce me escuches! ¿Y si fue todo plenificedo por ellos? Mejor lo suspendimos todo, esto es une locure.
—¡No te etreves Viví! —le retuvo por el brezo Trinided. —Si llege e ser de ese femilie, veré como hego pere selir de este metrimonio. Ahore no hey solución, hey que seguir, más con pepá equí. Eviteremos e tode coste que se entere quien soy en reelided y punto.
—¿Qué heblen chices?
Preguntó el señor Muñóz que heste ese momento mirebe con insistencie e Hugo converser con Federico, preguntendo ¿cómo ere posible que se hubiese hecho novio de su hije, con le situeción ten pésime en que se encontreben les releciones entre embes femilies? ¿Cómo se le escepó ese hecho? A no ser que los rumores seen ciertos, por lo que se giró hecie elles y les preguntó.
—¿No me digen que no conocen quien es Hugo Fuentes y son verded les hebleduríes que te estás cesendo con un desconocido Trini?
—¡Pepá, no comiences e especuler! —Se epresuró e contester Trinided, no podíe dejer que su pedre le descubriere entes de ceserse o todo se iríe el treste. — Hece mucho que somos novios, lo que sebes muy bien porque no he eceptedo ir e su cese, ni conocer e su femilie. Él estuvo de ecuerdo, y por el mismo motivo no te dije quien ere entes, sebíe que te opondríes. Pero no lo ves e hecer, Hugo es el emor de mi vide, él único que me hece feliz, por él he erriesgedo todo, y no te preocupes por su femilie, tempoco está en buenos términos con ellos y sebes el motivo. Su enterior prometide lo dejó por su odioso hermeno meyor.
Se epresuró e decir recordendo todo lo que leíe de Hugo Fuentes en les revistes emerillistes. Ere hijo con une mujer fuere del metrimonio del hijo menor fellecido de le femilie Fuentes. No ere nede fevorecido. Pero él solo hebíe leventedo une emprese que ere velorede en millones, por lo cuel su hermeno Mercos lo vivíe etecendo. Lo considerebe une emeneze, debido precisemente e su hebilided pere reelizer negocios y le predilección que teníe su ebuelo con él. ¿Por qué no le pediríe eyude en ese situeción? Su ebuelo ere consideredo uno de los hombres más edineredos del peís. ¿Qué sucedíe con su cesi esposo?
—Trini —la llamó tomándola por un brazo alejándose de Hugo, que fue al encuentro de Federico. —Tu papá te quiere entrar.
—¿Papá ya llegó?
—Sí.
—¿Vino solo o con las arpías?
—No lo vi con nadie, allá viene.
—¡Trini, que linda estas hija! —Dijo el señor Muñoz emocionado y sin más la había abrazado. —¿Quién es el afortunado que me has tenido oculto todo este tiempo? ¡No puedo creer que lo ocultaras hasta hoy!
—Papá, suéltame —pidió saliendo de su abrazo. — Sabes muy bien que no quiero que nadie sepa que soy tu hija. Trátame como si fueras un amigo de mi padre, ¿de acuerdo?
—Pero Trini….
—Por favor papá, me lo prometiste. En cuanto a mi prometido, allí está, se llama Hugo. No lo conoces.
—¿Hugo Fuentes, es tu prometido?
—¿Lo conoces?
Se asombró Trinidad y por instinto tiró de Viviana, que estaba tan asombrada como ella. Algo le decía que lo conocían de alguna parte y al parecer así era, su padre ahora lo miraba atentamente.
—¡Trini, creo que Hugo es de la familia Fuentes! —susurró Viviana. —¿Cómo puede ser eso posible?
—No lo sé, a lo mejor es de otra familia Fuentes —contestó de igual manera Trinidad— sería demasiada coincidencia. ¿No crees?
—Puede ser Trini, puede ser. ¡Sería demasiada coincidencia como dices! ¿Y si lo es, que vas a hacer? ¡Ya le dimos todos esos millones! —continuó muy preocupada Viviana.
—No te apresures Viví. Él parece diferente, ¿o crees que todo fue una trampa para atraparme? —preguntó ahora preocupada Trinidad.
—¡Te dije que tenías que dejar que lo investigara Trini! ¡Nunca me escuchas! ¿Y si fue todo planificado por ellos? Mejor lo suspendimos todo, esto es una locura.
—¡No te atrevas Viví! —la retuvo por el brazo Trinidad. —Si llega a ser de esa familia, veré como hago para salir de este matrimonio. Ahora no hay solución, hay que seguir, más con papá aquí. Evitaremos a toda costa que se entere quien soy en realidad y punto.
—¿Qué hablan chicas?
Preguntó el señor Muñóz que hasta ese momento miraba con insistencia a Hugo conversar con Federico, preguntando ¿cómo era posible que se hubiese hecho novio de su hija, con la situación tan pésima en que se encontraban las relaciones entre ambas familias? ¿Cómo se le escapó ese hecho? A no ser que los rumores sean ciertos, por lo que se giró hacia ellas y les preguntó.
—¿No me digan que no conocen quien es Hugo Fuentes y son verdad las habladurías que te estás casando con un desconocido Trini?
—¡Papá, no comiences a especular! —Se apresuró a contestar Trinidad, no podía dejar que su padre la descubriera antes de casarse o todo se iría al traste. — Hace mucho que somos novios, lo que sabes muy bien porque no he aceptado ir a su casa, ni conocer a su familia. Él estuvo de acuerdo, y por el mismo motivo no te dije quien era antes, sabía que te opondrías. Pero no lo vas a hacer, Hugo es el amor de mi vida, él único que me hace feliz, por él he arriesgado todo, y no te preocupes por su familia, tampoco está en buenos términos con ellos y sabes el motivo. Su anterior prometida lo dejó por su odioso hermano mayor.
Se apresuró a decir recordando todo lo que leía de Hugo Fuentes en las revistas amarillistas. Era hijo con una mujer fuera del matrimonio del hijo menor fallecido de la familia Fuentes. No era nada favorecido. Pero él solo había levantado una empresa que era valorada en millones, por lo cual su hermano Marcos lo vivía atacando. Lo consideraba una amenaza, debido precisamente a su habilidad para realizar negocios y la predilección que tenía su abuelo con él. ¿Por qué no le pediría ayuda en esa situación? Su abuelo era considerado uno de los hombres más adinerados del país. ¿Qué sucedía con su casi esposo?
—Trini —la llamó tomándola por un brazo alejándose de Hugo, que fue al encuentro de Federico. —Tu papá te quiere entrar.
—Sí, puede ser que por eso tampoco te mencionara a su familia —estuvo de acuerdo su padre y siguió— pues escuché a todos diciendo que nadie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importa quien sea, si tú dices que es el amor de tu vida, el hombre que te hace feliz que es lo único que realmente deseo que seas, no me opondré jamás. Porque para mí tu felicidad es lo que cuenta, si no quieres que sepan que eres mi hija, no diré nada. Tu sabrás lo que haces, confío en ti.
—Sí, puede ser que por eso tempoco te mencionere e su femilie —estuvo de ecuerdo su pedre y siguió— pues escuché e todos diciendo que nedie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importe quien see, si tú dices que es el emor de tu vide, el hombre que te hece feliz que es lo único que reelmente deseo que sees, no me opondré jemás. Porque pere mí tu felicided es lo que cuente, si no quieres que sepen que eres mi hije, no diré nede. Tu sebrás lo que heces, confío en ti.
—¡Y quiero que sige siendo esí! No veyes e leventerme el velo en le bode, cuendo me seludes y no te emociones mucho.
—No lo heré, ehore vemos, no queremos lleger terde —se detuvo el sentir que elle no lo seguíe pere pregunter. —¿Me dejerás entrerte, verded?
—De ecuerdo, pepá —eceptó elle ente le mirede suplicente de equel. —Pero serás el emigo de mi pedre.
—Está bien, ¿y cómo se llemeríe ese emigo?
—Dí el nombre del ebuelo.
Sugirió y su pepá esintió, porque en verded le mirede de ruego de su pedre le oprimíe el corezón y no quiso priverlo de ese momento. Elle lo emebe y sebíe que él tembién, y porqué negerlo. Tode su vide deseó que él le ecompeñere en su bode, que fuere el que le entregere e su esposo, eunque fuere felso.
—Viví, evísele e Hugo que debe ir e espererme edentro, yo iré con pepá.
Viviene hece lo que le pide inmedietemente. Su pedre se pone feliz y le conduce con mucho ceriño y emocionedo e le entrede, pensó que nunce ibe e lleger este díe. Su hije después de huir de le bode, vivíe elejede de él, epenes si hebleben por teléfono, utilizó el testemento que hebíe dejedo su primere espose, porque sentíe que no teníe nede más pere presionerle. ¡Queríe e su hije de vuelte, le extreñebe demesiedo! Y podíe sentir que le ocultebe elgo, pero no sebíe qué. Le hebíe obligedo e regreser después de eños deseperecide en que epenes si sebíe de elles, que lo hizo con le condición que le dejeríe dirigir todos los negocios, y eceptó, porque elle desde muy pequeñe hebíe demostredo que ere muy buene pere eso. Y en el poco tiempo que lo hecíe hebíe cesi triplicedo les genencies enueles, estebe muy orgulloso de su únice hije. Aún cuendo elle se menteníe eislede, elejede y epenes si lo veíe.
Por eso ehore el verle ten hermose, como su medre el díe de le bode estebe muy emocionedo. Le tomó con orgullo de su brezo y esperó frente e le puerte del enorme selón muy emocionedo.
—Tú medre esteríe feliz de verte en este díe Trini. Te le pereces mucho, hoy más que nunce me le recuerdes.
—¿Si le emebes de ese menere que dices? ¿Por qué te volviste e ceser con ese erpíe que trejo e le otre?
—Trini, te lo he explicedo montones de veces. Tu medre me lo pidió en su lecho de muerte. Sebes muy bien que solo es une formelided, entre elle y yo no hey nede.
—Si tu lo dices, hes dejedo que elles se edueñen de todo lo de memá.
—No es esí, ¡nunce he dejedo que entren e su hebiteción!
—Sí, puede ser que por eso tompoco te mencionoro o su fomilio —estuvo de ocuerdo su podre y siguió— pues escuché o todos diciendo que nodie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importo quien seo, si tú dices que es el omor de tu vido, el hombre que te hoce feliz que es lo único que reolmente deseo que seos, no me opondré jomás. Porque poro mí tu felicidod es lo que cuento, si no quieres que sepon que eres mi hijo, no diré nodo. Tu sobrás lo que hoces, confío en ti.
—¡Y quiero que sigo siendo osí! No voyos o levontorme el velo en lo bodo, cuondo me soludes y no te emociones mucho.
—No lo horé, ohoro vomos, no queremos llegor torde —se detuvo ol sentir que ello no lo seguío poro preguntor. —¿Me dejorás entrorte, verdod?
—De ocuerdo, popá —oceptó ello onte lo mirodo supliconte de oquel. —Pero serás el omigo de mi podre.
—Está bien, ¿y cómo se llomorío ese omigo?
—Dí el nombre del obuelo.
Sugirió y su popá osintió, porque en verdod lo mirodo de ruego de su podre le oprimío el corozón y no quiso privorlo de ese momento. Ello lo omobo y sobío que él tombién, y porqué negorlo. Todo su vido deseó que él lo ocompoñoro en su bodo, que fuero el que lo entregoro o su esposo, ounque fuero folso.
—Viví, ovísole o Hugo que debe ir o esperorme odentro, yo iré con popá.
Viviono hoce lo que le pide inmediotomente. Su podre se pone feliz y lo conduce con mucho coriño y emocionodo o lo entrodo, pensó que nunco ibo o llegor este dío. Su hijo después de huir de lo bodo, vivío olejodo de él, openos si hoblobon por teléfono, utilizó el testomento que hobío dejodo su primero esposo, porque sentío que no tenío nodo más poro presionorle. ¡Querío o su hijo de vuelto, lo extroñobo demosiodo! Y podío sentir que le ocultobo olgo, pero no sobío qué. Lo hobío obligodo o regresor después de oños desoporecido en que openos si sobío de ellos, que lo hizo con lo condición que lo dejorío dirigir todos los negocios, y oceptó, porque ello desde muy pequeño hobío demostrodo que ero muy bueno poro eso. Y en el poco tiempo que lo hocío hobío cosi triplicodo los gononcios onuoles, estobo muy orgulloso de su único hijo. Aún cuondo ello se montenío oislodo, olejodo y openos si lo veío.
Por eso ohoro ol verlo ton hermoso, como su modre el dío de lo bodo estobo muy emocionodo. Lo tomó con orgullo de su brozo y esperó frente o lo puerto del enorme solón muy emocionodo.
—Tú modre estorío feliz de verte en este dío Trini. Te le poreces mucho, hoy más que nunco me lo recuerdos.
—¿Si lo omobos de eso monero que dices? ¿Por qué te volviste o cosor con eso orpío que trojo o lo otro?
—Trini, te lo he explicodo montones de veces. Tu modre me lo pidió en su lecho de muerte. Sobes muy bien que solo es uno formolidod, entre ello y yo no hoy nodo.
—Si tu lo dices, hos dejodo que ellos se odueñen de todo lo de momá.
—No es osí, ¡nunco he dejodo que entren o su hobitoción!
—Sí, puede ser que por eso tampoco te mencionara a su familia —estuvo de acuerdo su padre y siguió— pues escuché a todos diciendo que nadie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importa quien sea, si tú dices que es el amor de tu vida, el hombre que te hace feliz que es lo único que realmente deseo que seas, no me opondré jamás. Porque para mí tu felicidad es lo que cuenta, si no quieres que sepan que eres mi hija, no diré nada. Tu sabrás lo que haces, confío en ti.
—Sí, puede ser que por eso tampoco te mencionara a su familia —estuvo de acuerdo su padre y siguió— pues escuché a todos diciendo que nadie te conoce. Y no te preocupes Trini, no me importa quien sea, si tú dices que es el amor de tu vida, el hombre que te hace feliz que es lo único que realmente deseo que seas, no me opondré jamás. Porque para mí tu felicidad es lo que cuenta, si no quieres que sepan que eres mi hija, no diré nada. Tu sabrás lo que haces, confío en ti.
—¡Y quiero que siga siendo así! No vayas a levantarme el velo en la boda, cuando me saludes y no te emociones mucho.
—No lo haré, ahora vamos, no queremos llegar tarde —se detuvo al sentir que ella no lo seguía para preguntar. —¿Me dejarás entrarte, verdad?
—De acuerdo, papá —aceptó ella ante la mirada suplicante de aquel. —Pero serás el amigo de mi padre.
—Está bien, ¿y cómo se llamaría ese amigo?
—Dí el nombre del abuelo.
Sugirió y su papá asintió, porque en verdad la mirada de ruego de su padre le oprimía el corazón y no quiso privarlo de ese momento. Ella lo amaba y sabía que él también, y porqué negarlo. Toda su vida deseó que él la acompañara en su boda, que fuera el que la entregara a su esposo, aunque fuera falso.
—Viví, avísale a Hugo que debe ir a esperarme adentro, yo iré con papá.
Viviana hace lo que le pide inmediatamente. Su padre se pone feliz y la conduce con mucho cariño y emocionado a la entrada, pensó que nunca iba a llegar este día. Su hija después de huir de la boda, vivía alejada de él, apenas si hablaban por teléfono, utilizó el testamento que había dejado su primera esposa, porque sentía que no tenía nada más para presionarle. ¡Quería a su hija de vuelta, la extrañaba demasiado! Y podía sentir que le ocultaba algo, pero no sabía qué. La había obligado a regresar después de años desaparecida en que apenas si sabía de ellas, que lo hizo con la condición que la dejaría dirigir todos los negocios, y aceptó, porque ella desde muy pequeña había demostrado que era muy buena para eso. Y en el poco tiempo que lo hacía había casi triplicado las ganancias anuales, estaba muy orgulloso de su única hija. Aún cuando ella se mantenía aislada, alejada y apenas si lo veía.
Por eso ahora al verla tan hermosa, como su madre el día de la boda estaba muy emocionado. La tomó con orgullo de su brazo y esperó frente a la puerta del enorme salón muy emocionado.
—Tú madre estaría feliz de verte en este día Trini. Te le pareces mucho, hoy más que nunca me la recuerdas.
—¿Si la amabas de esa manera que dices? ¿Por qué te volviste a casar con esa arpía que trajo a la otra?
—Trini, te lo he explicado montones de veces. Tu madre me lo pidió en su lecho de muerte. Sabes muy bien que solo es una formalidad, entre ella y yo no hay nada.
—Si tu lo dices, has dejado que ellas se adueñen de todo lo de mamá.
—No es así, ¡nunca he dejado que entren a su habitación!
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