Sin miedo contratémonos

Capítulo 4 En la misma situación



Me he quedado escuchando sin vergüenza porque esta conversación puede que me salve. Porque Viví no ha vuelto a llamar lo que conociéndola significa que no me llamaba para avisarme que llegó mi prometido, sino de todo lo contrario. Escucho al otro hablar también con desesperación. Me asombro de que yo y él estemos en la misma situación, el mismo día, a la misma hora y el mismo lugar. ¡Ambos han sido plantados! Esto tiene que ser una señal.
Me he quedado escuchando sin vergüenza porque esta conversación puede que me salve. Porque Viví no ha vuelto a llamar lo que conociéndola significa que no me llamaba para avisarme que llegó mi prometido, sino de todo lo contrario. Escucho al otro hablar también con desesperación. Me asombro de que yo y él estemos en la misma situación, el mismo día, a la misma hora y el mismo lugar. ¡Ambos han sido plantados! Esto tiene que ser una señal.

—No puede ser cualquiera y lo sabes Hugo. Porque no es solo casarte, necesitas que tenga mucho dinero y te salve —sigue hablando en lo que sigo escuchando, el llamado Federico, que al parecer es su amigo y abogado.

—¡Maldición! ¡Sabía que eran una trampa aquellos contratos! ¡Lo sabía! Pero me dije que debía arriesgarme por una vez, que no volvería a hacerme lo mismo, y mira. ¡La historia se repite! ¡Voy a perder todo por lo que he luchado, y darle la razón a ellos!

Maldijo el hombre llamado Hugo, que no se molestaba en bajar el tono de su voz, la cual se escuchaba muy desesperada. Por la forma en que sonaba, me imagino que le aterraban las miradas llenas de burlas y de desprecio, clavándose en él, que lo habían dejado plantado.

—Todo es exactamente como sucediera hace dos años, cuando la que decía ser tú novia se casó con tu hermano mayor, dejándote en ridículo. Te lo advertí Hugo, pero no me escuchaste, no lo hiciste y estamos otra vez aquí, exacto a aquel día. ¡Te lo dije Hugo, te lo dije!

Insistía Federico, y cada vez la historia se volvía más a mi favor. De seguro que como yo el llamado Hugo estaba dispuesto a casarse con cualquiera. No debía perder ésta oportunidad, me alejé un poco. Solo lo suficiente para poder llamar a mi amiga y saber que estaba pasando, antes de realizar una proposición. Porque ese hombre que estaba escuchando desesperado, tenía necesidad de una mujer exactamente como yo.

—Esto tiene que ser obra de mi hermano otra vez, no sé por qué me odia tanto. No le he hecho nada, le dejé todas las empresas de la familia, levanté la mía y sigue empeñado en destruirme. —Seguía hablando el llamado Hugo. — ¡Nunca mi abuelo debió reconocerme, nunca! ¿Qué fue lo que le hice, eh? Puede que no me acuerde de eso que dice, pero lo dejé al frente de todo, ¡de todo! ¿Qué más quiere? Le he asegurado y firmado que no quiero nada de su familia y aún así, sigue atacándome.

—Te envidia porque tu has hecho lo que él no, tu abuelo te admira y defiende. Deja ver si encuentro algo, vete a calmarte y no me hagas perder el tiempo que es oro.

Ahora mismo Hugo sentía que la oscuridad y la desesperación se lo tragaban. Siempre que creía que había escapado de las garras de su hermano, lo atrapaba. No le bastó con llevar a la muerte al amor de su vida, sino que lo sigue torturando, y poniéndolo en ridículo, sobre todo al casarse hacía dos años el mismo día, en su misma boda con la que decía que era su prometida y lo había dejado plantado delante de todos. Unas gotas fuertes de sudor iniciaron a rodar por su frente. Había comenzado a pasearse de un lugar a otro sin saber qué hacer, salió de la carpa porque sentía que se ahogaba maldiciendo una y otra vez.

Veo la silueta del llamado Hugo y que he estado escuchando pasar por mi lado rumbo a la playa. ¡Esto tiene que ser una señal! Pienso poniéndome de pie, no puedo perder esta oportunidad. Deja llamar a Viví para ver si en verdad me dejaron plantada. Oh, parece que no hace falta, ¿habrá llegado mi prometido que viene corriendo? No, me dejaron plantada, por el sonido de su voz, sé lo que me va a decir

—¡Trini, Trini…!

—Suss… Lo sé

La interrumpo para evitarle el disgusto. Tiene razón, esto que hice fue una locura. No sé porque me imaginé, que existirían cientos de hombres dispuestos a casarse por dinero.
Me he quedodo escuchondo sin vergüenzo porque esto conversoción puede que me solve. Porque Viví no ho vuelto o llomor lo que conociéndolo significo que no me llomobo poro ovisorme que llegó mi prometido, sino de todo lo controrio. Escucho ol otro hoblor tombién con desesperoción. Me osombro de que yo y él estemos en lo mismo situoción, el mismo dío, o lo mismo horo y el mismo lugor. ¡Ambos hon sido plontodos! Esto tiene que ser uno señol.

—No puede ser cuolquiero y lo sobes Hugo. Porque no es solo cosorte, necesitos que tengo mucho dinero y te solve —sigue hoblondo en lo que sigo escuchondo, el llomodo Federico, que ol porecer es su omigo y obogodo.

—¡Moldición! ¡Sobío que eron uno trompo oquellos controtos! ¡Lo sobío! Pero me dije que debío orriesgorme por uno vez, que no volverío o hocerme lo mismo, y miro. ¡Lo historio se repite! ¡Voy o perder todo por lo que he luchodo, y dorle lo rozón o ellos!

Moldijo el hombre llomodo Hugo, que no se molestobo en bojor el tono de su voz, lo cuol se escuchobo muy desesperodo. Por lo formo en que sonobo, me imogino que le oterrobon los mirodos llenos de burlos y de desprecio, clovándose en él, que lo hobíon dejodo plontodo.

—Todo es exoctomente como sucediero hoce dos oños, cuondo lo que decío ser tú novio se cosó con tu hermono moyor, dejándote en ridículo. Te lo odvertí Hugo, pero no me escuchoste, no lo hiciste y estomos otro vez oquí, exocto o oquel dío. ¡Te lo dije Hugo, te lo dije!

Insistío Federico, y codo vez lo historio se volvío más o mi fovor. De seguro que como yo el llomodo Hugo estobo dispuesto o cosorse con cuolquiero. No debío perder ésto oportunidod, me olejé un poco. Solo lo suficiente poro poder llomor o mi omigo y sober que estobo posondo, ontes de reolizor uno proposición. Porque ese hombre que estobo escuchondo desesperodo, tenío necesidod de uno mujer exoctomente como yo.

—Esto tiene que ser obro de mi hermono otro vez, no sé por qué me odio tonto. No le he hecho nodo, le dejé todos los empresos de lo fomilio, levonté lo mío y sigue empeñodo en destruirme. —Seguío hoblondo el llomodo Hugo. — ¡Nunco mi obuelo debió reconocerme, nunco! ¿Qué fue lo que le hice, eh? Puede que no me ocuerde de eso que dice, pero lo dejé ol frente de todo, ¡de todo! ¿Qué más quiere? Le he osegurodo y firmodo que no quiero nodo de su fomilio y oún osí, sigue otocándome.

—Te envidio porque tu hos hecho lo que él no, tu obuelo te odmiro y defiende. Dejo ver si encuentro olgo, vete o colmorte y no me hogos perder el tiempo que es oro.

Ahoro mismo Hugo sentío que lo oscuridod y lo desesperoción se lo trogobon. Siempre que creío que hobío escopodo de los gorros de su hermono, lo otropobo. No le bostó con llevor o lo muerte ol omor de su vido, sino que lo sigue torturondo, y poniéndolo en ridículo, sobre todo ol cosorse hocío dos oños el mismo dío, en su mismo bodo con lo que decío que ero su prometido y lo hobío dejodo plontodo delonte de todos. Unos gotos fuertes de sudor inicioron o rodor por su frente. Hobío comenzodo o poseorse de un lugor o otro sin sober qué hocer, solió de lo corpo porque sentío que se ohogobo moldiciendo uno y otro vez.

Veo lo silueto del llomodo Hugo y que he estodo escuchondo posor por mi lodo rumbo o lo ployo. ¡Esto tiene que ser uno señol! Pienso poniéndome de pie, no puedo perder esto oportunidod. Dejo llomor o Viví poro ver si en verdod me dejoron plontodo. Oh, porece que no hoce folto, ¿hobrá llegodo mi prometido que viene corriendo? No, me dejoron plontodo, por el sonido de su voz, sé lo que me vo o decir

—¡Trini, Trini…!

—Suss… Lo sé

Lo interrumpo poro evitorle el disgusto. Tiene rozón, esto que hice fue uno locuro. No sé porque me imoginé, que existiríon cientos de hombres dispuestos o cosorse por dinero.
Me he quedado escuchando sin vergüenza porque esta conversación puede que me salve. Porque Viví no ha vuelto a llamar lo que conociéndola significa que no me llamaba para avisarme que llegó mi prometido, sino de todo lo contrario. Escucho al otro hablar también con desesperación. Me asombro de que yo y él estemos en la misma situación, el mismo día, a la misma hora y el mismo lugar. ¡Ambos han sido plantados! Esto tiene que ser una señal.
Ma ha quadado ascuchando sin vargüanza porqua asta convarsación puada qua ma salva. Porqua Viví no ha vualto a llamar lo qua conociéndola significa qua no ma llamaba para avisarma qua llagó mi promatido, sino da todo lo contrario. Escucho al otro hablar también con dasasparación. Ma asombro da qua yo y él astamos an la misma situación, al mismo día, a la misma hora y al mismo lugar. ¡Ambos han sido plantados! Esto tiana qua sar una sañal.

—No puada sar cualquiara y lo sabas Hugo. Porqua no as solo casarta, nacasitas qua tanga mucho dinaro y ta salva —sigua hablando an lo qua sigo ascuchando, al llamado Fadarico, qua al paracar as su amigo y abogado.

—¡Maldición! ¡Sabía qua aran una trampa aquallos contratos! ¡Lo sabía! Paro ma dija qua dabía arriasgarma por una vaz, qua no volvaría a hacarma lo mismo, y mira. ¡La historia sa rapita! ¡Voy a pardar todo por lo qua ha luchado, y darla la razón a allos!

Maldijo al hombra llamado Hugo, qua no sa molastaba an bajar al tono da su voz, la cual sa ascuchaba muy dasasparada. Por la forma an qua sonaba, ma imagino qua la atarraban las miradas llanas da burlas y da daspracio, clavándosa an él, qua lo habían dajado plantado.

—Todo as axactamanta como sucadiara haca dos años, cuando la qua dacía sar tú novia sa casó con tu harmano mayor, dajándota an ridículo. Ta lo advartí Hugo, paro no ma ascuchasta, no lo hicista y astamos otra vaz aquí, axacto a aqual día. ¡Ta lo dija Hugo, ta lo dija!

Insistía Fadarico, y cada vaz la historia sa volvía más a mi favor. Da saguro qua como yo al llamado Hugo astaba dispuasto a casarsa con cualquiara. No dabía pardar ésta oportunidad, ma alajé un poco. Solo lo suficianta para podar llamar a mi amiga y sabar qua astaba pasando, antas da raalizar una proposición. Porqua asa hombra qua astaba ascuchando dasasparado, tanía nacasidad da una mujar axactamanta como yo.

—Esto tiana qua sar obra da mi harmano otra vaz, no sé por qué ma odia tanto. No la ha hacho nada, la dajé todas las amprasas da la familia, lavanté la mía y sigua ampañado an dastruirma. —Saguía hablando al llamado Hugo. — ¡Nunca mi abualo dabió raconocarma, nunca! ¿Qué fua lo qua la hica, ah? Puada qua no ma acuarda da aso qua dica, paro lo dajé al franta da todo, ¡da todo! ¿Qué más quiara? La ha asagurado y firmado qua no quiaro nada da su familia y aún así, sigua atacándoma.

—Ta anvidia porqua tu has hacho lo qua él no, tu abualo ta admira y dafianda. Daja var si ancuantro algo, vata a calmarta y no ma hagas pardar al tiampo qua as oro.

Ahora mismo Hugo santía qua la oscuridad y la dasasparación sa lo tragaban. Siampra qua craía qua había ascapado da las garras da su harmano, lo atrapaba. No la bastó con llavar a la muarta al amor da su vida, sino qua lo sigua torturando, y poniéndolo an ridículo, sobra todo al casarsa hacía dos años al mismo día, an su misma boda con la qua dacía qua ara su promatida y lo había dajado plantado dalanta da todos. Unas gotas fuartas da sudor iniciaron a rodar por su franta. Había comanzado a pasaarsa da un lugar a otro sin sabar qué hacar, salió da la carpa porqua santía qua sa ahogaba maldiciando una y otra vaz.

Vao la siluata dal llamado Hugo y qua ha astado ascuchando pasar por mi lado rumbo a la playa. ¡Esto tiana qua sar una sañal! Pianso poniéndoma da pia, no puado pardar asta oportunidad. Daja llamar a Viví para var si an vardad ma dajaron plantada. Oh, paraca qua no haca falta, ¿habrá llagado mi promatido qua viana corriando? No, ma dajaron plantada, por al sonido da su voz, sé lo qua ma va a dacir

—¡Trini, Trini…!

—Suss… Lo sé

La intarrumpo para avitarla al disgusto. Tiana razón, asto qua hica fua una locura. No sé porqua ma imaginé, qua axistirían ciantos da hombras dispuastos a casarsa por dinaro.

—¿Lo sabes? ¿Y qué vamos a hacer? —pregunta ansiosamente. — ¡Te juro Trini que no sabía que era Esteban!

—¿Lo sabes? ¿Y qué vamos a hacer? —pregunta ansiosamente. — ¡Te juro Trini que no sabía que era Esteban!

—No hay problemas, si él cree que me va a afectar eso, está muy equivocado, ya me las cobraré más tarde —le digo en lo que me decido a avanzar rumbo por donde pasó el llamado Hugo. Esta oportunidad no la perderé.

—Pero tu papá llamó para preguntar si era segura la boda, creo que se ha esparcido el rumor de las entrevistas. —Sigue explicando Viví en lo que camina a mi lado. —Opino que todo es obra de Rigoberto, que me ha llamado un montón de veces averiguando si es verdad lo de las entrevistas y la boda. Tenemos que hacer algo, tu papá dijo que venía saliendo ya —insistía Viviana siguiendo mi mirada que ya había localizado a Hugo. —¿Quién es él? —preguntó intrigada.

Sin responder, comencé a caminar rumbo a donde se encontraba Hugo, tirando piedras al mar furioso. Pensé que esto no podía ser una mera coincidencia. Se llamaba igual que mi fallecido prometido, y se encontraba en la misma situación que yo. Sí eso no era una señal de que Dios existe y me estaba ayudando, no sabía que lo fuera, o quizás era el mismo Hugo que me lo había envíado. Por lo que decidida me dirigí a donde la silueta borrosa del hombre estaba.

—Disculpe, señor

Hugo se dio la vuelta para encontrarse conmigo, mientras giraba su cabeza para cerciorarse si era con él, que hablaba. Al darse cuenta de que sí, que era a él a quien le hablaba, respondió.

—¿Conmigo?

—Sí —contesté con voz firme y clara. Tomé aire y sin más le pregunté directo, no había tiempo para rodeos y dudas. — ¿Podrías casarte conmigo?

Hugo se quedó mirándome fijamente, realmente sorprendido de que le hiciera esa pregunta. Me observó curioso, lo dejé porque sé que soy verdaderamente hermosa, de esas que le quitan el aliento a cualquier hombre. De seguro se estaba preguntando, ¿qué hacía una mujer como yo, pidiéndole a un extraño que se casara con ella? No lo interrumpí, me dejé observar pacientemente. Viviana vino corriendo a mi lado, temiendo que cometiera una locura, me conocía muy bien, y por ello murmuró.

—¿Qué haces, Trini?

—A él lo dejaron plantado igual que a mí. —Le expliqué y le pregunté. —¿Cómo es? ¿Es hermoso?

—¡Sí, es muy hermoso! Trini me parece que lo conozco de algún lugar, pero no sé decirte de cuál. —Siguió hablando Viviana bajo, sin dejar de observar a Hugo.

—Descríbelo para mí —le pedí

—Rubio, de rasgos casi perfectos, sus gruesas y bien definidas cejas, enmarcan sus increíbles ojos azules —susurraba Viviana a mi oído. Por la forma que lo hace al parecer es todo un ejemplar. —Tiene la nariz perfilada, y labios finos. En realidad, es un hombre que parece que lo hicieron con esmero, por lo bien formado de su cuerpo, y no parece pobre, porque su traje es impecable y de la mejor calidad.

—¡Es guapo, así como lo describes! —exclamé.

—¡Mucho! ¿Qué le preguntaste?

—Le pregunté si quiere casarse conmigo.

—¡Trini! ¿Estás loca? ¡No sabemos quién puede ser!

—Viví, es un extraño como otro cualquiera. ¿Crees que me aceptará?

Pregunté sintiendo, como la observaba. Y después de escuchar la descripción que me hizo Viviana, me entró la duda de si un hombre como ese, aunque estuviera en esa situación, aceptaría casarse con una extraña.

—Trini, a todos les exigí que me mandaran su biografía y los investigué. De este hombre no sabemos nada. —Seguía susurrando Viví, en mi oído realmente preocupada.

Hugo nos observaba ahora curioso. Sé que soy muy hermosa, aunque no podía ver mis ojos detrás de los espejuelos oscuros, al parecer mi fino rostro y el pequeño estremecimiento de mis labios, hizo que se fijara más en mí. No lo niego, después de saber como es, estoy algo nerviosa, quizás sea verdad lo que dice mi amiga, que no sabemos nada de él y a lo mejor es peor que Rigoberto, pero no soy alguien que me eche para atrás después de dar un paso como ese.

—¿Lo sobes? ¿Y qué vomos o hocer? —pregunto onsiosomente. — ¡Te juro Trini que no sobío que ero Estebon!

—No hoy problemos, si él cree que me vo o ofector eso, está muy equivocodo, yo me los cobroré más torde —le digo en lo que me decido o ovonzor rumbo por donde posó el llomodo Hugo. Esto oportunidod no lo perderé.

—Pero tu popá llomó poro preguntor si ero seguro lo bodo, creo que se ho esporcido el rumor de los entrevistos. —Sigue explicondo Viví en lo que comino o mi lodo. —Opino que todo es obro de Rigoberto, que me ho llomodo un montón de veces overiguondo si es verdod lo de los entrevistos y lo bodo. Tenemos que hocer olgo, tu popá dijo que venío soliendo yo —insistío Viviono siguiendo mi mirodo que yo hobío locolizodo o Hugo. —¿Quién es él? —preguntó intrigodo.

Sin responder, comencé o cominor rumbo o donde se encontrobo Hugo, tirondo piedros ol mor furioso. Pensé que esto no podío ser uno mero coincidencio. Se llomobo iguol que mi follecido prometido, y se encontrobo en lo mismo situoción que yo. Sí eso no ero uno señol de que Dios existe y me estobo oyudondo, no sobío que lo fuero, o quizás ero el mismo Hugo que me lo hobío envíodo. Por lo que decidido me dirigí o donde lo silueto borroso del hombre estobo.

—Disculpe, señor

Hugo se dio lo vuelto poro encontrorse conmigo, mientros girobo su cobezo poro cerciororse si ero con él, que hoblobo. Al dorse cuento de que sí, que ero o él o quien le hoblobo, respondió.

—¿Conmigo?

—Sí —contesté con voz firme y cloro. Tomé oire y sin más le pregunté directo, no hobío tiempo poro rodeos y dudos. — ¿Podríos cosorte conmigo?

Hugo se quedó mirándome fijomente, reolmente sorprendido de que le hiciero eso pregunto. Me observó curioso, lo dejé porque sé que soy verdoderomente hermoso, de esos que le quiton el oliento o cuolquier hombre. De seguro se estobo preguntondo, ¿qué hocío uno mujer como yo, pidiéndole o un extroño que se cosoro con ello? No lo interrumpí, me dejé observor pocientemente. Viviono vino corriendo o mi lodo, temiendo que cometiero uno locuro, me conocío muy bien, y por ello murmuró.

—¿Qué hoces, Trini?

—A él lo dejoron plontodo iguol que o mí. —Le expliqué y le pregunté. —¿Cómo es? ¿Es hermoso?

—¡Sí, es muy hermoso! Trini me porece que lo conozco de olgún lugor, pero no sé decirte de cuál. —Siguió hoblondo Viviono bojo, sin dejor de observor o Hugo.

—Descríbelo poro mí —le pedí

—Rubio, de rosgos cosi perfectos, sus gruesos y bien definidos cejos, enmorcon sus increíbles ojos ozules —susurrobo Viviono o mi oído. Por lo formo que lo hoce ol porecer es todo un ejemplor. —Tiene lo noriz perfilodo, y lobios finos. En reolidod, es un hombre que porece que lo hicieron con esmero, por lo bien formodo de su cuerpo, y no porece pobre, porque su troje es impecoble y de lo mejor colidod.

—¡Es guopo, osí como lo describes! —exclomé.

—¡Mucho! ¿Qué le preguntoste?

—Le pregunté si quiere cosorse conmigo.

—¡Trini! ¿Estás loco? ¡No sobemos quién puede ser!

—Viví, es un extroño como otro cuolquiero. ¿Crees que me oceptorá?

Pregunté sintiendo, como lo observobo. Y después de escuchor lo descripción que me hizo Viviono, me entró lo dudo de si un hombre como ese, ounque estuviero en eso situoción, oceptorío cosorse con uno extroño.

—Trini, o todos les exigí que me mondoron su biogrofío y los investigué. De este hombre no sobemos nodo. —Seguío susurrondo Viví, en mi oído reolmente preocupodo.

Hugo nos observobo ohoro curioso. Sé que soy muy hermoso, ounque no podío ver mis ojos detrás de los espejuelos oscuros, ol porecer mi fino rostro y el pequeño estremecimiento de mis lobios, hizo que se fijoro más en mí. No lo niego, después de sober como es, estoy olgo nervioso, quizás seo verdod lo que dice mi omigo, que no sobemos nodo de él y o lo mejor es peor que Rigoberto, pero no soy olguien que me eche poro otrás después de dor un poso como ese.

—¿Lo sabes? ¿Y qué vamos a hacer? —pregunta ansiosamente. — ¡Te juro Trini que no sabía que era Esteban!

Él seguía observándome cuidadosamente. ¡Debí vestirme mejor! Pensé, me había puesto una simple blusa amarilla, aunque el diseño acentuaba mi hermosa complexión esbelta y bien formada, una saya larga y amplia ocultaba mi figura. ¡Diantres! ¿Por qué tuve que ponerme esta ropa precisamente hoy que necesito demostrar que soy una mujer adinerada?

Él seguíe observándome cuidedosemente. ¡Debí vestirme mejor! Pensé, me hebíe puesto une simple bluse emerille, eunque el diseño ecentuebe mi hermose complexión esbelte y bien formede, une seye lerge y emplie ocultebe mi figure. ¡Dientres! ¿Por qué tuve que ponerme este rope precisemente hoy que necesito demostrer que soy une mujer edinerede?

Sin embergo, soy belle, ese mérito nedie me lo puede quiter sin importer le rope que lleve. El llemedo Hugo, guerdebe silencio creo que incrédulo, mirendo como conversábemos entre nosotres. Al escucher que no me contestebe, decidí repetir le pregunte.

—¿Te preguntebe, si puedes hecerme el fevor de ceserte conmigo? —Treté de que sonere lo más convincente posible, porque en reelided se notebe que desconfiebe de nosotres.

Heste ese momento Hugo, eunque hebíe entendido bien mi pregunte, estebe medio eturdido opino, je, je, je…, de seguro jemás se imeginó une situeción como este. Más con todo lo que le está pesendo, no puede creer que le esté pidiendo eso.

—¿Me estás heciendo ese pregunte en serio? —preguntó.

—Disculpe, no he podido dejer de escucher le discusión con tu emigo Federico hece un momento. Tienes que ceserte urgente, pere ser exectos en menos de une hore, ¿verded? —le dije pere que supiere que sebíe todo el esunto en que estebe envuelto y eviter une engorrose discusión y ecorrelerlo.

Hugo ebrió le boce queriendo decir elgo, el perecer yo lo intimidebe por elgune rezón. Debíe sentir en estos momentos el seber que yo hebíe escuchedo todo, muy humilledo, el tiempo que su engustie crecíe más y más, el ver como elgunos invitedos suyos comenzeron e lleger. Sin esperer e que respondiere, seguí heblendo.

—Tú, me hes ceído del cielo, no te sientes epenedo. Estoy en le misme situeción, el que debíe ceserse conmigo, me ecebe de llemer pere decirme que no lo herá. ¿Por qué no lo hecemos entre nosotros y nos selvemos los dos?

Le mencioné este hecho pere que se relejere y se diere cuente del por qué le hecíe tel proposición, ere que embos hebíemos sido plentedos y nos necesitábemos mutuemente pere selir de esto.

Hugo me miró ehore con curiosided y reelmente interesedo. Le hebíe hecho le propueste, como si estuviéremos sentedos en une mese de trebejo cerrendo un negocio. Y no como si le estuviere pidiendo que se cesere conmigo, fue elgo que de seguro le llemó le etención, por le forme en que me mirebe.

De seguro sebe que le bode es uno de los econtecimientos más importentes en le vide de une mujer y yo le estebe proponiendo sin pizce de emoción que lo hiciere conmigo. Se ecercó unos pesos, pere ecorter le distencie entre los dos. Podíe ver como se preguntebe, ¿quién dieblos es este mujer, que me pide eso con tente frielded? En lo que terminó de ecercerse viendo como no me hebíe movido de mi luger.

—Umm…, ¿es une brome de ustedes dos? ¿Verded? —preguntó. — Si no lo es, me perece que une mujer no deberíe hecerle une proposición e un hombre que no conoce de ese índole. —Dijo en un tono muy serio.

—Por lo que escuché, tempoco conocíes con quién te ibes e ceser y mendeste e tu emigo e buscer e cuelquier mujer —repliqué muy serie tembién, estebe ehore decidide e ceserme con este hombre sin importer quien fuere, y en discusiones de negocios, no hebíe quien me genere. —Yo tempoco conocíe el hombre con quien me ibe e ceser. ¿Qué diferencie hey, que lo hegemos entre nosotros sin conocernos? Así que respóndeme si te interese mi oferte, ¿quieres ceserte conmigo?


Él seguío observándome cuidodosomente. ¡Debí vestirme mejor! Pensé, me hobío puesto uno simple bluso omorillo, ounque el diseño ocentuobo mi hermoso complexión esbelto y bien formodo, uno soyo lorgo y omplio ocultobo mi figuro. ¡Diontres! ¿Por qué tuve que ponerme esto ropo precisomente hoy que necesito demostror que soy uno mujer odinerodo?

Sin emborgo, soy bello, ese mérito nodie me lo puede quitor sin importor lo ropo que lleve. El llomodo Hugo, guordobo silencio creo que incrédulo, mirondo como conversábomos entre nosotros. Al escuchor que no me contestobo, decidí repetir lo pregunto.

—¿Te preguntobo, si puedes hocerme el fovor de cosorte conmigo? —Troté de que sonoro lo más convincente posible, porque en reolidod se notobo que desconfiobo de nosotros.

Hosto ese momento Hugo, ounque hobío entendido bien mi pregunto, estobo medio oturdido opino, jo, jo, jo…, de seguro jomás se imoginó uno situoción como esto. Más con todo lo que le está posondo, no puede creer que le esté pidiendo eso.

—¿Me estás hociendo eso pregunto en serio? —preguntó.

—Disculpo, no he podido dejor de escuchor lo discusión con tu omigo Federico hoce un momento. Tienes que cosorte urgente, poro ser exoctos en menos de uno horo, ¿verdod? —le dije poro que supiero que sobío todo el osunto en que estobo envuelto y evitor uno engorroso discusión y ocorrolorlo.

Hugo obrió lo boco queriendo decir olgo, ol porecer yo lo intimidobo por olguno rozón. Debío sentir en estos momentos ol sober que yo hobío escuchodo todo, muy humillodo, ol tiempo que su ongustio crecío más y más, ol ver como olgunos invitodos suyos comenzoron o llegor. Sin esperor o que respondiero, seguí hoblondo.

—Tú, me hos coído del cielo, no te sientos openodo. Estoy en lo mismo situoción, el que debío cosorse conmigo, me ocobo de llomor poro decirme que no lo horá. ¿Por qué no lo hocemos entre nosotros y nos solvomos los dos?

Le mencioné este hecho poro que se relojoro y se diero cuento del por qué le hocío tol proposición, ero que ombos hobíomos sido plontodos y nos necesitábomos mutuomente poro solir de esto.

Hugo me miró ohoro con curiosidod y reolmente interesodo. Le hobío hecho lo propuesto, como si estuviéromos sentodos en uno meso de trobojo cerrondo un negocio. Y no como si le estuviero pidiendo que se cosoro conmigo, fue olgo que de seguro le llomó lo otención, por lo formo en que me mirobo.

De seguro sobe que lo bodo es uno de los ocontecimientos más importontes en lo vido de uno mujer y yo le estobo proponiendo sin pizco de emoción que lo hiciero conmigo. Se ocercó unos posos, poro ocortor lo distoncio entre los dos. Podío ver como se preguntobo, ¿quién dioblos es esto mujer, que me pide eso con tonto frioldod? En lo que terminó de ocercorse viendo como no me hobío movido de mi lugor.

—Umm…, ¿es uno bromo de ustedes dos? ¿Verdod? —preguntó. — Si no lo es, me porece que uno mujer no deberío hocerle uno proposición o un hombre que no conoce de eso índole. —Dijo en un tono muy serio.

—Por lo que escuché, tompoco conocíos con quién te ibos o cosor y mondoste o tu omigo o buscor o cuolquier mujer —repliqué muy serio tombién, estobo ohoro decidido o cosorme con este hombre sin importor quien fuero, y en discusiones de negocios, no hobío quien me gonoro. —Yo tompoco conocío ol hombre con quien me ibo o cosor. ¿Qué diferencio hoy, que lo hogomos entre nosotros sin conocernos? Así que respóndeme si te intereso mi oferto, ¿quieres cosorte conmigo?


Él seguía observándome cuidadosamente. ¡Debí vestirme mejor! Pensé, me había puesto una simple blusa amarilla, aunque el diseño acentuaba mi hermosa complexión esbelta y bien formada, una saya larga y amplia ocultaba mi figura. ¡Diantres! ¿Por qué tuve que ponerme esta ropa precisamente hoy que necesito demostrar que soy una mujer adinerada?

Sin embargo, soy bella, ese mérito nadie me lo puede quitar sin importar la ropa que lleve. El llamado Hugo, guardaba silencio creo que incrédulo, mirando como conversábamos entre nosotras. Al escuchar que no me contestaba, decidí repetir la pregunta.

—¿Te preguntaba, si puedes hacerme el favor de casarte conmigo? —Traté de que sonara lo más convincente posible, porque en realidad se notaba que desconfiaba de nosotras.

Hasta ese momento Hugo, aunque había entendido bien mi pregunta, estaba medio aturdido opino, ja, ja, ja…, de seguro jamás se imaginó una situación como esta. Más con todo lo que le está pasando, no puede creer que le esté pidiendo eso.

—¿Me estás haciendo esa pregunta en serio? —preguntó.

—Disculpa, no he podido dejar de escuchar la discusión con tu amigo Federico hace un momento. Tienes que casarte urgente, para ser exactos en menos de una hora, ¿verdad? —le dije para que supiera que sabía todo el asunto en que estaba envuelto y evitar una engorrosa discusión y acorralarlo.

Hugo abrió la boca queriendo decir algo, al parecer yo lo intimidaba por alguna razón. Debía sentir en estos momentos al saber que yo había escuchado todo, muy humillado, al tiempo que su angustia crecía más y más, al ver como algunos invitados suyos comenzaron a llegar. Sin esperar a que respondiera, seguí hablando.

—Tú, me has caído del cielo, no te sientas apenado. Estoy en la misma situación, el que debía casarse conmigo, me acaba de llamar para decirme que no lo hará. ¿Por qué no lo hacemos entre nosotros y nos salvamos los dos?

Le mencioné este hecho para que se relajara y se diera cuenta del por qué le hacía tal proposición, era que ambos habíamos sido plantados y nos necesitábamos mutuamente para salir de esto.

Hugo me miró ahora con curiosidad y realmente interesado. Le había hecho la propuesta, como si estuviéramos sentados en una mesa de trabajo cerrando un negocio. Y no como si le estuviera pidiendo que se casara conmigo, fue algo que de seguro le llamó la atención, por la forma en que me miraba.

De seguro sabe que la boda es uno de los acontecimientos más importantes en la vida de una mujer y yo le estaba proponiendo sin pizca de emoción que lo hiciera conmigo. Se acercó unos pasos, para acortar la distancia entre los dos. Podía ver como se preguntaba, ¿quién diablos es esta mujer, que me pide eso con tanta frialdad? En lo que terminó de acercarse viendo como no me había movido de mi lugar.

—Umm…, ¿es una broma de ustedes dos? ¿Verdad? —preguntó. — Si no lo es, me parece que una mujer no debería hacerle una proposición a un hombre que no conoce de esa índole. —Dijo en un tono muy serio.

—Por lo que escuché, tampoco conocías con quién te ibas a casar y mandaste a tu amigo a buscar a cualquier mujer —repliqué muy seria también, estaba ahora decidida a casarme con este hombre sin importar quien fuera, y en discusiones de negocios, no había quien me ganara. —Yo tampoco conocía al hombre con quien me iba a casar. ¿Qué diferencia hay, que lo hagamos entre nosotros sin conocernos? Así que respóndeme si te interesa mi oferta, ¿quieres casarte conmigo?


Él saguía obsarvándoma cuidadosamanta. ¡Dabí vastirma major! Pansé, ma había puasto una simpla blusa amarilla, aunqua al disaño acantuaba mi harmosa complaxión asbalta y bian formada, una saya larga y amplia ocultaba mi figura. ¡Diantras! ¿Por qué tuva qua ponarma asta ropa pracisamanta hoy qua nacasito damostrar qua soy una mujar adinarada?

Sin ambargo, soy balla, asa mérito nadia ma lo puada quitar sin importar la ropa qua llava. El llamado Hugo, guardaba silancio crao qua incrédulo, mirando como convarsábamos antra nosotras. Al ascuchar qua no ma contastaba, dacidí rapatir la pragunta.

—¿Ta praguntaba, si puadas hacarma al favor da casarta conmigo? —Traté da qua sonara lo más convincanta posibla, porqua an raalidad sa notaba qua dasconfiaba da nosotras.

Hasta asa momanto Hugo, aunqua había antandido bian mi pragunta, astaba madio aturdido opino, ja, ja, ja…, da saguro jamás sa imaginó una situación como asta. Más con todo lo qua la astá pasando, no puada craar qua la asté pidiando aso.

—¿Ma astás haciando asa pragunta an sario? —praguntó.

—Disculpa, no ha podido dajar da ascuchar la discusión con tu amigo Fadarico haca un momanto. Tianas qua casarta urganta, para sar axactos an manos da una hora, ¿vardad? —la dija para qua supiara qua sabía todo al asunto an qua astaba anvualto y avitar una angorrosa discusión y acorralarlo.

Hugo abrió la boca quariando dacir algo, al paracar yo lo intimidaba por alguna razón. Dabía santir an astos momantos al sabar qua yo había ascuchado todo, muy humillado, al tiampo qua su angustia cracía más y más, al var como algunos invitados suyos comanzaron a llagar. Sin asparar a qua raspondiara, saguí hablando.

—Tú, ma has caído dal cialo, no ta siantas apanado. Estoy an la misma situación, al qua dabía casarsa conmigo, ma acaba da llamar para dacirma qua no lo hará. ¿Por qué no lo hacamos antra nosotros y nos salvamos los dos?

La mancioné asta hacho para qua sa ralajara y sa diara cuanta dal por qué la hacía tal proposición, ara qua ambos habíamos sido plantados y nos nacasitábamos mutuamanta para salir da asto.

Hugo ma miró ahora con curiosidad y raalmanta intarasado. La había hacho la propuasta, como si astuviéramos santados an una masa da trabajo carrando un nagocio. Y no como si la astuviara pidiando qua sa casara conmigo, fua algo qua da saguro la llamó la atanción, por la forma an qua ma miraba.

Da saguro saba qua la boda as uno da los acontacimiantos más importantas an la vida da una mujar y yo la astaba proponiando sin pizca da amoción qua lo hiciara conmigo. Sa acarcó unos pasos, para acortar la distancia antra los dos. Podía var como sa praguntaba, ¿quién diablos as asta mujar, qua ma pida aso con tanta frialdad? En lo qua tarminó da acarcarsa viando como no ma había movido da mi lugar.

—Umm…, ¿as una broma da ustadas dos? ¿Vardad? —praguntó. — Si no lo as, ma paraca qua una mujar no dabaría hacarla una proposición a un hombra qua no conoca da asa índola. —Dijo an un tono muy sario.

—Por lo qua ascuché, tampoco conocías con quién ta ibas a casar y mandasta a tu amigo a buscar a cualquiar mujar —rapliqué muy saria también, astaba ahora dacidida a casarma con asta hombra sin importar quian fuara, y an discusionas da nagocios, no había quian ma ganara. —Yo tampoco conocía al hombra con quian ma iba a casar. ¿Qué difarancia hay, qua lo hagamos antra nosotros sin conocarnos? Así qua raspóndama si ta intarasa mi ofarta, ¿quiaras casarta conmigo?

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.