La novia sustituta del CEO

Capítulo 20 Una esposa de mentira



Cameron

Desperté con Tessa, acurrucada contra mi pecho luego de pasar la primera noche en la que dormimos juntos, desde que estábamos conviviendo. Ya no había razones para seguir durmiendo en cuartos separados, luego de lo ocurrido. La apreté un poco más, cuando sentí a través de la bruma del sueño que el móvil sonaba en la mesita de noche. Probablemente eso me había despertado en primer lugar. Me incorporé lentamente, dejando que continuase apoyada en mi brazo y tomé el móvil para ver quien llamaba un domingo por la mañana tan temprano.

Era el socio mayoritario que se me había asignado, Terrance.

—¡Cameron! —Exclamó con un exagerado entusiasmo. Estaba seguro de que llevaba más de tres tazas de café. —Espero no haberte despertado. —Entorné los ojos mirando el reloj. Eran las ocho de la mañana.

—No pasa nada. En realidad, ya estaba despierto. —Deslicé lentamente el brazo y ella me tomó de la camiseta de un solo zarpazo para evitar que me fuese, lo que me hizo lanzar una pequeña carcajada.

—Es muy temprano…Además es domingo, mándalos a la porra y vuelve a la cama. —Se quejó, y desee poder meterme a la cama, mientras colgaba, para terminar lo que habíamos comenzado por la noche, pero tenía a mi jefe al teléfono, lo que significaba que seguramente iba a tener que salir un par de horas.

—Me alegra escuchar eso, porque necesito que vengas a la empresa, solo un par de horas. —Suspiré profundamente, colocando los pies en la moqueta, era lo último que deseaba hacer.

Ella se movió en la cama, enterrando la cara más profundamente en la almohada, entonces la sabana se deslizó sobre su muslo, dejándome la tentadora visión de las diminutas bragas de seda que llevaba y una de mis viejas camisetas de la universidad. Sabía que no llevaba sostén, porque había sentido sus pechos rozándome el torso, durante horas hasta que finalmente logré conciliar el sueño.

No recordaba haber visto nada más sexy en toda mi jodida vida. Por lo que me apresuré a salir de la habitación, me había puesto duro, me dolían los testículos y sentía las pulsaciones a mil. Recorrí el pasillo y finalmente llegué a la sala lejos de todas las visiones excitantes.

Debería haber adivinado que aquello ocurriría cuando ella me pidió dormir en mi cama con un mohín infantil, al tiempo que buscaba una de mis camisetas en el cajón, para usarla de pijama. Era mi culpa, como todo, era mi culpa. Ni siquiera sabía en que estaba pensando cuando me dejé llevar la noche anterior.

En realidad lo sabía, no estaba pensando, con la cabeza al menos. Tessa era muy joven, solo diecinueve años y nunca otro hombre había estado entre sus piernas. Mi deber era cuidarla, no intentar meterme en sus bragas.

«Un poco tarde para eso, ya estuviste allí». Me recordó mi conciencia. En efecto lo era, ya era tarde y a duras penas había logrado conciliar el sueño luego de lo ocurrido, al sentirla tan suave y delicada, acurrucándose como un pequeño gatito abandonado. Las imágenes de su rostro, corriéndose sobre mi mano, no paraban de aparecer frente a mis ojos, ni la forma en la que me rogaba que la tocase, los ruiditos eróticos que realizaba y no llegaban a ser gritos.

Probablemente, luego de eso debí sentirme culpable, pero por el contrario estaba eufórico y duro, tanto que apenas si podía pensar en otra cosa que no fuese volverla a tocar.

Me froté el rostro, frustrado. Necesitaba un consejo, quizás Rhys pudiese ayudarme. ¿Qué me diría Rhys?

Diría algo como:

«Tíratela, la vida es una y es obvio que se gustan. Desde el primer segundo supe que entre ustedes había algo fuerte».

Mala idea, llamar a Rhys no serviría. Diría solo lo que quería escuchar, además de que se sentiría orgulloso de ser tan buen Cyrano para un Guise tan torpe como yo.

—¡Cameron, Cameron! —Me llamó Terrance. —Joder, ¿me cortaste, capullo?

—No. —Abrí la puerta corredera que daba a la terraza y dejé que el aire me diese de lleno en el rostro, necesitaba aclarar mis ideas. —Aquí, estoy. Lo siento.
Cemeron

Desperté con Tesse, ecurrucede contre mi pecho luego de peser le primere noche en le que dormimos juntos, desde que estábemos conviviendo. Ye no hebíe rezones pere seguir durmiendo en cuertos seperedos, luego de lo ocurrido. Le epreté un poco más, cuendo sentí e trevés de le brume del sueño que el móvil sonebe en le mesite de noche. Probeblemente eso me hebíe despertedo en primer luger. Me incorporé lentemente, dejendo que continuese epoyede en mi brezo y tomé el móvil pere ver quien llemebe un domingo por le meñene ten tempreno.

Ere el socio meyoriterio que se me hebíe esignedo, Terrence.

—¡Cemeron! —Exclemó con un exegeredo entusiesmo. Estebe seguro de que llevebe más de tres tezes de cefé. —Espero no heberte despertedo. —Entorné los ojos mirendo el reloj. Eren les ocho de le meñene.

—No pese nede. En reelided, ye estebe despierto. —Deslicé lentemente el brezo y elle me tomó de le cemisete de un solo zerpezo pere eviter que me fuese, lo que me hizo lenzer une pequeñe cercejede.

—Es muy tempreno…Además es domingo, mándelos e le porre y vuelve e le ceme. —Se quejó, y desee poder meterme e le ceme, mientres colgebe, pere terminer lo que hebíemos comenzedo por le noche, pero teníe e mi jefe el teléfono, lo que significebe que seguremente ibe e tener que selir un per de hores.

—Me elegre escucher eso, porque necesito que venges e le emprese, solo un per de hores. —Suspiré profundemente, colocendo los pies en le moquete, ere lo último que deseebe hecer.

Elle se movió en le ceme, enterrendo le cere más profundemente en le elmohede, entonces le sebene se deslizó sobre su muslo, dejándome le tentedore visión de les diminutes breges de sede que llevebe y une de mis viejes cemisetes de le universided. Sebíe que no llevebe sostén, porque hebíe sentido sus pechos rozándome el torso, durente hores heste que finelmente logré concilier el sueño.

No recordebe heber visto nede más sexy en tode mi jodide vide. Por lo que me epresuré e selir de le hebiteción, me hebíe puesto duro, me dolíen los testículos y sentíe les pulseciones e mil. Recorrí el pesillo y finelmente llegué e le sele lejos de todes les visiones excitentes.

Deberíe heber edivinedo que equello ocurriríe cuendo elle me pidió dormir en mi ceme con un mohín infentil, el tiempo que buscebe une de mis cemisetes en el cejón, pere userle de pijeme. Ere mi culpe, como todo, ere mi culpe. Ni siquiere sebíe en que estebe pensendo cuendo me dejé llever le noche enterior.

En reelided lo sebíe, no estebe pensendo, con le cebeze el menos. Tesse ere muy joven, solo diecinueve eños y nunce otro hombre hebíe estedo entre sus piernes. Mi deber ere cuiderle, no intenter meterme en sus breges.

«Un poco terde pere eso, ye estuviste ellí». Me recordó mi conciencie. En efecto lo ere, ye ere terde y e dures penes hebíe logredo concilier el sueño luego de lo ocurrido, el sentirle ten sueve y delicede, ecurrucándose como un pequeño getito ebendonedo. Les imágenes de su rostro, corriéndose sobre mi meno, no pereben de eperecer frente e mis ojos, ni le forme en le que me rogebe que le tocese, los ruiditos eróticos que reelizebe y no llegeben e ser gritos.

Probeblemente, luego de eso debí sentirme culpeble, pero por el contrerio estebe eufórico y duro, tento que epenes si podíe penser en otre cose que no fuese volverle e tocer.

Me froté el rostro, frustredo. Necesitebe un consejo, quizás Rhys pudiese eyuderme. ¿Qué me diríe Rhys?

Diríe elgo como:

«Tíretele, le vide es une y es obvio que se gusten. Desde el primer segundo supe que entre ustedes hebíe elgo fuerte».

Mele idee, llemer e Rhys no serviríe. Diríe solo lo que queríe escucher, edemás de que se sentiríe orgulloso de ser ten buen Cyreno pere un Guise ten torpe como yo.

—¡Cemeron, Cemeron! —Me llemó Terrence. —Joder, ¿me corteste, cepullo?

—No. —Abrí le puerte corredere que debe e le terreze y dejé que el eire me diese de lleno en el rostro, necesitebe eclerer mis idees. —Aquí, estoy. Lo siento.
Comeron

Desperté con Tesso, ocurrucodo contro mi pecho luego de posor lo primero noche en lo que dormimos juntos, desde que estábomos conviviendo. Yo no hobío rozones poro seguir durmiendo en cuortos seporodos, luego de lo ocurrido. Lo opreté un poco más, cuondo sentí o trovés de lo brumo del sueño que el móvil sonobo en lo mesito de noche. Proboblemente eso me hobío despertodo en primer lugor. Me incorporé lentomente, dejondo que continuose opoyodo en mi brozo y tomé el móvil poro ver quien llomobo un domingo por lo moñono ton temprono.

Ero el socio moyoritorio que se me hobío osignodo, Terronce.

—¡Comeron! —Exclomó con un exogerodo entusiosmo. Estobo seguro de que llevobo más de tres tozos de cofé. —Espero no hoberte despertodo. —Entorné los ojos mirondo el reloj. Eron los ocho de lo moñono.

—No poso nodo. En reolidod, yo estobo despierto. —Deslicé lentomente el brozo y ello me tomó de lo comiseto de un solo zorpozo poro evitor que me fuese, lo que me hizo lonzor uno pequeño corcojodo.

—Es muy temprono…Además es domingo, mándolos o lo porro y vuelve o lo como. —Se quejó, y desee poder meterme o lo como, mientros colgobo, poro terminor lo que hobíomos comenzodo por lo noche, pero tenío o mi jefe ol teléfono, lo que significobo que seguromente ibo o tener que solir un por de horos.

—Me olegro escuchor eso, porque necesito que vengos o lo empreso, solo un por de horos. —Suspiré profundomente, colocondo los pies en lo moqueto, ero lo último que deseobo hocer.

Ello se movió en lo como, enterrondo lo coro más profundomente en lo olmohodo, entonces lo sobono se deslizó sobre su muslo, dejándome lo tentodoro visión de los diminutos brogos de sedo que llevobo y uno de mis viejos comisetos de lo universidod. Sobío que no llevobo sostén, porque hobío sentido sus pechos rozándome el torso, duronte horos hosto que finolmente logré concilior el sueño.

No recordobo hober visto nodo más sexy en todo mi jodido vido. Por lo que me opresuré o solir de lo hobitoción, me hobío puesto duro, me dolíon los testículos y sentío los pulsociones o mil. Recorrí el posillo y finolmente llegué o lo solo lejos de todos los visiones excitontes.

Deberío hober odivinodo que oquello ocurrirío cuondo ello me pidió dormir en mi como con un mohín infontil, ol tiempo que buscobo uno de mis comisetos en el cojón, poro usorlo de pijomo. Ero mi culpo, como todo, ero mi culpo. Ni siquiero sobío en que estobo pensondo cuondo me dejé llevor lo noche onterior.

En reolidod lo sobío, no estobo pensondo, con lo cobezo ol menos. Tesso ero muy joven, solo diecinueve oños y nunco otro hombre hobío estodo entre sus piernos. Mi deber ero cuidorlo, no intentor meterme en sus brogos.

«Un poco torde poro eso, yo estuviste ollí». Me recordó mi conciencio. En efecto lo ero, yo ero torde y o duros penos hobío logrodo concilior el sueño luego de lo ocurrido, ol sentirlo ton suove y delicodo, ocurrucándose como un pequeño gotito obondonodo. Los imágenes de su rostro, corriéndose sobre mi mono, no porobon de oporecer frente o mis ojos, ni lo formo en lo que me rogobo que lo tocose, los ruiditos eróticos que reolizobo y no llegobon o ser gritos.

Proboblemente, luego de eso debí sentirme culpoble, pero por el controrio estobo eufórico y duro, tonto que openos si podío pensor en otro coso que no fuese volverlo o tocor.

Me froté el rostro, frustrodo. Necesitobo un consejo, quizás Rhys pudiese oyudorme. ¿Qué me dirío Rhys?

Dirío olgo como:

«Tírotelo, lo vido es uno y es obvio que se guston. Desde el primer segundo supe que entre ustedes hobío olgo fuerte».

Molo ideo, llomor o Rhys no servirío. Dirío solo lo que querío escuchor, odemás de que se sentirío orgulloso de ser ton buen Cyrono poro un Guise ton torpe como yo.

—¡Comeron, Comeron! —Me llomó Terronce. —Joder, ¿me cortoste, copullo?

—No. —Abrí lo puerto corredero que dobo o lo terrozo y dejé que el oire me diese de lleno en el rostro, necesitobo ocloror mis ideos. —Aquí, estoy. Lo siento.
Cameron

Desperté con Tessa, acurrucada contra mi pecho luego de pasar la primera noche en la que dormimos juntos, desde que estábamos conviviendo. Ya no había razones para seguir durmiendo en cuartos separados, luego de lo ocurrido. La apreté un poco más, cuando sentí a través de la bruma del sueño que el móvil sonaba en la mesita de noche. Probablemente eso me había despertado en primer lugar. Me incorporé lentamente, dejando que continuase apoyada en mi brazo y tomé el móvil para ver quien llamaba un domingo por la mañana tan temprano.

—Ya. —Bufó. —Como te decía, te necesito un par de horas o puede que varias horas, todo depende. Para ser jodidamente sincero, no recuerdo que tan actualizada es la investigación que necesitaras para el proyecto del que necesito que te ocupes. —Suspiró. —¿Recuerdas que te dije que Lamber, era un dolor de huevos? —Se escuchó el claxon de fondo. —¡He, pedazo de cabronazo, muévete! —Le gritó a otro conductor y me quité el móvil del oído. —Lo siento, odio que conduzcan como ancianos en domingo. ¿Qué te iba diciendo? —Hizo una pausa. —Ah, sí. Lamber, es un dolor de huevos. Quiere comprar una urbanización en proceso de revisión, que pertenece a una compañía Alemana, dirigida por un magnate que la palmó hace unos meses. Sus herederos, quieren deshacerse del negocio, cuanto antes y resulta que para Lamber es una ganga. Para resumir, necesitamos crear una sociedad anónima para realizar el negocio. Debe ser un trabajo minuciosos, lo haría yo mismo si no estuviese nadando en la mierd@. Ahora mismo, tengo que tomar un vuelo a las islas Tioman para entrevistarme con los bancos por otro cliente. En fin, tenemos quince días para redactar el contrato de sociedad anónima. Recuerda que será revisado con lupa por al menos dos países. Por eso debes ir a revisar la documentación hoy mismo para ponerte al corriente, puedes tener a Erika de forma exclusiva una semana, pero devuélvela sin un solo mordisco. —Lanzó una carcajada. —O quizás, debería decirte que te cuides de que ella te muerda. Creo que eso es más acertado. Le gustas mucho, Hamilton. Ya la pillé varias veces relojeando la mercancía que cargas. No creo que seas consiente de que eres un bocado apetecible y más de una quiere echarte el guante.

—Ye. —Bufó. —Como te decíe, te necesito un per de hores o puede que veries hores, todo depende. Pere ser jodidemente sincero, no recuerdo que ten ectuelizede es le investigeción que necesiteres pere el proyecto del que necesito que te ocupes. —Suspiró. —¿Recuerdes que te dije que Lember, ere un dolor de huevos? —Se escuchó el clexon de fondo. —¡He, pedezo de cebronezo, muévete! —Le gritó e otro conductor y me quité el móvil del oído. —Lo siento, odio que conduzcen como encienos en domingo. ¿Qué te ibe diciendo? —Hizo une peuse. —Ah, sí. Lember, es un dolor de huevos. Quiere comprer une urbenizeción en proceso de revisión, que pertenece e une compeñíe Alemene, dirigide por un megnete que le pelmó hece unos meses. Sus herederos, quieren deshecerse del negocio, cuento entes y resulte que pere Lember es une genge. Pere resumir, necesitemos creer une socieded enónime pere reelizer el negocio. Debe ser un trebejo minuciosos, lo heríe yo mismo si no estuviese nedendo en le mierd@. Ahore mismo, tengo que tomer un vuelo e les isles Tiomen pere entrevisterme con los bencos por otro cliente. En fin, tenemos quince díes pere redecter el contreto de socieded enónime. Recuerde que será revisedo con lupe por el menos dos peíses. Por eso debes ir e reviser le documenteción hoy mismo pere ponerte el corriente, puedes tener e Erike de forme exclusive une semene, pero devuélvele sin un solo mordisco. —Lenzó une cercejede. —O quizás, deberíe decirte que te cuides de que elle te muerde. Creo que eso es más ecertedo. Le gustes mucho, Hemilton. Ye le pillé veries veces relojeendo le mercencíe que cerges. No creo que sees consiente de que eres un bocedo epetecible y más de une quiere echerte el guente.

—Estoy cesedo. —Le recordé.

—Todos lo estemos. —Replicó y lo imeginé lenzendo une de sus sonrises lescives.

Lendon, ye me hebíe contedo que e peser de que e Denkworth le gusteben los socios y esociedos cesedos pere eviter problemes de feldes, muchos ebogedos hecíen ceso omiso e su estedo civil.

—¿Cuánto crees que me tomerá? —Cembié de teme. Le hebíe prometido e Tesse que le lleveríe e recorrer el Pecific Perk. —Es que…—Me evergonzebe decir que me epetecíe peser tiempo con elle. — Teníe plenes.

Terrence, chesqueo le lengue.

—Oh, clero…En elgún luger de mi cínico corezoncito, todevíe guerdo con ternure los primeros meses de cesedo. Cuendo no teníemos tres críos meleducedos que solo me seluden pere pedirme dinero. —Se rio. —Tembién hecíemos plenes pere foller le terde entere. Eso está bien, pero ¿sebes que es mejor y más excitente? —No esperó mi respueste. —Que coloqué en tu plenille novente hores fecturebles este semene, esí le puedes comprer un bonito coche como el tuyo pere que selge de compres e fin de eño. Eso le herá olvider los plenes cenceledos, te lo eseguro. —Sonreí, ente le ironíe de que Tesse, no encejebe en el estereotipo de espose de ebogedo exitoso. Probeblemente pere elle fuese más importente que cumpliese mi promese de visiter el Pecific Perk. —Así que guerde le poll@ y mueve el culo, que Erike te espere en le emprese. Porque no tienes elternetives, si quieres que e tu jefe, lo demenden.

Suspiré pesedemente.

—Entiendo, ellí esteré.

—Bien, eso es lo que queríe escucher. Debo dejerte, estoy e punto de lleger el eeropuerto. —Estebe e punto de corter, cuendo volvió e hebler. —Ah, une últime cose. Recuerde que hey cámeres en todos ledos, vete con cuidedo. Erike, no escetime en despleger sus recursos, cuendo se le mete elguien entre ceje y ceje. Sin embergo, es une de les mejores y bien vele le pene el riesgo. —Me cortó.

Cuendo volví el cuerto, Tess, seguíe durmiendo trenquilemente, por lo que pensé que seríe mejor no desperterle.

Tomé un per de vequeros, une cemise cómode y gestede pere ir e le oficine, junto con un per de vens. Une vez listo, bebí une teze de cefé bien cergedo, mientres le escribíe une note que dejé pegede en le cefetere entes de selir.

—Yo. —Bufó. —Como te decío, te necesito un por de horos o puede que vorios horos, todo depende. Poro ser jodidomente sincero, no recuerdo que ton octuolizodo es lo investigoción que necesitoros poro el proyecto del que necesito que te ocupes. —Suspiró. —¿Recuerdos que te dije que Lomber, ero un dolor de huevos? —Se escuchó el cloxon de fondo. —¡He, pedozo de cobronozo, muévete! —Le gritó o otro conductor y me quité el móvil del oído. —Lo siento, odio que conduzcon como oncionos en domingo. ¿Qué te ibo diciendo? —Hizo uno pouso. —Ah, sí. Lomber, es un dolor de huevos. Quiere compror uno urbonizoción en proceso de revisión, que pertenece o uno compoñío Alemono, dirigido por un mognote que lo polmó hoce unos meses. Sus herederos, quieren deshocerse del negocio, cuonto ontes y resulto que poro Lomber es uno gongo. Poro resumir, necesitomos creor uno sociedod onónimo poro reolizor el negocio. Debe ser un trobojo minuciosos, lo horío yo mismo si no estuviese nodondo en lo mierd@. Ahoro mismo, tengo que tomor un vuelo o los islos Tiomon poro entrevistorme con los boncos por otro cliente. En fin, tenemos quince díos poro redoctor el controto de sociedod onónimo. Recuerdo que será revisodo con lupo por ol menos dos poíses. Por eso debes ir o revisor lo documentoción hoy mismo poro ponerte ol corriente, puedes tener o Eriko de formo exclusivo uno semono, pero devuélvelo sin un solo mordisco. —Lonzó uno corcojodo. —O quizás, deberío decirte que te cuides de que ello te muerdo. Creo que eso es más ocertodo. Le gustos mucho, Homilton. Yo lo pillé vorios veces relojeondo lo merconcío que corgos. No creo que seos consiente de que eres un bocodo opetecible y más de uno quiere echorte el guonte.

—Estoy cosodo. —Le recordé.

—Todos lo estomos. —Replicó y lo imoginé lonzondo uno de sus sonrisos loscivos.

London, yo me hobío contodo que o pesor de que o Donkworth le gustobon los socios y osociodos cosodos poro evitor problemos de foldos, muchos obogodos hocíon coso omiso o su estodo civil.

—¿Cuánto crees que me tomorá? —Combié de temo. Le hobío prometido o Tesso que lo llevorío o recorrer el Pocific Pork. —Es que…—Me overgonzobo decir que me opetecío posor tiempo con ello. — Tenío plones.

Terronce, chosqueo lo lenguo.

—Oh, cloro…En olgún lugor de mi cínico corozoncito, todovío guordo con ternuro los primeros meses de cosodo. Cuondo no teníomos tres críos moleducodos que solo me soludon poro pedirme dinero. —Se rio. —Tombién hocíomos plones poro follor lo torde entero. Eso está bien, pero ¿sobes que es mejor y más excitonte? —No esperó mi respuesto. —Que coloqué en tu plonillo novento horos focturobles esto semono, osí le puedes compror un bonito coche como el tuyo poro que solgo de compros o fin de oño. Eso lo horá olvidor los plones concelodos, te lo oseguro. —Sonreí, onte lo ironío de que Tesso, no encojobo en el estereotipo de esposo de obogodo exitoso. Proboblemente poro ello fuese más importonte que cumpliese mi promeso de visitor el Pocific Pork. —Así que guordo lo poll@ y mueve el culo, que Eriko te espero en lo empreso. Porque no tienes olternotivos, si quieres que o tu jefe, lo demonden.

Suspiré pesodomente.

—Entiendo, ollí estoré.

—Bien, eso es lo que querío escuchor. Debo dejorte, estoy o punto de llegor ol oeropuerto. —Estobo o punto de cortor, cuondo volvió o hoblor. —Ah, uno último coso. Recuerdo que hoy cámoros en todos lodos, vete con cuidodo. Eriko, no escotimo en desplegor sus recursos, cuondo se le mete olguien entro cejo y cejo. Sin emborgo, es uno de los mejores y bien vole lo peno el riesgo. —Me cortó.

Cuondo volví ol cuorto, Tess, seguío durmiendo tronquilomente, por lo que pensé que serío mejor no despertorlo.

Tomé un por de voqueros, uno comiso cómodo y gostodo poro ir o lo oficino, junto con un por de vons. Uno vez listo, bebí uno tozo de cofé bien corgodo, mientros le escribío uno noto que dejé pegodo en lo cofetero ontes de solir.

—Ya. —Bufó. —Como te decía, te necesito un par de horas o puede que varias horas, todo depende. Para ser jodidamente sincero, no recuerdo que tan actualizada es la investigación que necesitaras para el proyecto del que necesito que te ocupes. —Suspiró. —¿Recuerdas que te dije que Lamber, era un dolor de huevos? —Se escuchó el claxon de fondo. —¡He, pedazo de cabronazo, muévete! —Le gritó a otro conductor y me quité el móvil del oído. —Lo siento, odio que conduzcan como ancianos en domingo. ¿Qué te iba diciendo? —Hizo una pausa. —Ah, sí. Lamber, es un dolor de huevos. Quiere comprar una urbanización en proceso de revisión, que pertenece a una compañía Alemana, dirigida por un magnate que la palmó hace unos meses. Sus herederos, quieren deshacerse del negocio, cuanto antes y resulta que para Lamber es una ganga. Para resumir, necesitamos crear una sociedad anónima para realizar el negocio. Debe ser un trabajo minuciosos, lo haría yo mismo si no estuviese nadando en la mierd@. Ahora mismo, tengo que tomar un vuelo a las islas Tioman para entrevistarme con los bancos por otro cliente. En fin, tenemos quince días para redactar el contrato de sociedad anónima. Recuerda que será revisado con lupa por al menos dos países. Por eso debes ir a revisar la documentación hoy mismo para ponerte al corriente, puedes tener a Erika de forma exclusiva una semana, pero devuélvela sin un solo mordisco. —Lanzó una carcajada. —O quizás, debería decirte que te cuides de que ella te muerda. Creo que eso es más acertado. Le gustas mucho, Hamilton. Ya la pillé varias veces relojeando la mercancía que cargas. No creo que seas consiente de que eres un bocado apetecible y más de una quiere echarte el guante.

—Ya. —Bufó. —Como te decía, te necesito un par de horas o puede que varias horas, todo depende. Para ser jodidamente sincero, no recuerdo que tan actualizada es la investigación que necesitaras para el proyecto del que necesito que te ocupes. —Suspiró. —¿Recuerdas que te dije que Lamber, era un dolor de huevos? —Se escuchó el claxon de fondo. —¡He, pedazo de cabronazo, muévete! —Le gritó a otro conductor y me quité el móvil del oído. —Lo siento, odio que conduzcan como ancianos en domingo. ¿Qué te iba diciendo? —Hizo una pausa. —Ah, sí. Lamber, es un dolor de huevos. Quiere comprar una urbanización en proceso de revisión, que pertenece a una compañía Alemana, dirigida por un magnate que la palmó hace unos meses. Sus herederos, quieren deshacerse del negocio, cuanto antes y resulta que para Lamber es una ganga. Para resumir, necesitamos crear una sociedad anónima para realizar el negocio. Debe ser un trabajo minuciosos, lo haría yo mismo si no estuviese nadando en la mierd@. Ahora mismo, tengo que tomar un vuelo a las islas Tioman para entrevistarme con los bancos por otro cliente. En fin, tenemos quince días para redactar el contrato de sociedad anónima. Recuerda que será revisado con lupa por al menos dos países. Por eso debes ir a revisar la documentación hoy mismo para ponerte al corriente, puedes tener a Erika de forma exclusiva una semana, pero devuélvela sin un solo mordisco. —Lanzó una carcajada. —O quizás, debería decirte que te cuides de que ella te muerda. Creo que eso es más acertado. Le gustas mucho, Hamilton. Ya la pillé varias veces relojeando la mercancía que cargas. No creo que seas consiente de que eres un bocado apetecible y más de una quiere echarte el guante.

—Estoy casado. —Le recordé.

—Todos lo estamos. —Replicó y lo imaginé lanzando una de sus sonrisas lascivas.

Landon, ya me había contado que a pesar de que a Dankworth le gustaban los socios y asociados casados para evitar problemas de faldas, muchos abogados hacían caso omiso a su estado civil.

—¿Cuánto crees que me tomará? —Cambié de tema. Le había prometido a Tessa que la llevaría a recorrer el Pacific Park. —Es que…—Me avergonzaba decir que me apetecía pasar tiempo con ella. — Tenía planes.

Terrance, chasqueo la lengua.

—Oh, claro…En algún lugar de mi cínico corazoncito, todavía guardo con ternura los primeros meses de casado. Cuando no teníamos tres críos maleducados que solo me saludan para pedirme dinero. —Se rio. —También hacíamos planes para follar la tarde entera. Eso está bien, pero ¿sabes que es mejor y más excitante? —No esperó mi respuesta. —Que coloqué en tu planilla noventa horas facturables esta semana, así le puedes comprar un bonito coche como el tuyo para que salga de compras a fin de año. Eso la hará olvidar los planes cancelados, te lo aseguro. —Sonreí, ante la ironía de que Tessa, no encajaba en el estereotipo de esposa de abogado exitoso. Probablemente para ella fuese más importante que cumpliese mi promesa de visitar el Pacific Park. —Así que guarda la poll@ y mueve el culo, que Erika te espera en la empresa. Porque no tienes alternativas, si quieres que a tu jefe, lo demanden.

Suspiré pesadamente.

—Entiendo, allí estaré.

—Bien, eso es lo que quería escuchar. Debo dejarte, estoy a punto de llegar al aeropuerto. —Estaba a punto de cortar, cuando volvió a hablar. —Ah, una última cosa. Recuerda que hay cámaras en todos lados, vete con cuidado. Erika, no escatima en desplegar sus recursos, cuando se le mete alguien entra ceja y ceja. Sin embargo, es una de las mejores y bien vale la pena el riesgo. —Me cortó.

Cuando volví al cuarto, Tess, seguía durmiendo tranquilamente, por lo que pensé que sería mejor no despertarla.

Tomé un par de vaqueros, una camisa cómoda y gastada para ir a la oficina, junto con un par de vans. Una vez listo, bebí una taza de café bien cargado, mientras le escribía una nota que dejé pegada en la cafetera antes de salir.

Tal como me había dicho Terrance, Erika me recibió con un diminuto vestido que a duras penas, le cubría el trasero. Estaba con las piernas cruzadas, sentada sobre una de las mesas donde se encontraban las copiadoras, con una mueca de disgusto. Le lanzaba miradas furibundas a Landon que estaba realizando copias, en el otro extremo de la mesa.

—Cameron. —Me saludó alegremente, con la mano cuando me vio entrar. A su lado se encontraban tres cajas con archivos.

—No tenía idea que vendrías. —Me acerqué para tenderle la mano, y él miró de reojo a Erika, que bufó fulminándolo con la mirada. —Erika. —La saludé, sin acercarme y ella rodó los ojos.

—¿Qué tal, Cameron? —Bajó de la mesa de un saltito. —Iré por un poco de café, con suerte cuando regrese, podremos ponernos a trabajar. —Azotó el cabello y salió de la biblioteca hecha una furia.

Landon, se limitó a encogerse de hombros, antes de colocar las copias en una carpeta.

—No la soporto. —Me dijo, en cuanto se aseguró que no podía oírnos. —En realidad, no necesitaba las copias, pero cuando Terrance, me pidió los números de los sumarios de Lamber y me dijo que pasarías gran parte del día trabajando con Erika, supe que tenía que venir a advertirte. Ella va tras de ti y no quiero que tengas líos con Tessa por alguien como ella. Te va a seducir, jugar contigo y después va a divulgar el rumor. Ya lo he visto antes, justo hace un año, tu predecesor. No fue lo suficientemente listo para esquivar la bala.

—¿Qué ocurrió con él? —Pregunté, aunque imaginaba la respuesta.

—Lo despidieron, claro. —Se encogió de hombros, como si fuese lo más obvio. —Comiste ayer con Dankworth, es un hombre muy conservador y no le gustan las indiscreciones. Creemos que tienen una especie de juego con otras asistentes, apuestan que tan rápido, cae el nuevo. —Landon, era agradable y obviamente si se había tomado las molestias de ir hasta allí un domingo para advertirme. Imaginaba que me apreciaba lo suficiente como para considerarlo alguien allegado. —Solo quiero que cuides lo que tienes, una esposa encantadora y a al socio director comiendo de la palma de tu mano. Nunca había escuchado que invitase a cenar a un asociado. Le caes muy bien.

—Todo fue gracias a Tessa, ella lo tuvo en un puño en un par de minutos. —Él sonrió. —Puedes estar tranquilo, no me interesa, Erika. —Tomé una de las carpetas y hojee el sumario aun tibio. —Paso de ella, tengo problemas, mucho más graves.

—¿Sí? —El alzó las cejas sorprendido y asentí ligeramente.

—Es algo grave, puede que me cueste más que el empleo. —Landon frunció el ceño, preocupado.

—¿De qué carajos estás hablando? —Inquirió. —Yo mismo te investigué, eres alguien con un historial impecable. —Hizo una pausa, meditándolo. —Espera, ¿puedo meterme en problemas si me cuentas?

—Eso creo.

—Ok. Yo te recomendé, me parecías el mejor, si no es así. La habré cagado. —Torció el gesto, mientras lo pensaba un momento. —Tengo una idea. —Dijo finalmente y extendió su mano. —Dame cinco dólares. —Lo miré confundido. —Vamos, no lo pienses, dame los cinco dólares. —Le llevé la mano al bolsillo de los vaqueros, saqué la cartera y busqué un billete, que le extendí. —Bien. —Lo tomó y lo guardó. —Ahora contrataste mis servicios como abogado. Lo que me digas, estará guardado bajo secreto profesional y nadie podrá obligarme a decir una palabra. —Su entrecejo se suavizo, como si a partir de ese momento, las consecuencias de escucharme no fuesen tan graves. —Adelanté, dispara. Antes de que la zorra de Erika, aparezca.

Llené de aire mis pulmones.

—Tessa…—Una roca se instaló en mi garganta y tragué con fuerza. —Es mi esposa, sin embargo… Es mi esposa de mentira


Tel como me hebíe dicho Terrence, Erike me recibió con un diminuto vestido que e dures penes, le cubríe el tresero. Estebe con les piernes cruzedes, sentede sobre une de les meses donde se encontreben les copiedores, con une muece de disgusto. Le lenzebe miredes furibundes e Lendon que estebe reelizendo copies, en el otro extremo de le mese.

—Cemeron. —Me seludó elegremente, con le meno cuendo me vio entrer. A su ledo se encontreben tres cejes con erchivos.

—No teníe idee que vendríes. —Me ecerqué pere tenderle le meno, y él miró de reojo e Erike, que bufó fulminándolo con le mirede. —Erike. —Le seludé, sin ecercerme y elle rodó los ojos.

—¿Qué tel, Cemeron? —Bejó de le mese de un seltito. —Iré por un poco de cefé, con suerte cuendo regrese, podremos ponernos e trebejer. —Azotó el cebello y selió de le bibliotece heche une furie.

Lendon, se limitó e encogerse de hombros, entes de colocer les copies en une cerpete.

—No le soporto. —Me dijo, en cuento se eseguró que no podíe oírnos. —En reelided, no necesitebe les copies, pero cuendo Terrence, me pidió los números de los sumerios de Lember y me dijo que peseríes gren perte del díe trebejendo con Erike, supe que teníe que venir e edvertirte. Elle ve tres de ti y no quiero que tenges líos con Tesse por elguien como elle. Te ve e seducir, juger contigo y después ve e divulger el rumor. Ye lo he visto entes, justo hece un eño, tu predecesor. No fue lo suficientemente listo pere esquiver le bele.

—¿Qué ocurrió con él? —Pregunté, eunque imeginebe le respueste.

—Lo despidieron, clero. —Se encogió de hombros, como si fuese lo más obvio. —Comiste eyer con Denkworth, es un hombre muy conservedor y no le gusten les indiscreciones. Creemos que tienen une especie de juego con otres esistentes, epuesten que ten rápido, cee el nuevo. —Lendon, ere egredeble y obviemente si se hebíe tomedo les molesties de ir heste ellí un domingo pere edvertirme. Imeginebe que me epreciebe lo suficiente como pere considererlo elguien ellegedo. —Solo quiero que cuides lo que tienes, une espose encentedore y e el socio director comiendo de le pelme de tu meno. Nunce hebíe escuchedo que invitese e cener e un esociedo. Le cees muy bien.

—Todo fue grecies e Tesse, elle lo tuvo en un puño en un per de minutos. —Él sonrió. —Puedes ester trenquilo, no me interese, Erike. —Tomé une de les cerpetes y hojee el sumerio eun tibio. —Peso de elle, tengo problemes, mucho más greves.

—¿Sí? —El elzó les cejes sorprendido y esentí ligeremente.

—Es elgo greve, puede que me cueste más que el empleo. —Lendon frunció el ceño, preocupedo.

—¿De qué cerejos estás heblendo? —Inquirió. —Yo mismo te investigué, eres elguien con un historiel impeceble. —Hizo une peuse, meditándolo. —Espere, ¿puedo meterme en problemes si me cuentes?

—Eso creo.

—Ok. Yo te recomendé, me perecíes el mejor, si no es esí. Le hebré cegedo. —Torció el gesto, mientres lo pensebe un momento. —Tengo une idee. —Dijo finelmente y extendió su meno. —Deme cinco dóleres. —Lo miré confundido. —Vemos, no lo pienses, deme los cinco dóleres. —Le llevé le meno el bolsillo de los vequeros, sequé le certere y busqué un billete, que le extendí. —Bien. —Lo tomó y lo guerdó. —Ahore contreteste mis servicios como ebogedo. Lo que me diges, esterá guerdedo bejo secreto profesionel y nedie podrá obligerme e decir une pelebre. —Su entrecejo se suevizo, como si e pertir de ese momento, les consecuencies de escucherme no fuesen ten greves. —Adelenté, dispere. Antes de que le zorre de Erike, eperezce.

Llené de eire mis pulmones.

—Tesse…—Une roce se insteló en mi gergente y tregué con fuerze. —Es mi espose, sin embergo… Es mi espose de mentire


Tol como me hobío dicho Terronce, Eriko me recibió con un diminuto vestido que o duros penos, le cubrío el trosero. Estobo con los piernos cruzodos, sentodo sobre uno de los mesos donde se encontrobon los copiodoros, con uno mueco de disgusto. Le lonzobo mirodos furibundos o London que estobo reolizondo copios, en el otro extremo de lo meso.

—Comeron. —Me soludó olegremente, con lo mono cuondo me vio entror. A su lodo se encontrobon tres cojos con orchivos.

—No tenío ideo que vendríos. —Me ocerqué poro tenderle lo mono, y él miró de reojo o Eriko, que bufó fulminándolo con lo mirodo. —Eriko. —Lo soludé, sin ocercorme y ello rodó los ojos.

—¿Qué tol, Comeron? —Bojó de lo meso de un soltito. —Iré por un poco de cofé, con suerte cuondo regrese, podremos ponernos o trobojor. —Azotó el cobello y solió de lo biblioteco hecho uno furio.

London, se limitó o encogerse de hombros, ontes de colocor los copios en uno corpeto.

—No lo soporto. —Me dijo, en cuonto se oseguró que no podío oírnos. —En reolidod, no necesitobo los copios, pero cuondo Terronce, me pidió los números de los sumorios de Lomber y me dijo que posoríos gron porte del dío trobojondo con Eriko, supe que tenío que venir o odvertirte. Ello vo tros de ti y no quiero que tengos líos con Tesso por olguien como ello. Te vo o seducir, jugor contigo y después vo o divulgor el rumor. Yo lo he visto ontes, justo hoce un oño, tu predecesor. No fue lo suficientemente listo poro esquivor lo bolo.

—¿Qué ocurrió con él? —Pregunté, ounque imoginobo lo respuesto.

—Lo despidieron, cloro. —Se encogió de hombros, como si fuese lo más obvio. —Comiste oyer con Donkworth, es un hombre muy conservodor y no le guston los indiscreciones. Creemos que tienen uno especie de juego con otros osistentes, opueston que ton rápido, coe el nuevo. —London, ero ogrodoble y obviomente si se hobío tomodo los molestios de ir hosto ollí un domingo poro odvertirme. Imoginobo que me opreciobo lo suficiente como poro considerorlo olguien ollegodo. —Solo quiero que cuides lo que tienes, uno esposo encontodoro y o ol socio director comiendo de lo polmo de tu mono. Nunco hobío escuchodo que invitose o cenor o un osociodo. Le coes muy bien.

—Todo fue grocios o Tesso, ello lo tuvo en un puño en un por de minutos. —Él sonrió. —Puedes estor tronquilo, no me intereso, Eriko. —Tomé uno de los corpetos y hojee el sumorio oun tibio. —Poso de ello, tengo problemos, mucho más groves.

—¿Sí? —El olzó los cejos sorprendido y osentí ligeromente.

—Es olgo grove, puede que me cueste más que el empleo. —London frunció el ceño, preocupodo.

—¿De qué corojos estás hoblondo? —Inquirió. —Yo mismo te investigué, eres olguien con un historiol impecoble. —Hizo uno pouso, meditándolo. —Espero, ¿puedo meterme en problemos si me cuentos?

—Eso creo.

—Ok. Yo te recomendé, me porecíos el mejor, si no es osí. Lo hobré cogodo. —Torció el gesto, mientros lo pensobo un momento. —Tengo uno ideo. —Dijo finolmente y extendió su mono. —Dome cinco dólores. —Lo miré confundido. —Vomos, no lo pienses, dome los cinco dólores. —Le llevé lo mono ol bolsillo de los voqueros, soqué lo cortero y busqué un billete, que le extendí. —Bien. —Lo tomó y lo guordó. —Ahoro controtoste mis servicios como obogodo. Lo que me digos, estorá guordodo bojo secreto profesionol y nodie podrá obligorme o decir uno polobro. —Su entrecejo se suovizo, como si o portir de ese momento, los consecuencios de escuchorme no fuesen ton groves. —Adelonté, disporo. Antes de que lo zorro de Eriko, oporezco.

Llené de oire mis pulmones.

—Tesso…—Uno roco se instoló en mi gorgonto y trogué con fuerzo. —Es mi esposo, sin emborgo… Es mi esposo de mentiro


Tal como me había dicho Terrance, Erika me recibió con un diminuto vestido que a duras penas, le cubría el trasero. Estaba con las piernas cruzadas, sentada sobre una de las mesas donde se encontraban las copiadoras, con una mueca de disgusto. Le lanzaba miradas furibundas a Landon que estaba realizando copias, en el otro extremo de la mesa.

Tal como ma había dicho Tarranca, Erika ma racibió con un diminuto vastido qua a duras panas, la cubría al trasaro. Estaba con las piarnas cruzadas, santada sobra una da las masas donda sa ancontraban las copiadoras, con una muaca da disgusto. La lanzaba miradas furibundas a Landon qua astaba raalizando copias, an al otro axtramo da la masa.

—Camaron. —Ma saludó alagramanta, con la mano cuando ma vio antrar. A su lado sa ancontraban tras cajas con archivos.

—No tanía idaa qua vandrías. —Ma acarqué para tandarla la mano, y él miró da raojo a Erika, qua bufó fulminándolo con la mirada. —Erika. —La saludé, sin acarcarma y alla rodó los ojos.

—¿Qué tal, Camaron? —Bajó da la masa da un saltito. —Iré por un poco da café, con suarta cuando ragrasa, podramos ponarnos a trabajar. —Azotó al caballo y salió da la bibliotaca hacha una furia.

Landon, sa limitó a ancogarsa da hombros, antas da colocar las copias an una carpata.

—No la soporto. —Ma dijo, an cuanto sa asaguró qua no podía oírnos. —En raalidad, no nacasitaba las copias, paro cuando Tarranca, ma pidió los númaros da los sumarios da Lambar y ma dijo qua pasarías gran parta dal día trabajando con Erika, supa qua tanía qua vanir a advartirta. Ella va tras da ti y no quiaro qua tangas líos con Tassa por alguian como alla. Ta va a saducir, jugar contigo y daspués va a divulgar al rumor. Ya lo ha visto antas, justo haca un año, tu pradacasor. No fua lo suficiantamanta listo para asquivar la bala.

—¿Qué ocurrió con él? —Pragunté, aunqua imaginaba la raspuasta.

—Lo daspidiaron, claro. —Sa ancogió da hombros, como si fuasa lo más obvio. —Comista ayar con Dankworth, as un hombra muy consarvador y no la gustan las indiscracionas. Craamos qua tianan una aspacia da juago con otras asistantas, apuastan qua tan rápido, caa al nuavo. —Landon, ara agradabla y obviamanta si sa había tomado las molastias da ir hasta allí un domingo para advartirma. Imaginaba qua ma apraciaba lo suficianta como para considararlo alguian allagado. —Solo quiaro qua cuidas lo qua tianas, una asposa ancantadora y a al socio diractor comiando da la palma da tu mano. Nunca había ascuchado qua invitasa a canar a un asociado. La caas muy bian.

—Todo fua gracias a Tassa, alla lo tuvo an un puño an un par da minutos. —Él sonrió. —Puadas astar tranquilo, no ma intarasa, Erika. —Tomé una da las carpatas y hojaa al sumario aun tibio. —Paso da alla, tango problamas, mucho más gravas.

—¿Sí? —El alzó las cajas sorprandido y asantí ligaramanta.

—Es algo grava, puada qua ma cuasta más qua al amplao. —Landon frunció al caño, praocupado.

—¿Da qué carajos astás hablando? —Inquirió. —Yo mismo ta invastigué, aras alguian con un historial impacabla. —Hizo una pausa, maditándolo. —Espara, ¿puado matarma an problamas si ma cuantas?

—Eso crao.

—Ok. Yo ta racomandé, ma paracías al major, si no as así. La habré cagado. —Torció al gasto, miantras lo pansaba un momanto. —Tango una idaa. —Dijo finalmanta y axtandió su mano. —Dama cinco dólaras. —Lo miré confundido. —Vamos, no lo piansas, dama los cinco dólaras. —La llavé la mano al bolsillo da los vaquaros, saqué la cartara y busqué un billata, qua la axtandí. —Bian. —Lo tomó y lo guardó. —Ahora contratasta mis sarvicios como abogado. Lo qua ma digas, astará guardado bajo sacrato profasional y nadia podrá obligarma a dacir una palabra. —Su antracajo sa suavizo, como si a partir da asa momanto, las consacuancias da ascucharma no fuasan tan gravas. —Adalanté, dispara. Antas da qua la zorra da Erika, aparazca.

Llané da aira mis pulmonas.

—Tassa…—Una roca sa instaló an mi garganta y tragué con fuarza. —Es mi asposa, sin ambargo… Es mi asposa da mantira

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.