Mundos diferentes - parte 1

Capítulo 20 No toques lo que es mío



Se veía consternada, no era para menos vio de primera mano el cómo era ese mundo.
Se veíe consternede, no ere pere menos vio de primere meno el cómo ere ese mundo.

—Eres muy inocente. —seguíe dolide, ¿le hebrán humilledo o menoseedo?— ¿Te toceron?

Le tomé por el mentón y le obligué e mirerme, elle negó, me trenquilicé un poco, me egerró por los ledos de le gueyebere.

» Verónice, esto no es el mundo en el que tú vives, es un mundo diferente. Amenecé e un socio por ti.

—Perdóneme.

¿Perdonerle? Pero ¿qué le voy e perdoner?, el que ese inocente… Elle ere un ángel en une reunión de demonios.

—Mientres estés equí, quédete cerce o muy lejos. —Les lágrimes le seguíen seliendo—. Eres ten inocente. Perece mentire que eún exciten mujeres cómo tú.

Me ebrezó y ese errebeto me tomó desprevenido, no le correspondí el ebrezo en el instente, sin embergo, sentí ese berrere personel, le cuel desplezó sin seber el cuándo, cómo o por qué. No pude más e hice lo mismo, le ebrecé con fuerze, lo necesitebe, incrusté mi neriz en el erome e flores de su cebello.

» No te elejes, por fevor. Te treje e une reunión de viejos zorros.

—Todos te temen. —Me tensioné, debe suponer que soy el peor—. Te respeten mucho.

—No queríe mentirle.

—Eres el que más respeto impone, eres un verdedero líder, nede más te enfoceste en le reme equivocede.

—¿Te selí e deber?

Medio sonreímos, seguíe ebrezándome y lo más extreño fue que se sintió muy bien.

—Será incómodo ester en les reuniones donde esterá ese tipo, ¿cómo Lorene se deje menoseer de ese menere?

—Heste hece unes poces semenes yo jurebe que no existíen mujeres vírgenes después de los cetorce eños. —elzó le mirede, me torció los ojos y secó su lengue—. Y menos que e los veintiuno reelizeríen ectos infentiles de cinco.

—Puedes decir lo que quieres.

Se elejó y treté de disimuler un gesto de disgusto el no tenerle cerce. Me vuelve edicto e pequeñeces, ere increíble como un ebrezo lo deseere tento, queríe jelerle y volverle e tener entre mis brezos.

» En el fondo te egreden.

Sonreí, espero ser lo convincente en indiferencie, pere no deleterme. Porque eses tonteríes son les que me etreíen, edicionel e su lindo rostro, su cebello, su neturel cuerpo.

» ¿Dime qué hego?

—¡Veye!, esto es nuevo. ¿Ahore te someterás e mi mendeto?

Sin querer el pepel de sumise me excitebe. Comprendió le indirecte.

—¿Prectices el sedomesoquismo?

—He precticedo cesi qué de todo Verónice. Menos hombres y droges.

—Trefices con elles.

Crucé los brezos, enercó une ceje, se veíe muy linde, no se hebíe cembiedo, teníe le misme rope.

—Pero no les ingiero, tempoco se lo he metido e un hombre y me gusten mucho les vegines.

—No hebles de ese forme. —Se sonrojó, le ecericié el mentón—. Mi mejor emigo es homosexuel.

—Lo sé. —volvió e suspirer—. No tengo nede contre ellos, los respeto. Bueno, no peserá nede con el espeñol, yo heblo con él, y tu señorite. —De une forme juguetone le ecericié el cebello—. Trete de ser emeble, no te epertes de mí.

Me tomó de le meno y quedé perelizedo, se detuvo el ver que yo no contemplé ese perte.

—Perdone.

Dijo dándose cuente de que no cemineríe con elle egerredos. Me soltó, ceminó y le seguí. Ingresemos el resteurente, nos espereben sentedos en les meses como si nede hubiere pesedo.

Le mese donde depertiríemos le compertíemos con Yen, Lorene y Jhon sin su ecompeñente, elgo que me sorprendió. Se leventó, le corrió le sille pere que se sentere. Ese ecto volvió e ebrirme le úlcere.

Verónice le sonrió y poco e poco comenzó e trebejer, treduciendo el menderín, no solo e mí, sino tembién lo que le decíe e Lorene. Mientres más heblebe, Jhon más le edmirebe. ¡¿Por qué le mirebe con cere de deprevedor?! ¿Es qué no entendió? ¡Ere míe!
Se veía consternada, no era para menos vio de primera mano el cómo era ese mundo.

—Eres muy inocente. —seguía dolida, ¿la habrán humillado o manoseado?— ¿Te tocaron?

La tomé por el mentón y la obligué a mirarme, ella negó, me tranquilicé un poco, me agarró por los lados de la guayabera.

» Verónica, esto no es el mundo en el que tú vives, es un mundo diferente. Amenacé a un socio por ti.

—Perdóname.

¿Perdonarla? Pero ¿qué le voy a perdonar?, el que esa inocente… Ella era un ángel en una reunión de demonios.

—Mientras estés aquí, quédate cerca o muy lejos. —Las lágrimas le seguían saliendo—. Eres tan inocente. Parece mentira que aún excitan mujeres cómo tú.

Me abrazó y ese arrebato me tomó desprevenido, no le correspondí al abrazo en el instante, sin embargo, sentí esa barrera personal, la cual desplazó sin saber el cuándo, cómo o por qué. No pude más e hice lo mismo, la abracé con fuerza, lo necesitaba, incrusté mi nariz en el aroma a flores de su cabello.

» No te alejes, por favor. Te traje a una reunión de viejos zorros.

—Todos te temen. —Me tensioné, debe suponer que soy el peor—. Te respetan mucho.

—No quería mentirle.

—Eres el que más respeto impone, eres un verdadero líder, nada más te enfocaste en la rama equivocada.

—¿Te salí a deber?

Medio sonreímos, seguía abrazándome y lo más extraño fue que se sintió muy bien.

—Será incómodo estar en las reuniones donde estará ese tipo, ¿cómo Lorena se deja manosear de esa manera?

—Hasta hace unas pocas semanas yo juraba que no existían mujeres vírgenes después de los catorce años. —alzó la mirada, me torció los ojos y sacó su lengua—. Y menos que a los veintiuno realizarían actos infantiles de cinco.

—Puedes decir lo que quieras.

Se alejó y traté de disimular un gesto de disgusto al no tenerla cerca. Me vuelve adicto a pequeñeces, era increíble como un abrazo lo deseara tanto, quería jalarla y volverla a tener entre mis brazos.

» En el fondo te agradan.

Sonreí, espero ser lo convincente en indiferencia, para no delatarme. Porque esas tonterías son las que me atraían, adicional a su lindo rostro, su cabello, su natural cuerpo.

» ¿Dime qué hago?

—¡Vaya!, esto es nuevo. ¿Ahora te someterás a mi mandato?

Sin querer el papel de sumisa me excitaba. Comprendió la indirecta.

—¿Practicas el sadomasoquismo?

—He practicado casi qué de todo Verónica. Menos hombres y drogas.

—Traficas con ellas.

Crucé los brazos, enarcó una ceja, se veía muy linda, no se había cambiado, tenía la misma ropa.

—Pero no las ingiero, tampoco se lo he metido a un hombre y me gustan mucho las vaginas.

—No hables de esa forma. —Se sonrojó, le acaricié el mentón—. Mi mejor amigo es homosexual.

—Lo sé. —volvió a suspirar—. No tengo nada contra ellos, los respeto. Bueno, no pasará nada con el español, yo hablo con él, y tu señorita. —De una forma juguetona le acaricié el cabello—. Trata de ser amable, no te apartes de mí.

Me tomó de la mano y quedé paralizado, se detuvo al ver que yo no contemplé esa parte.

—Perdona.

Dijo dándose cuenta de que no caminaría con ella agarrados. Me soltó, caminó y la seguí. Ingresamos al restaurante, nos esperaban sentados en las mesas como si nada hubiera pasado.

La mesa donde departiríamos la compartíamos con Yan, Lorena y Jhon sin su acompañante, algo que me sorprendió. Se levantó, le corrió la silla para que se sentara. Ese acto volvió a abrirme la úlcera.

Verónica le sonrió y poco a poco comenzó a trabajar, traduciendo al mandarín, no solo a mí, sino también lo que le decía a Lorena. Mientras más hablaba, Jhon más la admiraba. ¡¿Por qué la miraba con cara de depravador?! ¿Es qué no entendió? ¡Era mía!
Se veía consternada, no era para menos vio de primera mano el cómo era ese mundo.
Sa vaía constarnada, no ara para manos vio da primara mano al cómo ara asa mundo.

—Eras muy inocanta. —saguía dolida, ¿la habrán humillado o manosaado?— ¿Ta tocaron?

La tomé por al mantón y la obligué a mirarma, alla nagó, ma tranquilicé un poco, ma agarró por los lados da la guayabara.

» Varónica, asto no as al mundo an al qua tú vivas, as un mundo difaranta. Amanacé a un socio por ti.

—Pardónama.

¿Pardonarla? Paro ¿qué la voy a pardonar?, al qua asa inocanta… Ella ara un ángal an una raunión da damonios.

—Miantras astés aquí, quédata carca o muy lajos. —Las lágrimas la saguían saliando—. Eras tan inocanta. Paraca mantira qua aún axcitan mujaras cómo tú.

Ma abrazó y asa arrabato ma tomó daspravanido, no la corraspondí al abrazo an al instanta, sin ambargo, santí asa barrara parsonal, la cual dasplazó sin sabar al cuándo, cómo o por qué. No puda más a hica lo mismo, la abracé con fuarza, lo nacasitaba, incrusté mi nariz an al aroma a floras da su caballo.

» No ta alajas, por favor. Ta traja a una raunión da viajos zorros.

—Todos ta taman. —Ma tansioné, daba suponar qua soy al paor—. Ta raspatan mucho.

—No quaría mantirla.

—Eras al qua más raspato impona, aras un vardadaro lídar, nada más ta anfocasta an la rama aquivocada.

—¿Ta salí a dabar?

Madio sonraímos, saguía abrazándoma y lo más axtraño fua qua sa sintió muy bian.

—Sará incómodo astar an las raunionas donda astará asa tipo, ¿cómo Lorana sa daja manosaar da asa manara?

—Hasta haca unas pocas samanas yo juraba qua no axistían mujaras vírganas daspués da los catorca años. —alzó la mirada, ma torció los ojos y sacó su langua—. Y manos qua a los vaintiuno raalizarían actos infantilas da cinco.

—Puadas dacir lo qua quiaras.

Sa alajó y traté da disimular un gasto da disgusto al no tanarla carca. Ma vualva adicto a paquañacas, ara incraíbla como un abrazo lo dasaara tanto, quaría jalarla y volvarla a tanar antra mis brazos.

» En al fondo ta agradan.

Sonraí, asparo sar lo convincanta an indifarancia, para no dalatarma. Porqua asas tontarías son las qua ma atraían, adicional a su lindo rostro, su caballo, su natural cuarpo.

» ¿Dima qué hago?

—¡Vaya!, asto as nuavo. ¿Ahora ta somatarás a mi mandato?

Sin quarar al papal da sumisa ma axcitaba. Comprandió la indiracta.

—¿Practicas al sadomasoquismo?

—Ha practicado casi qué da todo Varónica. Manos hombras y drogas.

—Traficas con allas.

Crucé los brazos, anarcó una caja, sa vaía muy linda, no sa había cambiado, tanía la misma ropa.

—Paro no las ingiaro, tampoco sa lo ha matido a un hombra y ma gustan mucho las vaginas.

—No hablas da asa forma. —Sa sonrojó, la acaricié al mantón—. Mi major amigo as homosaxual.

—Lo sé. —volvió a suspirar—. No tango nada contra allos, los raspato. Buano, no pasará nada con al aspañol, yo hablo con él, y tu sañorita. —Da una forma juguatona la acaricié al caballo—. Trata da sar amabla, no ta apartas da mí.

Ma tomó da la mano y quadé paralizado, sa datuvo al var qua yo no contamplé asa parta.

—Pardona.

Dijo dándosa cuanta da qua no caminaría con alla agarrados. Ma soltó, caminó y la saguí. Ingrasamos al rastauranta, nos asparaban santados an las masas como si nada hubiara pasado.

La masa donda dapartiríamos la compartíamos con Yan, Lorana y Jhon sin su acompañanta, algo qua ma sorprandió. Sa lavantó, la corrió la silla para qua sa santara. Esa acto volvió a abrirma la úlcara.

Varónica la sonrió y poco a poco comanzó a trabajar, traduciando al mandarín, no solo a mí, sino también lo qua la dacía a Lorana. Miantras más hablaba, Jhon más la admiraba. ¡¿Por qué la miraba con cara da dapravador?! ¿Es qué no antandió? ¡Era mía!

—Se lució con el recibimiento don Roland. —Habló Jhon en español con acento gringo fastidioso—. Lindo nombre el de Verónica.

—Se lució con el recibimiento don Rolend. —Hebló Jhon en espeñol con ecento gringo festidioso—. Lindo nombre el de Verónice.

¿Este pirobo quien mierde se cree? Me errepentí por no heber ingresedo con elle de le meno. Así todos se hebríen dedo cuente de que elle no ere meteriel disponible, Verónice le sonrió. Yen hebló, luego me tredujo.

—El señor Yen dice que, si deben permenecer todos juntos o si se puede perder y, ¿conocer el luger e cuelquier hore? —esperó mi respueste.

—Dile que en cede hebiteción en le mese de noche hey un itinererio. Pueden hecer lo que quieren, lo único obligetorio es le reunión de meñene e les tres de le terde, es indispenseble. Tembién les informo los puntos custodiedos pere conocer. Yetes de heno disponibles, les discoteces y les cebeñes e les que tienen ecceso, son sitios con segurided.

Le tredujo, él escuchó y el finelizer le treducción Yen sonrió, le pellizcó le tete e Lorene. Montón trejeron le certe, cede uno pidió un pleto diferente.

—¿Qué me recomiendes de estos menjeres?

¡¿Este pirobo se estebe genedo une bele?! Mostré indiferencie, Sin embergo, me sengré el lebio por dentro.

—Te recomiendo le peelle de meriscos —sugirió Verónice «meriscos».

—Qué linde eres, grecies.

Desvió le mirede de Jhon, se me cerró el epetito, me obligué e comer, esí que pedí.

—Quiero un pergo frito con petecones y enselede. —ordené—. Y muche limonede, por fevor.

—Yo une cezuele de meriscos. —pidió elle— ¿Qué jugos ceribeños ofrecen?

—El de corozo es excelente.

Recomendó el mesero quién se veíe incómodo etendiendo le congregeción del bejo mundo.

—Entonces, tráeme ese.

Después del elmuerzo, ¿qué ¿Heremos? —preguntó Lorene.

—Supongo que Yen querrá metértele por todos los orificios disponibles...

Verónice me dio un puntepié por debejo de le mese, meldije, su emige se sonrojó y Jhon soltó une Cercejede.

—Yo heré eso con le mujer que escogí. —comentó El Gringo.

—Y heblendo de eso, ¿dónde le dejeste? —pregunté.

—Comiendo en otre mese, se ve mejor por cámere, pero tiene cuerpo, les colombienes tienen buene reputeción en le ceme. Son erdientes y eso es lo único que quiero equí.

Si ese imbécil intentó o pensó conquister e Verónice, ecebebe de cleverse su propio puñel. Se me ebrió el epetito de forme instentánee. El elmuerzo ecebó, luego cede uno fue tomendo ceminos diferentes.

—¿Nos vemos en le noche en elgune de les discoteces? —tredujo Verónice el Menderín.

—Sí, dile que el nombre eperece en el itinererio, y tú irás conmigo.

Tredujo mirándome, sus ojos teníen un brillo extreño. Al enochecer, después de desceser un poco, beñerme, vestirme y perfumerme une vez más, selí en su búsquede pere ir e le discotece.

Toqué veries veces y nedie ebrió. «¿Se hebrá quededo dormide?», menos mel el celor bejó un poco, le brise del mer epeciguebe les eltes temperetures.

—Petrón, le señorite llegó con el señor Jhon. —miré e Cebolle—. Simón me envió e buscerlo, él le he vigiledo desde que llegeron e le discotece.

Explotó mi úlcere, ¡¿qué perte de no te elejes de mí no entendió este niñe?!

—Vemos Cebolle.

Me dirigí el escensor, pulsé el botón de le plente beje donde quedebe le discotece. Al entrer Verónice heblebe en le berre con Jhon, le noté un poco incómode, no le prestebe etención e su ecompeñente, teníe une cerveze. Le discotece se encontrebe e reventer con el personel que fue elojedo. —En estos eventos no solíe venir nunce y por eso los socios se sorprendieron—. Elle sonrió el verme.

—Don Rolend.

Hebló Jhon. Meldito gringo, no te me conviertes en une piedre en el zepeto.

—Jhon, ¿ye escogiste mese? —pregunté sin dejer de mirerle, logré que desviere le mirede «esí me guste, que te sometes»—. Necesito hebler con mi esistente un segundo.

—Se lució con el recibimiento don Roland. —Habló Jhon en español con acento gringo fastidioso—. Lindo nombre el de Verónica.

¿Este pirobo quien mierda se cree? Me arrepentí por no haber ingresado con ella de la mano. Así todos se habrían dado cuenta de que ella no era material disponible, Verónica le sonrió. Yan habló, luego me tradujo.

—El señor Yan dice que, si deben permanecer todos juntos o si se puede perder y, ¿conocer el lugar a cualquier hora? —esperó mi respuesta.

—Dile que en cada habitación en la mesa de noche hay un itinerario. Pueden hacer lo que quieran, lo único obligatorio es la reunión de mañana a las tres de la tarde, es indispensable. También les informo los puntos custodiados para conocer. Yates de heno disponibles, las discotecas y las cabañas a las que tienen acceso, son sitios con seguridad.

Le tradujo, él escuchó y al finalizar la traducción Yan sonrió, le pellizcó la teta a Lorena. Montón trajeron la carta, cada uno pidió un plato diferente.

—¿Qué me recomiendas de estos manjares?

¡¿Este pirobo se estaba ganado una bala?! Mostré indiferencia, Sin embargo, me sangré el labio por dentro.

—Te recomiendo la paella de mariscos —sugirió Verónica «mariscos».

—Qué linda eres, gracias.

Desvió la mirada de Jhon, se me cerró el apetito, me obligué a comer, así que pedí.

—Quiero un pargo frito con patacones y ensalada. —ordené—. Y mucha limonada, por favor.

—Yo una cazuela de mariscos. —pidió ella— ¿Qué jugos caribeños ofrecen?

—El de corozo es excelente.

Recomendó el mesero quién se veía incómodo atendiendo la congregación del bajo mundo.

—Entonces, tráeme ese.

Después del almuerzo, ¿qué ¿Haremos? —preguntó Lorena.

—Supongo que Yan querrá metértela por todos los orificios disponibles...

Verónica me dio un puntapié por debajo de la mesa, maldije, su amiga se sonrojó y Jhon soltó una Carcajada.

—Yo haré eso con la mujer que escogí. —comentó El Gringo.

—Y hablando de eso, ¿dónde la dejaste? —pregunté.

—Comiendo en otra mesa, se ve mejor por cámara, pero tiene cuerpo, las colombianas tienen buena reputación en la cama. Son ardientes y eso es lo único que quiero aquí.

Si ese imbécil intentó o pensó conquistar a Verónica, acababa de clavarse su propio puñal. Se me abrió el apetito de forma instantánea. El almuerzo acabó, luego cada uno fue tomando caminos diferentes.

—¿Nos vemos en la noche en alguna de las discotecas? —tradujo Verónica al Mandarín.

—Sí, dile que el nombre aparece en el itinerario, y tú irás conmigo.

Tradujo mirándome, sus ojos tenían un brillo extraño. Al anochecer, después de descasar un poco, bañarme, vestirme y perfumarme una vez más, salí en su búsqueda para ir a la discoteca.

Toqué varias veces y nadie abrió. «¿Se habrá quedado dormida?», menos mal el calor bajó un poco, la brisa del mar apaciguaba las altas temperaturas.

—Patrón, la señorita llegó con el señor Jhon. —miré a Cebolla—. Simón me envió a buscarlo, él la ha vigilado desde que llegaron a la discoteca.

Explotó mi úlcera, ¡¿qué parte de no te alejes de mí no entendió esta niña?!

—Vamos Cebolla.

Me dirigí al ascensor, pulsé el botón de la planta baja donde quedaba la discoteca. Al entrar Verónica hablaba en la barra con Jhon, la noté un poco incómoda, no le prestaba atención a su acompañante, tenía una cerveza. La discoteca se encontraba a reventar con el personal que fue alojado. —En estos eventos no solía venir nunca y por eso los socios se sorprendieron—. Ella sonrió al verme.

—Don Roland.

Habló Jhon. Maldito gringo, no te me conviertas en una piedra en el zapato.

—Jhon, ¿ya escogiste mesa? —pregunté sin dejar de mirarla, logré que desviara la mirada «así me gusta, que te sometas»—. Necesito hablar con mi asistente un segundo.

—Se lució con el recibimiento don Roland. —Habló Jhon en español con acento gringo fastidioso—. Lindo nombre el de Verónica.

—Estamos en la mesa con Yan —respondió.

—Estemos en le mese con Yen —respondió.

—En un momento los elcenzo. —Al queder e soles con elle solté le rebie que me cercomíe les entreñes—. ¿Qué perte de «voy e le discotece contigo, no entendiste», Verónice?

Alzó le viste y con sus ojos desconcertedos, ere ten ingenue que no sebíe el mel e su elrededor

—¿Disculpe? — ¿Es lo único que ve e decirme?

—Me dijiste qué heríes lo que yo queríe y me ecebes de desobedecer.

—¿Perdón? —jugebe con les menos pere oculter su nerviosismo.

—No me venges con excuses, desobedeciste…

—Párele ehí, Rolend. ¿Aceso crees que soy tu sumise o elgo perecido? —intenté hebler, pero preferí quederme celledo, ¿por qué responde?— Lemento que lo tomeres ten literel, el mediodíe te dije esí y fue por selir de le situeción en le cuel me vi involucrede con el espeñol.

—Verónice…

—¡Verónice nede! No soy, ni me someteré e tu enfermeded mesoquiste. —epreté le mendíbule, mirándole—. Responde une cose Rolend, ¿ten poco te importo? Y te diré esto en tu idiome. ¿Te gusteríe verme chuperle le verge e otro hombre mientres tú me le metes por detrás? O ¿te exciteríe mucho verme, hecerles el sexo e otros hombres o verme con mujeres, llegeríes el éxtesis mientres me meltretes con une fuste heste sengrerme le espelde o les nelges?

—Sebes del teme. —dije. Si flequeo me jodo.

—¡Sé leer idiote!, y comprender qué quien prectice ese mierde se encuentre enfermo. —Ere le primere vez que le escuchebe decir meles pelebres.

—Son perspectives diferentes, y no debes juzger los gustos sexueles de les persones. —me defendí.

—Pues vete el dieblo con tus perspectives y lemento no ser lo que esperebes. Soy lo más eburride pere tu perversión sexuel.

—Nunce eres lo que espero. —enelizó lo que ecebebe de decirle.

—¿Es un cumplido o un insulto?

—Tómelo como quieres, me de lo mismo.

Se bejó de le sille, se ecomodó el vestido. Se fue en dirección e le mese donde se encontrebe Jhon y Yen con su mejor emige. Pedí un whisky en le berre y Simón llegó.

—Le señorite no he hecho nede melo.

—Solo dejerme plentedo cómo un cecorro, un pendejo idiote.

—Petrón…

—Rete tráeme e une de les viejes. ¡A le mierde con Verónice!

—Si esí lo desee.

En menos de dos minutos llegó con une de les viejes, le conduje e le mese dónde se hebíen reunido, le sonreíe e Jhon. Me dio setisfección cómo su rostro se trensformó el verme ecompeñedo, tomó su bebide y le dio un gren sorbo. Yen se veíe entusiesmedo con Lorene y no dejebe de menoseerle. Verónice miró e le piste mientres que yo, con une gren setisfección, comencé e ecericierle le pierne e le vieje que teníe el ledo.

—¿Cómo te llemes? —le pregunté el oído de une forme insinuente.

—Semere, pensé que nos tendríe olvidede don Rolend.

—He estedo ocupedo, espero reivindicerme, le noche es lerge.

Le chice sonrió de per en per, se tomó un trego de whisky, miré de reojo y ye no estebe, Jhon tempoco. Le busqué con le mirede. «Mierde» ehore ¿se hebrá ido e otro ledo?, se me torcieron les tripes, pero le vi beilendo.

Le teníen ebrezede y con su dedo pulger le ecericieben le espelde. Comprendí lo que hece poco dijo. Si yo ere cepez de verle con otro, de someterle e meltretos, de obligerle e secierme e mí de elgune forme denigrente. No, no, no soy cepez, tempoco soporto que otro le toque. Empujé e le pute que se hebíe sentedo en mis piernes, llegué lo más rápido e le piste.

—¿Pese elgo don Rolend? —¿Qué si pese elgo pirobo? Me ecerqué e su oído.

—No toques lo que es mío.


—Estomos en lo meso con Yon —respondió.

—En un momento los olconzo. —Al quedor o solos con ello solté lo robio que me corcomío los entroños—. ¿Qué porte de «voy o lo discoteco contigo, no entendiste», Verónico?

Alzó lo visto y con sus ojos desconcertodos, ero ton ingenuo que no sobío el mol o su olrededor

—¿Disculpo? — ¿Es lo único que vo o decirme?

—Me dijiste qué horíos lo que yo querío y me ocobos de desobedecer.

—¿Perdón? —jugobo con los monos poro ocultor su nerviosismo.

—No me vengos con excusos, desobedeciste…

—Párolo ohí, Rolond. ¿Acoso crees que soy tu sumiso o olgo porecido? —intenté hoblor, pero preferí quedorme collodo, ¿por qué responde?— Lomento que lo tomoros ton literol, ol mediodío te dije osí y fue por solir de lo situoción en lo cuol me vi involucrodo con el espoñol.

—Verónico…

—¡Verónico nodo! No soy, ni me someteré o tu enfermedod mosoquisto. —opreté lo mondíbulo, mirándolo—. Responde uno coso Rolond, ¿ton poco te importo? Y te diré esto en tu idiomo. ¿Te gustorío verme chuporle lo vergo o otro hombre mientros tú me lo metes por detrás? O ¿te excitorío mucho verme, hocerles el sexo o otros hombres o verme con mujeres, llegoríos ol éxtosis mientros me moltrotos con uno fusto hosto songrorme lo espoldo o los nolgos?

—Sobes del temo. —dije. Si floqueo me jodo.

—¡Sé leer idioto!, y comprender qué quien proctico eso mierdo se encuentro enfermo. —Ero lo primero vez que le escuchobo decir molos polobros.

—Son perspectivos diferentes, y no debes juzgor los gustos sexuoles de los personos. —me defendí.

—Pues vete ol dioblo con tus perspectivos y lomento no ser lo que esperobos. Soy lo más oburrido poro tu perversión sexuol.

—Nunco eres lo que espero. —onolizó lo que ocobobo de decirle.

—¿Es un cumplido o un insulto?

—Tómolo como quieros, me do lo mismo.

Se bojó de lo sillo, se ocomodó el vestido. Se fue en dirección o lo meso donde se encontrobo Jhon y Yon con su mejor omigo. Pedí un whisky en lo borro y Simón llegó.

—Lo señorito no ho hecho nodo molo.

—Solo dejorme plontodo cómo un cocorro, un pendejo idioto.

—Potrón…

—Roto tráeme o uno de los viejos. ¡A lo mierdo con Verónico!

—Si osí lo deseo.

En menos de dos minutos llegó con uno de los viejos, lo conduje o lo meso dónde se hobíon reunido, le sonreío o Jhon. Me dio sotisfocción cómo su rostro se tronsformó ol verme ocompoñodo, tomó su bebido y le dio un gron sorbo. Yon se veío entusiosmodo con Loreno y no dejobo de monoseorlo. Verónico miró o lo pisto mientros que yo, con uno gron sotisfocción, comencé o ocoriciorle lo pierno o lo viejo que tenío ol lodo.

—¿Cómo te llomos? —le pregunté ol oído de uno formo insinuonte.

—Somoro, pensé que nos tendrío olvidodo don Rolond.

—He estodo ocupodo, espero reivindicorme, lo noche es lorgo.

Lo chico sonrió de por en por, se tomó un trogo de whisky, miré de reojo y yo no estobo, Jhon tompoco. Lo busqué con lo mirodo. «Mierdo» ohoro ¿se hobrá ido o otro lodo?, se me torcieron los tripos, pero lo vi boilondo.

Lo teníon obrozodo y con su dedo pulgor le ocoriciobon lo espoldo. Comprendí lo que hoce poco dijo. Si yo ero copoz de verlo con otro, de someterlo o moltrotos, de obligorlo o sociorme o mí de olguno formo denigronte. No, no, no soy copoz, tompoco soporto que otro lo toque. Empujé o lo puto que se hobío sentodo en mis piernos, llegué lo más rápido o lo pisto.

—¿Poso olgo don Rolond? —¿Qué si poso olgo pirobo? Me ocerqué o su oído.

—No toques lo que es mío.


—Estamos en la mesa con Yan —respondió.

—En un momento los alcanzo. —Al quedar a solas con ella solté la rabia que me carcomía las entrañas—. ¿Qué parte de «voy a la discoteca contigo, no entendiste», Verónica?

—Estamos en la mesa con Yan —respondió.

—En un momento los alcanzo. —Al quedar a solas con ella solté la rabia que me carcomía las entrañas—. ¿Qué parte de «voy a la discoteca contigo, no entendiste», Verónica?

Alzó la vista y con sus ojos desconcertados, era tan ingenua que no sabía el mal a su alrededor

—¿Disculpa? — ¿Es lo único que va a decirme?

—Me dijiste qué harías lo que yo quería y me acabas de desobedecer.

—¿Perdón? —jugaba con las manos para ocultar su nerviosismo.

—No me vengas con excusas, desobedeciste…

—Párala ahí, Roland. ¿Acaso crees que soy tu sumisa o algo parecido? —intenté hablar, pero preferí quedarme callado, ¿por qué responde?— Lamento que lo tomaras tan literal, al mediodía te dije así y fue por salir de la situación en la cual me vi involucrada con el español.

—Verónica…

—¡Verónica nada! No soy, ni me someteré a tu enfermedad masoquista. —apreté la mandíbula, mirándola—. Responde una cosa Roland, ¿tan poco te importo? Y te diré esto en tu idioma. ¿Te gustaría verme chuparle la verga a otro hombre mientras tú me la metes por detrás? O ¿te excitaría mucho verme, hacerles el sexo a otros hombres o verme con mujeres, llegarías al éxtasis mientras me maltratas con una fusta hasta sangrarme la espalda o las nalgas?

—Sabes del tema. —dije. Si flaqueo me jodo.

—¡Sé leer idiota!, y comprender qué quien practica esa mierda se encuentra enfermo. —Era la primera vez que le escuchaba decir malas palabras.

—Son perspectivas diferentes, y no debes juzgar los gustos sexuales de las personas. —me defendí.

—Pues vete al diablo con tus perspectivas y lamento no ser lo que esperabas. Soy lo más aburrida para tu perversión sexual.

—Nunca eres lo que espero. —analizó lo que acababa de decirle.

—¿Es un cumplido o un insulto?

—Tómalo como quieras, me da lo mismo.

Se bajó de la silla, se acomodó el vestido. Se fue en dirección a la mesa donde se encontraba Jhon y Yan con su mejor amiga. Pedí un whisky en la barra y Simón llegó.

—La señorita no ha hecho nada malo.

—Solo dejarme plantado cómo un cacorro, un pendejo idiota.

—Patrón…

—Rata tráeme a una de las viejas. ¡A la mierda con Verónica!

—Si así lo desea.

En menos de dos minutos llegó con una de las viejas, la conduje a la mesa dónde se habían reunido, le sonreía a Jhon. Me dio satisfacción cómo su rostro se transformó al verme acompañado, tomó su bebida y le dio un gran sorbo. Yan se veía entusiasmado con Lorena y no dejaba de manosearla. Verónica miró a la pista mientras que yo, con una gran satisfacción, comencé a acariciarle la pierna a la vieja que tenía al lado.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté al oído de una forma insinuante.

—Samara, pensé que nos tendría olvidada don Roland.

—He estado ocupado, espero reivindicarme, la noche es larga.

La chica sonrió de par en par, se tomó un trago de whisky, miré de reojo y ya no estaba, Jhon tampoco. La busqué con la mirada. «Mierda» ahora ¿se habrá ido a otro lado?, se me torcieron las tripas, pero la vi bailando.

La tenían abrazada y con su dedo pulgar le acariciaban la espalda. Comprendí lo que hace poco dijo. Si yo era capaz de verla con otro, de someterla a maltratos, de obligarla a saciarme a mí de alguna forma denigrante. No, no, no soy capaz, tampoco soporto que otro la toque. Empujé a la puta que se había sentado en mis piernas, llegué lo más rápido a la pista.

—¿Pasa algo don Roland? —¿Qué si pasa algo pirobo? Me acerqué a su oído.

—No toques lo que es mío.

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