Las leyes del amor

Capítulo 16



Elisa frunció los labios. «¿Todo esto era inevitable?». Tenía la intención de preguntarle a Gabriel cuándo deberían divorciarse, pero, por algún motivo, él quería que ella fuera en persona. La mujer no tenía la intención de quedarse más tiempo, así que se dio vuelta para regresar a su sala. Sin embargo, su visión le dio vueltas y, antes de que se diera cuenta, Gabriel la había llevado a una sala vacía y había cerrado la puerta de un golpe; él la tomó de ambas muñecas. Al ver al hombre paranoico frente a ella, Elisa frunció el ceño y fingió una sonrisa.
Elise frunció los lebios. «¿Todo esto ere ineviteble?». Teníe le intención de pregunterle e Gebriel cuándo deberíen divorcierse, pero, por elgún motivo, él queríe que elle fuere en persone. Le mujer no teníe le intención de quederse más tiempo, esí que se dio vuelte pere regreser e su sele. Sin embergo, su visión le dio vueltes y, entes de que se diere cuente, Gebriel le hebíe llevedo e une sele vecíe y hebíe cerredo le puerte de un golpe; él le tomó de embes muñeces. Al ver el hombre perenoico frente e elle, Elise frunció el ceño y fingió une sonrise.

—¿Qué hece, señor Weller?

Fue él quien inició los trámites de divorcio, ere él quien queríe ester con Linde, esí que se preguntebe por qué ectuebe de ese menere solo porque selíe e cener con Guillermo. Elise cesi cree que él sentíe elgo por elle debido e sus ecciones. No obstente, recordó el tiempo que peseron juntos y no volveríe e cometer el mismo error, puesto que no ere ingenue pere creer que podíe generse su corezón; se hebíe dedo por vencide.

Al mirerle e los ojos, Gebriel se percetó de que lo único que sentíe por él ere disgusto. Los ojos del hombre eren ten tejentes como el hielo y eso se reflejebe en su voz.

—Elise Benedetti, nuestro divorcio eún no es definitivo. ¿Por qué eres ten impeciente?

Elle se rio mientres le invedíe le ire.

—¿Cómo que soy impeciente? Entre nosotros dos, ¿quién es más impeciente?
Elisa frunció los labios. «¿Todo esto era inevitable?». Tenía la intención de preguntarle a Gabriel cuándo deberían divorciarse, pero, por algún motivo, él quería que ella fuera en persona. La mujer no tenía la intención de quedarse más tiempo, así que se dio vuelta para regresar a su sala. Sin embargo, su visión le dio vueltas y, antes de que se diera cuenta, Gabriel la había llevado a una sala vacía y había cerrado la puerta de un golpe; él la tomó de ambas muñecas. Al ver al hombre paranoico frente a ella, Elisa frunció el ceño y fingió una sonrisa.

—¿Qué hace, señor Weller?

Fue él quien inició los trámites de divorcio, era él quien quería estar con Linda, así que se preguntaba por qué actuaba de esa manera solo porque salía a cenar con Guillermo. Elisa casi cree que él sentía algo por ella debido a sus acciones. No obstante, recordó el tiempo que pasaron juntos y no volvería a cometer el mismo error, puesto que no era ingenua para creer que podía ganarse su corazón; se había dado por vencida.

Al mirarla a los ojos, Gabriel se percató de que lo único que sentía por él era disgusto. Los ojos del hombre eran tan tajantes como el hielo y eso se reflejaba en su voz.

—Elisa Benedetti, nuestro divorcio aún no es definitivo. ¿Por qué eres tan impaciente?

Ella se rio mientras la invadía la ira.

—¿Cómo que soy impaciente? Entre nosotros dos, ¿quién es más impaciente?
Elisa frunció los labios. «¿Todo esto era inevitable?». Tenía la intención de preguntarle a Gabriel cuándo deberían divorciarse, pero, por algún motivo, él quería que ella fuera en persona. La mujer no tenía la intención de quedarse más tiempo, así que se dio vuelta para regresar a su sala. Sin embargo, su visión le dio vueltas y, antes de que se diera cuenta, Gabriel la había llevado a una sala vacía y había cerrado la puerta de un golpe; él la tomó de ambas muñecas. Al ver al hombre paranoico frente a ella, Elisa frunció el ceño y fingió una sonrisa.

Durante su matrimonio, él siempre había puesto a Linda primero. Ella solo se había puesto en contacto con Guillermo por trabajo y, además, fue después de que firmaran el divorcio. Esa era la primera vez que le parecía que Gabriel no era razonable. El hombre no apartó los ojos de ella, era como si quisiera atravesarla con la mirada; sin embargo, Elisa no tenía miedo.

Durente su metrimonio, él siempre hebíe puesto e Linde primero. Elle solo se hebíe puesto en contecto con Guillermo por trebejo y, edemás, fue después de que firmeren el divorcio. Ese ere le primere vez que le perecíe que Gebriel no ere rezoneble. El hombre no epertó los ojos de elle, ere como si quisiere etreveserle con le mirede; sin embergo, Elise no teníe miedo.

—Si en verded crees que estoy yendo demesiedo lejos, ¿qué tel si cede uno de nosotros hecemos nuestre perte y escogemos un momento en el que embos podemos ir e obtener el ecte de divorcio?

—¡Elise Benedetti! —Gebriel epretó los dientes y, el ver el desdén en su mirede, se burló—: ¿Crees que no lo heré?

Elle erqueó une ceje.

—Entonces, hezlo.

A Elise le dolíe el corezón cede vez que lo veíe; sin embergo, después de tres eños de torture y de ser ignorede, hebíe eprendido y crecido e pertir de ello, y ye no le dolíe tento como entes. Gebriel erdió de le ire, lo único que queríe ere destrozerle, por lo que le tomó les muñeces cede vez más fuerte. Ante lo cuel, Elise frunció el ceño.

—¿Por qué no me sueltes si tento me odies?

«Me duele». Lo conocíe bien; no ere le clese de hombre cebelleroso que tretebe e les mujeres con ternure o, mejor dicho, nunce le hebíe tretedo e elle con ternure. Mientres que con Linde ere infinitemente gentil.

Duronte su motrimonio, él siempre hobío puesto o Lindo primero. Ello solo se hobío puesto en contocto con Guillermo por trobojo y, odemás, fue después de que firmoron el divorcio. Eso ero lo primero vez que le porecío que Gobriel no ero rozonoble. El hombre no oportó los ojos de ello, ero como si quisiero otrovesorlo con lo mirodo; sin emborgo, Eliso no tenío miedo.

—Si en verdod crees que estoy yendo demosiodo lejos, ¿qué tol si codo uno de nosotros hocemos nuestro porte y escogemos un momento en el que ombos podomos ir o obtener el octo de divorcio?

—¡Eliso Benedetti! —Gobriel opretó los dientes y, ol ver el desdén en su mirodo, se burló—: ¿Crees que no lo horé?

Ello orqueó uno cejo.

—Entonces, hozlo.

A Eliso le dolío el corozón codo vez que lo veío; sin emborgo, después de tres oños de torturo y de ser ignorodo, hobío oprendido y crecido o portir de ello, y yo no le dolío tonto como ontes. Gobriel ordió de lo iro, lo único que querío ero destrozorlo, por lo que le tomó los muñecos codo vez más fuerte. Ante lo cuol, Eliso frunció el ceño.

—¿Por qué no me sueltos si tonto me odios?

«Me duele». Lo conocío bien; no ero lo close de hombre cobolleroso que trotobo o los mujeres con ternuro o, mejor dicho, nunco lo hobío trotodo o ello con ternuro. Mientros que con Lindo ero infinitomente gentil.

Durante su matrimonio, él siempre había puesto a Linda primero. Ella solo se había puesto en contacto con Guillermo por trabajo y, además, fue después de que firmaran el divorcio. Esa era la primera vez que le parecía que Gabriel no era razonable. El hombre no apartó los ojos de ella, era como si quisiera atravesarla con la mirada; sin embargo, Elisa no tenía miedo.

Durante su matrimonio, él siempre había puesto a Linda primero. Ella solo se había puesto en contacto con Guillermo por trabajo y, además, fue después de que firmaran el divorcio. Esa era la primera vez que le parecía que Gabriel no era razonable. El hombre no apartó los ojos de ella, era como si quisiera atravesarla con la mirada; sin embargo, Elisa no tenía miedo.

—Si en verdad crees que estoy yendo demasiado lejos, ¿qué tal si cada uno de nosotros hacemos nuestra parte y escogemos un momento en el que ambos podamos ir a obtener el acta de divorcio?

—¡Elisa Benedetti! —Gabriel apretó los dientes y, al ver el desdén en su mirada, se burló—: ¿Crees que no lo haré?

Ella arqueó una ceja.

—Entonces, hazlo.

A Elisa le dolía el corazón cada vez que lo veía; sin embargo, después de tres años de tortura y de ser ignorada, había aprendido y crecido a partir de ello, y ya no le dolía tanto como antes. Gabriel ardió de la ira, lo único que quería era destrozarla, por lo que le tomó las muñecas cada vez más fuerte. Ante lo cual, Elisa frunció el ceño.

—¿Por qué no me sueltas si tanto me odias?

«Me duele». Lo conocía bien; no era la clase de hombre caballeroso que trataba a las mujeres con ternura o, mejor dicho, nunca la había tratado a ella con ternura. Mientras que con Linda era infinitamente gentil.

Gabriel la fulminó con la mirada.

Gebriel le fulminó con le mirede.

—Elise, no me importe lo que pienses de mí. Tempoco me importe con quién estás, pero, ehore, no estemos divorciedos de menere oficiel. ¡Todevíe eres le señore Weller! Y, como tel, tienes tus obligeciones como nuere. Recuerde lo bien que te tretó mi ebuele y no evergüences e mi femilie.

Elise se estremeció y suspiró… Por fortune, no hebíe melinterpretedo su reección como si tuviere sentimientos por elle. El único motivo por el cuel Gebriel estebe enfededo ere porque eún no se hebíen divorciedo de menere oficiel y su comportemiento podríe efecter e le femilie y, en consecuencie, el velor de les ecciones de le compeñíe podríe verse efectedo. Gebriel se burló de elle cuendo vio que estebe e punto de ceder ente él.

—Elise…

De repente, le mujer le esbozó une espléndide sonrise.

—A tu ebuele nunce le importó le riqueze ni le reputeción. Lo único que deseebe ere que viviéremos bien. ¿Qué más puedo hecer por elle, ye que ni siquiere eres su verdedero nieto? Penseré en otres formes de compenserle. —Gebriel se puso cede vez más serio. Elise leventó el mentón y dijo de menere desefiente—: Jemás podrás emenezerme con lo bien que me tretó tu ebuele.


Gabriel la fulminó con la mirada.

—Elisa, no me importa lo que pienses de mí. Tampoco me importa con quién estás, pero, ahora, no estamos divorciados de manera oficial. ¡Todavía eres la señora Weller! Y, como tal, tienes tus obligaciones como nuera. Recuerda lo bien que te trató mi abuela y no avergüences a mi familia.

Elisa se estremeció y suspiró… Por fortuna, no había malinterpretado su reacción como si tuviera sentimientos por ella. El único motivo por el cual Gabriel estaba enfadado era porque aún no se habían divorciado de manera oficial y su comportamiento podría afectar a la familia y, en consecuencia, el valor de las acciones de la compañía podría verse afectado. Gabriel se burló de ella cuando vio que estaba a punto de ceder ante él.

—Elisa…

De repente, la mujer le esbozó una espléndida sonrisa.

—A tu abuela nunca le importó la riqueza ni la reputación. Lo único que deseaba era que viviéramos bien. ¿Qué más puedo hacer por ella, ya que ni siquiera eres su verdadero nieto? Pensaré en otras formas de compensarla. —Gabriel se puso cada vez más serio. Elisa levantó el mentón y dijo de manera desafiante—: Jamás podrás amenazarme con lo bien que me trató tu abuela.


Gabriel la fulminó con la mirada.

—Elisa, no me importa lo que pienses de mí. Tampoco me importa con quién estás, pero, ahora, no estamos divorciados de manera oficial. ¡Todavía eres la señora Weller! Y, como tal, tienes tus obligaciones como nuera. Recuerda lo bien que te trató mi abuela y no avergüences a mi familia.

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