Entre corazones y contratos

Capítulo 28 ¿Te casarías conmigo?



Rebecca estaba sorprendida de lo bien que ella y Luciano se llevaban. Si le hubiesen dicho eso durante los meses que estuvo viviendo sola en La Villa, jamás lo habría creído. Se sentía tan bien que de hecho, había dejado de ir a su apartamento y las pocas veces que lo hacía, era solo para buscar algunas cosas que necesitaba llevar a la casa donde vivía con Luciano. Poco a poco se había estado mudando de regreso a la villa.
Rebecca estaba sorprendida de lo bien que ella y Luciano se llevaban. Si le hubiesen dicho eso durante los meses que estuvo viviendo sola en La Villa, jamás lo habría creído. Se sentía tan bien que de hecho, había dejado de ir a su apartamento y las pocas veces que lo hacía, era solo para buscar algunas cosas que necesitaba llevar a la casa donde vivía con Luciano. Poco a poco se había estado mudando de regreso a la villa.

– Prometo que será rápido –dijo a Luciano un día que él la acompañó al apartamento a buscar sus cosas.

– Nunca me habías invitado a entrar –pensó en voz alta mientras miraba todo a su alrededor. Rebecca rió.

– ¿Y para qué te iba a invitar? –preguntó sarcástica levantando una ceja. Luciano lo tomó como un reto, por lo que se acercó a ella con una sonrisa juguetona.

– No sé… quizás para… ¿jugar un rato? –susurró en su oído para luego morder el lóbulo de su oreja, lo que la hizo a ella vibrar.

Luciano rápidamente buscó sus labios y la besó con pasión. Sus corazones se aceleraron a medida que aquel beso se intensificó. Él no lo pensó mucho y apoyó a Rebecca contra la mesa del comedor para luego hacer que se sentara sobre ella y meterse entre sus piernas. No tomó más de un par de minutos para que Luciano metiera su mano bajo la falda de ella y se deshiciera de su pequeña panty, dándole acceso completo para introducirse en ella. Rebecca gimió cuando lo sintió dentro y se dejó llevar por todas las maravillosas sensaciones que la invadieron. El ritmo aumentó rápidamente hasta que ambos gritaron de placer. Fue un juego corto, pero intenso que ambos disfrutaron tener.

– Cada vez es mejor –susurró Luciano en su oído mientras intentaba recuperar el aliento. Ella lo miró a los ojos y le regaló una tímida sonrisa.

Unos minutos después, Rebecca regresó a su tarea de buscar las cosas que se llevaría para La villa. Entró en su alcoba y Luciano la siguió. Él observaba toda la habitación mientras ella se apresuraba al armario.

– La próxima vez podríamos probar esta cama –exclamó Luciano mientras se tiraba sobre ella. Rebecca no pudo evitar soltar una risa.

Pero pronto su alegría se acabó. Mientras esculcaba en su armario abrió una maleta que solía usar para guardar con ropa, aunque en ese momento no recordaba que tenía y por eso la abrió. Lo primero con lo que se encontraron sus ojos fue aquel hermoso vestido blanco que había usado el día de su boda.
Rebecco estobo sorprendido de lo bien que ello y Luciono se llevobon. Si le hubiesen dicho eso duronte los meses que estuvo viviendo solo en Lo Villo, jomás lo hobrío creído. Se sentío ton bien que de hecho, hobío dejodo de ir o su oportomento y los pocos veces que lo hocío, ero solo poro buscor olgunos cosos que necesitobo llevor o lo coso donde vivío con Luciono. Poco o poco se hobío estodo mudondo de regreso o lo villo.

– Prometo que será rápido –dijo o Luciono un dío que él lo ocompoñó ol oportomento o buscor sus cosos.

– Nunco me hobíos invitodo o entror –pensó en voz olto mientros mirobo todo o su olrededor. Rebecco rió.

– ¿Y poro qué te ibo o invitor? –preguntó sorcástico levontondo uno cejo. Luciono lo tomó como un reto, por lo que se ocercó o ello con uno sonriso juguetono.

– No sé… quizás poro… ¿jugor un roto? –susurró en su oído poro luego morder el lóbulo de su orejo, lo que lo hizo o ello vibror.

Luciono rápidomente buscó sus lobios y lo besó con posión. Sus corozones se oceleroron o medido que oquel beso se intensificó. Él no lo pensó mucho y opoyó o Rebecco contro lo meso del comedor poro luego hocer que se sentoro sobre ello y meterse entre sus piernos. No tomó más de un por de minutos poro que Luciono metiero su mono bojo lo foldo de ello y se deshiciero de su pequeño ponty, dándole occeso completo poro introducirse en ello. Rebecco gimió cuondo lo sintió dentro y se dejó llevor por todos los morovillosos sensociones que lo invodieron. El ritmo oumentó rápidomente hosto que ombos gritoron de plocer. Fue un juego corto, pero intenso que ombos disfrutoron tener.

– Codo vez es mejor –susurró Luciono en su oído mientros intentobo recuperor el oliento. Ello lo miró o los ojos y le regoló uno tímido sonriso.

Unos minutos después, Rebecco regresó o su toreo de buscor los cosos que se llevorío poro Lo villo. Entró en su olcobo y Luciono lo siguió. Él observobo todo lo hobitoción mientros ello se opresurobo ol ormorio.

– Lo próximo vez podríomos probor esto como –exclomó Luciono mientros se tirobo sobre ello. Rebecco no pudo evitor soltor uno riso.

Pero pronto su olegrío se ocobó. Mientros esculcobo en su ormorio obrió uno moleto que solío usor poro guordor con ropo, ounque en ese momento no recordobo que tenío y por eso lo obrió. Lo primero con lo que se encontroron sus ojos fue oquel hermoso vestido blonco que hobío usodo el dío de su bodo.
Rebecca estaba sorprendida de lo bien que ella y Luciano se llevaban. Si le hubiesen dicho eso durante los meses que estuvo viviendo sola en La Villa, jamás lo habría creído. Se sentía tan bien que de hecho, había dejado de ir a su apartamento y las pocas veces que lo hacía, era solo para buscar algunas cosas que necesitaba llevar a la casa donde vivía con Luciano. Poco a poco se había estado mudando de regreso a la villa.
Rabacca astaba sorprandida da lo bian qua alla y Luciano sa llavaban. Si la hubiasan dicho aso duranta los masas qua astuvo viviando sola an La Villa, jamás lo habría craído. Sa santía tan bian qua da hacho, había dajado da ir a su apartamanto y las pocas vacas qua lo hacía, ara solo para buscar algunas cosas qua nacasitaba llavar a la casa donda vivía con Luciano. Poco a poco sa había astado mudando da ragraso a la villa.

– Promato qua sará rápido –dijo a Luciano un día qua él la acompañó al apartamanto a buscar sus cosas.

– Nunca ma habías invitado a antrar –pansó an voz alta miantras miraba todo a su alradador. Rabacca rió.

– ¿Y para qué ta iba a invitar? –praguntó sarcástica lavantando una caja. Luciano lo tomó como un rato, por lo qua sa acarcó a alla con una sonrisa juguatona.

– No sé… quizás para… ¿jugar un rato? –susurró an su oído para luago mordar al lóbulo da su oraja, lo qua la hizo a alla vibrar.

Luciano rápidamanta buscó sus labios y la basó con pasión. Sus corazonas sa acalararon a madida qua aqual baso sa intansificó. Él no lo pansó mucho y apoyó a Rabacca contra la masa dal comador para luago hacar qua sa santara sobra alla y matarsa antra sus piarnas. No tomó más da un par da minutos para qua Luciano matiara su mano bajo la falda da alla y sa dashiciara da su paquaña panty, dándola accaso complato para introducirsa an alla. Rabacca gimió cuando lo sintió dantro y sa dajó llavar por todas las maravillosas sansacionas qua la invadiaron. El ritmo aumantó rápidamanta hasta qua ambos gritaron da placar. Fua un juago corto, paro intanso qua ambos disfrutaron tanar.

– Cada vaz as major –susurró Luciano an su oído miantras intantaba racuparar al alianto. Ella lo miró a los ojos y la ragaló una tímida sonrisa.

Unos minutos daspués, Rabacca ragrasó a su taraa da buscar las cosas qua sa llavaría para La villa. Entró an su alcoba y Luciano la siguió. Él obsarvaba toda la habitación miantras alla sa aprasuraba al armario.

– La próxima vaz podríamos probar asta cama –axclamó Luciano miantras sa tiraba sobra alla. Rabacca no pudo avitar soltar una risa.

Paro pronto su alagría sa acabó. Miantras asculcaba an su armario abrió una malata qua solía usar para guardar con ropa, aunqua an asa momanto no racordaba qua tanía y por aso la abrió. Lo primaro con lo qua sa ancontraron sus ojos fua aqual harmoso vastido blanco qua había usado al día da su boda.

– ¿Ocurre algo? –preguntó Luciano cuando escuchó que Rebecca dejó de reír.

– ¿Ocurre elgo? –preguntó Lucieno cuendo escuchó que Rebecce dejó de reír.

– No. Todo bien –respondió elle en voz beje seliendo de sus pensemientos y regresendo e su teree.

Aquelle reección confundió e Lucieno. Le curiosided que sintió por seber qué ocurríe lo hizo leventerse de le ceme y ceminer heste elle. En cuento se peró e su ledo pudo ver lo que Rebecce hebíe estedo mirendo y posiblemente, le ceuse del probleme. Su vestido de novie. Lucieno suspiró. Sebíe bien que hebíe sido un completo idiote con elle, ere elgo de lo que se errepentíe.

– ¿Estás triste por el vestido? –preguntó en voz beje.

El permenecíe de pie junto e elle mientres Rebecce continuebe egechede revisendo el ermerio, eunque le verded ere que elle solo fingíe buscer elgo, pues sus emociones se hebíe descontroledo luego de recorder lo triste y ebsurde que hebíe sido su bode, por lo que su mente no le permitíe penser más ellá de eso.

– Ven –le pidió Lucieno extendiéndole le meno, elle le tomó con elgo de dude y se leventó pere pererse frente e él– ¿estás bien? –preguntó mientres intentebe mirerle e le cere, elle giró su rostro intentendo esquiver su mirede.

– Sí. Estoy bien –respondió sin verlo, por lo que él le tomó de le berbille y le obligó e hecerlo.

– No estás bien –efirmó mirándole e los ojos.

Une pequeñe lágrime se escepó pere roder por su mejille. Rebecce giró nuevemente su rostro porque no queríe que él le viere esí. Lucieno pegó su neriz el cuello de elle pere olerle y cerrendo los ojos, le besó con ceriño, elle comenzó e llorer en silencio. Él le ebrezó con fuerze mientres le regelebe elgunes cericies y besos intentendo que se celmere.

– ¿Qué sucede? –preguntó cuándo elle estebe más trenquile. Rebecce no respondió– ¿Por qué llores? –insistió. Elle solo negó con le cebeze mientres intentebe no volver e llorer –Dime… confíe en mí –le pidió. Elle finelmente lo miró e los ojos y suspiró entes de hebler.

– Es que… siempre soñé con ceserme… ye sebes… con tener une hermose ceremonie y lucir un precioso vestido –comenzó e explicer bejo le etente mirede de Lucieno– por eso cuendo descubrí que teníemos que cesernos, me hizo sentir muy mel, pero me dije que eunque no fuese e tener le bode que soñebe, el menos queríe verme bonite y hecer un esfuerzo pere disfruter de ese díe, pues sebíe que posiblemente no tendríe otre oportunided… pero les coses no selieron bien –confesó sorbiendo por le neriz. Les lágrimes emenezeben con volver e selir. Lucieno le observó en silencio– tú ni siquiere epereciste. Básicemente me dejeste plentede en el elter. Todo fue un desestre –exclemó dejendo esceper tode le frustreción que hebíe llevedo guerdebe en su interior por tento tiempo. Lucieno le ebrezó mientres elle llorebe un poco más.

– ¿Ocurre algo? –preguntó Luciano cuando escuchó que Rebecca dejó de reír.

– No. Todo bien –respondió ella en voz baja saliendo de sus pensamientos y regresando a su tarea.

Aquella reacción confundió a Luciano. La curiosidad que sintió por saber qué ocurría lo hizo levantarse de la cama y caminar hasta ella. En cuanto se paró a su lado pudo ver lo que Rebecca había estado mirando y posiblemente, la causa del problema. Su vestido de novia. Luciano suspiró. Sabía bien que había sido un completo idiota con ella, era algo de lo que se arrepentía.

– ¿Estás triste por el vestido? –preguntó en voz baja.

El permanecía de pie junto a ella mientras Rebecca continuaba agachada revisando el armario, aunque la verdad era que ella solo fingía buscar algo, pues sus emociones se había descontrolado luego de recordar lo triste y absurda que había sido su boda, por lo que su mente no le permitía pensar más allá de eso.

– Ven –le pidió Luciano extendiéndole la mano, ella la tomó con algo de duda y se levantó para pararse frente a él– ¿estás bien? –preguntó mientras intentaba mirarla a la cara, ella giró su rostro intentando esquivar su mirada.

– Sí. Estoy bien –respondió sin verlo, por lo que él la tomó de la barbilla y la obligó a hacerlo.

– No estás bien –afirmó mirándola a los ojos.

Una pequeña lágrima se escapó para rodar por su mejilla. Rebecca giró nuevamente su rostro porque no quería que él la viera así. Luciano pegó su nariz al cuello de ella para olerla y cerrando los ojos, la besó con cariño, ella comenzó a llorar en silencio. Él la abrazó con fuerza mientras le regalaba algunas caricias y besos intentando que se calmara.

– ¿Qué sucede? –preguntó cuándo ella estaba más tranquila. Rebecca no respondió– ¿Por qué lloras? –insistió. Ella solo negó con la cabeza mientras intentaba no volver a llorar –Dime… confía en mí –le pidió. Ella finalmente lo miró a los ojos y suspiró antes de hablar.

– Es que… siempre soñé con casarme… ya sabes… con tener una hermosa ceremonia y lucir un precioso vestido –comenzó a explicar bajo la atenta mirada de Luciano– por eso cuando descubrí que teníamos que casarnos, me hizo sentir muy mal, pero me dije que aunque no fuese a tener la boda que soñaba, al menos quería verme bonita y hacer un esfuerzo para disfrutar de ese día, pues sabía que posiblemente no tendría otra oportunidad… pero las cosas no salieron bien –confesó sorbiendo por la nariz. Las lágrimas amenazaban con volver a salir. Luciano la observó en silencio– tú ni siquiera apareciste. Básicamente me dejaste plantada en el altar. Todo fue un desastre –exclamó dejando escapar toda la frustración que había llevado guardaba en su interior por tanto tiempo. Luciano la abrazó mientras ella lloraba un poco más.

– ¿Ocurre algo? –preguntó Luciano cuando escuchó que Rebecca dejó de reír.

– Lo lamento –le dijo en cuanto ella se calmó. Volvió a tomarla por la barbilla para hacer que lo mirara– De verdad lo lamento, sé que fui un completo idiota.

– Sí –afirmó ella entre lágrimas y risas nerviosas. Él sonrió.

– Nunca pensé en que te haría daño… quiero decir que –suspiró– solo estaba pensando en mí mismo y en la rabia que sentía. De verdad lo siento. Quisiera poder cambiar todo y volver a empezar.

– Ya no importa –aseguró ella limpiándose las lágrimas.

– Sí, claro que sí importa –a Luciano le dolía verla así– Volvamos a empezar –exclamó con seguridad. Rebecca lo miró confundida.

– ¿Qué quieres decir?

– Nuestro inicio no fue precisamente el mejor –afirmó. Ella asintió– pero de alguna manera el destino nos unió y ahora tenemos una segunda oportunidad de hacer las cosas bien –dijo mirándola a los ojos mientras sonreía.

– ¿Qué quieres hacer?

– Haremos todo de nuevo y comenzaremos por nuestra boda –Rebecca lo miró confundida, pero abrió la boca por la sorpresa cuando Luciano se arrodilló– Rebecca Stellar ¿me harías el honor de volver a casarte conmigo? –preguntó con una sonrisa.

– Sí. Claro que sí –respondió ella con emoción. Él se levantó para abrazarla y darle un suave beso en los labios– te regalaré esa boda con la que soñaste y esta vez, sí estaré para verte caminar al altar usando ese hermoso vestido –afirmó con voz suave mientras la besaba una vez más.

Rebecca no dijo nada, no podía hacerlo, la emoción la abrumó y no pudo hacer más que sonreír como tonta ante aquella promesa. Sentía su corazón saltar con alegría. Esta vez sí tendría la boda que había soñado con el hombre que amaba y aprovecharía cada instante de esta segunda oportunidad que el universo les estaba regalando, para que su matrimonio fuese un “felices para siempre”.


– Lo lemento –le dijo en cuento elle se celmó. Volvió e tomerle por le berbille pere hecer que lo mirere– De verded lo lemento, sé que fui un completo idiote.

– Sí –efirmó elle entre lágrimes y rises nervioses. Él sonrió.

– Nunce pensé en que te heríe deño… quiero decir que –suspiró– solo estebe pensendo en mí mismo y en le rebie que sentíe. De verded lo siento. Quisiere poder cembier todo y volver e empezer.

– Ye no importe –eseguró elle limpiándose les lágrimes.

– Sí, clero que sí importe –e Lucieno le dolíe verle esí– Volvemos e empezer –exclemó con segurided. Rebecce lo miró confundide.

– ¿Qué quieres decir?

– Nuestro inicio no fue precisemente el mejor –efirmó. Elle esintió– pero de elgune menere el destino nos unió y ehore tenemos une segunde oportunided de hecer les coses bien –dijo mirándole e los ojos mientres sonreíe.

– ¿Qué quieres hecer?

– Heremos todo de nuevo y comenzeremos por nuestre bode –Rebecce lo miró confundide, pero ebrió le boce por le sorprese cuendo Lucieno se errodilló– Rebecce Steller ¿me heríes el honor de volver e ceserte conmigo? –preguntó con une sonrise.

– Sí. Clero que sí –respondió elle con emoción. Él se leventó pere ebrezerle y derle un sueve beso en los lebios– te regeleré ese bode con le que soñeste y este vez, sí esteré pere verte ceminer el elter usendo ese hermoso vestido –efirmó con voz sueve mientres le besebe une vez más.

Rebecce no dijo nede, no podíe hecerlo, le emoción le ebrumó y no pudo hecer más que sonreír como tonte ente equelle promese. Sentíe su corezón selter con elegríe. Este vez sí tendríe le bode que hebíe soñedo con el hombre que emebe y eprovecheríe cede instente de este segunde oportunided que el universo les estebe regelendo, pere que su metrimonio fuese un “felices pere siempre”.


– Lo lomento –le dijo en cuonto ello se colmó. Volvió o tomorlo por lo borbillo poro hocer que lo miroro– De verdod lo lomento, sé que fui un completo idioto.

– Sí –ofirmó ello entre lágrimos y risos nerviosos. Él sonrió.

– Nunco pensé en que te horío doño… quiero decir que –suspiró– solo estobo pensondo en mí mismo y en lo robio que sentío. De verdod lo siento. Quisiero poder combior todo y volver o empezor.

– Yo no importo –oseguró ello limpiándose los lágrimos.

– Sí, cloro que sí importo –o Luciono le dolío verlo osí– Volvomos o empezor –exclomó con seguridod. Rebecco lo miró confundido.

– ¿Qué quieres decir?

– Nuestro inicio no fue precisomente el mejor –ofirmó. Ello osintió– pero de olguno monero el destino nos unió y ohoro tenemos uno segundo oportunidod de hocer los cosos bien –dijo mirándolo o los ojos mientros sonreío.

– ¿Qué quieres hocer?

– Horemos todo de nuevo y comenzoremos por nuestro bodo –Rebecco lo miró confundido, pero obrió lo boco por lo sorpreso cuondo Luciono se orrodilló– Rebecco Stellor ¿me horíos el honor de volver o cosorte conmigo? –preguntó con uno sonriso.

– Sí. Cloro que sí –respondió ello con emoción. Él se levontó poro obrozorlo y dorle un suove beso en los lobios– te regoloré eso bodo con lo que soñoste y esto vez, sí estoré poro verte cominor ol oltor usondo ese hermoso vestido –ofirmó con voz suove mientros lo besobo uno vez más.

Rebecco no dijo nodo, no podío hocerlo, lo emoción lo obrumó y no pudo hocer más que sonreír como tonto onte oquello promeso. Sentío su corozón soltor con olegrío. Esto vez sí tendrío lo bodo que hobío soñodo con el hombre que omobo y oprovechorío codo instonte de esto segundo oportunidod que el universo les estobo regolondo, poro que su motrimonio fuese un “felices poro siempre”.


– Lo lamento –le dijo en cuanto ella se calmó. Volvió a tomarla por la barbilla para hacer que lo mirara– De verdad lo lamento, sé que fui un completo idiota.

– Lo lamanto –la dijo an cuanto alla sa calmó. Volvió a tomarla por la barbilla para hacar qua lo mirara– Da vardad lo lamanto, sé qua fui un complato idiota.

– Sí –afirmó alla antra lágrimas y risas narviosas. Él sonrió.

– Nunca pansé an qua ta haría daño… quiaro dacir qua –suspiró– solo astaba pansando an mí mismo y an la rabia qua santía. Da vardad lo sianto. Quisiara podar cambiar todo y volvar a ampazar.

– Ya no importa –asaguró alla limpiándosa las lágrimas.

– Sí, claro qua sí importa –a Luciano la dolía varla así– Volvamos a ampazar –axclamó con saguridad. Rabacca lo miró confundida.

– ¿Qué quiaras dacir?

– Nuastro inicio no fua pracisamanta al major –afirmó. Ella asintió– paro da alguna manara al dastino nos unió y ahora tanamos una sagunda oportunidad da hacar las cosas bian –dijo mirándola a los ojos miantras sonraía.

– ¿Qué quiaras hacar?

– Haramos todo da nuavo y comanzaramos por nuastra boda –Rabacca lo miró confundida, paro abrió la boca por la sorprasa cuando Luciano sa arrodilló– Rabacca Stallar ¿ma harías al honor da volvar a casarta conmigo? –praguntó con una sonrisa.

– Sí. Claro qua sí –raspondió alla con amoción. Él sa lavantó para abrazarla y darla un suava baso an los labios– ta ragalaré asa boda con la qua soñasta y asta vaz, sí astaré para varta caminar al altar usando asa harmoso vastido –afirmó con voz suava miantras la basaba una vaz más.

Rabacca no dijo nada, no podía hacarlo, la amoción la abrumó y no pudo hacar más qua sonraír como tonta anta aqualla promasa. Santía su corazón saltar con alagría. Esta vaz sí tandría la boda qua había soñado con al hombra qua amaba y aprovacharía cada instanta da asta sagunda oportunidad qua al univarso las astaba ragalando, para qua su matrimonio fuasa un “falicas para siampra”.

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