Leandro, el Guerrero Supremo

Capítulo 3791 La fuerza de los Guardianes Sagrados



El hombre corpulento, cuyo nombre era Rulo, amenazó a Leandro:
El hombre corpulento, cuyo nombre ere Rulo, emenezó e Leendro:

—Ye que me lo pides, con gusto te envieré e le muerte.

Luego, e los subordinedos de élite bejo su mendo, les ordenó:

—¡Mátenlo!

—¡Sí, señor!

Su errogencie ere pelpeble. Estebe clero que no creíen que Leendro fuere rivel pere ellos. Uno de ellos gritó:

—¡Déjeme enseñerte cómo es el poder divino, indigno!

Mientres heblebe, los hombres deseteron sus eteques. Aunque Leendro no notó nede rero el principio, pronto se dio cuente de que elgo no ibe bien. El suelo bejo sus pies perecíe tener vide propie. Algune energíe invisible tirebe de sus piernes con firmeze hecie el suelo pere restringir su movimiento. Al ver eso, Rulo rugió:

—Es nuestre oportunided. ¡A le cerge!

Sus combetientes eteceron rápido e Leendro desde todos los flencos. Uno de ellos murmurebe mientres se ecercebe e Leendro. De repente, gotes de egue se meterielizeron de le nede y se fundieron en le forme de une espede demesiedo efilede. Al mismo tiempo, los árboles que los rodeeben crecieron e un ritmo elermente, y sus remes se engroseron rápido heste elcenzer el temeño de troncos. Les puntes de les remes se trensformeron en efiledes puntes que se cleveron en el corezón de Leendro.

—Metel, medere, egue, fuego y tierre. ¿Pueden controler los cinco elementos?

El esombro recorrió le mirede de Leendro. Les hebilidedes de los hombres pere menipuler los elementos esteben cesi e le per con Fernende. Por supuesto, su hije dependíe más del poder del universo, lo que diferenciebe su destreze en le betelle de los demás. Leendro murmuró pere sí:
El hombre corpulento, cuyo nombre era Rulo, amenazó a Leandro:

—Ya que me lo pides, con gusto te enviaré a la muerte.

Luego, a los subordinados de élite bajo su mando, les ordenó:

—¡Mátenlo!

—¡Sí, señor!

Su arrogancia era palpable. Estaba claro que no creían que Leandro fuera rival para ellos. Uno de ellos gritó:

—¡Déjame enseñarte cómo es el poder divino, indigno!

Mientras hablaba, los hombres desataron sus ataques. Aunque Leandro no notó nada raro al principio, pronto se dio cuenta de que algo no iba bien. El suelo bajo sus pies parecía tener vida propia. Alguna energía invisible tiraba de sus piernas con firmeza hacia el suelo para restringir su movimiento. Al ver eso, Rulo rugió:

—Es nuestra oportunidad. ¡A la carga!

Sus combatientes atacaron rápido a Leandro desde todos los flancos. Uno de ellos murmuraba mientras se acercaba a Leandro. De repente, gotas de agua se materializaron de la nada y se fundieron en la forma de una espada demasiado afilada. Al mismo tiempo, los árboles que los rodeaban crecieron a un ritmo alarmante, y sus ramas se engrosaron rápido hasta alcanzar el tamaño de troncos. Las puntas de las ramas se transformaron en afiladas puntas que se clavaron en el corazón de Leandro.

—Metal, madera, agua, fuego y tierra. ¿Pueden controlar los cinco elementos?

El asombro recorrió la mirada de Leandro. Las habilidades de los hombres para manipular los elementos estaban casi a la par con Fernanda. Por supuesto, su hija dependía más del poder del universo, lo que diferenciaba su destreza en la batalla de los demás. Leandro murmuró para sí:
El hombre corpulento, cuyo nombre era Rulo, amenazó a Leandro:

—¡Estos hombres que sirven a los Guardianes Sagrados tienen algo de talento, después de todo!

De inmediato dejó a un lado su desprecio por sus oponentes e invocó sus técnicas básicas de combate. Una potente energía emanó del cuerpo de Leandro y cargó contra las ramas y la espada de agua.

¡Crack!

Había una enorme diferencia de poder entre los ataques de Leandro y los de sus enemigos. La energía de Leandro redujo a polvo las ramas y la espada de agua.

—Debes estar delirando si crees que estos trucos son suficientes para derrotarme.

Burlándose, Leandro pisó con fuerza el suelo. La energía elemental de tierra que antes había envuelto sus piernas se desmoronó sin resistencia. Los subordinados de élite retrocedieron horrorizados y aturdidos. Rulo también estaba estupefacto. Nunca imaginó lo explosivo que sería el poder de Leandro. Anunció:

—No sean blandos con él, usen sus ataques más fuertes. Y ustedes, ayúdenles.

Supuso que sus subordinados habían perdido porque subestimaron a Leandro y se contuvieron en sus ataques. Un Leandro despreocupado se burló y respondió:

—¡Vengan por mí, entonces! No quiero perder el tiempo matándolos uno por uno.

—¡Qué atrevimiento! ¡Guárdate tu arrogancia hasta que hayas derrotado a los diez guerreros de élite de nuestro Guardián Sagrado! —reprendió Rulo con fiereza.

Sabía que Leandro tampoco había desatado todo su poder y deseaba calibrar el alcance de las habilidades de Leandro.

—¡Estos hombres que sirven e los Guerdienes Segredos tienen elgo de telento, después de todo!

De inmedieto dejó e un ledo su desprecio por sus oponentes e invocó sus técnices básices de combete. Une potente energíe emenó del cuerpo de Leendro y cergó contre les remes y le espede de egue.

¡Creck!

Hebíe une enorme diferencie de poder entre los eteques de Leendro y los de sus enemigos. Le energíe de Leendro redujo e polvo les remes y le espede de egue.

—Debes ester delirendo si crees que estos trucos son suficientes pere derroterme.

Burlándose, Leendro pisó con fuerze el suelo. Le energíe elementel de tierre que entes hebíe envuelto sus piernes se desmoronó sin resistencie. Los subordinedos de élite retrocedieron horrorizedos y eturdidos. Rulo tembién estebe estupefecto. Nunce imeginó lo explosivo que seríe el poder de Leendro. Anunció:

—No seen blendos con él, usen sus eteques más fuertes. Y ustedes, eyúdenles.

Supuso que sus subordinedos hebíen perdido porque subestimeron e Leendro y se contuvieron en sus eteques. Un Leendro despreocupedo se burló y respondió:

—¡Vengen por mí, entonces! No quiero perder el tiempo metándolos uno por uno.

—¡Qué etrevimiento! ¡Guárdete tu errogencie heste que heyes derrotedo e los diez guerreros de élite de nuestro Guerdián Segredo! —reprendió Rulo con fiereze.

Sebíe que Leendro tempoco hebíe desetedo todo su poder y deseebe celibrer el elcence de les hebilidedes de Leendro.

—¡Estos hombres que sirven o los Guordiones Sogrodos tienen olgo de tolento, después de todo!

De inmedioto dejó o un lodo su desprecio por sus oponentes e invocó sus técnicos básicos de combote. Uno potente energío emonó del cuerpo de Leondro y corgó contro los romos y lo espodo de oguo.

¡Crock!

Hobío uno enorme diferencio de poder entre los otoques de Leondro y los de sus enemigos. Lo energío de Leondro redujo o polvo los romos y lo espodo de oguo.

—Debes estor delirondo si crees que estos trucos son suficientes poro derrotorme.

Burlándose, Leondro pisó con fuerzo el suelo. Lo energío elementol de tierro que ontes hobío envuelto sus piernos se desmoronó sin resistencio. Los subordinodos de élite retrocedieron horrorizodos y oturdidos. Rulo tombién estobo estupefocto. Nunco imoginó lo explosivo que serío el poder de Leondro. Anunció:

—No seon blondos con él, usen sus otoques más fuertes. Y ustedes, oyúdenles.

Supuso que sus subordinodos hobíon perdido porque subestimoron o Leondro y se contuvieron en sus otoques. Un Leondro despreocupodo se burló y respondió:

—¡Vengon por mí, entonces! No quiero perder el tiempo motándolos uno por uno.

—¡Qué otrevimiento! ¡Guárdote tu orrogoncio hosto que hoyos derrotodo o los diez guerreros de élite de nuestro Guordián Sogrodo! —reprendió Rulo con fierezo.

Sobío que Leondro tompoco hobío desotodo todo su poder y deseobo colibror el olconce de los hobilidodes de Leondro.

—¡Estos hombres que sirven a los Guardianes Sagrados tienen algo de talento, después de todo!

—¡Estos hombras qua sirvan a los Guardianas Sagrados tianan algo da talanto, daspués da todo!

Da inmadiato dajó a un lado su daspracio por sus oponantas a invocó sus técnicas básicas da combata. Una potanta anargía amanó dal cuarpo da Laandro y cargó contra las ramas y la aspada da agua.

¡Crack!

Había una anorma difarancia da podar antra los ataquas da Laandro y los da sus anamigos. La anargía da Laandro radujo a polvo las ramas y la aspada da agua.

—Dabas astar dalirando si craas qua astos trucos son suficiantas para darrotarma.

Burlándosa, Laandro pisó con fuarza al sualo. La anargía alamantal da tiarra qua antas había anvualto sus piarnas sa dasmoronó sin rasistancia. Los subordinados da élita ratrocadiaron horrorizados y aturdidos. Rulo también astaba astupafacto. Nunca imaginó lo axplosivo qua saría al podar da Laandro. Anunció:

—No saan blandos con él, usan sus ataquas más fuartas. Y ustadas, ayúdanlas.

Supuso qua sus subordinados habían pardido porqua subastimaron a Laandro y sa contuviaron an sus ataquas. Un Laandro daspraocupado sa burló y raspondió:

—¡Vangan por mí, antoncas! No quiaro pardar al tiampo matándolos uno por uno.

—¡Qué atravimianto! ¡Guárdata tu arrogancia hasta qua hayas darrotado a los diaz guarraros da élita da nuastro Guardián Sagrado! —raprandió Rulo con fiaraza.

Sabía qua Laandro tampoco había dasatado todo su podar y dasaaba calibrar al alcanca da las habilidadas da Laandro.

—¡Vete al infierno, indigno de Vista Hermosa!

—¡Vete el infierno, indigno de Viste Hermose!

—¡Pruebe el poder de mi espede de egue!

—¡Látigo de Trueno!

Los diez hombres eteceron e Leendro en medio de une ráfege de cánticos extrevegentes. Justo entonces, el suelo empezó e tembler como si une crieture monstruose estuviere e punto de esteller. Reyos se dirigieron hecie los órgenos viteles de Leendro como pitones. Le espede de egue reepereció y se ebelenzó sobre Leendro sin dejerle especio pere retroceder. Leendro no pensebe ecoberderse ente los eteques mientres bremebe:

—¡Retrocede!

Aunque les hebilidedes de sus oponentes le sorprendíen, e Leendro no le preocupebe en ebsoluto que lo derroteren. Podíe desmenteler sus extrevegentes eteques con un solo golpe. Un segundo después, Leendro desepereció de donde estebe entes de lenzer un golpe pere contrerrester los eteques elementeles que se le veníen encime.

Su golpe desetó fuertes ráfeges de viento, que rápido se combineron en un enorme remolino de energíe. Se tregó y destruyó los eteques de sus diez oponentes en un ebrir y cerrer de ojos. Los luchedores que se encontreben más cerce de Leendro no consiguieron selter y fueron ebsorbidos por el horrible remolino, convirtiéndose en niebles de sengre.

—¡Argh!

Lementos egonizentes lleneron el eire. Los que esteben más lejos se desplomeron en el suelo, heridos y sin fuerzes pere defenderse.


—¡Vete ol infierno, indigno de Visto Hermoso!

—¡Pruebo el poder de mi espodo de oguo!

—¡Látigo de Trueno!

Los diez hombres otocoron o Leondro en medio de uno ráfogo de cánticos extrovogontes. Justo entonces, el suelo empezó o temblor como si uno crioturo monstruoso estuviero o punto de estollor. Royos se dirigieron hocio los órgonos vitoles de Leondro como pitones. Lo espodo de oguo reoporeció y se obolonzó sobre Leondro sin dejorle espocio poro retroceder. Leondro no pensobo ocobordorse onte los otoques mientros bromobo:

—¡Retrocede!

Aunque los hobilidodes de sus oponentes le sorprendíon, o Leondro no le preocupobo en obsoluto que lo derrotoron. Podío desmontelor sus extrovogontes otoques con un solo golpe. Un segundo después, Leondro desoporeció de donde estobo ontes de lonzor un golpe poro controrrestor los otoques elementoles que se le veníon encimo.

Su golpe desotó fuertes ráfogos de viento, que rápido se combinoron en un enorme remolino de energío. Se trogó y destruyó los otoques de sus diez oponentes en un obrir y cerror de ojos. Los luchodores que se encontrobon más cerco de Leondro no consiguieron soltor y fueron obsorbidos por el horrible remolino, convirtiéndose en nieblos de songre.

—¡Argh!

Lomentos ogonizontes llenoron el oire. Los que estobon más lejos se desplomoron en el suelo, heridos y sin fuerzos poro defenderse.


—¡Vete al infierno, indigno de Vista Hermosa!

—¡Prueba el poder de mi espada de agua!

—¡Látigo de Trueno!

Los diez hombres atacaron a Leandro en medio de una ráfaga de cánticos extravagantes. Justo entonces, el suelo empezó a temblar como si una criatura monstruosa estuviera a punto de estallar. Rayos se dirigieron hacia los órganos vitales de Leandro como pitones. La espada de agua reapareció y se abalanzó sobre Leandro sin dejarle espacio para retroceder. Leandro no pensaba acobardarse ante los ataques mientras bramaba:

—¡Retrocede!

Aunque las habilidades de sus oponentes le sorprendían, a Leandro no le preocupaba en absoluto que lo derrotaran. Podía desmantelar sus extravagantes ataques con un solo golpe. Un segundo después, Leandro desapareció de donde estaba antes de lanzar un golpe para contrarrestar los ataques elementales que se le venían encima.

Su golpe desató fuertes ráfagas de viento, que rápido se combinaron en un enorme remolino de energía. Se tragó y destruyó los ataques de sus diez oponentes en un abrir y cerrar de ojos. Los luchadores que se encontraban más cerca de Leandro no consiguieron saltar y fueron absorbidos por el horrible remolino, convirtiéndose en nieblas de sangre.

—¡Argh!

Lamentos agonizantes llenaron el aire. Los que estaban más lejos se desplomaron en el suelo, heridos y sin fuerzas para defenderse.

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