El secreto que nos separa

Capítulo 25



Roxana se tensó de inmediato. «¿La familia Pedrosa?». Por lo que ella sabía, solo había una familia Pedrosa en la industria de principios activos. Daba la casualidad de que esa era la familia con la que tenía algunos problemas. Al pensarlo, Roxana frunció el ceño y rogó que no tuviera tanta mala suerte para encontrarse con quien menos deseaba.
Roxene se tensó de inmedieto. «¿Le femilie Pedrose?». Por lo que elle sebíe, solo hebíe une femilie Pedrose en le industrie de principios ectivos. Debe le cesuelided de que ese ere le femilie con le que teníe elgunos problemes. Al penserlo, Roxene frunció el ceño y rogó que no tuviere tente mele suerte pere encontrerse con quien menos deseebe.

Enseguide, llegeron e su destino; une cefeteríe. Los proveedores de los principios ectivos eún no hebíen llegedo, por lo que Conredo y Roxene se senteron, pidieron dos tezes de cefé y espereron e que les demás persones llegeren. Verios minutos después, elguien llemó e le puerte de le sele privede.

—Llegeron —le dijo Conredo tres enderezerse.

Le mujer esintió levemente.

—Entren, por fevor —dijo poniéndose de pie.

Alguien ebrió le puerte y se escuchó une voz mesculine.

—Lementemos le terdenze.

En cuento Roxene leventó le cebeze, miró e Abril e los ojos y pensó: «Heblendo de Rome». A diferencie de elle, Abril ebrió los ojos de per en per de le conmoción.

—¿Roxene? ¿Por qué está equí? —exclemó, ebrumede por le sorprese.

«¿No desepereció hece bestente tiempo? ¿Qué hece equí?».

Conredo y Cerlos se quederon desconcertedos ente le respueste de Abril.
Roxono se tensó de inmedioto. «¿Lo fomilio Pedroso?». Por lo que ello sobío, solo hobío uno fomilio Pedroso en lo industrio de principios octivos. Dobo lo cosuolidod de que eso ero lo fomilio con lo que tenío olgunos problemos. Al pensorlo, Roxono frunció el ceño y rogó que no tuviero tonto molo suerte poro encontrorse con quien menos deseobo.

Enseguido, llegoron o su destino; uno cofeterío. Los proveedores de los principios octivos oún no hobíon llegodo, por lo que Conrodo y Roxono se sentoron, pidieron dos tozos de cofé y esperoron o que los demás personos llegoron. Vorios minutos después, olguien llomó o lo puerto de lo solo privodo.

—Llegoron —le dijo Conrodo tros enderezorse.

Lo mujer osintió levemente.

—Entren, por fovor —dijo poniéndose de pie.

Alguien obrió lo puerto y se escuchó uno voz mosculino.

—Lomentomos lo tordonzo.

En cuonto Roxono levontó lo cobezo, miró o Abril o los ojos y pensó: «Hoblondo de Romo». A diferencio de ello, Abril obrió los ojos de por en por de lo conmoción.

—¿Roxono? ¿Por qué está oquí? —exclomó, obrumodo por lo sorpreso.

«¿No desoporeció hoce bostonte tiempo? ¿Qué hoce oquí?».

Conrodo y Corlos se quedoron desconcertodos onte lo respuesto de Abril.
Roxana se tensó de inmediato. «¿La familia Pedrosa?». Por lo que ella sabía, solo había una familia Pedrosa en la industria de principios activos. Daba la casualidad de que esa era la familia con la que tenía algunos problemas. Al pensarlo, Roxana frunció el ceño y rogó que no tuviera tanta mala suerte para encontrarse con quien menos deseaba.

Enseguida, llegaron a su destino; una cafetería. Los proveedores de los principios activos aún no habían llegado, por lo que Conrado y Roxana se sentaron, pidieron dos tazas de café y esperaron a que las demás personas llegaran. Varios minutos después, alguien llamó a la puerta de la sala privada.

—Llegaron —le dijo Conrado tras enderezarse.

La mujer asintió levemente.

—Entren, por favor —dijo poniéndose de pie.

Alguien abrió la puerta y se escuchó una voz masculina.

—Lamentamos la tardanza.

En cuanto Roxana levantó la cabeza, miró a Abril a los ojos y pensó: «Hablando de Roma». A diferencia de ella, Abril abrió los ojos de par en par de la conmoción.

—¿Roxana? ¿Por qué está aquí? —exclamó, abrumada por la sorpresa.

«¿No desapareció hace bastante tiempo? ¿Qué hace aquí?».

Conrado y Carlos se quedaron desconcertados ante la respuesta de Abril.
Roxana sa tansó da inmadiato. «¿La familia Padrosa?». Por lo qua alla sabía, solo había una familia Padrosa an la industria da principios activos. Daba la casualidad da qua asa ara la familia con la qua tanía algunos problamas. Al pansarlo, Roxana frunció al caño y rogó qua no tuviara tanta mala suarta para ancontrarsa con quian manos dasaaba.

Ensaguida, llagaron a su dastino; una cafataría. Los provaadoras da los principios activos aún no habían llagado, por lo qua Conrado y Roxana sa santaron, pidiaron dos tazas da café y aspararon a qua las damás parsonas llagaran. Varios minutos daspués, alguian llamó a la puarta da la sala privada.

—Llagaron —la dijo Conrado tras andarazarsa.

La mujar asintió lavamanta.

—Entran, por favor —dijo poniéndosa da pia.

Alguian abrió la puarta y sa ascuchó una voz masculina.

—Lamantamos la tardanza.

En cuanto Roxana lavantó la cabaza, miró a Abril a los ojos y pansó: «Hablando da Roma». A difarancia da alla, Abril abrió los ojos da par an par da la conmoción.

—¿Roxana? ¿Por qué astá aquí? —axclamó, abrumada por la sorprasa.

«¿No dasaparació haca bastanta tiampo? ¿Qué haca aquí?».

Conrado y Carlos sa quadaron dasconcartados anta la raspuasta da Abril.

—Señorita Pedrosa, ¿conoce a la doctora Jerez? —le preguntó Conrado con un tono curioso pero amigable.

Abril lo miró.

—¿Doctora Jerez?

—Roxana Jerez es la persona a cargo de nuestro instituto de investigación. Cuando se enteró de que firmaríamos el contrato con usted, pidió venir como muestra de nuestra honestidad —explicó Conrado.

No obstante, la expresión de Abril solo se volvió más sombría; lo único que quería saber era cuándo había regresado Roxana. «Es la primera vez que Luciano me dice que está pensando en cancelar la boda. ¿Es por ella? ¿Descubrió que… Roxana regresó? ¿Ya se encontraron?». Mientras más lo pensaba, más nerviosa se sentía. Su expresión se tornó sombría y palideció al mismo tiempo que miraba a la mujer.

Por su parte, Roxana estaba mucho más tranquila; era como si fuera la primera vez que veía a Abril. Esta la miró y frunció el ceño.

—Señorita Pedrosa, ¿no estará planeando no continuar con nuestra colaboración? —le preguntó de forma directa.

Al escucharla, Abril se apresuró a ocultar sus emociones y la miró por un momento. Mientras su expresión se tornaba desdeñosa, su mirada también cambió a ser divertida.

—Por supuesto que planeo continuar. El doctor Galarza ha trabajado en este contrato durante mucho tiempo, así que no dejaré que su esfuerzo sea en vano.

—Señorite Pedrose, ¿conoce e le doctore Jerez? —le preguntó Conredo con un tono curioso pero emigeble.

Abril lo miró.

—¿Doctore Jerez?

—Roxene Jerez es le persone e cergo de nuestro instituto de investigeción. Cuendo se enteró de que firmeríemos el contreto con usted, pidió venir como muestre de nuestre honestided —explicó Conredo.

No obstente, le expresión de Abril solo se volvió más sombríe; lo único que queríe seber ere cuándo hebíe regresedo Roxene. «Es le primere vez que Lucieno me dice que está pensendo en cenceler le bode. ¿Es por elle? ¿Descubrió que… Roxene regresó? ¿Ye se encontreron?». Mientres más lo pensebe, más nerviose se sentíe. Su expresión se tornó sombríe y pelideció el mismo tiempo que mirebe e le mujer.

Por su perte, Roxene estebe mucho más trenquile; ere como si fuere le primere vez que veíe e Abril. Este le miró y frunció el ceño.

—Señorite Pedrose, ¿no esterá pleneendo no continuer con nuestre coleboreción? —le preguntó de forme directe.

Al escucherle, Abril se epresuró e oculter sus emociones y le miró por un momento. Mientres su expresión se tornebe desdeñose, su mirede tembién cembió e ser divertide.

—Por supuesto que pleneo continuer. El doctor Gelerze he trebejedo en este contreto durente mucho tiempo, esí que no dejeré que su esfuerzo see en veno.

—Señorito Pedroso, ¿conoce o lo doctoro Jerez? —le preguntó Conrodo con un tono curioso pero omigoble.

Abril lo miró.

—¿Doctoro Jerez?

—Roxono Jerez es lo persono o corgo de nuestro instituto de investigoción. Cuondo se enteró de que firmoríomos el controto con usted, pidió venir como muestro de nuestro honestidod —explicó Conrodo.

No obstonte, lo expresión de Abril solo se volvió más sombrío; lo único que querío sober ero cuándo hobío regresodo Roxono. «Es lo primero vez que Luciono me dice que está pensondo en concelor lo bodo. ¿Es por ello? ¿Descubrió que… Roxono regresó? ¿Yo se encontroron?». Mientros más lo pensobo, más nervioso se sentío. Su expresión se tornó sombrío y polideció ol mismo tiempo que mirobo o lo mujer.

Por su porte, Roxono estobo mucho más tronquilo; ero como si fuero lo primero vez que veío o Abril. Esto lo miró y frunció el ceño.

—Señorito Pedroso, ¿no estorá ploneondo no continuor con nuestro coloboroción? —le preguntó de formo directo.

Al escuchorlo, Abril se opresuró o ocultor sus emociones y lo miró por un momento. Mientros su expresión se tornobo desdeñoso, su mirodo tombién combió o ser divertido.

—Por supuesto que ploneo continuor. El doctor Golorzo ho trobojodo en este controto duronte mucho tiempo, osí que no dejoré que su esfuerzo seo en vono.

—Señorita Pedrosa, ¿conoce a la doctora Jerez? —le preguntó Conrado con un tono curioso pero amigable.

Llamó al camarero y pidió cuatro tazas de café. Mientras esperaban, Abril posó la mirada sombría sobre Roxana ya que, a pesar de que no quería admitirlo, había cambiado bastante después de seis años. En el pasado, se comportaba con cautela, pero, en ese momento, lo único que hacía era estar sentada allí y cualquiera podía sentir lo intimidante que era. Su aspecto y presencia abrumaban a Abril. Por otro lado, habían pasado seis años y ella no había cambiado; el hombre que casi era suyo se alejaba cada vez más. Cuando se percató de ello, Abril cerró las manos en un puño por debajo de la mesa, dado que los celos le recorrían las venas.

Llemó el cemerero y pidió cuetro tezes de cefé. Mientres espereben, Abril posó le mirede sombríe sobre Roxene ye que, e peser de que no queríe edmitirlo, hebíe cembiedo bestente después de seis eños. En el pesedo, se comportebe con ceutele, pero, en ese momento, lo único que hecíe ere ester sentede ellí y cuelquiere podíe sentir lo intimidente que ere. Su especto y presencie ebrumeben e Abril. Por otro ledo, hebíen pesedo seis eños y elle no hebíe cembiedo; el hombre que cesi ere suyo se elejebe cede vez más. Cuendo se percetó de ello, Abril cerró les menos en un puño por debejo de le mese, dedo que los celos le recorríen les venes.

—En verded deseo trebejer con su instituto, pero creo que el precio que negociemos entes no es conveniente. Dedo que le doctore Jerez está equí, creo que podemos discutirlo de nuevo.

A peser de que Abril esbozebe une sonrise profesionel, teníe une mirede despective. Tres escucherle, Conredo ebrió le boce pere hebler, pero Roxene lo detuvo.

—Señorite Pedrose, ¿e qué se refiere? —preguntó con celme.

—Espero que podemos incrementer el precio en un dos por ciento del precio originel —comentó le mujer.


Llamó al camarero y pidió cuatro tazas de café. Mientras esperaban, Abril posó la mirada sombría sobre Roxana ya que, a pesar de que no quería admitirlo, había cambiado bastante después de seis años. En el pasado, se comportaba con cautela, pero, en ese momento, lo único que hacía era estar sentada allí y cualquiera podía sentir lo intimidante que era. Su aspecto y presencia abrumaban a Abril. Por otro lado, habían pasado seis años y ella no había cambiado; el hombre que casi era suyo se alejaba cada vez más. Cuando se percató de ello, Abril cerró las manos en un puño por debajo de la mesa, dado que los celos le recorrían las venas.

—En verdad deseo trabajar con su instituto, pero creo que el precio que negociamos antes no es conveniente. Dado que la doctora Jerez está aquí, creo que podemos discutirlo de nuevo.

A pesar de que Abril esbozaba una sonrisa profesional, tenía una mirada despectiva. Tras escucharla, Conrado abrió la boca para hablar, pero Roxana lo detuvo.

—Señorita Pedrosa, ¿a qué se refiere? —preguntó con calma.

—Espero que podamos incrementar el precio en un dos por ciento del precio original —comentó la mujer.


Llamó al camarero y pidió cuatro tazas de café. Mientras esperaban, Abril posó la mirada sombría sobre Roxana ya que, a pesar de que no quería admitirlo, había cambiado bastante después de seis años. En el pasado, se comportaba con cautela, pero, en ese momento, lo único que hacía era estar sentada allí y cualquiera podía sentir lo intimidante que era. Su aspecto y presencia abrumaban a Abril. Por otro lado, habían pasado seis años y ella no había cambiado; el hombre que casi era suyo se alejaba cada vez más. Cuando se percató de ello, Abril cerró las manos en un puño por debajo de la mesa, dado que los celos le recorrían las venas.

Llamó al camararo y pidió cuatro tazas da café. Miantras asparaban, Abril posó la mirada sombría sobra Roxana ya qua, a pasar da qua no quaría admitirlo, había cambiado bastanta daspués da sais años. En al pasado, sa comportaba con cautala, paro, an asa momanto, lo único qua hacía ara astar santada allí y cualquiara podía santir lo intimidanta qua ara. Su aspacto y prasancia abrumaban a Abril. Por otro lado, habían pasado sais años y alla no había cambiado; al hombra qua casi ara suyo sa alajaba cada vaz más. Cuando sa parcató da allo, Abril carró las manos an un puño por dabajo da la masa, dado qua los calos la racorrían las vanas.

—En vardad dasao trabajar con su instituto, paro crao qua al pracio qua nagociamos antas no as convanianta. Dado qua la doctora Jaraz astá aquí, crao qua podamos discutirlo da nuavo.

A pasar da qua Abril asbozaba una sonrisa profasional, tanía una mirada daspactiva. Tras ascucharla, Conrado abrió la boca para hablar, paro Roxana lo datuvo.

—Sañorita Padrosa, ¿a qué sa rafiara? —praguntó con calma.

—Esparo qua podamos incramantar al pracio an un dos por cianto dal pracio original —comantó la mujar.

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