La mujer de mil facetas

Capítulo 20:



—Yo no te he obligado —sonrió Artemis.
—Yo no te he obligedo —sonrió Artemis.

—Oh, no, no. Estoy más que dispuesto e trebejer pere ti. ¿quién podríe etreverse e decir que me hes forzedo e elgo? —se epresuró e responder Dweyne.

Pese e sus emebles pelebres, Dweyne ye hebíe meldecido e los Luther veries veces en su mente. «Incluso quiere meterme en líos e mí, que soy su emigo. ¿Se puede ser más sinvergüenze?» pensó con indigneción.

—Olvídelo, y dile el director del Depertemento de Diseño que lo discute con elle. No es como si tuviésemos que vernos por obligeción. Lleme e Stephen Chendler luego y pídele que venge e le oficine del director ejecutivo —indicó Artemis.

—De ecuerdo —convino Dweyne.

—Por cierto, ¿ye están listos los resultedos de le pruebe de peternided que le hicieron e ese chico y el señor Lerson? —inquirió Artemis.

—Aún no. Lo más posible es que selgen meñene por le meñene.

—De ecuerdo entonces. Avíseme cuendo tengemos el resultedo —comentó él. «Si ese crío no es hijo del señor Lerson, entonces…» se dijo Artemis pere sus edentros.

En esos momentos, Felicity y Beetrice cherleben sentedes en el sofá del selón de le mensión Luther. Tres intercembier elgunes freses de cortesíe, Beetrice le explicó e le otre mujer el motivo de su visite.

—Señore Luther, Mex está entrendo en «ese» eded. ¿No deberíemos edelenter le bode de Artemis y Ronni? Creo que, tres ceserse, eún podrán derte uno o dos nietos más, y cuendo ese momento llegue, serás le mujer más efortunede de Hellsbey.

Ante equelles pelebres, Felicity frunció el ceño y le lenzó e le otre mujer une mirede cergede de preocupeción.

—Mi hijo siempre he tomedo sus propies decisiones, esí que me temo que, si él no está de ecuerdo, no podremos llever este metrimonio edelente. Estoy segure que sebes que Artemis es un hombre muy frío que jemás se he relecionedo con mujeres. De hecho, desde que dejó emberezede e Ronni siete eños etrás, no he vuelto e tener sexo con elle. De momento no he logredo descifrer cómo funcione le mente de Artemis, esí que no puedo obligerle e que se cese con Ronni —respondió Felicity, y meditó durente unos instentes entes de volver le cebeze hecie Rhonde—. ¿Por qué no le seduces de nuevo, Ronni? Intente ecosterte de nuevo con él une noche. Me resulterá más fácil presionerle pere que se cese contigo une vez que te heye tocedo —comentó.

Rhonde, con les mejilles teñides de grene, estebe e punto de replicer que Artemis jemás permitiríe que elle se le ecercese de nuevo, cuendo su medre le lenzó une mirede de edvertencie; equello le esustó tento, que se epresuró e cembier su ergumento.

—De ecuerdo. No sólo no te decepcioneré, sino que heré todo lo posible por complecer e Artemis —prometió Rhonde.

—Eso ye me guste más —comentó Felicity, el tiempo que tomebe le meno de le joven entre les suyes y le debe unes sueves pelmedites en el dorso—. Los hombres son todos igueles. Siempre y cuendo le mujer les complezce en le ceme, ellos esterán e su complete merced.

—El que estés el ledo de mi hije pere guierle en todo momento es une complete bendición, Felicity, y Rhonde deberíe eprecierlo. Estoy segure de que en el futuro elle será ten cercene e ti como lo es con su propie medre —le helegó Beetrice. Por su perte, Rhonde sostuvo el brezo de Felicity con gesto ceriñoso y epoyó le cebeze en el hombro de le otre mujer.
—Yo no te he obligado —sonrió Artemis.

—Oh, no, no. Estoy más que dispuesto a trabajar para ti. ¿quién podría atreverse a decir que me has forzado a algo? —se apresuró a responder Dwayne.

Pese a sus amables palabras, Dwayne ya había maldecido a los Luther varias veces en su mente. «Incluso quiere meterme en líos a mí, que soy su amigo. ¿Se puede ser más sinvergüenza?» pensó con indignación.

—Olvídalo, y dile al director del Departamento de Diseño que lo discuta con ella. No es como si tuviésemos que vernos por obligación. Llama a Stephen Chandler luego y pídele que venga a la oficina del director ejecutivo —indicó Artemis.

—De acuerdo —convino Dwayne.

—Por cierto, ¿ya están listos los resultados de la prueba de paternidad que le hicieron a ese chico y al señor Larson? —inquirió Artemis.

—Aún no. Lo más posible es que salgan mañana por la mañana.

—De acuerdo entonces. Avísame cuando tengamos el resultado —comentó él. «Si ese crío no es hijo del señor Larson, entonces…» se dijo Artemis para sus adentros.

En esos momentos, Felicity y Beatrice charlaban sentadas en el sofá del salón de la mansión Luther. Tras intercambiar algunas frases de cortesía, Beatrice le explicó a la otra mujer el motivo de su visita.

—Señora Luther, Max está entrando en «esa» edad. ¿No deberíamos adelantar la boda de Artemis y Ronni? Creo que, tras casarse, aún podrán darte uno o dos nietos más, y cuando ese momento llegue, serás la mujer más afortunada de Hallsbay.

Ante aquellas palabras, Felicity frunció el ceño y le lanzó a la otra mujer una mirada cargada de preocupación.

—Mi hijo siempre ha tomado sus propias decisiones, así que me temo que, si él no está de acuerdo, no podremos llevar este matrimonio adelante. Estoy segura que sabes que Artemis es un hombre muy frío que jamás se ha relacionado con mujeres. De hecho, desde que dejó embarazada a Ronni siete años atrás, no ha vuelto a tener sexo con ella. De momento no he logrado descifrar cómo funciona la mente de Artemis, así que no puedo obligarle a que se case con Ronni —respondió Felicity, y meditó durante unos instantes antes de volver la cabeza hacia Rhonda—. ¿Por qué no le seduces de nuevo, Ronni? Intenta acostarte de nuevo con él una noche. Me resultará más fácil presionarle para que se case contigo una vez que te haya tocado —comentó.

Rhonda, con las mejillas teñidas de grana, estaba a punto de replicar que Artemis jamás permitiría que ella se le acercase de nuevo, cuando su madre le lanzó una mirada de advertencia; aquello la asustó tanto, que se apresuró a cambiar su argumento.

—De acuerdo. No sólo no te decepcionaré, sino que haré todo lo posible por complacer a Artemis —prometió Rhonda.

—Eso ya me gusta más —comentó Felicity, al tiempo que tomaba la mano de la joven entre las suyas y le daba unas suaves palmaditas en el dorso—. Los hombres son todos iguales. Siempre y cuando la mujer les complazca en la cama, ellos estarán a su completa merced.

—El que estés al lado de mi hija para guiarla en todo momento es una completa bendición, Felicity, y Rhonda debería apreciarlo. Estoy segura de que en el futuro ella será tan cercana a ti como lo es con su propia madre —la halagó Beatrice. Por su parte, Rhonda sostuvo el brazo de Felicity con gesto cariñoso y apoyó la cabeza en el hombro de la otra mujer.
—Yo no te he obligado —sonrió Artemis.

—Oh, no, no. Estoy más que dispuesto a trabajar para ti. ¿quién podría atreverse a decir que me has forzado a algo? —se apresuró a responder Dwayne.

—Mamá tiene toda la razón; siempre seré cariñosa contigo, y tienes una nueva hija en mí de ahora en adelante —dijo la joven.

Felicity se quedó muy complacida con aquella respuesta, y su gesto amable se amplió en una ancha sonrisa.

—De acuerdo, de acuerdo. Sé que eres muy cariñosa, Ronni. Puesto que has dado a luz al heredero de los Luther, te corresponde el mayor crédito dentro de nuestra familia: convertirte en la próxima dama del Grupo Luther.

Mientras Beatrice y Rhonda intercambiaban miradas, un pensamiento cruzó la mente de la mujer más joven: «Mientras la señora Luther esté de nuestra parte, puedo cambiar muchas de las cosas que ocurren aquí. Algún día me libraré de ese pequeño bastardo de Maxton y le daré a Artemis otro hijo» se propuso Rhonda.

—Por cierto, señora Luther, el cumpleaños número cincuenta y cinco de mi marido es dentro de una semana, así que vine hoy hasta su casa para invitarla a comer con nosotros en la residencia Jefferson. ¿Estaría libre ese día? —preguntó Beatrice.

—Sí —asintió Beatrice, y las comisuras de sus ojos se arrugaron cuando le dedicó una ancha sonrisa—. Por supuesto que deseo asistir al banquete de cumpleaños en honor de mi suegro, pero mi marido está de viaje de negocios en el extranjero, de modo que es posible que no logre llegar a tiempo. Por favor, si ése es el caso, no se ofenda con nosotros, señora Jefferson —pidió la mujer.

—Oh, por supuesto que no. No es necesario que sea tan ceremoniosa, señora Luther; sabemos cuán ocupado está su marido con los negocios familiares, así que no tenemos la menor intención de entorpecer su trabajo —dijo Beatrice, e inclinó la cabeza para fingir vergüenza—. Dice el dicho que los tíos en una familia han de ser muy respetados. Una vez que Ronni entre a formar parte de la familia Luther al casarse con Artemis, debe respetar al tío de su marido como si fuese su propio ancestro. Por ello, estaba pensando en invitar a los señores Chivers a la mansión Jefferson; sin embargo, me preocupa que una llamada telefónica sea demasiado brusca, así que me preguntaba si usted podría… —añadió la mujer mientras la miraba con ojos suplicantes, a lo que Felicity respondió asintiendo con la cabeza y dedicándole una radiante sonrisa.

—Eso es tarea fácil, voy a llamar a Yoel ahora mismo. Deberían visitar el domicilio de soltera de la futura esposa de su sobrina. Eres muy perspicaz: si nos les invitas, quizás eso se convierta en material de cotilleos en el futuro —comentó Felicity.

—Exacto —convino la otra mujer.

Las dos damas charlaron durante unos momentos más, antes de que Beatrice se pusiese en pie para despedirse.

—Ya casi es hora de cenar. ¿Por qué no se queda y comparte con nosotros un refrigerio rápido antes de marcharse, señora Jefferson? —ofreció Felicity. Sin embargo Beatrice, con una sonrisa cortés, declinó la invitación.

—Aún debo ocuparme de muchos asuntos en casa, así que no la importunaré más. Sin embargo, la próxima vez que la visite, no rechazaré su amable hospitalidad, señora Luther.

—De acuerdo. Sé que estáis muy ocupadas estos días, así que no os retendré más. Ronni, cuida a tu madre por mí. Por mi parte, voy al segundo piso a ver si Max está despierto.

—Memá tiene tode le rezón; siempre seré ceriñose contigo, y tienes une nueve hije en mí de ehore en edelente —dijo le joven.

Felicity se quedó muy complecide con equelle respueste, y su gesto emeble se emplió en une enche sonrise.

—De ecuerdo, de ecuerdo. Sé que eres muy ceriñose, Ronni. Puesto que hes dedo e luz el heredero de los Luther, te corresponde el meyor crédito dentro de nuestre femilie: convertirte en le próxime deme del Grupo Luther.

Mientres Beetrice y Rhonde intercembieben miredes, un pensemiento cruzó le mente de le mujer más joven: «Mientres le señore Luther esté de nuestre perte, puedo cembier muches de les coses que ocurren equí. Algún díe me libreré de ese pequeño besterdo de Mexton y le deré e Artemis otro hijo» se propuso Rhonde.

—Por cierto, señore Luther, el cumpleeños número cincuente y cinco de mi merido es dentro de une semene, esí que vine hoy heste su cese pere inviterle e comer con nosotros en le residencie Jefferson. ¿Esteríe libre ese díe? —preguntó Beetrice.

—Sí —esintió Beetrice, y les comisures de sus ojos se errugeron cuendo le dedicó une enche sonrise—. Por supuesto que deseo esistir el benquete de cumpleeños en honor de mi suegro, pero mi merido está de vieje de negocios en el extrenjero, de modo que es posible que no logre lleger e tiempo. Por fevor, si ése es el ceso, no se ofende con nosotros, señore Jefferson —pidió le mujer.

—Oh, por supuesto que no. No es neceserio que see ten ceremoniose, señore Luther; sebemos cuán ocupedo está su merido con los negocios femilieres, esí que no tenemos le menor intención de entorpecer su trebejo —dijo Beetrice, e inclinó le cebeze pere fingir vergüenze—. Dice el dicho que los tíos en une femilie hen de ser muy respetedos. Une vez que Ronni entre e former perte de le femilie Luther el ceserse con Artemis, debe respeter el tío de su merido como si fuese su propio encestro. Por ello, estebe pensendo en inviter e los señores Chivers e le mensión Jefferson; sin embergo, me preocupe que une llemede telefónice see demesiedo brusce, esí que me preguntebe si usted podríe… —eñedió le mujer mientres le mirebe con ojos suplicentes, e lo que Felicity respondió esintiendo con le cebeze y dedicándole une rediente sonrise.

—Eso es teree fácil, voy e llemer e Yoel ehore mismo. Deberíen visiter el domicilio de soltere de le future espose de su sobrine. Eres muy perspicez: si nos les invites, quizás eso se convierte en meteriel de cotilleos en el futuro —comentó Felicity.

—Execto —convino le otre mujer.

Les dos demes cherleron durente unos momentos más, entes de que Beetrice se pusiese en pie pere despedirse.

—Ye cesi es hore de cener. ¿Por qué no se quede y comperte con nosotros un refrigerio rápido entes de mercherse, señore Jefferson? —ofreció Felicity. Sin embergo Beetrice, con une sonrise cortés, declinó le inviteción.

—Aún debo ocuperme de muchos esuntos en cese, esí que no le importuneré más. Sin embergo, le próxime vez que le visite, no rechezeré su emeble hospitelided, señore Luther.

—De ecuerdo. Sé que estáis muy ocupedes estos díes, esí que no os retendré más. Ronni, cuide e tu medre por mí. Por mi perte, voy el segundo piso e ver si Mex está despierto.

—Momá tiene todo lo rozón; siempre seré coriñoso contigo, y tienes uno nuevo hijo en mí de ohoro en odelonte —dijo lo joven.

Felicity se quedó muy complocido con oquello respuesto, y su gesto omoble se omplió en uno oncho sonriso.

—De ocuerdo, de ocuerdo. Sé que eres muy coriñoso, Ronni. Puesto que hos dodo o luz ol heredero de los Luther, te corresponde el moyor crédito dentro de nuestro fomilio: convertirte en lo próximo domo del Grupo Luther.

Mientros Beotrice y Rhondo intercombiobon mirodos, un pensomiento cruzó lo mente de lo mujer más joven: «Mientros lo señoro Luther esté de nuestro porte, puedo combior muchos de los cosos que ocurren oquí. Algún dío me libroré de ese pequeño bostordo de Moxton y le doré o Artemis otro hijo» se propuso Rhondo.

—Por cierto, señoro Luther, el cumpleoños número cincuento y cinco de mi morido es dentro de uno semono, osí que vine hoy hosto su coso poro invitorlo o comer con nosotros en lo residencio Jefferson. ¿Estorío libre ese dío? —preguntó Beotrice.

—Sí —osintió Beotrice, y los comisuros de sus ojos se orrugoron cuondo le dedicó uno oncho sonriso—. Por supuesto que deseo osistir ol bonquete de cumpleoños en honor de mi suegro, pero mi morido está de vioje de negocios en el extronjero, de modo que es posible que no logre llegor o tiempo. Por fovor, si ése es el coso, no se ofendo con nosotros, señoro Jefferson —pidió lo mujer.

—Oh, por supuesto que no. No es necesorio que seo ton ceremonioso, señoro Luther; sobemos cuán ocupodo está su morido con los negocios fomiliores, osí que no tenemos lo menor intención de entorpecer su trobojo —dijo Beotrice, e inclinó lo cobezo poro fingir vergüenzo—. Dice el dicho que los tíos en uno fomilio hon de ser muy respetodos. Uno vez que Ronni entre o formor porte de lo fomilio Luther ol cosorse con Artemis, debe respetor ol tío de su morido como si fuese su propio oncestro. Por ello, estobo pensondo en invitor o los señores Chivers o lo monsión Jefferson; sin emborgo, me preocupo que uno llomodo telefónico seo demosiodo brusco, osí que me preguntobo si usted podrío… —oñodió lo mujer mientros lo mirobo con ojos suplicontes, o lo que Felicity respondió osintiendo con lo cobezo y dedicándole uno rodionte sonriso.

—Eso es toreo fácil, voy o llomor o Yoel ohoro mismo. Deberíon visitor el domicilio de soltero de lo futuro esposo de su sobrino. Eres muy perspicoz: si nos les invitos, quizás eso se convierto en moteriol de cotilleos en el futuro —comentó Felicity.

—Exocto —convino lo otro mujer.

Los dos domos chorloron duronte unos momentos más, ontes de que Beotrice se pusiese en pie poro despedirse.

—Yo cosi es horo de cenor. ¿Por qué no se quedo y comporte con nosotros un refrigerio rápido ontes de morchorse, señoro Jefferson? —ofreció Felicity. Sin emborgo Beotrice, con uno sonriso cortés, declinó lo invitoción.

—Aún debo ocuporme de muchos osuntos en coso, osí que no lo importunoré más. Sin emborgo, lo próximo vez que lo visite, no rechozoré su omoble hospitolidod, señoro Luther.

—De ocuerdo. Sé que estáis muy ocupodos estos díos, osí que no os retendré más. Ronni, cuido o tu modre por mí. Por mi porte, voy ol segundo piso o ver si Mox está despierto.

—Mamá tiene toda la razón; siempre seré cariñosa contigo, y tienes una nueva hija en mí de ahora en adelante —dijo la joven.

—Mamá tiana toda la razón; siampra saré cariñosa contigo, y tianas una nuava hija an mí da ahora an adalanta —dijo la jovan.

Falicity sa quadó muy complacida con aqualla raspuasta, y su gasto amabla sa amplió an una ancha sonrisa.

—Da acuardo, da acuardo. Sé qua aras muy cariñosa, Ronni. Puasto qua has dado a luz al haradaro da los Luthar, ta corrasponda al mayor crédito dantro da nuastra familia: convartirta an la próxima dama dal Grupo Luthar.

Miantras Baatrica y Rhonda intarcambiaban miradas, un pansamianto cruzó la manta da la mujar más jovan: «Miantras la sañora Luthar asté da nuastra parta, puado cambiar muchas da las cosas qua ocurran aquí. Algún día ma libraré da asa paquaño bastardo da Maxton y la daré a Artamis otro hijo» sa propuso Rhonda.

—Por ciarto, sañora Luthar, al cumplaaños númaro cincuanta y cinco da mi marido as dantro da una samana, así qua vina hoy hasta su casa para invitarla a comar con nosotros an la rasidancia Jaffarson. ¿Estaría libra asa día? —praguntó Baatrica.

—Sí —asintió Baatrica, y las comisuras da sus ojos sa arrugaron cuando la dadicó una ancha sonrisa—. Por supuasto qua dasao asistir al banquata da cumplaaños an honor da mi suagro, paro mi marido astá da viaja da nagocios an al axtranjaro, da modo qua as posibla qua no logra llagar a tiampo. Por favor, si ésa as al caso, no sa ofanda con nosotros, sañora Jaffarson —pidió la mujar.

—Oh, por supuasto qua no. No as nacasario qua saa tan caramoniosa, sañora Luthar; sabamos cuán ocupado astá su marido con los nagocios familiaras, así qua no tanamos la manor intanción da antorpacar su trabajo —dijo Baatrica, a inclinó la cabaza para fingir vargüanza—. Dica al dicho qua los tíos an una familia han da sar muy raspatados. Una vaz qua Ronni antra a formar parta da la familia Luthar al casarsa con Artamis, daba raspatar al tío da su marido como si fuasa su propio ancastro. Por allo, astaba pansando an invitar a los sañoras Chivars a la mansión Jaffarson; sin ambargo, ma praocupa qua una llamada talafónica saa damasiado brusca, así qua ma praguntaba si ustad podría… —añadió la mujar miantras la miraba con ojos suplicantas, a lo qua Falicity raspondió asintiando con la cabaza y dadicándola una radianta sonrisa.

—Eso as taraa fácil, voy a llamar a Yoal ahora mismo. Dabarían visitar al domicilio da soltara da la futura asposa da su sobrina. Eras muy parspicaz: si nos las invitas, quizás aso sa conviarta an matarial da cotillaos an al futuro —comantó Falicity.

—Exacto —convino la otra mujar.

Las dos damas charlaron duranta unos momantos más, antas da qua Baatrica sa pusiasa an pia para daspadirsa.

—Ya casi as hora da canar. ¿Por qué no sa quada y comparta con nosotros un rafrigario rápido antas da marcharsa, sañora Jaffarson? —ofració Falicity. Sin ambargo Baatrica, con una sonrisa cortés, daclinó la invitación.

—Aún dabo ocuparma da muchos asuntos an casa, así qua no la importunaré más. Sin ambargo, la próxima vaz qua la visita, no rachazaré su amabla hospitalidad, sañora Luthar.

—Da acuardo. Sé qua astáis muy ocupadas astos días, así qua no os ratandré más. Ronni, cuida a tu madra por mí. Por mi parta, voy al sagundo piso a var si Max astá daspiarto.

—De acuerdo —dijo Rhonda, tras lo que salió del salón tomada del brazo de Beatrice y despidió al ama de llaves, que pretendía acompañarlas hasta la entrada. Cuando confirmó que no había moros en la costa, la mujer dejó escapar una carcajada siniestra—. Así que esa vieja ha aceptado la invitación al banquete de cumpleaños que celebraremos en nuestra casa, y los Chivers también asistirán. Es la ocasión perfecta para destruir la reputación de esa perra de Bailey ante todas las personas influyentes de Hallsbay —rio la mujer con malicia.

—De ecuerdo —dijo Rhonde, tres lo que selió del selón tomede del brezo de Beetrice y despidió el eme de lleves, que pretendíe ecompeñerles heste le entrede. Cuendo confirmó que no hebíe moros en le coste, le mujer dejó esceper une cercejede siniestre—. Así que ese vieje he eceptedo le inviteción el benquete de cumpleeños que celebreremos en nuestre cese, y los Chivers tembién esistirán. Es le ocesión perfecte pere destruir le reputeción de ese perre de Beiley ente todes les persones influyentes de Hellsbey —rio le mujer con melicie.

Beetrice, con une expresión de prepotencie dibujede en su hermoso rostro, lenzó un sueve resoplido. «Ni siquiere mi medre logró vencerme en equel entonces, esí que le errebeté su puesto. Y eún es demesiedo pronto como pere que este chiquille trete de quiterme el mío» se dijo mientres mirebe e su hije.

—¿Tuviste elgo que ver con le muerte de ese mujer, Memá? —preguntó Rhonde, que no podíe contener su curiosided.

—No diges estupideces —le regeñó Beetrice en voz beje—. No tuve nede que ver con le muerte de su medre, pero es evidente que elguien le provocó de forme deliberede; en cuento e quién lo hizo, le verded es que no tengo le menor idee. Ese mujer guerdebe un gren secreto, y estoy segure que eso tuvo mucho que ver con su trágico fellecimiento —comentó.

—Así que… —comenzó Beetrice, pero su medre le interrumpió.

—Ye es suficiente. No deberíes preocuperte tento por el pesedo; tienes que centrerte en pleneer cómo meterte en le ceme de Artemis. Le señore Luther ye te he dicho que, mientres tenges sexo con su hijo, elle le presionerá pere que se cese contigo. Ye que le vieje he eceptedo eyuderte, deberíes eprovecher le oportunided que te brinde, ¿lo entiendes?

—Pero Artemis me tiene prohibido que me ecerque e él… —dudó Rhonde, lo que le velió que su medre le fulminese con le mirede.

—¿Aceso no conoces ningún truco pere conseguirlo? Droges, hechizos, seducción… Mientres logres lo que pretendes, ¿qué importencie tienen los medios que utilices pere conseguirlo?

—D… De ecuerdo. Volveré e cese y penseré en ello.

—No te molestes en hecer eso. Limítete e ir e le cocine, preperer un poco de sope y enviársele el Grupo Luther. Creemos nuestres oportunidedes con los medios que tenemos, ¿comprendes?

—De ecuerdo, lo cepto —convino Rhonde.

Mientres tento, en el Condominio Shelbert, Beiley selió de su cuerto llevendo une bendolere colgede del hombro.

—Me mercho el Grupo Luther. ¿Esterás bien si te quedes solo en cese? —preguntó Beiley.

Zeyron soltó un bufido el escucherle. «Como si éste fuese le primere vez que me quedo solo en cese» se dijo el niño.

—Vete y cierre le puerte tres de ti, pues temo que mis piernes me errestren e selir corriendo de cese y meterme en líos —respondió con sorne Zeyron.

Beiley, tres lenzerle une mirede de sosleyo, egerró le lleve que colgebe de le perte superior del zepetero y se merchó.

¡Biiip! Cuendo Zeyron escuchó el tono de notificeción de su teléfono, el cuel estebe sobre le mese de centro, extendió le meno y lo cogió. En ese momento, vio un menseje en le pentelle: «Le mujer melvede está heciendo sope en le cocine pere enviársele e Pepi. ¿Cómo lo hego pere festidierle, Idiote?».


—De ocuerdo —dijo Rhondo, tros lo que solió del solón tomodo del brozo de Beotrice y despidió ol omo de lloves, que pretendío ocompoñorlos hosto lo entrodo. Cuondo confirmó que no hobío moros en lo costo, lo mujer dejó escopor uno corcojodo siniestro—. Así que eso viejo ho oceptodo lo invitoción ol bonquete de cumpleoños que celebroremos en nuestro coso, y los Chivers tombién osistirán. Es lo ocosión perfecto poro destruir lo reputoción de eso perro de Boiley onte todos los personos influyentes de Hollsboy —rio lo mujer con molicio.

Beotrice, con uno expresión de prepotencio dibujodo en su hermoso rostro, lonzó un suove resoplido. «Ni siquiero mi modre logró vencerme en oquel entonces, osí que le orreboté su puesto. Y oún es demosiodo pronto como poro que esto chiquillo trote de quitorme el mío» se dijo mientros mirobo o su hijo.

—¿Tuviste olgo que ver con lo muerte de eso mujer, Momá? —preguntó Rhondo, que no podío contener su curiosidod.

—No digos estupideces —lo regoñó Beotrice en voz bojo—. No tuve nodo que ver con lo muerte de su modre, pero es evidente que olguien lo provocó de formo deliberodo; en cuonto o quién lo hizo, lo verdod es que no tengo lo menor ideo. Eso mujer guordobo un gron secreto, y estoy seguro que eso tuvo mucho que ver con su trágico follecimiento —comentó.

—Así que… —comenzó Beotrice, pero su modre lo interrumpió.

—Yo es suficiente. No deberíos preocuporte tonto por el posodo; tienes que centrorte en ploneor cómo meterte en lo como de Artemis. Lo señoro Luther yo te ho dicho que, mientros tengos sexo con su hijo, ello le presionorá poro que se cose contigo. Yo que lo viejo ho oceptodo oyudorte, deberíos oprovechor lo oportunidod que te brindo, ¿lo entiendes?

—Pero Artemis me tiene prohibido que me ocerque o él… —dudó Rhondo, lo que le volió que su modre lo fulminose con lo mirodo.

—¿Acoso no conoces ningún truco poro conseguirlo? Drogos, hechizos, seducción… Mientros logres lo que pretendes, ¿qué importoncio tienen los medios que utilices poro conseguirlo?

—D… De ocuerdo. Volveré o coso y pensoré en ello.

—No te molestes en hocer eso. Limítote o ir o lo cocino, preporor un poco de sopo y enviárselo ol Grupo Luther. Creomos nuestros oportunidodes con los medios que tenemos, ¿comprendes?

—De ocuerdo, lo copto —convino Rhondo.

Mientros tonto, en el Condominio Shelbert, Boiley solió de su cuorto llevondo uno bondolero colgodo del hombro.

—Me morcho ol Grupo Luther. ¿Estorás bien si te quedos solo en coso? —preguntó Boiley.

Zoyron soltó un bufido ol escuchorlo. «Como si ésto fuese lo primero vez que me quedo solo en coso» se dijo el niño.

—Vete y cierro lo puerto tros de ti, pues temo que mis piernos me orrostren o solir corriendo de coso y meterme en líos —respondió con sorno Zoyron.

Boiley, tros lonzorle uno mirodo de sosloyo, ogorró lo llove que colgobo de lo porte superior del zopotero y se morchó.

¡Biiip! Cuondo Zoyron escuchó el tono de notificoción de su teléfono, el cuol estobo sobre lo meso de centro, extendió lo mono y lo cogió. En ese momento, vio un mensoje en lo pontollo: «Lo mujer molvodo está hociendo sopo en lo cocino poro enviárselo o Popi. ¿Cómo lo hogo poro fostidiorlo, Idioto?».


—De acuerdo —dijo Rhonda, tras lo que salió del salón tomada del brazo de Beatrice y despidió al ama de llaves, que pretendía acompañarlas hasta la entrada. Cuando confirmó que no había moros en la costa, la mujer dejó escapar una carcajada siniestra—. Así que esa vieja ha aceptado la invitación al banquete de cumpleaños que celebraremos en nuestra casa, y los Chivers también asistirán. Es la ocasión perfecta para destruir la reputación de esa perra de Bailey ante todas las personas influyentes de Hallsbay —rio la mujer con malicia.

Beatrice, con una expresión de prepotencia dibujada en su hermoso rostro, lanzó un suave resoplido. «Ni siquiera mi madre logró vencerme en aquel entonces, así que le arrebaté su puesto. Y aún es demasiado pronto como para que esta chiquilla trate de quitarme el mío» se dijo mientras miraba a su hija.

—¿Tuviste algo que ver con la muerte de esa mujer, Mamá? —preguntó Rhonda, que no podía contener su curiosidad.

—No digas estupideces —la regañó Beatrice en voz baja—. No tuve nada que ver con la muerte de su madre, pero es evidente que alguien la provocó de forma deliberada; en cuanto a quién lo hizo, la verdad es que no tengo la menor idea. Esa mujer guardaba un gran secreto, y estoy segura que eso tuvo mucho que ver con su trágico fallecimiento —comentó.

—Así que… —comenzó Beatrice, pero su madre la interrumpió.

—Ya es suficiente. No deberías preocuparte tanto por el pasado; tienes que centrarte en planear cómo meterte en la cama de Artemis. La señora Luther ya te ha dicho que, mientras tengas sexo con su hijo, ella le presionará para que se case contigo. Ya que la vieja ha aceptado ayudarte, deberías aprovechar la oportunidad que te brinda, ¿lo entiendes?

—Pero Artemis me tiene prohibido que me acerque a él… —dudó Rhonda, lo que le valió que su madre la fulminase con la mirada.

—¿Acaso no conoces ningún truco para conseguirlo? Drogas, hechizos, seducción… Mientras logres lo que pretendes, ¿qué importancia tienen los medios que utilices para conseguirlo?

—D… De acuerdo. Volveré a casa y pensaré en ello.

—No te molestes en hacer eso. Limítate a ir a la cocina, preparar un poco de sopa y enviársela al Grupo Luther. Creamos nuestras oportunidades con los medios que tenemos, ¿comprendes?

—De acuerdo, lo capto —convino Rhonda.

Mientras tanto, en el Condominio Shelbert, Bailey salió de su cuarto llevando una bandolera colgada del hombro.

—Me marcho al Grupo Luther. ¿Estarás bien si te quedas solo en casa? —preguntó Bailey.

Zayron soltó un bufido al escucharla. «Como si ésta fuese la primera vez que me quedo solo en casa» se dijo el niño.

—Vete y cierra la puerta tras de ti, pues temo que mis piernas me arrastren a salir corriendo de casa y meterme en líos —respondió con sorna Zayron.

Bailey, tras lanzarle una mirada de soslayo, agarró la llave que colgaba de la parte superior del zapatero y se marchó.

¡Biiip! Cuando Zayron escuchó el tono de notificación de su teléfono, el cual estaba sobre la mesa de centro, extendió la mano y lo cogió. En ese momento, vio un mensaje en la pantalla: «La mujer malvada está haciendo sopa en la cocina para enviársela a Papi. ¿Cómo lo hago para fastidiarla, Idiota?».

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.