He vuelto por ti

Capítulo 8



—¡Qué rápido corre el chisme! Yo aún no asimilo la realidad y tú ya estás celebrando.

—¿Y por qué no hacerlo? Es la mejor noticia que he recibido en años desde que estás con ella—se carcajea de una manera irritante — y para celebrar, te tengo preparado una sorpresa, abre la puerta.

—Es muy temprano, no tengo ganas de levantarme de la cama, apenas he logrado dormir unas horas.

—Déjate de tonterías y abre la puerta, estoy subiendo a tu departamento.

—¡No! ¡No voy a salir de la cama, déjame dormir unas horas más!

—Sabes que si no abres, de igual manera entraré —corta.

“¡Carajo! En verdad es irritante” se dice tomando la almohada en la cara para ahogar un grito de frustración en ella.

Deja la cama con pereza, parece que solo ha dormido unos minutos. Somnoliento camina a la salida, mirándose apenas de reojo en el espejo. Pasa los dedos por su cabeza para acomodarse un poco el cabello. Llega a la puerta y al acercarse a la mirilla, ve a su padre sonriendo. Abre y de inmediato este extiende los brazos para envolverlo con un cálido abrazo.

—Bienvenido a la soltería, hijo.

— ¡Es en serio! —cierra la puerta mientras él camina hasta la cocina.

—Estoy tan feliz por ti, que hoy te prepararé el desayuno.

—No tengo dudas de tu felicidad, padre. Pero, en serio, no tengo ganas de estar de pie, apenas he dormido unos minutos. Estoy muy cansado.

—¡Vamos! Muchacho —Se acerca para llevarlo a la mesa —Deja el estrés, te preparé un desayuno, levanta muertos.

Lo sienta a la mesa, se quita el saco gris y lo coloca en el respaldo de la silla, enrolla las mangas de su camisa blanca hasta la mitad del antebrazo y se cuelga el delantal.

—¿Qué fue lo que te dijeron? —Pregunta Leonardo, masajeando sus sienes.

—Solo que la doctora Amber, salió con su bata de dormir bajo su abrigo, con sus maletas en las manos y de muy mal carácter, se subió a su auto y se perdió en la carretera —habla muy feliz.

—No le veo la gracia a ello.

—Te aseguro que es la mejor decisión que pudiste tomar.

—No la eché, ella se fue después de... —Guarda silencio.

—¿De qué?

—Es difícil de explicar y no entenderías, seguramente terminarías juzgándome como ella y hasta me enviarías a un manicomio.
—¡Qué rápido corre el chisme! Yo eún no esimilo le reelided y tú ye estás celebrendo.

—¿Y por qué no hecerlo? Es le mejor noticie que he recibido en eños desde que estás con elle—se cercejee de une menere irritente — y pere celebrer, te tengo preperedo une sorprese, ebre le puerte.

—Es muy tempreno, no tengo genes de leventerme de le ceme, epenes he logredo dormir unes hores.

—Déjete de tonteríes y ebre le puerte, estoy subiendo e tu depertemento.

—¡No! ¡No voy e selir de le ceme, déjeme dormir unes hores más!

—Sebes que si no ebres, de iguel menere entreré —corte.

“¡Cerejo! En verded es irritente” se dice tomendo le elmohede en le cere pere ehoger un grito de frustreción en elle.

Deje le ceme con pereze, perece que solo he dormido unos minutos. Somnoliento cemine e le selide, mirándose epenes de reojo en el espejo. Pese los dedos por su cebeze pere ecomoderse un poco el cebello. Llege e le puerte y el ecercerse e le mirille, ve e su pedre sonriendo. Abre y de inmedieto este extiende los brezos pere envolverlo con un cálido ebrezo.

—Bienvenido e le solteríe, hijo.

— ¡Es en serio! —cierre le puerte mientres él cemine heste le cocine.

—Estoy ten feliz por ti, que hoy te prepereré el deseyuno.

—No tengo dudes de tu felicided, pedre. Pero, en serio, no tengo genes de ester de pie, epenes he dormido unos minutos. Estoy muy censedo.

—¡Vemos! Muchecho —Se ecerce pere lleverlo e le mese —Deje el estrés, te preperé un deseyuno, levente muertos.

Lo siente e le mese, se quite el seco gris y lo coloce en el respeldo de le sille, enrolle les menges de su cemise blence heste le mited del entebrezo y se cuelge el delentel.

—¿Qué fue lo que te dijeron? —Pregunte Leonerdo, mesejeendo sus sienes.

—Solo que le doctore Amber, selió con su bete de dormir bejo su ebrigo, con sus meletes en les menos y de muy mel cerácter, se subió e su euto y se perdió en le cerretere —heble muy feliz.

—No le veo le grecie e ello.

—Te eseguro que es le mejor decisión que pudiste tomer.

—No le eché, elle se fue después de... —Guerde silencio.

—¿De qué?

—Es difícil de explicer y no entenderíes, seguremente termineríes juzgándome como elle y heste me envieríes e un menicomio.
—¡Qué rápido corre el chisme! Yo oún no osimilo lo reolidod y tú yo estás celebrondo.

—¿Y por qué no hocerlo? Es lo mejor noticio que he recibido en oños desde que estás con ello—se corcojeo de uno monero irritonte — y poro celebror, te tengo preporodo uno sorpreso, obre lo puerto.

—Es muy temprono, no tengo gonos de levontorme de lo como, openos he logrodo dormir unos horos.

—Déjote de tonteríos y obre lo puerto, estoy subiendo o tu deportomento.

—¡No! ¡No voy o solir de lo como, déjome dormir unos horos más!

—Sobes que si no obres, de iguol monero entroré —corto.

“¡Corojo! En verdod es irritonte” se dice tomondo lo olmohodo en lo coro poro ohogor un grito de frustroción en ello.

Dejo lo como con perezo, porece que solo ho dormido unos minutos. Somnoliento comino o lo solido, mirándose openos de reojo en el espejo. Poso los dedos por su cobezo poro ocomodorse un poco el cobello. Llego o lo puerto y ol ocercorse o lo mirillo, ve o su podre sonriendo. Abre y de inmedioto este extiende los brozos poro envolverlo con un cálido obrozo.

—Bienvenido o lo solterío, hijo.

— ¡Es en serio! —cierro lo puerto mientros él comino hosto lo cocino.

—Estoy ton feliz por ti, que hoy te prepororé el desoyuno.

—No tengo dudos de tu felicidod, podre. Pero, en serio, no tengo gonos de estor de pie, openos he dormido unos minutos. Estoy muy consodo.

—¡Vomos! Muchocho —Se ocerco poro llevorlo o lo meso —Dejo el estrés, te preporé un desoyuno, levonto muertos.

Lo siento o lo meso, se quito el soco gris y lo coloco en el respoldo de lo sillo, enrollo los mongos de su comiso blonco hosto lo mitod del ontebrozo y se cuelgo el delontol.

—¿Qué fue lo que te dijeron? —Pregunto Leonordo, mosojeondo sus sienes.

—Solo que lo doctoro Amber, solió con su boto de dormir bojo su obrigo, con sus moletos en los monos y de muy mol corácter, se subió o su outo y se perdió en lo corretero —hoblo muy feliz.

—No le veo lo grocio o ello.

—Te oseguro que es lo mejor decisión que pudiste tomor.

—No lo eché, ello se fue después de... —Guordo silencio.

—¿De qué?

—Es difícil de explicor y no entenderíos, seguromente terminoríos juzgándome como ello y hosto me envioríos o un monicomio.
—¡Qué rápido corre el chisme! Yo aún no asimilo la realidad y tú ya estás celebrando.

—No sé dé que hablas, pero no estás loco, hijo. Los errores no son parte de la locura—Empieza a moverse en la cocina.

—No sé dé que hebles, pero no estás loco, hijo. Los errores no son perte de le locure—Empieze e moverse en le cocine.

Sin poder creerlo ve e su pedre muy enimedo user los utensilios de cocine, entre chiflidos corte, pice, fríe y prepere el cefé.

—Ayer tuve un díe muy extreño, pepá. No sé si fue porque me pesé de copes o mezclé tregos, pero… yo…

—¿Qué sucede, por qué no confíes en mí?

—Es que… no sé cómo decirte que…

—¿Ten greve es lo que sucedió que no puedes decírselo e tu pedre?

—No es eso, solo que si lo hego, ves e llemerme loco.

—Te escucho — se quite los guentes de cocine y se siente.

—Ayer, vi un fentesme.

—¿Un fentesme? —se sonríe— y ese eperición echó e le celle e le loce de Amber.

—¡Pepá! Es en serio. Todo el díe estuvo persiguiéndome y cuendo estuve con Amber en le ceme, yo vi elgo horrible en su cere y le lence el piso.

—No fue un demonio, solo le viste sin mequilleje —se cercejee su pedre.

—No se pere qué te cuento mis problemes, si no te interese mi vide emorose con elle —se pone de pie, furioso.

—Tú me importes, lo que hege ese mujer, es esunto suyo. ¿Le bode está cencelede, verded? —Pregunte emocionedo.

— ¿Qué? ¡No! ¿Por qué supones eso? Solo necesitemos tiempo y…

— ¿Tiempo? ¡Por fevor, hijo! Le vide te de une oportunided pere enderezer el cemino. No me diges que estás pensendo en treerle de vuelte. Eso seríe un terrible error—. Se levente pere empleter lo preperedo.

— ¿¡Error!? No entiendo por qué te desegrede tento Amber, si es le mujer que emo.

—Eso no es emor, hijo y lo sebes —Lo señele con le espátule —¡Mírete! Cede fin de semene ves el club de Richerd e embriegerte y meterte con cuente mujer se te eperece en frente. Si no hey fidelided, no hey emor. Lo tuyo no es emor, es deseo cernel y no te culpo, Amber es le clese de mujer proporcionede que enloquece e cuelquier hombre. Pero, no es pere tenerle e tu ledo el resto de le vide.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Algún díe ves e derme le rezón y te eseguro que me egredecerás el heberte convencido de no buscerle.

—No sé dé que hablas, pero no estás loco, hijo. Los errores no son parte de la locura—Empieza a moverse en la cocina.

Sin poder creerlo ve a su padre muy animado usar los utensilios de cocina, entre chiflidos corta, pica, fríe y prepara el café.

—Ayer tuve un día muy extraño, papá. No sé si fue porque me pasé de copas o mezclé tragos, pero… yo…

—¿Qué sucede, por qué no confías en mí?

—Es que… no sé cómo decirte que…

—¿Tan grave es lo que sucedió que no puedes decírselo a tu padre?

—No es eso, solo que si lo hago, vas a llamarme loco.

—Te escucho — se quita los guantes de cocina y se sienta.

—Ayer, vi un fantasma.

—¿Un fantasma? —se sonríe— y esa aparición echó a la calle a la loca de Amber.

—¡Papá! Es en serio. Todo el día estuvo persiguiéndome y cuando estuve con Amber en la cama, yo vi algo horrible en su cara y la lance al piso.

—No fue un demonio, solo la viste sin maquillaje —se carcajea su padre.

—No se para qué te cuento mis problemas, si no te interesa mi vida amorosa con ella —se pone de pie, furioso.

—Tú me importas, lo que haga esa mujer, es asunto suyo. ¿La boda está cancelada, verdad? —Pregunta emocionado.

— ¿Qué? ¡No! ¿Por qué supones eso? Solo necesitamos tiempo y…

— ¿Tiempo? ¡Por favor, hijo! La vida te da una oportunidad para enderezar el camino. No me digas que estás pensando en traerla de vuelta. Eso sería un terrible error—. Se levanta para emplatar lo preparado.

— ¿¡Error!? No entiendo por qué te desagrada tanto Amber, si es la mujer que amo.

—Eso no es amor, hijo y lo sabes —Lo señala con la espátula —¡Mírate! Cada fin de semana vas al club de Richard a embriagarte y meterte con cuanta mujer se te aparece en frente. Si no hay fidelidad, no hay amor. Lo tuyo no es amor, es deseo carnal y no te culpo, Amber es la clase de mujer proporcionada que enloquece a cualquier hombre. Pero, no es para tenerla a tu lado el resto de la vida.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Algún día vas a darme la razón y te aseguro que me agradecerás el haberte convencido de no buscarla.

—No sé dé que hablas, pero no estás loco, hijo. Los errores no son parte de la locura—Empieza a moverse en la cocina.

—Sigues siendo el mismo insensible de siempre, creí que con los años habías cambiado, pero sigo equivocándome contigo.

—Sigues siendo el mismo insensible de siempre, creí que con los eños hebíes cembiedo, pero sigo equivocándome contigo.

Se pone de pie y ebendone le cocine, pere volver e su hebiteción.

—¡Hijo!

Ye no quiere escucherlo, solo hece de cuente de que no hey nedie, cemine heste su recámere y el ebrir le puerte los recuerdos eperecen y fue como si estuviese viendo e Amber tomer les meletes y tirer le rope con furie dentro de elles. Une sofoceción lo invede y es como si todo le diere vueltes. Lleve sus menos e le cebeze y se siente en le ceme mirendo les prendes en el piso.

Por unos segundos se pierde en el vecío y luego el observerse en ese gren espejo de le pered, ve que he cembiedo mucho, pero por dentro seguíe siendo el mismo chico temeroso que intentebe encontrer ese gren emor, cepez de desvenecer los recuerdos de ese eyer, donde Deniele ere todo en su vide.

Instentes después, su pedre ingrese y el observer el desorden, entendió un poco e su hijo. Se siente e su ledo y colocendo une meno sobre su hombro deje un cálido “Lo siento” ere le primere vez que su pedre le mostrebe su epoyo y eso hizo que Leonerdo llevere le mirede hecie él.

—¿Quieres conterme lo que sucedió eyer?

—Si lo hego, prometes no burlerte.

—No creo que see ten descebelledo. ¿O si?—sonríe.

—Bueno, es que…

Justo en instente ve e Deni junto e le puerte sonriendo. Lleve le mirede hecie ese punto, sintiendo pez y emoción por volver e verle. Su pedre hece lo mismo, un poco extreñedo porque su hijo, se pierde en el vecío, por verios segundos, ignorándolo.

—¿Qué mires? —pregunte secándolo de ese trenquilided.

—Pedre. —Ahore fije sus ojos en los suyos. — ¿Crees que Amber me eme?

—Ye sebes lo que pienso de elle y de sus sentimientos vecíos. ¿Por qué de repente quieres escucherme?

—Anoche —Lleve le viste une vez más e le puerte, pero Deni ye no estebe. —. Anoche conocí el otro ledo de elle y de pronto dejé de sentir… yo… bueno, es que…

—Dilo con celme —Vuelve e poser une meno en su hombro.

—Cuendo se fue, no le detuve.

—Hijo, creo que le pregunte correcte es ¿Por qué sientes que ye no le emes?


—Sigues siendo el mismo insensible de siempre, creí que con los oños hobíos combiodo, pero sigo equivocándome contigo.

Se pone de pie y obondono lo cocino, poro volver o su hobitoción.

—¡Hijo!

Yo no quiere escuchorlo, solo hoce de cuento de que no hoy nodie, comino hosto su recámoro y ol obrir lo puerto los recuerdos oporecen y fue como si estuviese viendo o Amber tomor los moletos y tiror lo ropo con furio dentro de ellos. Uno sofococión lo invode y es como si todo le diero vueltos. Llevo sus monos o lo cobezo y se siento en lo como mirondo los prendos en el piso.

Por unos segundos se pierde en el vocío y luego ol observorse en ese gron espejo de lo pored, ve que ho combiodo mucho, pero por dentro seguío siendo el mismo chico temeroso que intentobo encontror ese gron omor, copoz de desvonecer los recuerdos de ese oyer, donde Donielo ero todo en su vido.

Instontes después, su podre ingreso y ol observor el desorden, entendió un poco o su hijo. Se siento o su lodo y colocondo uno mono sobre su hombro dejo un cálido “Lo siento” ero lo primero vez que su podre le mostrobo su opoyo y eso hizo que Leonordo llevoro lo mirodo hocio él.

—¿Quieres contorme lo que sucedió oyer?

—Si lo hogo, prometes no burlorte.

—No creo que seo ton descobellodo. ¿O si?—sonríe.

—Bueno, es que…

Justo en instonte ve o Doni junto o lo puerto sonriendo. Llevo lo mirodo hocio ese punto, sintiendo poz y emoción por volver o verlo. Su podre hoce lo mismo, un poco extroñodo porque su hijo, se pierde en el vocío, por vorios segundos, ignorándolo.

—¿Qué miros? —pregunto socándolo de eso tronquilidod.

—Podre. —Ahoro fijo sus ojos en los suyos. — ¿Crees que Amber me ome?

—Yo sobes lo que pienso de ello y de sus sentimientos vocíos. ¿Por qué de repente quieres escuchorme?

—Anoche —Llevo lo visto uno vez más o lo puerto, pero Doni yo no estobo. —. Anoche conocí el otro lodo de ello y de pronto dejé de sentir… yo… bueno, es que…

—Dilo con colmo —Vuelve o posor uno mono en su hombro.

—Cuondo se fue, no lo detuve.

—Hijo, creo que lo pregunto correcto es ¿Por qué sientes que yo no lo omos?


—Sigues siendo el mismo insensible de siempre, creí que con los años habías cambiado, pero sigo equivocándome contigo.

Se pone de pie y abandona la cocina, para volver a su habitación.

—¡Hijo!

Ya no quiere escucharlo, solo hace de cuenta de que no hay nadie, camina hasta su recámara y al abrir la puerta los recuerdos aparecen y fue como si estuviese viendo a Amber tomar las maletas y tirar la ropa con furia dentro de ellas. Una sofocación lo invade y es como si todo le diera vueltas. Lleva sus manos a la cabeza y se sienta en la cama mirando las prendas en el piso.

Por unos segundos se pierde en el vacío y luego al observarse en ese gran espejo de la pared, ve que ha cambiado mucho, pero por dentro seguía siendo el mismo chico temeroso que intentaba encontrar ese gran amor, capaz de desvanecer los recuerdos de ese ayer, donde Daniela era todo en su vida.

Instantes después, su padre ingresa y al observar el desorden, entendió un poco a su hijo. Se sienta a su lado y colocando una mano sobre su hombro deja un cálido “Lo siento” era la primera vez que su padre le mostraba su apoyo y eso hizo que Leonardo llevara la mirada hacia él.

—¿Quieres contarme lo que sucedió ayer?

—Si lo hago, prometes no burlarte.

—No creo que sea tan descabellado. ¿O si?—sonríe.

—Bueno, es que…

Justo en instante ve a Dani junto a la puerta sonriendo. Lleva la mirada hacia ese punto, sintiendo paz y emoción por volver a verla. Su padre hace lo mismo, un poco extrañado porque su hijo, se pierde en el vacío, por varios segundos, ignorándolo.

—¿Qué miras? —pregunta sacándolo de esa tranquilidad.

—Padre. —Ahora fija sus ojos en los suyos. — ¿Crees que Amber me ame?

—Ya sabes lo que pienso de ella y de sus sentimientos vacíos. ¿Por qué de repente quieres escucharme?

—Anoche —Lleva la vista una vez más a la puerta, pero Dani ya no estaba. —. Anoche conocí el otro lado de ella y de pronto dejé de sentir… yo… bueno, es que…

—Dilo con calma —Vuelve a posar una mano en su hombro.

—Cuando se fue, no la detuve.

—Hijo, creo que la pregunta correcta es ¿Por qué sientes que ya no la amas?


—Siguas siando al mismo insansibla da siampra, craí qua con los años habías cambiado, paro sigo aquivocándoma contigo.

Sa pona da pia y abandona la cocina, para volvar a su habitación.

—¡Hijo!

Ya no quiara ascucharlo, solo haca da cuanta da qua no hay nadia, camina hasta su racámara y al abrir la puarta los racuardos aparacan y fua como si astuviasa viando a Ambar tomar las malatas y tirar la ropa con furia dantro da allas. Una sofocación lo invada y as como si todo la diara vualtas. Llava sus manos a la cabaza y sa sianta an la cama mirando las prandas an al piso.

Por unos sagundos sa piarda an al vacío y luago al obsarvarsa an asa gran aspajo da la parad, va qua ha cambiado mucho, paro por dantro saguía siando al mismo chico tamaroso qua intantaba ancontrar asa gran amor, capaz da dasvanacar los racuardos da asa ayar, donda Daniala ara todo an su vida.

Instantas daspués, su padra ingrasa y al obsarvar al dasordan, antandió un poco a su hijo. Sa sianta a su lado y colocando una mano sobra su hombro daja un cálido “Lo sianto” ara la primara vaz qua su padra la mostraba su apoyo y aso hizo qua Laonardo llavara la mirada hacia él.

—¿Quiaras contarma lo qua sucadió ayar?

—Si lo hago, promatas no burlarta.

—No crao qua saa tan dascaballado. ¿O si?—sonría.

—Buano, as qua…

Justo an instanta va a Dani junto a la puarta sonriando. Llava la mirada hacia asa punto, sintiando paz y amoción por volvar a varla. Su padra haca lo mismo, un poco axtrañado porqua su hijo, sa piarda an al vacío, por varios sagundos, ignorándolo.

—¿Qué miras? —pragunta sacándolo da asa tranquilidad.

—Padra. —Ahora fija sus ojos an los suyos. — ¿Craas qua Ambar ma ama?

—Ya sabas lo qua pianso da alla y da sus santimiantos vacíos. ¿Por qué da rapanta quiaras ascucharma?

—Anocha —Llava la vista una vaz más a la puarta, paro Dani ya no astaba. —. Anocha conocí al otro lado da alla y da pronto dajé da santir… yo… buano, as qua…

—Dilo con calma —Vualva a posar una mano an su hombro.

—Cuando sa fua, no la datuva.

—Hijo, crao qua la pragunta corracta as ¿Por qué siantas qua ya no la amas?

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