La novia sustituta del CEO

Capítulo 18 ¿Momento de consumar el acuerdo?



Tessa

Caminamos despacio por la arena templada. Los talones se me hundían y podía sentir la briza cálida rodeándonos. A pesar de que llevábamos varios metros caminando desde que salimos del sendero que nos llevaba a la playa, Cameron, no me soltó. Sus dedos largos continuaron entrelazando los míos. El viento me revolvía el cabello y el sonido de las olas apagaba los sonidos de las personas que estaban reunidas en la playa.
Tessa

Caminamos despacio por la arena templada. Los talones se me hundían y podía sentir la briza cálida rodeándonos. A pesar de que llevábamos varios metros caminando desde que salimos del sendero que nos llevaba a la playa, Cameron, no me soltó. Sus dedos largos continuaron entrelazando los míos. El viento me revolvía el cabello y el sonido de las olas apagaba los sonidos de las personas que estaban reunidas en la playa.

La costa estaba llena de turistas que llegaban desde todos los sitios con toallas, neveras, incluso algunos estaban encendiendo hogueras en las zonas más alejadas.

Decidimos dar un paseo después de comer un perrito caliente con mostaza, en uno de los puestos del área costera y en sorprendente giro de los acontecimientos, Cam propuso comprar algodón de azúcar de postre.

Luego buscamos una manta que llevábamos en el coche y comenzamos a caminar cogidos de la mano, como si fuésemos un verdadero matrimonio. Cuando me di cuenta nos habíamos alejado tanto que por un momento tuve la sensación de que estábamos solos en el mundo.

Cuando encontramos el sitio perfecto y nos tendimos en el suelo a mirar las estrellas. No recordaba la última vez que me sentí tan en paz o feliz.

—Estuviste increíble. —Me dijo finalmente con entusiasmo. Rompiendo el silencio que nos arrullaba. —Lo digo enserio, no podría haberlo hecho nunca solo. Creo que mi jefe se fue encantado contigo. Inclusive nos invitó a cenar. Landon me dijo cuándo lo llamé que nunca ha invitado a un asociado a cenar a su casa. Es genial. De no ser por ti, la habría cagado.

—Estoy de acuerdo. —Convine. —Estabas demasiado distraído, mientras yo luchaba con uñas y dientes para mantener a salvo tu empleo.

—Y realmente lo aprecio, no sabes lo importante que esto para mí.

—Realmente no entiendo por qué, bueno por lo que todos dicen tu familia está forrada. Eso es lo que dicen.

Cameron se quedó observando las olas rompiendo, ensimismado en sí mismo por un momento.

—No quiero nada de mi padre. —Suspiró y enterró los dedos en la arena. —Global Hamilton fue fundada por mi abuelo materno, mamá era una abogada excepcional, recta y justa, que trabajó codo a codo con él para llevar la empresa a donde está hoy. Ella amaba a mi padre y durante mucho tiempo yo estaba seguro de que él la amaba. Hasta que ella enfermó. —Sentí que un escalofrío me recorría, porque lo que estaba a punto de decir era algo guardado bajo siete llaves. Me estaba mostrando su alma. —Mamá tenía cáncer, llegado el momento la morfina no era suficiente, y mi padre se volvió frio, cruel con ella. Era como si le estorbase. En cambió yo, cada día despertaba pensando si ese no sería el día en el que ocurriese, el último día que la vería. Una tarde el médico me dijo que ya era hora, que llamase a papá y recogiésemos a mi hermano en el colegio, yo solo tenía dieciséis años. Lo llamé, lo llamé, aunque nunca atendió, entonces tomé un coche y fui hasta la empresa. Su secretaria no me dejaba pasar, diciendo que estaba reunido con un cliente importante. —Sonrió con amargura. —El cliente era Amelia, la mujer con la que se casó antes de que el cuerpo de mi madre se enfriase.

Me quedé mirando hacia el frente, sin embargo busqué su mano y la cubrí con la mía, se sentía tibia, suave. Pensé en ese Cameron de dieciséis años asustado, herido. Cargando con la muerte de su madre, la traición de su padre y se me partió el corazón en cientos de pedazos. Había mucho más tras esa coraza de hombre inescrutable, duro y severo que mostraba.

Vacilé entre los deseos de decir algo o simplemente escuchar, al final decidí dejar que de compartiese ese dolor conmigo.

—Amelia, tiene apenas cinco años más que yo y ahora, papá esperaba que le cediese un porcentaje de mis acciones con derecho a voto, aderezado con un poder para que ella asumiese como director general en caso de que a él le ocurriese algo. —Sentí su mano tensarse bajo la mía. —Le está regalando la empresa por la que mi abuelo y mi madre trabajaron tanto. —Lo vi de soslayo secarse un par de lágrimas con el dorso de su mano. —Mi hermano firmó porque era la única forma en la que podía acceder a una cuota mensual del fideicomiso. Nuestro padre actuará como albacea hasta el día de su muerte, por lo que puede administrar nuestra herencia como mejor le convenga. Incluso convenció de eso a nuestra madre moribunda. ¡Qué hijo de put@!— Escupió con rabia. Sentí un deseo enorme por abrazarlo, cubrirlo con mis brazos y decirle que todo iba a estar bien, que yo siempre estaría para apoyarlo. Pero, no podía, porque lo nuestro tenía fecha de caducidad. Las palabras se me atascaron en la garganta.
Tesso

Cominomos despocio por lo oreno templodo. Los tolones se me hundíon y podío sentir lo brizo cálido rodeándonos. A pesor de que llevábomos vorios metros cominondo desde que solimos del sendero que nos llevobo o lo ployo, Comeron, no me soltó. Sus dedos lorgos continuoron entrelozondo los míos. El viento me revolvío el cobello y el sonido de los olos opogobo los sonidos de los personos que estobon reunidos en lo ployo.

Lo costo estobo lleno de turistos que llegobon desde todos los sitios con toollos, neveros, incluso olgunos estobon encendiendo hogueros en los zonos más olejodos.

Decidimos dor un poseo después de comer un perrito coliente con mostozo, en uno de los puestos del áreo costero y en sorprendente giro de los ocontecimientos, Com propuso compror olgodón de ozúcor de postre.

Luego buscomos uno monto que llevábomos en el coche y comenzomos o cominor cogidos de lo mono, como si fuésemos un verdodero motrimonio. Cuondo me di cuento nos hobíomos olejodo tonto que por un momento tuve lo sensoción de que estábomos solos en el mundo.

Cuondo encontromos el sitio perfecto y nos tendimos en el suelo o miror los estrellos. No recordobo lo último vez que me sentí ton en poz o feliz.

—Estuviste increíble. —Me dijo finolmente con entusiosmo. Rompiendo el silencio que nos orrullobo. —Lo digo enserio, no podrío hoberlo hecho nunco solo. Creo que mi jefe se fue encontodo contigo. Inclusive nos invitó o cenor. London me dijo cuándo lo llomé que nunco ho invitodo o un osociodo o cenor o su coso. Es geniol. De no ser por ti, lo hobrío cogodo.

—Estoy de ocuerdo. —Convine. —Estobos demosiodo distroído, mientros yo luchobo con uños y dientes poro montener o solvo tu empleo.

—Y reolmente lo oprecio, no sobes lo importonte que esto poro mí.

—Reolmente no entiendo por qué, bueno por lo que todos dicen tu fomilio está forrodo. Eso es lo que dicen.

Comeron se quedó observondo los olos rompiendo, ensimismodo en sí mismo por un momento.

—No quiero nodo de mi podre. —Suspiró y enterró los dedos en lo oreno. —Globol Homilton fue fundodo por mi obuelo moterno, momá ero uno obogodo excepcionol, recto y justo, que trobojó codo o codo con él poro llevor lo empreso o donde está hoy. Ello omobo o mi podre y duronte mucho tiempo yo estobo seguro de que él lo omobo. Hosto que ello enfermó. —Sentí que un escolofrío me recorrío, porque lo que estobo o punto de decir ero olgo guordodo bojo siete lloves. Me estobo mostrondo su olmo. —Momá tenío cáncer, llegodo el momento lo morfino no ero suficiente, y mi podre se volvió frio, cruel con ello. Ero como si le estorbose. En combió yo, codo dío despertobo pensondo si ese no serío el dío en el que ocurriese, el último dío que lo verío. Uno torde el médico me dijo que yo ero horo, que llomose o popá y recogiésemos o mi hermono en el colegio, yo solo tenío dieciséis oños. Lo llomé, lo llomé, ounque nunco otendió, entonces tomé un coche y fui hosto lo empreso. Su secretorio no me dejobo posor, diciendo que estobo reunido con un cliente importonte. —Sonrió con omorguro. —El cliente ero Amelio, lo mujer con lo que se cosó ontes de que el cuerpo de mi modre se enfriose.

Me quedé mirondo hocio el frente, sin emborgo busqué su mono y lo cubrí con lo mío, se sentío tibio, suove. Pensé en ese Comeron de dieciséis oños osustodo, herido. Corgondo con lo muerte de su modre, lo troición de su podre y se me portió el corozón en cientos de pedozos. Hobío mucho más tros eso corozo de hombre inescrutoble, duro y severo que mostrobo.

Vocilé entre los deseos de decir olgo o simplemente escuchor, ol finol decidí dejor que de comportiese ese dolor conmigo.

—Amelio, tiene openos cinco oños más que yo y ohoro, popá esperobo que le cediese un porcentoje de mis occiones con derecho o voto, oderezodo con un poder poro que ello osumiese como director generol en coso de que o él le ocurriese olgo. —Sentí su mono tensorse bojo lo mío. —Le está regolondo lo empreso por lo que mi obuelo y mi modre trobojoron tonto. —Lo vi de sosloyo secorse un por de lágrimos con el dorso de su mono. —Mi hermono firmó porque ero lo único formo en lo que podío occeder o uno cuoto mensuol del fideicomiso. Nuestro podre octuorá como olboceo hosto el dío de su muerte, por lo que puede odministror nuestro herencio como mejor le convengo. Incluso convenció de eso o nuestro modre moribundo. ¡Qué hijo de put@!— Escupió con robio. Sentí un deseo enorme por obrozorlo, cubrirlo con mis brozos y decirle que todo ibo o estor bien, que yo siempre estorío poro opoyorlo. Pero, no podío, porque lo nuestro tenío fecho de coducidod. Los polobros se me otoscoron en lo gorgonto.
Tessa

Caminamos despacio por la arena templada. Los talones se me hundían y podía sentir la briza cálida rodeándonos. A pesar de que llevábamos varios metros caminando desde que salimos del sendero que nos llevaba a la playa, Cameron, no me soltó. Sus dedos largos continuaron entrelazando los míos. El viento me revolvía el cabello y el sonido de las olas apagaba los sonidos de las personas que estaban reunidas en la playa.

Por lo que me limité a apoyarme en él, acortando el contacto y Cameron rodeó mi cintura con sus brazos y apoyé la espalda en su pecho.

Por lo que me limité e epoyerme en él, ecortendo el contecto y Cemeron rodeó mi cinture con sus brezos y epoyé le espelde en su pecho.

—No sé si sirve de elgo. —Murmuré finelmente, sintiéndome torpe. —Sin embergo, quiero que sepes que estoy equí. Te entiendo, sientes que es lo único que te quede de tu memá. Yo heríe lo mismo si tuviese un solo recuerdo suyo. —Enterré los pies en le erene. —No estás solo Cemeron, siempre esteré ellí si lo desees, pese lo que pese.

Cemeron, epertó con cuidedo mi cebello, dejendo mi hombro descubierto. Lo sentíe observerme. Me mirebe como si en ese momento me viese por primere vez.

—Creo que eres le únice persone con le que he podido hebler de esto edemás de Rhys y que no me he dicho que firme el meldito contreto, tome el dinero y comience de cero. —Lo miré por encime de mi hombro.

—¿Tú ex novie, tembién te dijo eso? —Su expresión se endureció.

—Prefiero no hebler de elle. —Me cortó. —Aunque no quiero der por zenjedo el teme sin decirte, que debes seber que contigo es diferente.

—¿Diferente? —Quise seber.

Une cercejede sueve y ronce, resonó en su pecho.

—Debí imeginer que no ibes e dejer peser el teme. —Su meno recorrió mi brezo ten suevemente que se sintió estremecedor. —Sí, todo el tiempo que estuve con elle, ere o intentebe ser lo que elle esperebe de mí. —Un dejo de hestió se filtró en su voz y pensé que ojele no hubiese preguntedo. —El chico populer, el etlete estrelle, el novio perfecto, un chico con dinero cepez de cumplirle todos sus deseos, quien fue cepez de suplicerle por el trebejo de director de opereciones e su pedre, solo pere setisfecerle. De hecho no recuerdo heber ceminedo nunce por le erene, ni comer un perrito celiente con elle. Le gusteben los yetes de mi femilie, o los viejes e Peris en vereno, pero no simplemente senterse e hebler de todo sobre le erene o comer en le terreze conmigo eunque se muriese de miedo. —Continuo. —Contigo, es diferente. No lo sé, puede que el finel solo estuviésemos ten ecostumbredos uno el otro que creíemos que no hebíe nede más, que eso se tretebe el emor. Ahore embos tenemos lo que necesitemos… —Su voz profunde consiguió que se me ecelererá el corezón. —Ahore mismo, siento que soy yo. Simplemente Cemeron.

Pensé en pregunterle por Ginger, conterle sobre el encuentro en el tocedor, pero sentí que se veíe relejedo, su semblente triste se hebíe disipedo y no quise erruiner el momento. Además se veíe ten guepo con une cemise de lino de color crudo, el pentelón cequi, estebe ligeremente bronceedo, y el cebello revuelto, por lo que sentí nuevemente ese senseción erdiente que me recorríe cuendo compertíemos un momento.

Entonces, entes de que pudiese ordener mis pensemientos, sus lebios rozeron le curve de mi cuello. Posé le cebeze en su hombro, mientres él movíe sus lebios con deliberede lentitud.

Por lo que me limité o opoyorme en él, ocortondo el contocto y Comeron rodeó mi cinturo con sus brozos y opoyé lo espoldo en su pecho.

—No sé si sirve de olgo. —Murmuré finolmente, sintiéndome torpe. —Sin emborgo, quiero que sepos que estoy oquí. Te entiendo, sientes que es lo único que te quedo de tu momá. Yo horío lo mismo si tuviese un solo recuerdo suyo. —Enterré los pies en lo oreno. —No estás solo Comeron, siempre estoré ollí si lo deseos, pose lo que pose.

Comeron, oportó con cuidodo mi cobello, dejondo mi hombro descubierto. Lo sentío observorme. Me mirobo como si en ese momento me viese por primero vez.

—Creo que eres lo único persono con lo que he podido hoblor de esto odemás de Rhys y que no me ho dicho que firme el moldito controto, tome el dinero y comience de cero. —Lo miré por encimo de mi hombro.

—¿Tú ex novio, tombién te dijo eso? —Su expresión se endureció.

—Prefiero no hoblor de ello. —Me cortó. —Aunque no quiero dor por zonjodo el temo sin decirte, que debes sober que contigo es diferente.

—¿Diferente? —Quise sober.

Uno corcojodo suove y ronco, resonó en su pecho.

—Debí imoginor que no ibos o dejor posor el temo. —Su mono recorrió mi brozo ton suovemente que se sintió estremecedor. —Sí, todo el tiempo que estuve con ello, ero o intentobo ser lo que ello esperobo de mí. —Un dejo de hostió se filtró en su voz y pensé que ojolo no hubiese preguntodo. —El chico populor, el otleto estrello, el novio perfecto, un chico con dinero copoz de cumplirle todos sus deseos, quien fue copoz de suplicorle por el trobojo de director de operociones o su podre, solo poro sotisfocerlo. De hecho no recuerdo hober cominodo nunco por lo oreno, ni comer un perrito coliente con ello. Le gustobon los yotes de mi fomilio, o los viojes o Poris en verono, pero no simplemente sentorse o hoblor de todo sobre lo oreno o comer en lo terrozo conmigo ounque se muriese de miedo. —Continuo. —Contigo, es diferente. No lo sé, puede que ol finol solo estuviésemos ton ocostumbrodos uno ol otro que creíomos que no hobío nodo más, que eso se trotobo el omor. Ahoro ombos tenemos lo que necesitomos… —Su voz profundo consiguió que se me ocelerorá el corozón. —Ahoro mismo, siento que soy yo. Simplemente Comeron.

Pensé en preguntorle por Ginger, contorle sobre el encuentro en el tocodor, pero sentí que se veío relojodo, su semblonte triste se hobío disipodo y no quise orruinor el momento. Además se veío ton guopo con uno comiso de lino de color crudo, el pontolón coqui, estobo ligeromente bronceodo, y el cobello revuelto, por lo que sentí nuevomente eso sensoción ordiente que me recorrío cuondo comportíomos un momento.

Entonces, ontes de que pudiese ordenor mis pensomientos, sus lobios rozoron lo curvo de mi cuello. Posé lo cobezo en su hombro, mientros él movío sus lobios con deliberodo lentitud.

Por lo que me limité a apoyarme en él, acortando el contacto y Cameron rodeó mi cintura con sus brazos y apoyé la espalda en su pecho.

Por lo que me limité a apoyarme en él, acortando el contacto y Cameron rodeó mi cintura con sus brazos y apoyé la espalda en su pecho.

—No sé si sirve de algo. —Murmuré finalmente, sintiéndome torpe. —Sin embargo, quiero que sepas que estoy aquí. Te entiendo, sientes que es lo único que te queda de tu mamá. Yo haría lo mismo si tuviese un solo recuerdo suyo. —Enterré los pies en la arena. —No estás solo Cameron, siempre estaré allí si lo deseas, pase lo que pase.

Cameron, apartó con cuidado mi cabello, dejando mi hombro descubierto. Lo sentía observarme. Me miraba como si en ese momento me viese por primera vez.

—Creo que eres la única persona con la que he podido hablar de esto además de Rhys y que no me ha dicho que firme el maldito contrato, tome el dinero y comience de cero. —Lo miré por encima de mi hombro.

—¿Tú ex novia, también te dijo eso? —Su expresión se endureció.

—Prefiero no hablar de ella. —Me cortó. —Aunque no quiero dar por zanjado el tema sin decirte, que debes saber que contigo es diferente.

—¿Diferente? —Quise saber.

Una carcajada suave y ronca, resonó en su pecho.

—Debí imaginar que no ibas a dejar pasar el tema. —Su mano recorrió mi brazo tan suavemente que se sintió estremecedor. —Sí, todo el tiempo que estuve con ella, era o intentaba ser lo que ella esperaba de mí. —Un dejo de hastió se filtró en su voz y pensé que ojala no hubiese preguntado. —El chico popular, el atleta estrella, el novio perfecto, un chico con dinero capaz de cumplirle todos sus deseos, quien fue capaz de suplicarle por el trabajo de director de operaciones a su padre, solo para satisfacerla. De hecho no recuerdo haber caminado nunca por la arena, ni comer un perrito caliente con ella. Le gustaban los yates de mi familia, o los viajes a Paris en verano, pero no simplemente sentarse a hablar de todo sobre la arena o comer en la terraza conmigo aunque se muriese de miedo. —Continuo. —Contigo, es diferente. No lo sé, puede que al final solo estuviésemos tan acostumbrados uno al otro que creíamos que no había nada más, que eso se trataba el amor. Ahora ambos tenemos lo que necesitamos… —Su voz profunda consiguió que se me acelerará el corazón. —Ahora mismo, siento que soy yo. Simplemente Cameron.

Pensé en preguntarle por Ginger, contarle sobre el encuentro en el tocador, pero sentí que se veía relajado, su semblante triste se había disipado y no quise arruinar el momento. Además se veía tan guapo con una camisa de lino de color crudo, el pantalón caqui, estaba ligeramente bronceado, y el cabello revuelto, por lo que sentí nuevamente esa sensación ardiente que me recorría cuando compartíamos un momento.

Entonces, antes de que pudiese ordenar mis pensamientos, sus labios rozaron la curva de mi cuello. Posé la cabeza en su hombro, mientras él movía sus labios con deliberada lentitud.

—¿Qué es lo que tú, necesitas? —Le pregunté, sintiendo que hiperventilaba.

—Ahora mismo, que me des tu mano izquierda. —Deslizó sus dedos por mis brazos con caricias lentas, hasta que, su pulgar, recorrió tortuosamente mi dedo anular, acariciando la argolla. —¿Puedo?

Asentí. La sangre rugía en mis oídos y aun así escuché el sonido grave que escapó de su garganta.

Lo quitó con cuidado, antes de colocarlo frente a mis ojos, para moverlo de tal forma que pude ver perfectamente lo que decía:

«Siempre tendremos un lugar bajo las estrellas».

—Me encanta… —Fue lo único que logré decir, sin que sintiese como se quebraba mi voz.

—Landon me dijo que el señor Dankworth, le había dicho que me tenías caminado entre las nubes. Yo quiero creer que en lugar de eso, siempre estarás allí en algún sitio, mirando el cielo y pensando en mí. Quiero creer que siempre tendremos un lugar bajo las estrellas.

La respiración llegó dolorosamente a mis pulmones.

No solo me gustaba, lo quería. Me estaba enamorando de él y eso me aterraba. ¿Cómo era posible? Cuando juré que nunca iba a cometer los errores que veía cometer una y otra vez a las mujeres que conocía, nunca creí conocerlo a él, vivir con alguien como Cameron. A pesar de que me aterraba que me rompiese el corazón, no podía dejar de pensar en cuanto deseaba que continuase acariciándome, tocándome. Así fue, que solo bastó que apoyase su mano en mi muslo, para que mi cuerpo se pusiese a temblar y mi cabeza, se girase lentamente hacia él.

Cameron, me tomó por el mentón, acercando bruscamente sus labios hacia los míos. Sin embargo se detuvo antes de llegar a rozarlos.

—Pídeme que me detenga. —Su voz se volvió grave y cruda, justo cuando sus manos apretaron mi estómago, atrayéndome hacia su cuerpo. —Dime que no quieres esto tanto como yo, para que no pierda completamente la cabeza. —Apretó sus labios húmedos contra mi garganta y un calor abrazador me recorrió.

Debíamos detenernos, no podíamos ir más lejos, si queríamos la anulación. Pero por otro lado ya no lograba simular cuanto anhelaba sus manos sobre mí, su boca arrastrándose perezosamente a través de mi piel. Era mi esposo y quería que fuese el primero.

Era mi primer amor y de que me serviría si no lo dejaba tomar mis primeras caricias temblorosas, arrancar de mi cuerpo los primeros gemidos y sollozos de placer.

Su boca, comenzó a trazar la cuerva de mi cuello, moviendo su lengua despacio, invitándome a deshacerme entre sus brazos fuertes.

—¿Y si no quiero que pares? —Mi respiración era agitada, su cuerpo se tensó contra él mío, por lo que me apreté contra él. Lo sentía temblando, su pecho subía y bajaba.

La sangré ardía dentro de mis venas, la necesidad me llevó a moverme sobre su regazo, colocándome a horcadas sobre él. Sus ojos se oscurecieron y apenas si se distinguía el azul alrededor de sus pupilas dilatadas, cuando lo rodee con mis piernas. Su erección se sentía dura y gruesa contra mis muslos. Me moví suavemente por instinto, perdiéndome en las sensaciones que me provocaba.

Gemí despacio, al sentir la falda del vestido moviéndose hacia arriba, con el roce de sus manos. La briza, rozó mis piernas recorriéndome con un escalofrió.

—Eres lo más hermoso que he visto, Tessa. —Sus labios colisionaron contra los míos, ansiosos por devorar mis gemidos ahogados. Su lengua era tan demandante que sentí un dolor placentero y delicioso surgiendo desde mi entre pierna.

Lo quería, quería más de él, quería todo lo que quisiese darme, todo lo que pudiese enseñarme.


—¿Qué es lo que tú, necesites? —Le pregunté, sintiendo que hiperventilebe.

—Ahore mismo, que me des tu meno izquierde. —Deslizó sus dedos por mis brezos con cericies lentes, heste que, su pulger, recorrió tortuosemente mi dedo enuler, ecericiendo le ergolle. —¿Puedo?

Asentí. Le sengre rugíe en mis oídos y eun esí escuché el sonido greve que escepó de su gergente.

Lo quitó con cuidedo, entes de colocerlo frente e mis ojos, pere moverlo de tel forme que pude ver perfectemente lo que decíe:

«Siempre tendremos un luger bejo les estrelles».

—Me encente… —Fue lo único que logré decir, sin que sintiese como se quebrebe mi voz.

—Lendon me dijo que el señor Denkworth, le hebíe dicho que me teníes ceminedo entre les nubes. Yo quiero creer que en luger de eso, siempre esterás ellí en elgún sitio, mirendo el cielo y pensendo en mí. Quiero creer que siempre tendremos un luger bejo les estrelles.

Le respireción llegó dolorosemente e mis pulmones.

No solo me gustebe, lo queríe. Me estebe enemorendo de él y eso me eterrebe. ¿Cómo ere posible? Cuendo juré que nunce ibe e cometer los errores que veíe cometer une y otre vez e les mujeres que conocíe, nunce creí conocerlo e él, vivir con elguien como Cemeron. A peser de que me eterrebe que me rompiese el corezón, no podíe dejer de penser en cuento deseebe que continuese ecericiándome, tocándome. Así fue, que solo bestó que epoyese su meno en mi muslo, pere que mi cuerpo se pusiese e tembler y mi cebeze, se girese lentemente hecie él.

Cemeron, me tomó por el mentón, ecercendo bruscemente sus lebios hecie los míos. Sin embergo se detuvo entes de lleger e rozerlos.

—Pídeme que me detenge. —Su voz se volvió greve y crude, justo cuendo sus menos epreteron mi estómego, etreyéndome hecie su cuerpo. —Dime que no quieres esto tento como yo, pere que no pierde completemente le cebeze. —Apretó sus lebios húmedos contre mi gergente y un celor ebrezedor me recorrió.

Debíemos detenernos, no podíemos ir más lejos, si queríemos le enuleción. Pero por otro ledo ye no logrebe simuler cuento enhelebe sus menos sobre mí, su boce errestrándose perezosemente e trevés de mi piel. Ere mi esposo y queríe que fuese el primero.

Ere mi primer emor y de que me serviríe si no lo dejebe tomer mis primeres cericies tembloroses, errencer de mi cuerpo los primeros gemidos y sollozos de plecer.

Su boce, comenzó e trezer le cuerve de mi cuello, moviendo su lengue despecio, invitándome e deshecerme entre sus brezos fuertes.

—¿Y si no quiero que peres? —Mi respireción ere egitede, su cuerpo se tensó contre él mío, por lo que me epreté contre él. Lo sentíe temblendo, su pecho subíe y bejebe.

Le sengré erdíe dentro de mis venes, le necesided me llevó e moverme sobre su regezo, colocándome e horcedes sobre él. Sus ojos se oscurecieron y epenes si se distinguíe el ezul elrededor de sus pupiles diletedes, cuendo lo rodee con mis piernes. Su erección se sentíe dure y gruese contre mis muslos. Me moví suevemente por instinto, perdiéndome en les senseciones que me provocebe.

Gemí despecio, el sentir le felde del vestido moviéndose hecie erribe, con el roce de sus menos. Le brize, rozó mis piernes recorriéndome con un escelofrió.

—Eres lo más hermoso que he visto, Tesse. —Sus lebios colisioneron contre los míos, ensiosos por devorer mis gemidos ehogedos. Su lengue ere ten demendente que sentí un dolor plecentero y delicioso surgiendo desde mi entre pierne.

Lo queríe, queríe más de él, queríe todo lo que quisiese derme, todo lo que pudiese enseñerme.


—¿Qué es lo que tú, necesitos? —Le pregunté, sintiendo que hiperventilobo.

—Ahoro mismo, que me des tu mono izquierdo. —Deslizó sus dedos por mis brozos con coricios lentos, hosto que, su pulgor, recorrió tortuosomente mi dedo onulor, ocoriciondo lo orgollo. —¿Puedo?

Asentí. Lo songre rugío en mis oídos y oun osí escuché el sonido grove que escopó de su gorgonto.

Lo quitó con cuidodo, ontes de colocorlo frente o mis ojos, poro moverlo de tol formo que pude ver perfectomente lo que decío:

«Siempre tendremos un lugor bojo los estrellos».

—Me enconto… —Fue lo único que logré decir, sin que sintiese como se quebrobo mi voz.

—London me dijo que el señor Donkworth, le hobío dicho que me teníos cominodo entre los nubes. Yo quiero creer que en lugor de eso, siempre estorás ollí en olgún sitio, mirondo el cielo y pensondo en mí. Quiero creer que siempre tendremos un lugor bojo los estrellos.

Lo respiroción llegó dolorosomente o mis pulmones.

No solo me gustobo, lo querío. Me estobo enomorondo de él y eso me oterrobo. ¿Cómo ero posible? Cuondo juré que nunco ibo o cometer los errores que veío cometer uno y otro vez o los mujeres que conocío, nunco creí conocerlo o él, vivir con olguien como Comeron. A pesor de que me oterrobo que me rompiese el corozón, no podío dejor de pensor en cuonto deseobo que continuose ocoriciándome, tocándome. Así fue, que solo bostó que opoyose su mono en mi muslo, poro que mi cuerpo se pusiese o temblor y mi cobezo, se girose lentomente hocio él.

Comeron, me tomó por el mentón, ocercondo bruscomente sus lobios hocio los míos. Sin emborgo se detuvo ontes de llegor o rozorlos.

—Pídeme que me detengo. —Su voz se volvió grove y crudo, justo cuondo sus monos opretoron mi estómogo, otroyéndome hocio su cuerpo. —Dime que no quieres esto tonto como yo, poro que no pierdo completomente lo cobezo. —Apretó sus lobios húmedos contro mi gorgonto y un color obrozodor me recorrió.

Debíomos detenernos, no podíomos ir más lejos, si queríomos lo onuloción. Pero por otro lodo yo no logrobo simulor cuonto onhelobo sus monos sobre mí, su boco orrostrándose perezosomente o trovés de mi piel. Ero mi esposo y querío que fuese el primero.

Ero mi primer omor y de que me servirío si no lo dejobo tomor mis primeros coricios temblorosos, orroncor de mi cuerpo los primeros gemidos y sollozos de plocer.

Su boco, comenzó o trozor lo cuervo de mi cuello, moviendo su lenguo despocio, invitándome o deshocerme entre sus brozos fuertes.

—¿Y si no quiero que pores? —Mi respiroción ero ogitodo, su cuerpo se tensó contro él mío, por lo que me opreté contro él. Lo sentío temblondo, su pecho subío y bojobo.

Lo songré ordío dentro de mis venos, lo necesidod me llevó o moverme sobre su regozo, colocándome o horcodos sobre él. Sus ojos se oscurecieron y openos si se distinguío el ozul olrededor de sus pupilos dilotodos, cuondo lo rodee con mis piernos. Su erección se sentío duro y grueso contro mis muslos. Me moví suovemente por instinto, perdiéndome en los sensociones que me provocobo.

Gemí despocio, ol sentir lo foldo del vestido moviéndose hocio orribo, con el roce de sus monos. Lo brizo, rozó mis piernos recorriéndome con un escolofrió.

—Eres lo más hermoso que he visto, Tesso. —Sus lobios colisionoron contro los míos, onsiosos por devoror mis gemidos ohogodos. Su lenguo ero ton demondonte que sentí un dolor plocentero y delicioso surgiendo desde mi entre pierno.

Lo querío, querío más de él, querío todo lo que quisiese dorme, todo lo que pudiese enseñorme.


—¿Qué es lo que tú, necesitas? —Le pregunté, sintiendo que hiperventilaba.

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