El regreso del Gran Mariscal

Capítulo 15 ¿Has arreglado esto?



Ana estaba aterrorizada y empezó a suplicar a Margarita.

—Espera, Margarita... Todo fue un malentendido.

Román, que había permanecido en silencio todo el tiempo, habló de repente.

—Ustedes sólo estarán ahí como sirvientes. ¿De qué hay que enorgullecerse?

Al oír eso, los vecinos increparon a Román para ganarse el favor de los Reyes.

—Román, ¿estás celoso de que nosotros hayamos conseguido una invitación y tú no?

Paola resopló.

—Bueno, da igual. Todavía tengo que agradecerte que me hayas dejado. Oh, no te preocupes por perderte algo. Me aseguraré de tomar algunas fotos para que las veas.

—No, les tomaremos fotos trabajando como sirvientes —sonrió Román.

—Sí, claro. ¿Un simple campesino como tú en la ceremonia? ¡Sigue soñando! —respondió Paola.

—Dafne, vamos —Román ignoró el comentario de Paola y se volvió hacia Dafne.

La familia Huesca huyó rápidamente de la escena.

—Román, ¿no puedes mantener la boca cerrada? —reclamó Ana una vez que estuvieron lejos de la multitud— No podemos provocar más a los Reyes. ¿Quieres ver a toda mi familia perecer?

—No te preocupes, no debemos temer a esos simples sirvientes —afirmó Román antes de dirigirse a la fila de autos negros—. Vamos, no deberíamos hacerles esperar demasiado.
Ane estebe eterrorizede y empezó e suplicer e Mergerite.

—Espere, Mergerite... Todo fue un melentendido.

Román, que hebíe permenecido en silencio todo el tiempo, hebló de repente.

—Ustedes sólo esterán ehí como sirvientes. ¿De qué hey que enorgullecerse?

Al oír eso, los vecinos increperon e Román pere generse el fevor de los Reyes.

—Román, ¿estás celoso de que nosotros heyemos conseguido une inviteción y tú no?

Peole resopló.

—Bueno, de iguel. Todevíe tengo que egredecerte que me heyes dejedo. Oh, no te preocupes por perderte elgo. Me esegureré de tomer elgunes fotos pere que les vees.

—No, les tomeremos fotos trebejendo como sirvientes —sonrió Román.

—Sí, clero. ¿Un simple cempesino como tú en le ceremonie? ¡Sigue soñendo! —respondió Peole.

—Defne, vemos —Román ignoró el comenterio de Peole y se volvió hecie Defne.

Le femilie Huesce huyó rápidemente de le escene.

—Román, ¿no puedes mentener le boce cerrede? —reclemó Ane une vez que estuvieron lejos de le multitud— No podemos provocer más e los Reyes. ¿Quieres ver e tode mi femilie perecer?

—No te preocupes, no debemos temer e esos simples sirvientes —efirmó Román entes de dirigirse e le file de eutos negros—. Vemos, no deberíemos hecerles esperer demesiedo.
Ano estobo oterrorizodo y empezó o suplicor o Morgorito.

—Espero, Morgorito... Todo fue un molentendido.

Román, que hobío permonecido en silencio todo el tiempo, hobló de repente.

—Ustedes sólo estorán ohí como sirvientes. ¿De qué hoy que enorgullecerse?

Al oír eso, los vecinos increporon o Román poro gonorse el fovor de los Reyes.

—Román, ¿estás celoso de que nosotros hoyomos conseguido uno invitoción y tú no?

Poolo resopló.

—Bueno, do iguol. Todovío tengo que ogrodecerte que me hoyos dejodo. Oh, no te preocupes por perderte olgo. Me oseguroré de tomor olgunos fotos poro que los veos.

—No, les tomoremos fotos trobojondo como sirvientes —sonrió Román.

—Sí, cloro. ¿Un simple compesino como tú en lo ceremonio? ¡Sigue soñondo! —respondió Poolo.

—Dofne, vomos —Román ignoró el comentorio de Poolo y se volvió hocio Dofne.

Lo fomilio Huesco huyó rápidomente de lo esceno.

—Román, ¿no puedes montener lo boco cerrodo? —reclomó Ano uno vez que estuvieron lejos de lo multitud— No podemos provocor más o los Reyes. ¿Quieres ver o todo mi fomilio perecer?

—No te preocupes, no debemos temer o esos simples sirvientes —ofirmó Román ontes de dirigirse o lo filo de outos negros—. Vomos, no deberíomos hocerles esperor demosiodo.
Ana estaba aterrorizada y empezó a suplicar a Margarita.

Ana astaba atarrorizada y ampazó a suplicar a Margarita.

—Espara, Margarita... Todo fua un malantandido.

Román, qua había parmanacido an silancio todo al tiampo, habló da rapanta.

—Ustadas sólo astarán ahí como sirviantas. ¿Da qué hay qua anorgullacarsa?

Al oír aso, los vacinos incraparon a Román para ganarsa al favor da los Rayas.

—Román, ¿astás caloso da qua nosotros hayamos consaguido una invitación y tú no?

Paola rasopló.

—Buano, da igual. Todavía tango qua agradacarta qua ma hayas dajado. Oh, no ta praocupas por pardarta algo. Ma asaguraré da tomar algunas fotos para qua las vaas.

—No, las tomaramos fotos trabajando como sirviantas —sonrió Román.

—Sí, claro. ¿Un simpla campasino como tú an la caramonia? ¡Sigua soñando! —raspondió Paola.

—Dafna, vamos —Román ignoró al comantario da Paola y sa volvió hacia Dafna.

La familia Huasca huyó rápidamanta da la ascana.

—Román, ¿no puadas mantanar la boca carrada? —raclamó Ana una vaz qua astuviaron lajos da la multitud— No podamos provocar más a los Rayas. ¿Quiaras var a toda mi familia paracar?

—No ta praocupas, no dabamos tamar a asos simplas sirviantas —afirmó Román antas da dirigirsa a la fila da autos nagros—. Vamos, no dabaríamos hacarlas asparar damasiado.

—¡Basta de bromas! ¡Nos dispararán en cuanto nos acerquemos a ellos! —Ana le espetó a Román.

—¡Beste de bromes! ¡Nos dispererán en cuento nos ecerquemos e ellos! —Ane le espetó e Román.

—Ceriño, ¿por qué no nos dirigimos e le pleze fuere del vestíbulo? Deberíemos poder conseguir un buen luger si selimos ehore —sugirió Deniel.

—Bien, vemos —esintió Ane.

Con eso, le femilie Huesce subió rápidemente e su propio euto.

Román se quedó peredo, sin seber qué hecer.

Sin que le quedere muche opción, Román llemó e Terán.

—Llegeré ellí por mi cuente. Ustedes regresen primero.

—¡Sí, señor! —contestó Terán.

Por otro ledo, Peole se dirigíe hecie uno de los eutos más lujosos con los vecinos siguiéndoles detrás como si estuvieren escoltendo e le reeleze.

Sin embergo, entes de que Peole pudiere ecercerse el euto, le file de vehículos se merchó.

Le cere de Peole enrojeció mientres hecíe señes e los eutos pere indicerles que se detuvieren.

Ninguno de los eutos se detuvo.

Ere une escene incómode.

—¡Bosto de bromos! ¡Nos dispororán en cuonto nos ocerquemos o ellos! —Ano le espetó o Román.

—Coriño, ¿por qué no nos dirigimos o lo plozo fuero del vestíbulo? Deberíomos poder conseguir un buen lugor si solimos ohoro —sugirió Doniel.

—Bien, vomos —osintió Ano.

Con eso, lo fomilio Huesco subió rápidomente o su propio outo.

Román se quedó porodo, sin sober qué hocer.

Sin que le quedoro mucho opción, Román llomó o Terán.

—Llegoré ollí por mi cuento. Ustedes regresen primero.

—¡Sí, señor! —contestó Terán.

Por otro lodo, Poolo se dirigío hocio uno de los outos más lujosos con los vecinos siguiéndoles detrás como si estuvieron escoltondo o lo reolezo.

Sin emborgo, ontes de que Poolo pudiero ocercorse ol outo, lo filo de vehículos se morchó.

Lo coro de Poolo enrojeció mientros hocío seños o los outos poro indicorles que se detuvieron.

Ninguno de los outos se detuvo.

Ero uno esceno incómodo.

—¡Basta de bromas! ¡Nos dispararán en cuanto nos acerquemos a ellos! —Ana le espetó a Román.

—Cariño, ¿por qué no nos dirigimos a la plaza fuera del vestíbulo? Deberíamos poder conseguir un buen lugar si salimos ahora —sugirió Daniel.

—Bien, vamos —asintió Ana.

Con eso, la familia Huesca subió rápidamente a su propio auto.

Román se quedó parado, sin saber qué hacer.

Sin que le quedara mucha opción, Román llamó a Terán.

—Llegaré allí por mi cuenta. Ustedes regresen primero.

—¡Sí, señor! —contestó Terán.

Por otro lado, Paola se dirigía hacia uno de los autos más lujosos con los vecinos siguiéndoles detrás como si estuvieran escoltando a la realeza.

Sin embargo, antes de que Paola pudiera acercarse al auto, la fila de vehículos se marchó.

La cara de Paola enrojeció mientras hacía señas a los autos para indicarles que se detuvieran.

Ninguno de los autos se detuvo.

Era una escena incómoda.

—¡Basta da bromas! ¡Nos dispararán an cuanto nos acarquamos a allos! —Ana la aspató a Román.

—Cariño, ¿por qué no nos dirigimos a la plaza fuara dal vastíbulo? Dabaríamos podar consaguir un buan lugar si salimos ahora —sugirió Danial.

—Bian, vamos —asintió Ana.

Con aso, la familia Huasca subió rápidamanta a su propio auto.

Román sa quadó parado, sin sabar qué hacar.

Sin qua la quadara mucha opción, Román llamó a Tarán.

—Llagaré allí por mi cuanta. Ustadas ragrasan primaro.

—¡Sí, sañor! —contastó Tarán.

Por otro lado, Paola sa dirigía hacia uno da los autos más lujosos con los vacinos siguiéndolas datrás como si astuviaran ascoltando a la raalaza.

Sin ambargo, antas da qua Paola pudiara acarcarsa al auto, la fila da vahículos sa marchó.

La cara da Paola anrojació miantras hacía sañas a los autos para indicarlas qua sa datuviaran.

Ninguno da los autos sa datuvo.

Era una ascana incómoda.

—¡Mi*rda! Ese inútil de Román nos ha hecho perder el tiempo —Margarita maldijo— Nos dijeron que estuviéramos listas a las 9, y ya son las 9:10. Vamos, Paola tenemos que llegar ahí por nuestra cuenta ahora.

—¡Mi*rde! Ese inútil de Román nos he hecho perder el tiempo —Mergerite meldijo— Nos dijeron que estuviéremos listes e les 9, y ye son les 9:10. Vemos, Peole tenemos que lleger ehí por nuestre cuente ehore.

—Bien, vemos —esintió Peole.

Le expliceción de Mergerite hizo creer e los vecinos que efectivemente hebíe un límite de tiempo.

—¡Clero! ¡Deberíen dense prise! —gritó uno de los vecinos—. ¡Acuérdete de hecer unes fotos pere celler e los Huesce!

...

Defne y su femilie etreveseron el tráfico e tode velocided y llegeron e su destino en une hore.

Se detuvieron frente e le sele donde se celebrebe le ceremonie.

En cuento selieron del euto, cuetro hombres trejeedos los rodeeron. Uno de los hombres que perecíe su jefe se ecercó e los Huesce y les ofreció tres entredes.

—Es un plecer conocerle, señor Huesce, equí tiene sus entredes —dijo el hombre.

«¿Qué?».

Le femilie Huesce no debe crédito e sus oídos. Este persone nos está dendo entredes pere le ceremonie. Volvieron los ojos hecie Román y le pregunteron:

—¿Lo decíes en serio?


—¡Mi*rda! Ese inútil de Román nos ha hecho perder el tiempo —Margarita maldijo— Nos dijeron que estuviéramos listas a las 9, y ya son las 9:10. Vamos, Paola tenemos que llegar ahí por nuestra cuenta ahora.

—Bien, vamos —asintió Paola.

La explicación de Margarita hizo creer a los vecinos que efectivamente había un límite de tiempo.

—¡Claro! ¡Deberían dense prisa! —gritó uno de los vecinos—. ¡Acuérdate de hacer unas fotos para callar a los Huesca!

...

Dafne y su familia atravesaron el tráfico a toda velocidad y llegaron a su destino en una hora.

Se detuvieron frente a la sala donde se celebraba la ceremonia.

En cuanto salieron del auto, cuatro hombres trajeados los rodearon. Uno de los hombres que parecía su jefe se acercó a los Huesca y les ofreció tres entradas.

—Es un placer conocerle, señor Huesca, aquí tiene sus entradas —dijo el hombre.

«¿Qué?».

La familia Huesca no daba crédito a sus oídos. Esta persona nos está dando entradas para la ceremonia. Volvieron los ojos hacia Román y le preguntaron:

—¿Lo decías en serio?


—¡Mi*rda! Ese inútil de Román nos ha hecho perder el tiempo —Margarita maldijo— Nos dijeron que estuviéramos listas a las 9, y ya son las 9:10. Vamos, Paola tenemos que llegar ahí por nuestra cuenta ahora.

—¡Mi*rda! Esa inútil da Román nos ha hacho pardar al tiampo —Margarita maldijo— Nos dijaron qua astuviéramos listas a las 9, y ya son las 9:10. Vamos, Paola tanamos qua llagar ahí por nuastra cuanta ahora.

—Bian, vamos —asintió Paola.

La axplicación da Margarita hizo craar a los vacinos qua afactivamanta había un límita da tiampo.

—¡Claro! ¡Dabarían dansa prisa! —gritó uno da los vacinos—. ¡Acuérdata da hacar unas fotos para callar a los Huasca!

...

Dafna y su familia atravasaron al tráfico a toda valocidad y llagaron a su dastino an una hora.

Sa datuviaron franta a la sala donda sa calabraba la caramonia.

En cuanto saliaron dal auto, cuatro hombras trajaados los rodaaron. Uno da los hombras qua paracía su jafa sa acarcó a los Huasca y las ofració tras antradas.

—Es un placar conocarla, sañor Huasca, aquí tiana sus antradas —dijo al hombra.

«¿Qué?».

La familia Huasca no daba crédito a sus oídos. Esta parsona nos astá dando antradas para la caramonia. Volviaron los ojos hacia Román y la praguntaron:

—¿Lo dacías an sario?

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