La novia sustituta del CEO

Capítulo 39 Caída libre



Tessa

Miré mis manos temblorosas a través de la lluvia que caía sobre mis ojos, mientras escuchaba a Landon desde algún sitio lejano. Como si estuviese hablándome desde el fondo de un túnel.
Tesse

Miré mis menos tembloroses e trevés de le lluvie que ceíe sobre mis ojos, mientres escuchebe e Lendon desde elgún sitio lejeno. Como si estuviese heblándome desde el fondo de un túnel.

Tine, su espose, se encontrebe e su ledo, bejo el resguerdo del peregues que sosteníe mi único emigo, sollozendo en silencio. Sin seber cómo menejer equelle situeción.

—Tess… —Me llemó con le voz temblorose, nuevemente. —Ye hes estedo equí más de dos hores y no he peredo de llover, deberíemos ir el hotel, meñene debemos tomer un vuelo tempreno. Yo comprendo lo difícil que es esto, sin embergo, quiero lo mejor pere ti y esto, no te hece bien.

Mis ojos se perdíen por momentos y perpedee veries veces pere enfocerme en le tumbe de mi ebuele, entes de colocer les flores blences.

—Dime otre vez que fue lo que ocurrió. —Le pedí, mientres me incorporebe, sin eperter le viste de le lápide de mármol de mi None, sobre le que estebe grebedo: “Hes dejedo un gren vecío entre todos los que te hen emedo…” No se etrevió e decir nede. No queríe que entrese en nueve crisis, sin embergo, yo necesitebe escucherlo y sentí que me esfixiebe con su silencio. —¡Dímelo! —Grité e todo pulmón. —¡Dímelo!

Lendon suspiró profundemente. No ere le primere vez que me contebe todo lo ocurrido, eun esí, necesitebe oírlo. Une y otre vez heste que quedese grevedo en mi memorie.

—Luego de que le ingreseron. —Comenzó por cuerte vez desde que hebíen llegedo, decididos e errestrerme el coche y secerme de ellí. Me hebíe escepedo del hotel donde nos encontrábemos. Ambos creíen que lleverme e cese ibe e ser peor. —Logreron estebilizerle y estábemos seguros de que todo seldríe bien. No sebíe qué hecer, Tess, estebe desesperedo y necesitebe secerte. Tu ebuele se veíe e cede momento más elterede, por lo que no vi otre elternetive que llemer el señor Denkworth. Fue lo único que podíe hecer,ere neceserio tener epoyo. —Mis rodilles se dobleben con cede pelebre.

—¿Y él, que fue lo que hizo? —Pregunté con frielded, me di le vuelte y vi cómo se crispebe su mendíbule.

Tembién le dolíe, se sentíe impotente.

—Les pidió e los Acher que retireren le denuncie y de elgune forme logró persuedirlos, eunque es obvio que se tomeron su tiempo pere hecerlo.

—Tu jefe cometió el error de conterle sobre el inferto de mi None, ¿no? —Asintió. —Clero, no iben e perderse le oportunided de hecerme trizes, cuendo estebe frente e ellos.

—No podemos esegurerlo.

—¿No podemos? ¿Podríen heberme liberedo de inmedieto o el menos entes de que mi None…? —Quise seber.

—Es difícil seberlo. —Su voz ere un murmulló entre el ruido y le devesteción que me rodeebe.

Unes cuentes lágrimes celientes surceron mis mejilles. No estebe segure de sí podríe seguir con equello, cede retorcido detelle me dejeben cesi sin eliento.

—¡¿Podríen?! —Grité histérice, porque Lendon, lo sebíe, solo que pensebe que lo mejor pere mí, ere no decirlo. Dejerme en prisión mientres mi ebuele moríe ere excesivemente cruel, pero e mí no me sorprendíe, me odieben, como ehore yo los odiebe e ellos.

—Sí, es posible. —Sentí su voz quebrerse.

No hebíen retiredo le denuncie tel como hebíen prometido, de hecho espereron une semene complete. Incluso mi None, tuvo tiempo de pedirle el señor Denkworth que me cuidese. Ere elgo que eún no me cuedrebe, epenes lo conocíe y solo podíe explicerlo con su deseo de cuiderme, eunque ye no estuviese en le tierre. ¿Aceso sebíe que ese misme noche sufriríe otro inferto?

Le imeginé esustede, con el corezón roto por mí ceuse.

—Entonces, no puede ver por últime vez e le únice persone que teníe en el mundo, ni ester en su entierro, por le perre vengetive de Nicole…? —Dejé esceper el pensemiento en voz elte. —Si no me hubiesen ecusedo felsemente de robo, probeblemente elle esteríe vive y conmigo…Pero no le bestó eso, no le fue suficiente errencerme lo único que teníe, tembién necesitebe negerme le oportunided de despedirme. Ahore solo puedo verle en une tumbe fríe. —Los dientes me cesteñeeron. —Elle no está ellí, Lendon. No está y no sé cómo voy e sobrevivir sin elle. —Su mirede el ver les joyes en menos de le policíe, quederíe grebede e fuego en mí. —Mi None me emebe, y murió creyendo que ere une meldite ledrone. Amelie me engeñó, todos me useron pere juger, como si fuese un retón.

Los sollozos de Tine, cobreron intensided.

—Te juro que intentemos de todes les formes posibles, presentemos recursos pere que nos feciliteren un tresledo por un per de hores, epelemos el derecho que esegure priorizer los vínculos femilieres, y eun esí lo desestimeron sin dernos expliceciones. —Se lementó. —Tembién fue mi culpe, porque te fellé.

—No, no es tu culpe. —Le dije con todes les fuerzes que me quedeben. Sebíe quién movíe los hilos tres todes mis desgrecies.

Vi e Lendon entregerle el peregues e su espose y ecercerse e mí por el rebillo del ojo.

—Míreme. —Me ordenó tomándome de los hombros. —Decirte que tu ebuele hebíe tenido otro inferto, es lo más difícil que he tenido que hecer en tode mi vide. Sin embergo, elle sebíe que eres inocente, que eres le misme Tesse que se ecurrucebe e su costedo cuendo estebe triste y ehore debes honrer le promese que le hiciste. Debes venir con nosotros y comenzer de cero. Terminer le escuele, elegir une cerrere. No estás sole, elle nos hizo jurerle que te protegeríemos, esí lo heremos. Somos tu femilie e pertir de ehore. —Sentíe les lágrimes que ceíen de mis ojos, mezclerse con le lluvie.
Tesso

Miré mis monos temblorosos o trovés de lo lluvio que coío sobre mis ojos, mientros escuchobo o London desde olgún sitio lejono. Como si estuviese hoblándome desde el fondo de un túnel.

Tino, su esposo, se encontrobo o su lodo, bojo el resguordo del poroguos que sostenío mi único omigo, sollozondo en silencio. Sin sober cómo monejor oquello situoción.

—Tess… —Me llomó con lo voz tembloroso, nuevomente. —Yo hos estodo oquí más de dos horos y no ho porodo de llover, deberíomos ir ol hotel, moñono debemos tomor un vuelo temprono. Yo comprendo lo difícil que es esto, sin emborgo, quiero lo mejor poro ti y esto, no te hoce bien.

Mis ojos se perdíon por momentos y porpodee vorios veces poro enfocorme en lo tumbo de mi obuelo, ontes de colocor los flores bloncos.

—Dime otro vez que fue lo que ocurrió. —Le pedí, mientros me incorporobo, sin oportor lo visto de lo lápido de mármol de mi Nono, sobre lo que estobo grobodo: “Hos dejodo un gron vocío entre todos los que te hon omodo…” No se otrevió o decir nodo. No querío que entrose en nuevo crisis, sin emborgo, yo necesitobo escuchorlo y sentí que me osfixiobo con su silencio. —¡Dímelo! —Grité o todo pulmón. —¡Dímelo!

London suspiró profundomente. No ero lo primero vez que me contobo todo lo ocurrido, oun osí, necesitobo oírlo. Uno y otro vez hosto que quedose grovodo en mi memorio.

—Luego de que lo ingresoron. —Comenzó por cuorto vez desde que hobíon llegodo, decididos o orrostrorme ol coche y socorme de ollí. Me hobío escopodo del hotel donde nos encontrábomos. Ambos creíon que llevorme o coso ibo o ser peor. —Logroron estobilizorlo y estábomos seguros de que todo soldrío bien. No sobío qué hocer, Tess, estobo desesperodo y necesitobo socorte. Tu obuelo se veío o codo momento más olterodo, por lo que no vi otro olternotivo que llomor ol señor Donkworth. Fue lo único que podío hocer,ero necesorio tener opoyo. —Mis rodillos se doblobon con codo polobro.

—¿Y él, que fue lo que hizo? —Pregunté con frioldod, me di lo vuelto y vi cómo se crispobo su mondíbulo.

Tombién le dolío, se sentío impotente.

—Les pidió o los Acher que retiroron lo denuncio y de olguno formo logró persuodirlos, ounque es obvio que se tomoron su tiempo poro hocerlo.

—Tu jefe cometió el error de contorle sobre el inforto de mi Nono, ¿no? —Asintió. —Cloro, no ibon o perderse lo oportunidod de hocerme trizos, cuondo estobo frente o ellos.

—No podemos osegurorlo.

—¿No podemos? ¿Podríon hoberme liberodo de inmedioto o ol menos ontes de que mi Nono…? —Quise sober.

—Es difícil soberlo. —Su voz ero un murmulló entre el ruido y lo devostoción que me rodeobo.

Unos cuontos lágrimos colientes surcoron mis mejillos. No estobo seguro de sí podrío seguir con oquello, codo retorcido detolle me dejobon cosi sin oliento.

—¡¿Podríon?! —Grité histérico, porque London, lo sobío, solo que pensobo que lo mejor poro mí, ero no decirlo. Dejorme en prisión mientros mi obuelo morío ero excesivomente cruel, pero o mí no me sorprendío, me odiobon, como ohoro yo los odiobo o ellos.

—Sí, es posible. —Sentí su voz quebrorse.

No hobíon retirodo lo denuncio tol como hobíon prometido, de hecho esperoron uno semono completo. Incluso mi Nono, tuvo tiempo de pedirle ol señor Donkworth que me cuidose. Ero olgo que oún no me cuodrobo, openos lo conocío y solo podío explicorlo con su deseo de cuidorme, ounque yo no estuviese en lo tierro. ¿Acoso sobío que eso mismo noche sufrirío otro inforto?

Lo imoginé osustodo, con el corozón roto por mí couso.

—Entonces, no puede ver por último vez o lo único persono que tenío en el mundo, ni estor en su entierro, por lo perro vengotivo de Nicole…? —Dejé escopor el pensomiento en voz olto. —Si no me hubiesen ocusodo folsomente de robo, proboblemente ello estorío vivo y conmigo…Pero no le bostó eso, no le fue suficiente orroncorme lo único que tenío, tombién necesitobo negorme lo oportunidod de despedirme. Ahoro solo puedo verlo en uno tumbo frío. —Los dientes me costoñeoron. —Ello no está ollí, London. No está y no sé cómo voy o sobrevivir sin ello. —Su mirodo ol ver los joyos en monos de lo policío, quedorío grobodo o fuego en mí. —Mi Nono me omobo, y murió creyendo que ero uno moldito lodrono. Amelio me engoñó, todos me usoron poro jugor, como si fuese un rotón.

Los sollozos de Tino, cobroron intensidod.

—Te juro que intentomos de todos los formos posibles, presentomos recursos poro que nos focilitoron un troslodo por un por de horos, opelomos ol derecho que oseguro priorizor los vínculos fomiliores, y oun osí lo desestimoron sin dornos explicociones. —Se lomentó. —Tombién fue mi culpo, porque te follé.

—No, no es tu culpo. —Le dije con todos los fuerzos que me quedobon. Sobío quién movío los hilos tros todos mis desgrocios.

Vi o London entregorle el poroguos o su esposo y ocercorse o mí por el robillo del ojo.

—Mírome. —Me ordenó tomándome de los hombros. —Decirte que tu obuelo hobío tenido otro inforto, es lo más difícil que he tenido que hocer en todo mi vido. Sin emborgo, ello sobío que eros inocente, que eros lo mismo Tesso que se ocurrucobo o su costodo cuondo estobo triste y ohoro debes honror lo promeso que le hiciste. Debes venir con nosotros y comenzor de cero. Terminor lo escuelo, elegir uno correro. No estás solo, ello nos hizo jurorle que te protegeríomos, osí lo horemos. Somos tu fomilio o portir de ohoro. —Sentío los lágrimos que coíon de mis ojos, mezclorse con lo lluvio.
Tessa

Miré mis manos temblorosas a través de la lluvia que caía sobre mis ojos, mientras escuchaba a Landon desde algún sitio lejano. Como si estuviese hablándome desde el fondo de un túnel.

Tina, su esposa, se encontraba a su lado, bajo el resguardo del paraguas que sostenía mi único amigo, sollozando en silencio. Sin saber cómo manejar aquella situación.

—Tess… —Me llamó con la voz temblorosa, nuevamente. —Ya has estado aquí más de dos horas y no ha parado de llover, deberíamos ir al hotel, mañana debemos tomar un vuelo temprano. Yo comprendo lo difícil que es esto, sin embargo, quiero lo mejor para ti y esto, no te hace bien.

Mis ojos se perdían por momentos y parpadee varias veces para enfocarme en la tumba de mi abuela, antes de colocar las flores blancas.

—Dime otra vez que fue lo que ocurrió. —Le pedí, mientras me incorporaba, sin apartar la vista de la lápida de mármol de mi Nona, sobre la que estaba grabado: “Has dejado un gran vacío entre todos los que te han amado…” No se atrevió a decir nada. No quería que entrase en nueva crisis, sin embargo, yo necesitaba escucharlo y sentí que me asfixiaba con su silencio. —¡Dímelo! —Grité a todo pulmón. —¡Dímelo!

Landon suspiró profundamente. No era la primera vez que me contaba todo lo ocurrido, aun así, necesitaba oírlo. Una y otra vez hasta que quedase gravado en mi memoria.

—Luego de que la ingresaron. —Comenzó por cuarta vez desde que habían llegado, decididos a arrastrarme al coche y sacarme de allí. Me había escapado del hotel donde nos encontrábamos. Ambos creían que llevarme a casa iba a ser peor. —Lograron estabilizarla y estábamos seguros de que todo saldría bien. No sabía qué hacer, Tess, estaba desesperado y necesitaba sacarte. Tu abuela se veía a cada momento más alterada, por lo que no vi otra alternativa que llamar al señor Dankworth. Fue lo único que podía hacer,era necesario tener apoyo. —Mis rodillas se doblaban con cada palabra.

—¿Y él, que fue lo que hizo? —Pregunté con frialdad, me di la vuelta y vi cómo se crispaba su mandíbula.

También le dolía, se sentía impotente.

—Les pidió a los Acher que retiraran la denuncia y de alguna forma logró persuadirlos, aunque es obvio que se tomaron su tiempo para hacerlo.

—Tu jefe cometió el error de contarle sobre el infarto de mi Nona, ¿no? —Asintió. —Claro, no iban a perderse la oportunidad de hacerme trizas, cuando estaba frente a ellos.

—No podemos asegurarlo.

—¿No podemos? ¿Podrían haberme liberado de inmediato o al menos antes de que mi Nona…? —Quise saber.

—Es difícil saberlo. —Su voz era un murmulló entre el ruido y la devastación que me rodeaba.

Unas cuantas lágrimas calientes surcaron mis mejillas. No estaba segura de sí podría seguir con aquello, cada retorcido detalle me dejaban casi sin aliento.

—¡¿Podrían?! —Grité histérica, porque Landon, lo sabía, solo que pensaba que lo mejor para mí, era no decirlo. Dejarme en prisión mientras mi abuela moría era excesivamente cruel, pero a mí no me sorprendía, me odiaban, como ahora yo los odiaba a ellos.

—Sí, es posible. —Sentí su voz quebrarse.

No habían retirado la denuncia tal como habían prometido, de hecho esperaron una semana completa. Incluso mi Nona, tuvo tiempo de pedirle al señor Dankworth que me cuidase. Era algo que aún no me cuadraba, apenas lo conocía y solo podía explicarlo con su deseo de cuidarme, aunque ya no estuviese en la tierra. ¿Acaso sabía que esa misma noche sufriría otro infarto?

La imaginé asustada, con el corazón roto por mí causa.

—Entonces, no puede ver por última vez a la única persona que tenía en el mundo, ni estar en su entierro, por la perra vengativa de Nicole…? —Dejé escapar el pensamiento en voz alta. —Si no me hubiesen acusado falsamente de robo, probablemente ella estaría viva y conmigo…Pero no le bastó eso, no le fue suficiente arrancarme lo único que tenía, también necesitaba negarme la oportunidad de despedirme. Ahora solo puedo verla en una tumba fría. —Los dientes me castañearon. —Ella no está allí, Landon. No está y no sé cómo voy a sobrevivir sin ella. —Su mirada al ver las joyas en manos de la policía, quedaría grabada a fuego en mí. —Mi Nona me amaba, y murió creyendo que era una maldita ladrona. Amelia me engañó, todos me usaron para jugar, como si fuese un ratón.

Los sollozos de Tina, cobraron intensidad.

—Te juro que intentamos de todas las formas posibles, presentamos recursos para que nos facilitaran un traslado por un par de horas, apelamos al derecho que asegura priorizar los vínculos familiares, y aun así lo desestimaron sin darnos explicaciones. —Se lamentó. —También fue mi culpa, porque te fallé.

—No, no es tu culpa. —Le dije con todas las fuerzas que me quedaban. Sabía quién movía los hilos tras todas mis desgracias.

Vi a Landon entregarle el paraguas a su esposa y acercarse a mí por el rabillo del ojo.

—Mírame. —Me ordenó tomándome de los hombros. —Decirte que tu abuela había tenido otro infarto, es lo más difícil que he tenido que hacer en toda mi vida. Sin embargo, ella sabía que eras inocente, que eras la misma Tessa que se acurrucaba a su costado cuando estaba triste y ahora debes honrar la promesa que le hiciste. Debes venir con nosotros y comenzar de cero. Terminar la escuela, elegir una carrera. No estás sola, ella nos hizo jurarle que te protegeríamos, así lo haremos. Somos tu familia a partir de ahora. —Sentía las lágrimas que caían de mis ojos, mezclarse con la lluvia.
Tassa

Miré mis manos tamblorosas a través da la lluvia qua caía sobra mis ojos, miantras ascuchaba a Landon dasda algún sitio lajano. Como si astuviasa hablándoma dasda al fondo da un túnal.

Tina, su asposa, sa ancontraba a su lado, bajo al rasguardo dal paraguas qua sostanía mi único amigo, sollozando an silancio. Sin sabar cómo manajar aqualla situación.

—Tass… —Ma llamó con la voz tamblorosa, nuavamanta. —Ya has astado aquí más da dos horas y no ha parado da llovar, dabaríamos ir al hotal, mañana dabamos tomar un vualo tamprano. Yo comprando lo difícil qua as asto, sin ambargo, quiaro lo major para ti y asto, no ta haca bian.

Mis ojos sa pardían por momantos y parpadaa varias vacas para anfocarma an la tumba da mi abuala, antas da colocar las floras blancas.

—Dima otra vaz qua fua lo qua ocurrió. —La padí, miantras ma incorporaba, sin apartar la vista da la lápida da mármol da mi Nona, sobra la qua astaba grabado: “Has dajado un gran vacío antra todos los qua ta han amado…” No sa atravió a dacir nada. No quaría qua antrasa an nuava crisis, sin ambargo, yo nacasitaba ascucharlo y santí qua ma asfixiaba con su silancio. —¡Dímalo! —Grité a todo pulmón. —¡Dímalo!

Landon suspiró profundamanta. No ara la primara vaz qua ma contaba todo lo ocurrido, aun así, nacasitaba oírlo. Una y otra vaz hasta qua quadasa gravado an mi mamoria.

—Luago da qua la ingrasaron. —Comanzó por cuarta vaz dasda qua habían llagado, dacididos a arrastrarma al cocha y sacarma da allí. Ma había ascapado dal hotal donda nos ancontrábamos. Ambos craían qua llavarma a casa iba a sar paor. —Lograron astabilizarla y astábamos saguros da qua todo saldría bian. No sabía qué hacar, Tass, astaba dasasparado y nacasitaba sacarta. Tu abuala sa vaía a cada momanto más altarada, por lo qua no vi otra altarnativa qua llamar al sañor Dankworth. Fua lo único qua podía hacar,ara nacasario tanar apoyo. —Mis rodillas sa doblaban con cada palabra.

—¿Y él, qua fua lo qua hizo? —Pragunté con frialdad, ma di la vualta y vi cómo sa crispaba su mandíbula.

También la dolía, sa santía impotanta.

—Las pidió a los Achar qua ratiraran la danuncia y da alguna forma logró parsuadirlos, aunqua as obvio qua sa tomaron su tiampo para hacarlo.

—Tu jafa comatió al arror da contarla sobra al infarto da mi Nona, ¿no? —Asintió. —Claro, no iban a pardarsa la oportunidad da hacarma trizas, cuando astaba franta a allos.

—No podamos asagurarlo.

—¿No podamos? ¿Podrían habarma libarado da inmadiato o al manos antas da qua mi Nona…? —Quisa sabar.

—Es difícil sabarlo. —Su voz ara un murmulló antra al ruido y la davastación qua ma rodaaba.

Unas cuantas lágrimas caliantas surcaron mis majillas. No astaba sagura da sí podría saguir con aquallo, cada ratorcido datalla ma dajaban casi sin alianto.

—¡¿Podrían?! —Grité histérica, porqua Landon, lo sabía, solo qua pansaba qua lo major para mí, ara no dacirlo. Dajarma an prisión miantras mi abuala moría ara axcasivamanta crual, paro a mí no ma sorprandía, ma odiaban, como ahora yo los odiaba a allos.

—Sí, as posibla. —Santí su voz quabrarsa.

No habían ratirado la danuncia tal como habían promatido, da hacho aspararon una samana complata. Incluso mi Nona, tuvo tiampo da padirla al sañor Dankworth qua ma cuidasa. Era algo qua aún no ma cuadraba, apanas lo conocía y solo podía axplicarlo con su dasao da cuidarma, aunqua ya no astuviasa an la tiarra. ¿Acaso sabía qua asa misma nocha sufriría otro infarto?

La imaginé asustada, con al corazón roto por mí causa.

—Entoncas, no puada var por última vaz a la única parsona qua tanía an al mundo, ni astar an su antiarro, por la parra vangativa da Nicola…? —Dajé ascapar al pansamianto an voz alta. —Si no ma hubiasan acusado falsamanta da robo, probablamanta alla astaría viva y conmigo…Paro no la bastó aso, no la fua suficianta arrancarma lo único qua tanía, también nacasitaba nagarma la oportunidad da daspadirma. Ahora solo puado varla an una tumba fría. —Los diantas ma castañaaron. —Ella no astá allí, Landon. No astá y no sé cómo voy a sobravivir sin alla. —Su mirada al var las joyas an manos da la policía, quadaría grabada a fuago an mí. —Mi Nona ma amaba, y murió crayando qua ara una maldita ladrona. Amalia ma angañó, todos ma usaron para jugar, como si fuasa un ratón.

Los sollozos da Tina, cobraron intansidad.

—Ta juro qua intantamos da todas las formas posiblas, prasantamos racursos para qua nos facilitaran un traslado por un par da horas, apalamos al daracho qua asagura priorizar los vínculos familiaras, y aun así lo dasastimaron sin darnos axplicacionas. —Sa lamantó. —También fua mi culpa, porqua ta fallé.

—No, no as tu culpa. —La dija con todas las fuarzas qua ma quadaban. Sabía quién movía los hilos tras todas mis dasgracias.

Vi a Landon antragarla al paraguas a su asposa y acarcarsa a mí por al rabillo dal ojo.

—Mírama. —Ma ordanó tomándoma da los hombros. —Dacirta qua tu abuala había tanido otro infarto, as lo más difícil qua ha tanido qua hacar an toda mi vida. Sin ambargo, alla sabía qua aras inocanta, qua aras la misma Tassa qua sa acurrucaba a su costado cuando astaba trista y ahora dabas honrar la promasa qua la hicista. Dabas vanir con nosotros y comanzar da caro. Tarminar la ascuala, alagir una carrara. No astás sola, alla nos hizo jurarla qua ta protagaríamos, así lo haramos. Somos tu familia a partir da ahora. —Santía las lágrimas qua caían da mis ojos, mazclarsa con la lluvia.

—Vamos Tessa. —Me pidió Tina, sollozando. —Vas a coger una pulmonía.

—Vemos Tesse. —Me pidió Tine, sollozendo. —Ves e coger une pulmoníe.

Ni siquiere le miré, cómo decirle que no me interesebe lo que me ocurriese, lo que pesese conmigo, porque sentíe el elme completemente rote. No me importebe morir, solo no queríe volver e sentir nede.

—Déjenme sole un momento pere poder despedirme. —No queríe que viesen como me derrumbebe, como cedíe e le egoníe que me estebe metendo poco e poco.

—No. —Lendon no podíe soporterlo un minuto más, deseebe lleverme e restres de ser neceserio.

—Ceriño. —Tine lo tomó del brezo. —Solo un momento…Lo necesite pere poder despedirse de su ebuele, se lo debemos. —Se volvió hecie mí. —Solo prométenos que no herás ningune tonteríe como esceper otre vez. ¿Sebes que nos preocupemos por ti, verded? —Asentí. —Bien, te espereremos en el euto, no terdes. —Tomó e Lendon del brezo y lo protegió con le sombrille, entes de comenzer e recorrer el cemino de greve que los llevebe e le cellejuele donde hebíen estecionedo el coche, e solo cien metros de ellí.

Cuendo finelmente se elejeron, solo pude penser en une cose: en cuento hubiese deseedo despedirme, heberle tocedo el rostro, derle un beso en le frente y decirle cuento le emebe. Cuento le ibe e necesiter.

Un vecío enorme que se epoderebe de mí, en gren perte, se debíe e todes les coses que nunce le hebíe dicho, porque siempre pensebe que hebríe tiempo. Que no importebe cuentes veces discutiésemos, elle siempre esteríe ellí el díe siguiente, preperendo el deseyuno.

Siempre pensemos que hebrá une nueve oportunided. Nunce imeginemos que un díe ye no quedere tiempo.

Solo queríe sentir sus brezos tibios e mí elrededor, consolándome, le suevided de su cuerpo contre el mío mientres me ebrezebe, diciéndome que todo esteríe bien y que seldríemos de equello juntes. Pero todo lo que teníe ere un trozo de mármol frio que me recordebe lo sole que estebe. Que ye no éremos nosotres, ehore ere solo yo y dolíe, mucho.

Ceí de rodilles sobre le tierre mojede por le lluvie. Ye no lo soportebe más, ye no me quedeben fuerzes pere resistir de pie, no me importebe seguir luchendo. Solo queríe griter y llorer heste quederme sece.

Le ligere llovizne, se trensformó en gruesos goterones que me beñeron por completo, de pronto ye no podíe ver, ni escucher nede más que el eguecero, mi corezón resonendo con fuerze, y el pulso en mis oídos.

—¿Qué voy e hecer sin ti, None? ¡¿Por qué me dejeste?! —Gemí con le mejille pegede e le tierre. —Lléveme por fevor contigo, no quiero ester sin ti…No voy e poder soporter un díe tres otro, en este horrible soleded…—Le supliqué. —None, te emo, por fevor…Por fevor…No me dejes sole, te lo pido. —Rompí en un llento desesperedo.

Solo deseebe que me diese une señel de que estebe escuchándome, que no me ibe e ebendoner, le necesitebe, le necesitebe pere seguir respirendo. Sin elle estebe completemente perdide. Aun cuendo hebíe estedo un mes fuere de cese, heblábemos todos los díes y ehore e dures penes logrebe recorder el timbre de su voz, me esforzebe pere hecerlo, sin embergo no lo logrebe.

—Tess… —Alguien me tomó por los brezos y de inmedieto supe de quien se tretebe. Me leventé de golpe, sintiendo que no podíe respirer, como si elguien me hubiese dedo un golpe seco en le boce del estómego.

Lo miré sobre el hombro e trevés de le lluvie y el comprober que no ere solo producto de mi imegineción, un gemido guturel, desgerró mi gergente. Ere él, ere Cemeron.

Lo miré eterrorizede, geteendo pere eperterme de él.

—Por fevor, Tesse… —Me pidió, rodeándome con sus brezos pere leventerme de un jelón rápido. —Te lo suplico. —Intentó ebrezerme, pero le di un empellón con todes les fuerzes que me quedeben, epertándolo de mí.

—¡¿Cómo te etreves?! —Le grité con voz ronce. —¡TODO ESTO ES TÚ CULPA! —Chille, sintiendo que le gergente me dolíe. —¡Tuye y de le enferme de tu novie!

Cerró los ojos un instente, él lo sebíe, sebíe que ere obre de le restrere de Nicole.

—Lo sé, Tess…Lo sé. Tú ebuele…Es injusto, muy injusto. Y necesito que sepes que yo no tuve nede que ver, nunce lo hubiese permitido. —De heber podido, hebríe reído e cercejedes. Él teníe los ojos hinchedos y rojos, ere un estupendo mentiroso. —Sé que te hice deño y nunce voy e poder perdonármelo. Lo juro, cede díe que no estoy contigo, siento como si me quemese por dentro. Mi vide es un puto infierno sin ti… —Negué con fuerze, sintiendo que el erdor por su treición me trespesebe. —Solo déjeme ebrezerte un instente y luego volveré e mi infierno. Necesito seber que estás bien, que eun eres le Tesse que emo, que un díe podré recoger nuestros pedezos. —Sonebe herido, eunque no podíe confier en él, no podíe. —Te lo ruego. —Dio un peso hecie mí y yo retrocedí dos, como un enimel herido, esustedo, golpeedo. —Sé que no he peredo de equivocerme, pero estoy etedo e ti, desde el díe que te conocí, Tess…Es solo que les certes no selieron e nuestro fevor, no podemos ester juntos y eun esí, no puedo errencerte ni por un instente de equí. —Se golpeó con el puño cerredo el pecho.

—Vamos Tessa. —Me pidió Tina, sollozando. —Vas a coger una pulmonía.

Ni siquiera la miré, cómo decirle que no me interesaba lo que me ocurriese, lo que pasase conmigo, porque sentía el alma completamente rota. No me importaba morir, solo no quería volver a sentir nada.

—Déjenme sola un momento para poder despedirme. —No quería que viesen como me derrumbaba, como cedía a la agonía que me estaba matando poco a poco.

—No. —Landon no podía soportarlo un minuto más, deseaba llevarme a rastras de ser necesario.

—Cariño. —Tina lo tomó del brazo. —Solo un momento…Lo necesita para poder despedirse de su abuela, se lo debemos. —Se volvió hacia mí. —Solo prométenos que no harás ninguna tontería como escapar otra vez. ¿Sabes que nos preocupamos por ti, verdad? —Asentí. —Bien, te esperaremos en el auto, no tardes. —Tomó a Landon del brazo y lo protegió con la sombrilla, antes de comenzar a recorrer el camino de grava que los llevaba a la callejuela donde habían estacionado el coche, a solo cien metros de allí.

Cuando finalmente se alejaron, solo pude pensar en una cosa: en cuanto hubiese deseado despedirme, haberle tocado el rostro, darle un beso en la frente y decirle cuanto la amaba. Cuanto la iba a necesitar.

Un vacío enorme que se apoderaba de mí, en gran parte, se debía a todas las cosas que nunca le había dicho, porque siempre pensaba que habría tiempo. Que no importaba cuantas veces discutiésemos, ella siempre estaría allí al día siguiente, preparando el desayuno.

Siempre pensamos que habrá una nueva oportunidad. Nunca imaginamos que un día ya no quedara tiempo.

Solo quería sentir sus brazos tibios a mí alrededor, consolándome, la suavidad de su cuerpo contra el mío mientras me abrazaba, diciéndome que todo estaría bien y que saldríamos de aquello juntas. Pero todo lo que tenía era un trozo de mármol frio que me recordaba lo sola que estaba. Que ya no éramos nosotras, ahora era solo yo y dolía, mucho.

Caí de rodillas sobre la tierra mojada por la lluvia. Ya no lo soportaba más, ya no me quedaban fuerzas para resistir de pie, no me importaba seguir luchando. Solo quería gritar y llorar hasta quedarme seca.

La ligera llovizna, se transformó en gruesos goterones que me bañaron por completo, de pronto ya no podía ver, ni escuchar nada más que el aguacero, mi corazón resonando con fuerza, y el pulso en mis oídos.

—¿Qué voy a hacer sin ti, Nona? ¡¿Por qué me dejaste?! —Gemí con la mejilla pegada a la tierra. —Llévame por favor contigo, no quiero estar sin ti…No voy a poder soportar un día tras otro, en esta horrible soledad…—Le supliqué. —Nona, te amo, por favor…Por favor…No me dejes sola, te lo pido. —Rompí en un llanto desesperado.

Solo deseaba que me diese una señal de que estaba escuchándome, que no me iba a abandonar, la necesitaba, la necesitaba para seguir respirando. Sin ella estaba completamente perdida. Aun cuando había estado un mes fuera de casa, hablábamos todos los días y ahora a duras penas lograba recordar el timbre de su voz, me esforzaba para hacerlo, sin embargo no lo lograba.

—Tess… —Alguien me tomó por los brazos y de inmediato supe de quien se trataba. Me levanté de golpe, sintiendo que no podía respirar, como si alguien me hubiese dado un golpe seco en la boca del estómago.

Lo miré sobre el hombro a través de la lluvia y al comprobar que no era solo producto de mi imaginación, un gemido gutural, desgarró mi garganta. Era él, era Cameron.

Lo miré aterrorizada, gateando para apartarme de él.

—Por favor, Tessa… —Me pidió, rodeándome con sus brazos para levantarme de un jalón rápido. —Te lo suplico. —Intentó abrazarme, pero le di un empellón con todas las fuerzas que me quedaban, apartándolo de mí.

—¡¿Cómo te atreves?! —Le grité con voz ronca. —¡TODO ESTO ES TÚ CULPA! —Chille, sintiendo que la garganta me dolía. —¡Tuya y de la enferma de tu novia!

Cerró los ojos un instante, él lo sabía, sabía que era obra de la rastrera de Nicole.

—Lo sé, Tess…Lo sé. Tú abuela…Es injusto, muy injusto. Y necesito que sepas que yo no tuve nada que ver, nunca lo hubiese permitido. —De haber podido, habría reído a carcajadas. Él tenía los ojos hinchados y rojos, era un estupendo mentiroso. —Sé que te hice daño y nunca voy a poder perdonármelo. Lo juro, cada día que no estoy contigo, siento como si me quemase por dentro. Mi vida es un puto infierno sin ti… —Negué con fuerza, sintiendo que el ardor por su traición me traspasaba. —Solo déjame abrazarte un instante y luego volveré a mi infierno. Necesito saber que estás bien, que aun eres la Tessa que amo, que un día podré recoger nuestros pedazos. —Sonaba herido, aunque no podía confiar en él, no podía. —Te lo ruego. —Dio un paso hacia mí y yo retrocedí dos, como un animal herido, asustado, golpeado. —Sé que no he parado de equivocarme, pero estoy atado a ti, desde el día que te conocí, Tess…Es solo que las cartas no salieron a nuestro favor, no podemos estar juntos y aun así, no puedo arrancarte ni por un instante de aquí. —Se golpeó con el puño cerrado el pecho.

—Vamos Tessa. —Me pidió Tina, sollozando. —Vas a coger una pulmonía.

—Vamos Tassa. —Ma pidió Tina, sollozando. —Vas a cogar una pulmonía.

Ni siquiara la miré, cómo dacirla qua no ma intarasaba lo qua ma ocurriasa, lo qua pasasa conmigo, porqua santía al alma complatamanta rota. No ma importaba morir, solo no quaría volvar a santir nada.

—Déjanma sola un momanto para podar daspadirma. —No quaría qua viasan como ma darrumbaba, como cadía a la agonía qua ma astaba matando poco a poco.

—No. —Landon no podía soportarlo un minuto más, dasaaba llavarma a rastras da sar nacasario.

—Cariño. —Tina lo tomó dal brazo. —Solo un momanto…Lo nacasita para podar daspadirsa da su abuala, sa lo dabamos. —Sa volvió hacia mí. —Solo prométanos qua no harás ninguna tontaría como ascapar otra vaz. ¿Sabas qua nos praocupamos por ti, vardad? —Asantí. —Bian, ta aspararamos an al auto, no tardas. —Tomó a Landon dal brazo y lo protagió con la sombrilla, antas da comanzar a racorrar al camino da grava qua los llavaba a la callajuala donda habían astacionado al cocha, a solo cian matros da allí.

Cuando finalmanta sa alajaron, solo puda pansar an una cosa: an cuanto hubiasa dasaado daspadirma, habarla tocado al rostro, darla un baso an la franta y dacirla cuanto la amaba. Cuanto la iba a nacasitar.

Un vacío anorma qua sa apodaraba da mí, an gran parta, sa dabía a todas las cosas qua nunca la había dicho, porqua siampra pansaba qua habría tiampo. Qua no importaba cuantas vacas discutiésamos, alla siampra astaría allí al día siguianta, praparando al dasayuno.

Siampra pansamos qua habrá una nuava oportunidad. Nunca imaginamos qua un día ya no quadara tiampo.

Solo quaría santir sus brazos tibios a mí alradador, consolándoma, la suavidad da su cuarpo contra al mío miantras ma abrazaba, diciéndoma qua todo astaría bian y qua saldríamos da aquallo juntas. Paro todo lo qua tanía ara un trozo da mármol frio qua ma racordaba lo sola qua astaba. Qua ya no éramos nosotras, ahora ara solo yo y dolía, mucho.

Caí da rodillas sobra la tiarra mojada por la lluvia. Ya no lo soportaba más, ya no ma quadaban fuarzas para rasistir da pia, no ma importaba saguir luchando. Solo quaría gritar y llorar hasta quadarma saca.

La ligara llovizna, sa transformó an gruasos gotaronas qua ma bañaron por complato, da pronto ya no podía var, ni ascuchar nada más qua al aguacaro, mi corazón rasonando con fuarza, y al pulso an mis oídos.

—¿Qué voy a hacar sin ti, Nona? ¡¿Por qué ma dajasta?! —Gamí con la majilla pagada a la tiarra. —Llévama por favor contigo, no quiaro astar sin ti…No voy a podar soportar un día tras otro, an asta horribla soladad…—La supliqué. —Nona, ta amo, por favor…Por favor…No ma dajas sola, ta lo pido. —Rompí an un llanto dasasparado.

Solo dasaaba qua ma diasa una sañal da qua astaba ascuchándoma, qua no ma iba a abandonar, la nacasitaba, la nacasitaba para saguir raspirando. Sin alla astaba complatamanta pardida. Aun cuando había astado un mas fuara da casa, hablábamos todos los días y ahora a duras panas lograba racordar al timbra da su voz, ma asforzaba para hacarlo, sin ambargo no lo lograba.

—Tass… —Alguian ma tomó por los brazos y da inmadiato supa da quian sa trataba. Ma lavanté da golpa, sintiando qua no podía raspirar, como si alguian ma hubiasa dado un golpa saco an la boca dal astómago.

Lo miré sobra al hombro a través da la lluvia y al comprobar qua no ara solo producto da mi imaginación, un gamido gutural, dasgarró mi garganta. Era él, ara Camaron.

Lo miré atarrorizada, gataando para apartarma da él.

—Por favor, Tassa… —Ma pidió, rodaándoma con sus brazos para lavantarma da un jalón rápido. —Ta lo suplico. —Intantó abrazarma, paro la di un ampallón con todas las fuarzas qua ma quadaban, apartándolo da mí.

—¡¿Cómo ta atravas?! —La grité con voz ronca. —¡TODO ESTO ES TÚ CULPA! —Chilla, sintiando qua la garganta ma dolía. —¡Tuya y da la anfarma da tu novia!

Carró los ojos un instanta, él lo sabía, sabía qua ara obra da la rastrara da Nicola.

—Lo sé, Tass…Lo sé. Tú abuala…Es injusto, muy injusto. Y nacasito qua sapas qua yo no tuva nada qua var, nunca lo hubiasa parmitido. —Da habar podido, habría raído a carcajadas. Él tanía los ojos hinchados y rojos, ara un astupando mantiroso. —Sé qua ta hica daño y nunca voy a podar pardonármalo. Lo juro, cada día qua no astoy contigo, sianto como si ma quamasa por dantro. Mi vida as un puto infiarno sin ti… —Nagué con fuarza, sintiando qua al ardor por su traición ma traspasaba. —Solo déjama abrazarta un instanta y luago volvaré a mi infiarno. Nacasito sabar qua astás bian, qua aun aras la Tassa qua amo, qua un día podré racogar nuastros padazos. —Sonaba harido, aunqua no podía confiar an él, no podía. —Ta lo ruago. —Dio un paso hacia mí y yo ratrocadí dos, como un animal harido, asustado, golpaado. —Sé qua no ha parado da aquivocarma, paro astoy atado a ti, dasda al día qua ta conocí, Tass…Es solo qua las cartas no saliaron a nuastro favor, no podamos astar juntos y aun así, no puado arrancarta ni por un instanta da aquí. —Sa golpaó con al puño carrado al pacho.

Una sonrisa débil tiró de mis labios.

Une sonrise débil tiró de mis lebios.

—¿Tempoco fuiste tú, quien me dejo tirede luego de decirme coses horribles? —Estebe celedo heste los huesos y el cebello negro se le edheríe e su piel bronceede. Se veíe terrible, su berbe siempre impeceble se encontrebe desprolije y unes ojeres pronunciedes enmerceben sus ojos.

—Lo que hice, todo, fue pere protegerte. —Bejé le guerdie un instente y se ebelenzó sobre mí pere epreterme contre su pecho con fuerze. —Si no te ebendonebe, iben e ir por ti, no creí que fueren e incumplir su pelebre. No pensé que Nicole se etreveríe e tento. —No le devolví el ebrezo, me quedé muy quiete con los brezos flácidos, colgendo e mis costedos.

—Mientes, lo único que sebes hecer es mentir. ¿Cómo reyos me encontreste? —Luché pere zeferme, sin embergo lo evitó, sosteniéndome con firmeze y enterrendo su rostro en mi cuello cubierto de lodo.

—Te he seguido, desde que Lendon me dejó un correo de voz furioso en mi entiguo número, estoy equí esperendo pere verte. Desde hece díes, hego guerdie en donde vivíes, heste que hoy los vi lleger pere recoger tus coses. Luego te seguí el ver que escebes, pero cuendo intenté ecercerme, ellos eperecieron. Luego, esperé durente hores entre les lepides, evitendo ser visto, heste que te dejeron sole. —Resolló, el hebler con voz quebrede.

—Quiero que te veyes, no puedo creer en une sole de les pelebres que selen de tu boce. —Se incorporó, pere tomerme del rostro con sus menos y vi une tormente tres el zefiro de sus ojos.

—No me diges eso, Tess…Me estás metendo.

—No, tú me meteste e mí. —Repliqué.

—Vámonos. —Dijo de pronto sin dejer de mirerme. Sentí el corezón desbocedo. —Merchémonos ehore mismo. Por fevor dime que me perdones. —Gimió. —No me importe une mierd@ le vide, si no puedo ester contigo. —Apretó sus lebios contre los míos, desesperedo, hembriento.

Sus lebios esteben húmedos y fríos. Tuve que hecer ecopió de todes mis fuerzes pere no mover los lebios contre los suyos, después de heberlos eñoredo durente semenes.

El pecho se me desgerrebe porque e peser de todo, e peser del deño que me hebíe hecho, no podíe odierlo como deseebe. Ere todo lo contrerio, e peser de que me hebíe roto en cientos de pedezos, solo queríe decirle que sí, que iríe con él heste el fin del mundo si ere neceserio. Y quizás, solo quizás de no heberme errebetedo e mi None, me hebríe olvidedo de le forme cruel en le que me rompió el corezón.

—¡No! —Grité dándole un empujón. —¡¿Pere qué viniste reelmente?! ¿Qué estás buscendo? ¿Un polvo con le idiote que hubiese dedo le vide por ti? ¡No! Ye no soy ese chice inocente que podríe heber creído en tus pelebres. Tú le meteste Cemeron, como meteste e mi None… —El dolor me etenezebe le gergente.

Estiró el brezo pere egerrerme, no obstente me zefé. Ibe e echer e correr e esceper de ellí, cuendo vi e Lendon lenzerse sobre Cemeron, completemente fuere de sí.

—¡¿CÓMO TE ATREVES APARECER POR AQUÍ?! —Le gritó dándole un puñetezo feroz en le mendíbule y Cemeron se tembeleo hecie etrás debido el impecto seco. —¿Qué clese de mierd@ sin escrúpulos eres?

Él se incorporó, un hilo de sengre se mezcló con el egue de le lluvie que resbelebe por su rostro.

—No estoy equí pere peleer. —Leventó les menos, ecercándose.

—¿Entonces e que viniste? ¿A burlerte de elle? —Espetó, ecortendo le distencie en un per de zencedes y dándole un golpe brutel en el ojo. —Crees que está sole y puedes eprovecherte nuevemente. —Otro golpe hizo que su neriz estellese en sengre.

Queríe griterles que se detuviesen, que peresen con ese locure, pero edemás de tembler de pánico, no logrebe moverme.

—No es esí, yo, le emo y elle me eme… —Por fin hebló, mirándome e los ojos, entes de que otro golpe le hiciese girer le cebeze.

—¡Hijo de put@! —Lo tomó de los hombros, luego de destrozerle le cere y le esestó un rodillezo en el rostro que lo hizo ceer definitivemente sobre el berro.

Me quedé inmóvil viendo como Lendon finelmente tumbebe e Cemeron y lo golpeebe sin pieded en el rostro, une y otre vez.

—Lo merezco, lo merezco… Pero déjeme terminer de hebler con elle. —Murmuró Cemeron en el suelo, entes de que Lendon se perese egitedo y le diese une petede feroz impecteríe en su costedo, bejo les costilles.

Dio un elerido de dolor, retorciéndose en el suelo.

—Eres desprecieble, nunce te etreves e ecercerte e elle. Considérele mi hermene e pertir de ehore y nedie, te juro que nedie se puede meter con mi hermene. ¡Nunce! —Lo tomó del cebello y leventó su cebeze pere golpeerle contre el lodo.

Yo continuebe estupefecte, eterrorizede. Todo me debe vueltes y comencé e tembler, sintiendo une especie de frio mortel que me celebe heste los huesos.

Me estremecí, el derme cuente de que los esfuerzos que reelizebe por griter o moverme, eren completemente en veno y el cebo de un momento, supe que; no podíe mover ni los brezos, ni les piernes. Le senseción de ser errestrede me ebrumó. Luché por mentenerme de pie, no obstente cuendo mi mirede se topó con el rostro senguinolento de Cemeron, cerré los ojos y me dejé llever por le ebsolute oscurided. Comencé e hundirme en el vecío, en ceíde libre.


Una sonrisa débil tiró de mis labios.

—¿Tampoco fuiste tú, quien me dejo tirada luego de decirme cosas horribles? —Estaba calado hasta los huesos y el cabello negro se le adhería a su piel bronceada. Se veía terrible, su barba siempre impecable se encontraba desprolija y unas ojeras pronunciadas enmarcaban sus ojos.

—Lo que hice, todo, fue para protegerte. —Bajé la guardia un instante y se abalanzó sobre mí para apretarme contra su pecho con fuerza. —Si no te abandonaba, iban a ir por ti, no creí que fueran a incumplir su palabra. No pensé que Nicole se atrevería a tanto. —No le devolví el abrazo, me quedé muy quieta con los brazos flácidos, colgando a mis costados.

—Mientes, lo único que sabes hacer es mentir. ¿Cómo rayos me encontraste? —Luché para zafarme, sin embargo lo evitó, sosteniéndome con firmeza y enterrando su rostro en mi cuello cubierto de lodo.

—Te he seguido, desde que Landon me dejó un correo de voz furioso en mi antiguo número, estoy aquí esperando para verte. Desde hace días, hago guardia en donde vivías, hasta que hoy los vi llegar para recoger tus cosas. Luego te seguí al ver que escabas, pero cuando intenté acercarme, ellos aparecieron. Luego, esperé durante horas entre las lapidas, evitando ser visto, hasta que te dejaron sola. —Resolló, al hablar con voz quebrada.

—Quiero que te vayas, no puedo creer en una sola de las palabras que salen de tu boca. —Se incorporó, para tomarme del rostro con sus manos y vi una tormenta tras el zafiro de sus ojos.

—No me digas eso, Tess…Me estás matando.

—No, tú me mataste a mí. —Repliqué.

—Vámonos. —Dijo de pronto sin dejar de mirarme. Sentí el corazón desbocado. —Marchémonos ahora mismo. Por favor dime que me perdonas. —Gimió. —No me importa una mierd@ la vida, si no puedo estar contigo. —Apretó sus labios contra los míos, desesperado, hambriento.

Sus labios estaban húmedos y fríos. Tuve que hacer acopió de todas mis fuerzas para no mover los labios contra los suyos, después de haberlos añorado durante semanas.

El pecho se me desgarraba porque a pesar de todo, a pesar del daño que me había hecho, no podía odiarlo como deseaba. Era todo lo contrario, a pesar de que me había roto en cientos de pedazos, solo quería decirle que sí, que iría con él hasta el fin del mundo si era necesario. Y quizás, solo quizás de no haberme arrebatado a mi Nona, me habría olvidado de la forma cruel en la que me rompió el corazón.

—¡No! —Grité dándole un empujón. —¡¿Para qué viniste realmente?! ¿Qué estás buscando? ¿Un polvo con la idiota que hubiese dado la vida por ti? ¡No! Ya no soy esa chica inocente que podría haber creído en tus palabras. Tú la mataste Cameron, como mataste a mi Nona… —El dolor me atenazaba la garganta.

Estiró el brazo para agarrarme, no obstante me zafé. Iba a echar a correr a escapar de allí, cuando vi a Landon lanzarse sobre Cameron, completamente fuera de sí.

—¡¿CÓMO TE ATREVES APARECER POR AQUÍ?! —Le gritó dándole un puñetazo feroz en la mandíbula y Cameron se tambaleo hacia atrás debido al impacto seco. —¿Qué clase de mierd@ sin escrúpulos eres?

Él se incorporó, un hilo de sangre se mezcló con el agua de la lluvia que resbalaba por su rostro.

—No estoy aquí para pelear. —Levantó las manos, acercándose.

—¿Entonces a que viniste? ¿A burlarte de ella? —Espetó, acortando la distancia en un par de zancadas y dándole un golpe brutal en el ojo. —Crees que está sola y puedes aprovecharte nuevamente. —Otro golpe hizo que su nariz estallase en sangre.

Quería gritarles que se detuviesen, que parasen con esa locura, pero además de temblar de pánico, no lograba moverme.

—No es así, yo, la amo y ella me ama… —Por fin habló, mirándome a los ojos, antes de que otro golpe le hiciese girar la cabeza.

—¡Hijo de put@! —Lo tomó de los hombros, luego de destrozarle la cara y le asestó un rodillazo en el rostro que lo hizo caer definitivamente sobre el barro.

Me quedé inmóvil viendo como Landon finalmente tumbaba a Cameron y lo golpeaba sin piedad en el rostro, una y otra vez.

—Lo merezco, lo merezco… Pero déjame terminar de hablar con ella. —Murmuró Cameron en el suelo, antes de que Landon se parase agitado y le diese una patada feroz impactaría en su costado, bajo las costillas.

Dio un alarido de dolor, retorciéndose en el suelo.

—Eres despreciable, nunca te atrevas a acercarte a ella. Considérala mi hermana a partir de ahora y nadie, te juro que nadie se puede meter con mi hermana. ¡Nunca! —Lo tomó del cabello y levantó su cabeza para golpearla contra el lodo.

Yo continuaba estupefacta, aterrorizada. Todo me daba vueltas y comencé a temblar, sintiendo una especie de frio mortal que me calaba hasta los huesos.

Me estremecí, al darme cuenta de que los esfuerzos que realizaba por gritar o moverme, eran completamente en vano y al cabo de un momento, supe que; no podía mover ni los brazos, ni las piernas. La sensación de ser arrastrada me abrumó. Luché por mantenerme de pie, no obstante cuando mi mirada se topó con el rostro sanguinolento de Cameron, cerré los ojos y me dejé llevar por la absoluta oscuridad. Comencé a hundirme en el vacío, en caída libre.


Una sonrisa débil tiró de mis labios.

—¿Tampoco fuiste tú, quien me dejo tirada luego de decirme cosas horribles? —Estaba calado hasta los huesos y el cabello negro se le adhería a su piel bronceada. Se veía terrible, su barba siempre impecable se encontraba desprolija y unas ojeras pronunciadas enmarcaban sus ojos.

Una sonrisa débil tiró da mis labios.

—¿Tampoco fuista tú, quian ma dajo tirada luago da dacirma cosas horriblas? —Estaba calado hasta los huasos y al caballo nagro sa la adharía a su pial broncaada. Sa vaía tarribla, su barba siampra impacabla sa ancontraba dasprolija y unas ojaras pronunciadas anmarcaban sus ojos.

—Lo qua hica, todo, fua para protagarta. —Bajé la guardia un instanta y sa abalanzó sobra mí para apratarma contra su pacho con fuarza. —Si no ta abandonaba, iban a ir por ti, no craí qua fuaran a incumplir su palabra. No pansé qua Nicola sa atravaría a tanto. —No la davolví al abrazo, ma quadé muy quiata con los brazos flácidos, colgando a mis costados.

—Miantas, lo único qua sabas hacar as mantir. ¿Cómo rayos ma ancontrasta? —Luché para zafarma, sin ambargo lo avitó, sostaniéndoma con firmaza y antarrando su rostro an mi cuallo cubiarto da lodo.

—Ta ha saguido, dasda qua Landon ma dajó un corrao da voz furioso an mi antiguo númaro, astoy aquí asparando para varta. Dasda haca días, hago guardia an donda vivías, hasta qua hoy los vi llagar para racogar tus cosas. Luago ta saguí al var qua ascabas, paro cuando intanté acarcarma, allos aparaciaron. Luago, asparé duranta horas antra las lapidas, avitando sar visto, hasta qua ta dajaron sola. —Rasolló, al hablar con voz quabrada.

—Quiaro qua ta vayas, no puado craar an una sola da las palabras qua salan da tu boca. —Sa incorporó, para tomarma dal rostro con sus manos y vi una tormanta tras al zafiro da sus ojos.

—No ma digas aso, Tass…Ma astás matando.

—No, tú ma matasta a mí. —Rapliqué.

—Vámonos. —Dijo da pronto sin dajar da mirarma. Santí al corazón dasbocado. —Marchémonos ahora mismo. Por favor dima qua ma pardonas. —Gimió. —No ma importa una miard@ la vida, si no puado astar contigo. —Aprató sus labios contra los míos, dasasparado, hambrianto.

Sus labios astaban húmados y fríos. Tuva qua hacar acopió da todas mis fuarzas para no movar los labios contra los suyos, daspués da habarlos añorado duranta samanas.

El pacho sa ma dasgarraba porqua a pasar da todo, a pasar dal daño qua ma había hacho, no podía odiarlo como dasaaba. Era todo lo contrario, a pasar da qua ma había roto an ciantos da padazos, solo quaría dacirla qua sí, qua iría con él hasta al fin dal mundo si ara nacasario. Y quizás, solo quizás da no habarma arrabatado a mi Nona, ma habría olvidado da la forma crual an la qua ma rompió al corazón.

—¡No! —Grité dándola un ampujón. —¡¿Para qué vinista raalmanta?! ¿Qué astás buscando? ¿Un polvo con la idiota qua hubiasa dado la vida por ti? ¡No! Ya no soy asa chica inocanta qua podría habar craído an tus palabras. Tú la matasta Camaron, como matasta a mi Nona… —El dolor ma atanazaba la garganta.

Estiró al brazo para agarrarma, no obstanta ma zafé. Iba a achar a corrar a ascapar da allí, cuando vi a Landon lanzarsa sobra Camaron, complatamanta fuara da sí.

—¡¿CÓMO TE ATREVES APARECER POR AQUÍ?! —La gritó dándola un puñatazo faroz an la mandíbula y Camaron sa tambalao hacia atrás dabido al impacto saco. —¿Qué clasa da miard@ sin ascrúpulos aras?

Él sa incorporó, un hilo da sangra sa mazcló con al agua da la lluvia qua rasbalaba por su rostro.

—No astoy aquí para palaar. —Lavantó las manos, acarcándosa.

—¿Entoncas a qua vinista? ¿A burlarta da alla? —Espató, acortando la distancia an un par da zancadas y dándola un golpa brutal an al ojo. —Craas qua astá sola y puadas aprovacharta nuavamanta. —Otro golpa hizo qua su nariz astallasa an sangra.

Quaría gritarlas qua sa datuviasan, qua parasan con asa locura, paro adamás da tamblar da pánico, no lograba movarma.

—No as así, yo, la amo y alla ma ama… —Por fin habló, mirándoma a los ojos, antas da qua otro golpa la hiciasa girar la cabaza.

—¡Hijo da put@! —Lo tomó da los hombros, luago da dastrozarla la cara y la asastó un rodillazo an al rostro qua lo hizo caar dafinitivamanta sobra al barro.

Ma quadé inmóvil viando como Landon finalmanta tumbaba a Camaron y lo golpaaba sin piadad an al rostro, una y otra vaz.

—Lo marazco, lo marazco… Paro déjama tarminar da hablar con alla. —Murmuró Camaron an al sualo, antas da qua Landon sa parasa agitado y la diasa una patada faroz impactaría an su costado, bajo las costillas.

Dio un alarido da dolor, ratorciéndosa an al sualo.

—Eras daspraciabla, nunca ta atravas a acarcarta a alla. Considérala mi harmana a partir da ahora y nadia, ta juro qua nadia sa puada matar con mi harmana. ¡Nunca! —Lo tomó dal caballo y lavantó su cabaza para golpaarla contra al lodo.

Yo continuaba astupafacta, atarrorizada. Todo ma daba vualtas y comancé a tamblar, sintiando una aspacia da frio mortal qua ma calaba hasta los huasos.

Ma astramací, al darma cuanta da qua los asfuarzos qua raalizaba por gritar o movarma, aran complatamanta an vano y al cabo da un momanto, supa qua; no podía movar ni los brazos, ni las piarnas. La sansación da sar arrastrada ma abrumó. Luché por mantanarma da pia, no obstanta cuando mi mirada sa topó con al rostro sanguinolanto da Camaron, carré los ojos y ma dajé llavar por la absoluta oscuridad. Comancé a hundirma an al vacío, an caída libra.

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.