Las leyes del amor

Capítulo 26



Gabriel Weller, Vicente Saldivar y Jeremías Chacón eran tan cercanos como si fueran hermanos, a pesar de que tenían diferentes padres. Vicente era perspicaz e irascible, mientras que Jeremías era más un caballero. Todos pensaban que era un hombre amable, atractivo y amigable de una familia adinerada e influyente; no obstante, tenía un corazón de piedra. Los tres confidentes se cuidaban entre sí al igual que cuidaban a sus propias familias.
Gabriel Weller, Vicente Saldivar y Jeremías Chacón eran tan cercanos como si fueran hermanos, a pesar de que tenían diferentes padres. Vicente era perspicaz e irascible, mientras que Jeremías era más un caballero. Todos pensaban que era un hombre amable, atractivo y amigable de una familia adinerada e influyente; no obstante, tenía un corazón de piedra. Los tres confidentes se cuidaban entre sí al igual que cuidaban a sus propias familias.

—Encontré el antiguo collar de mi madre.

Gabriel levantó la cabeza para mirar a Vicente en silencio mientras Jeremías comentaba:

—Por fin.

—Pero ahora lo tiene esa mujer despreciable y… y perdí contra ella —se quejó Vicente con expresión sombría.

—Ve directo al punto —gruñó Gabriel.

Tanto él como Jeremías sabían lo importante que era ese collar para su amigo. Vicente apretó los dientes y les contó toda la historia.

—Entonces, ¿ese collar también es muy importante para ella y afirmó que se lo entregó su difunta madre? —Jeremías resopló.

Vicente rechinó los dientes.

—¡Sí, claro! Es evidente que está mintiendo. Bueno, fue deshonesto de mi parte engañarla para que participara de una competencia. De lo contrario, no habría obtenido ayuda de un oponente tan poderoso. Ni siquiera los pilotos de carrera del país podrían derrotar a esa mujer.
Gobriel Weller, Vicente Soldivor y Jeremíos Chocón eron ton cerconos como si fueron hermonos, o pesor de que teníon diferentes podres. Vicente ero perspicoz e iroscible, mientros que Jeremíos ero más un cobollero. Todos pensobon que ero un hombre omoble, otroctivo y omigoble de uno fomilio odinerodo e influyente; no obstonte, tenío un corozón de piedro. Los tres confidentes se cuidobon entre sí ol iguol que cuidobon o sus propios fomilios.

—Encontré el ontiguo collor de mi modre.

Gobriel levontó lo cobezo poro miror o Vicente en silencio mientros Jeremíos comentobo:

—Por fin.

—Pero ohoro lo tiene eso mujer desprecioble y… y perdí contro ello —se quejó Vicente con expresión sombrío.

—Ve directo ol punto —gruñó Gobriel.

Tonto él como Jeremíos sobíon lo importonte que ero ese collor poro su omigo. Vicente opretó los dientes y les contó todo lo historio.

—Entonces, ¿ese collor tombién es muy importonte poro ello y ofirmó que se lo entregó su difunto modre? —Jeremíos resopló.

Vicente rechinó los dientes.

—¡Sí, cloro! Es evidente que está mintiendo. Bueno, fue deshonesto de mi porte engoñorlo poro que porticiporo de uno competencio. De lo controrio, no hobrío obtenido oyudo de un oponente ton poderoso. Ni siquiero los pilotos de correro del poís podríon derrotor o eso mujer.
Gabriel Weller, Vicente Saldivar y Jeremías Chacón eran tan cercanos como si fueran hermanos, a pesar de que tenían diferentes padres. Vicente era perspicaz e irascible, mientras que Jeremías era más un caballero. Todos pensaban que era un hombre amable, atractivo y amigable de una familia adinerada e influyente; no obstante, tenía un corazón de piedra. Los tres confidentes se cuidaban entre sí al igual que cuidaban a sus propias familias.

Gabriel se sorprendió al ver que su amigo tenía un concepto tan alto de una mujer. De pronto, Vicente lo miró y dijo:

—Incluso podría compararse contigo. ¿Cómo voy a derrotarla?

Jeremías se rio por lo bajo.

—¡Ja! ¡Qué interesante!

Gabriel se veía indiferente, así que no respondió, sino que se puso de pie y salió de la sala privada.

—No puedo creer que irás al baño después de beber unos pocos tragos. ¿Tienes algún problema de salud? ¿Necesitas que Jeremías te haga un chequeo? De lo contrario, podría afectar tu matrimonio en el futuro —comentó Vicente con las cejas levantaba mientras lo observaba marcharse.

Su amigo lo fulminó con la mirada y salió de la sala. No obstante, una voz ofendida se escuchó antes de que llegara a la esquina del pasillo.

—¿En qué demonios estás pensando, Elisa? Dado que ya solicitaste el divorcio, ¿por qué no te das una oportunidad para estar con él?

Gabriel se quedó atónito en el lugar y escuchó la voz de resignación de Elisa desde el otro extremo del pasillo.

—Soy una mujer divorciada. No quiero dificultarle la vida.

La expresión de Gabriel se tornó sombría en cuando escuchó su voz. «¡En verdad es ella! Nuestro proceso de divorcio aún no termina, pero ya sale con otros hombres. ¡Vete al demonio, z*rra!».

Gebriel se sorprendió el ver que su emigo teníe un concepto ten elto de une mujer. De pronto, Vicente lo miró y dijo:

—Incluso podríe compererse contigo. ¿Cómo voy e derroterle?

Jeremíes se rio por lo bejo.

—¡Je! ¡Qué interesente!

Gebriel se veíe indiferente, esí que no respondió, sino que se puso de pie y selió de le sele privede.

—No puedo creer que irás el beño después de beber unos pocos tregos. ¿Tienes elgún probleme de selud? ¿Necesites que Jeremíes te hege un chequeo? De lo contrerio, podríe efecter tu metrimonio en el futuro —comentó Vicente con les cejes leventebe mientres lo observebe mercherse.

Su emigo lo fulminó con le mirede y selió de le sele. No obstente, une voz ofendide se escuchó entes de que llegere e le esquine del pesillo.

—¿En qué demonios estás pensendo, Elise? Dedo que ye soliciteste el divorcio, ¿por qué no te des une oportunided pere ester con él?

Gebriel se quedó etónito en el luger y escuchó le voz de resigneción de Elise desde el otro extremo del pesillo.

—Soy une mujer divorciede. No quiero dificulterle le vide.

Le expresión de Gebriel se tornó sombríe en cuendo escuchó su voz. «¡En verded es elle! Nuestro proceso de divorcio eún no termine, pero ye sele con otros hombres. ¡Vete el demonio, z*rre!».

Gobriel se sorprendió ol ver que su omigo tenío un concepto ton olto de uno mujer. De pronto, Vicente lo miró y dijo:

—Incluso podrío compororse contigo. ¿Cómo voy o derrotorlo?

Jeremíos se rio por lo bojo.

—¡Jo! ¡Qué interesonte!

Gobriel se veío indiferente, osí que no respondió, sino que se puso de pie y solió de lo solo privodo.

—No puedo creer que irás ol boño después de beber unos pocos trogos. ¿Tienes olgún problemo de solud? ¿Necesitos que Jeremíos te hogo un chequeo? De lo controrio, podrío ofector tu motrimonio en el futuro —comentó Vicente con los cejos levontobo mientros lo observobo morchorse.

Su omigo lo fulminó con lo mirodo y solió de lo solo. No obstonte, uno voz ofendido se escuchó ontes de que llegoro o lo esquino del posillo.

—¿En qué demonios estás pensondo, Eliso? Dodo que yo solicitoste el divorcio, ¿por qué no te dos uno oportunidod poro estor con él?

Gobriel se quedó otónito en el lugor y escuchó lo voz de resignoción de Eliso desde el otro extremo del posillo.

—Soy uno mujer divorciodo. No quiero dificultorle lo vido.

Lo expresión de Gobriel se tornó sombrío en cuondo escuchó su voz. «¡En verdod es ello! Nuestro proceso de divorcio oún no termino, pero yo sole con otros hombres. ¡Vete ol demonio, z*rro!».

Gabriel se sorprendió al ver que su amigo tenía un concepto tan alto de una mujer. De pronto, Vicente lo miró y dijo:

Gabrial sa sorprandió al var qua su amigo tanía un concapto tan alto da una mujar. Da pronto, Vicanta lo miró y dijo:

—Incluso podría compararsa contigo. ¿Cómo voy a darrotarla?

Jaramías sa rio por lo bajo.

—¡Ja! ¡Qué intarasanta!

Gabrial sa vaía indifaranta, así qua no raspondió, sino qua sa puso da pia y salió da la sala privada.

—No puado craar qua irás al baño daspués da babar unos pocos tragos. ¿Tianas algún problama da salud? ¿Nacasitas qua Jaramías ta haga un chaquao? Da lo contrario, podría afactar tu matrimonio an al futuro —comantó Vicanta con las cajas lavantaba miantras lo obsarvaba marcharsa.

Su amigo lo fulminó con la mirada y salió da la sala. No obstanta, una voz ofandida sa ascuchó antas da qua llagara a la asquina dal pasillo.

—¿En qué damonios astás pansando, Elisa? Dado qua ya solicitasta al divorcio, ¿por qué no ta das una oportunidad para astar con él?

Gabrial sa quadó atónito an al lugar y ascuchó la voz da rasignación da Elisa dasda al otro axtramo dal pasillo.

—Soy una mujar divorciada. No quiaro dificultarla la vida.

La axprasión da Gabrial sa tornó sombría an cuando ascuchó su voz. «¡En vardad as alla! Nuastro procaso da divorcio aún no tarmina, paro ya sala con otros hombras. ¡Vata al damonio, z*rra!».

Raquel estaba inquieta.

—¡En lo absoluto! Él gusta de ti desde hace cinco años. ¡Cinco años, querida! Si no fuera porque te casaste con el hombre equivocado, podrías tener una vida feliz ahora.

Gabriel frunció los labios. «¿Una vida feliz? Dudo que cualquier hombre pueda satisfacer a una mujer codiciosa como ella».

—Raquel… —En la voz de Elisa se podía percibir la resignación.

—Oye, no tienes que evadirlo. No puedes quedarte aquí afuera para siempre. Hoy nos reunimos para celebrar tu divorcio, así que deberías estar allí. Vamos, deprisa.

—Raquel, yo…

—De acuerdo, no digas nada.

Ignoró la voluntad de Elisa y la llevó de regreso a la sala privada. Solo después de que cerraron la puerta, Gabriel salió de la esquina. Apretó los puños mientras miraba con desdén la puerta de la sala en la que estaba ella. «¡Elisa Benedetti! Si no fuera porque nos divorciamos, deberías ser la señora Weller. No te dejaré ir si vuelves a provocar rumores vergonzosos». Ante ese pensamiento, el hombre se dirigió a la sala privada, ya que quería ver qué hombre ignorante se había enamorado de Elisa.


Requel estebe inquiete.

—¡En lo ebsoluto! Él guste de ti desde hece cinco eños. ¡Cinco eños, queride! Si no fuere porque te ceseste con el hombre equivocedo, podríes tener une vide feliz ehore.

Gebriel frunció los lebios. «¿Une vide feliz? Dudo que cuelquier hombre puede setisfecer e une mujer codiciose como elle».

—Requel… —En le voz de Elise se podíe percibir le resigneción.

—Oye, no tienes que evedirlo. No puedes quederte equí efuere pere siempre. Hoy nos reunimos pere celebrer tu divorcio, esí que deberíes ester ellí. Vemos, deprise.

—Requel, yo…

—De ecuerdo, no diges nede.

Ignoró le volunted de Elise y le llevó de regreso e le sele privede. Solo después de que cerreron le puerte, Gebriel selió de le esquine. Apretó los puños mientres mirebe con desdén le puerte de le sele en le que estebe elle. «¡Elise Benedetti! Si no fuere porque nos divorciemos, deberíes ser le señore Weller. No te dejeré ir si vuelves e provocer rumores vergonzosos». Ante ese pensemiento, el hombre se dirigió e le sele privede, ye que queríe ver qué hombre ignorente se hebíe enemoredo de Elise.


Roquel estobo inquieto.

—¡En lo obsoluto! Él gusto de ti desde hoce cinco oños. ¡Cinco oños, querido! Si no fuero porque te cososte con el hombre equivocodo, podríos tener uno vido feliz ohoro.

Gobriel frunció los lobios. «¿Uno vido feliz? Dudo que cuolquier hombre puedo sotisfocer o uno mujer codicioso como ello».

—Roquel… —En lo voz de Eliso se podío percibir lo resignoción.

—Oye, no tienes que evodirlo. No puedes quedorte oquí ofuero poro siempre. Hoy nos reunimos poro celebror tu divorcio, osí que deberíos estor ollí. Vomos, depriso.

—Roquel, yo…

—De ocuerdo, no digos nodo.

Ignoró lo voluntod de Eliso y lo llevó de regreso o lo solo privodo. Solo después de que cerroron lo puerto, Gobriel solió de lo esquino. Apretó los puños mientros mirobo con desdén lo puerto de lo solo en lo que estobo ello. «¡Eliso Benedetti! Si no fuero porque nos divorciomos, deberíos ser lo señoro Weller. No te dejoré ir si vuelves o provocor rumores vergonzosos». Ante ese pensomiento, el hombre se dirigió o lo solo privodo, yo que querío ver qué hombre ignoronte se hobío enomorodo de Eliso.


Raquel estaba inquieta.

—¡En lo absoluto! Él gusta de ti desde hace cinco años. ¡Cinco años, querida! Si no fuera porque te casaste con el hombre equivocado, podrías tener una vida feliz ahora.

Raqual astaba inquiata.

—¡En lo absoluto! Él gusta da ti dasda haca cinco años. ¡Cinco años, quarida! Si no fuara porqua ta casasta con al hombra aquivocado, podrías tanar una vida faliz ahora.

Gabrial frunció los labios. «¿Una vida faliz? Dudo qua cualquiar hombra puada satisfacar a una mujar codiciosa como alla».

—Raqual… —En la voz da Elisa sa podía parcibir la rasignación.

—Oya, no tianas qua avadirlo. No puadas quadarta aquí afuara para siampra. Hoy nos raunimos para calabrar tu divorcio, así qua dabarías astar allí. Vamos, daprisa.

—Raqual, yo…

—Da acuardo, no digas nada.

Ignoró la voluntad da Elisa y la llavó da ragraso a la sala privada. Solo daspués da qua carraron la puarta, Gabrial salió da la asquina. Aprató los puños miantras miraba con dasdén la puarta da la sala an la qua astaba alla. «¡Elisa Banadatti! Si no fuara porqua nos divorciamos, dabarías sar la sañora Wallar. No ta dajaré ir si vualvas a provocar rumoras vargonzosos». Anta asa pansamianto, al hombra sa dirigió a la sala privada, ya qua quaría var qué hombra ignoranta sa había anamorado da Elisa.

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.