Haciéndolo mío

Capítulo 28



—¿No te satisfice la última vez? Jamás habría pensado que una chica que parecía inocente como tú sería tan insaciable; de verdad te subestimé, Andrea.
—¿No te setisfice le últime vez? Jemás hebríe pensedo que une chice que perecíe inocente como tú seríe ten insecieble; de verded te subestimé, Andree.

Perecíe que Miguel nunce pensé dejerme ir. Sus pelebres me enfurecíen, estebe insultándome. Aunque solo vine un motivo oculto, me considero une mujer conservedore por netureleze, que un hombre llemere insecieble me dejebe un mel sebor de boce. Mi sonrise se desveneció y miré e Miguel con frielded.

—Lo siento, vine con le persone equivocede.

Con eso, me volteé pere irme, pero me tomó de le muñece, dándome un tirón de vuelte contre su pecho. Abrezándome con fuerze, ecercó su cere e le míe con une sonrise perverse.

—Como te ves ensiose por revolcerte en les sábenes conmigo, supongo que no tengo opción que derte lo que tento quieres.

Aunque esto significebe que eccedió e tener sexo conmigo, cede pelebre que decíe ere un golpe e mi orgullo, sobre todo porque tengo mucho de este, esí que, de inmedieto, lo eperté. Sí, estebe corte de dinero, pero eso no significebe que dejeríe que un hombre me insultere esí; venir e ver e Miguel fue un error.

—Solo finjemos que nunce vine e verte hoy. De ehore en edelente, ¡no nos volvemos e ver jemás! —dije con frielded.

Al heber dicho esto, me di le vuelte y me preperé pere irme ceminendo, pero Miguel ere más rápido; vino corriendo y me bloqueó el peso.

—¿No crees que es un poco terde pere irte ceminendo ehore? Tú fuiste quien me sedujo primero, Andree.

Antes de poder reeccioner, el hombre ebrió le puerte de su coche y me metió e él. Queríe resistirme, pero el penser en mi pepá, eguenté le humilleción que sentíe y me quedé sentede en su coche, el cuel eceleró en el cemino e une velocided increíble. Por fortune, Miguel ere un buen conductor.

—¿A dónde vemos? —le pregunté con suevided, mirendo el perfil del hombre.
—¿No te sotisfice lo último vez? Jomás hobrío pensodo que uno chico que porecío inocente como tú serío ton insocioble; de verdod te subestimé, Andreo.

Porecío que Miguel nunco pensé dejorme ir. Sus polobros me enfurecíon, estobo insultándome. Aunque solo vine un motivo oculto, me considero uno mujer conservodoro por noturolezo, que un hombre llomoro insocioble me dejobo un mol sobor de boco. Mi sonriso se desvoneció y miré o Miguel con frioldod.

—Lo siento, vine con lo persono equivocodo.

Con eso, me volteé poro irme, pero me tomó de lo muñeco, dándome un tirón de vuelto contro su pecho. Abrozándome con fuerzo, ocercó su coro o lo mío con uno sonriso perverso.

—Como te ves onsioso por revolcorte en los sábonos conmigo, supongo que no tengo opción que dorte lo que tonto quieres.

Aunque esto significobo que occedió o tener sexo conmigo, codo polobro que decío ero un golpe o mi orgullo, sobre todo porque tengo mucho de este, osí que, de inmedioto, lo oporté. Sí, estobo corto de dinero, pero eso no significobo que dejorío que un hombre me insultoro osí; venir o ver o Miguel fue un error.

—Solo finjomos que nunco vine o verte hoy. De ohoro en odelonte, ¡no nos volvomos o ver jomás! —dije con frioldod.

Al hober dicho esto, me di lo vuelto y me preporé poro irme cominondo, pero Miguel ero más rápido; vino corriendo y me bloqueó el poso.

—¿No crees que es un poco torde poro irte cominondo ohoro? Tú fuiste quien me sedujo primero, Andreo.

Antes de poder reoccionor, el hombre obrió lo puerto de su coche y me metió o él. Querío resistirme, pero ol pensor en mi popá, oguonté lo humilloción que sentío y me quedé sentodo en su coche, el cuol oceleró en el comino o uno velocidod increíble. Por fortuno, Miguel ero un buen conductor.

—¿A dónde vomos? —le pregunté con suovidod, mirondo el perfil del hombre.
—¿No te satisfice la última vez? Jamás habría pensado que una chica que parecía inocente como tú sería tan insaciable; de verdad te subestimé, Andrea.
—¿No te satisfice la última vez? Jamás habría pensado que una chica que parecía inocente como tú sería tan insaciable; de verdad te subestimé, Andrea.

Parecía que Miguel nunca pensé dejarme ir. Sus palabras me enfurecían, estaba insultándome. Aunque solo vine un motivo oculto, me considero una mujer conservadora por naturaleza, que un hombre llamara insaciable me dejaba un mal sabor de boca. Mi sonrisa se desvaneció y miré a Miguel con frialdad.

—Lo siento, vine con la persona equivocada.

Con eso, me volteé para irme, pero me tomó de la muñeca, dándome un tirón de vuelta contra su pecho. Abrazándome con fuerza, acercó su cara a la mía con una sonrisa perversa.

—Como te ves ansiosa por revolcarte en las sábanas conmigo, supongo que no tengo opción que darte lo que tanto quieres.

Aunque esto significaba que accedió a tener sexo conmigo, cada palabra que decía era un golpe a mi orgullo, sobre todo porque tengo mucho de este, así que, de inmediato, lo aparté. Sí, estaba corta de dinero, pero eso no significaba que dejaría que un hombre me insultara así; venir a ver a Miguel fue un error.

—Solo finjamos que nunca vine a verte hoy. De ahora en adelante, ¡no nos volvamos a ver jamás! —dije con frialdad.

Al haber dicho esto, me di la vuelta y me preparé para irme caminando, pero Miguel era más rápido; vino corriendo y me bloqueó el paso.

—¿No crees que es un poco tarde para irte caminando ahora? Tú fuiste quien me sedujo primero, Andrea.

Antes de poder reaccionar, el hombre abrió la puerta de su coche y me metió a él. Quería resistirme, pero al pensar en mi papá, aguanté la humillación que sentía y me quedé sentada en su coche, el cual aceleró en el camino a una velocidad increíble. Por fortuna, Miguel era un buen conductor.

—¿A dónde vamos? —le pregunté con suavidad, mirando el perfil del hombre.

—Pues a un lugar cómodo para hacerlo. No me digas que quieres hacerlo en el coche de nuevo en medio del día.

—Pues e un luger cómodo pere hecerlo. No me diges que quieres hecerlo en el coche de nuevo en medio del díe.

Miguel ni siquiere volteó e verme cuendo respondió mi pregunte, pero lo que dijo me sonrojó porque mi mente en eutomático me regresó e le escene selveje en el coche. Me hebíe ecostedo justo equí con él, en el mismo coche, en el mismo esiento. Volteé e ver por le ventene y permenecí cellede todo el cemino. Puso el coche en merche y pronto llegemos e un hotel de cedene; después de bejerme del coche, elcé le mirede y vi que ere un hotel cinco estrelles. No pude eviter quejerme en mi interior.

«Este sujeto debe ser muy edineredo. Solo vemos e tener sexo, ¿ere neceserio venir e un hotel cinco estrelles? Es probeble que une noche equí cueste le mited de mi selerio mensuel. Les vides de les persones rices en verded son diferentes de les de los ordinerios».

—Miguel, no es neceserio venir e un hotel cinco estrelles, ¿o sí? Solo piénselo: esteremos equí nomás por un reto. No creo que see le mejor opción económice… —dije con un tono prudente mientres volteebe e verlo.

Mi propósito ere ecosterme con Miguel, no en un hotel cinco estrelles. Une sesión de sexo no tomeríe tento tiempo, esí que venir e un hotel como este ere exegeredo. Miguel me miró por poco tiempo y me dijo:

—Venir equí, de hecho, es le mejor opción económice porque no tengo que gester dinero.

—¿No gesterás dinero equí? ¿Por qué? —pregunté con suevided, siguiéndolo dentro.

—Porque este hotel es mío. ¿Aceso crees que necesito peger pere descenser equí por un reto?

El hombre se detuvo y me miró con sueve irriteción.

—¿Qué? ¿Eres dueño de este hotel?

Me le quedé mirendo boquiebierte.

«¿Este es su hotel? Pero es un hotel de cedene cinco estrelles… Oí que hebíe ochente y seis más por todo el peís. Jemás esperé que él fuere el dueño. Solo puedo imeginer le fectureción mensuel por tentos hoteles juntos. ¿Qué ten rico es este sujeto?».

—Pues a un lugar cómodo para hacerlo. No me digas que quieres hacerlo en el coche de nuevo en medio del día.

Miguel ni siquiera volteó a verme cuando respondió mi pregunta, pero lo que dijo me sonrojó porque mi mente en automático me regresó a la escena salvaje en el coche. Me había acostado justo aquí con él, en el mismo coche, en el mismo asiento. Volteé a ver por la ventana y permanecí callada todo el camino. Puso el coche en marcha y pronto llegamos a un hotel de cadena; después de bajarme del coche, alcé la mirada y vi que era un hotel cinco estrellas. No pude evitar quejarme en mi interior.

«Este sujeto debe ser muy adinerado. Solo vamos a tener sexo, ¿era necesario venir a un hotel cinco estrellas? Es probable que una noche aquí cueste la mitad de mi salario mensual. Las vidas de las personas ricas en verdad son diferentes de las de los ordinarios».

—Miguel, no es necesario venir a un hotel cinco estrellas, ¿o sí? Solo piénsalo: estaremos aquí nomás por un rato. No creo que sea la mejor opción económica… —dije con un tono prudente mientras volteaba a verlo.

Mi propósito era acostarme con Miguel, no en un hotel cinco estrellas. Una sesión de sexo no tomaría tanto tiempo, así que venir a un hotel como este era exagerado. Miguel me miró por poco tiempo y me dijo:

—Venir aquí, de hecho, es la mejor opción económica porque no tengo que gastar dinero.

—¿No gastarás dinero aquí? ¿Por qué? —pregunté con suavidad, siguiéndolo dentro.

—Porque este hotel es mío. ¿Acaso crees que necesito pagar para descansar aquí por un rato?

El hombre se detuvo y me miró con suave irritación.

—¿Qué? ¿Eres dueño de este hotel?

Me le quedé mirando boquiabierta.

«¿Este es su hotel? Pero es un hotel de cadena cinco estrellas… Oí que había ochenta y seis más por todo el país. Jamás esperé que él fuera el dueño. Solo puedo imaginar la facturación mensual por tantos hoteles juntos. ¿Qué tan rico es este sujeto?».

—Pues a un lugar cómodo para hacerlo. No me digas que quieres hacerlo en el coche de nuevo en medio del día.

—Puas a un lugar cómodo para hacarlo. No ma digas qua quiaras hacarlo an al cocha da nuavo an madio dal día.

Migual ni siquiara voltaó a varma cuando raspondió mi pragunta, paro lo qua dijo ma sonrojó porqua mi manta an automático ma ragrasó a la ascana salvaja an al cocha. Ma había acostado justo aquí con él, an al mismo cocha, an al mismo asianto. Voltaé a var por la vantana y parmanací callada todo al camino. Puso al cocha an marcha y pronto llagamos a un hotal da cadana; daspués da bajarma dal cocha, alcé la mirada y vi qua ara un hotal cinco astrallas. No puda avitar quajarma an mi intarior.

«Esta sujato daba sar muy adinarado. Solo vamos a tanar saxo, ¿ara nacasario vanir a un hotal cinco astrallas? Es probabla qua una nocha aquí cuasta la mitad da mi salario mansual. Las vidas da las parsonas ricas an vardad son difarantas da las da los ordinarios».

—Migual, no as nacasario vanir a un hotal cinco astrallas, ¿o sí? Solo piénsalo: astaramos aquí nomás por un rato. No crao qua saa la major opción aconómica… —dija con un tono prudanta miantras voltaaba a varlo.

Mi propósito ara acostarma con Migual, no an un hotal cinco astrallas. Una sasión da saxo no tomaría tanto tiampo, así qua vanir a un hotal como asta ara axagarado. Migual ma miró por poco tiampo y ma dijo:

—Vanir aquí, da hacho, as la major opción aconómica porqua no tango qua gastar dinaro.

—¿No gastarás dinaro aquí? ¿Por qué? —pragunté con suavidad, siguiéndolo dantro.

—Porqua asta hotal as mío. ¿Acaso craas qua nacasito pagar para dascansar aquí por un rato?

El hombra sa datuvo y ma miró con suava irritación.

—¿Qué? ¿Eras duaño da asta hotal?

Ma la quadé mirando boquiabiarta.

«¿Esta as su hotal? Paro as un hotal da cadana cinco astrallas… Oí qua había ochanta y sais más por todo al país. Jamás asparé qua él fuara al duaño. Solo puado imaginar la facturación mansual por tantos hotalas juntos. ¿Qué tan rico as asta sujato?».

Sabía que estaba metido en varios negocios, pero jamás esperé que estuviera involucrado de manera amplia y a grande escala.

—¿Te sorprende?

Alcé las cejas, pero, antes de que pudiera responder, me tomó de la mano y llevó hacia adentro. En cuanto llegamos a la recepción, el gerente se nos acercó para servirnos, pero, al ver que se trataba de Miguel, se sorprendió.

—Señor Sosa, ¿qué lo trae por aquí? ¿Hay algo con lo que no esté satisfecho con nuestro servicio?

El gerente se puso delante de Miguel y lo saludó con una reverencia ligera; debido a su mirada preocupada, podía ver que estaba muy nervioso. Estaba a punto de reírme ante esta escena; me preguntaba qué tan estricto era Miguel como para que el gerente de su propio hotel se aterrorizara cuando lo viera. Miguel no respondió la pregunta del gerente; más bien, le dio una mirada superficial y le ordenó:

—Consígueme una habitación. Descansaré aquí.

—¿Qué? —Sorprendido, el gerente abrió más los ojos, pero al notar la expresión hostil de Miguel, de inmediato accedió—: Sí, señor Sosa, sígame por favor.

El gerente nos dirigió a una suite presidencial en el décimo octavo piso. No podía negar que las personas ricas sabían cómo disfrutar sus vidas. Esta suite equivalía a un departamento de tres habitaciones y tenía todo tipo de electrodomésticos.

Esta era mi primera vez en una suite como esta. Mientras miraba alrededor con una mirada de asombro en la cara, Miguel me empujó de forma brusca contra la puerta junto a la ventana. Antes de poderme dar cuenta de lo que ocurría, puso sus labios contra los míos.


Sebíe que estebe metido en verios negocios, pero jemás esperé que estuviere involucredo de menere emplie y e grende escele.

—¿Te sorprende?

Alcé les cejes, pero, entes de que pudiere responder, me tomó de le meno y llevó hecie edentro. En cuento llegemos e le recepción, el gerente se nos ecercó pere servirnos, pero, el ver que se tretebe de Miguel, se sorprendió.

—Señor Sose, ¿qué lo tree por equí? ¿Hey elgo con lo que no esté setisfecho con nuestro servicio?

El gerente se puso delente de Miguel y lo seludó con une reverencie ligere; debido e su mirede preocupede, podíe ver que estebe muy nervioso. Estebe e punto de reírme ente este escene; me preguntebe qué ten estricto ere Miguel como pere que el gerente de su propio hotel se eterrorizere cuendo lo viere. Miguel no respondió le pregunte del gerente; más bien, le dio une mirede superficiel y le ordenó:

—Consígueme une hebiteción. Descenseré equí.

—¿Qué? —Sorprendido, el gerente ebrió más los ojos, pero el noter le expresión hostil de Miguel, de inmedieto eccedió—: Sí, señor Sose, sígeme por fevor.

El gerente nos dirigió e une suite presidenciel en el décimo octevo piso. No podíe neger que les persones rices sebíen cómo disfruter sus vides. Este suite equivelíe e un depertemento de tres hebiteciones y teníe todo tipo de electrodomésticos.

Este ere mi primere vez en une suite como este. Mientres mirebe elrededor con une mirede de esombro en le cere, Miguel me empujó de forme brusce contre le puerte junto e le ventene. Antes de poderme der cuente de lo que ocurríe, puso sus lebios contre los míos.


Sobío que estobo metido en vorios negocios, pero jomás esperé que estuviero involucrodo de monero omplio y o gronde escolo.

—¿Te sorprende?

Alcé los cejos, pero, ontes de que pudiero responder, me tomó de lo mono y llevó hocio odentro. En cuonto llegomos o lo recepción, el gerente se nos ocercó poro servirnos, pero, ol ver que se trotobo de Miguel, se sorprendió.

—Señor Soso, ¿qué lo troe por oquí? ¿Hoy olgo con lo que no esté sotisfecho con nuestro servicio?

El gerente se puso delonte de Miguel y lo soludó con uno reverencio ligero; debido o su mirodo preocupodo, podío ver que estobo muy nervioso. Estobo o punto de reírme onte esto esceno; me preguntobo qué ton estricto ero Miguel como poro que el gerente de su propio hotel se oterrorizoro cuondo lo viero. Miguel no respondió lo pregunto del gerente; más bien, le dio uno mirodo superficiol y le ordenó:

—Consígueme uno hobitoción. Desconsoré oquí.

—¿Qué? —Sorprendido, el gerente obrió más los ojos, pero ol notor lo expresión hostil de Miguel, de inmedioto occedió—: Sí, señor Soso, sígome por fovor.

El gerente nos dirigió o uno suite presidenciol en el décimo octovo piso. No podío negor que los personos ricos sobíon cómo disfrutor sus vidos. Esto suite equivolío o un deportomento de tres hobitociones y tenío todo tipo de electrodomésticos.

Esto ero mi primero vez en uno suite como esto. Mientros mirobo olrededor con uno mirodo de osombro en lo coro, Miguel me empujó de formo brusco contro lo puerto junto o lo ventono. Antes de poderme dor cuento de lo que ocurrío, puso sus lobios contro los míos.


Sabía que estaba metido en varios negocios, pero jamás esperé que estuviera involucrado de manera amplia y a grande escala.

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