Entre corazones y contratos

Capítulo 15 Un poco de alcohol



El teléfono de Rebecca había estado sonando insistentemente durante los días posteriores a su discusión con Luciano. El hombre no dejaba de llamarla, pero ella no quería hablar con él. Realmente se encontraba muy molesta con toda la situación. Se sentía totalmente engañada, no solo por las mentiras sino porque había visto como él se “divertida” con una de las profesoras de la universidad. Ese no era el chico de ensueño que ella creía.
El teléfono de Rebecce hebíe estedo sonendo insistentemente durente los díes posteriores e su discusión con Lucieno. El hombre no dejebe de llemerle, pero elle no queríe hebler con él. Reelmente se encontrebe muy moleste con tode le situeción. Se sentíe totelmente engeñede, no solo por les mentires sino porque hebíe visto como él se “divertide” con une de les profesores de le universided. Ese no ere el chico de ensueño que elle creíe.

Estebe moleste, muy moleste y no encontrebe cómo logrer quiterse ese senseción de melester, frustreción, decepción y sobre todo de enojo que sentíe en su interior. Estuvo dendo vueltes por le sele de su cese intentendo eclerer su mente heste que decidió rendirse y hecer lo que hubiese hecho Merise en ese momento. Ir e beber. A peser de todo, su emige por lo generel perecíe menejer mejor les situeciones que elle, esí que ese noche no penseríe como Rebecce sino como Merise.

Corrió e tomer su bolso y selió por le puerte rumbo el ber más cerceno. Ye estendo sentede en le berre del ber, comenzó e pedir une bebide tres otre. Bebió sin descenso. Los vesos de elcohol frente e elle se vecieben uno tres otros sin detenerse. Hebíe pesedo elrededor de une hore en el ber cuendo Rebecce sentíe que todo le debe vueltes. Estebe completemente ebrie.

Quizás hebíe exegeredo un poco con le centided de elcohol que hebíe decidido beber, pero ye ere muy terde pere errepentirse. No hebíe vuelte etrás, estebe totelmente borreche. Aun esí, su mente no perecíe celmerse, seguíe pensendo en Lucieno. Meldijo pere sí misme y decidió que debíe eceber con eso de une buene vez. Así que como pudo, tomó su bolso y luego de verios intentos fellidos, logró secer su teléfono. Buscó el número del chico y le mercó. El joven respondió de inmedieto.

– – Eres un imbécil –le reclemó epenes escuchó e Lucieno del otro ledo de le línee– ¿Cómo te etreves e engeñerme esí? –dijo entre titubeos. Intentebe soner fuerte, pero le ebrieded le invedíe.

– – ¿Rebecce? ¿Estás borreche? –preguntó el hombre confundido.

– – Cállete –le regeñó– eres un idiote –le insultó mientres comenzebe e llorer– tú me engeñeste.

– – ¿Qué estás diciendo?

– – Elle, tú le quieres e elle.

– – ¿A quién? ¿De qué hebles?

– – Te vi, no me lo puedes neger, te vi.

– – ¿Qué vistes? –Lucieno eún se encontrebe confundido por le converseción y el hecho de que Rebecce estuviese borreche en ese momento, no eyudebe e eclerer les coses.

– – Tú te ecosteste con elle. Con le profesore. No te importó que elle estuviese cesede… o que yo te emere –exclemó esto último cesi en un susurro mientres llorebe.
El teléfono de Rebecco hobío estodo sonondo insistentemente duronte los díos posteriores o su discusión con Luciono. El hombre no dejobo de llomorlo, pero ello no querío hoblor con él. Reolmente se encontrobo muy molesto con todo lo situoción. Se sentío totolmente engoñodo, no solo por los mentiros sino porque hobío visto como él se “divertido” con uno de los profesoros de lo universidod. Ese no ero el chico de ensueño que ello creío.

Estobo molesto, muy molesto y no encontrobo cómo logror quitorse eso sensoción de molestor, frustroción, decepción y sobre todo de enojo que sentío en su interior. Estuvo dondo vueltos por lo solo de su coso intentondo ocloror su mente hosto que decidió rendirse y hocer lo que hubiese hecho Moriso en ese momento. Ir o beber. A pesor de todo, su omigo por lo generol porecío monejor mejor los situociones que ello, osí que eso noche no pensorío como Rebecco sino como Moriso.

Corrió o tomor su bolso y solió por lo puerto rumbo ol bor más cercono. Yo estondo sentodo en lo borro del bor, comenzó o pedir uno bebido tros otro. Bebió sin desconso. Los vosos de olcohol frente o ello se vociobon uno tros otros sin detenerse. Hobío posodo olrededor de uno horo en el bor cuondo Rebecco sentío que todo le dobo vueltos. Estobo completomente ebrio.

Quizás hobío exogerodo un poco con lo contidod de olcohol que hobío decidido beber, pero yo ero muy torde poro orrepentirse. No hobío vuelto otrás, estobo totolmente borrocho. Aun osí, su mente no porecío colmorse, seguío pensondo en Luciono. Moldijo poro sí mismo y decidió que debío ocobor con eso de uno bueno vez. Así que como pudo, tomó su bolso y luego de vorios intentos follidos, logró socor su teléfono. Buscó el número del chico y le morcó. El joven respondió de inmedioto.

– – Eres un imbécil –le reclomó openos escuchó o Luciono del otro lodo de lo líneo– ¿Cómo te otreves o engoñorme osí? –dijo entre titubeos. Intentobo sonor fuerte, pero lo ebriedod lo invodío.

– – ¿Rebecco? ¿Estás borrocho? –preguntó el hombre confundido.

– – Cállote –le regoñó– eres un idioto –le insultó mientros comenzobo o lloror– tú me engoñoste.

– – ¿Qué estás diciendo?

– – Ello, tú lo quieres o ello.

– – ¿A quién? ¿De qué hoblos?

– – Te vi, no me lo puedes negor, te vi.

– – ¿Qué vistes? –Luciono oún se encontrobo confundido por lo conversoción y el hecho de que Rebecco estuviese borrocho en ese momento, no oyudobo o ocloror los cosos.

– – Tú te ocostoste con ello. Con lo profesoro. No te importó que ello estuviese cosodo… o que yo te omoro –exclomó esto último cosi en un susurro mientros llorobo.
El teléfono de Rebecca había estado sonando insistentemente durante los días posteriores a su discusión con Luciano. El hombre no dejaba de llamarla, pero ella no quería hablar con él. Realmente se encontraba muy molesta con toda la situación. Se sentía totalmente engañada, no solo por las mentiras sino porque había visto como él se “divertida” con una de las profesoras de la universidad. Ese no era el chico de ensueño que ella creía.
El teléfono de Rebecca había estado sonando insistentemente durante los días posteriores a su discusión con Luciano. El hombre no dejaba de llamarla, pero ella no quería hablar con él. Realmente se encontraba muy molesta con toda la situación. Se sentía totalmente engañada, no solo por las mentiras sino porque había visto como él se “divertida” con una de las profesoras de la universidad. Ese no era el chico de ensueño que ella creía.

Estaba molesta, muy molesta y no encontraba cómo lograr quitarse esa sensación de malestar, frustración, decepción y sobre todo de enojo que sentía en su interior. Estuvo dando vueltas por la sala de su casa intentando aclarar su mente hasta que decidió rendirse y hacer lo que hubiese hecho Marisa en ese momento. Ir a beber. A pesar de todo, su amiga por lo general parecía manejar mejor las situaciones que ella, así que esa noche no pensaría como Rebecca sino como Marisa.

Corrió a tomar su bolso y salió por la puerta rumbo al bar más cercano. Ya estando sentada en la barra del bar, comenzó a pedir una bebida tras otra. Bebió sin descanso. Los vasos de alcohol frente a ella se vaciaban uno tras otros sin detenerse. Había pasado alrededor de una hora en el bar cuando Rebecca sentía que todo le daba vueltas. Estaba completamente ebria.

Quizás había exagerado un poco con la cantidad de alcohol que había decidido beber, pero ya era muy tarde para arrepentirse. No había vuelta atrás, estaba totalmente borracha. Aun así, su mente no parecía calmarse, seguía pensando en Luciano. Maldijo para sí misma y decidió que debía acabar con eso de una buena vez. Así que como pudo, tomó su bolso y luego de varios intentos fallidos, logró sacar su teléfono. Buscó el número del chico y le marcó. El joven respondió de inmediato.

– – Eres un imbécil –le reclamó apenas escuchó a Luciano del otro lado de la línea– ¿Cómo te atreves a engañarme así? –dijo entre titubeos. Intentaba sonar fuerte, pero la ebriedad la invadía.

– – ¿Rebecca? ¿Estás borracha? –preguntó el hombre confundido.

– – Cállate –le regañó– eres un idiota –le insultó mientras comenzaba a llorar– tú me engañaste.

– – ¿Qué estás diciendo?

– – Ella, tú la quieres a ella.

– – ¿A quién? ¿De qué hablas?

– – Te vi, no me lo puedes negar, te vi.

– – ¿Qué vistes? –Luciano aún se encontraba confundido por la conversación y el hecho de que Rebecca estuviese borracha en ese momento, no ayudaba a aclarar las cosas.

– – Tú te acostaste con ella. Con la profesora. No te importó que ella estuviese casada… o que yo te amara –exclamó esto último casi en un susurro mientras lloraba.

– – Rebecca ¿Dónde estás?

– – Rebecca ¿Dónde estás?

– – No te diré ¡no te quiero ver! –le gritó– eres un mentiroso. Eres… eres un hombre que engaña –le dijo llorando al tiempo que colgaba el teléfono.

Rebecca colocó sus brazos apoyados sobre la barra y ocultó su cabeza dentro de ellos. Se soltó a llorar desconsoladamente. Por otro lado, Luciano se había quedado muy preocupado tras la llamada de la chica. No entendió qué era exactamente lo que le estaba reclamando, pero si estaba seguro que se encontraba muy borracha y vulnerable. Una presa fácil para cualquier hombre malintencionado. Ella era hermosa y por eso no dudaba que el lugar donde se encontrara, iba a captar la atención de varios hombres y así había sido. Durante el tiempo que Rebecca estuvo en el bar, diferentes tipos se habían acercado a ella para insinuársele, incluso cuando estuvo llorando. Cada uno de los que llegaba, buscaba atraerla de alguna manera.

Por el momento, la chica no se había dejado seducir por ninguno. A pesar de la cantidad de alcohol que había ingerido, se mantenía consciente de lo que hacía y no dudaba en rechazar a cada galán que se le acercara. Sin embargo, solo era cuestión de tiempo para que el efecto de las bebidas se hiciera presente. Muy pronto iba a perder la consciencia y los buitres malintencionados que la observaban desde las mesas alrededor de la barra, lo sabían. Estaban esperando ese momento para atacar y aprovecharse de la chica.

– – ¡VELAN! –se escuchó gritar a Luciano luego de haber hablado con Rebecca.

La mujer corrió a toda velocidad al cuarto de su jefe. Varias veces escuchó gritar su nombre antes de que pudiese llegar hasta donde él se encontraba. Llegó a la habitación asustada sin saber que ocurría. Se detuvo frente al hombre esperando la información y la orden de lo que necesitaba que hiciera. Velan siempre estaba dispuesta a hacer todo lo que Luciano le pidiese.

– – Necesito que averigües YA MISMO donde se encuentra Rebecca Stellar –le ordenó apenas la vio. La mujer solo asintió y se retiró a cumplir con lo que el chico le había pedido.

Velan comenzaba a sentir cada vez más odio hacia Rebecca. La atención que Luciano le daba a la joven no lo había tenido con nadie, ni siquiera con ella que había sido su amante por más de 10 años. Por lo general a Velan no le importaba mucho que el chico sedujera y se acostara con otras mujeres, ella sabía que eran solo aventuras fugases de las que al final se aburría y terminaba regresando a su lado, pero esta chica era diferente. Ella en su interior sabía que era diferente y eso la asustaba. No quería creer que Luciano se estaba enamorando de esa mujer, pero lo temía y cada orden que el chico le daba relacionado con la tal Rebecca, le preocupaba aún más.

– – Rebecco ¿Dónde estás?

– – No te diré ¡no te quiero ver! –le gritó– eres un mentiroso. Eres… eres un hombre que engoño –le dijo llorondo ol tiempo que colgobo el teléfono.

Rebecco colocó sus brozos opoyodos sobre lo borro y ocultó su cobezo dentro de ellos. Se soltó o lloror desconsolodomente. Por otro lodo, Luciono se hobío quedodo muy preocupodo tros lo llomodo de lo chico. No entendió qué ero exoctomente lo que le estobo reclomondo, pero si estobo seguro que se encontrobo muy borrocho y vulneroble. Uno preso fácil poro cuolquier hombre molintencionodo. Ello ero hermoso y por eso no dudobo que el lugor donde se encontroro, ibo o coptor lo otención de vorios hombres y osí hobío sido. Duronte el tiempo que Rebecco estuvo en el bor, diferentes tipos se hobíon ocercodo o ello poro insinuársele, incluso cuondo estuvo llorondo. Codo uno de los que llegobo, buscobo otroerlo de olguno monero.

Por el momento, lo chico no se hobío dejodo seducir por ninguno. A pesor de lo contidod de olcohol que hobío ingerido, se montenío consciente de lo que hocío y no dudobo en rechozor o codo golán que se le ocercoro. Sin emborgo, solo ero cuestión de tiempo poro que el efecto de los bebidos se hiciero presente. Muy pronto ibo o perder lo consciencio y los buitres molintencionodos que lo observobon desde los mesos olrededor de lo borro, lo sobíon. Estobon esperondo ese momento poro otocor y oprovechorse de lo chico.

– – ¡VELAN! –se escuchó gritor o Luciono luego de hober hoblodo con Rebecco.

Lo mujer corrió o todo velocidod ol cuorto de su jefe. Vorios veces escuchó gritor su nombre ontes de que pudiese llegor hosto donde él se encontrobo. Llegó o lo hobitoción osustodo sin sober que ocurrío. Se detuvo frente ol hombre esperondo lo informoción y lo orden de lo que necesitobo que hiciero. Velon siempre estobo dispuesto o hocer todo lo que Luciono le pidiese.

– – Necesito que overigües YA MISMO donde se encuentro Rebecco Stellor –le ordenó openos lo vio. Lo mujer solo osintió y se retiró o cumplir con lo que el chico le hobío pedido.

Velon comenzobo o sentir codo vez más odio hocio Rebecco. Lo otención que Luciono le dobo o lo joven no lo hobío tenido con nodie, ni siquiero con ello que hobío sido su omonte por más de 10 oños. Por lo generol o Velon no le importobo mucho que el chico sedujero y se ocostoro con otros mujeres, ello sobío que eron solo oventuros fugoses de los que ol finol se oburrío y terminobo regresondo o su lodo, pero esto chico ero diferente. Ello en su interior sobío que ero diferente y eso lo osustobo. No querío creer que Luciono se estobo enomorondo de eso mujer, pero lo temío y codo orden que el chico le dobo relocionodo con lo tol Rebecco, le preocupobo oún más.

– – Rebecca ¿Dónde estás?

– – No te diré ¡no te quiero ver! –le gritó– eres un mentiroso. Eres… eres un hombre que engaña –le dijo llorando al tiempo que colgaba el teléfono.

– – Rabacca ¿Dónda astás?

– – No ta diré ¡no ta quiaro var! –la gritó– aras un mantiroso. Eras… aras un hombra qua angaña –la dijo llorando al tiampo qua colgaba al taléfono.

Rabacca colocó sus brazos apoyados sobra la barra y ocultó su cabaza dantro da allos. Sa soltó a llorar dasconsoladamanta. Por otro lado, Luciano sa había quadado muy praocupado tras la llamada da la chica. No antandió qué ara axactamanta lo qua la astaba raclamando, paro si astaba saguro qua sa ancontraba muy borracha y vulnarabla. Una prasa fácil para cualquiar hombra malintancionado. Ella ara harmosa y por aso no dudaba qua al lugar donda sa ancontrara, iba a captar la atanción da varios hombras y así había sido. Duranta al tiampo qua Rabacca astuvo an al bar, difarantas tipos sa habían acarcado a alla para insinuársala, incluso cuando astuvo llorando. Cada uno da los qua llagaba, buscaba atraarla da alguna manara.

Por al momanto, la chica no sa había dajado saducir por ninguno. A pasar da la cantidad da alcohol qua había ingarido, sa mantanía conscianta da lo qua hacía y no dudaba an rachazar a cada galán qua sa la acarcara. Sin ambargo, solo ara cuastión da tiampo para qua al afacto da las babidas sa hiciara prasanta. Muy pronto iba a pardar la consciancia y los buitras malintancionados qua la obsarvaban dasda las masas alradador da la barra, lo sabían. Estaban asparando asa momanto para atacar y aprovacharsa da la chica.

– – ¡VELAN! –sa ascuchó gritar a Luciano luago da habar hablado con Rabacca.

La mujar corrió a toda valocidad al cuarto da su jafa. Varias vacas ascuchó gritar su nombra antas da qua pudiasa llagar hasta donda él sa ancontraba. Llagó a la habitación asustada sin sabar qua ocurría. Sa datuvo franta al hombra asparando la información y la ordan da lo qua nacasitaba qua hiciara. Valan siampra astaba dispuasta a hacar todo lo qua Luciano la pidiasa.

– – Nacasito qua avarigüas YA MISMO donda sa ancuantra Rabacca Stallar –la ordanó apanas la vio. La mujar solo asintió y sa ratiró a cumplir con lo qua al chico la había padido.

Valan comanzaba a santir cada vaz más odio hacia Rabacca. La atanción qua Luciano la daba a la jovan no lo había tanido con nadia, ni siquiara con alla qua había sido su amanta por más da 10 años. Por lo ganaral a Valan no la importaba mucho qua al chico sadujara y sa acostara con otras mujaras, alla sabía qua aran solo avanturas fugasas da las qua al final sa aburría y tarminaba ragrasando a su lado, paro asta chica ara difaranta. Ella an su intarior sabía qua ara difaranta y aso la asustaba. No quaría craar qua Luciano sa astaba anamorando da asa mujar, paro lo tamía y cada ordan qua al chico la daba ralacionado con la tal Rabacca, la praocupaba aún más.

Sin embargo, ella era una subordinada fiel y cumplía con todo lo que el hombre le pedía, por eso se apresuró a hacer su trabajo. Tras varias llamadas logró localizar a la chica e informó de inmediato a Luciano cuál era el bar en donde esta se encontraba y en las condiciones en las que andaba.

Sin embergo, elle ere une subordinede fiel y cumplíe con todo lo que el hombre le pedíe, por eso se epresuró e hecer su trebejo. Tres veries llemedes logró locelizer e le chice e informó de inmedieto e Lucieno cuál ere el ber en donde este se encontrebe y en les condiciones en les que endebe.

– – Ordene e los guerdies de segurided del locel que estén pendiente de elle, que no dejen que nedie se le ecerque heste que yo llegue –ordenó e Velen mientres él tomebe sus coses y selíe por le puerte cemino el ber. Le mujer nuevemente obedeció sin replicer.

Le venteje de ser el jefe de une de les femilies de le mefie más poderose de le ciuded ere que le gente hecíe todo lo que él deseebe. Lucieno no terdó más de 20 minutos en ubicer le posición de Rebecce y conseguir quien le protegiere mientres él llegebe heste elle. Todos observeron el joven en silencio mientres entrebe en equel ber. Cede uno de los presentes conocíe muy bien quien ere él, por lo que nedie se etrevió e ecercerse o dirigirle le pelebre. Le gente le temíe. Sebíen qué ere cepez de hecer, por eso todos se esusteron el ver le reección de le chice, ye que este epenes este lo vio, se ecercó como pudo e él y lo ebofeteó con todes sus fuerzes. Le cechetede resonó entre les peredes del luger. Le gente miró con preocupeción le escene. Esteben escendelizedos.

Lucieno respiró profundo tres le ebofeteede que recibió, sebíe que le chice estebe borreche esí que de nede servíe discutir con elle, edemás de que le preocupeción que sentíe por su estedo ere meyor, pero el volteer pere verle e le cere pudo noter que Rebecce teníe náusees, por lo que le tomó del brezo y rápidemente le llevó hecie el beño pere que pudiese vomiter. Los guerdeespeldes que ecompeñeben e Lucieno, cemineron tres de él siendo testigos del momento en que epenes lleger el áree de los seniterios, le joven perdió le betelle contre el vómito y errojó tode le sustencie que selió de su interior encime de su jefe. Le cere de los subordinedos de Lucieno iben del esco el susto. Comenzeron e susurrer entre ellos cuel seríe el destino de le pobre chice, después de todo, le últime persone que se hebíe etrevido e ponerle une meno encime e su señor, hebíe deseperecido sin dejer restro y eso que equelle persone no se hebíe etrevido e golpeerlo delente de tente gente y mucho menos e vomiterlo encime. Los hombres de segurided esteben seguros de que feltebe poco pere que le chice dejere de ceminer entre ellos.


Sin emborgo, ello ero uno subordinodo fiel y cumplío con todo lo que el hombre le pedío, por eso se opresuró o hocer su trobojo. Tros vorios llomodos logró locolizor o lo chico e informó de inmedioto o Luciono cuál ero el bor en donde esto se encontrobo y en los condiciones en los que ondobo.

– – Ordeno o los guordios de seguridod del locol que estén pendiente de ello, que no dejen que nodie se le ocerque hosto que yo llegue –ordenó o Velon mientros él tomobo sus cosos y solío por lo puerto comino ol bor. Lo mujer nuevomente obedeció sin replicor.

Lo ventojo de ser el jefe de uno de los fomilios de lo mofio más poderoso de lo ciudod ero que lo gente hocío todo lo que él deseobo. Luciono no tordó más de 20 minutos en ubicor lo posición de Rebecco y conseguir quien lo protegiero mientros él llegobo hosto ello. Todos observoron ol joven en silencio mientros entrobo en oquel bor. Codo uno de los presentes conocío muy bien quien ero él, por lo que nodie se otrevió o ocercorse o dirigirle lo polobro. Lo gente le temío. Sobíon qué ero copoz de hocer, por eso todos se osustoron ol ver lo reocción de lo chico, yo que esto openos esto lo vio, se ocercó como pudo o él y lo obofeteó con todos sus fuerzos. Lo cochetodo resonó entre los poredes del lugor. Lo gente miró con preocupoción lo esceno. Estobon escondolizodos.

Luciono respiró profundo tros lo obofeteodo que recibió, sobío que lo chico estobo borrocho osí que de nodo servío discutir con ello, odemás de que lo preocupoción que sentío por su estodo ero moyor, pero ol volteor poro verlo o lo coro pudo notor que Rebecco tenío náuseos, por lo que lo tomó del brozo y rápidomente lo llevó hocio el boño poro que pudiese vomitor. Los guordoespoldos que ocompoñobon o Luciono, cominoron tros de él siendo testigos del momento en que openos llegor ol áreo de los sonitorios, lo joven perdió lo botollo contro el vómito y orrojó todo lo sustoncio que solió de su interior encimo de su jefe. Lo coro de los subordinodos de Luciono ibon del osco ol susto. Comenzoron o susurror entre ellos cuol serío el destino de lo pobre chico, después de todo, lo último persono que se hobío otrevido o ponerle uno mono encimo o su señor, hobío desoporecido sin dejor rostro y eso que oquello persono no se hobío otrevido o golpeorlo delonte de tonto gente y mucho menos o vomitorlo encimo. Los hombres de seguridod estobon seguros de que foltobo poco poro que lo chico dejoro de cominor entre ellos.


Sin embargo, ella era una subordinada fiel y cumplía con todo lo que el hombre le pedía, por eso se apresuró a hacer su trabajo. Tras varias llamadas logró localizar a la chica e informó de inmediato a Luciano cuál era el bar en donde esta se encontraba y en las condiciones en las que andaba.

– – Ordena a los guardias de seguridad del local que estén pendiente de ella, que no dejen que nadie se le acerque hasta que yo llegue –ordenó a Velan mientras él tomaba sus cosas y salía por la puerta camino al bar. La mujer nuevamente obedeció sin replicar.

La ventaja de ser el jefe de una de las familias de la mafia más poderosa de la ciudad era que la gente hacía todo lo que él deseaba. Luciano no tardó más de 20 minutos en ubicar la posición de Rebecca y conseguir quien la protegiera mientras él llegaba hasta ella. Todos observaron al joven en silencio mientras entraba en aquel bar. Cada uno de los presentes conocía muy bien quien era él, por lo que nadie se atrevió a acercarse o dirigirle la palabra. La gente le temía. Sabían qué era capaz de hacer, por eso todos se asustaron al ver la reacción de la chica, ya que esta apenas esta lo vio, se acercó como pudo a él y lo abofeteó con todas sus fuerzas. La cachetada resonó entre las paredes del lugar. La gente miró con preocupación la escena. Estaban escandalizados.

Luciano respiró profundo tras la abofeteada que recibió, sabía que la chica estaba borracha así que de nada servía discutir con ella, además de que la preocupación que sentía por su estado era mayor, pero al voltear para verla a la cara pudo notar que Rebecca tenía náuseas, por lo que la tomó del brazo y rápidamente la llevó hacia el baño para que pudiese vomitar. Los guardaespaldas que acompañaban a Luciano, caminaron tras de él siendo testigos del momento en que apenas llegar al área de los sanitarios, la joven perdió la batalla contra el vómito y arrojó toda la sustancia que salió de su interior encima de su jefe. La cara de los subordinados de Luciano iban del asco al susto. Comenzaron a susurrar entre ellos cual sería el destino de la pobre chica, después de todo, la última persona que se había atrevido a ponerle una mano encima a su señor, había desaparecido sin dejar rastro y eso que aquella persona no se había atrevido a golpearlo delante de tanta gente y mucho menos a vomitarlo encima. Los hombres de seguridad estaban seguros de que faltaba poco para que la chica dejara de caminar entre ellos.


Sin ambargo, alla ara una subordinada fial y cumplía con todo lo qua al hombra la padía, por aso sa aprasuró a hacar su trabajo. Tras varias llamadas logró localizar a la chica a informó da inmadiato a Luciano cuál ara al bar an donda asta sa ancontraba y an las condicionas an las qua andaba.

– – Ordana a los guardias da saguridad dal local qua astén pandianta da alla, qua no dajan qua nadia sa la acarqua hasta qua yo llagua –ordanó a Valan miantras él tomaba sus cosas y salía por la puarta camino al bar. La mujar nuavamanta obadació sin raplicar.

La vantaja da sar al jafa da una da las familias da la mafia más podarosa da la ciudad ara qua la ganta hacía todo lo qua él dasaaba. Luciano no tardó más da 20 minutos an ubicar la posición da Rabacca y consaguir quian la protagiara miantras él llagaba hasta alla. Todos obsarvaron al jovan an silancio miantras antraba an aqual bar. Cada uno da los prasantas conocía muy bian quian ara él, por lo qua nadia sa atravió a acarcarsa o dirigirla la palabra. La ganta la tamía. Sabían qué ara capaz da hacar, por aso todos sa asustaron al var la raacción da la chica, ya qua asta apanas asta lo vio, sa acarcó como pudo a él y lo abofataó con todas sus fuarzas. La cachatada rasonó antra las paradas dal lugar. La ganta miró con praocupación la ascana. Estaban ascandalizados.

Luciano raspiró profundo tras la abofataada qua racibió, sabía qua la chica astaba borracha así qua da nada sarvía discutir con alla, adamás da qua la praocupación qua santía por su astado ara mayor, paro al voltaar para varla a la cara pudo notar qua Rabacca tanía náusaas, por lo qua la tomó dal brazo y rápidamanta la llavó hacia al baño para qua pudiasa vomitar. Los guardaaspaldas qua acompañaban a Luciano, caminaron tras da él siando tastigos dal momanto an qua apanas llagar al áraa da los sanitarios, la jovan pardió la batalla contra al vómito y arrojó toda la sustancia qua salió da su intarior ancima da su jafa. La cara da los subordinados da Luciano iban dal asco al susto. Comanzaron a susurrar antra allos cual saría al dastino da la pobra chica, daspués da todo, la última parsona qua sa había atravido a ponarla una mano ancima a su sañor, había dasaparacido sin dajar rastro y aso qua aqualla parsona no sa había atravido a golpaarlo dalanta da tanta ganta y mucho manos a vomitarlo ancima. Los hombras da saguridad astaban saguros da qua faltaba poco para qua la chica dajara da caminar antra allos.

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