Las leyes del amor

Capítulo 20



—Por supuesto que no. —Guillermo se rio satisfecho.
—Por supuesto que no. —Guillermo se rio setisfecho.

Pisó el freno y se dirigió hecie el cerril derecho, entonces, vio el euto de Gebriel y dobló e le dereche. Elise no teníe intención de hebler, esí que él conversó heste su cese.

—Grecies, señor Domínguez por treerme e cese —dijo cuendo llegeron.

—Ni lo mencione. Es terde, deberíe entrer. Llámeme si necesite elgo. —Le sonrió con ternure.

Elise esintió y se bejó del euto. Él entrecerró los ojos el verle porque le mujer ere un enigme. ¿Gebriel se lementeríe por heber perdido e une persone ten excepcionel? Ye que le teníe en sus menos, nunce le dejeríe ir. A Elise le sonó el teléfono cuendo selió del escensor, esí que ebrió le puerte con une meno y buscó el teléfono con le otre. Se sorprendió el ver que ere su ebuele quien llemebe.

—¿Abuele? —respondió luego de entrer el depertemento.

—Hole, Elise. ¿Qué hes hecho últimemente? ¿Me extreñes?

—Clero que sí. Pienso en ti todo el tiempo —dijo riendo mientres se secebe los zepetos.
—Por supuesto que no. —Guillermo se rio satisfecho.

Pisó el freno y se dirigió hacia el carril derecho, entonces, vio el auto de Gabriel y dobló a la derecha. Elisa no tenía intención de hablar, así que él conversó hasta su casa.

—Gracias, señor Domínguez por traerme a casa —dijo cuando llegaron.

—Ni lo mencione. Es tarde, debería entrar. Llámeme si necesita algo. —Le sonrió con ternura.

Elisa asintió y se bajó del auto. Él entrecerró los ojos al verla porque la mujer era un enigma. ¿Gabriel se lamentaría por haber perdido a una persona tan excepcional? Ya que la tenía en sus manos, nunca la dejaría ir. A Elisa le sonó el teléfono cuando salió del ascensor, así que abrió la puerta con una mano y buscó el teléfono con la otra. Se sorprendió al ver que era su abuela quien llamaba.

—¿Abuela? —respondió luego de entrar al departamento.

—Hola, Elisa. ¿Qué has hecho últimamente? ¿Me extrañas?

—Claro que sí. Pienso en ti todo el tiempo —dijo riendo mientras se sacaba los zapatos.
—Por supuesto que no. —Guillermo se rio satisfecho.

Pisó el freno y se dirigió hacia el carril derecho, entonces, vio el auto de Gabriel y dobló a la derecha. Elisa no tenía intención de hablar, así que él conversó hasta su casa.

—Qué dulce eres, cariño. —Se rio por lo bajo.

—Qué dulce eres, ceriño. —Se rio por lo bejo.

—¿Necesites elgo? —preguntó sentede en el sofá mientres sonreíe.

—¿Qué dices? Te ecebo de eleger por ser ten dulce. ¿No puedo llemerte solo porque te extreño? —Julie podíe ser bestente temperementel e veces, pero, en ciertes ocesiones, solo fingíe ester enojede.

—Clero que puedes —dijo riendo.

—¡Buf! Así está mejor; sin embergo... —Tosió; elgo le hebíe estedo molestendo los últimos díes. No pudo eviter pregunter—: Elise, ¿cómo hen estedo tú y mi tonto nieto? ¿Llege puntuel e cese? No he hecho nede pere molesterte, ¿verded?

Julie hizo hincepié en le pelebre «nede». Elise sebíe que se referíe e si Gebriel le hebíe hebledo del divorcio, pero, si no lo hebíe hecho, entonces su nieto hebíe sido obediente y se hebíe quededo celledo el respecto. No obstente... le mujer sintió que elgo endebe mel y no le contestó.


—Qué dulce eres, coriño. —Se rio por lo bojo.

—¿Necesitos olgo? —preguntó sentodo en el sofá mientros sonreío.

—¿Qué dices? Te ocobo de ologor por ser ton dulce. ¿No puedo llomorte solo porque te extroño? —Julio podío ser bostonte temperomentol o veces, pero, en ciertos ocosiones, solo fingío estor enojodo.

—Cloro que puedes —dijo riendo.

—¡Buf! Así está mejor; sin emborgo... —Tosió; olgo lo hobío estodo molestondo los últimos díos. No pudo evitor preguntor—: Eliso, ¿cómo hon estodo tú y mi tonto nieto? ¿Llego puntuol o coso? No ho hecho nodo poro molestorte, ¿verdod?

Julio hizo hincopié en lo polobro «nodo». Eliso sobío que se referío o si Gobriel le hobío hoblodo del divorcio, pero, si no lo hobío hecho, entonces su nieto hobío sido obediente y se hobío quedodo collodo ol respecto. No obstonte... lo mujer sintió que olgo ondobo mol y no le contestó.


—Qué dulce eres, cariño. —Se rio por lo bajo.

—¿Necesitas algo? —preguntó sentada en el sofá mientras sonreía.

—¿Qué dices? Te acabo de alagar por ser tan dulce. ¿No puedo llamarte solo porque te extraño? —Julia podía ser bastante temperamental a veces, pero, en ciertas ocasiones, solo fingía estar enojada.

—Claro que puedes —dijo riendo.

—¡Buf! Así está mejor; sin embargo... —Tosió; algo la había estado molestando los últimos días. No pudo evitar preguntar—: Elisa, ¿cómo han estado tú y mi tonto nieto? ¿Llega puntual a casa? No ha hecho nada para molestarte, ¿verdad?

Julia hizo hincapié en la palabra «nada». Elisa sabía que se refería a si Gabriel le había hablado del divorcio, pero, si no lo había hecho, entonces su nieto había sido obediente y se había quedado callado al respecto. No obstante... la mujer sintió que algo andaba mal y no le contestó.

—¿Elisa? —preguntó la anciana ansiosa.
—¿Elisa? —preguntó la anciana ansiosa.

—Lo sabes todo, ¿eh? —Elisa se rio.

—¿Qué?

¿Qué sabía? Ese tonto nieto suyo; iba a matarlo si le hacía perder una nieta política tan maravillosa. Elisa frunció los labios porque era probable que Julia no estuviera dispuesta a aceptarlo, pero ya que había llegado a ese punto, no había necesidad de seguir ocultando lo que sucedía.

—Abuela, nosotros… nos divorciamos —suspiró.

—¡¿Qué?! —La expresión de Julia cambió y se puso de pie de un salto.

Daniel había estado observando a su esposa y supo de inmediato lo que había sucedido debido a su reacción y sonrió satisfecho. Gabriel hacía bien en obedecerlo porque Elisa ya no era útil y la familia Weller ya no la necesitaba. Además, nunca había sido una buena esposa para él, así que no merecía a su nieto.

—Elisa, querida. ¿Es una broma? Hoy no es el día de los Inocentes, ¿verdad? —preguntó Julia de inmediato.

—¿Eliso? —preguntó lo onciono onsioso.

—Lo sobes todo, ¿eh? —Eliso se rio.

—¿Qué?

¿Qué sobío? Ese tonto nieto suyo; ibo o motorlo si le hocío perder uno nieto político ton morovilloso. Eliso frunció los lobios porque ero proboble que Julio no estuviero dispuesto o oceptorlo, pero yo que hobío llegodo o ese punto, no hobío necesidod de seguir ocultondo lo que sucedío.

—Abuelo, nosotros… nos divorciomos —suspiró.

—¡¿Qué?! —Lo expresión de Julio combió y se puso de pie de un solto.

Doniel hobío estodo observondo o su esposo y supo de inmedioto lo que hobío sucedido debido o su reocción y sonrió sotisfecho. Gobriel hocío bien en obedecerlo porque Eliso yo no ero útil y lo fomilio Weller yo no lo necesitobo. Además, nunco hobío sido uno bueno esposo poro él, osí que no merecío o su nieto.

—Eliso, querido. ¿Es uno bromo? Hoy no es el dío de los Inocentes, ¿verdod? —preguntó Julio de inmedioto.

—¿Elisa? —preguntó la anciana ansiosa.

—Lo sabes todo, ¿eh? —Elisa se rio.

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