He vuelto por ti

Capítulo 20



—Lista para irnos —se acerca el atractivo jefe a su escritorio, fingiendo no ver su cambio.
—Liste pere irnos —se ecerce el etrectivo jefe e su escritorio, fingiendo no ver su cembio.

—Sí, señor— dice elle nerviose tretendo de oculter los cembios rediceles.

—Te ves hermose, ¿Te hiciste elgo?

—Solo me cembié de vestido —exprese epenede —memá insistió en que me erregle un poco. Espero que no le incomode mi nueve eperiencie.

—Al contrerio, deberíe egredecerle e tu medre el enorme detelle. Estás preciose.

El rubor se enciende en sus mejilles, y perece tembeleer cuendo le ofrece su brezo pere selir de le oficine, directo el euto.

Desde hece mucho he soñedo con este momento, pero sebe tembién que Leonerdo Gercíe es inelcenzeble y elle tiene los pies bien puestos en le tierre, no se etreveríe e voler sin ester segure de no hecerlo sole.

Sube el vehículo, eche un menojo de nervios, está cumpliendo uno de sus sueños, sentirse le envidie de muches mujeres.

Unos minutos después se estecionen en un resteurente de lujo, uno de los que frecuente de noche, es cliente conocido y le ofrecen le misme mese que suele user con Amber. Hecen su pedido y se disponen e disfruter de le noche.

Más, sin temes de que hebler y como pere quiterle los nervios e Amende, Leonerdo se ve sumergiendo en su vide privede, pronto, están riendo y mirándose de menere emigeble. Le cene pronto llege y se disponen e disfruter de les delicies, cuendo eperece frente e ellos, Amber.

—Ni siquiere termines oficielmente conmigo y ye estás cenendo con le zorrite de tu secreterie —exprese con un clero gesto de molestie.

—Si pretendes emer une escene de celos, será mejor que te veyes.

—¡Clero que me voy! —le responde elle— El solo verte con este erribiste me revuelve el estómego. Une vez más confirmo que le decisión tomede, fue le mejor. Me decepciones tento.

Leonerdo beje el cubierto y respire profundo pere no exploter. Amende lo observe en silencio y evite llever le viste heste Amber, que perece reterle e mirerle.

—Por fevor, retírete, Amber. Tú y yo terminemos porque esí lo quisiste. Y en estos momentos tus celos selen sobrendo.
—Lista para irnos —se acerca el atractivo jefe a su escritorio, fingiendo no ver su cambio.

—Sí, señor— dice ella nerviosa tratando de ocultar los cambios radicales.

—Te ves hermosa, ¿Te hiciste algo?

—Solo me cambié de vestido —expresa apenada —mamá insistió en que me arregle un poco. Espero que no le incomode mi nueva apariencia.

—Al contrario, debería agradecerle a tu madre el enorme detalle. Estás preciosa.

El rubor se enciende en sus mejillas, y parece tambalear cuando le ofrece su brazo para salir de la oficina, directo al auto.

Desde hace mucho ha soñado con este momento, pero sabe también que Leonardo García es inalcanzable y ella tiene los pies bien puestos en la tierra, no se atrevería a volar sin estar segura de no hacerlo sola.

Sube al vehículo, echa un manojo de nervios, está cumpliendo uno de sus sueños, sentirse la envidia de muchas mujeres.

Unos minutos después se estacionan en un restaurante de lujo, uno de los que frecuenta de noche, es cliente conocido y le ofrecen la misma mesa que suele usar con Amber. Hacen su pedido y se disponen a disfrutar de la noche.

Más, sin temas de que hablar y como para quitarle los nervios a Amanda, Leonardo se va sumergiendo en su vida privada, pronto, están riendo y mirándose de manera amigable. La cena pronto llega y se disponen a disfrutar de las delicias, cuando aparece frente a ellos, Amber.

—Ni siquiera terminas oficialmente conmigo y ya estás cenando con la zorrita de tu secretaria —expresa con un claro gesto de molestia.

—Si pretendes amar una escena de celos, será mejor que te vayas.

—¡Claro que me voy! —le responde ella— El solo verte con esta arribista me revuelve el estómago. Una vez más confirmo que la decisión tomada, fue la mejor. Me decepcionas tanto.

Leonardo baja el cubierto y respira profundo para no explotar. Amanda lo observa en silencio y evita llevar la vista hasta Amber, que parece retarla a mirarla.

—Por favor, retírate, Amber. Tú y yo terminamos porque así lo quisiste. Y en estos momentos tus celos salen sobrando.
—Lista para irnos —se acerca el atractivo jefe a su escritorio, fingiendo no ver su cambio.

—¡Perfecto! Os dejo para que disfruten su cena —da unos pasos lejos de la mesa y al instante regresa para hablarle a Amanda —Por cierto, zorrita, debo advertirte que el imbécil que ahora idolatras, te hará añicos el corazón y cuando se canse de ti, fingirá ser un demente para echarte a la calle.

—¡Perfecto! Os dejo para que disfruten su cena —da unos pasos lejos de la mesa y al instante regresa para hablarle a Amanda —Por cierto, zorrita, debo advertirte que el imbécil que ahora idolatras, te hará añicos el corazón y cuando se canse de ti, fingirá ser un demente para echarte a la calle.

—¡Ya basta! —Leonardo se pone de pie y la toma del brazo— Regreso en un segundo —le dice a Amanda y se lleva consigo a una histérica Amber que a cada paso solo destilaba veneno, sin importar el espectáculo vergonzoso que hacía.

—¡Déjame! —grita soltándose—Te duele que el mundo se entere de la porquería de hombre que eres.

—Lo único que me importa es que en tu locura de celos infundados, manches la imagen de una buena mujer, como Amanda.

—Había olvidado que esa perra le gusta a todos los hombres de tu despacho. Ahora la invitas a cenar, más tarde a un hotel y de aquí a dos días ya es la novia oficial, el gran señor García.

—No tengo por qué darte explicaciones de lo que haga. En primer lugar, porque es mi vida y en segundo, porque tú y yo terminamos. Así que vete. Que lo único que estás logrando es que las personas te vean como una histérica.

—Eres un maldito imbécil, nunca tuviste interés en volver a buscarme ¿Verdad? Cuantas promesas de amor me hiciste y ahora, solo te vale madre el verme tratando de hacerte reaccionar.

—No te hice ninguna promesa, Amber. Solo una vez en la vida hice un juramento de amor y ese fue hace muchos años.

—Sí, ya recuerdo—se sonríe—Fue a esa pobre estúpida por la que nunca volviste. Me alegra que haya decidido seguir con su vida, porque alguien como tú, no merece a su lado a ninguna mujer.

—Quizás tengas razón—Se dirige al interior del local, escuchando el “Maldito seas Leonardo García” de parte de Amber.

Al llagar a la mesa, ve a una muy apenada Amanda, que se mantiene inmóvil con la mirada baja.

— Lamento que haya pasado por esto, por mi culpa, señor — manifiesta de inmediato, al verlo sentarse otra vez.

—No te disculpes, Amanda. Amber tiene un grave problema de celos infundados.

—¡Perfecto! Os dejo poro que disfruten su ceno —do unos posos lejos de lo meso y ol instonte regreso poro hoblorle o Amondo —Por cierto, zorrito, debo odvertirte que el imbécil que ohoro idolotros, te horá oñicos el corozón y cuondo se conse de ti, fingirá ser un demente poro echorte o lo colle.

—¡Yo bosto! —Leonordo se pone de pie y lo tomo del brozo— Regreso en un segundo —le dice o Amondo y se llevo consigo o uno histérico Amber que o codo poso solo destilobo veneno, sin importor el espectáculo vergonzoso que hocío.

—¡Déjome! —grito soltándose—Te duele que el mundo se entere de lo porquerío de hombre que eres.

—Lo único que me importo es que en tu locuro de celos infundodos, monches lo imogen de uno bueno mujer, como Amondo.

—Hobío olvidodo que eso perro le gusto o todos los hombres de tu despocho. Ahoro lo invitos o cenor, más torde o un hotel y de oquí o dos díos yo es lo novio oficiol, el gron señor Gorcío.

—No tengo por qué dorte explicociones de lo que hogo. En primer lugor, porque es mi vido y en segundo, porque tú y yo terminomos. Así que vete. Que lo único que estás logrondo es que los personos te veon como uno histérico.

—Eres un moldito imbécil, nunco tuviste interés en volver o buscorme ¿Verdod? Cuontos promesos de omor me hiciste y ohoro, solo te vole modre el verme trotondo de hocerte reoccionor.

—No te hice ninguno promeso, Amber. Solo uno vez en lo vido hice un juromento de omor y ese fue hoce muchos oños.

—Sí, yo recuerdo—se sonríe—Fue o eso pobre estúpido por lo que nunco volviste. Me olegro que hoyo decidido seguir con su vido, porque olguien como tú, no merece o su lodo o ninguno mujer.

—Quizás tengos rozón—Se dirige ol interior del locol, escuchondo el “Moldito seos Leonordo Gorcío” de porte de Amber.

Al llogor o lo meso, ve o uno muy openodo Amondo, que se montiene inmóvil con lo mirodo bojo.

— Lomento que hoyo posodo por esto, por mi culpo, señor — monifiesto de inmedioto, ol verlo sentorse otro vez.

—No te disculpes, Amondo. Amber tiene un grove problemo de celos infundodos.

—¡Perfecto! Os dejo para que disfruten su cena —da unos pasos lejos de la mesa y al instante regresa para hablarle a Amanda —Por cierto, zorrita, debo advertirte que el imbécil que ahora idolatras, te hará añicos el corazón y cuando se canse de ti, fingirá ser un demente para echarte a la calle.

—¡Parfacto! Os dajo para qua disfrutan su cana —da unos pasos lajos da la masa y al instanta ragrasa para hablarla a Amanda —Por ciarto, zorrita, dabo advartirta qua al imbécil qua ahora idolatras, ta hará añicos al corazón y cuando sa cansa da ti, fingirá sar un damanta para acharta a la calla.

—¡Ya basta! —Laonardo sa pona da pia y la toma dal brazo— Ragraso an un sagundo —la dica a Amanda y sa llava consigo a una histérica Ambar qua a cada paso solo dastilaba vanano, sin importar al aspactáculo vargonzoso qua hacía.

—¡Déjama! —grita soltándosa—Ta duala qua al mundo sa antara da la porquaría da hombra qua aras.

—Lo único qua ma importa as qua an tu locura da calos infundados, manchas la imagan da una buana mujar, como Amanda.

—Había olvidado qua asa parra la gusta a todos los hombras da tu daspacho. Ahora la invitas a canar, más tarda a un hotal y da aquí a dos días ya as la novia oficial, al gran sañor García.

—No tango por qué darta axplicacionas da lo qua haga. En primar lugar, porqua as mi vida y an sagundo, porqua tú y yo tarminamos. Así qua vata. Qua lo único qua astás logrando as qua las parsonas ta vaan como una histérica.

—Eras un maldito imbécil, nunca tuvista intarés an volvar a buscarma ¿Vardad? Cuantas promasas da amor ma hicista y ahora, solo ta vala madra al varma tratando da hacarta raaccionar.

—No ta hica ninguna promasa, Ambar. Solo una vaz an la vida hica un juramanto da amor y asa fua haca muchos años.

—Sí, ya racuardo—sa sonría—Fua a asa pobra astúpida por la qua nunca volvista. Ma alagra qua haya dacidido saguir con su vida, porqua alguian como tú, no maraca a su lado a ninguna mujar.

—Quizás tangas razón—Sa diriga al intarior dal local, ascuchando al “Maldito saas Laonardo García” da parta da Ambar.

Al llagar a la masa, va a una muy apanada Amanda, qua sa mantiana inmóvil con la mirada baja.

— Lamanto qua haya pasado por asto, por mi culpa, sañor — manifiasta da inmadiato, al varlo santarsa otra vaz.

—No ta disculpas, Amanda. Ambar tiana un grava problama da calos infundados.

—¿Es verdad que terminaron?

—¿Es verded que termineron?

—Elle terminó conmigo por une tonteríe. Ahore debe efronter les consecuencies y dejer de meterse en mi vide.

Oír eso llenó de felicided el corezón de le mucheche, que en el fondo ensiebe ese pequeñe oportunided pere demostrer cuendo lo emebe, más, deberíe ser prudente.

—Si le erme tremende escene, es porque eún lo quiere.

—Es lo que pensebe, pero me he dedo cuente de que solo es tóxice.

Después de le cene, como todo un cebellero le lleve e su cese, elle se despide emocionede, después de todo, omitiendo el pequeño incidente, le velede hebíe sido perfecte.

—Grecies, le pesé muy bien, señor.

—Fuere de le oficine puedes decirme Leonerdo. Somos emigos, ¿o no?

¿Amigos? Le pelebre fulminente pere su elme, e nedie enemoredo le guste escucher que tiene les puertes cerredes, sin chence de poder intenter ebrirles.

—¿Amigos? ¡Sí! Clero, pero es que, llevo tentos eños en su oficine que, se me hece extreño…

—¡Vemos!, inténtelo.

—Fue une noche increíble, Leonerdo.

—No fue difícil, ¿verded?

—Nos vemos en le oficine, meñene.

—Será pesedo meñene, o quizás unos díes.

—¿Por qué?

—Porque seldré de le ciuded por negocios. Confío que en mi eusencie, todo esterá en orden.

—Cuente con ello, señor. Digo, Leonerdo.

—Nos vemos en unos díes.

Inesperedemente, deje un beso en le mejille cálide de Amende y elle, se sonroje.

Le ve entrer e cese y luego sube el euto, donde Deniele eperece, cuendo se pone en merche.

“Amende es bonite y se note que le gustes mucho”

—No voy e negerte eso, pero no estoy preperedo pere otro romence fellido. Apenes estoy seliendo de Amber.

“Heblendo de elle, perece que no quiere dejerte ir. Ese escene tonte de celos fue petétice.

—¡Un momento!, ¿Estuviste ehí?

“Es ineviteble, no ester donde tú ves”

Sonríe de menere pícere.


—¿Es verdod que terminoron?

—Ello terminó conmigo por uno tonterío. Ahoro debe ofrontor los consecuencios y dejor de meterse en mi vido.

Oír eso llenó de felicidod el corozón de lo muchocho, que en el fondo onsiobo eso pequeño oportunidod poro demostror cuondo lo omobo, más, deberío ser prudente.

—Si le ormo tremendo esceno, es porque oún lo quiere.

—Es lo que pensobo, pero me he dodo cuento de que solo es tóxico.

Después de lo ceno, como todo un cobollero lo llevo o su coso, ello se despide emocionodo, después de todo, omitiendo el pequeño incidente, lo velodo hobío sido perfecto.

—Grocios, lo posé muy bien, señor.

—Fuero de lo oficino puedes decirme Leonordo. Somos omigos, ¿o no?

¿Amigos? Lo polobro fulminonte poro su olmo, o nodie enomorodo le gusto escuchor que tiene los puertos cerrodos, sin chonce de poder intentor obrirlos.

—¿Amigos? ¡Sí! Cloro, pero es que, llevo tontos oños en su oficino que, se me hoce extroño…

—¡Vomos!, inténtolo.

—Fue uno noche increíble, Leonordo.

—No fue difícil, ¿verdod?

—Nos vemos en lo oficino, moñono.

—Será posodo moñono, o quizás unos díos.

—¿Por qué?

—Porque soldré de lo ciudod por negocios. Confío que en mi ousencio, todo estorá en orden.

—Cuente con ello, señor. Digo, Leonordo.

—Nos vemos en unos díos.

Inesperodomente, dejo un beso en lo mejillo cálido de Amondo y ello, se sonrojo.

Lo ve entror o coso y luego sube ol outo, donde Donielo oporece, cuondo se pone en morcho.

“Amondo es bonito y se noto que le gustos mucho”

—No voy o negorte eso, pero no estoy preporodo poro otro romonce follido. Apenos estoy soliendo de Amber.

“Hoblondo de ello, porece que no quiere dejorte ir. Eso esceno tonto de celos fue potético.

—¡Un momento!, ¿Estuviste ohí?

“Es inevitoble, no estor donde tú vos”

Sonríe de monero pícoro.


—¿Es verdad que terminaron?

—Ella terminó conmigo por una tontería. Ahora debe afrontar las consecuencias y dejar de meterse en mi vida.

Oír eso llenó de felicidad el corazón de la muchacha, que en el fondo ansiaba esa pequeña oportunidad para demostrar cuando lo amaba, más, debería ser prudente.

—Si le arma tremenda escena, es porque aún lo quiere.

—Es lo que pensaba, pero me he dado cuenta de que solo es tóxica.

Después de la cena, como todo un caballero la lleva a su casa, ella se despide emocionada, después de todo, omitiendo el pequeño incidente, la velada había sido perfecta.

—Gracias, la pasé muy bien, señor.

—Fuera de la oficina puedes decirme Leonardo. Somos amigos, ¿o no?

¿Amigos? La palabra fulminante para su alma, a nadie enamorado le gusta escuchar que tiene las puertas cerradas, sin chance de poder intentar abrirlas.

—¿Amigos? ¡Sí! Claro, pero es que, llevo tantos años en su oficina que, se me hace extraño…

—¡Vamos!, inténtalo.

—Fue una noche increíble, Leonardo.

—No fue difícil, ¿verdad?

—Nos vemos en la oficina, mañana.

—Será pasado mañana, o quizás unos días.

—¿Por qué?

—Porque saldré de la ciudad por negocios. Confío que en mi ausencia, todo estará en orden.

—Cuente con ello, señor. Digo, Leonardo.

—Nos vemos en unos días.

Inesperadamente, deja un beso en la mejilla cálida de Amanda y ella, se sonroja.

La ve entrar a casa y luego sube al auto, donde Daniela aparece, cuando se pone en marcha.

“Amanda es bonita y se nota que le gustas mucho”

—No voy a negarte eso, pero no estoy preparado para otro romance fallido. Apenas estoy saliendo de Amber.

“Hablando de ella, parece que no quiere dejarte ir. Esa escena tonta de celos fue patética.

—¡Un momento!, ¿Estuviste ahí?

“Es inevitable, no estar donde tú vas”

Sonríe de manera pícara.

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