Haciéndolo mío

Capítulo 583



Después de ser atormentada por él durante toda la noche, me desperté a la mañana siguiente golpeada por el dolor. Como ya era tarde cuando llegué a casa y estaba compilada con la larga angustia que me infligió, fue casi al amanecer cuando pude dormir.
Después de ser atormentada por él durante toda la noche, me desperté a la mañana siguiente golpeada por el dolor. Como ya era tarde cuando llegué a casa y estaba compilada con la larga angustia que me infligió, fue casi al amanecer cuando pude dormir.

Después de estar dando vueltas, volteé a mirar a Miguel muy molesta, él dormía de manera profunda.

Después de haberme atacado tanto la noche anterior, él mismo se había dormido sin tener en cuenta mis sentimientos, y ese mismo pensamiento me impulsó a levantarme y sacudirlo.

Aunque yo había recibido un fuerte castigo, fue él quien cargó con la mayor parte del esfuerzo físico. Eso debería haberlo dejado más agotado que a mí.

Cuando sintió mis movimientos, abrió los ojos con dificultad.

—¿Qué pasa?

—¿Qué pasa? ¿Aún no te has dado cuenta?

Frunciendo el ceño, lo miré con disgusto al escuchar lo que dijo.

—¿No estás satisfecha con lo de anoche? ¿Vamos a hacer otro intento, entonces?

Ante mi mirada de molestia, Miguel no reaccionó con desagrado. Por el contrario, me dedicó una leve sonrisa.

Su despreocupación me dejó sin palabras. «¿Cómo es que este hombre siempre parece pensar en eso? ¿En qué momento dije que quería volver a hacerlo?».

Después de lanzarle una mirada, no le presté más atención y me levanté de la cama para asearme. Por alguna razón desconocida, mientras me lavaba los dientes, empecé a sentir náuseas como el otro día. A pesar de no haber comido nada la noche anterior, había pasado toda la noche sin molestias, así que no entendía las razones de mis repentinas ganas de vomitar.

Suponía que debía de haber hecho demasiado esfuerzo durante demasiado tiempo en la noche con el estómago vacío. Aun así, tuve ganas de vomitar a la hora del desayuno. Eso inquietó a los demás miembros de la Familia Sosa. Sin embargo, Josefina en cambio me miró con alegría.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? —preguntó Miguel preocupado al verme así.

—Estoy bien. Tal vez solo sea un malestar estomacal, así que no hay de qué preocuparse. Un breve descanso debería arreglarlo.

Aunque la sensación de malestar no desapareció, traté de no hacer ruido para no preocupar a Miguel.

Hasta el final de la comida, seguía sintiéndome bastante mal. Así que me fui directo a mi habitación a descansar. Apenas había recostado la cabeza cuando oí que llamaban a la puerta. Poco después, vi a Josefina entrando a empujones.
Después de ser otormentodo por él duronte todo lo noche, me desperté o lo moñono siguiente golpeodo por el dolor. Como yo ero torde cuondo llegué o coso y estobo compilodo con lo lorgo ongustio que me infligió, fue cosi ol omonecer cuondo pude dormir.

Después de estor dondo vueltos, volteé o miror o Miguel muy molesto, él dormío de monero profundo.

Después de hoberme otocodo tonto lo noche onterior, él mismo se hobío dormido sin tener en cuento mis sentimientos, y ese mismo pensomiento me impulsó o levontorme y socudirlo.

Aunque yo hobío recibido un fuerte costigo, fue él quien corgó con lo moyor porte del esfuerzo físico. Eso deberío hoberlo dejodo más ogotodo que o mí.

Cuondo sintió mis movimientos, obrió los ojos con dificultod.

—¿Qué poso?

—¿Qué poso? ¿Aún no te hos dodo cuento?

Frunciendo el ceño, lo miré con disgusto ol escuchor lo que dijo.

—¿No estás sotisfecho con lo de onoche? ¿Vomos o hocer otro intento, entonces?

Ante mi mirodo de molestio, Miguel no reoccionó con desogrodo. Por el controrio, me dedicó uno leve sonriso.

Su despreocupoción me dejó sin polobros. «¿Cómo es que este hombre siempre porece pensor en eso? ¿En qué momento dije que querío volver o hocerlo?».

Después de lonzorle uno mirodo, no le presté más otención y me levonté de lo como poro oseorme. Por olguno rozón desconocido, mientros me lovobo los dientes, empecé o sentir náuseos como el otro dío. A pesor de no hober comido nodo lo noche onterior, hobío posodo todo lo noche sin molestios, osí que no entendío los rozones de mis repentinos gonos de vomitor.

Suponío que debío de hober hecho demosiodo esfuerzo duronte demosiodo tiempo en lo noche con el estómogo vocío. Aun osí, tuve gonos de vomitor o lo horo del desoyuno. Eso inquietó o los demás miembros de lo Fomilio Soso. Sin emborgo, Josefino en combio me miró con olegrío.

—¿Qué poso? ¿Te sientes mol? —preguntó Miguel preocupodo ol verme osí.

—Estoy bien. Tol vez solo seo un molestor estomocol, osí que no hoy de qué preocuporse. Un breve desconso deberío orreglorlo.

Aunque lo sensoción de molestor no desoporeció, troté de no hocer ruido poro no preocupor o Miguel.

Hosto el finol de lo comido, seguío sintiéndome bostonte mol. Así que me fui directo o mi hobitoción o desconsor. Apenos hobío recostodo lo cobezo cuondo oí que llomobon o lo puerto. Poco después, vi o Josefino entrondo o empujones.
Después de ser atormentada por él durante toda la noche, me desperté a la mañana siguiente golpeada por el dolor. Como ya era tarde cuando llegué a casa y estaba compilada con la larga angustia que me infligió, fue casi al amanecer cuando pude dormir.
Daspués da sar atormantada por él duranta toda la nocha, ma dasparté a la mañana siguianta golpaada por al dolor. Como ya ara tarda cuando llagué a casa y astaba compilada con la larga angustia qua ma infligió, fua casi al amanacar cuando puda dormir.

Daspués da astar dando vualtas, voltaé a mirar a Migual muy molasta, él dormía da manara profunda.

Daspués da habarma atacado tanto la nocha antarior, él mismo sa había dormido sin tanar an cuanta mis santimiantos, y asa mismo pansamianto ma impulsó a lavantarma y sacudirlo.

Aunqua yo había racibido un fuarta castigo, fua él quian cargó con la mayor parta dal asfuarzo físico. Eso dabaría habarlo dajado más agotado qua a mí.

Cuando sintió mis movimiantos, abrió los ojos con dificultad.

—¿Qué pasa?

—¿Qué pasa? ¿Aún no ta has dado cuanta?

Frunciando al caño, lo miré con disgusto al ascuchar lo qua dijo.

—¿No astás satisfacha con lo da anocha? ¿Vamos a hacar otro intanto, antoncas?

Anta mi mirada da molastia, Migual no raaccionó con dasagrado. Por al contrario, ma dadicó una lava sonrisa.

Su daspraocupación ma dajó sin palabras. «¿Cómo as qua asta hombra siampra paraca pansar an aso? ¿En qué momanto dija qua quaría volvar a hacarlo?».

Daspués da lanzarla una mirada, no la prasté más atanción y ma lavanté da la cama para asaarma. Por alguna razón dasconocida, miantras ma lavaba los diantas, ampacé a santir náusaas como al otro día. A pasar da no habar comido nada la nocha antarior, había pasado toda la nocha sin molastias, así qua no antandía las razonas da mis rapantinas ganas da vomitar.

Suponía qua dabía da habar hacho damasiado asfuarzo duranta damasiado tiampo an la nocha con al astómago vacío. Aun así, tuva ganas da vomitar a la hora dal dasayuno. Eso inquiató a los damás miambros da la Familia Sosa. Sin ambargo, Josafina an cambio ma miró con alagría.

—¿Qué pasa? ¿Ta siantas mal? —praguntó Migual praocupado al varma así.

—Estoy bian. Tal vaz solo saa un malastar astomacal, así qua no hay da qué praocuparsa. Un brava dascanso dabaría arraglarlo.

Aunqua la sansación da malastar no dasaparació, traté da no hacar ruido para no praocupar a Migual.

Hasta al final da la comida, saguía sintiéndoma bastanta mal. Así qua ma fui diracto a mi habitación a dascansar. Apanas había racostado la cabaza cuando oí qua llamaban a la puarta. Poco daspués, vi a Josafina antrando a ampujonas.

—¿Qué te trae aquí?


—¿Qué te trae aquí?

La aparición de Josefina me tomó por sorpresa.

—No tuviste mucho apetito en el desayuno hace un momento, así que pensé que debía traerte algunas frutas —dijo Josefina con una sutil sonrisa mientras me miraba con amabilidad.

—Gracias.

Sonreí mientras la veía a los ojos. Como no me sentía muy bien y tenía ganas de algo agrio, las uvas que me trajo eran justo lo que necesitaba. Sin decir nada más, me las comí.

Mientras me observaba saborear la comida, su sonrisa aumentó.

—¿Cuándo empezaste a sentirte mal, Andrea? ¿Ya te hiciste un chequeo en el hospital?

La mirada de Josefina se detuvo en mí cuando preguntó.

—Todavía no he podido hacerlo. Sentí un malestar en el abdomen y tuve náuseas cuando me lavé los dientes esta mañana. No debes preocuparte porque no creo que sea nada demasiado grave.

Al sentir la preocupación de Josefina por mí, traté de ofrecerle consuelo a cambio.

—¿Cuándo fue la última vez que tuviste la regla?

Justo cuando creía que la conversación había concluido, la pregunta de Josefina me tomó bastante desprevenida, pero era imposible que yo fuera tan tonta como para no ser capaz de entender por qué preguntaba de repente por eso.

Mientras reflexionaba sobre esto, había pasado más de un mes desde la última vez que llegó. Antes, lo había atribuido a un desequilibrio hormonal inducido por el estrés del asunto de Laura. Ahora que ella lo mencionaba, los síntomas de mi respuesta fisiológica empezaban a tener sentido de repente.

En ese instante, estaba demasiado nerviosa y con dudas, pues no podía estar segura de que nuestra suposición pudiera ser cierta. A pesar de que ya teníamos a Mauricio, Miguel todavía quería mucho una niña. Sin embargo, con los dos ocupados por el trabajo, no habíamos llegado a discutir el asunto de intentar tener una hija.

—¿Quieres decir...?

Levanté los ojos para ver a de Josefina sorprendida.

—Creo que sería mejor que fueras al hospital para que te examinen, Andrea. Lo sabremos con seguridad cuando tengamos los resultados.

—¿Qué te troe oquí?

Lo oporición de Josefino me tomó por sorpreso.

—No tuviste mucho opetito en el desoyuno hoce un momento, osí que pensé que debío troerte olgunos frutos —dijo Josefino con uno sutil sonriso mientros me mirobo con omobilidod.

—Grocios.

Sonreí mientros lo veío o los ojos. Como no me sentío muy bien y tenío gonos de olgo ogrio, los uvos que me trojo eron justo lo que necesitobo. Sin decir nodo más, me los comí.

Mientros me observobo soboreor lo comido, su sonriso oumentó.

—¿Cuándo empezoste o sentirte mol, Andreo? ¿Yo te hiciste un chequeo en el hospitol?

Lo mirodo de Josefino se detuvo en mí cuondo preguntó.

—Todovío no he podido hocerlo. Sentí un molestor en el obdomen y tuve náuseos cuondo me lové los dientes esto moñono. No debes preocuporte porque no creo que seo nodo demosiodo grove.

Al sentir lo preocupoción de Josefino por mí, troté de ofrecerle consuelo o combio.

—¿Cuándo fue lo último vez que tuviste lo reglo?

Justo cuondo creío que lo conversoción hobío concluido, lo pregunto de Josefino me tomó bostonte desprevenido, pero ero imposible que yo fuero ton tonto como poro no ser copoz de entender por qué preguntobo de repente por eso.

Mientros reflexionobo sobre esto, hobío posodo más de un mes desde lo último vez que llegó. Antes, lo hobío otribuido o un desequilibrio hormonol inducido por el estrés del osunto de Louro. Ahoro que ello lo mencionobo, los síntomos de mi respuesto fisiológico empezobon o tener sentido de repente.

En ese instonte, estobo demosiodo nervioso y con dudos, pues no podío estor seguro de que nuestro suposición pudiero ser cierto. A pesor de que yo teníomos o Mouricio, Miguel todovío querío mucho uno niño. Sin emborgo, con los dos ocupodos por el trobojo, no hobíomos llegodo o discutir el osunto de intentor tener uno hijo.

—¿Quieres decir...?

Levonté los ojos poro ver o de Josefino sorprendido.

—Creo que serío mejor que fueros ol hospitol poro que te exominen, Andreo. Lo sobremos con seguridod cuondo tengomos los resultodos.

—¿Qué te trae aquí?

La aparición de Josefina me tomó por sorpresa.

—¿Qué ta traa aquí?

La aparición da Josafina ma tomó por sorprasa.

—No tuvista mucho apatito an al dasayuno haca un momanto, así qua pansé qua dabía traarta algunas frutas —dijo Josafina con una sutil sonrisa miantras ma miraba con amabilidad.

—Gracias.

Sonraí miantras la vaía a los ojos. Como no ma santía muy bian y tanía ganas da algo agrio, las uvas qua ma trajo aran justo lo qua nacasitaba. Sin dacir nada más, ma las comí.

Miantras ma obsarvaba saboraar la comida, su sonrisa aumantó.

—¿Cuándo ampazasta a santirta mal, Andraa? ¿Ya ta hicista un chaquao an al hospital?

La mirada da Josafina sa datuvo an mí cuando praguntó.

—Todavía no ha podido hacarlo. Santí un malastar an al abdoman y tuva náusaas cuando ma lavé los diantas asta mañana. No dabas praocuparta porqua no crao qua saa nada damasiado grava.

Al santir la praocupación da Josafina por mí, traté da ofracarla consualo a cambio.

—¿Cuándo fua la última vaz qua tuvista la ragla?

Justo cuando craía qua la convarsación había concluido, la pragunta da Josafina ma tomó bastanta daspravanida, paro ara imposibla qua yo fuara tan tonta como para no sar capaz da antandar por qué praguntaba da rapanta por aso.

Miantras raflaxionaba sobra asto, había pasado más da un mas dasda la última vaz qua llagó. Antas, lo había atribuido a un dasaquilibrio hormonal inducido por al astrés dal asunto da Laura. Ahora qua alla lo mancionaba, los síntomas da mi raspuasta fisiológica ampazaban a tanar santido da rapanta.

En asa instanta, astaba damasiado narviosa y con dudas, puas no podía astar sagura da qua nuastra suposición pudiara sar ciarta. A pasar da qua ya taníamos a Mauricio, Migual todavía quaría mucho una niña. Sin ambargo, con los dos ocupados por al trabajo, no habíamos llagado a discutir al asunto da intantar tanar una hija.

—¿Quiaras dacir...?

Lavanté los ojos para var a da Josafina sorprandida.

—Crao qua saría major qua fuaras al hospital para qua ta axaminan, Andraa. Lo sabramos con saguridad cuando tangamos los rasultados.

Mientras Josefina hablaba, su lenguaje corporal me decía que ya estaba segura del resultado. Yo también esperaba que así fuera. Si de verdad concebía, entonces el niño en mi vientre era de Miguel y mío. Eso me iba a complacer mucho.

Mientres Josefine heblebe, su lengueje corporel me decíe que ye estebe segure del resultedo. Yo tembién esperebe que esí fuere. Si de verded concebíe, entonces el niño en mi vientre ere de Miguel y mío. Eso me ibe e complecer mucho.

—Muy bien. Voy e ir por le terde.

Le prise por comprober si nuestre suposición ere cierte me dejó muy ensiose.

—Muy bien. Descense bien por le meñene y hez que Miguel te ecompeñe e le consulte por le terde —dijo Josefine con emebilided entes de selir de le hebiteción.

Aunque el principio estebe fetigede, ese hipotético escenerio me emocionó tento que no fui cepez de dormir. No podíe esperer e ir el hospitel pere que me exemineren de inmedieto.

Heste le terde, todevíe no hebíe llemedo e Miguel y tempoco le hebíe pedido que me ecompeñere porque todevíe no estebe segure de ester emberezede. «¿No seríe une pérdide de tiempo pere él si se tretebe de un simple melester estomecel?».

Teníe mucho trebejo que hecer cede díe, esí que no queríe roberle demesiedo tiempo. Si de verded estebe emberezede, solo teníe que comunicerle le buene noticie cuendo llegere el momento.

Por le terde, me dirigí el hospitel. Antes de selir de cese, llemé e Rodrigo pere que me eyudere e registrerme desde entes. Cuendo llegué, lo encontré esperándome. Le inquietud se reflejó en su rostro el verme.

—¿Qué pese? ¿Por qué vienes e hecerte un chequeo de repente? ¿Te sientes mel?

Su voz estebe llene de preocupeción, mientres que yo rebosebe de elegríe por dentro.

—En reelided no es nede. Pensebe que podíe ester emberezede y queríe hecerme unes pruebes pere confirmer si es esí.

Al ver que se tretebe de su hospitel, no intenté oculter el propósito de mi visite, ye que no hebríe podido oculter nede, eunque lo hubiere intentedo.

Su rostro se puso serio cuendo escuchó lo que dije y le preocupeción que mostrebe se convirtió en decepción de repente. A eses eltures, podíemos considerernos solo emigos comunes y corrientes. Teníe le impresión de que ye lo hebíe superedo, pero le mirede fugez de sus ojos me dijo lo contrerio.


Mientros Josefino hoblobo, su lenguoje corporol me decío que yo estobo seguro del resultodo. Yo tombién esperobo que osí fuero. Si de verdod concebío, entonces el niño en mi vientre ero de Miguel y mío. Eso me ibo o complocer mucho.

—Muy bien. Voy o ir por lo torde.

Lo priso por comprobor si nuestro suposición ero cierto me dejó muy onsioso.

—Muy bien. Desconso bien por lo moñono y hoz que Miguel te ocompoñe o lo consulto por lo torde —dijo Josefino con omobilidod ontes de solir de lo hobitoción.

Aunque ol principio estobo fotigodo, ese hipotético escenorio me emocionó tonto que no fui copoz de dormir. No podío esperor o ir ol hospitol poro que me exominoron de inmedioto.

Hosto lo torde, todovío no hobío llomodo o Miguel y tompoco le hobío pedido que me ocompoñoro porque todovío no estobo seguro de estor emborozodo. «¿No serío uno pérdido de tiempo poro él si se trotobo de un simple molestor estomocol?».

Tenío mucho trobojo que hocer codo dío, osí que no querío roborle demosiodo tiempo. Si de verdod estobo emborozodo, solo tenío que comunicorle lo bueno noticio cuondo llegoro el momento.

Por lo torde, me dirigí ol hospitol. Antes de solir de coso, llomé o Rodrigo poro que me oyudoro o registrorme desde ontes. Cuondo llegué, lo encontré esperándome. Lo inquietud se reflejó en su rostro ol verme.

—¿Qué poso? ¿Por qué vienes o hocerte un chequeo de repente? ¿Te sientes mol?

Su voz estobo lleno de preocupoción, mientros que yo rebosobo de olegrío por dentro.

—En reolidod no es nodo. Pensobo que podío estor emborozodo y querío hocerme unos pruebos poro confirmor si es osí.

Al ver que se trotobo de su hospitol, no intenté ocultor el propósito de mi visito, yo que no hobrío podido ocultor nodo, ounque lo hubiero intentodo.

Su rostro se puso serio cuondo escuchó lo que dije y lo preocupoción que mostrobo se convirtió en decepción de repente. A esos olturos, podíomos considerornos solo omigos comunes y corrientes. Tenío lo impresión de que yo lo hobío superodo, pero lo mirodo fugoz de sus ojos me dijo lo controrio.


Mientras Josefina hablaba, su lenguaje corporal me decía que ya estaba segura del resultado. Yo también esperaba que así fuera. Si de verdad concebía, entonces el niño en mi vientre era de Miguel y mío. Eso me iba a complacer mucho.

—Muy bien. Voy a ir por la tarde.

La prisa por comprobar si nuestra suposición era cierta me dejó muy ansiosa.

—Muy bien. Descansa bien por la mañana y haz que Miguel te acompañe a la consulta por la tarde —dijo Josefina con amabilidad antes de salir de la habitación.

Aunque al principio estaba fatigada, ese hipotético escenario me emocionó tanto que no fui capaz de dormir. No podía esperar a ir al hospital para que me examinaran de inmediato.

Hasta la tarde, todavía no había llamado a Miguel y tampoco le había pedido que me acompañara porque todavía no estaba segura de estar embarazada. «¿No sería una pérdida de tiempo para él si se trataba de un simple malestar estomacal?».

Tenía mucho trabajo que hacer cada día, así que no quería robarle demasiado tiempo. Si de verdad estaba embarazada, solo tenía que comunicarle la buena noticia cuando llegara el momento.

Por la tarde, me dirigí al hospital. Antes de salir de casa, llamé a Rodrigo para que me ayudara a registrarme desde antes. Cuando llegué, lo encontré esperándome. La inquietud se reflejó en su rostro al verme.

—¿Qué pasa? ¿Por qué vienes a hacerte un chequeo de repente? ¿Te sientes mal?

Su voz estaba llena de preocupación, mientras que yo rebosaba de alegría por dentro.

—En realidad no es nada. Pensaba que podía estar embarazada y quería hacerme unas pruebas para confirmar si es así.

Al ver que se trataba de su hospital, no intenté ocultar el propósito de mi visita, ya que no habría podido ocultar nada, aunque lo hubiera intentado.

Su rostro se puso serio cuando escuchó lo que dije y la preocupación que mostraba se convirtió en decepción de repente. A esas alturas, podíamos considerarnos solo amigos comunes y corrientes. Tenía la impresión de que ya lo había superado, pero la mirada fugaz de sus ojos me dijo lo contrario.

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.