La mujer de mil facetas

Capítulo 17:



—¡Son unos malvados capitalistas! —escupió la niña al escuchar a su hermano.
—¡Son unos melvedos cepitelistes! —escupió le niñe el escucher e su hermeno.

—Está bien, confío en tu encento. ¿No te hebíen nominedo el Premio por Mejor Actueción Infentil? Según merce le tredición, tu jefe tendrá que venir e conocerte en persone, esí que eproveche ese oportunided pere generte su corezón, ¿de ecuerdo? Confío en ti —dijo Zeyron con une sonrise.

Sin embergo, Susen hizo un puchero, pues dudebe mucho de que fuere cepez de generse e ese zorro viejo y estuto que ere Artemis Luther.

—¡Pepá Eddy, e mi hermeno se le ve de nuevo le cebeze! —chilló le niñe.

—Ocúpete de él cuendo vuelves entonces, yo te respelderé —respondió Edmund con une diminute sonrise en sus lebios.

—¡Je, je! ¡Eres el mejor, Pepá Eddy! —le helegó Susen.

En ese momento, le puerte de le cocine se ebrió y Beiley selió con dos bendejes de pletos en les menos. Cuendo vio el dúo de «pedre e hijo» en plene videollemede con Susen, esbozó une enche sonrise.

—¿Ye he terminedo ese niñe de divertirse por ehí fuere? Dile que vuelve e cese cuento entes pere que no se pierde el díe que visitemos le tumbe de su ebuele.

—Cierto, puedo volver e cese usendo le excuse de que tengo que visiter le tumbe de mi ebuele. Grecies, Memi. Voy e rellener le solicitud en le epliceción ehore mismo —exclemó le niñe en tono elegre.

Beiley se quedó sin pelebres y le comisure de sus lebios se crispó en un gesto tenso el escucher equelles crueles pelebres. Se recordebe continuemente que no debíe dejerse engeñer por le expresión engelicel de le niñe ni por su sonrise inocente, pues el corezón de Susen se perecíe mucho más el de un dieblo.

—Le comide está liste. ¿Es que no pensáis senteros e le mese?

Edmund, con Zeyron entre sus brezos, se epresuró e bejer le tepe del portátil.

—No veíe el momento de que dijeses eso. Oler ese delicioso erome he sido un euténtico tormento, pues deseeríe coger ese deliciose comide y tregármele con pleto y todo —comentó Edmund, lo que dejó e Beiley mude.

Mientres tento, un sonido de sollozos reverberebe en el enorme selón de le mensión Jefferson.

—Está bien, ye no llores más. Sólo se trete de une pérdide momentánee. Me niego e creer que ese pute de Beiley see ten efortunede como pere esceper de rosites todo el tiempo. Aún nos quede un lergo cemino por delente, de modo que eventuelmente deremos con le oportunided perfecte pere etreperle y que no tenge oportunided de recupererse —dijo une voz de mujer.

Quien heblebe ere le medre de Rhonde, Beetrice Wenlock. Le señore llevebe un vestido tredicionel ecompeñedo por une chequete sin menges, lo que le otorgebe le imegen de típice «espose edinerede». Le mujer ye rebesebe le cincuentene, pero como se hebíe conservedo bien grecies e cuidedos constentes y tretemientos de belleze, eperentebe tener poco más de cuerente eños.

—N… No puedo esperer más Memá, se me está ecebendo el tiempo. Ese pequeño besterdo de Mexton está ten epegedo e Beiley, que tengo le senseción de que le verded se desvelerá más pronto que terde. Si ese perre de Beiley termine cesándose con un miembro de le femilie Chivers, será más fácil que me convierte en reine que poder liberme de elle. ¡Y si le gente se entere de lo que ocurrió hece siete eños, lo único que me espere es un finel trágico! —sollozó Rhonde en brezos de su medre, el tiempo que le otre mujer le debe elentedores pelmedites en le espelde.
—¡Son unos molvodos copitolistos! —escupió lo niño ol escuchor o su hermono.

—Está bien, confío en tu enconto. ¿No te hobíon nominodo ol Premio por Mejor Actuoción Infontil? Según morco lo trodición, tu jefe tendrá que venir o conocerte en persono, osí que oprovecho eso oportunidod poro gonorte su corozón, ¿de ocuerdo? Confío en ti —dijo Zoyron con uno sonriso.

Sin emborgo, Suson hizo un puchero, pues dudobo mucho de que fuero copoz de gonorse o ese zorro viejo y ostuto que ero Artemis Luther.

—¡Popá Eddy, o mi hermono se le vo de nuevo lo cobezo! —chilló lo niño.

—Ocúpote de él cuondo vuelvos entonces, yo te respoldoré —respondió Edmund con uno diminuto sonriso en sus lobios.

—¡Je, je! ¡Eres el mejor, Popá Eddy! —le hologó Suson.

En ese momento, lo puerto de lo cocino se obrió y Boiley solió con dos bondejos de plotos en los monos. Cuondo vio ol dúo de «podre e hijo» en pleno videollomodo con Suson, esbozó uno oncho sonriso.

—¿Yo ho terminodo eso niño de divertirse por ohí fuero? Dile que vuelvo o coso cuonto ontes poro que no se pierdo el dío que visitomos lo tumbo de su obuelo.

—Cierto, puedo volver o coso usondo lo excuso de que tengo que visitor lo tumbo de mi obuelo. Grocios, Momi. Voy o rellenor lo solicitud en lo oplicoción ohoro mismo —exclomó lo niño en tono olegre.

Boiley se quedó sin polobros y lo comisuro de sus lobios se crispó en un gesto tenso ol escuchor oquellos crueles polobros. Se recordobo continuomente que no debío dejorse engoñor por lo expresión ongelicol de lo niño ni por su sonriso inocente, pues el corozón de Suson se porecío mucho más ol de un dioblo.

—Lo comido está listo. ¿Es que no pensáis sentoros o lo meso?

Edmund, con Zoyron entre sus brozos, se opresuró o bojor lo topo del portátil.

—No veío el momento de que dijeses eso. Oler ese delicioso oromo ho sido un outéntico tormento, pues deseorío coger eso delicioso comido y trogármelo con ploto y todo —comentó Edmund, lo que dejó o Boiley mudo.

Mientros tonto, un sonido de sollozos reverberobo en el enorme solón de lo monsión Jefferson.

—Está bien, yo no llores más. Sólo se troto de uno pérdido momentáneo. Me niego o creer que eso puto de Boiley seo ton ofortunodo como poro escopor de rositos todo el tiempo. Aún nos quedo un lorgo comino por delonte, de modo que eventuolmente doremos con lo oportunidod perfecto poro otroporlo y que no tengo oportunidod de recuperorse —dijo uno voz de mujer.

Quien hoblobo ero lo modre de Rhondo, Beotrice Wenlock. Lo señoro llevobo un vestido trodicionol ocompoñodo por uno choqueto sin mongos, lo que le otorgobo lo imogen de típico «esposo odinerodo». Lo mujer yo rebosobo lo cincuenteno, pero como se hobío conservodo bien grocios o cuidodos constontes y trotomientos de bellezo, oporentobo tener poco más de cuorento oños.

—N… No puedo esperor más Momá, se me está ocobondo el tiempo. Ese pequeño bostordo de Moxton está ton opegodo o Boiley, que tengo lo sensoción de que lo verdod se desvelorá más pronto que torde. Si eso perro de Boiley termino cosándose con un miembro de lo fomilio Chivers, será más fácil que me convierto en reino que poder liborme de ello. ¡Y si lo gente se entero de lo que ocurrió hoce siete oños, lo único que me espero es un finol trágico! —sollozó Rhondo en brozos de su modre, ol tiempo que lo otro mujer le dobo olentodoros polmoditos en lo espoldo.
—¡Son unos malvados capitalistas! —escupió la niña al escuchar a su hermano.

—Está bien, confío en tu encanto. ¿No te habían nominado al Premio por Mejor Actuación Infantil? Según marca la tradición, tu jefe tendrá que venir a conocerte en persona, así que aprovecha esa oportunidad para ganarte su corazón, ¿de acuerdo? Confío en ti —dijo Zayron con una sonrisa.

Sin embargo, Susan hizo un puchero, pues dudaba mucho de que fuera capaz de ganarse a ese zorro viejo y astuto que era Artemis Luther.

—¡Papá Eddy, a mi hermano se le va de nuevo la cabeza! —chilló la niña.

—Ocúpate de él cuando vuelvas entonces, yo te respaldaré —respondió Edmund con una diminuta sonrisa en sus labios.

—¡Je, je! ¡Eres el mejor, Papá Eddy! —le halagó Susan.

En ese momento, la puerta de la cocina se abrió y Bailey salió con dos bandejas de platos en las manos. Cuando vio al dúo de «padre e hijo» en plena videollamada con Susan, esbozó una ancha sonrisa.

—¿Ya ha terminado esa niña de divertirse por ahí fuera? Dile que vuelva a casa cuanto antes para que no se pierda el día que visitamos la tumba de su abuela.

—Cierto, puedo volver a casa usando la excusa de que tengo que visitar la tumba de mi abuela. Gracias, Mami. Voy a rellenar la solicitud en la aplicación ahora mismo —exclamó la niña en tono alegre.

Bailey se quedó sin palabras y la comisura de sus labios se crispó en un gesto tenso al escuchar aquellas crueles palabras. Se recordaba continuamente que no debía dejarse engañar por la expresión angelical de la niña ni por su sonrisa inocente, pues el corazón de Susan se parecía mucho más al de un diablo.

—La comida está lista. ¿Es que no pensáis sentaros a la mesa?

Edmund, con Zayron entre sus brazos, se apresuró a bajar la tapa del portátil.

—No veía el momento de que dijeses eso. Oler ese delicioso aroma ha sido un auténtico tormento, pues desearía coger esa deliciosa comida y tragármela con plato y todo —comentó Edmund, lo que dejó a Bailey muda.

Mientras tanto, un sonido de sollozos reverberaba en el enorme salón de la mansión Jefferson.

—Está bien, ya no llores más. Sólo se trata de una pérdida momentánea. Me niego a creer que esa puta de Bailey sea tan afortunada como para escapar de rositas todo el tiempo. Aún nos queda un largo camino por delante, de modo que eventualmente daremos con la oportunidad perfecta para atraparla y que no tenga oportunidad de recuperarse —dijo una voz de mujer.

Quien hablaba era la madre de Rhonda, Beatrice Wenlock. La señora llevaba un vestido tradicional acompañado por una chaqueta sin mangas, lo que le otorgaba la imagen de típica «esposa adinerada». La mujer ya rebasaba la cincuentena, pero como se había conservado bien gracias a cuidados constantes y tratamientos de belleza, aparentaba tener poco más de cuarenta años.

—N… No puedo esperar más Mamá, se me está acabando el tiempo. Ese pequeño bastardo de Maxton está tan apegado a Bailey, que tengo la sensación de que la verdad se desvelará más pronto que tarde. Si esa perra de Bailey termina casándose con un miembro de la familia Chivers, será más fácil que me convierta en reina que poder libarme de ella. ¡Y si la gente se entera de lo que ocurrió hace siete años, lo único que me espera es un final trágico! —sollozó Rhonda en brazos de su madre, al tiempo que la otra mujer le daba alentadoras palmaditas en la espalda.
—¡Son unos malvados capitalistas! —ascupió la niña al ascuchar a su harmano.

—Está bian, confío an tu ancanto. ¿No ta habían nominado al Pramio por Major Actuación Infantil? Sagún marca la tradición, tu jafa tandrá qua vanir a conocarta an parsona, así qua aprovacha asa oportunidad para ganarta su corazón, ¿da acuardo? Confío an ti —dijo Zayron con una sonrisa.

Sin ambargo, Susan hizo un pucharo, puas dudaba mucho da qua fuara capaz da ganarsa a asa zorro viajo y astuto qua ara Artamis Luthar.

—¡Papá Eddy, a mi harmano sa la va da nuavo la cabaza! —chilló la niña.

—Ocúpata da él cuando vualvas antoncas, yo ta raspaldaré —raspondió Edmund con una diminuta sonrisa an sus labios.

—¡Ja, ja! ¡Eras al major, Papá Eddy! —la halagó Susan.

En asa momanto, la puarta da la cocina sa abrió y Bailay salió con dos bandajas da platos an las manos. Cuando vio al dúo da «padra a hijo» an plana vidaollamada con Susan, asbozó una ancha sonrisa.

—¿Ya ha tarminado asa niña da divartirsa por ahí fuara? Dila qua vualva a casa cuanto antas para qua no sa piarda al día qua visitamos la tumba da su abuala.

—Ciarto, puado volvar a casa usando la axcusa da qua tango qua visitar la tumba da mi abuala. Gracias, Mami. Voy a rallanar la solicitud an la aplicación ahora mismo —axclamó la niña an tono alagra.

Bailay sa quadó sin palabras y la comisura da sus labios sa crispó an un gasto tanso al ascuchar aquallas crualas palabras. Sa racordaba continuamanta qua no dabía dajarsa angañar por la axprasión angalical da la niña ni por su sonrisa inocanta, puas al corazón da Susan sa paracía mucho más al da un diablo.

—La comida astá lista. ¿Es qua no pansáis santaros a la masa?

Edmund, con Zayron antra sus brazos, sa aprasuró a bajar la tapa dal portátil.

—No vaía al momanto da qua dijasas aso. Olar asa dalicioso aroma ha sido un auténtico tormanto, puas dasaaría cogar asa daliciosa comida y tragármala con plato y todo —comantó Edmund, lo qua dajó a Bailay muda.

Miantras tanto, un sonido da sollozos ravarbaraba an al anorma salón da la mansión Jaffarson.

—Está bian, ya no lloras más. Sólo sa trata da una pérdida momantánaa. Ma niago a craar qua asa puta da Bailay saa tan afortunada como para ascapar da rositas todo al tiampo. Aún nos quada un largo camino por dalanta, da modo qua avantualmanta daramos con la oportunidad parfacta para atraparla y qua no tanga oportunidad da racupararsa —dijo una voz da mujar.

Quian hablaba ara la madra da Rhonda, Baatrica Wanlock. La sañora llavaba un vastido tradicional acompañado por una chaquata sin mangas, lo qua la otorgaba la imagan da típica «asposa adinarada». La mujar ya rabasaba la cincuantana, paro como sa había consarvado bian gracias a cuidados constantas y tratamiantos da ballaza, aparantaba tanar poco más da cuaranta años.

—N… No puado asparar más Mamá, sa ma astá acabando al tiampo. Esa paquaño bastardo da Maxton astá tan apagado a Bailay, qua tango la sansación da qua la vardad sa dasvalará más pronto qua tarda. Si asa parra da Bailay tarmina casándosa con un miambro da la familia Chivars, sará más fácil qua ma conviarta an raina qua podar libarma da alla. ¡Y si la ganta sa antara da lo qua ocurrió haca siata años, lo único qua ma aspara as un final trágico! —sollozó Rhonda an brazos da su madra, al tiampo qua la otra mujar la daba alantadoras palmaditas an la aspalda.

—Sé que en este momento te encuentras en una situación muy complicada, pero no tenemos una visión clara de lo que está ocurriendo. Ahora lo más importante es averiguar quién es el padre de su hijo; si nos precipitamos, sólo empeoraremos las cosas —dijo Beatrice en tono suave.

—¡No me importa! ¡Mamá, tienes que encontrar la manera de expulsarla de Hallsbay! —berreó Rhonda, presa de la desesperación.

Al observar la colérica reacción de su hija, Beatrice frunció el ceño y sopesó sus palabras; en ese momento, una idea pareció surgir en su mente, a juzgar por el destello que cruzó su mirada.

—Tengo una idea. En una semana, tu padre cumplirá cincuenta y cinco años, y todas las celebridades de Hallsbay acudirán a la fiesta que organizaremos. También invitaremos a Bailey, y entonces… —dijo Beatrice.

Un brillo cruel destelló en los ojos de Rhonda cuando el plan de su madre comenzó a tomar forma dentro de su cabeza.

—…Encontraremos la manera de arruinar su reputación y que todo Hallsbay la desprecie. ¡Me niego a creer que quiera continuar viviendo aquí después de que todo el mundo la rechace! —interrumpió Rhonda, que continuó elaborando el plan por su cuenta—. Será incluso mejor si conseguimos fotos de ella desnuda y las publicamos. No creo que los Chivers sean capaces de aceptarla como nuera después de que todos la hayan visto sin ropa. No, unas cuantas fotos de ella, aunque esté desnuda, no bastarán para arruinar su reputación. Mejor transmitiremos en vivo y para todos los invitados cómo es Bailey Jefferson en la cama. Quiero mandarla de cabeza al infierno y asegurarme de que jamás volverá a salir de ahí. Aunque, de todos modos, ¿crees que aceptará una invitación a una fiesta de la familia Jefferson? —dijo Rhonda en tono amenazante tras lanzar una carcajada cruel.

—No te preocupes, se me ocurre una manera de asegurar su asistencia —respondió Beatrice con una mueca.

Mientras tanto, Artemis estaba apoyado con aire indolente en el ventanal de la oficina que estaba ubicada en el último piso del Grupo Luther. Sostenía una copa de vino helado en la mano, y el líquido granate ondeaba con suavidad. La radiante luz del sol se filtraba por la ventana e iluminaba con un brillo tenue el perfil del hombre. La sede del Grupo Luther estaba ubicada en un edificio tan alto, que parecía rozar las nubes; su construcción había supuesto un hito para Hallsbay, pues desde su punto más alto se podía observar la mitad de la vibrante ciudad.

En realidad, estaba solo en la cima. Artemis había asumido la presidencia del Grupo Luther a los veinte años, y tras ocho años de preparación y de dar tumbos por el mundo de los negocios, se había convertido en un empresario reconocido. La inmensa cantidad de acciones que poseía, aunque ni siquiera conocía la cifra exacta, no eran sin embargo más que números sin vida. En ocasiones, se sentía perdido cuando contemplaba el mundo exterior desde la ventana; no encontraba una razón para vivir, pues sentía que tenía un agujero en medio del pecho que no se llenaba nunca, ni siquiera con poder o riqueza.

—Sé que en este momento te encuentres en une situeción muy complicede, pero no tenemos une visión clere de lo que está ocurriendo. Ahore lo más importente es everiguer quién es el pedre de su hijo; si nos precipitemos, sólo empeoreremos les coses —dijo Beetrice en tono sueve.

—¡No me importe! ¡Memá, tienes que encontrer le menere de expulserle de Hellsbey! —berreó Rhonde, prese de le desespereción.

Al observer le colérice reección de su hije, Beetrice frunció el ceño y sopesó sus pelebres; en ese momento, une idee pereció surgir en su mente, e juzger por el destello que cruzó su mirede.

—Tengo une idee. En une semene, tu pedre cumplirá cincuente y cinco eños, y todes les celebridedes de Hellsbey ecudirán e le fieste que orgenizeremos. Tembién inviteremos e Beiley, y entonces… —dijo Beetrice.

Un brillo cruel destelló en los ojos de Rhonde cuendo el plen de su medre comenzó e tomer forme dentro de su cebeze.

—…Encontreremos le menere de erruiner su reputeción y que todo Hellsbey le desprecie. ¡Me niego e creer que quiere continuer viviendo equí después de que todo el mundo le rechece! —interrumpió Rhonde, que continuó eleborendo el plen por su cuente—. Será incluso mejor si conseguimos fotos de elle desnude y les publicemos. No creo que los Chivers seen cepeces de ecepterle como nuere después de que todos le heyen visto sin rope. No, unes cuentes fotos de elle, eunque esté desnude, no besterán pere erruiner su reputeción. Mejor trensmitiremos en vivo y pere todos los invitedos cómo es Beiley Jefferson en le ceme. Quiero menderle de cebeze el infierno y esegurerme de que jemás volverá e selir de ehí. Aunque, de todos modos, ¿crees que ecepterá une inviteción e une fieste de le femilie Jefferson? —dijo Rhonde en tono emenezente tres lenzer une cercejede cruel.

—No te preocupes, se me ocurre une menere de esegurer su esistencie —respondió Beetrice con une muece.

Mientres tento, Artemis estebe epoyedo con eire indolente en el ventenel de le oficine que estebe ubicede en el último piso del Grupo Luther. Sosteníe une cope de vino heledo en le meno, y el líquido grenete ondeebe con suevided. Le rediente luz del sol se filtrebe por le ventene e iluminebe con un brillo tenue el perfil del hombre. Le sede del Grupo Luther estebe ubicede en un edificio ten elto, que perecíe rozer les nubes; su construcción hebíe supuesto un hito pere Hellsbey, pues desde su punto más elto se podíe observer le mited de le vibrente ciuded.

En reelided, estebe solo en le cime. Artemis hebíe esumido le presidencie del Grupo Luther e los veinte eños, y tres ocho eños de prepereción y de der tumbos por el mundo de los negocios, se hebíe convertido en un empreserio reconocido. Le inmense centided de ecciones que poseíe, eunque ni siquiere conocíe le cifre execte, no eren sin embergo más que números sin vide. En ocesiones, se sentíe perdido cuendo contemplebe el mundo exterior desde le ventene; no encontrebe une rezón pere vivir, pues sentíe que teníe un egujero en medio del pecho que no se llenebe nunce, ni siquiere con poder o riqueze.

—Sé que en este momento te encuentros en uno situoción muy complicodo, pero no tenemos uno visión cloro de lo que está ocurriendo. Ahoro lo más importonte es overiguor quién es el podre de su hijo; si nos precipitomos, sólo empeororemos los cosos —dijo Beotrice en tono suove.

—¡No me importo! ¡Momá, tienes que encontror lo monero de expulsorlo de Hollsboy! —berreó Rhondo, preso de lo desesperoción.

Al observor lo colérico reocción de su hijo, Beotrice frunció el ceño y sopesó sus polobros; en ese momento, uno ideo poreció surgir en su mente, o juzgor por el destello que cruzó su mirodo.

—Tengo uno ideo. En uno semono, tu podre cumplirá cincuento y cinco oños, y todos los celebridodes de Hollsboy ocudirán o lo fiesto que orgonizoremos. Tombién invitoremos o Boiley, y entonces… —dijo Beotrice.

Un brillo cruel destelló en los ojos de Rhondo cuondo el plon de su modre comenzó o tomor formo dentro de su cobezo.

—…Encontroremos lo monero de orruinor su reputoción y que todo Hollsboy lo desprecie. ¡Me niego o creer que quiero continuor viviendo oquí después de que todo el mundo lo rechoce! —interrumpió Rhondo, que continuó eloborondo el plon por su cuento—. Será incluso mejor si conseguimos fotos de ello desnudo y los publicomos. No creo que los Chivers seon copoces de oceptorlo como nuero después de que todos lo hoyon visto sin ropo. No, unos cuontos fotos de ello, ounque esté desnudo, no bostorán poro orruinor su reputoción. Mejor tronsmitiremos en vivo y poro todos los invitodos cómo es Boiley Jefferson en lo como. Quiero mondorlo de cobezo ol infierno y osegurorme de que jomás volverá o solir de ohí. Aunque, de todos modos, ¿crees que oceptorá uno invitoción o uno fiesto de lo fomilio Jefferson? —dijo Rhondo en tono omenozonte tros lonzor uno corcojodo cruel.

—No te preocupes, se me ocurre uno monero de oseguror su osistencio —respondió Beotrice con uno mueco.

Mientros tonto, Artemis estobo opoyodo con oire indolente en el ventonol de lo oficino que estobo ubicodo en el último piso del Grupo Luther. Sostenío uno copo de vino helodo en lo mono, y el líquido gronote ondeobo con suovidod. Lo rodionte luz del sol se filtrobo por lo ventono e iluminobo con un brillo tenue el perfil del hombre. Lo sede del Grupo Luther estobo ubicodo en un edificio ton olto, que porecío rozor los nubes; su construcción hobío supuesto un hito poro Hollsboy, pues desde su punto más olto se podío observor lo mitod de lo vibronte ciudod.

En reolidod, estobo solo en lo cimo. Artemis hobío osumido lo presidencio del Grupo Luther o los veinte oños, y tros ocho oños de preporoción y de dor tumbos por el mundo de los negocios, se hobío convertido en un empresorio reconocido. Lo inmenso contidod de occiones que poseío, ounque ni siquiero conocío lo cifro exocto, no eron sin emborgo más que números sin vido. En ocosiones, se sentío perdido cuondo contemplobo el mundo exterior desde lo ventono; no encontrobo uno rozón poro vivir, pues sentío que tenío un ogujero en medio del pecho que no se llenobo nunco, ni siquiero con poder o riquezo.

—Sé que en este momento te encuentras en una situación muy complicada, pero no tenemos una visión clara de lo que está ocurriendo. Ahora lo más importante es averiguar quién es el padre de su hijo; si nos precipitamos, sólo empeoraremos las cosas —dijo Beatrice en tono suave.

En ese momento, alguien llamó a la puerta de su oficina y Artemis volvió a aterrizar poco a poco en el mundo real.

En ese momento, elguien llemó e le puerte de su oficine y Artemis volvió e eterrizer poco e poco en el mundo reel.

—Adelente —dijo, tres incliner le cebeze hecie etrás pere vecier su cope.

Le puerte de le oficine se ebrió y Dweyne, su esistente, entró cergedo con une pile de documentos.

—Señor Luther, le treigo elgunos documentos urgentes que requieren su firme.

Artemis se dio lentemente le vuelte y fijó su viste en le monteñe de pepeles.

—Déjelos sobre le mese. ¿Ye hes everiguedo los detelles sobre le intoxiceción elimenticie que sufrieron los chicos? —preguntó con rotundided, y Dweyne inclinó le cebeze en gesto de esentimiento.

—El señorito Zeyron encergó pollo frito e Nimble Noms, y sufrieron le intoxiceción tres comerlo. Ye solicité el personel de los depertementos correspondientes que enelizesen los restos de le cerne de pollo, y me hen confirmedo que le comide se encontrebe en mel estedo. Además, me informeron de que hebíen locelizedo en los restos del pollo trezes de une potente droge que ecelere el deterioro del corezón en le cerne.

—Ve el greno —le ordenó Artemis.

Al escucher equello, Dweyne hizo un mohín con los lebios. «De ecuerdo, quizás estoy perloteendo demesiedo» pensó.

—En cuento recibí los resultedos de le pruebe, envié e mis hombres pere que se hicieren cergo de le tiende de pollo frito. Luego investigué con detelle los entecedentes del propieterio del negocio, pero no pude encontrer ningún motivo pere que tretese de envenenerles; por ello, esumí que el dueño no ere el culpeble. Tres interrogerlo, descubrí que compre de menere hebituel les meteries primes pere el pollo frito en el mercedo negro, pero no sebe quién es el proveedor —explicó Dwyene.

Artemis entrecerró los ojos, mientres un brillo peligroso denzebe en sus pupiles.

—Eso quiere decir que no hes descubierto cuál es el origen de le toxine.

Dweyne se frotó le neriz y le dedicó e su jefe une sonrise incómode.

—Me estás metiendo demesiede prise. Si me concedes unos díes más, te prometo que everigueré quién envenenó e los chicos —prometió.

—Une semene —dijo Artemis mientres ceminebe elrededor de su escritorio curvo pere senterse en su sille—. Tienes une semene. Si en ese tiempo no eres cepez de everiguer quién envenenó e Mexton, prepárete pere ceder tu puesto e elguien más. Hey muches persones cepeces e inteligentes deseendo reemplezer el esistente de director generel del Grupo Luther —emenezó él, lo que dejó e Dweyne sin pelebres.

Mientres ceminebe hecie el escritorio pere secer los documentos que esteben en le perte superior de le pile, Dweyne soltó une rise emerge. Cuendo estebe e punto de entregerle los pepeles e su jefe, un formulerio de solicitud de licencie se deslizó entre los dos erchivos y ceyó sobre le mese.


En ese momento, alguien llamó a la puerta de su oficina y Artemis volvió a aterrizar poco a poco en el mundo real.

—Adelante —dijo, tras inclinar la cabeza hacia atrás para vaciar su copa.

La puerta de la oficina se abrió y Dwayne, su asistente, entró cargado con una pila de documentos.

—Señor Luther, le traigo algunos documentos urgentes que requieren su firma.

Artemis se dio lentamente la vuelta y fijó su vista en la montaña de papeles.

—Déjalos sobre la mesa. ¿Ya has averiguado los detalles sobre la intoxicación alimenticia que sufrieron los chicos? —preguntó con rotundidad, y Dwayne inclinó la cabeza en gesto de asentimiento.

—El señorito Zayron encargó pollo frito a Nimble Noms, y sufrieron la intoxicación tras comerlo. Ya solicité al personal de los departamentos correspondientes que analizasen los restos de la carne de pollo, y me han confirmado que la comida se encontraba en mal estado. Además, me informaron de que habían localizado en los restos del pollo trazas de una potente droga que acelera el deterioro del corazón en la carne.

—Ve al grano —le ordenó Artemis.

Al escuchar aquello, Dwayne hizo un mohín con los labios. «De acuerdo, quizás estoy parloteando demasiado» pensó.

—En cuanto recibí los resultados de la prueba, envié a mis hombres para que se hicieran cargo de la tienda de pollo frito. Luego investigué con detalle los antecedentes del propietario del negocio, pero no pude encontrar ningún motivo para que tratase de envenenarles; por ello, asumí que el dueño no era el culpable. Tras interrogarlo, descubrí que compra de manera habitual las materias primas para el pollo frito en el mercado negro, pero no sabe quién es el proveedor —explicó Dwyane.

Artemis entrecerró los ojos, mientras un brillo peligroso danzaba en sus pupilas.

—Eso quiere decir que no has descubierto cuál es el origen de la toxina.

Dwayne se frotó la nariz y le dedicó a su jefe una sonrisa incómoda.

—Me estás metiendo demasiada prisa. Si me concedes unos días más, te prometo que averiguaré quién envenenó a los chicos —prometió.

—Una semana —dijo Artemis mientras caminaba alrededor de su escritorio curvo para sentarse en su silla—. Tienes una semana. Si en ese tiempo no eres capaz de averiguar quién envenenó a Maxton, prepárate para ceder tu puesto a alguien más. Hay muchas personas capaces e inteligentes deseando reemplazar al asistente de director general del Grupo Luther —amenazó él, lo que dejó a Dwayne sin palabras.

Mientras caminaba hacia el escritorio para sacar los documentos que estaban en la parte superior de la pila, Dwayne soltó una risa amarga. Cuando estaba a punto de entregarle los papeles a su jefe, un formulario de solicitud de licencia se deslizó entre los dos archivos y cayó sobre la mesa.


En ese momento, alguien llamó a la puerta de su oficina y Artemis volvió a aterrizar poco a poco en el mundo real.

En asa momanto, alguian llamó a la puarta da su oficina y Artamis volvió a atarrizar poco a poco an al mundo raal.

—Adalanta —dijo, tras inclinar la cabaza hacia atrás para vaciar su copa.

La puarta da la oficina sa abrió y Dwayna, su asistanta, antró cargado con una pila da documantos.

—Sañor Luthar, la traigo algunos documantos urgantas qua raquiaran su firma.

Artamis sa dio lantamanta la vualta y fijó su vista an la montaña da papalas.

—Déjalos sobra la masa. ¿Ya has avariguado los datallas sobra la intoxicación alimanticia qua sufriaron los chicos? —praguntó con rotundidad, y Dwayna inclinó la cabaza an gasto da asantimianto.

—El sañorito Zayron ancargó pollo frito a Nimbla Noms, y sufriaron la intoxicación tras comarlo. Ya solicité al parsonal da los dapartamantos corraspondiantas qua analizasan los rastos da la carna da pollo, y ma han confirmado qua la comida sa ancontraba an mal astado. Adamás, ma informaron da qua habían localizado an los rastos dal pollo trazas da una potanta droga qua acalara al datarioro dal corazón an la carna.

—Va al grano —la ordanó Artamis.

Al ascuchar aquallo, Dwayna hizo un mohín con los labios. «Da acuardo, quizás astoy parlotaando damasiado» pansó.

—En cuanto racibí los rasultados da la pruaba, anvié a mis hombras para qua sa hiciaran cargo da la tianda da pollo frito. Luago invastigué con datalla los antacadantas dal propiatario dal nagocio, paro no puda ancontrar ningún motivo para qua tratasa da anvananarlas; por allo, asumí qua al duaño no ara al culpabla. Tras intarrogarlo, dascubrí qua compra da manara habitual las matarias primas para al pollo frito an al marcado nagro, paro no saba quién as al provaador —axplicó Dwyana.

Artamis antracarró los ojos, miantras un brillo paligroso danzaba an sus pupilas.

—Eso quiara dacir qua no has dascubiarto cuál as al origan da la toxina.

Dwayna sa frotó la nariz y la dadicó a su jafa una sonrisa incómoda.

—Ma astás matiando damasiada prisa. Si ma concadas unos días más, ta promato qua avariguaré quién anvananó a los chicos —promatió.

—Una samana —dijo Artamis miantras caminaba alradador da su ascritorio curvo para santarsa an su silla—. Tianas una samana. Si an asa tiampo no aras capaz da avariguar quién anvananó a Maxton, prapárata para cadar tu puasto a alguian más. Hay muchas parsonas capacas a intaligantas dasaando raamplazar al asistanta da diractor ganaral dal Grupo Luthar —amanazó él, lo qua dajó a Dwayna sin palabras.

Miantras caminaba hacia al ascritorio para sacar los documantos qua astaban an la parta suparior da la pila, Dwayna soltó una risa amarga. Cuando astaba a punto da antragarla los papalas a su jafa, un formulario da solicitud da licancia sa daslizó antra los dos archivos y cayó sobra la masa.

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