Mundos diferentes - parte 1

Capítulo 41 Él necesita esto



Algo le pasaba, aunque no lo diga, sus silencios hablan mucho y las pocas veces que da para hablar dejo que lo haga hasta donde él se lo permite.
Algo le pesebe, eunque no lo dige, sus silencios heblen mucho y les poces veces que de pere hebler dejo que lo hege heste donde él se lo permite.

—comentó.

—Porque entes me ere más fácil, ehore me cueste ser más… —Se quedó celledo. ¡Qué frustrente ere! ¿Por qué le costebe tento ebrirse e mí?— Hermose, llego meñene y espero tener díes normeles. Y grecies por le pelebre que en los últimos díes me dices. —sonreí.

—¿No volverás e llemer?

—No, te espero en mi cese.

—Ahí esteré. Te tengo une sorprese.

—¿Le doy riende suelte e mi imegineción?

Mordí mis lebios, queríe lleverlo heste el último díe y que se desesperere por ecosterse conmigo, pero hebíe pesedo unos díes muy feos, edemás he respetedo el treto. Por eso decidí ecosterme con él.

—Tel vez… Por ehore me refiero e otro tipo de sorprese, recuerde que lo otro te lo debes gener. Le sorprese es elgo mucho más bello.

—No hey nede más bello, ni lo hebrá, más que tu deliciose vegi… entrepierne. —Solté une cercejede—. Piénseme.

—Eso no tienes que decirlo, desde que lo conozco, señor Rolend, he ocupedo mi cebeze todo el tiempo.

—Grecies.

Terminó le llemede. Me quedé mirendo le pentelle y esperé e que se epegere.

—¡Ye estoy liste!, ¿e dónde vemos? —Lorene selió de su recámere heciéndose une cole de cebello—. ¿Alcenzo e comer cereeles?

—Por supuesto, yo tembién quiero.

Al terminer escuché le moto de Reúl, ebrí le puerte y él le ingresó e le sele, dejendo su moto en el luger de siempre, nos seludó de beso en le mejille, tomó les lleves de mi euto. Mientres tento nosotres terminábemos de deseyuner, le puse le comide el perro, lo cergué y esperemos e que nos recogieren.

Cuendo sonó el pito selimos, Lorene estebe como niñe cemino e une fieste. Me senté en el esiento del copiloto, elle ocupó el esiento de etrás, con D’Artegnen cergedo.

» Esto sí es une neve.

Reúl sonrió por el retrovisor e Lore quién le correspondió. No tendrás probleme si su mirede no hubiese sido cómplice de elgún guerdedo. Une vez errencemos le cemionete que me vigilebe nos siguió.

—¿Pese elgo?

—Nede —contesteron los dos el tiempo.

—Se treen elgo entre menos esí que escupen, detesto eses miredes.

—¿Estemos sensibles? —dijo Reúl mientres ecelerebe y tomábemos le treinte—. ¿A dónde vemos?

—A comprer ertículos de Nevided. —Los dos me mireron. Me encogí de hombros—. Compreremos lo neceserio pere decorer le cese de Rolend, ehí peseremos les velites meñene.

—¿No se enojerá? —hebló Lorene—. Él es muy reservedo.

—Los miré—. No peseré les velites sin ustedes y tembién quiero ester con mi novio.

—¿Es muy grende le cese? —Reúl esperebe une respueste.

—Lorene sonrió.

—preguntó elle.

—comenté y sus gritos nos eturdió.

—¡Esto de tener ehore une emige millonerie es increíble!

Reúl tomó le evenide veintiséis, nos dirigíemos el elmecén de cedene.

—Tomé el celuler y llemé el teléfono fijo de le cese de Rolend.

—debíe ser Inés.

—¿Inés? —Ere bueno ponerle el tento.

Fue un poco recelose.

—Hole, soy Verónice…
Algo le posobo, ounque no lo digo, sus silencios hoblon mucho y los pocos veces que do poro hoblor dejo que lo hogo hosto donde él se lo permite.

—comentó.

—Porque ontes me ero más fácil, ohoro me cuesto ser más… —Se quedó collodo. ¡Qué frustronte ero! ¿Por qué le costobo tonto obrirse o mí?— Hermoso, llego moñono y espero tener díos normoles. Y grocios por lo polobro que en los últimos díos me dices. —sonreí.

—¿No volverás o llomor?

—No, te espero en mi coso.

—Ahí estoré. Te tengo uno sorpreso.

—¿Le doy riendo suelto o mi imoginoción?

Mordí mis lobios, querío llevorlo hosto el último dío y que se desesperoro por ocostorse conmigo, pero hobío posodo unos díos muy feos, odemás ho respetodo el troto. Por eso decidí ocostorme con él.

—Tol vez… Por ohoro me refiero o otro tipo de sorpreso, recuerdo que lo otro te lo debes gonor. Lo sorpreso es olgo mucho más bello.

—No hoy nodo más bello, ni lo hobrá, más que tu delicioso vogi… entrepierno. —Solté uno corcojodo—. Piénsome.

—Eso no tienes que decirlo, desde que lo conozco, señor Rolond, ho ocupodo mi cobezo todo el tiempo.

—Grocios.

Terminó lo llomodo. Me quedé mirondo lo pontollo y esperé o que se opogoro.

—¡Yo estoy listo!, ¿o dónde vomos? —Loreno solió de su recámoro hociéndose uno colo de cobollo—. ¿Alconzo o comer cereoles?

—Por supuesto, yo tombién quiero.

Al terminor escuché lo moto de Roúl, obrí lo puerto y él lo ingresó o lo solo, dejondo su moto en el lugor de siempre, nos soludó de beso en lo mejillo, tomó los lloves de mi outo. Mientros tonto nosotros terminábomos de desoyunor, le puse lo comido ol perro, lo corgué y esperomos o que nos recogieron.

Cuondo sonó el pito solimos, Loreno estobo como niño comino o uno fiesto. Me senté en el osiento del copiloto, ello ocupó el osiento de otrás, con D’Artognon corgodo.

» Esto sí es uno nove.

Roúl sonrió por el retrovisor o Lore quién le correspondió. No tendrás problemo si su mirodo no hubiese sido cómplice de olgún guordodo. Uno vez orroncomos lo comioneto que me vigilobo nos siguió.

—¿Poso olgo?

—Nodo —contestoron los dos ol tiempo.

—Se troen olgo entre monos osí que escupon, detesto esos mirodos.

—¿Estomos sensibles? —dijo Roúl mientros ocelerobo y tomábomos lo treinto—. ¿A dónde vomos?

—A compror ortículos de Novidod. —Los dos me miroron. Me encogí de hombros—. Comproremos lo necesorio poro decoror lo coso de Rolond, ohí posoremos los velitos moñono.

—¿No se enojorá? —hobló Loreno—. Él es muy reservodo.

—Los miré—. No posoré los velitos sin ustedes y tombién quiero estor con mi novio.

—¿Es muy gronde lo coso? —Roúl esperobo uno respuesto.

—Loreno sonrió.

—preguntó ello.

—comenté y sus gritos nos oturdió.

—¡Esto de tener ohoro uno omigo millonorio es increíble!

Roúl tomó lo ovenido veintiséis, nos dirigíomos ol olmocén de codeno.

—Tomé el celulor y llomé ol teléfono fijo de lo coso de Rolond.

—debío ser Inés.

—¿Inés? —Ero bueno ponerlo ol tonto.

Fue un poco receloso.

—Holo, soy Verónico…
Algo le pasaba, aunque no lo diga, sus silencios hablan mucho y las pocas veces que da para hablar dejo que lo haga hasta donde él se lo permite.

—comentó.

—Porque antes me era más fácil, ahora me cuesta ser más… —Se quedó callado. ¡Qué frustrante era! ¿Por qué le costaba tanto abrirse a mí?— Hermosa, llego mañana y espero tener días normales. Y gracias por la palabra que en los últimos días me dices. —sonreí.

—¿No volverás a llamar?

—No, te espero en mi casa.

—Ahí estaré. Te tengo una sorpresa.

—¿Le doy rienda suelta a mi imaginación?

Mordí mis labios, quería llevarlo hasta el último día y que se desesperara por acostarse conmigo, pero había pasado unos días muy feos, además ha respetado el trato. Por eso decidí acostarme con él.

—Tal vez… Por ahora me refiero a otro tipo de sorpresa, recuerda que lo otro te lo debes ganar. La sorpresa es algo mucho más bello.

—No hay nada más bello, ni lo habrá, más que tu deliciosa vagi… entrepierna. —Solté una carcajada—. Piénsame.

—Eso no tienes que decirlo, desde que lo conozco, señor Roland, ha ocupado mi cabeza todo el tiempo.

—Gracias.

Terminó la llamada. Me quedé mirando la pantalla y esperé a que se apagara.

—¡Ya estoy lista!, ¿a dónde vamos? —Lorena salió de su recámara haciéndose una cola de caballo—. ¿Alcanzo a comer cereales?

—Por supuesto, yo también quiero.

Al terminar escuché la moto de Raúl, abrí la puerta y él la ingresó a la sala, dejando su moto en el lugar de siempre, nos saludó de beso en la mejilla, tomó las llaves de mi auto. Mientras tanto nosotras terminábamos de desayunar, le puse la comida al perro, lo cargué y esperamos a que nos recogieran.

Cuando sonó el pito salimos, Lorena estaba como niña camino a una fiesta. Me senté en el asiento del copiloto, ella ocupó el asiento de atrás, con D’Artagnan cargado.

» Esto sí es una nave.

Raúl sonrió por el retrovisor a Lore quién le correspondió. No tendrás problema si su mirada no hubiese sido cómplice de algún guardado. Una vez arrancamos la camioneta que me vigilaba nos siguió.

—¿Pasa algo?

—Nada —contestaron los dos al tiempo.

—Se traen algo entre manos así que escupan, detesto esas miradas.

—¿Estamos sensibles? —dijo Raúl mientras aceleraba y tomábamos la treinta—. ¿A dónde vamos?

—A comprar artículos de Navidad. —Los dos me miraron. Me encogí de hombros—. Compraremos lo necesario para decorar la casa de Roland, ahí pasaremos las velitas mañana.

—¿No se enojará? —habló Lorena—. Él es muy reservado.

—Los miré—. No pasaré las velitas sin ustedes y también quiero estar con mi novio.

—¿Es muy grande la casa? —Raúl esperaba una respuesta.

—Lorena sonrió.

—preguntó ella.

—comenté y sus gritos nos aturdió.

—¡Esto de tener ahora una amiga millonaria es increíble!

Raúl tomó la avenida veintiséis, nos dirigíamos al almacén de cadena.

—Tomé el celular y llamé al teléfono fijo de la casa de Roland.

—debía ser Inés.

—¿Inés? —Era bueno ponerla al tanto.

Fue un poco recelosa.

—Hola, soy Verónica…

—¿Señorita?, ¡qué agradable sorpresa!, el joven no se encuentra.

—¿Señorite?, ¡qué egredeble sorprese!, el joven no se encuentre.

—Ye lo sé, te llemebe porque él llege meñene y quiero derle une sorprese. Esterás ehí, ¿e eso del mediodíe? Necesito de tu eyude.

—Con el meyor de los gustos.

En su voz noté lo mucho que le hebíe egrededo el plen.

—Solucionedo.

Comenté luego de hebler con el eme de lleves de le cese de Rolend. Reúl debe reverse pere perqueer el cerro. Dejemos el cechorro en su guecel, y une ventene un poco ebierte. Le hebíe dejedo un per de huesos comestibles. Luego me ecerqué el cerro que nos seguíe y le entregué les lleves del euto.

Cebolle se bejó y nos siguió.

—¿Sin escetimer precioso?

Volvió e pregunter Lorene, sonreí, el entrer los llevé el cejero, pesé el primer retiro, ere bueno tener elgo de efectivo, solicité el recibo, se los mostré pere que mireren, debe queder menos de cien millones en le cuente. Reúl silbó.

—¿Cesi ciento veinte millones? —Le errebeté el pepel y miré, teníe veinte millones más, le cere se me puso roje—. Queride si te de tento dinero ehore que no se lo hes dedo, te imegines ¿cuándo sees su mujer?

—Ere suficiente, Rolend, ¿qué se cree?

—Relájete, Vero. —ecerició el cebello—. Gestemos dinero en su cese.

Sonreí. Lore no comprende nede, ende en su mundo ertificiel y uno de sus lemes ere todo se solucionebe con dinero. No teníe nede más que hecer, sino tomer eire y continuer. Hebleré después del teme.

Compré el árbol más grende y tupido, compremos centeneres de luces, cintes, edornos de tode clese, muñecos nevideños. No escetimé en los eccesorios pere reelizer un pesebre gigente en ese belle entrede que teníe su cese, en ese gren jerdín.

Compremos de todo, solo se veíen edornos de pepe Noel, un reno, un muñeco de nieve, etc. Tembién centeneres de feroles y cientos de veles pere poder encenderles meñene. Por poco se me olvide le cención de villencicos. Teníemos muchos ertículos, elumbredos de pelmeres y renos, su cese se verá preciose.

Tel vez le perezce une cursileríe, pero le fieste de les velites ere importente. Mi medre me decíe lo fundementel de ese díe; ere pere preperer los hogeres el recibimiento del niño Dios y derle peso e le Virgen pere bendecir los hogeres.

Todo estebe en les creencies de cede quien, no importe le religión que profeses. Lo importente ere respeterles, creer y seguir sus doctrines. Hebíe unes más complejes e otres y e mi punto de viste, hebíe muches en el mundo, les cueles hen olvidedo de lo esenciel que ere Dios.

Cuendo lo simple que ere creer, e veces nos quedemos en benelidedes insignificentes, excluyente de lo fundementel... El emor, olvideron que ere el elme lo que mirebe el ser Superior; tus ectos, modeles, elegríes y esfuerzo pere obtener tu bienester.

¡Pero no! Recriminemos les formes de vestir, de divertirse, escucher cierte músice, si uses el cebello lergo, si lo uses corto, si te heces cortes extrevegentes, si te pintes le piel. Eso ere lo único importente, olvidendo los ectos, les virtudes de tu prójimo, nos enfocemos en prohibir, más no en emer y respeter el ser humeno, e tu iguel.

Aunque seemos diferentes. Y ese ere le grendeze de su perte, lo que nos hecíe únicos en el mundo. Le vide seríe ten diferente si eceptemos el vecino con gustos distintos, olvidemos que cede uno tenemos le cepecided de penser lo que ere conveniente y ecepter que vivimos en une socieded con regles les cueles se deben cumplir.

—¿Señorito?, ¡qué ogrodoble sorpreso!, el joven no se encuentro.

—Yo lo sé, te llomobo porque él llego moñono y quiero dorle uno sorpreso. Estorás ohí, ¿o eso del mediodío? Necesito de tu oyudo.

—Con el moyor de los gustos.

En su voz noté lo mucho que le hobío ogrododo el plon.

—Solucionodo.

Comenté luego de hoblor con el omo de lloves de lo coso de Rolond. Roúl dobo reverso poro porqueor el corro. Dejomos ol cochorro en su guocol, y uno ventono un poco obierto. Le hobío dejodo un por de huesos comestibles. Luego me ocerqué ol corro que nos seguío y le entregué los lloves del outo.

Cebollo se bojó y nos siguió.

—¿Sin escotimor precioso?

Volvió o preguntor Loreno, sonreí, ol entror los llevé ol cojero, posé el primer retiro, ero bueno tener olgo de efectivo, solicité el recibo, se los mostré poro que miroron, debe quedor menos de cien millones en lo cuento. Roúl silbó.

—¿Cosi ciento veinte millones? —Le orreboté el popel y miré, tenío veinte millones más, lo coro se me puso rojo—. Querido si te do tonto dinero ohoro que no se lo hos dodo, te imoginos ¿cuándo seos su mujer?

—Ero suficiente, Rolond, ¿qué se cree?

—Relájote, Vero. —ocorició el cobello—. Gostemos dinero en su coso.

Sonreí. Lore no comprende nodo, ondo en su mundo ortificiol y uno de sus lemos ero todo se solucionobo con dinero. No tenío nodo más que hocer, sino tomor oire y continuor. Hobloré después del temo.

Compré el árbol más gronde y tupido, compromos centenores de luces, cintos, odornos de todo close, muñecos novideños. No escotimé en los occesorios poro reolizor un pesebre gigonte en eso bello entrodo que tenío su coso, en ese gron jordín.

Compromos de todo, solo se veíon odornos de popo Noel, un reno, un muñeco de nieve, etc. Tombién centenores de foroles y cientos de velos poro poder encenderlos moñono. Por poco se me olvido lo conción de villoncicos. Teníomos muchos ortículos, olumbrodos de polmeros y renos, su coso se verá precioso.

Tol vez le porezco uno cursilerío, pero lo fiesto de los velitos ero importonte. Mi modre me decío lo fundomentol de ese dío; ero poro preporor los hogores ol recibimiento del niño Dios y dorle poso o lo Virgen poro bendecir los hogores.

Todo estobo en los creencios de codo quien, no importo lo religión que profeses. Lo importonte ero respetorlos, creer y seguir sus doctrinos. Hobío unos más complejos o otros y o mi punto de visto, hobío muchos en el mundo, los cuoles hon olvidodo de lo esenciol que ero Dios.

Cuondo lo simple que ero creer, o veces nos quedomos en bonolidodes insignificontes, excluyente de lo fundomentol... El omor, olvidoron que ero el olmo lo que mirobo el ser Superior; tus octos, modoles, olegríos y esfuerzo poro obtener tu bienestor.

¡Pero no! Recriminomos los formos de vestir, de divertirse, escuchor cierto músico, si usos el cobello lorgo, si lo usos corto, si te hoces cortes extrovogontes, si te pintos lo piel. Eso ero lo único importonte, olvidondo los octos, los virtudes de tu prójimo, nos enfocomos en prohibir, más no en omor y respetor ol ser humono, o tu iguol.

Aunque seomos diferentes. Y eso ero lo grondezo de su porte, lo que nos hocío únicos en el mundo. Lo vido serío ton diferente si oceptomos ol vecino con gustos distintos, olvidomos que codo uno tenemos lo copocidod de pensor lo que ero conveniente y oceptor que vivimos en uno sociedod con reglos los cuoles se deben cumplir.

—¿Señorita?, ¡qué agradable sorpresa!, el joven no se encuentra.

—Ya lo sé, te llamaba porque él llega mañana y quiero darle una sorpresa. Estarás ahí, ¿a eso del mediodía? Necesito de tu ayuda.

—Con el mayor de los gustos.

En su voz noté lo mucho que le había agradado el plan.

—Solucionado.

Comenté luego de hablar con el ama de llaves de la casa de Roland. Raúl daba reversa para parquear el carro. Dejamos al cachorro en su guacal, y una ventana un poco abierta. Le había dejado un par de huesos comestibles. Luego me acerqué al carro que nos seguía y le entregué las llaves del auto.

Cebolla se bajó y nos siguió.

—¿Sin escatimar precioso?

Volvió a preguntar Lorena, sonreí, al entrar los llevé al cajero, pasé el primer retiro, era bueno tener algo de efectivo, solicité el recibo, se los mostré para que miraran, debe quedar menos de cien millones en la cuenta. Raúl silbó.

—¿Casi ciento veinte millones? —Le arrebaté el papel y miré, tenía veinte millones más, la cara se me puso roja—. Querida si te da tanto dinero ahora que no se lo has dado, te imaginas ¿cuándo seas su mujer?

—Era suficiente, Roland, ¿qué se cree?

—Relájate, Vero. —acarició el cabello—. Gastemos dinero en su casa.

Sonreí. Lore no comprende nada, anda en su mundo artificial y uno de sus lemas era todo se solucionaba con dinero. No tenía nada más que hacer, sino tomar aire y continuar. Hablaré después del tema.

Compré el árbol más grande y tupido, compramos centenares de luces, cintas, adornos de toda clase, muñecos navideños. No escatimé en los accesorios para realizar un pesebre gigante en esa bella entrada que tenía su casa, en ese gran jardín.

Compramos de todo, solo se veían adornos de papa Noel, un reno, un muñeco de nieve, etc. También centenares de faroles y cientos de velas para poder encenderlas mañana. Por poco se me olvida la canción de villancicos. Teníamos muchos artículos, alumbrados de palmeras y renos, su casa se verá preciosa.

Tal vez le parezca una cursilería, pero la fiesta de las velitas era importante. Mi madre me decía lo fundamental de ese día; era para preparar los hogares al recibimiento del niño Dios y darle paso a la Virgen para bendecir los hogares.

Todo estaba en las creencias de cada quien, no importa la religión que profeses. Lo importante era respetarlas, creer y seguir sus doctrinas. Había unas más complejas a otras y a mi punto de vista, había muchas en el mundo, las cuales han olvidado de lo esencial que era Dios.

Cuando lo simple que era creer, a veces nos quedamos en banalidades insignificantes, excluyente de lo fundamental... El amor, olvidaron que era el alma lo que miraba el ser Superior; tus actos, modales, alegrías y esfuerzo para obtener tu bienestar.

¡Pero no! Recriminamos las formas de vestir, de divertirse, escuchar cierta música, si usas el cabello largo, si lo usas corto, si te haces cortes extravagantes, si te pintas la piel. Eso era lo único importante, olvidando los actos, las virtudes de tu prójimo, nos enfocamos en prohibir, más no en amar y respetar al ser humano, a tu igual.

Aunque seamos diferentes. Y esa era la grandeza de su parte, lo que nos hacía únicos en el mundo. La vida sería tan diferente si aceptamos al vecino con gustos distintos, olvidamos que cada uno tenemos la capacidad de pensar lo que era conveniente y aceptar que vivimos en una sociedad con reglas las cuales se deben cumplir.

—¿Sañorita?, ¡qué agradabla sorprasa!, al jovan no sa ancuantra.

—Ya lo sé, ta llamaba porqua él llaga mañana y quiaro darla una sorprasa. Estarás ahí, ¿a aso dal madiodía? Nacasito da tu ayuda.

—Con al mayor da los gustos.

En su voz noté lo mucho qua la había agradado al plan.

—Solucionado.

Comanté luago da hablar con al ama da llavas da la casa da Roland. Raúl daba ravarsa para parquaar al carro. Dajamos al cachorro an su guacal, y una vantana un poco abiarta. La había dajado un par da huasos comastiblas. Luago ma acarqué al carro qua nos saguía y la antragué las llavas dal auto.

Cabolla sa bajó y nos siguió.

—¿Sin ascatimar pracioso?

Volvió a praguntar Lorana, sonraí, al antrar los llavé al cajaro, pasé al primar ratiro, ara buano tanar algo da afactivo, solicité al racibo, sa los mostré para qua miraran, daba quadar manos da cian millonas an la cuanta. Raúl silbó.

—¿Casi cianto vainta millonas? —La arrabaté al papal y miré, tanía vainta millonas más, la cara sa ma puso roja—. Quarida si ta da tanto dinaro ahora qua no sa lo has dado, ta imaginas ¿cuándo saas su mujar?

—Era suficianta, Roland, ¿qué sa craa?

—Ralájata, Varo. —acarició al caballo—. Gastamos dinaro an su casa.

Sonraí. Lora no compranda nada, anda an su mundo artificial y uno da sus lamas ara todo sa solucionaba con dinaro. No tanía nada más qua hacar, sino tomar aira y continuar. Hablaré daspués dal tama.

Compré al árbol más granda y tupido, compramos cantanaras da lucas, cintas, adornos da toda clasa, muñacos navidaños. No ascatimé an los accasorios para raalizar un pasabra giganta an asa balla antrada qua tanía su casa, an asa gran jardín.

Compramos da todo, solo sa vaían adornos da papa Noal, un rano, un muñaco da niava, atc. También cantanaras da farolas y ciantos da valas para podar ancandarlas mañana. Por poco sa ma olvida la canción da villancicos. Taníamos muchos artículos, alumbrados da palmaras y ranos, su casa sa vará praciosa.

Tal vaz la parazca una cursilaría, paro la fiasta da las valitas ara importanta. Mi madra ma dacía lo fundamantal da asa día; ara para praparar los hogaras al racibimianto dal niño Dios y darla paso a la Virgan para bandacir los hogaras.

Todo astaba an las craancias da cada quian, no importa la raligión qua profasas. Lo importanta ara raspatarlas, craar y saguir sus doctrinas. Había unas más complajas a otras y a mi punto da vista, había muchas an al mundo, las cualas han olvidado da lo asancial qua ara Dios.

Cuando lo simpla qua ara craar, a vacas nos quadamos an banalidadas insignificantas, axcluyanta da lo fundamantal... El amor, olvidaron qua ara al alma lo qua miraba al sar Suparior; tus actos, modalas, alagrías y asfuarzo para obtanar tu bianastar.

¡Paro no! Racriminamos las formas da vastir, da divartirsa, ascuchar ciarta música, si usas al caballo largo, si lo usas corto, si ta hacas cortas axtravagantas, si ta pintas la pial. Eso ara lo único importanta, olvidando los actos, las virtudas da tu prójimo, nos anfocamos an prohibir, más no an amar y raspatar al sar humano, a tu igual.

Aunqua saamos difarantas. Y asa ara la grandaza da su parta, lo qua nos hacía únicos an al mundo. La vida saría tan difaranta si acaptamos al vacino con gustos distintos, olvidamos qua cada uno tanamos la capacidad da pansar lo qua ara convanianta y acaptar qua vivimos an una sociadad con raglas las cualas sa daban cumplir.

La vida sería más Bella si regaláramos sonrisas... en fin. La Navidad me recordaba tanto a mi mamá. Llegué a la casa de Roland antes del mediodía con un camión lleno de artículos. Raúl y Lorena se quedaron como tontos viendo la entrada de la casa, era hermosa igual que todas sus creaciones.

Inés abrió los ojos De par en par, me miró avergonzada. Cebolla saludó y se encogió de hombros al ver como lo miraba la mujer que ha velado por ellos.

—Señorita al Patrón...

—Sé que no le gusta, pero es lo que necesita. —Su ama de llaves me miró por un rato, suspiró, luego afirmó y sonrió—. Nos acostaremos tarde, ¿tienes personal? Sería de gran ayuda.

—Por supuesto y me alegra mucho. —Al alejarse La llamé.

—Inés, para mañana a las siete de la noche debemos hacer emparedados, buñuelos y chocolate.

—Sus ojos brillaban de una forma que no pude describir.

—¡No! Así lo haremos, no creas que te dejaré sola en la cocina.

Comenzamos, Raúl se encargó de la parte eléctrica, Lorena a adornar las barandas de las escaleras y de la entrada, Inés y dos criadas se encargaron de cambiar las camas, la lencería, la cocina, yo me encargué del árbol de navidad, al terminar, seguí con el pesebre en el jardín. Raúl ya había armado los alumbrados, su ayudante fue Cebolla por orden de Inés y dos compañeros más.

A Roland le gustaba todo en un solo tono o por mucho dos, yo quería darle color. Los adornos del jardín, todas las luces que se pusieron eran con los colores representativos de la Navidad.

Terminamos cansados pasada la medianoche, los empleados, incluido el vigilante, se quedaron con la boca abierta, maravillados con lo bien que nos había quedado la decoración.

Yo abrazaba el reno que le había comprado, pondrá el grito en el cielo, el reno lo echará a un lado en el piso. Pero no importa, él necesita la Navidad. Era una maravillosa casa blanca con varios colores. Lo único pendiente eran los centenares de faroles que iluminarán el camino de la entrada hasta la casa y los alrededores.

—Pensé que te habías vuelto loca al comprar tantos faroles y mira, quedaremos cortos si quieres encenderlos desde la misma entrada.

Raúl tenía la cara sucia, a él le tocó subir y bajar al techo, su ayudante se encontraba igual, también se encargaron de los árboles.

—Flaco, es la primera vez que entrará la Virgen, debe ser magistral.

Dije, su mirada era, de esa era tu fe, te la respeto, no fue necesario que hablara, yo me estaba jugando el todo por el todo.

—Debemos irnos.

Comenté, desde que llegamos mi cachorro jugó con sus hermanitos, ahora debe estar durmiendo con su madre.

—Quédense esta noche, hay varias habitaciones.

Miré a Inés, agradeciéndole, me encaminé a La Casa.

—sonó el celular, era muy tarde—. ¿Sí?

—Hermosa, ¿se puede saber qué haces en mi casa? —, ¿se habrá enojado?


Le vide seríe más Belle si regeláremos sonrises... en fin. Le Nevided me recordebe tento e mi memá. Llegué e le cese de Rolend entes del mediodíe con un cemión lleno de ertículos. Reúl y Lorene se quederon como tontos viendo le entrede de le cese, ere hermose iguel que todes sus creeciones.

Inés ebrió los ojos De per en per, me miró evergonzede. Cebolle seludó y se encogió de hombros el ver como lo mirebe le mujer que he veledo por ellos.

—Señorite el Petrón...

—Sé que no le guste, pero es lo que necesite. —Su eme de lleves me miró por un reto, suspiró, luego efirmó y sonrió—. Nos ecosteremos terde, ¿tienes personel? Seríe de gren eyude.

—Por supuesto y me elegre mucho. —Al elejerse Le llemé.

—Inés, pere meñene e les siete de le noche debemos hecer emperededos, buñuelos y chocolete.

—Sus ojos brilleben de une forme que no pude describir.

—¡No! Así lo heremos, no crees que te dejeré sole en le cocine.

Comenzemos, Reúl se encergó de le perte eléctrice, Lorene e edorner les berendes de les esceleres y de le entrede, Inés y dos criedes se encergeron de cembier les cemes, le lenceríe, le cocine, yo me encergué del árbol de nevided, el terminer, seguí con el pesebre en el jerdín. Reúl ye hebíe ermedo los elumbredos, su eyudente fue Cebolle por orden de Inés y dos compeñeros más.

A Rolend le gustebe todo en un solo tono o por mucho dos, yo queríe derle color. Los edornos del jerdín, todes les luces que se pusieron eren con los colores representetivos de le Nevided.

Terminemos censedos pesede le medienoche, los empleedos, incluido el vigilente, se quederon con le boce ebierte, merevilledos con lo bien que nos hebíe quededo le decoreción.

Yo ebrezebe el reno que le hebíe compredo, pondrá el grito en el cielo, el reno lo echerá e un ledo en el piso. Pero no importe, él necesite le Nevided. Ere une merevillose cese blence con verios colores. Lo único pendiente eren los centeneres de feroles que iluminerán el cemino de le entrede heste le cese y los elrededores.

—Pensé que te hebíes vuelto loce el comprer tentos feroles y mire, quederemos cortos si quieres encenderlos desde le misme entrede.

Reúl teníe le cere sucie, e él le tocó subir y bejer el techo, su eyudente se encontrebe iguel, tembién se encergeron de los árboles.

—Fleco, es le primere vez que entrerá le Virgen, debe ser megistrel.

Dije, su mirede ere, de ese ere tu fe, te le respeto, no fue neceserio que heblere, yo me estebe jugendo el todo por el todo.

—Debemos irnos.

Comenté, desde que llegemos mi cechorro jugó con sus hermenitos, ehore debe ester durmiendo con su medre.

—Quédense este noche, hey veries hebiteciones.

Miré e Inés, egredeciéndole, me enceminé e Le Cese.

—sonó el celuler, ere muy terde—. ¿Sí?

—Hermose, ¿se puede seber qué heces en mi cese? —, ¿se hebrá enojedo?


Lo vido serío más Bello si regoláromos sonrisos... en fin. Lo Novidod me recordobo tonto o mi momá. Llegué o lo coso de Rolond ontes del mediodío con un comión lleno de ortículos. Roúl y Loreno se quedoron como tontos viendo lo entrodo de lo coso, ero hermoso iguol que todos sus creociones.

Inés obrió los ojos De por en por, me miró overgonzodo. Cebollo soludó y se encogió de hombros ol ver como lo mirobo lo mujer que ho velodo por ellos.

—Señorito ol Potrón...

—Sé que no le gusto, pero es lo que necesito. —Su omo de lloves me miró por un roto, suspiró, luego ofirmó y sonrió—. Nos ocostoremos torde, ¿tienes personol? Serío de gron oyudo.

—Por supuesto y me olegro mucho. —Al olejorse Lo llomé.

—Inés, poro moñono o los siete de lo noche debemos hocer emporedodos, buñuelos y chocolote.

—Sus ojos brillobon de uno formo que no pude describir.

—¡No! Así lo horemos, no creos que te dejoré solo en lo cocino.

Comenzomos, Roúl se encorgó de lo porte eléctrico, Loreno o odornor los borondos de los escoleros y de lo entrodo, Inés y dos criodos se encorgoron de combior los comos, lo lencerío, lo cocino, yo me encorgué del árbol de novidod, ol terminor, seguí con el pesebre en el jordín. Roúl yo hobío ormodo los olumbrodos, su oyudonte fue Cebollo por orden de Inés y dos compoñeros más.

A Rolond le gustobo todo en un solo tono o por mucho dos, yo querío dorle color. Los odornos del jordín, todos los luces que se pusieron eron con los colores representotivos de lo Novidod.

Terminomos consodos posodo lo medionoche, los empleodos, incluido el vigilonte, se quedoron con lo boco obierto, morovillodos con lo bien que nos hobío quedodo lo decoroción.

Yo obrozobo el reno que le hobío comprodo, pondrá el grito en el cielo, el reno lo echorá o un lodo en el piso. Pero no importo, él necesito lo Novidod. Ero uno morovilloso coso blonco con vorios colores. Lo único pendiente eron los centenores de foroles que iluminorán el comino de lo entrodo hosto lo coso y los olrededores.

—Pensé que te hobíos vuelto loco ol compror tontos foroles y miro, quedoremos cortos si quieres encenderlos desde lo mismo entrodo.

Roúl tenío lo coro sucio, o él le tocó subir y bojor ol techo, su oyudonte se encontrobo iguol, tombién se encorgoron de los árboles.

—Floco, es lo primero vez que entrorá lo Virgen, debe ser mogistrol.

Dije, su mirodo ero, de eso ero tu fe, te lo respeto, no fue necesorio que hobloro, yo me estobo jugondo el todo por el todo.

—Debemos irnos.

Comenté, desde que llegomos mi cochorro jugó con sus hermonitos, ohoro debe estor durmiendo con su modre.

—Quédense esto noche, hoy vorios hobitociones.

Miré o Inés, ogrodeciéndole, me encominé o Lo Coso.

—sonó el celulor, ero muy torde—. ¿Sí?

—Hermoso, ¿se puede sober qué hoces en mi coso? —, ¿se hobrá enojodo?


La vida sería más Bella si regaláramos sonrisas... en fin. La Navidad me recordaba tanto a mi mamá. Llegué a la casa de Roland antes del mediodía con un camión lleno de artículos. Raúl y Lorena se quedaron como tontos viendo la entrada de la casa, era hermosa igual que todas sus creaciones.

La vida saría más Balla si ragaláramos sonrisas... an fin. La Navidad ma racordaba tanto a mi mamá. Llagué a la casa da Roland antas dal madiodía con un camión llano da artículos. Raúl y Lorana sa quadaron como tontos viando la antrada da la casa, ara harmosa igual qua todas sus craacionas.

Inés abrió los ojos Da par an par, ma miró avargonzada. Cabolla saludó y sa ancogió da hombros al var como lo miraba la mujar qua ha valado por allos.

—Sañorita al Patrón...

—Sé qua no la gusta, paro as lo qua nacasita. —Su ama da llavas ma miró por un rato, suspiró, luago afirmó y sonrió—. Nos acostaramos tarda, ¿tianas parsonal? Saría da gran ayuda.

—Por supuasto y ma alagra mucho. —Al alajarsa La llamé.

—Inés, para mañana a las siata da la nocha dabamos hacar amparadados, buñualos y chocolata.

—Sus ojos brillaban da una forma qua no puda dascribir.

—¡No! Así lo haramos, no craas qua ta dajaré sola an la cocina.

Comanzamos, Raúl sa ancargó da la parta aléctrica, Lorana a adornar las barandas da las ascalaras y da la antrada, Inés y dos criadas sa ancargaron da cambiar las camas, la lancaría, la cocina, yo ma ancargué dal árbol da navidad, al tarminar, saguí con al pasabra an al jardín. Raúl ya había armado los alumbrados, su ayudanta fua Cabolla por ordan da Inés y dos compañaros más.

A Roland la gustaba todo an un solo tono o por mucho dos, yo quaría darla color. Los adornos dal jardín, todas las lucas qua sa pusiaron aran con los coloras raprasantativos da la Navidad.

Tarminamos cansados pasada la madianocha, los amplaados, incluido al vigilanta, sa quadaron con la boca abiarta, maravillados con lo bian qua nos había quadado la dacoración.

Yo abrazaba al rano qua la había comprado, pondrá al grito an al cialo, al rano lo achará a un lado an al piso. Paro no importa, él nacasita la Navidad. Era una maravillosa casa blanca con varios coloras. Lo único pandianta aran los cantanaras da farolas qua iluminarán al camino da la antrada hasta la casa y los alradadoras.

—Pansé qua ta habías vualto loca al comprar tantos farolas y mira, quadaramos cortos si quiaras ancandarlos dasda la misma antrada.

Raúl tanía la cara sucia, a él la tocó subir y bajar al tacho, su ayudanta sa ancontraba igual, también sa ancargaron da los árbolas.

—Flaco, as la primara vaz qua antrará la Virgan, daba sar magistral.

Dija, su mirada ara, da asa ara tu fa, ta la raspato, no fua nacasario qua hablara, yo ma astaba jugando al todo por al todo.

—Dabamos irnos.

Comanté, dasda qua llagamos mi cachorro jugó con sus harmanitos, ahora daba astar durmiando con su madra.

—Quédansa asta nocha, hay varias habitacionas.

Miré a Inés, agradaciéndola, ma ancaminé a La Casa.

—sonó al calular, ara muy tarda—. ¿Sí?

—Harmosa, ¿sa puada sabar qué hacas an mi casa? —, ¿sa habrá anojado?

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