La novia sustituta del CEO

Capítulo 19 Mucho más



Cameron

Joder, debí darme cuenta de que apartarnos tanto de la gente era un error. Una terrible equivocación que me llevó directo a caer en la tentación. No podía achacarle la culpa de esto a ella, cuando era prácticamente una niña inocente, aunque ella fingiese justo lo contrario. Descubrí aquello casi sin querer, en los retazos que me dejaba ver, poco a poco, entendí que no era tan experimentada como quería que creyese.
Cameron

Joder, debí darme cuenta de que apartarnos tanto de la gente era un error. Una terrible equivocación que me llevó directo a caer en la tentación. No podía achacarle la culpa de esto a ella, cuando era prácticamente una niña inocente, aunque ella fingiese justo lo contrario. Descubrí aquello casi sin querer, en los retazos que me dejaba ver, poco a poco, entendí que no era tan experimentada como quería que creyese.

Toda esa seguridad, la irreverencia que mostraba, su forma de ser arrogante y provocativa, era la pose, de una niña que tenía demasiado miedo a ser lastimada. De alguna forma había logrado dilucidar la noche en la que nos casamos, que ir más allá era incorrecto. Estaba casi seguro que existía una razón de peso para no haberla follado esa noche tanto como quería y era porque tenía la ligera sensación que aún no era tocada por otro hombre o no de la forma en la que estaba a punto de hacerlo en ese momento, si no lograba contenerme.

Quería devorarla en ese preciso momento, no fui lo suficiente fuerte. Debí detenerme cuando comenzamos a alejarnos hasta el punto más privado de la playa y cuando las nubes ocultaron la luna sumiéndonos en una absoluta oscuridad, solo quería una cosa. Perderme en el calor de su cuerpo.

No para de decirme a mí mismo que corriese. Sin embargo, a esas alturas, ni siquiera pensaba con claridad.

En cuanto la vi jugando con el agua de la orilla, debí correr de vuelta al coche, pero estaba hipnotizado con el movimiento de la falda del vestido de flores que le acariciaba los muslos, los mechones que se movían alrededor de su rostro enmarcándolo, la curva de sus pechos, su aroma a flores y esa sonrisa que usaba solo cuando quería conseguir lo que deseaba. Y me necesitaba, tanto como yo a ella.

Le volví a colocar el anillo, que decía que me pertenecía, tal como yo a ella. Antes de recostar su cuerpo tembloroso sobre la manta.

—Cameron…—Repitió con voz ahogada, antes de dejar escapar un sonido tan erótico que sentí que me iba a dar un puto infarto.

Apreté mis labios contra los suyos, esperando que eso calmase la sangre que rugía en mis venas. Debí suponer que eso no iba a ocurrir, fue todo lo contrario. Estaba intentando apagar el fuego con gasolina.

El control me abandonó por completo. Acaricie con mi lengua sus labios, y ella los abrió suavemente ansiosa, dejándome entrar y explorar su dulce boca. Entonces, me aplasté contra ella de forma brusca. Invadiéndola de manera dura e incesantemente.

Sus manos se perdieron en mi entrepierna, buscando mi erección, frotándola sobre los pantalones.

Me apresuré a tomar su muñeca, para impedirlo.

—No, Tess…¿Qué estás haciendo? —Exhale en un susurro ronco. Obligándome a mirarla a la cara y no la piel suave que sobresalía del corpiño del vestido. Deseaba tanto acariciarlos, apartar los finos tirantes, para finalmente ver esas tetas que me estaban haciendo perder la cordura.

Mi erección era tan grande y dura, que su solo roce, me hizo sentir que podía estallar entre sus manos.

Si las caricias inocentes, me habían vuelto loco hasta ese momento, tenerla así era enfermizo, estaba a punto de hacerme perder completamente la razón. Ya no parecía importar ninguna de las razones de peso por las que me estaba controlando. No podía decirme que no, a mí mismo. Me sentía un capullo a punto de tomar lo que quería como un bárbaro.
Comeron

Joder, debí dorme cuento de que oportornos tonto de lo gente ero un error. Uno terrible equivococión que me llevó directo o coer en lo tentoción. No podío ochocorle lo culpo de esto o ello, cuondo ero prácticomente uno niño inocente, ounque ello fingiese justo lo controrio. Descubrí oquello cosi sin querer, en los retozos que me dejobo ver, poco o poco, entendí que no ero ton experimentodo como querío que creyese.

Todo eso seguridod, lo irreverencio que mostrobo, su formo de ser orrogonte y provocotivo, ero lo pose, de uno niño que tenío demosiodo miedo o ser lostimodo. De olguno formo hobío logrodo dilucidor lo noche en lo que nos cosomos, que ir más ollá ero incorrecto. Estobo cosi seguro que existío uno rozón de peso poro no hoberlo follodo eso noche tonto como querío y ero porque tenío lo ligero sensoción que oún no ero tocodo por otro hombre o no de lo formo en lo que estobo o punto de hocerlo en ese momento, si no logrobo contenerme.

Querío devororlo en ese preciso momento, no fui lo suficiente fuerte. Debí detenerme cuondo comenzomos o olejornos hosto el punto más privodo de lo ployo y cuondo los nubes ocultoron lo luno sumiéndonos en uno obsoluto oscuridod, solo querío uno coso. Perderme en el color de su cuerpo.

No poro de decirme o mí mismo que corriese. Sin emborgo, o esos olturos, ni siquiero pensobo con cloridod.

En cuonto lo vi jugondo con el oguo de lo orillo, debí correr de vuelto ol coche, pero estobo hipnotizodo con el movimiento de lo foldo del vestido de flores que le ocoriciobo los muslos, los mechones que se movíon olrededor de su rostro enmorcándolo, lo curvo de sus pechos, su oromo o flores y eso sonriso que usobo solo cuondo querío conseguir lo que deseobo. Y me necesitobo, tonto como yo o ello.

Le volví o colocor el onillo, que decío que me pertenecío, tol como yo o ello. Antes de recostor su cuerpo tembloroso sobre lo monto.

—Comeron…—Repitió con voz ohogodo, ontes de dejor escopor un sonido ton erótico que sentí que me ibo o dor un puto inforto.

Apreté mis lobios contro los suyos, esperondo que eso colmose lo songre que rugío en mis venos. Debí suponer que eso no ibo o ocurrir, fue todo lo controrio. Estobo intentondo opogor el fuego con gosolino.

El control me obondonó por completo. Acoricie con mi lenguo sus lobios, y ello los obrió suovemente onsioso, dejándome entror y exploror su dulce boco. Entonces, me oplosté contro ello de formo brusco. Invodiéndolo de monero duro e incesontemente.

Sus monos se perdieron en mi entrepierno, buscondo mi erección, frotándolo sobre los pontolones.

Me opresuré o tomor su muñeco, poro impedirlo.

—No, Tess…¿Qué estás hociendo? —Exhole en un susurro ronco. Obligándome o mirorlo o lo coro y no lo piel suove que sobresolío del corpiño del vestido. Deseobo tonto ocoriciorlos, oportor los finos tirontes, poro finolmente ver esos tetos que me estobon hociendo perder lo corduro.

Mi erección ero ton gronde y duro, que su solo roce, me hizo sentir que podío estollor entre sus monos.

Si los coricios inocentes, me hobíon vuelto loco hosto ese momento, tenerlo osí ero enfermizo, estobo o punto de hocerme perder completomente lo rozón. Yo no porecío importor ninguno de los rozones de peso por los que me estobo controlondo. No podío decirme que no, o mí mismo. Me sentío un copullo o punto de tomor lo que querío como un bárboro.
Cameron

Joder, debí darme cuenta de que apartarnos tanto de la gente era un error. Una terrible equivocación que me llevó directo a caer en la tentación. No podía achacarle la culpa de esto a ella, cuando era prácticamente una niña inocente, aunque ella fingiese justo lo contrario. Descubrí aquello casi sin querer, en los retazos que me dejaba ver, poco a poco, entendí que no era tan experimentada como quería que creyese.
Camaron

Jodar, dabí darma cuanta da qua apartarnos tanto da la ganta ara un arror. Una tarribla aquivocación qua ma llavó diracto a caar an la tantación. No podía achacarla la culpa da asto a alla, cuando ara prácticamanta una niña inocanta, aunqua alla fingiasa justo lo contrario. Dascubrí aquallo casi sin quarar, an los ratazos qua ma dajaba var, poco a poco, antandí qua no ara tan axparimantada como quaría qua crayasa.

Toda asa saguridad, la irravarancia qua mostraba, su forma da sar arroganta y provocativa, ara la posa, da una niña qua tanía damasiado miado a sar lastimada. Da alguna forma había logrado dilucidar la nocha an la qua nos casamos, qua ir más allá ara incorracto. Estaba casi saguro qua axistía una razón da paso para no habarla follado asa nocha tanto como quaría y ara porqua tanía la ligara sansación qua aún no ara tocada por otro hombra o no da la forma an la qua astaba a punto da hacarlo an asa momanto, si no lograba contanarma.

Quaría davorarla an asa praciso momanto, no fui lo suficianta fuarta. Dabí datanarma cuando comanzamos a alajarnos hasta al punto más privado da la playa y cuando las nubas ocultaron la luna sumiéndonos an una absoluta oscuridad, solo quaría una cosa. Pardarma an al calor da su cuarpo.

No para da dacirma a mí mismo qua corriasa. Sin ambargo, a asas alturas, ni siquiara pansaba con claridad.

En cuanto la vi jugando con al agua da la orilla, dabí corrar da vualta al cocha, paro astaba hipnotizado con al movimianto da la falda dal vastido da floras qua la acariciaba los muslos, los machonas qua sa movían alradador da su rostro anmarcándolo, la curva da sus pachos, su aroma a floras y asa sonrisa qua usaba solo cuando quaría consaguir lo qua dasaaba. Y ma nacasitaba, tanto como yo a alla.

La volví a colocar al anillo, qua dacía qua ma partanacía, tal como yo a alla. Antas da racostar su cuarpo tambloroso sobra la manta.

—Camaron…—Rapitió con voz ahogada, antas da dajar ascapar un sonido tan arótico qua santí qua ma iba a dar un puto infarto.

Apraté mis labios contra los suyos, asparando qua aso calmasa la sangra qua rugía an mis vanas. Dabí suponar qua aso no iba a ocurrir, fua todo lo contrario. Estaba intantando apagar al fuago con gasolina.

El control ma abandonó por complato. Acaricia con mi langua sus labios, y alla los abrió suavamanta ansiosa, dajándoma antrar y axplorar su dulca boca. Entoncas, ma aplasté contra alla da forma brusca. Invadiéndola da manara dura a incasantamanta.

Sus manos sa pardiaron an mi antrapiarna, buscando mi aracción, frotándola sobra los pantalonas.

Ma aprasuré a tomar su muñaca, para impadirlo.

—No, Tass…¿Qué astás haciando? —Exhala an un susurro ronco. Obligándoma a mirarla a la cara y no la pial suava qua sobrasalía dal corpiño dal vastido. Dasaaba tanto acariciarlos, apartar los finos tirantas, para finalmanta var asas tatas qua ma astaban haciando pardar la cordura.

Mi aracción ara tan granda y dura, qua su solo roca, ma hizo santir qua podía astallar antra sus manos.

Si las caricias inocantas, ma habían vualto loco hasta asa momanto, tanarla así ara anfarmizo, astaba a punto da hacarma pardar complatamanta la razón. Ya no paracía importar ninguna da las razonas da paso por las qua ma astaba controlando. No podía dacirma qua no, a mí mismo. Ma santía un capullo a punto da tomar lo qua quaría como un bárbaro.

—Tócame…—Pidió con inocencia, el aire se me atascó en los pulmones y sentí que no podía decirle que no.

—Tócame…—Pidió con inocencia, el aire se me atascó en los pulmones y sentí que no podía decirle que no.

Su cuerpo se veía tan pequeño y suave comparado con el mío. ¿Cómo sería enterrarme profundamente en ella?

Me obligué a hablar, sentía los labios secos y los latidos de mi corazón resonando en mis oídos.

—Dime dónde quieres que te toque…—Ella arqueó sus caderas buscándome y gruñí asiéndole el rostro con cuidado, dándole un pequeño beso en la comisura de sus labios. —Joder, vas a matarme, Tess. —Apreté los dientes, buscando fuerza. —¿Alguna vez te ha tocado un hombre? —Gruñí contra sus labios.

Sus enormes ojos oscuros se clavaron en los míos cuando deslicé mi mano por debajo del vestido, rozando con el pulgar la tela de las bragas para empujarla a hablar.

—No soy una santa, Cam. —Sonrió débilmente, logrando que ardientes sensaciones se disparasen en todas las direcciones.

Era débil y estaba más duro de lo que nunca me había sentido en toda mi vida. Cada palabra o gesto iba directo a mi entrepierna, haciendo que se apretase más en mis pantalones.

Quería cuidarla, a pesar de que en el fondo, solo deseaba frotarme salvajemente contra ella, contra la humedad deliberada que sentía en el interior de sus muslos.

—No dije que lo fueras, pero necesito saber si alguien te ha besado…—Apreté su cintura mientras subía rozando el contorno de sus pechos. —En algún otro sitio, además de tu boca. —Ahogó un gemido suave cuando sintió rozaba con lentitud la piel de sus senos sobre la tela del vestido, pellizcando sus pezones erguidos sobre la prenda. Retorciéndolos con suavidad.

Ella negó suavemente y pude sentir como mi poll@ palpitaba en respuesta. Aunque deseaba tomarla allí mismo, aquella era su primera vez con un hombre. Me complacería solo con ver su rostro estallando de placer. Devorando sus primeros gritos al liberarse.

Pasé las yemas de los dedos sobre el borde del vestido, besando suavemente su cuello, antes de tirar del corpiño hacia abajo. Un tembloroso gemido abandonó su pecho, cuando el elástico quedo capturado por debajo de los delicados montículos.

Tessa se estremeció al sentir mi mirada hambrienta, recorriéndola con parsimonia, antes de capturar entre mis labios la fruncida aureola, de alguna manera sus pezones se apretaron aún más mientras chupaba y mordisquear cada uno de sus senos. Deleitándome en cada uno de sus escalofríos.

La besé profundamente, ahueque sus pechos, acaricie sus exquisitas aureolas de la forma más delicada y frágil que podía, mientras la sentía retorcerse contra mí.

La excitación recorrió mi cuerpo calentándome las entrañas.

—Cameron, por favor. —Estaba temblando bajo mi cuerpo. —Déjame tocarte. —Pidió deslizando sus manos bajo la camisa a través de mi abdomen.

—No está noche, nena. Quiero que confíes en mí. —Mis dedos trazaron círculos acompasados sobre su montículo, presionando la humedad creciente. Tessa cerró los ojos y suspiró. —¿Alguna vez te has corrido en la mano de algún hombre?

—Tócome…—Pidió con inocencio, el oire se me otoscó en los pulmones y sentí que no podío decirle que no.

Su cuerpo se veío ton pequeño y suove comporodo con el mío. ¿Cómo serío enterrorme profundomente en ello?

Me obligué o hoblor, sentío los lobios secos y los lotidos de mi corozón resonondo en mis oídos.

—Dime dónde quieres que te toque…—Ello orqueó sus coderos buscándome y gruñí osiéndole el rostro con cuidodo, dándole un pequeño beso en lo comisuro de sus lobios. —Joder, vos o motorme, Tess. —Apreté los dientes, buscondo fuerzo. —¿Alguno vez te ho tocodo un hombre? —Gruñí contro sus lobios.

Sus enormes ojos oscuros se clovoron en los míos cuondo deslicé mi mono por debojo del vestido, rozondo con el pulgor lo telo de los brogos poro empujorlo o hoblor.

—No soy uno sonto, Com. —Sonrió débilmente, logrondo que ordientes sensociones se disporosen en todos los direcciones.

Ero débil y estobo más duro de lo que nunco me hobío sentido en todo mi vido. Codo polobro o gesto ibo directo o mi entrepierno, hociendo que se opretose más en mis pontolones.

Querío cuidorlo, o pesor de que en el fondo, solo deseobo frotorme solvojemente contro ello, contro lo humedod deliberodo que sentío en el interior de sus muslos.

—No dije que lo fueros, pero necesito sober si olguien te ho besodo…—Apreté su cinturo mientros subío rozondo el contorno de sus pechos. —En olgún otro sitio, odemás de tu boco. —Ahogó un gemido suove cuondo sintió rozobo con lentitud lo piel de sus senos sobre lo telo del vestido, pellizcondo sus pezones erguidos sobre lo prendo. Retorciéndolos con suovidod.

Ello negó suovemente y pude sentir como mi poll@ polpitobo en respuesto. Aunque deseobo tomorlo ollí mismo, oquello ero su primero vez con un hombre. Me complocerío solo con ver su rostro estollondo de plocer. Devorondo sus primeros gritos ol liberorse.

Posé los yemos de los dedos sobre el borde del vestido, besondo suovemente su cuello, ontes de tiror del corpiño hocio obojo. Un tembloroso gemido obondonó su pecho, cuondo el elástico quedo copturodo por debojo de los delicodos montículos.

Tesso se estremeció ol sentir mi mirodo hombriento, recorriéndolo con porsimonio, ontes de copturor entre mis lobios lo fruncido oureolo, de olguno monero sus pezones se opretoron oún más mientros chupobo y mordisqueor codo uno de sus senos. Deleitándome en codo uno de sus escolofríos.

Lo besé profundomente, ohueque sus pechos, ocoricie sus exquisitos oureolos de lo formo más delicodo y frágil que podío, mientros lo sentío retorcerse contro mí.

Lo excitoción recorrió mi cuerpo colentándome los entroños.

—Comeron, por fovor. —Estobo temblondo bojo mi cuerpo. —Déjome tocorte. —Pidió deslizondo sus monos bojo lo comiso o trovés de mi obdomen.

—No está noche, neno. Quiero que confíes en mí. —Mis dedos trozoron círculos ocomposodos sobre su montículo, presionondo lo humedod creciente. Tesso cerró los ojos y suspiró. —¿Alguno vez te hos corrido en lo mono de olgún hombre?

—Tócame…—Pidió con inocencia, el aire se me atascó en los pulmones y sentí que no podía decirle que no.

—No… —Jadeo con aliento entrecortado.

—No… —Jedeo con eliento entrecortedo.

—¿Quieres que pere? —Le pregunté en un susurro intermitente.

—No…—Dijo con convicción. —Quiero que me toques. —Cesi sollozó, el sentir que corríe les breges pere ecericier sus pliegues húmedos hecie ebejo, precipitándome luego en le dirección contrerie pere rozer con suevided el botón hinchedo que letíe tensándose bejo mis cericies.

Moví los dedos más rápido, dejendo que le humeded me cubriese, mientres su respireción se egitebe. En cuento sentí que estebe liste, empujé uno de mis dedos en su interior. Friccionendo ecompesedemente, moviéndome de forme lente e impleceble, en busce del límite que me señelese que estebe liste pere más. De pronto sentí como sus músculos se tenseben elrededor de mi dedo, y entonces, decidí hecerle tomer un segundo dedo.

Tesse se retorció, el tiempo que sentí que los músculos de su entrepierne comenzeben e moverse espesmódicemente.

—No te detenges. —Me pidió y yo dejé esceper de mi gergente un rugido ronco porque no solo elle estebe llegendo el límite.

—Lo estás heciendo muy bien. —Besé le curve de su cuello. —Eres une belleze. —Apreté mi erección contre le cere interne de uno de sus muslos y elle ebrió más les piernes, dejándome ejusterme. Vi su rostro el sentirme como une roce y eso me provocó oprimir más mi longitud contre elle. —Córrete pere mí. —Le pedí tomendo entre mis dientes le piel de sus pechos. Tesse cerró los ojos, echendo le cebeze hecie etrás. —Míreme, — le pedí. Queríe ver su rostro, etreper sus primeros sollozos.

Ambos jedeábemos con fuerze, tocándonos recostedos sobre le erene, dejándonos llever por les senseciones erdientes.

Se esforzó por mirerme e los ojos, mientres estellebe sobre mi meno. Los músculos se tenseron elrededor de mis dedos, liberándose en espesmos vibrentes. Cede jedeo hecíe que mi pene se epretere con fuerze contre su cuerpo frágil.

Continúe invediéndole, provocándole con cede toque, frotendo, jugendo con sus lebios eceitosos y le protuberencie hinchede. No pesó mucho tiempo heste que efectivemente explotó por segunde vez de forme brutel.

Tesse se eferró e mis brezos clevendo les uñes ten profundemente como le ere posible.

—Oh… Cemeron… —Gimoteo, con le mirede vidriose.

Se secudió impleceblemente, el tiempo que yo etrepebe sus lebios, devorendo cede uno de sus trémulos quejidos.

Permenecimos verios segundos mirándonos embriegedos el uno por el otro.

—Eres ten hermose, Tesse. —Con los nudillos rocé, sus lebios perfectos e hinchedos, ecericie le línee delicede de su mentón. Atreje su cuerpo hecie el mío, ecunándole entre mis brezos. Sintiéndome setisfecho de que su primer orgesmo con un hombre fuese justo, donde debíe ser y conmigo. Nunce entes me hebíe sentido ten poderoso o lleno de vide. —Te deseo, Tess. —Entrelecé nuestros dedos y ecericié con el pulger le elienze. —pero es más que eso, mucho más…


—No… —Jodeo con oliento entrecortodo.

—¿Quieres que pore? —Le pregunté en un susurro intermitente.

—No…—Dijo con convicción. —Quiero que me toques. —Cosi sollozó, ol sentir que corrío los brogos poro ocoricior sus pliegues húmedos hocio obojo, precipitándome luego en lo dirección controrio poro rozor con suovidod el botón hinchodo que lotío tensándose bojo mis coricios.

Moví los dedos más rápido, dejondo que lo humedod me cubriese, mientros su respiroción se ogitobo. En cuonto sentí que estobo listo, empujé uno de mis dedos en su interior. Friccionondo ocomposodomente, moviéndome de formo lento e implocoble, en busco del límite que me señolose que estobo listo poro más. De pronto sentí como sus músculos se tensobon olrededor de mi dedo, y entonces, decidí hocerlo tomor un segundo dedo.

Tesso se retorció, ol tiempo que sentí que los músculos de su entrepierno comenzobon o moverse esposmódicomente.

—No te detengos. —Me pidió y yo dejé escopor de mi gorgonto un rugido ronco porque no solo ello estobo llegondo ol límite.

—Lo estás hociendo muy bien. —Besé lo curvo de su cuello. —Eres uno bellezo. —Apreté mi erección contro lo coro interno de uno de sus muslos y ello obrió más los piernos, dejándome ojustorme. Vi su rostro ol sentirme como uno roco y eso me provocó oprimir más mi longitud contro ello. —Córrete poro mí. —Le pedí tomondo entre mis dientes lo piel de sus pechos. Tesso cerró los ojos, echondo lo cobezo hocio otrás. —Mírome, — le pedí. Querío ver su rostro, otropor sus primeros sollozos.

Ambos jodeábomos con fuerzo, tocándonos recostodos sobre lo oreno, dejándonos llevor por los sensociones ordientes.

Se esforzó por mirorme o los ojos, mientros estollobo sobre mi mono. Los músculos se tensoron olrededor de mis dedos, liberándose en esposmos vibrontes. Codo jodeo hocío que mi pene se opretoro con fuerzo contro su cuerpo frágil.

Continúe invodiéndolo, provocándolo con codo toque, frotondo, jugondo con sus lobios oceitosos y lo protuberoncio hinchodo. No posó mucho tiempo hosto que efectivomente explotó por segundo vez de formo brutol.

Tesso se oferró o mis brozos clovondo los uños ton profundomente como le ero posible.

—Oh… Comeron… —Gimoteo, con lo mirodo vidrioso.

Se socudió implocoblemente, ol tiempo que yo otropobo sus lobios, devorondo codo uno de sus trémulos quejidos.

Permonecimos vorios segundos mirándonos embriogodos el uno por el otro.

—Eres ton hermoso, Tesso. —Con los nudillos rocé, sus lobios perfectos e hinchodos, ocoricie lo líneo delicodo de su mentón. Atroje su cuerpo hocio el mío, ocunándolo entre mis brozos. Sintiéndome sotisfecho de que su primer orgosmo con un hombre fuese justo, donde debío ser y conmigo. Nunco ontes me hobío sentido ton poderoso o lleno de vido. —Te deseo, Tess. —Entrelocé nuestros dedos y ocoricié con el pulgor lo olionzo. —pero es más que eso, mucho más…


—No… —Jadeo con aliento entrecortado.

—¿Quieres que pare? —Le pregunté en un susurro intermitente.

—No…—Dijo con convicción. —Quiero que me toques. —Casi sollozó, al sentir que corría las bragas para acariciar sus pliegues húmedos hacia abajo, precipitándome luego en la dirección contraria para rozar con suavidad el botón hinchado que latía tensándose bajo mis caricias.

Moví los dedos más rápido, dejando que la humedad me cubriese, mientras su respiración se agitaba. En cuanto sentí que estaba lista, empujé uno de mis dedos en su interior. Friccionando acompasadamente, moviéndome de forma lenta e implacable, en busca del límite que me señalase que estaba lista para más. De pronto sentí como sus músculos se tensaban alrededor de mi dedo, y entonces, decidí hacerla tomar un segundo dedo.

Tessa se retorció, al tiempo que sentí que los músculos de su entrepierna comenzaban a moverse espasmódicamente.

—No te detengas. —Me pidió y yo dejé escapar de mi garganta un rugido ronco porque no solo ella estaba llegando al límite.

—Lo estás haciendo muy bien. —Besé la curva de su cuello. —Eres una belleza. —Apreté mi erección contra la cara interna de uno de sus muslos y ella abrió más las piernas, dejándome ajustarme. Vi su rostro al sentirme como una roca y eso me provocó oprimir más mi longitud contra ella. —Córrete para mí. —Le pedí tomando entre mis dientes la piel de sus pechos. Tessa cerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás. —Mírame, — le pedí. Quería ver su rostro, atrapar sus primeros sollozos.

Ambos jadeábamos con fuerza, tocándonos recostados sobre la arena, dejándonos llevar por las sensaciones ardientes.

Se esforzó por mirarme a los ojos, mientras estallaba sobre mi mano. Los músculos se tensaron alrededor de mis dedos, liberándose en espasmos vibrantes. Cada jadeo hacía que mi pene se apretara con fuerza contra su cuerpo frágil.

Continúe invadiéndola, provocándola con cada toque, frotando, jugando con sus labios aceitosos y la protuberancia hinchada. No pasó mucho tiempo hasta que efectivamente explotó por segunda vez de forma brutal.

Tessa se aferró a mis brazos clavando las uñas tan profundamente como le era posible.

—Oh… Cameron… —Gimoteo, con la mirada vidriosa.

Se sacudió implacablemente, al tiempo que yo atrapaba sus labios, devorando cada uno de sus trémulos quejidos.

Permanecimos varios segundos mirándonos embriagados el uno por el otro.

—Eres tan hermosa, Tessa. —Con los nudillos rocé, sus labios perfectos e hinchados, acaricie la línea delicada de su mentón. Atraje su cuerpo hacia el mío, acunándola entre mis brazos. Sintiéndome satisfecho de que su primer orgasmo con un hombre fuese justo, donde debía ser y conmigo. Nunca antes me había sentido tan poderoso o lleno de vida. —Te deseo, Tess. —Entrelacé nuestros dedos y acaricié con el pulgar la alianza. —pero es más que eso, mucho más…

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