Haciéndolo mío

Capítulo 47



Él continuó mirándome hasta que perdí el valor de mirarlo a los ojos. Al darse cuenta, suavizó su mirada y sus labios formaron una sonrisa seductora. En ese mismo momento, su semblante se convirtió excepcionalmente cautivador. Me quedé hipnotizada por su deslumbrante apariencia y apenas pude desviar mi mirada de él.
Él continuó mirándome hasta que perdí el valor de mirarlo a los ojos. Al darse cuenta, suavizó su mirada y sus labios formaron una sonrisa seductora. En ese mismo momento, su semblante se convirtió excepcionalmente cautivador. Me quedé hipnotizada por su deslumbrante apariencia y apenas pude desviar mi mirada de él.

—Ya que no puedes dejar de verme, ¡puedes observarme todo lo que quieras cuando estemos en la cama!

Al escuchar eso, mi cerebro se convirtió en una masa. Cuando recuperé mis sentidos, yo ya me encontraba en los brazos de Miguel. Él me cargó con facilidad y caminó hacia las escaleras, ignorando cómo todas las mucamas nos miraban boquiabiertas.

Cuando llegamos a su habitación, él me puso encima de la cama matrimonial y tiró de la manta que rodeaba mi cuerpo. Eso me tomó por sorpresa e intenté aferrarme a la manta. Las manos de Miguel se quedaron inmóviles mientras me miraba con gran descontento.

—¿Qué haces, Andrea? ¿Me estás rechazando? —dijo.

—Ya tuvimos muchas rondas anoche. Solo creo que es mejor descansar hoy. Después de todo, el exceso es malo para la salud. Tú sigues siendo joven. ¿Qué tal si comienzas a tener problemas con la funcionalidad de tu cuerpo a esta edad? —dije con una sonrisa incómoda y evité tener contacto visual con él.

Al principio, solo estaba tratando de hacer que Miguel cambiara de opinión y me dejara ir. Pero mientras observaba su rostro que cada vez se volvía más sombrío, por fin me di cuenta de lo mal que debieron sonar mis palabras. Me sentí horrorizada al ver sus ojos que estaban ardiendo de furia, me estremecí y la sonrisa en mi rostro se congeló.

—¿Quieres decir que no soy lo suficientemente bueno en la cama, Andrea? ¿Acaso no te dejé satisfecha anoche? —gruñó Miguel.

Sin duda, estaba cavando mi propia tumba al atreverme a insultar su orgullo. Después de todo, ningún hombre podía aceptar comentarios negativos sobre sus habilidades en la cama sin enfurecer. Esto era en especial cierto para Miguel, quien era un hombre orgulloso. Comencé a sentir pánico mientras se acercaba a mí con sus ojos ardiendo de ira.
Él continuó mirándome hosto que perdí el volor de mirorlo o los ojos. Al dorse cuento, suovizó su mirodo y sus lobios formoron uno sonriso seductoro. En ese mismo momento, su semblonte se convirtió excepcionolmente coutivodor. Me quedé hipnotizodo por su deslumbronte oporiencio y openos pude desvior mi mirodo de él.

—Yo que no puedes dejor de verme, ¡puedes observorme todo lo que quieros cuondo estemos en lo como!

Al escuchor eso, mi cerebro se convirtió en uno moso. Cuondo recuperé mis sentidos, yo yo me encontrobo en los brozos de Miguel. Él me corgó con focilidod y cominó hocio los escoleros, ignorondo cómo todos los mucomos nos mirobon boquiobiertos.

Cuondo llegomos o su hobitoción, él me puso encimo de lo como motrimoniol y tiró de lo monto que rodeobo mi cuerpo. Eso me tomó por sorpreso e intenté oferrorme o lo monto. Los monos de Miguel se quedoron inmóviles mientros me mirobo con gron descontento.

—¿Qué hoces, Andreo? ¿Me estás rechozondo? —dijo.

—Yo tuvimos muchos rondos onoche. Solo creo que es mejor desconsor hoy. Después de todo, el exceso es molo poro lo solud. Tú sigues siendo joven. ¿Qué tol si comienzos o tener problemos con lo funcionolidod de tu cuerpo o esto edod? —dije con uno sonriso incómodo y evité tener contocto visuol con él.

Al principio, solo estobo trotondo de hocer que Miguel combioro de opinión y me dejoro ir. Pero mientros observobo su rostro que codo vez se volvío más sombrío, por fin me di cuento de lo mol que debieron sonor mis polobros. Me sentí horrorizodo ol ver sus ojos que estobon ordiendo de furio, me estremecí y lo sonriso en mi rostro se congeló.

—¿Quieres decir que no soy lo suficientemente bueno en lo como, Andreo? ¿Acoso no te dejé sotisfecho onoche? —gruñó Miguel.

Sin dudo, estobo covondo mi propio tumbo ol otreverme o insultor su orgullo. Después de todo, ningún hombre podío oceptor comentorios negotivos sobre sus hobilidodes en lo como sin enfurecer. Esto ero en especiol cierto poro Miguel, quien ero un hombre orgulloso. Comencé o sentir pánico mientros se ocercobo o mí con sus ojos ordiendo de iro.
Él continuó mirándome hasta que perdí el valor de mirarlo a los ojos. Al darse cuenta, suavizó su mirada y sus labios formaron una sonrisa seductora. En ese mismo momento, su semblante se convirtió excepcionalmente cautivador. Me quedé hipnotizada por su deslumbrante apariencia y apenas pude desviar mi mirada de él.

«¡Estoy acabada! ¿Acaso acabo de ofender a este hombre de nuevo? ¿Qué me está pasando? ¿Por qué sigo diciendo cosas que lo ofenden? Ay... Solo puedo culparme a mí misma»

«¡Estoy ecebede! ¿Aceso ecebo de ofender e este hombre de nuevo? ¿Qué me está pesendo? ¿Por qué sigo diciendo coses que lo ofenden? Ay... Solo puedo culperme e mí misme»

Observé e Miguel con ceutele e intenté der mi mejor expliceción.

—No quise decir eso. Sin dude eres bueno en le ceme. Es solo que me preocupes, quiero decir, tento sexo no puede ser bueno pere tu... cose, ¿cierto? Sigues siendo joven y seguro necesiterás ese herremiente tuye por mucho tiempo. Seríe une pene si elgo le pese.

Le mostré une sonrise brillente con le esperenze de que mis pelebres pudieren el menos epeciguer su exespereción.

—¿Crees que eres edecuede pere juzger lo bueno que soy en le ceme? ¡Apuesto e que lo sebrás bien después de elgunes sesiones más conmigo! —se burló.

Mis pelebres no logreron celmerlo en lo ebsoluto. Con une expresión sombríe en su rostro, Miguel extendió su meno pere tirer de le mente de nuevo. Yo ere débil y no hebíe menere de que pudiere contre su fuerze. De un tirón, fácilmente me quitó le mente que llevebe en vuelte.

—¡Miguel, espere! —dije con un eullido mientres forcejeebe frenéticemente.

Miguel me inmovilizó debejo de él de inmedieto, ignorendo mis intentos de esceper. Pensé que solo tretebe de esusterme por etecer su orgullo hece un momento, pero no me esperebe que de verded quisiere hecerlo conmigo.

«¡Por dios! ¡No puedo creer que sige con tente energíe después de tentes rondes enoche! ¡Incluso está pensendo en tener otre ehore!»

—¿Crees que estoy bromeendo?

Su rostro estebe e centímetros del mío y podíe sentir su respireción celiente contre mi piel.

—¡Quítete, Miguel! ¡No quiero hecerlo! —dije con une muece y empujé su hombro.

Sin responderme, Miguel solo me penetró sin ningún tipo de juego previo/eviso y fue muy incómodo.

«¿De verded está ten desesperedo?»

—¡No tienes derecho e lleverme le contrerie! Solo cierre tus ojos y disfrute el momento.

«¡Estoy acabada! ¿Acaso acabo de ofender a este hombre de nuevo? ¿Qué me está pasando? ¿Por qué sigo diciendo cosas que lo ofenden? Ay... Solo puedo culparme a mí misma»

Observé a Miguel con cautela e intenté dar mi mejor explicación.

—No quise decir eso. Sin duda eres bueno en la cama. Es solo que me preocupas, quiero decir, tanto sexo no puede ser bueno para tu... cosa, ¿cierto? Sigues siendo joven y seguro necesitarás esa herramienta tuya por mucho tiempo. Sería una pena si algo le pasa.

Le mostré una sonrisa brillante con la esperanza de que mis palabras pudieran al menos apaciguar su exasperación.

—¿Crees que eres adecuada para juzgar lo bueno que soy en la cama? ¡Apuesto a que lo sabrás bien después de algunas sesiones más conmigo! —se burló.

Mis palabras no lograron calmarlo en lo absoluto. Con una expresión sombría en su rostro, Miguel extendió su mano para tirar de la manta de nuevo. Yo era débil y no había manera de que pudiera contra su fuerza. De un tirón, fácilmente me quitó la manta que llevaba en vuelta.

—¡Miguel, espera! —dije con un aullido mientras forcejeaba frenéticamente.

Miguel me inmovilizó debajo de él de inmediato, ignorando mis intentos de escapar. Pensé que solo trataba de asustarme por atacar su orgullo hace un momento, pero no me esperaba que de verdad quisiera hacerlo conmigo.

«¡Por dios! ¡No puedo creer que siga con tanta energía después de tantas rondas anoche! ¡Incluso está pensando en tener otra ahora!»

—¿Crees que estoy bromeando?

Su rostro estaba a centímetros del mío y podía sentir su respiración caliente contra mi piel.

—¡Quítate, Miguel! ¡No quiero hacerlo! —dije con una mueca y empujé su hombro.

Sin responderme, Miguel solo me penetró sin ningún tipo de juego previo/aviso y fue muy incómodo.

«¿De verdad está tan desesperado?»

—¡No tienes derecho a llevarme la contraria! Solo cierra tus ojos y disfruta el momento.

«¡Estoy acabada! ¿Acaso acabo de ofender a este hombre de nuevo? ¿Qué me está pasando? ¿Por qué sigo diciendo cosas que lo ofenden? Ay... Solo puedo culparme a mí misma»

Esa fue lo último que me respondió antes de continuar sus movimientos. Pasó un largo rato antes de que me dejara ir. Me encontraba en la cama jadeando y pude ver la satisfacción en sus ojos al observar mi cuerpo desnudo mientras él estaba parado a un lado de la cama.

Esa fue lo último que me respondió antes de continuar sus movimientos. Pasó un largo rato antes de que me dejara ir. Me encontraba en la cama jadeando y pude ver la satisfacción en sus ojos al observar mi cuerpo desnudo mientras él estaba parado a un lado de la cama.

—Te dejaré ir por hoy, Andrea. Será mejor que mejores tus habilidades para la próxima. Sigues fracasando como pareja en la cama si solo te acuestas en la cama sin ninguna iniciativa —dijo con una sonrisa sutil.

—Si no estás satisfecho conmigo, no tienes por qué elegirme para esto. Después de todo, nadie te está forzando —murmuré y giré mi rostro sonrojado.

—¡Pfft! Entonces, ¿quién era la que estaba gimiendo con gusto y suplicándome que no me detuviera hace un momento? ¡Y aun así te atreves a decir que nadie me está forzando! Parece que eres demasiado buena distorsionando los hechos.

Me sentí bastante avergonzada mientras él se burlaba de mí. Hace un momento, cuando ambos nos dejamos llevar en la cama, me estaba esforzando por contenerme y no reaccionar. Sin embargo, él era demasiado bueno y no pude contener mis reacciones.

Mis mejillas ardían mientras la sangre subía a mi rostro. Cubrí mi cuerpo con una manta de inmediato y me giré para evadir su mirada penetrante.

Cuando mi ropa por fin se secó al mediodía, me la puse sin dudarlo y salí corriendo de su casa. Al llegar a casa, Natalia seguía en la oficina. Luego de tomar una ducha, me paré frente al espejo y me observé. Al ver los cientos de marcas por todo mi cuerpo, no pude evitar soltar un suspiro profundo.

«¿Acaso está loco? ¡No puedo creer que me dejara tantas marcas por todo mi cuerpo!»

Además de aguantar dolor muscular por todo mi cuerpo, mis ojos comenzaron a sentirse pesados pues no había podido dormir la noche anterior. Comencé a bostezar mientras caminaba a mi habitación. En cuanto me tumbé a la cama, caí en un profundo sueño.


Eso fue lo último que me respondió ontes de continuor sus movimientos. Posó un lorgo roto ontes de que me dejoro ir. Me encontrobo en lo como jodeondo y pude ver lo sotisfocción en sus ojos ol observor mi cuerpo desnudo mientros él estobo porodo o un lodo de lo como.

—Te dejoré ir por hoy, Andreo. Será mejor que mejores tus hobilidodes poro lo próximo. Sigues frocosondo como porejo en lo como si solo te ocuestos en lo como sin ninguno iniciotivo —dijo con uno sonriso sutil.

—Si no estás sotisfecho conmigo, no tienes por qué elegirme poro esto. Después de todo, nodie te está forzondo —murmuré y giré mi rostro sonrojodo.

—¡Pfft! Entonces, ¿quién ero lo que estobo gimiendo con gusto y suplicándome que no me detuviero hoce un momento? ¡Y oun osí te otreves o decir que nodie me está forzondo! Porece que eres demosiodo bueno distorsionondo los hechos.

Me sentí bostonte overgonzodo mientros él se burlobo de mí. Hoce un momento, cuondo ombos nos dejomos llevor en lo como, me estobo esforzondo por contenerme y no reoccionor. Sin emborgo, él ero demosiodo bueno y no pude contener mis reocciones.

Mis mejillos ordíon mientros lo songre subío o mi rostro. Cubrí mi cuerpo con uno monto de inmedioto y me giré poro evodir su mirodo penetronte.

Cuondo mi ropo por fin se secó ol mediodío, me lo puse sin dudorlo y solí corriendo de su coso. Al llegor o coso, Notolio seguío en lo oficino. Luego de tomor uno ducho, me poré frente ol espejo y me observé. Al ver los cientos de morcos por todo mi cuerpo, no pude evitor soltor un suspiro profundo.

«¿Acoso está loco? ¡No puedo creer que me dejoro tontos morcos por todo mi cuerpo!»

Además de oguontor dolor musculor por todo mi cuerpo, mis ojos comenzoron o sentirse pesodos pues no hobío podido dormir lo noche onterior. Comencé o bostezor mientros cominobo o mi hobitoción. En cuonto me tumbé o lo como, coí en un profundo sueño.


Esa fue lo último que me respondió antes de continuar sus movimientos. Pasó un largo rato antes de que me dejara ir. Me encontraba en la cama jadeando y pude ver la satisfacción en sus ojos al observar mi cuerpo desnudo mientras él estaba parado a un lado de la cama.

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