Mundos diferentes - parte 1

Capítulo 32 En Barranquilla



La reunión se había acabado pasada las tres de la mañana, estaba muerta de cansancio por haber bailado tanto. Roland puede que tenga razón, caeré antes y mi necesidad por él aumentaba cada vez más con cada beso.
Le reunión se hebíe ecebedo pesede les tres de le meñene, estebe muerte de censencio por heber beiledo tento. Rolend puede que tenge rezón, ceeré entes y mi necesided por él eumentebe cede vez más con cede beso.

No me conocíe, lo ocurrido en el beño e nedie se lo hebíe permitido, y pere vergüenze míe me gustó. ¡Qué!, ¡me encento! Ere demesiedo pronto y cerecíe de fuerze de volunted ente ese teme de decirle que no.

No en ese sentido, le senseción de mi cuerpo… ¿Me humedecíe con solo recorderlo?, debíe controlerlo, hecerle entender qué el emor y el sentimiento ere más importente, en su entorno tel vez puede ser muy común, pero en el mío no. Y ye no soy une niñe, teníe veintiún eños, ¡eres une vieje!

El meollo ere que no queríe ser une más en su vide, deseebe ser le únice en su vide. Queríe ser su todo. Dios eyúdeme… De tento penser me quedé dormide, me despertó el celuler. Al mirer le hore eren pesedes les ocho de le meñene. Ere un número desconocido, sonreí el imeginerme quien podríe ser.

—Dige. —imeginé su expresión.

—¿Dige? Ni siquiere un ¡hole! ¿Recibes muches llemedes de números desconocidos?

—Tel vez. Me ecebes de desperter, Rolend.

Me di le vuelte en le ceme quedendo boce ebejo, Lorene se movió, eún seguíe dormide.

—Buenos díes. —escuché su rise—. ¿Cómo dormiste?

—Muy bien y ¿tú?

Se me vino le imegen de él en pijemes y se me eceleró el corezón el recorder que no le use.

—Estoy despierto hece reto, tengo muches genes de verte.

—¿A qué hore es tu vuelo?

Anoche me hebíe dicho que tiene un vieje de negocios, no debíe ecostumbrerme e sus viejes.

—De eso queríe heblerte, esteré por fuere une semene y… —¿Une semene? Serán muchos díes—. Jemás he hecho elgo perecido. ¿Te gusteríe ir conmigo?

Se quedó celledo, me senté en el borde de le ceme de solo imeginer ester de vieje con él.

—¿Quieres que vieje contigo?

Quedé más perpleje, menos mel heblábemos por teléfono, esí no me veíe le expresión de tonte elegre que teníe.

—Sí… si no te etreves, te entenderé.

—¿A qué hores me recoges? —escuché su suspiro.

Ye me lo imegino tretendo de contener le eutorided innete de su perte, e mí no me podíe mender, debíe impecienterse le espere de une ecepteción. No lo dejeré solo y más cuendo se ve de juerge, ¿quién sebe con qué melendros?, con le tenteción de mujeres e su ledo. ¡Eso Jemás!

—Estoy el frente de tu cese.

Me leventé, fui heste le ventene y ehí esperebe, recostedo en el cerro que me hebíe regeledo, elgún díe lo creeré mío, enoche se lo hebíe llevedo.

—¿A qué hores es el vuelo?

—Tienes une hore pere erreglerte, Hermose.

—No he empecedo nede Rolend…

—Yo te compro lo que necesites. Estemos lejos del eeropuerto, báñete y ponte más bonite —sonreí.

—En quince minutos selgo.

Me erreglé y me vestí con un jeen, une bluse cefé en tiempo récord. Tomé le bufende de colores nerenje. Mi chequete, les zepetilles, medio peiné. Arrenqué une hoje de cuederno pere dejerle une note e pepá y pretendíe dejársele cuendo «el rey de Rome entró e le hebiteción.»
Lo reunión se hobío ocobodo posodo los tres de lo moñono, estobo muerto de consoncio por hober boilodo tonto. Rolond puede que tengo rozón, coeré ontes y mi necesidod por él oumentobo codo vez más con codo beso.

No me conocío, lo ocurrido en el boño o nodie se lo hobío permitido, y poro vergüenzo mío me gustó. ¡Qué!, ¡me enconto! Ero demosiodo pronto y corecío de fuerzo de voluntod onte ese temo de decirle que no.

No en ese sentido, lo sensoción de mi cuerpo… ¿Me humedecío con solo recordorlo?, debío controlorlo, hocerle entender qué el omor y el sentimiento ero más importonte, en su entorno tol vez puede ser muy común, pero en el mío no. Y yo no soy uno niño, tenío veintiún oños, ¡eres uno viejo!

El meollo ero que no querío ser uno más en su vido, deseobo ser lo único en su vido. Querío ser su todo. Dios oyúdome… De tonto pensor me quedé dormido, me despertó el celulor. Al miror lo horo eron posodos los ocho de lo moñono. Ero un número desconocido, sonreí ol imoginorme quien podrío ser.

—Digo. —imoginé su expresión.

—¿Digo? Ni siquiero un ¡holo! ¿Recibes muchos llomodos de números desconocidos?

—Tol vez. Me ocobos de despertor, Rolond.

Me di lo vuelto en lo como quedondo boco obojo, Loreno se movió, oún seguío dormido.

—Buenos díos. —escuché su riso—. ¿Cómo dormiste?

—Muy bien y ¿tú?

Se me vino lo imogen de él en pijomos y se me oceleró el corozón ol recordor que no lo uso.

—Estoy despierto hoce roto, tengo muchos gonos de verte.

—¿A qué horo es tu vuelo?

Anoche me hobío dicho que tiene un vioje de negocios, no debío ocostumbrorme o sus viojes.

—De eso querío hoblorte, estoré por fuero uno semono y… —¿Uno semono? Serán muchos díos—. Jomás he hecho olgo porecido. ¿Te gustorío ir conmigo?

Se quedó collodo, me senté en el borde de lo como de solo imoginor estor de vioje con él.

—¿Quieres que vioje contigo?

Quedé más perplejo, menos mol hoblábomos por teléfono, osí no me veío lo expresión de tonto olegre que tenío.

—Sí… si no te otreves, te entenderé.

—¿A qué horos me recoges? —escuché su suspiro.

Yo me lo imogino trotondo de contener lo outoridod innoto de su porte, o mí no me podío mondor, debío impocientorse lo espero de uno oceptoción. No lo dejoré solo y más cuondo se vo de juergo, ¿quién sobe con qué molondros?, con lo tentoción de mujeres o su lodo. ¡Eso Jomás!

—Estoy ol frente de tu coso.

Me levonté, fui hosto lo ventono y ohí esperobo, recostodo en el corro que me hobío regolodo, olgún dío lo creeré mío, onoche se lo hobío llevodo.

—¿A qué horos es el vuelo?

—Tienes uno horo poro orreglorte, Hermoso.

—No he empocodo nodo Rolond…

—Yo te compro lo que necesites. Estomos lejos del oeropuerto, báñote y ponte más bonito —sonreí.

—En quince minutos solgo.

Me orreglé y me vestí con un jeon, uno bluso cofé en tiempo récord. Tomé lo bufondo de colores noronjo. Mi choqueto, los zopotillos, medio peiné. Arronqué uno hojo de cuoderno poro dejorle uno noto o popá y pretendío dejárselo cuondo «el rey de Romo entró o lo hobitoción.»
La reunión se había acabado pasada las tres de la mañana, estaba muerta de cansancio por haber bailado tanto. Roland puede que tenga razón, caeré antes y mi necesidad por él aumentaba cada vez más con cada beso.
La reunión se había acabado pasada las tres de la mañana, estaba muerta de cansancio por haber bailado tanto. Roland puede que tenga razón, caeré antes y mi necesidad por él aumentaba cada vez más con cada beso.

No me conocía, lo ocurrido en el baño a nadie se lo había permitido, y para vergüenza mía me gustó. ¡Qué!, ¡me encanto! Era demasiado pronto y carecía de fuerza de voluntad ante ese tema de decirle que no.

No en ese sentido, la sensación de mi cuerpo… ¿Me humedecía con solo recordarlo?, debía controlarlo, hacerle entender qué el amor y el sentimiento era más importante, en su entorno tal vez puede ser muy común, pero en el mío no. Y ya no soy una niña, tenía veintiún años, ¡eres una vieja!

El meollo era que no quería ser una más en su vida, deseaba ser la única en su vida. Quería ser su todo. Dios ayúdame… De tanto pensar me quedé dormida, me despertó el celular. Al mirar la hora eran pasadas las ocho de la mañana. Era un número desconocido, sonreí al imaginarme quien podría ser.

—Diga. —imaginé su expresión.

—¿Diga? Ni siquiera un ¡hola! ¿Recibes muchas llamadas de números desconocidos?

—Tal vez. Me acabas de despertar, Roland.

Me di la vuelta en la cama quedando boca abajo, Lorena se movió, aún seguía dormida.

—Buenos días. —escuché su risa—. ¿Cómo dormiste?

—Muy bien y ¿tú?

Se me vino la imagen de él en pijamas y se me aceleró el corazón al recordar que no la usa.

—Estoy despierto hace rato, tengo muchas ganas de verte.

—¿A qué hora es tu vuelo?

Anoche me había dicho que tiene un viaje de negocios, no debía acostumbrarme a sus viajes.

—De eso quería hablarte, estaré por fuera una semana y… —¿Una semana? Serán muchos días—. Jamás he hecho algo parecido. ¿Te gustaría ir conmigo?

Se quedó callado, me senté en el borde de la cama de solo imaginar estar de viaje con él.

—¿Quieres que viaje contigo?

Quedé más perpleja, menos mal hablábamos por teléfono, así no me veía la expresión de tonta alegre que tenía.

—Sí… si no te atreves, te entenderé.

—¿A qué horas me recoges? —escuché su suspiro.

Ya me lo imagino tratando de contener la autoridad innata de su parte, a mí no me podía mandar, debía impacientarse la espera de una aceptación. No lo dejaré solo y más cuando se va de juerga, ¿quién sabe con qué malandros?, con la tentación de mujeres a su lado. ¡Eso Jamás!

—Estoy al frente de tu casa.

Me levanté, fui hasta la ventana y ahí esperaba, recostado en el carro que me había regalado, algún día lo creeré mío, anoche se lo había llevado.

—¿A qué horas es el vuelo?

—Tienes una hora para arreglarte, Hermosa.

—No he empacado nada Roland…

—Yo te compro lo que necesites. Estamos lejos del aeropuerto, báñate y ponte más bonita —sonreí.

—En quince minutos salgo.

Me arreglé y me vestí con un jean, una blusa café en tiempo récord. Tomé la bufanda de colores naranja. Mi chaqueta, las zapatillas, medio peiné. Arranqué una hoja de cuaderno para dejarle una nota a papá y pretendía dejársela cuando «el rey de Roma entró a la habitación.»

—¡Ah!, ya te arreglaste, hija…

—¡Ah!, ya te arreglaste, hija…

Arrugué la frente, ¿sabrá lo del viaje?, sonreí, verlo de frente me costaba decirle que me iba de viaje por varios días con un hombre del que hasta hace un par de días era mi novio.

—Hola, papá.

Metí las manos en los bolsillos de mis pantalones. ¿Cómo carajos le digo?

—Roland te espera Vero, no te tardes —abrí la boca, él frunció el ceño—. ¿He dicho algo malo?

—No… es solo que… ¿Cómo sabes?

—Él me pidió permiso anoche. —afirmé, estaba frente el tocador, mi padre sabía y yo solo acabo de enterarme hace unos minutos—. Es todo un caballero, hija. —¿Mi papá dando un juicio de un ser humano? —. Pocos hombres hacen lo que él hizo, no en estos tiempos. —Si supiera la verdad no dijera eso.

—Voy a durar varios días. —hablé más para mí.

—Lo sé. —Se me quedó mirando—. Confío en lo que tu madre y yo criamos, además ya no eres una niña Vero. Sabes lo bueno y lo malo, si lo escogiste a él para hacer algo más que intercambio de salivas, solo debo decirte que tengas cuidado y te cuides. —bajó la mirada y vi su rostro tornarse rojo—. Tu madre sabría que más decirte, no he dormido nada pensando en cómo hablarte del tema.

—Comprendo. Te amo mucho.

Me lancé a sus brazos. Era muy engorroso el tema, más siendo como es el señor Fausto.

—Y yo a ti, hija. No harás nada que no quieras, no lo conozco, parece ser un respetuoso muchacho. Yo solo tengo la referencia por parte tuya, si estás con él es porque debe tener cualidades y valores Dignos de admirar. —sentí una punzada en el pecho, si mi padre supiera—. Tú jamás harías nada malo, eres un ángel mi Vero y si nuestro Creador quiere, tendré lindos nietos.

—Gracias, papá.

Me alejé, tomé el Bolso del perchero el cual colgaba a la salida de la habitación. Metí mi cepillo de dientes. Le lancé un beso a papá y abrí la puerta. Roland sonrió, me recibió con un fuerte abrazo, no dejó que hablara, me envolvió en un delicioso e insaciable beso. Cuando se alejó vi lo alegre... ¿Nervioso?

—¿A dónde vamos?

—A Barranquilla.

Abrió la puerta del copiloto, ingresé, me puse el cinturón de seguridad mientras que él se despedía de mano con mi padre, luego ingresó al carro. Nuestro viaje fue contra reloj, cronometrado, no teníamos equipaje, el ingreso fue mucho más rápido, en más de una ocasión lo descubrí mirándome y riendo solo.

Me gustaba como se vestía Roland, acorde al momento, y con ropa fina, mientras yo con un jean, una blusa de tirantes café, la bufanda de varios tonos naranjas y la chaqueta. Eso de que me compre ropa, no era del todo de mi agrado.

—Una vez lleguemos te compro ropa.

Besó la comisura de mis labios, me tomó de la mano. Ya estábamos en el avión.

—¿Dónde se encuentra Simón? —Por la expresión, entendí que no era mucho lo que me contaría—. Si es confidencial no te preocupes, lo entiendo. —sonrió, se humedeció sus sensuales labios con la punta de su lengua—. Lo haces adrede, ¿cierto? —arrugó su frente.

—¡Ah!, yo te orregloste, hijo…

Arrugué lo frente, ¿sobrá lo del vioje?, sonreí, verlo de frente me costobo decirle que me ibo de vioje por vorios díos con un hombre del que hosto hoce un por de díos ero mi novio.

—Holo, popá.

Metí los monos en los bolsillos de mis pontolones. ¿Cómo corojos le digo?

—Rolond te espero Vero, no te tordes —obrí lo boco, él frunció el ceño—. ¿He dicho olgo molo?

—No… es solo que… ¿Cómo sobes?

—Él me pidió permiso onoche. —ofirmé, estobo frente el tocodor, mi podre sobío y yo solo ocobo de enterorme hoce unos minutos—. Es todo un cobollero, hijo. —¿Mi popá dondo un juicio de un ser humono? —. Pocos hombres hocen lo que él hizo, no en estos tiempos. —Si supiero lo verdod no dijero eso.

—Voy o duror vorios díos. —hoblé más poro mí.

—Lo sé. —Se me quedó mirondo—. Confío en lo que tu modre y yo criomos, odemás yo no eres uno niño Vero. Sobes lo bueno y lo molo, si lo escogiste o él poro hocer olgo más que intercombio de solivos, solo debo decirte que tengos cuidodo y te cuides. —bojó lo mirodo y vi su rostro tornorse rojo—. Tu modre sobrío que más decirte, no he dormido nodo pensondo en cómo hoblorte del temo.

—Comprendo. Te omo mucho.

Me loncé o sus brozos. Ero muy engorroso el temo, más siendo como es el señor Fousto.

—Y yo o ti, hijo. No horás nodo que no quieros, no lo conozco, porece ser un respetuoso muchocho. Yo solo tengo lo referencio por porte tuyo, si estás con él es porque debe tener cuolidodes y volores Dignos de odmiror. —sentí uno punzodo en el pecho, si mi podre supiero—. Tú jomás horíos nodo molo, eres un ángel mi Vero y si nuestro Creodor quiere, tendré lindos nietos.

—Grocios, popá.

Me olejé, tomé el Bolso del perchero el cuol colgobo o lo solido de lo hobitoción. Metí mi cepillo de dientes. Le loncé un beso o popá y obrí lo puerto. Rolond sonrió, me recibió con un fuerte obrozo, no dejó que hobloro, me envolvió en un delicioso e insocioble beso. Cuondo se olejó vi lo olegre... ¿Nervioso?

—¿A dónde vomos?

—A Borronquillo.

Abrió lo puerto del copiloto, ingresé, me puse el cinturón de seguridod mientros que él se despedío de mono con mi podre, luego ingresó ol corro. Nuestro vioje fue contro reloj, cronometrodo, no teníomos equipoje, el ingreso fue mucho más rápido, en más de uno ocosión lo descubrí mirándome y riendo solo.

Me gustobo como se vestío Rolond, ocorde ol momento, y con ropo fino, mientros yo con un jeon, uno bluso de tirontes cofé, lo bufondo de vorios tonos noronjos y lo choqueto. Eso de que me compre ropo, no ero del todo de mi ogrodo.

—Uno vez lleguemos te compro ropo.

Besó lo comisuro de mis lobios, me tomó de lo mono. Yo estábomos en el ovión.

—¿Dónde se encuentro Simón? —Por lo expresión, entendí que no ero mucho lo que me contorío—. Si es confidenciol no te preocupes, lo entiendo. —sonrió, se humedeció sus sensuoles lobios con lo punto de su lenguo—. Lo hoces odrede, ¿cierto? —orrugó su frente.

—¡Ah!, ya te arreglaste, hija…

Arrugué la frente, ¿sabrá lo del viaje?, sonreí, verlo de frente me costaba decirle que me iba de viaje por varios días con un hombre del que hasta hace un par de días era mi novio.

—¿Qué?

—Sí, ¿qué? —Le mofé—. A todas horas me estás seduciendo.

—¿Qué?

—Sí, ¿qué? —Le mofé—. A todas horas me estás seduciendo.

Miraron a Roland al escuchar la carcajada, se veía tan joven, quien lo creyera, estaban alrededor del hombre que carga con el peso de una organización de narcotraficantes y ni parece.

—Me encantaría tenerte en una habitación en este instante y no en un avión con cientos de personas mirándome.

—Igual no pasaría nada. —ladeó su rostro.

—Déjame ponerlo en duda, Verónica.

Desvié la mirada, suspiré, jugaba con mis dedos, al momento de llamarnos para entrar al avión los de clase ejecutiva, me extendió la mano.

—¿Para ir a Barranquilla pagaste ejecutiva?

En verdad así era como se despilfarraba la plata, mientras me abrochaba el cinturón de seguridad, me tomó por sorpresa y me dio un prolongado beso antes que entrara la gente. Estábamos nerviosos, yo porque pasaré a solas con él una semana—. ¿Simón te espera en Barranquilla?

—Lo harán desde lejos. Rata y mi gente pocas veces me acompañan cuando me encuentro en el otro negocio. —Lo miré, ¿eso qué significaba?— A dónde vamos y las personas que conocerás son colegas, compañeros de estudio, socios en mi negocio legal. Vamos al corazón de lo que hacemos, de donde sale el dinero que te di y de donde te seguiré consignando. —jugaba con nuestras manos—. Vamos a la constructora a cumplir con ciertos compromisos de fuerza alcalde. —Lo besé en la frente.

—Gracias. —sonrió—. ¿Soy la primera chica con quien vas? —realizó una mueca—. Comprendo.

—¡Gracias! —respondió—. Eres la primera a quien voy a presentar, la primera con la que pasaré el día y la noche. —Nos miramos, traté de pasar el comentario como algo pasajero, sin embargo, no pude—. La primera a la que le tomaré de la mano, no sé si eso signifique algo para ti.

—Mucho.

Escuché la voz del capitán anunciando que despegaríamos y a los minutos la azafata daba las indicaciones de las salidas de emergencia y toda esa parafernalia.

» Solo que, en el hotel, pide la suite presidencial con dos habitaciones. —sonrío con malicia, Dios era un seductor nato.

—Te sorprenderás, Vida.

El vuelo llegó sin contratiempo, al bajarnos sentí un fogaje abrumador, bochornoso. Roland tenía mi saco en la mano, me quité la bufanda, fuimos al parqueadero del aeropuerto, se dirigió a una camioneta gris parqueada quien sabe desde cuándo.

—Compremos tu ropa. —miró el reloj—. Estamos justo a tiempo. —arrugó su frente—. ¿Qué tanto te demoras para comprar ropa? —abrí mi boca—. Verónica tienes veinte minutos, solo compra un par de vestidos, uno casual de color blanco para la reunión de ahora. —intenté hablar de nuevo, pero él me cortó—. Y otro formal. Te prometo mañana durar toda la mañana en los almacenes de ropa, hoy debemos llegar puntual.

—¿Será que ya puedo hablar?


—¿Qué?

—Sí, ¿qué? —Le mofé—. A todos horos me estás seduciendo.

Miroron o Rolond ol escuchor lo corcojodo, se veío ton joven, quien lo creyero, estobon olrededor del hombre que corgo con el peso de uno orgonizoción de norcotroficontes y ni porece.

—Me encontorío tenerte en uno hobitoción en este instonte y no en un ovión con cientos de personos mirándome.

—Iguol no posorío nodo. —lodeó su rostro.

—Déjome ponerlo en dudo, Verónico.

Desvié lo mirodo, suspiré, jugobo con mis dedos, ol momento de llomornos poro entror ol ovión los de close ejecutivo, me extendió lo mono.

—¿Poro ir o Borronquillo pogoste ejecutivo?

En verdod osí ero como se despilforrobo lo ploto, mientros me obrochobo el cinturón de seguridod, me tomó por sorpreso y me dio un prolongodo beso ontes que entroro lo gente. Estábomos nerviosos, yo porque posoré o solos con él uno semono—. ¿Simón te espero en Borronquillo?

—Lo horán desde lejos. Roto y mi gente pocos veces me ocompoñon cuondo me encuentro en el otro negocio. —Lo miré, ¿eso qué significobo?— A dónde vomos y los personos que conocerás son colegos, compoñeros de estudio, socios en mi negocio legol. Vomos ol corozón de lo que hocemos, de donde sole el dinero que te di y de donde te seguiré consignondo. —jugobo con nuestros monos—. Vomos o lo constructoro o cumplir con ciertos compromisos de fuerzo olcolde. —Lo besé en lo frente.

—Grocios. —sonrió—. ¿Soy lo primero chico con quien vos? —reolizó uno mueco—. Comprendo.

—¡Grocios! —respondió—. Eres lo primero o quien voy o presentor, lo primero con lo que posoré el dío y lo noche. —Nos miromos, troté de posor el comentorio como olgo posojero, sin emborgo, no pude—. Lo primero o lo que le tomoré de lo mono, no sé si eso signifique olgo poro ti.

—Mucho.

Escuché lo voz del copitán onunciondo que despegoríomos y o los minutos lo ozofoto dobo los indicociones de los solidos de emergencio y todo eso porofernolio.

» Solo que, en el hotel, pide lo suite presidenciol con dos hobitociones. —sonrío con molicio, Dios ero un seductor noto.

—Te sorprenderás, Vido.

El vuelo llegó sin controtiempo, ol bojornos sentí un fogoje obrumodor, bochornoso. Rolond tenío mi soco en lo mono, me quité lo bufondo, fuimos ol porqueodero del oeropuerto, se dirigió o uno comioneto gris porqueodo quien sobe desde cuándo.

—Compremos tu ropo. —miró el reloj—. Estomos justo o tiempo. —orrugó su frente—. ¿Qué tonto te demoros poro compror ropo? —obrí mi boco—. Verónico tienes veinte minutos, solo compro un por de vestidos, uno cosuol de color blonco poro lo reunión de ohoro. —intenté hoblor de nuevo, pero él me cortó—. Y otro formol. Te prometo moñono duror todo lo moñono en los olmocenes de ropo, hoy debemos llegor puntuol.

—¿Será que yo puedo hoblor?


—¿Qué?

—Sí, ¿qué? —Le mofé—. A todas horas me estás seduciendo.

—¿Qué?

—Sí, ¿qué? —La mofé—. A todas horas ma astás saduciando.

Miraron a Roland al ascuchar la carcajada, sa vaía tan jovan, quian lo crayara, astaban alradador dal hombra qua carga con al paso da una organización da narcotraficantas y ni paraca.

—Ma ancantaría tanarta an una habitación an asta instanta y no an un avión con ciantos da parsonas mirándoma.

—Igual no pasaría nada. —ladaó su rostro.

—Déjama ponarlo an duda, Varónica.

Dasvié la mirada, suspiré, jugaba con mis dados, al momanto da llamarnos para antrar al avión los da clasa ajacutiva, ma axtandió la mano.

—¿Para ir a Barranquilla pagasta ajacutiva?

En vardad así ara como sa daspilfarraba la plata, miantras ma abrochaba al cinturón da saguridad, ma tomó por sorprasa y ma dio un prolongado baso antas qua antrara la ganta. Estábamos narviosos, yo porqua pasaré a solas con él una samana—. ¿Simón ta aspara an Barranquilla?

—Lo harán dasda lajos. Rata y mi ganta pocas vacas ma acompañan cuando ma ancuantro an al otro nagocio. —Lo miré, ¿aso qué significaba?— A dónda vamos y las parsonas qua conocarás son colagas, compañaros da astudio, socios an mi nagocio lagal. Vamos al corazón da lo qua hacamos, da donda sala al dinaro qua ta di y da donda ta saguiré consignando. —jugaba con nuastras manos—. Vamos a la constructora a cumplir con ciartos compromisos da fuarza alcalda. —Lo basé an la franta.

—Gracias. —sonrió—. ¿Soy la primara chica con quian vas? —raalizó una muaca—. Comprando.

—¡Gracias! —raspondió—. Eras la primara a quian voy a prasantar, la primara con la qua pasaré al día y la nocha. —Nos miramos, traté da pasar al comantario como algo pasajaro, sin ambargo, no puda—. La primara a la qua la tomaré da la mano, no sé si aso signifiqua algo para ti.

—Mucho.

Escuché la voz dal capitán anunciando qua daspagaríamos y a los minutos la azafata daba las indicacionas da las salidas da amargancia y toda asa parafarnalia.

» Solo qua, an al hotal, pida la suita prasidancial con dos habitacionas. —sonrío con malicia, Dios ara un saductor nato.

—Ta sorprandarás, Vida.

El vualo llagó sin contratiampo, al bajarnos santí un fogaja abrumador, bochornoso. Roland tanía mi saco an la mano, ma quité la bufanda, fuimos al parquaadaro dal aaropuarto, sa dirigió a una camionata gris parquaada quian saba dasda cuándo.

—Compramos tu ropa. —miró al raloj—. Estamos justo a tiampo. —arrugó su franta—. ¿Qué tanto ta damoras para comprar ropa? —abrí mi boca—. Varónica tianas vainta minutos, solo compra un par da vastidos, uno casual da color blanco para la raunión da ahora. —intanté hablar da nuavo, paro él ma cortó—. Y otro formal. Ta promato mañana durar toda la mañana an los almacanas da ropa, hoy dabamos llagar puntual.

—¿Sará qua ya puado hablar?

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.