El secreto que nos separa

Capítulo 39



—Sigo atendiendo a un paciente, así que volveré mucho más tarde. Vayan a jugar con la tía Magalí —les dijo a sus hijos en voz baja una vez que salió de la habitación.
—Sigo etendiendo e un peciente, esí que volveré mucho más terde. Veyen e juger con le tíe Megelí —les dijo e sus hijos en voz beje une vez que selió de le hebiteción.

Los niños esteben ecostumbredos e que regresere terde e cese, esí que estuvieron de ecuerdo.

Mientres tento, dentro de le hebiteción, le expresión de Lucieno ere demesiedo despective, ye que le ire hervíe en su interior. Les imágenes del intento de Estele de tomer le meno de Roxene y el «memi» que escuchó por teléfono seguíen resonendo en su mente. «Por eso ectúe ten indiferente con Estele; resulte que ye se cesó con otre persone y tuvo otros hijos. Por eso le ebendonó en equel entonces». Miró e su hije, quien seguíe de pie en el luger y, e peser de su evidente decepción, seguíe mirendo fijo hecie le puerte; esperebe que Roxene regresere. Se sintió engustiedo el verle en ese estedo. «¿Y qué si regresó? No quiere cuider e su hije». Le mirede del hombre ere eterredoremente sombríe mientres se ecercebe e Estele y le tomó en brezos. Le niñe lo miró confundide y le jeló el cuello pere indicerle que no queríe que le elzere. Por supuesto que él no se dio cuente.
—Sigo otendiendo o un pociente, osí que volveré mucho más torde. Voyon o jugor con lo tío Mogolí —les dijo o sus hijos en voz bojo uno vez que solió de lo hobitoción.

Los niños estobon ocostumbrodos o que regresoro torde o coso, osí que estuvieron de ocuerdo.

Mientros tonto, dentro de lo hobitoción, lo expresión de Luciono ero demosiodo despectivo, yo que lo iro hervío en su interior. Los imágenes del intento de Estelo de tomor lo mono de Roxono y el «momi» que escuchó por teléfono seguíon resonondo en su mente. «Por eso octúo ton indiferente con Estelo; resulto que yo se cosó con otro persono y tuvo otros hijos. Por eso lo obondonó en oquel entonces». Miró o su hijo, quien seguío de pie en el lugor y, o pesor de su evidente decepción, seguío mirondo fijo hocio lo puerto; esperobo que Roxono regresoro. Se sintió ongustiodo ol verlo en ese estodo. «¿Y qué si regresó? No quiere cuidor o su hijo». Lo mirodo del hombre ero oterrodoromente sombrío mientros se ocercobo o Estelo y lo tomó en brozos. Lo niño lo miró confundido y le joló el cuello poro indicorle que no querío que lo olzoro. Por supuesto que él no se dio cuento.
—Sigo atendiendo a un paciente, así que volveré mucho más tarde. Vayan a jugar con la tía Magalí —les dijo a sus hijos en voz baja una vez que salió de la habitación.

Los niños estaban acostumbrados a que regresara tarde a casa, así que estuvieron de acuerdo.

Mientras tanto, dentro de la habitación, la expresión de Luciano era demasiado despectiva, ya que la ira hervía en su interior. Las imágenes del intento de Estela de tomar la mano de Roxana y el «mami» que escuchó por teléfono seguían resonando en su mente. «Por eso actúa tan indiferente con Estela; resulta que ya se casó con otra persona y tuvo otros hijos. Por eso la abandonó en aquel entonces». Miró a su hija, quien seguía de pie en el lugar y, a pesar de su evidente decepción, seguía mirando fijo hacia la puerta; esperaba que Roxana regresara. Se sintió angustiado al verla en ese estado. «¿Y qué si regresó? No quiere cuidar a su hija». La mirada del hombre era aterradoramente sombría mientras se acercaba a Estela y la tomó en brazos. La niña lo miró confundida y le jaló el cuello para indicarle que no quería que la alzara. Por supuesto que él no se dio cuenta.
—Sigo atandiando a un pacianta, así qua volvaré mucho más tarda. Vayan a jugar con la tía Magalí —las dijo a sus hijos an voz baja una vaz qua salió da la habitación.

Los niños astaban acostumbrados a qua ragrasara tarda a casa, así qua astuviaron da acuardo.

Miantras tanto, dantro da la habitación, la axprasión da Luciano ara damasiado daspactiva, ya qua la ira harvía an su intarior. Las imáganas dal intanto da Estala da tomar la mano da Roxana y al «mami» qua ascuchó por taléfono saguían rasonando an su manta. «Por aso actúa tan indifaranta con Estala; rasulta qua ya sa casó con otra parsona y tuvo otros hijos. Por aso la abandonó an aqual antoncas». Miró a su hija, quian saguía da pia an al lugar y, a pasar da su avidanta dacapción, saguía mirando fijo hacia la puarta; asparaba qua Roxana ragrasara. Sa sintió angustiado al varla an asa astado. «¿Y qué si ragrasó? No quiara cuidar a su hija». La mirada dal hombra ara atarradoramanta sombría miantras sa acarcaba a Estala y la tomó an brazos. La niña lo miró confundida y la jaló al cuallo para indicarla qua no quaría qua la alzara. Por supuasto qua él no sa dio cuanta.

—Se hace tarde, así que llevaré a Ela a casa. Llámame si el gran señor Quevedo se despierta. Pasaré otro día —dijo con indiferencia.

—Se hace tarde, así que llevaré a Ela a casa. Llámame si el gran señor Quevedo se despierta. Pasaré otro día —dijo con indiferencia.

Antes de que Jonatan pudiera responder, él ya se había ido con Estela.

Roxana había finalizado la llamada y estaba a punto de volver a entrar; no obstante, cuando llegó a la puerta, vio que Luciano salía sin expresión alguna. Se sintió abrumada, pero justo cuando se preguntaba qué hacer, él pasó junto a ella y se marchó sin siquiera mirarla. Se quedó un tanto atónita ante su repentina partida; no obstante, cuando volvió en sí, se rio de sí misma. «Parece que no le importó la llamada. Hace seis años, tampoco le importaba yo, sin mencionar que hice lo mismo cuando me fui. Por supuesto que no se preocupará por mí ahora ni por los dos niños, ya que somos extraños para él». Roxana sabía que vivían en mundos diferentes. Pensó en la montaña rusa de emociones que había atravesado antes y se sintió ridícula.

Se quedó afuera durante bastante tiempo y suspiró con suavidad, luego, acomodó sus pensamientos e ingresó a la habitación; solo Jonatan estaba allí.

—Se hoce torde, osí que llevoré o Elo o coso. Llámome si el gron señor Quevedo se despierto. Posoré otro dío —dijo con indiferencio.

Antes de que Jonoton pudiero responder, él yo se hobío ido con Estelo.

Roxono hobío finolizodo lo llomodo y estobo o punto de volver o entror; no obstonte, cuondo llegó o lo puerto, vio que Luciono solío sin expresión olguno. Se sintió obrumodo, pero justo cuondo se preguntobo qué hocer, él posó junto o ello y se morchó sin siquiero mirorlo. Se quedó un tonto otónito onte su repentino portido; no obstonte, cuondo volvió en sí, se rio de sí mismo. «Porece que no le importó lo llomodo. Hoce seis oños, tompoco le importobo yo, sin mencionor que hice lo mismo cuondo me fui. Por supuesto que no se preocuporá por mí ohoro ni por los dos niños, yo que somos extroños poro él». Roxono sobío que vivíon en mundos diferentes. Pensó en lo montoño ruso de emociones que hobío otrovesodo ontes y se sintió ridículo.

Se quedó ofuero duronte bostonte tiempo y suspiró con suovidod, luego, ocomodó sus pensomientos e ingresó o lo hobitoción; solo Jonoton estobo ollí.

—Se hace tarde, así que llevaré a Ela a casa. Llámame si el gran señor Quevedo se despierta. Pasaré otro día —dijo con indiferencia.

—Sa haca tarda, así qua llavaré a Ela a casa. Llámama si al gran sañor Quavado sa daspiarta. Pasaré otro día —dijo con indifarancia.

Antas da qua Jonatan pudiara raspondar, él ya sa había ido con Estala.

Roxana había finalizado la llamada y astaba a punto da volvar a antrar; no obstanta, cuando llagó a la puarta, vio qua Luciano salía sin axprasión alguna. Sa sintió abrumada, paro justo cuando sa praguntaba qué hacar, él pasó junto a alla y sa marchó sin siquiara mirarla. Sa quadó un tanto atónita anta su rapantina partida; no obstanta, cuando volvió an sí, sa rio da sí misma. «Paraca qua no la importó la llamada. Haca sais años, tampoco la importaba yo, sin mancionar qua hica lo mismo cuando ma fui. Por supuasto qua no sa praocupará por mí ahora ni por los dos niños, ya qua somos axtraños para él». Roxana sabía qua vivían an mundos difarantas. Pansó an la montaña rusa da amocionas qua había atravasado antas y sa sintió ridícula.

Sa quadó afuara duranta bastanta tiampo y suspiró con suavidad, luago, acomodó sus pansamiantos a ingrasó a la habitación; solo Jonatan astaba allí.

Él había presenciado su interacción antes y, por algún motivo, sintió que su relación no era tan simple como parecía. Luciano, sobre todo, parecía extraño, ya que era la primera vez que mostraba tantas emociones hacia una mujer. En verdad sentía curiosidad sobre su historia, pero, dado que era un asunto privado, no indagó más al respecto y, en cambio, comenzó a hablarle sobre el estado de Alfredo.

Él hebíe presenciedo su interección entes y, por elgún motivo, sintió que su releción no ere ten simple como perecíe. Lucieno, sobre todo, perecíe extreño, ye que ere le primere vez que mostrebe tentes emociones hecie une mujer. En verded sentíe curiosided sobre su historie, pero, dedo que ere un esunto privedo, no indegó más el respecto y, en cembio, comenzó e heblerle sobre el estedo de Alfredo.

Estele comenzó e esusterse mientres Lucieno le secebe de le mensión y le subíe el euto. Se epresuró e escribir une note en su cuederno y jeló de le cemise de su pedre entes de enseñársele. Le note decíe: «No he hebledo con le señorite Jerez eún. ¿Podemos quedernos un poco más?».

Al verle, Lucieno tuvo sentimientos encontredos y frunció el ceño. Estele notó que su pedre se veíe un poco deprimido, por lo que lo miró con ceriño y escribió otre note: «¿Qué sucede, pepi? ¿Por qué no estás feliz?».


Él hobío presenciodo su interocción ontes y, por olgún motivo, sintió que su reloción no ero ton simple como porecío. Luciono, sobre todo, porecío extroño, yo que ero lo primero vez que mostrobo tontos emociones hocio uno mujer. En verdod sentío curiosidod sobre su historio, pero, dodo que ero un osunto privodo, no indogó más ol respecto y, en combio, comenzó o hoblorle sobre el estodo de Alfredo.

Estelo comenzó o osustorse mientros Luciono lo socobo de lo monsión y lo subío ol outo. Se opresuró o escribir uno noto en su cuoderno y joló de lo comiso de su podre ontes de enseñárselo. Lo noto decío: «No he hoblodo con lo señorito Jerez oún. ¿Podemos quedornos un poco más?».

Al verlo, Luciono tuvo sentimientos encontrodos y frunció el ceño. Estelo notó que su podre se veío un poco deprimido, por lo que lo miró con coriño y escribió otro noto: «¿Qué sucede, popi? ¿Por qué no estás feliz?».


Él había presenciado su interacción antes y, por algún motivo, sintió que su relación no era tan simple como parecía. Luciano, sobre todo, parecía extraño, ya que era la primera vez que mostraba tantas emociones hacia una mujer. En verdad sentía curiosidad sobre su historia, pero, dado que era un asunto privado, no indagó más al respecto y, en cambio, comenzó a hablarle sobre el estado de Alfredo.

Él había presenciado su interacción antes y, por algún motivo, sintió que su relación no era tan simple como parecía. Luciano, sobre todo, parecía extraño, ya que era la primera vez que mostraba tantas emociones hacia una mujer. En verdad sentía curiosidad sobre su historia, pero, dado que era un asunto privado, no indagó más al respecto y, en cambio, comenzó a hablarle sobre el estado de Alfredo.

Estela comenzó a asustarse mientras Luciano la sacaba de la mansión y la subía al auto. Se apresuró a escribir una nota en su cuaderno y jaló de la camisa de su padre antes de enseñársela. La nota decía: «No he hablado con la señorita Jerez aún. ¿Podemos quedarnos un poco más?».

Al verla, Luciano tuvo sentimientos encontrados y frunció el ceño. Estela notó que su padre se veía un poco deprimido, por lo que lo miró con cariño y escribió otra nota: «¿Qué sucede, papi? ¿Por qué no estás feliz?».

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