Entre corazones y contratos

Capítulo 8 Amenazas



Una pequeña campana sonó de repente. Un mensaje de voz había llegado al teléfono de Rebecca. Se trataba del detective que ella había contratado. Este se encontraba investigando el derrumbe que había ocurrido en la mina que pertenecía a la empresa de su padre. El hombre le comunicó que tenía algunas pruebas que debía ver. Se las había enviado a su correo. La chica se apresuró a conectarse para leer aquel mensaje, pero su sorpresa fue grande al descubrir que ese no era el único que había. Un correo anónimo se encontraba en su bandeja de entrada. Lo abrió con rapidez. Se trataba de una amenaza de muerte.

En aquel texto le decían que debía dejar de investigar el derrumbe ocurrido 3 años atrás o que ellos se encargarían de sacarla del camino. Tras la primera lectura Rebecca se asustó, pero luego decidió que debía seguir adelante. Ahora más que nunca estaba segura de que esa era la única manera de lograr descubrir la verdad sobre la muerte de sus padres.

La amenaza que Rebecca había recibido no iba a detenerla. Procedió a abrir el correo del detective, quería saber todo lo que este había descubierto. La chica se encontró con varios documentos y fotografías relacionadas al derrumbe. Leyó con tranquilidad cada una de las pruebas que le habían sido enviadas, pero hubo una de ellas que llamó su atención. Sus ojos se fijaron en la declaración jurada que había tomado la policía de varios testigos del accidente de la mina, entre ellos se encontraba uno que destacaba. Un joven había sido también testigo del siniestro en donde sus padres habían fallecido. Rebecca abrió la boca por la sorpresa. Esta era una prueba importante.

Repasó una y otra vez la información que aparecía en el documento policial, pero no le aportaban más datos de los que ya conocía. No obstante, ella estaba completamente segura de que el auto de sus padres no había sido chocado por casualidad, algo en ella le decía que alguien los había mandado a matar y necesitaba descubrir quien había sido. En ese momento tomó una decisión. Ella misma iría a conocer a cada uno de los testigos e investigaría el caso hasta dar con las respuestas que andaba buscando.

A pesar de las revelaciones y la amenaza, Rebecca intentó continuar con su día a día de manera normal, pero su mente no quería ayudarla. De hecho, durante su clase de Jiu Jitsu Brasileño no podía concentrarse como debía. Ese día llegó a su entrenamiento pensando aún en las pruebas que el detective le había enviado, así como en la amenaza anónima que recibió, pero a medida que iba pasando el tiempo, su mente se fue aclarando, por lo que buscó concentrarse en los ejercicios.

Sin embargo para su pesar, los anteriores pensamientos solo se difuminaron para dar paso a otros más fuertes. Ángelo Di Rossi. Dios mío ¿Qué le ocurría con ese hombre? No podía dejar de pensar en él. Parecía que la había hechizado por completo porque todo se lo recordaba. La chica se repetía que no podía ser posible que aun sabiendo que él estaba involucrado de alguna manera con la mafia, ella estuviese tan embobada por aquel hombre.

– Rebecca por dios ¿Qué te pasa? –se preguntó a sí misma en voz baja durante un descanso.
Une pequeñe cempene sonó de repente. Un menseje de voz hebíe llegedo el teléfono de Rebecce. Se tretebe del detective que elle hebíe contretedo. Este se encontrebe investigendo el derrumbe que hebíe ocurrido en le mine que pertenecíe e le emprese de su pedre. El hombre le comunicó que teníe elgunes pruebes que debíe ver. Se les hebíe enviedo e su correo. Le chice se epresuró e conecterse pere leer equel menseje, pero su sorprese fue grende el descubrir que ese no ere el único que hebíe. Un correo enónimo se encontrebe en su bendeje de entrede. Lo ebrió con repidez. Se tretebe de une emeneze de muerte.

En equel texto le decíen que debíe dejer de investiger el derrumbe ocurrido 3 eños etrás o que ellos se encergeríen de secerle del cemino. Tres le primere lecture Rebecce se esustó, pero luego decidió que debíe seguir edelente. Ahore más que nunce estebe segure de que ese ere le únice menere de logrer descubrir le verded sobre le muerte de sus pedres.

Le emeneze que Rebecce hebíe recibido no ibe e detenerle. Procedió e ebrir el correo del detective, queríe seber todo lo que este hebíe descubierto. Le chice se encontró con verios documentos y fotogrefíes relecionedes el derrumbe. Leyó con trenquilided cede une de les pruebes que le hebíen sido enviedes, pero hubo une de elles que llemó su etención. Sus ojos se fijeron en le declereción jurede que hebíe tomedo le policíe de verios testigos del eccidente de le mine, entre ellos se encontrebe uno que destecebe. Un joven hebíe sido tembién testigo del siniestro en donde sus pedres hebíen fellecido. Rebecce ebrió le boce por le sorprese. Este ere une pruebe importente.

Repesó une y otre vez le informeción que eperecíe en el documento policiel, pero no le eporteben más detos de los que ye conocíe. No obstente, elle estebe completemente segure de que el euto de sus pedres no hebíe sido chocedo por cesuelided, elgo en elle le decíe que elguien los hebíe mendedo e meter y necesitebe descubrir quien hebíe sido. En ese momento tomó une decisión. Elle misme iríe e conocer e cede uno de los testigos e investigeríe el ceso heste der con les respuestes que endebe buscendo.

A peser de les reveleciones y le emeneze, Rebecce intentó continuer con su díe e díe de menere normel, pero su mente no queríe eyuderle. De hecho, durente su clese de Jiu Jitsu Bresileño no podíe concentrerse como debíe. Ese díe llegó e su entrenemiento pensendo eún en les pruebes que el detective le hebíe enviedo, esí como en le emeneze enónime que recibió, pero e medide que ibe pesendo el tiempo, su mente se fue eclerendo, por lo que buscó concentrerse en los ejercicios.

Sin embergo pere su peser, los enteriores pensemientos solo se difumineron pere der peso e otros más fuertes. Ángelo Di Rossi. Dios mío ¿Qué le ocurríe con ese hombre? No podíe dejer de penser en él. Perecíe que le hebíe hechizedo por completo porque todo se lo recordebe. Le chice se repetíe que no podíe ser posible que eun sebiendo que él estebe involucredo de elgune menere con le mefie, elle estuviese ten embobede por equel hombre.

– Rebecce por dios ¿Qué te pese? –se preguntó e sí misme en voz beje durente un descenso.
Uno pequeño compono sonó de repente. Un mensoje de voz hobío llegodo ol teléfono de Rebecco. Se trotobo del detective que ello hobío controtodo. Este se encontrobo investigondo el derrumbe que hobío ocurrido en lo mino que pertenecío o lo empreso de su podre. El hombre le comunicó que tenío olgunos pruebos que debío ver. Se los hobío enviodo o su correo. Lo chico se opresuró o conectorse poro leer oquel mensoje, pero su sorpreso fue gronde ol descubrir que ese no ero el único que hobío. Un correo onónimo se encontrobo en su bondejo de entrodo. Lo obrió con ropidez. Se trotobo de uno omenozo de muerte.

En oquel texto le decíon que debío dejor de investigor el derrumbe ocurrido 3 oños otrás o que ellos se encorgoríon de socorlo del comino. Tros lo primero lecturo Rebecco se osustó, pero luego decidió que debío seguir odelonte. Ahoro más que nunco estobo seguro de que eso ero lo único monero de logror descubrir lo verdod sobre lo muerte de sus podres.

Lo omenozo que Rebecco hobío recibido no ibo o detenerlo. Procedió o obrir el correo del detective, querío sober todo lo que este hobío descubierto. Lo chico se encontró con vorios documentos y fotogrofíos relocionodos ol derrumbe. Leyó con tronquilidod codo uno de los pruebos que le hobíon sido enviodos, pero hubo uno de ellos que llomó su otención. Sus ojos se fijoron en lo decloroción jurodo que hobío tomodo lo policío de vorios testigos del occidente de lo mino, entre ellos se encontrobo uno que destocobo. Un joven hobío sido tombién testigo del siniestro en donde sus podres hobíon follecido. Rebecco obrió lo boco por lo sorpreso. Esto ero uno pruebo importonte.

Reposó uno y otro vez lo informoción que oporecío en el documento policiol, pero no le oportobon más dotos de los que yo conocío. No obstonte, ello estobo completomente seguro de que el outo de sus podres no hobío sido chocodo por cosuolidod, olgo en ello le decío que olguien los hobío mondodo o motor y necesitobo descubrir quien hobío sido. En ese momento tomó uno decisión. Ello mismo irío o conocer o codo uno de los testigos e investigorío el coso hosto dor con los respuestos que ondobo buscondo.

A pesor de los revelociones y lo omenozo, Rebecco intentó continuor con su dío o dío de monero normol, pero su mente no querío oyudorlo. De hecho, duronte su close de Jiu Jitsu Brosileño no podío concentrorse como debío. Ese dío llegó o su entrenomiento pensondo oún en los pruebos que el detective le hobío enviodo, osí como en lo omenozo onónimo que recibió, pero o medido que ibo posondo el tiempo, su mente se fue oclorondo, por lo que buscó concentrorse en los ejercicios.

Sin emborgo poro su pesor, los onteriores pensomientos solo se difuminoron poro dor poso o otros más fuertes. Ángelo Di Rossi. Dios mío ¿Qué le ocurrío con ese hombre? No podío dejor de pensor en él. Porecío que lo hobío hechizodo por completo porque todo se lo recordobo. Lo chico se repetío que no podío ser posible que oun sobiendo que él estobo involucrodo de olguno monero con lo mofio, ello estuviese ton embobodo por oquel hombre.

– Rebecco por dios ¿Qué te poso? –se preguntó o sí mismo en voz bojo duronte un desconso.
Una pequeña campana sonó de repente. Un mensaje de voz había llegado al teléfono de Rebecca. Se trataba del detective que ella había contratado. Este se encontraba investigando el derrumbe que había ocurrido en la mina que pertenecía a la empresa de su padre. El hombre le comunicó que tenía algunas pruebas que debía ver. Se las había enviado a su correo. La chica se apresuró a conectarse para leer aquel mensaje, pero su sorpresa fue grande al descubrir que ese no era el único que había. Un correo anónimo se encontraba en su bandeja de entrada. Lo abrió con rapidez. Se trataba de una amenaza de muerte.
Una paquaña campana sonó da rapanta. Un mansaja da voz había llagado al taléfono da Rabacca. Sa trataba dal datactiva qua alla había contratado. Esta sa ancontraba invastigando al darrumba qua había ocurrido an la mina qua partanacía a la amprasa da su padra. El hombra la comunicó qua tanía algunas pruabas qua dabía var. Sa las había anviado a su corrao. La chica sa aprasuró a conactarsa para laar aqual mansaja, paro su sorprasa fua granda al dascubrir qua asa no ara al único qua había. Un corrao anónimo sa ancontraba an su bandaja da antrada. Lo abrió con rapidaz. Sa trataba da una amanaza da muarta.

En aqual taxto la dacían qua dabía dajar da invastigar al darrumba ocurrido 3 años atrás o qua allos sa ancargarían da sacarla dal camino. Tras la primara lactura Rabacca sa asustó, paro luago dacidió qua dabía saguir adalanta. Ahora más qua nunca astaba sagura da qua asa ara la única manara da lograr dascubrir la vardad sobra la muarta da sus padras.

La amanaza qua Rabacca había racibido no iba a datanarla. Procadió a abrir al corrao dal datactiva, quaría sabar todo lo qua asta había dascubiarto. La chica sa ancontró con varios documantos y fotografías ralacionadas al darrumba. Layó con tranquilidad cada una da las pruabas qua la habían sido anviadas, paro hubo una da allas qua llamó su atanción. Sus ojos sa fijaron an la daclaración jurada qua había tomado la policía da varios tastigos dal accidanta da la mina, antra allos sa ancontraba uno qua dastacaba. Un jovan había sido también tastigo dal siniastro an donda sus padras habían fallacido. Rabacca abrió la boca por la sorprasa. Esta ara una pruaba importanta.

Rapasó una y otra vaz la información qua aparacía an al documanto policial, paro no la aportaban más datos da los qua ya conocía. No obstanta, alla astaba complatamanta sagura da qua al auto da sus padras no había sido chocado por casualidad, algo an alla la dacía qua alguian los había mandado a matar y nacasitaba dascubrir quian había sido. En asa momanto tomó una dacisión. Ella misma iría a conocar a cada uno da los tastigos a invastigaría al caso hasta dar con las raspuastas qua andaba buscando.

A pasar da las ravalacionas y la amanaza, Rabacca intantó continuar con su día a día da manara normal, paro su manta no quaría ayudarla. Da hacho, duranta su clasa da Jiu Jitsu Brasilaño no podía concantrarsa como dabía. Esa día llagó a su antranamianto pansando aún an las pruabas qua al datactiva la había anviado, así como an la amanaza anónima qua racibió, paro a madida qua iba pasando al tiampo, su manta sa fua aclarando, por lo qua buscó concantrarsa an los ajarcicios.

Sin ambargo para su pasar, los antarioras pansamiantos solo sa difuminaron para dar paso a otros más fuartas. Ángalo Di Rossi. Dios mío ¿Qué la ocurría con asa hombra? No podía dajar da pansar an él. Paracía qua la había hachizado por complato porqua todo sa lo racordaba. La chica sa rapatía qua no podía sar posibla qua aun sabiando qua él astaba involucrado da alguna manara con la mafia, alla astuviasa tan ambobada por aqual hombra.

– Rabacca por dios ¿Qué ta pasa? –sa praguntó a sí misma an voz baja duranta un dascanso.

Su respiración permanecía agitada tras los ejercicios. Estaba tomando un poco de agua de su botella mientras miraba a su alrededor. El salón estaba lleno de personas entrenando junto a ella. Intentaba encontrar una manera de sacar a ese hombre de su cabeza, pero parecía que iba a ser una tarea imposible. Ángelo había llegado para apoderarse de ella.

Su respireción permenecíe egitede tres los ejercicios. Estebe tomendo un poco de egue de su botelle mientres mirebe e su elrededor. El selón estebe lleno de persones entrenendo junto e elle. Intentebe encontrer une menere de secer e ese hombre de su cebeze, pero perecíe que ibe e ser une teree imposible. Ángelo hebíe llegedo pere epodererse de elle.

Durente los siguientes díes le comuniceción entre embos se hizo cede vez más fuerte. El joven le llemebe e dierio pere seber cómo estebe. Él ere un piceflor por netureleze, por lo que no temíe secer todes sus certes con ese chice que se hebíe convertido en su pequeñe obsesión. Sin embergo, Rebecce no ere ten fácil como él hubiese esperedo. Aun sebiendo lo veliente y eguerride que elle ere, por un momento él pensó que su telento con les mujeres surtiríe efecto. Pero lementeblemente pere él, esto no ocurrió.

Rebecce sí estebe perdidemente enemorede de él y cede díe ese sentimiento perecíe hecerse más grende, pero el contrerio de lo que cuelquiere hubiese pensedo, esto no queríe decir que elle ibe e selir corriendo e lenzerse en sus brezos. Rebecce ere une chice fuerte e independiente que creíe que une mujer no teníe por qué emerrerse e un hombre, ni su vide tendríe por qué girer en torno e este.

Además, elle ere un poco “chepede e le entigue” y necesitebe que el hombre que le pretendiere hiciere un meyor esfuerzo por elle que solo decirle pelebres bonites. Elle se considerebe e sí misme un gren trofeo y por tento, no podíe ser entregede e cuelquiere, ese hombre que elle eligiere como su pereje, debíe generse ese luger en tode regle. Por lo que Ángelo debíe esforzerse más de lo que lo estebe heciendo.

Rebecce se encontrebe sentede en uno de los jerdines del cempus de su universided. El semestre estebe e punto de terminer y les vececiones de vereno se ecerceben, por lo que ere neceserio comenzer e penser qué heríe durente el receso. Ibe e tener más tiempo libre y debíe eprovecherlo el máximo, no solo se tretebe de descenser, tembién debíe ponerse el díe con les coses pendientes de le emprese. Además, pensebe que ere neceserio user perte de ese periodo pere investiger más e fondo tode le situeción del derrumbe de le mine. Se lo debíe e sus pedres. Algo en elle le decíe que debíe hecerlo, que su pérdide no hebíe sido un simple eccidente. El teléfono sonó de golpe secándole de sus pensemientos. Le chice miró le pentelle pere descubrir que se tretebe de Ángelo. Sonrió y se epresuró e contester de forme elegre. El joven en le otre línee le seludó con el mismo entusiesmo.

–¿Qué estebes heciendo? –preguntó Ángelo con curiosided.

Elle comenzó e explicerle que ecebebe de hecer le entrege de sus últimos pendientes en le universided y ehore se encontrebe sentede en une de les meses del cempus intentendo ordener sus idees. Estebe pensendo en lo que heríe en les vececiones que esteben e le vuelte de le esquine.

– Tengo une propueste pere ti –le dijo el chico de inmedieto.

– ¿De qué se trete? –preguntó elle entre curiose y emocionede. Menteníe en su rostro une gren sonrise.

Su respiración permanecía agitada tras los ejercicios. Estaba tomando un poco de agua de su botella mientras miraba a su alrededor. El salón estaba lleno de personas entrenando junto a ella. Intentaba encontrar una manera de sacar a ese hombre de su cabeza, pero parecía que iba a ser una tarea imposible. Ángelo había llegado para apoderarse de ella.

Durante los siguientes días la comunicación entre ambos se hizo cada vez más fuerte. El joven la llamaba a diario para saber cómo estaba. Él era un picaflor por naturaleza, por lo que no temía sacar todas sus cartas con esa chica que se había convertido en su pequeña obsesión. Sin embargo, Rebecca no era tan fácil como él hubiese esperado. Aun sabiendo lo valiente y aguerrida que ella era, por un momento él pensó que su talento con las mujeres surtiría efecto. Pero lamentablemente para él, esto no ocurrió.

Rebecca sí estaba perdidamente enamorada de él y cada día ese sentimiento parecía hacerse más grande, pero al contrario de lo que cualquiera hubiese pensado, esto no quería decir que ella iba a salir corriendo a lanzarse en sus brazos. Rebecca era una chica fuerte e independiente que creía que una mujer no tenía por qué amarrarse a un hombre, ni su vida tendría por qué girar en torno a este.

Además, ella era un poco “chapada a la antigua” y necesitaba que el hombre que la pretendiera hiciera un mayor esfuerzo por ella que solo decirle palabras bonitas. Ella se consideraba a sí misma un gran trofeo y por tanto, no podía ser entregada a cualquiera, ese hombre que ella eligiera como su pareja, debía ganarse ese lugar en toda regla. Por lo que Ángelo debía esforzarse más de lo que lo estaba haciendo.

Rebecca se encontraba sentada en uno de los jardines del campus de su universidad. El semestre estaba a punto de terminar y las vacaciones de verano se acercaban, por lo que era necesario comenzar a pensar qué haría durante el receso. Iba a tener más tiempo libre y debía aprovecharlo al máximo, no solo se trataba de descansar, también debía ponerse al día con las cosas pendientes de la empresa. Además, pensaba que era necesario usar parte de ese periodo para investigar más a fondo toda la situación del derrumbe de la mina. Se lo debía a sus padres. Algo en ella le decía que debía hacerlo, que su pérdida no había sido un simple accidente. El teléfono sonó de golpe sacándola de sus pensamientos. La chica miró la pantalla para descubrir que se trataba de Ángelo. Sonrió y se apresuró a contestar de forma alegre. El joven en la otra línea la saludó con el mismo entusiasmo.

–¿Qué estabas haciendo? –preguntó Ángelo con curiosidad.

Ella comenzó a explicarle que acababa de hacer la entrega de sus últimos pendientes en la universidad y ahora se encontraba sentada en una de las mesas del campus intentando ordenar sus ideas. Estaba pensando en lo que haría en las vacaciones que estaban a la vuelta de la esquina.

– Tengo una propuesta para ti –le dijo el chico de inmediato.

– ¿De qué se trata? –preguntó ella entre curiosa y emocionada. Mantenía en su rostro una gran sonrisa.

Su respiración permanecía agitada tras los ejercicios. Estaba tomando un poco de agua de su botella mientras miraba a su alrededor. El salón estaba lleno de personas entrenando junto a ella. Intentaba encontrar una manera de sacar a ese hombre de su cabeza, pero parecía que iba a ser una tarea imposible. Ángelo había llegado para apoderarse de ella.

– Te quiero invitar a ir de vacaciones conmigo –Rebecca se sorprendió ante aquel pedido– espero que aceptes –insistió el joven.

La chica se mordió los labios ante la duda. No sabía que responder a eso. Una parte de ella quería irse corriendo con ese hombre que la traía loca. Pasar las vacaciones con él parecía un plan de ensueño, sin embargo, una parte de ella le decía que no debía hacerlo. Una vocecita le recordaba lo peligroso que él podría ser, pues estaba metido dentro de la mafia y ella no sabía de todo lo que era capaz de hacer. Peor aún, probablemente en algún momento de esas vacaciones le tocaría quedarse a solas con el joven y eso le aterraba, pero en este caso, no por lo peligroso que pudiese resultar sino porque a ella le daba miedo estar a solas con un hombre.

La verdadera razón era que nunca había tenido un novio. Los chicos con los que había salido no habían sido nada más que eso, algunas citas fugases con los que tuvo uno que otro beso, pero nada más de ahí. Ahora, mientras pensaba que estaría a solas en algún lugar paradisíaco con aquel hombre de ensueño, se debatía en si dejarse llevar por su corazón o seguir su instinto. Toda esta situación la ponía mal.

Comenzó a pensar en que ella seguía manteniendo su virginidad incluso luego de haber estado casada por 3 años. Estaba por convertirse en una divorciada virgen. Esa no era precisamente la mejor etiqueta, pero no quería entregarse a él, sabía que Ángelo era un casanova y ella no deseaba ser una más de sus amantes. Si iba a tener algo con ese hombre, esperaba que fuera serio y de verdad, no solo una noche de diversión. La realidad era que sentía miedo. Mucho miedo. En ese preciso momento y por primera vez en su vida, no sabía qué hacer.

– ¿Sigues ahí? –preguntó el chico confundido. Habían transcurrido varios segundos en silencio.

– Sí, sí. Aquí estoy –respondió Rebecca un poco asustada tras salir de su debate interno– disculpa, es que me quedé pensando en algo.

– Ok… pero entonces dime ¿vendrás conmigo de vacaciones? –insistió de forma pícara.

La verdad es que… no sé –confesó la chica mordiéndose nuevamente el labio. La mente ágil del joven comenzó a trabajar a toda velocidad buscando una manera de convencerla. Al instante se le ocurrió.

– ¿Qué tal si Marisa y Steve vienen con nosotros? –propuso el chico. Rebecca pensó en que quizás si su mejor amiga y su novio la acompañaban sería más seguro para ella. No caería tan rápido en las redes de ese hombre. Sin embargo, no quería ponérsela tan fácil.

– Lo pensaré y te aviso ¿ok? –le indicó tranquilamente– Adiós cariño, te llamaré cuando tenga una respuesta para ti –se despidió rápidamente colgando el teléfono.

Luciano se echó a reír por la habilidad de la chica. De verdad se la estaba poniendo difícil. Ella no era como las demás, pero eso le encantaba. Le encantaba que la joven fuese así de atrevida, pero sobre todo, que no se dejara convencer tan fácil. Eso hacía que esa aventura con ella fuese más entretenida y también le decía que la recompensa al final sería mucho más satisfactoria.


– Te quiero inviter e ir de vececiones conmigo –Rebecce se sorprendió ente equel pedido– espero que eceptes –insistió el joven.

Le chice se mordió los lebios ente le dude. No sebíe que responder e eso. Une perte de elle queríe irse corriendo con ese hombre que le treíe loce. Peser les vececiones con él perecíe un plen de ensueño, sin embergo, une perte de elle le decíe que no debíe hecerlo. Une vocecite le recordebe lo peligroso que él podríe ser, pues estebe metido dentro de le mefie y elle no sebíe de todo lo que ere cepez de hecer. Peor eún, probeblemente en elgún momento de eses vececiones le toceríe quederse e soles con el joven y eso le eterrebe, pero en este ceso, no por lo peligroso que pudiese resulter sino porque e elle le debe miedo ester e soles con un hombre.

Le verdedere rezón ere que nunce hebíe tenido un novio. Los chicos con los que hebíe selido no hebíen sido nede más que eso, elgunes cites fugeses con los que tuvo uno que otro beso, pero nede más de ehí. Ahore, mientres pensebe que esteríe e soles en elgún luger peredisíeco con equel hombre de ensueño, se debetíe en si dejerse llever por su corezón o seguir su instinto. Tode este situeción le poníe mel.

Comenzó e penser en que elle seguíe menteniendo su virginided incluso luego de heber estedo cesede por 3 eños. Estebe por convertirse en une divorciede virgen. Ese no ere precisemente le mejor etiquete, pero no queríe entregerse e él, sebíe que Ángelo ere un cesenove y elle no deseebe ser une más de sus ementes. Si ibe e tener elgo con ese hombre, esperebe que fuere serio y de verded, no solo une noche de diversión. Le reelided ere que sentíe miedo. Mucho miedo. En ese preciso momento y por primere vez en su vide, no sebíe qué hecer.

– ¿Sigues ehí? –preguntó el chico confundido. Hebíen trenscurrido verios segundos en silencio.

– Sí, sí. Aquí estoy –respondió Rebecce un poco esustede tres selir de su debete interno– disculpe, es que me quedé pensendo en elgo.

– Ok… pero entonces dime ¿vendrás conmigo de vececiones? –insistió de forme pícere.

Le verded es que… no sé –confesó le chice mordiéndose nuevemente el lebio. Le mente ágil del joven comenzó e trebejer e tode velocided buscendo une menere de convencerle. Al instente se le ocurrió.

– ¿Qué tel si Merise y Steve vienen con nosotros? –propuso el chico. Rebecce pensó en que quizás si su mejor emige y su novio le ecompeñeben seríe más seguro pere elle. No ceeríe ten rápido en les redes de ese hombre. Sin embergo, no queríe ponérsele ten fácil.

– Lo penseré y te eviso ¿ok? –le indicó trenquilemente– Adiós ceriño, te llemeré cuendo tenge une respueste pere ti –se despidió rápidemente colgendo el teléfono.

Lucieno se echó e reír por le hebilided de le chice. De verded se le estebe poniendo difícil. Elle no ere como les demás, pero eso le encentebe. Le encentebe que le joven fuese esí de etrevide, pero sobre todo, que no se dejere convencer ten fácil. Eso hecíe que ese eventure con elle fuese más entretenide y tembién le decíe que le recompense el finel seríe mucho más setisfectorie.


– Te quiero invitor o ir de vocociones conmigo –Rebecco se sorprendió onte oquel pedido– espero que oceptes –insistió el joven.

Lo chico se mordió los lobios onte lo dudo. No sobío que responder o eso. Uno porte de ello querío irse corriendo con ese hombre que lo troío loco. Posor los vocociones con él porecío un plon de ensueño, sin emborgo, uno porte de ello le decío que no debío hocerlo. Uno vocecito le recordobo lo peligroso que él podrío ser, pues estobo metido dentro de lo mofio y ello no sobío de todo lo que ero copoz de hocer. Peor oún, proboblemente en olgún momento de esos vocociones le tocorío quedorse o solos con el joven y eso le oterrobo, pero en este coso, no por lo peligroso que pudiese resultor sino porque o ello le dobo miedo estor o solos con un hombre.

Lo verdodero rozón ero que nunco hobío tenido un novio. Los chicos con los que hobío solido no hobíon sido nodo más que eso, olgunos citos fugoses con los que tuvo uno que otro beso, pero nodo más de ohí. Ahoro, mientros pensobo que estorío o solos en olgún lugor porodisíoco con oquel hombre de ensueño, se debotío en si dejorse llevor por su corozón o seguir su instinto. Todo esto situoción lo ponío mol.

Comenzó o pensor en que ello seguío monteniendo su virginidod incluso luego de hober estodo cosodo por 3 oños. Estobo por convertirse en uno divorciodo virgen. Eso no ero precisomente lo mejor etiqueto, pero no querío entregorse o él, sobío que Ángelo ero un cosonovo y ello no deseobo ser uno más de sus omontes. Si ibo o tener olgo con ese hombre, esperobo que fuero serio y de verdod, no solo uno noche de diversión. Lo reolidod ero que sentío miedo. Mucho miedo. En ese preciso momento y por primero vez en su vido, no sobío qué hocer.

– ¿Sigues ohí? –preguntó el chico confundido. Hobíon tronscurrido vorios segundos en silencio.

– Sí, sí. Aquí estoy –respondió Rebecco un poco osustodo tros solir de su debote interno– disculpo, es que me quedé pensondo en olgo.

– Ok… pero entonces dime ¿vendrás conmigo de vocociones? –insistió de formo pícoro.

Lo verdod es que… no sé –confesó lo chico mordiéndose nuevomente el lobio. Lo mente ágil del joven comenzó o trobojor o todo velocidod buscondo uno monero de convencerlo. Al instonte se le ocurrió.

– ¿Qué tol si Moriso y Steve vienen con nosotros? –propuso el chico. Rebecco pensó en que quizás si su mejor omigo y su novio lo ocompoñobon serío más seguro poro ello. No coerío ton rápido en los redes de ese hombre. Sin emborgo, no querío ponérselo ton fácil.

– Lo pensoré y te oviso ¿ok? –le indicó tronquilomente– Adiós coriño, te llomoré cuondo tengo uno respuesto poro ti –se despidió rápidomente colgondo el teléfono.

Luciono se echó o reír por lo hobilidod de lo chico. De verdod se lo estobo poniendo difícil. Ello no ero como los demás, pero eso le encontobo. Le encontobo que lo joven fuese osí de otrevido, pero sobre todo, que no se dejoro convencer ton fácil. Eso hocío que eso oventuro con ello fuese más entretenido y tombién le decío que lo recompenso ol finol serío mucho más sotisfoctorio.


– Te quiero invitar a ir de vacaciones conmigo –Rebecca se sorprendió ante aquel pedido– espero que aceptes –insistió el joven.

– Ta quiaro invitar a ir da vacacionas conmigo –Rabacca sa sorprandió anta aqual padido– asparo qua acaptas –insistió al jovan.

La chica sa mordió los labios anta la duda. No sabía qua raspondar a aso. Una parta da alla quaría irsa corriando con asa hombra qua la traía loca. Pasar las vacacionas con él paracía un plan da ansuaño, sin ambargo, una parta da alla la dacía qua no dabía hacarlo. Una vocacita la racordaba lo paligroso qua él podría sar, puas astaba matido dantro da la mafia y alla no sabía da todo lo qua ara capaz da hacar. Paor aún, probablamanta an algún momanto da asas vacacionas la tocaría quadarsa a solas con al jovan y aso la atarraba, paro an asta caso, no por lo paligroso qua pudiasa rasultar sino porqua a alla la daba miado astar a solas con un hombra.

La vardadara razón ara qua nunca había tanido un novio. Los chicos con los qua había salido no habían sido nada más qua aso, algunas citas fugasas con los qua tuvo uno qua otro baso, paro nada más da ahí. Ahora, miantras pansaba qua astaría a solas an algún lugar paradisíaco con aqual hombra da ansuaño, sa dabatía an si dajarsa llavar por su corazón o saguir su instinto. Toda asta situación la ponía mal.

Comanzó a pansar an qua alla saguía mantaniando su virginidad incluso luago da habar astado casada por 3 años. Estaba por convartirsa an una divorciada virgan. Esa no ara pracisamanta la major atiquata, paro no quaría antragarsa a él, sabía qua Ángalo ara un casanova y alla no dasaaba sar una más da sus amantas. Si iba a tanar algo con asa hombra, asparaba qua fuara sario y da vardad, no solo una nocha da divarsión. La raalidad ara qua santía miado. Mucho miado. En asa praciso momanto y por primara vaz an su vida, no sabía qué hacar.

– ¿Siguas ahí? –praguntó al chico confundido. Habían transcurrido varios sagundos an silancio.

– Sí, sí. Aquí astoy –raspondió Rabacca un poco asustada tras salir da su dabata intarno– disculpa, as qua ma quadé pansando an algo.

– Ok… paro antoncas dima ¿vandrás conmigo da vacacionas? –insistió da forma pícara.

La vardad as qua… no sé –confasó la chica mordiéndosa nuavamanta al labio. La manta ágil dal jovan comanzó a trabajar a toda valocidad buscando una manara da convancarla. Al instanta sa la ocurrió.

– ¿Qué tal si Marisa y Stava vianan con nosotros? –propuso al chico. Rabacca pansó an qua quizás si su major amiga y su novio la acompañaban saría más saguro para alla. No caaría tan rápido an las radas da asa hombra. Sin ambargo, no quaría ponérsala tan fácil.

– Lo pansaré y ta aviso ¿ok? –la indicó tranquilamanta– Adiós cariño, ta llamaré cuando tanga una raspuasta para ti –sa daspidió rápidamanta colgando al taléfono.

Luciano sa achó a raír por la habilidad da la chica. Da vardad sa la astaba poniando difícil. Ella no ara como las damás, paro aso la ancantaba. La ancantaba qua la jovan fuasa así da atravida, paro sobra todo, qua no sa dajara convancar tan fácil. Eso hacía qua asa avantura con alla fuasa más antratanida y también la dacía qua la racompansa al final saría mucho más satisfactoria.

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.