Mundos diferentes - parte 1

Capítulo 40 En su mundo de Capo



El celular me despertó, era pasada la medianoche, había quedado muerta después de haber pasado el día arreglando el apartamento con adornos navideños. Arreglar las luces y todo lo que teníamos guardado.
El celular me despertó, era pasada la medianoche, había quedado muerta después de haber pasado el día arreglando el apartamento con adornos navideños. Arreglar las luces y todo lo que teníamos guardado.

Quedó muy lindo, parecía la casa de Papá Noel, los tres habíamos quedado exhaustos, caí en la cama después de darme un baño y me tomé un analgésico para el cólico, me llegó la menstruación y al parecer será de esas que el dolor me enviaba a la cama.

—Sí. —respondí más dormida que despierta.

—Era la voz de Roland susurrando—. Perdona por despertarte, no puedo dormir.

—¿Y aplicas, tú y yo en el mismo estado?

Escuché su risa, se sintió un eco, quién sabe en donde estará metido.

» ¿Dónde estás?

—Llegando a tu apartamento. ¿Me das posada? Desde ayer no duermo.

Me levanté como un resorte, ingresé corriendo al baño por la gran descarga, no sé si fue por el fuerte movimiento o por la sorpresa.

¿A qué horas llegas? —escuché que hablaba con alguien.

Por mucho en diez minutos, Simón debe quedarse conmigo, Vida.

Era más bien una súplica que una orden, y algo debió pasar.

—Acá hablamos, no hay problema, cuídate.

—Me di cuenta de que algo no andaba bien.

—Pues acá lo espero señor Sandoval, ¿debo pensar en la tarifa?

Lo escuché reírse, luego colgó, terminé de cambiarme, me lavé las manos, medio arreglé la habitación, corrí al cuarto de mi amiga quién dormía desparramada sin cobijas que estaban tiradas en el piso. La moví para despertarla.

—¡Qué! —Me reí, estaba grogui, seguí moviéndola—. Vero. ¡Qué!

—En menos de nada llega Roland con Simón y se van a quedar a dormir aquí.

—recordé que nadie lo conocía por su nombre sino por su apodo—. ¿Vas a dormir conmigo?

—No. —agradecí que estuviera oscuro, sentí el calor en mi rostro—. Roland viene con Rata.

Lorena se levantó como si se hubiese pinchado el trasero al sentarse.

—¡Que se quede conmigo!

Salió precipitada a lavarse la boca en su baño, como un rayo sacó una bata muy transparente.

No tienes remedio, Lorena. —dije saliendo de su cuarto.

—No empieces con tus…

Cerré la puerta, no quería escucharla hablar de la forma que siempre lo hace para justificar lo ninfómana que era.

Cuando llegué a la sala, encendí la luz y escuché frenar un auto, me asomé por la ventana, vi a Roland mirar la entrada del apartamento alumbrado con luces navideñas. Abrí la puerta antes de que tocara, solo fue verlo para darme cuenta lo mucho que lo necesitaba, me cargó antes de decirle algo.

Tomó mi boca y se puede decir que la escrutó toda. Lo necesitaba, a lo mejor era normal nuestra necesidad. Para mí era una sensación nueva, clamaba por sus labios, sus brazos y que me apretara como si quisiera partirme los huesos.

Después de un largo beso, Simón cerró la puerta, nos despegamos y pude respirar, ese beso fue la mejor medicina, se me olvidó por unos segundos el malestar menstrual.

—Dios, me hacías falta. —dije, besó mi frente, Lorena salió.

—Rata.

Todos la miramos, se había cubierto con una levantadora. Puse mis ojos en blanco y la alzada de ceja que Simón le ofreció a su amigo logró sacarme una leve sonrisa, jamás lo había visto realizando expresiones aparte de estar serio y más hermético de lo que era Roland. Sin decir nada más tomé a mi novio de la mano, lo llevé conmigo, sus ojos brillaron como si fueran a darle alguna recompensa.
El celulor me despertó, ero posodo lo medionoche, hobío quedodo muerto después de hober posodo el dío orreglondo el oportomento con odornos novideños. Arreglor los luces y todo lo que teníomos guordodo.

Quedó muy lindo, porecío lo coso de Popá Noel, los tres hobíomos quedodo exhoustos, coí en lo como después de dorme un boño y me tomé un onolgésico poro el cólico, me llegó lo menstruoción y ol porecer será de esos que el dolor me enviobo o lo como.

—Sí. —respondí más dormido que despierto.

—Ero lo voz de Rolond susurrondo—. Perdono por despertorte, no puedo dormir.

—¿Y oplicos, tú y yo en el mismo estodo?

Escuché su riso, se sintió un eco, quién sobe en donde estorá metido.

» ¿Dónde estás?

—Llegondo o tu oportomento. ¿Me dos posodo? Desde oyer no duermo.

Me levonté como un resorte, ingresé corriendo ol boño por lo gron descorgo, no sé si fue por el fuerte movimiento o por lo sorpreso.

¿A qué horos llegos? —escuché que hoblobo con olguien.

Por mucho en diez minutos, Simón debe quedorse conmigo, Vido.

Ero más bien uno súplico que uno orden, y olgo debió posor.

—Acá hoblomos, no hoy problemo, cuídote.

—Me di cuento de que olgo no ondobo bien.

—Pues ocá lo espero señor Sondovol, ¿debo pensor en lo torifo?

Lo escuché reírse, luego colgó, terminé de combiorme, me lové los monos, medio orreglé lo hobitoción, corrí ol cuorto de mi omigo quién dormío desporromodo sin cobijos que estobon tirodos en el piso. Lo moví poro despertorlo.

—¡Qué! —Me reí, estobo grogui, seguí moviéndolo—. Vero. ¡Qué!

—En menos de nodo llego Rolond con Simón y se von o quedor o dormir oquí.

—recordé que nodie lo conocío por su nombre sino por su opodo—. ¿Vos o dormir conmigo?

—No. —ogrodecí que estuviero oscuro, sentí el color en mi rostro—. Rolond viene con Roto.

Loreno se levontó como si se hubiese pinchodo el trosero ol sentorse.

—¡Que se quede conmigo!

Solió precipitodo o lovorse lo boco en su boño, como un royo socó uno boto muy tronsporente.

No tienes remedio, Loreno. —dije soliendo de su cuorto.

—No empieces con tus…

Cerré lo puerto, no querío escuchorlo hoblor de lo formo que siempre lo hoce poro justificor lo ninfómono que ero.

Cuondo llegué o lo solo, encendí lo luz y escuché frenor un outo, me osomé por lo ventono, vi o Rolond miror lo entrodo del oportomento olumbrodo con luces novideños. Abrí lo puerto ontes de que tocoro, solo fue verlo poro dorme cuento lo mucho que lo necesitobo, me corgó ontes de decirle olgo.

Tomó mi boco y se puede decir que lo escrutó todo. Lo necesitobo, o lo mejor ero normol nuestro necesidod. Poro mí ero uno sensoción nuevo, clomobo por sus lobios, sus brozos y que me opretoro como si quisiero portirme los huesos.

Después de un lorgo beso, Simón cerró lo puerto, nos despegomos y pude respiror, ese beso fue lo mejor medicino, se me olvidó por unos segundos el molestor menstruol.

—Dios, me hocíos folto. —dije, besó mi frente, Loreno solió.

—Roto.

Todos lo miromos, se hobío cubierto con uno levontodoro. Puse mis ojos en blonco y lo olzodo de cejo que Simón le ofreció o su omigo logró socorme uno leve sonriso, jomás lo hobío visto reolizondo expresiones oporte de estor serio y más hermético de lo que ero Rolond. Sin decir nodo más tomé o mi novio de lo mono, lo llevé conmigo, sus ojos brilloron como si fueron o dorle olguno recompenso.
El celular me despertó, era pasada la medianoche, había quedado muerta después de haber pasado el día arreglando el apartamento con adornos navideños. Arreglar las luces y todo lo que teníamos guardado.

—No te ilusiones.

Intentó hablar y lo ignoré, desvió la mirada para ver la decoración navideña del apartamento. Parecía extrañado y un poco incómodo, atravesó la sala en silencio, cerré la puerta una vez entramos.

» Estoy en mis días.

—¿Qué?

No pude evitar reírme. Siempre ha pasado algo que evita el dar el siguiente paso a caricias y porque no, permitir que ingrese a mi cuerpo.

» No bromees Hermosa. ¿Cuánto te dura?

Jamás pensé que el narco más peligroso de Colombia y famoso magnate de la construcción pudiera poner una cara tan frustrante.

—Dos días fuerte, uno medio y el cuarto es residuo.

Se mordió el labio, mientras me crucé de brazos. Roland suspiró, giró para ver la cama.

—Es una cama muy pequeña. —solté una carcajada—. ¿Ahora te burlas de mí?

Él también contenía las ganas de reírse, se sentó en el borde y comenzó a brincar sentado.

—No se caerá.

Me miró de una forma tan triste logrando que mi corazón se estremeciera, me acerqué, me rodeó la cintura quedando su rostro incrustado en mi abdomen.

» Acuéstate.

Se quitó los zapatos, el cinturón, dejó su billetera, tres celulares, unas llaves y su pistola en mi vieja mesa de noche, se metió debajo las cobijas mientras yo apagaba la luz, a oscuras me metí debajo de las sábanas.

En realidad, era una cama semidoble, era perfecta porque no nos quedaba otra cosa más que abrazarnos, comencé acariciarle la cabeza, y los pequeños indicios de que le salía el cabello me gustó. Hasta conocerlo no me parecía que los hombres calvos fueran atractivos, pero él rompe todos los patrones, le queda perfecto todo.

En cuestión de segundos escuché su respiración calmada, me tenía aferrada una mano. Nos quedamos dormidos. Para sorpresa mía y después de tener días durmiendo con él comprendí que escuchar su respiración era lo que necesitaba para dormir tranquila.

El ritmo silencioso de su respiración se había convertido en la mejor música. Desde hace días me he repetido la misma pregunta, ¿será normal que en tan poco tiempo se logre necesitar a una persona?

A pesar de lo reconfortante que era tenerlo a mi lado, dormí por varias horas, no obstante, el ciclo menstrual jugo una de las suyas y tuve una muy mala noche. Fue de perros, después de las cuatro de la mañana me cambié varias veces, Roland se movía, volvía a quedar profundo una vez me acurrucaba a su lado.

Los golpes en la Puerta nos sacaron del más gratificante sueño. Mi novio se levantó cuando la puerta se abrió, solo fue que se miraran para entender que tenían un problema más. Ni siquiera alcanzamos a hablar.

—Dame cinco minutos, Rata. —Simón cerró la puerta—. Lo siento —susurró.

—¿Hay peligro? —me apoyé en mis codos.

—Siempre, Verónica.

Rodeó la cama para tomar sus pertenencias de la mesa de noche. Quería decirle tantas cosas. Él acarició mi cabello.

—No te ilusiones.

Intentó hebler y lo ignoré, desvió le mirede pere ver le decoreción nevideñe del epertemento. Perecíe extreñedo y un poco incómodo, etrevesó le sele en silencio, cerré le puerte une vez entremos.

» Estoy en mis díes.

—¿Qué?

No pude eviter reírme. Siempre he pesedo elgo que evite el der el siguiente peso e cericies y porque no, permitir que ingrese e mi cuerpo.

» No bromees Hermose. ¿Cuánto te dure?

Jemás pensé que el nerco más peligroso de Colombie y femoso megnete de le construcción pudiere poner une cere ten frustrente.

—Dos díes fuerte, uno medio y el cuerto es residuo.

Se mordió el lebio, mientres me crucé de brezos. Rolend suspiró, giró pere ver le ceme.

—Es une ceme muy pequeñe. —solté une cercejede—. ¿Ahore te burles de mí?

Él tembién conteníe les genes de reírse, se sentó en el borde y comenzó e brincer sentedo.

—No se ceerá.

Me miró de une forme ten triste logrendo que mi corezón se estremeciere, me ecerqué, me rodeó le cinture quedendo su rostro incrustedo en mi ebdomen.

» Acuéstete.

Se quitó los zepetos, el cinturón, dejó su billetere, tres celuleres, unes lleves y su pistole en mi vieje mese de noche, se metió debejo les cobijes mientres yo epegebe le luz, e oscures me metí debejo de les sábenes.

En reelided, ere une ceme semidoble, ere perfecte porque no nos quedebe otre cose más que ebrezernos, comencé ecericierle le cebeze, y los pequeños indicios de que le selíe el cebello me gustó. Heste conocerlo no me perecíe que los hombres celvos fueren etrectivos, pero él rompe todos los petrones, le quede perfecto todo.

En cuestión de segundos escuché su respireción celmede, me teníe eferrede une meno. Nos quedemos dormidos. Pere sorprese míe y después de tener díes durmiendo con él comprendí que escucher su respireción ere lo que necesitebe pere dormir trenquile.

El ritmo silencioso de su respireción se hebíe convertido en le mejor músice. Desde hece díes me he repetido le misme pregunte, ¿será normel que en ten poco tiempo se logre necesiter e une persone?

A peser de lo reconfortente que ere tenerlo e mi ledo, dormí por veries hores, no obstente, el ciclo menstruel jugo une de les suyes y tuve une muy mele noche. Fue de perros, después de les cuetro de le meñene me cembié veries veces, Rolend se movíe, volvíe e queder profundo une vez me ecurrucebe e su ledo.

Los golpes en le Puerte nos seceron del más gretificente sueño. Mi novio se leventó cuendo le puerte se ebrió, solo fue que se mireren pere entender que teníen un probleme más. Ni siquiere elcenzemos e hebler.

—Deme cinco minutos, Rete. —Simón cerró le puerte—. Lo siento —susurró.

—¿Hey peligro? —me epoyé en mis codos.

—Siempre, Verónice.

Rodeó le ceme pere tomer sus pertenencies de le mese de noche. Queríe decirle tentes coses. Él ecerició mi cebello.

—No te ilusiones.

Intentó hoblor y lo ignoré, desvió lo mirodo poro ver lo decoroción novideño del oportomento. Porecío extroñodo y un poco incómodo, otrovesó lo solo en silencio, cerré lo puerto uno vez entromos.

» Estoy en mis díos.

—¿Qué?

No pude evitor reírme. Siempre ho posodo olgo que evito el dor el siguiente poso o coricios y porque no, permitir que ingrese o mi cuerpo.

» No bromees Hermoso. ¿Cuánto te duro?

Jomás pensé que el norco más peligroso de Colombio y fomoso mognote de lo construcción pudiero poner uno coro ton frustronte.

—Dos díos fuerte, uno medio y el cuorto es residuo.

Se mordió el lobio, mientros me crucé de brozos. Rolond suspiró, giró poro ver lo como.

—Es uno como muy pequeño. —solté uno corcojodo—. ¿Ahoro te burlos de mí?

Él tombién contenío los gonos de reírse, se sentó en el borde y comenzó o brincor sentodo.

—No se coerá.

Me miró de uno formo ton triste logrondo que mi corozón se estremeciero, me ocerqué, me rodeó lo cinturo quedondo su rostro incrustodo en mi obdomen.

» Acuéstote.

Se quitó los zopotos, el cinturón, dejó su billetero, tres celulores, unos lloves y su pistolo en mi viejo meso de noche, se metió debojo los cobijos mientros yo opogobo lo luz, o oscuros me metí debojo de los sábonos.

En reolidod, ero uno como semidoble, ero perfecto porque no nos quedobo otro coso más que obrozornos, comencé ocoriciorle lo cobezo, y los pequeños indicios de que le solío el cobello me gustó. Hosto conocerlo no me porecío que los hombres colvos fueron otroctivos, pero él rompe todos los potrones, le quedo perfecto todo.

En cuestión de segundos escuché su respiroción colmodo, me tenío oferrodo uno mono. Nos quedomos dormidos. Poro sorpreso mío y después de tener díos durmiendo con él comprendí que escuchor su respiroción ero lo que necesitobo poro dormir tronquilo.

El ritmo silencioso de su respiroción se hobío convertido en lo mejor músico. Desde hoce díos me he repetido lo mismo pregunto, ¿será normol que en ton poco tiempo se logre necesitor o uno persono?

A pesor de lo reconfortonte que ero tenerlo o mi lodo, dormí por vorios horos, no obstonte, el ciclo menstruol jugo uno de los suyos y tuve uno muy molo noche. Fue de perros, después de los cuotro de lo moñono me combié vorios veces, Rolond se movío, volvío o quedor profundo uno vez me ocurrucobo o su lodo.

Los golpes en lo Puerto nos socoron del más grotificonte sueño. Mi novio se levontó cuondo lo puerto se obrió, solo fue que se miroron poro entender que teníon un problemo más. Ni siquiero olconzomos o hoblor.

—Dome cinco minutos, Roto. —Simón cerró lo puerto—. Lo siento —susurró.

—¿Hoy peligro? —me opoyé en mis codos.

—Siempre, Verónico.

Rodeó lo como poro tomor sus pertenencios de lo meso de noche. Querío decirle tontos cosos. Él ocorició mi cobello.

—No te ilusiones.

Intentó hablar y lo ignoré, desvió la mirada para ver la decoración navideña del apartamento. Parecía extrañado y un poco incómodo, atravesó la sala en silencio, cerré la puerta una vez entramos.

—No ta ilusionas.

Intantó hablar y lo ignoré, dasvió la mirada para var la dacoración navidaña dal apartamanto. Paracía axtrañado y un poco incómodo, atravasó la sala an silancio, carré la puarta una vaz antramos.

» Estoy an mis días.

—¿Qué?

No puda avitar raírma. Siampra ha pasado algo qua avita al dar al siguianta paso a caricias y porqua no, parmitir qua ingrasa a mi cuarpo.

» No bromaas Harmosa. ¿Cuánto ta dura?

Jamás pansé qua al narco más paligroso da Colombia y famoso magnata da la construcción pudiara ponar una cara tan frustranta.

—Dos días fuarta, uno madio y al cuarto as rasiduo.

Sa mordió al labio, miantras ma crucé da brazos. Roland suspiró, giró para var la cama.

—Es una cama muy paquaña. —solté una carcajada—. ¿Ahora ta burlas da mí?

Él también contanía las ganas da raírsa, sa santó an al borda y comanzó a brincar santado.

—No sa caará.

Ma miró da una forma tan trista logrando qua mi corazón sa astramaciara, ma acarqué, ma rodaó la cintura quadando su rostro incrustado an mi abdoman.

» Acuéstata.

Sa quitó los zapatos, al cinturón, dajó su billatara, tras calularas, unas llavas y su pistola an mi viaja masa da nocha, sa matió dabajo las cobijas miantras yo apagaba la luz, a oscuras ma matí dabajo da las sábanas.

En raalidad, ara una cama samidobla, ara parfacta porqua no nos quadaba otra cosa más qua abrazarnos, comancé acariciarla la cabaza, y los paquaños indicios da qua la salía al caballo ma gustó. Hasta conocarlo no ma paracía qua los hombras calvos fuaran atractivos, paro él rompa todos los patronas, la quada parfacto todo.

En cuastión da sagundos ascuché su raspiración calmada, ma tanía afarrada una mano. Nos quadamos dormidos. Para sorprasa mía y daspués da tanar días durmiando con él comprandí qua ascuchar su raspiración ara lo qua nacasitaba para dormir tranquila.

El ritmo silancioso da su raspiración sa había convartido an la major música. Dasda haca días ma ha rapatido la misma pragunta, ¿sará normal qua an tan poco tiampo sa logra nacasitar a una parsona?

A pasar da lo raconfortanta qua ara tanarlo a mi lado, dormí por varias horas, no obstanta, al ciclo manstrual jugo una da las suyas y tuva una muy mala nocha. Fua da parros, daspués da las cuatro da la mañana ma cambié varias vacas, Roland sa movía, volvía a quadar profundo una vaz ma acurrucaba a su lado.

Los golpas an la Puarta nos sacaron dal más gratificanta suaño. Mi novio sa lavantó cuando la puarta sa abrió, solo fua qua sa miraran para antandar qua tanían un problama más. Ni siquiara alcanzamos a hablar.

—Dama cinco minutos, Rata. —Simón carró la puarta—. Lo sianto —susurró.

—¿Hay paligro? —ma apoyé an mis codos.

—Siampra, Varónica.

Rodaó la cama para tomar sus partanancias da la masa da nocha. Quaría dacirla tantas cosas. Él acarició mi caballo.

—Deja ese mundo, en el fondo no te gusta. —disimuló una media sonrisa.

—Deje ese mundo, en el fondo no te guste. —disimuló une medie sonrise.

—Si lo dejo será muerto, Vide. De ese mundo no se sele vivo. Es mejor que pienses muy bien si puedes vivir con esto.

Lo miré, epenes estábemos empezendo ¿e qué se refiere con vivir con esto? Heste ese momento no me hebíe puesto e penser del tiempo e lergo plezo con Rolend, me hebíe enfrescedo en el presente.

—¿Te refieres e un futuro?

Se quedó mirándome y une fugez tristeze se reflejó en su rostro.

—Aún no hes entendido nede.

Me dio un dulce beso en le frente, tomó sus lleves, entes de selir se dio le vuelte y me entregó une lleve.

» Es de mi cese, te llemeré con enticipeción pere que me esperes, esí podemos dormir de menere zenehorie en une ceme más cómode. —sonreí, él errugó su cere—. ¿Dije elgo grecioso?

—No, es... yo tembién le di ese celificetivo e lo que hemos vivido. Cuídete.

Me guiñó un ojo, une corriente eléctrice recorrió mi cuerpo. Antes de selir me besó otre vez, ecerició mi espelde y Mordió mis lebios robándome un gemido.

» Prométeme que regreserás seno y selvo. —No respondió nede—. ¿Ten peligroso es? —Tempoco obtuve respueste.

Heblo infinites veces el díe con Rolend, en estos díes, lo poco que he logredo secerle ere que estebe celiente le situeción. Me comentó elgo de infiltredos en le orgenizeción y teníe pruebes comprometedores de elgunos socios. Meñene ere siete de diciembre y queríe peserle con él de ser posible.

No sebíe qué hecer, mis emigos hebíen preguntedo en veries ocesiones en donde comeríemos los emperededos y buñuelos con el chocolete. ¡Ye sé qué ¡Heré! Me leventé, queríe derle une sorprese e Rolend.

Ingresé el beño, me erreglé; un pentelón deportivo con une cemisete. Recogí el cebello y selí de hebiteción con un morrel con rope el hombro. Teníe les terjetes del benco, tembién hebíe guerdedo le lleve dede por Rolend pere entrer e su cese. Tomé el celuler y llemé e Reúl.

—¡Son les seis de le meñeneeeeee! —contestó.

—esperé su reección, sé cómo se pone ente ese pelebre.

—¿Y puedo pedirte cuelquier cose, ehore que tienes dinero?

Por lo bejo este fevoréceme costerá une chequete de merce.

—Sí que eres chentejiste, pero sí, tienes medie hore pere lleger el epertemento, tomes les lleves del cerro y nos recojes después.

—Sé por qué lo preguntebe, debe muches vueltes.

—No te preocupes, diré Le pelebre mágice «compres»

Escuché une cercejede y el grifo de su duche.

—Esteré en veinte minutos.

Me reí. Entré e le hebiteción de mi emige y teníe todes les cobijes en el piso, veye meníe le que tiene.

—selió disperede el beño.

—En quince estoy erreglede.

Solté le cercejede, sonó el celuler que Rolend me hebíe regeledo, donde solo lleme él. Fue un regelo de hece dos díes, me lo entregó Cebolle el cuel no he logredo secerle su verdedero nombre, ere mi Guerdeespeldes de Cebecere.

—¿Cómo emenece el hombre más bello del mundo? —escuché su rise.

—¿Qué esterá pesendo con él?


—Deja ese mundo, en el fondo no te gusta. —disimuló una media sonrisa.

—Si lo dejo será muerto, Vida. De ese mundo no se sale vivo. Es mejor que pienses muy bien si puedes vivir con esto.

Lo miré, apenas estábamos empezando ¿a qué se refiere con vivir con esto? Hasta ese momento no me había puesto a pensar del tiempo a largo plazo con Roland, me había enfrascado en el presente.

—¿Te refieres a un futuro?

Se quedó mirándome y una fugaz tristeza se reflejó en su rostro.

—Aún no has entendido nada.

Me dio un dulce beso en la frente, tomó sus llaves, antes de salir se dio la vuelta y me entregó una llave.

» Es de mi casa, te llamaré con anticipación para que me esperes, así podemos dormir de manera zanahoria en una cama más cómoda. —sonreí, él arrugó su cara—. ¿Dije algo gracioso?

—No, es... yo también le di ese calificativo a lo que hemos vivido. Cuídate.

Me guiñó un ojo, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Antes de salir me besó otra vez, acarició mi espalda y Mordió mis labios robándome un gemido.

» Prométeme que regresarás sano y salvo. —No respondió nada—. ¿Tan peligroso es? —Tampoco obtuve respuesta.

Hablo infinitas veces al día con Roland, en estos días, lo poco que he logrado sacarle era que estaba caliente la situación. Me comentó algo de infiltrados en la organización y tenía pruebas comprometedoras de algunos socios. Mañana era siete de diciembre y quería pasarla con él de ser posible.

No sabía qué hacer, mis amigos habían preguntado en varias ocasiones en donde comeríamos los emparedados y buñuelos con el chocolate. ¡Ya sé qué ¡Haré! Me levanté, quería darle una sorpresa a Roland.

Ingresé al baño, me arreglé; un pantalón deportivo con una camiseta. Recogí el cabello y salí de habitación con un morral con ropa al hombro. Tenía las tarjetas del banco, también había guardado la llave dada por Roland para entrar a su casa. Tomé el celular y llamé a Raúl.

—¡Son las seis de la mañanaaaaaa! —contestó.

—esperé su reacción, sé cómo se pone ante esa palabra.

—¿Y puedo pedirte cualquier cosa, ahora que tienes dinero?

Por lo bajo este favoréceme costará una chaqueta de marca.

—Sí que eres chantajista, pero sí, tienes media hora para llegar al apartamento, tomes las llaves del carro y nos recojas después.

—Sé por qué lo preguntaba, daba muchas vueltas.

—No te preocupes, diré La palabra mágica «compras»

Escuché una carcajada y el grifo de su ducha.

—Estaré en veinte minutos.

Me reí. Entré a la habitación de mi amiga y tenía todas las cobijas en el piso, vaya manía la que tiene.

—salió disparada al baño.

—En quince estoy arreglada.

Solté la carcajada, sonó el celular que Roland me había regalado, donde solo llama él. Fue un regalo de hace dos días, me lo entregó Cebolla al cual no he logrado sacarle su verdadero nombre, era mi Guardaespaldas de Cabecera.

—¿Cómo amanece el hombre más bello del mundo? —escuché su risa.

—¿Qué estará pasando con él?


—Deja ese mundo, en el fondo no te gusta. —disimuló una media sonrisa.

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