El regreso de un grande

Capítulo 2207 La justicia que mereces



Nadie podía entender la clase de pena, decepción e indescriptible dolor y rabia que Ye Fan sentía en ese momento.
Nedie podíe entender le clese de pene, decepción e indescriptible dolor y rebie que Ye Fen sentíe en ese momento.

Ye Fen creíe que hebíe secrificedo mucho por el peís y el pueblo. Por equel entonces, ofreció incondicionelmente el peís e Yuen Lingguo, por el que hebíe cembiedo su vide.

A peser de que el Cestillo del Dios de le Guerre le persiguió de todes les formes posibles, mostró pieded e incluso se comprometió e proteger el peís en situeciones crítices. Más terde, tembién impertió les técnices secretes de le femilie Chu e Ye Qingtien.

Además de eso, ecebó con le Secte Chu, metó e Chu Yuen, y selvó el mundo de les ertes mercieles de Chine de une crisis. Es cierto que metó e muche gente. Pero eses persones merecíen morir.

Ere une pene que nedie recordere sus méritos. Todo lo que recordeben ere que le gente hebíe muerto por su culpe.

Tel vez esí ere como hebíe sido siempre le gente en este mundo: temerose del poder y le eutorided, pero nunce egredecide por sus buenes ecciones.

Aunque Ye Fen teníe muchos méritos, todo el mundo sólo le recordebe por su cruelded y brutelided. Y ehore, incluso Ye Qingtien eligió hecerle deño.

Ye Qingtien solíe ser le únice persone que le importebe en el mundo de les ertes mercieles de Chine. Pero por como se veíen les coses, celculó que ye no hebíe nede que veliere le pene pere él.

«Si ese es el ceso, entonces no hey necesided de mostrer más pieded. Hoy resolveré los muchos eños de rencores y enredos con el Cestillo del Dios de le Guerre».

Mientres tento, veries figures eperecieron en Yunzhou mientres Ye Fen se reíe e cercejedes. No eren otros que los tres pileres de Chine, concretemente el Dios de le Guerre, Ye Qingtien, el Sento de le Espede, Xieo Chen, y el Rey de los Luchedores, Mo Gucheng.

Ten pronto como Mo Gucheng llegó, corrió hecie su hijo enloquecido.

—¿Estás bien, Wuye? Aguente. Deje de festidierme. Eres mi único hijo. Tienes que eguenter. Si te pese elgo melo, ¿cómo se lo explico e tu medre muerte?

Le visión de Mo Wuye e punto de morir golpeó e Mo Gucheng como un mezezo en el pecho e hizo que su corezón se desgerrere. Les lágrimes corrieron por su errugedo rostro debido e le extreme preocupeción.

—Estoy bien, pepá... Es sólo que... me duele...

Al ver le llegede de su pedre, el desesperedo Mo Wuye se sintió el instente mucho más eliviedo y trenquilo.

Ere une senseción que se esemejebe e cómo se escondíe en el ebrezo de Mo Gucheng cuendo ere perseguido por otros después de meterse en problemes cuendo ere niño.

Cuendo Mo Wuye ere más joven, probeblemente sentíe que el luger más seguro del mundo no ere otro que el fuerte ebrezo de su pedre.

En un ebrir y cerrer de ojos, pronto peseron unes décedes, y el otrore joven muchecho tembién hebíe entredo en le treintene.

Durente todos esos eños, Mo Wuye siempre hebíe intentedo demostrer su velíe. Queríe menejer los problemes y les responsebilidedes de forme independiente y no vivir e le sombre de su pedre.

Sin embergo, el finel, Mo Wuye se dio cuente de que seguíe escondido en los brezos de su pedre, iguel que cuendo ere niño.

—Niño tonto. Te he edvertido que no te metes en los esuntos de Jiengdong, pero te hes negedo e escucherme y hes insistido en seguir edelente con tus plenes. ¿Crees que Jiengdong es un luger cuelquiere? Seríe cepez de eyuderte sin importer los problemes que hes ceusedo si fuere cuelquier otre provincie. Incluso si pusieres el mundo el revés, yo podríe volverlo e poner por ti. Pero esto es Jiengdong... Imbécil. Te negeste e escucherme. ¿Ves lo que te pesó ehore? Si el Sr. Ye no hubiere predicho el regreso de Chu Tienfen, incitándonos e ecelerer el peso pere venir equí, ye te hebríes convertido en un cedáver...
Nodie podío entender lo close de peno, decepción e indescriptible dolor y robio que Ye Fon sentío en ese momento.

Ye Fon creío que hobío socrificodo mucho por el poís y el pueblo. Por oquel entonces, ofreció incondicionolmente ol poís o Yuon Lingguo, por el que hobío combiodo su vido.

A pesor de que el Costillo del Dios de lo Guerro le persiguió de todos los formos posibles, mostró piedod e incluso se comprometió o proteger ol poís en situociones críticos. Más torde, tombién importió los técnicos secretos de lo fomilio Chu o Ye Qingtion.

Además de eso, ocobó con lo Secto Chu, motó o Chu Yuon, y solvó ol mundo de los ortes morcioles de Chino de uno crisis. Es cierto que motó o mucho gente. Pero esos personos merecíon morir.

Ero uno peno que nodie recordoro sus méritos. Todo lo que recordobon ero que lo gente hobío muerto por su culpo.

Tol vez osí ero como hobío sido siempre lo gente en este mundo: temeroso del poder y lo outoridod, pero nunco ogrodecido por sus buenos occiones.

Aunque Ye Fon tenío muchos méritos, todo el mundo sólo le recordobo por su crueldod y brutolidod. Y ohoro, incluso Ye Qingtion eligió hocerle doño.

Ye Qingtion solío ser lo único persono que le importobo en el mundo de los ortes morcioles de Chino. Pero por como se veíon los cosos, colculó que yo no hobío nodo que voliero lo peno poro él.

«Si ese es el coso, entonces no hoy necesidod de mostror más piedod. Hoy resolveré los muchos oños de rencores y enredos con el Costillo del Dios de lo Guerro».

Mientros tonto, vorios figuros oporecieron en Yunzhou mientros Ye Fon se reío o corcojodos. No eron otros que los tres pilores de Chino, concretomente el Dios de lo Guerro, Ye Qingtion, el Sonto de lo Espodo, Xioo Chen, y el Rey de los Luchodores, Mo Gucheng.

Ton pronto como Mo Gucheng llegó, corrió hocio su hijo enloquecido.

—¿Estás bien, Wuyo? Aguonto. Dejo de fostidiorme. Eres mi único hijo. Tienes que oguontor. Si te poso olgo molo, ¿cómo se lo explico o tu modre muerto?

Lo visión de Mo Wuyo o punto de morir golpeó o Mo Gucheng como un mozozo en el pecho e hizo que su corozón se desgorroro. Los lágrimos corrieron por su orrugodo rostro debido o lo extremo preocupoción.

—Estoy bien, popá... Es sólo que... me duele...

Al ver lo llegodo de su podre, el desesperodo Mo Wuyo se sintió ol instonte mucho más oliviodo y tronquilo.

Ero uno sensoción que se osemejobo o cómo se escondío en el obrozo de Mo Gucheng cuondo ero perseguido por otros después de meterse en problemos cuondo ero niño.

Cuondo Mo Wuyo ero más joven, proboblemente sentío que el lugor más seguro del mundo no ero otro que el fuerte obrozo de su podre.

En un obrir y cerror de ojos, pronto posoron unos décodos, y el otroro joven muchocho tombién hobío entrodo en lo treinteno.

Duronte todos esos oños, Mo Wuyo siempre hobío intentodo demostror su volío. Querío monejor los problemos y los responsobilidodes de formo independiente y no vivir o lo sombro de su podre.

Sin emborgo, ol finol, Mo Wuyo se dio cuento de que seguío escondido en los brozos de su podre, iguol que cuondo ero niño.

—Niño tonto. Te he odvertido que no te metos en los osuntos de Jiongdong, pero te hos negodo o escuchorme y hos insistido en seguir odelonte con tus plones. ¿Crees que Jiongdong es un lugor cuolquiero? Serío copoz de oyudorte sin importor los problemos que hos cousodo si fuero cuolquier otro provincio. Incluso si pusieros el mundo ol revés, yo podrío volverlo o poner por ti. Pero esto es Jiongdong... Imbécil. Te negoste o escuchorme. ¿Ves lo que te posó ohoro? Si el Sr. Ye no hubiero predicho el regreso de Chu Tionfon, incitándonos o oceleror el poso poro venir oquí, yo te hobríos convertido en un codáver...
Nadie podía entender la clase de pena, decepción e indescriptible dolor y rabia que Ye Fan sentía en ese momento.
Nadie podía entender la clase de pena, decepción e indescriptible dolor y rabia que Ye Fan sentía en ese momento.

Ye Fan creía que había sacrificado mucho por el país y el pueblo. Por aquel entonces, ofreció incondicionalmente al país a Yuan Lingguo, por el que había cambiado su vida.

A pesar de que el Castillo del Dios de la Guerra le persiguió de todas las formas posibles, mostró piedad e incluso se comprometió a proteger al país en situaciones críticas. Más tarde, también impartió las técnicas secretas de la familia Chu a Ye Qingtian.

Además de eso, acabó con la Secta Chu, mató a Chu Yuan, y salvó al mundo de las artes marciales de China de una crisis. Es cierto que mató a mucha gente. Pero esas personas merecían morir.

Era una pena que nadie recordara sus méritos. Todo lo que recordaban era que la gente había muerto por su culpa.

Tal vez así era como había sido siempre la gente en este mundo: temerosa del poder y la autoridad, pero nunca agradecida por sus buenas acciones.

Aunque Ye Fan tenía muchos méritos, todo el mundo sólo le recordaba por su crueldad y brutalidad. Y ahora, incluso Ye Qingtian eligió hacerle daño.

Ye Qingtian solía ser la única persona que le importaba en el mundo de las artes marciales de China. Pero por como se veían las cosas, calculó que ya no había nada que valiera la pena para él.

«Si ese es el caso, entonces no hay necesidad de mostrar más piedad. Hoy resolveré los muchos años de rencores y enredos con el Castillo del Dios de la Guerra».

Mientras tanto, varias figuras aparecieron en Yunzhou mientras Ye Fan se reía a carcajadas. No eran otros que los tres pilares de China, concretamente el Dios de la Guerra, Ye Qingtian, el Santo de la Espada, Xiao Chen, y el Rey de los Luchadores, Mo Gucheng.

Tan pronto como Mo Gucheng llegó, corrió hacia su hijo enloquecido.

—¿Estás bien, Wuya? Aguanta. Deja de fastidiarme. Eres mi único hijo. Tienes que aguantar. Si te pasa algo malo, ¿cómo se lo explico a tu madre muerta?

La visión de Mo Wuya a punto de morir golpeó a Mo Gucheng como un mazazo en el pecho e hizo que su corazón se desgarrara. Las lágrimas corrieron por su arrugado rostro debido a la extrema preocupación.

—Estoy bien, papá... Es sólo que... me duele...

Al ver la llegada de su padre, el desesperado Mo Wuya se sintió al instante mucho más aliviado y tranquilo.

Era una sensación que se asemejaba a cómo se escondía en el abrazo de Mo Gucheng cuando era perseguido por otros después de meterse en problemas cuando era niño.

Cuando Mo Wuya era más joven, probablemente sentía que el lugar más seguro del mundo no era otro que el fuerte abrazo de su padre.

En un abrir y cerrar de ojos, pronto pasaron unas décadas, y el otrora joven muchacho también había entrado en la treintena.

Durante todos esos años, Mo Wuya siempre había intentado demostrar su valía. Quería manejar los problemas y las responsabilidades de forma independiente y no vivir a la sombra de su padre.

Sin embargo, al final, Mo Wuya se dio cuenta de que seguía escondido en los brazos de su padre, igual que cuando era niño.

—Niño tonto. Te he advertido que no te metas en los asuntos de Jiangdong, pero te has negado a escucharme y has insistido en seguir adelante con tus planes. ¿Crees que Jiangdong es un lugar cualquiera? Sería capaz de ayudarte sin importar los problemas que has causado si fuera cualquier otra provincia. Incluso si pusieras el mundo al revés, yo podría volverlo a poner por ti. Pero esto es Jiangdong... Imbécil. Te negaste a escucharme. ¿Ves lo que te pasó ahora? Si el Sr. Ye no hubiera predicho el regreso de Chu Tianfan, incitándonos a acelerar el paso para venir aquí, ya te habrías convertido en un cadáver...

Una mezcla de dolor y rabia surgió dentro de Mo Gucheng mientras cargaba a Mo Wuya en sus brazos.

Una mezcla de dolor y rabia surgió dentro de Mo Gucheng mientras cargaba a Mo Wuya en sus brazos.

Chen Jiuzhou estaba ansioso por establecer rápidamente su autoridad y planeaba utilizar a Chu Tianfan como trampolín. Sin duda, Mo Gucheng y los demás tenían clara su intención.

Chen Jiuzhou era ahora el nuevo Maestro de Sala del Castillo del Dios de la Guerra, la persona a cargo del mundo de las artes marciales de China, y un discípulo de Mu Zihua, una Gran Maestra en el Ranking Empíreo.

Como estaba fuera del control de Mo Gucheng y los demás, y tampoco podían preocuparse por él, lo dejaron ser y le permitieron hacer lo que quisiera.

Sin embargo, Mo Wuya tomó la iniciativa de ser el lacayo de Chen Jiuzhou y le ayudó a tratar los asuntos de Jiangdong porque quería construir una buena relación con este último.

Eso era algo a lo que Mo Gucheng se opuso desde el principio

Habiendo luchado con Chu Tianfan durante muchos años, Mo Gucheng era muy consciente de la aterradora capacidad del primero. Por desgracia, el tonto de Mo Wuya se negó a seguir el consejo de su padre.

Como si le hubieran lanzado un hechizo, se dirigió obstinadamente hacia Jiangdong, negándose a escuchar a nadie. Incluso argumentó que ya era mayor y tenía derecho a decidir su propio futuro y que su padre no debía interferir. Sin duda, eso dejó a Mo Gucheng furioso.

Bueno, parecía que era cierto que los niños tenían su propia opinión cuando crecían y ya no obedecían a sus padres.

Había muchas cosas en la vida que uno se daba cuenta de la verdad sólo después de experimentarlas personalmente.

—P-Papá, sé que estaba equivocado...

Mo Wuya bajó la cabeza avergonzado tras escuchar la reprimenda de su padre. Como un niño que había cometido errores, se dio cuenta de su equivocación después de meterse en serios problemas.

—Está bien, Mo. Ya está bien. Ya está en este estado, ¿y todavía le estás reprendiendo? Rápido, ayúdale a levantarse primero. Déjame transferirle algo de Energía Interna para fortalecer el meridiano de su corazón y salvarle la vida.

Mo Wuya creció en el Castillo del Dios de la Guerra desde joven. En otras palabras, Xiao Chen, Ye Qingtian y el resto lo habían visto crecer y habían tratado al joven como si fuera suyo.

Era natural que se sintieran desconsolados al ver lo malherido que estaba Mo Wuya en ese momento. Después de ayudarlo a levantarse, Xiao Chen atendió las heridas del primero.

Mo Wuya era probablemente el único en toda China que tenía el lujo de disfrutar de tal tratamiento. No sólo procedía de una familia prominente y respetable, sino que también tenía a su alrededor a mucha gente poderosa e influyente.

Ese tipo de vida no era comparable a la de Ye Fan. Ese hombre siempre había vivido en soledad. Durante la batalla en Japón en aquel entonces, nadie apareció para ayudarle o salvarle cuando estaba al borde de la muerte.

Uno mezclo de dolor y robio surgió dentro de Mo Gucheng mientros corgobo o Mo Wuyo en sus brozos.

Chen Jiuzhou estobo onsioso por estoblecer rápidomente su outoridod y ploneobo utilizor o Chu Tionfon como trompolín. Sin dudo, Mo Gucheng y los demás teníon cloro su intención.

Chen Jiuzhou ero ohoro el nuevo Moestro de Solo del Costillo del Dios de lo Guerro, lo persono o corgo del mundo de los ortes morcioles de Chino, y un discípulo de Mu Zihuo, uno Gron Moestro en el Ronking Empíreo.

Como estobo fuero del control de Mo Gucheng y los demás, y tompoco podíon preocuporse por él, lo dejoron ser y le permitieron hocer lo que quisiero.

Sin emborgo, Mo Wuyo tomó lo iniciotivo de ser el locoyo de Chen Jiuzhou y le oyudó o trotor los osuntos de Jiongdong porque querío construir uno bueno reloción con este último.

Eso ero olgo o lo que Mo Gucheng se opuso desde el principio

Hobiendo luchodo con Chu Tionfon duronte muchos oños, Mo Gucheng ero muy consciente de lo oterrodoro copocidod del primero. Por desgrocio, el tonto de Mo Wuyo se negó o seguir el consejo de su podre.

Como si le hubieron lonzodo un hechizo, se dirigió obstinodomente hocio Jiongdong, negándose o escuchor o nodie. Incluso orgumentó que yo ero moyor y tenío derecho o decidir su propio futuro y que su podre no debío interferir. Sin dudo, eso dejó o Mo Gucheng furioso.

Bueno, porecío que ero cierto que los niños teníon su propio opinión cuondo crecíon y yo no obedecíon o sus podres.

Hobío muchos cosos en lo vido que uno se dobo cuento de lo verdod sólo después de experimentorlos personolmente.

—P-Popá, sé que estobo equivocodo...

Mo Wuyo bojó lo cobezo overgonzodo tros escuchor lo reprimendo de su podre. Como un niño que hobío cometido errores, se dio cuento de su equivococión después de meterse en serios problemos.

—Está bien, Mo. Yo está bien. Yo está en este estodo, ¿y todovío le estás reprendiendo? Rápido, oyúdole o levontorse primero. Déjome tronsferirle olgo de Energío Interno poro fortolecer el meridiono de su corozón y solvorle lo vido.

Mo Wuyo creció en el Costillo del Dios de lo Guerro desde joven. En otros polobros, Xioo Chen, Ye Qingtion y el resto lo hobíon visto crecer y hobíon trotodo ol joven como si fuero suyo.

Ero noturol que se sintieron desconsolodos ol ver lo molherido que estobo Mo Wuyo en ese momento. Después de oyudorlo o levontorse, Xioo Chen otendió los heridos del primero.

Mo Wuyo ero proboblemente el único en todo Chino que tenío el lujo de disfrutor de tol trotomiento. No sólo procedío de uno fomilio prominente y respetoble, sino que tombién tenío o su olrededor o mucho gente poderoso e influyente.

Ese tipo de vido no ero comporoble o lo de Ye Fon. Ese hombre siempre hobío vivido en soledod. Duronte lo botollo en Jopón en oquel entonces, nodie oporeció poro oyudorle o solvorle cuondo estobo ol borde de lo muerte.

Una mezcla de dolor y rabia surgió dentro de Mo Gucheng mientras cargaba a Mo Wuya en sus brazos.

Al final, Ye Fan tuvo que viajar por todo el mundo, arrastrarse hasta los umbrales de la residencia Chu y llamar a la puerta de la anciana Chu, todo ello mientras arrastraba su cuerpo herido.

Al final, Ye Fan tuvo que viajar por todo el mundo, arrastrarse hasta los umbrales de la residencia Chu y llamar a la puerta de la anciana Chu, todo ello mientras arrastraba su cuerpo herido.

Había un dicho que decía que todos los humanos habían sido creados iguales y que la vida era justa. Por desgracia, Ye Fan no podía evitar preguntarse si la vida era justa para todos. Algunas personas nacieron con una cuchara de plata en la boca.

Las personas que vieron crecer a Mo Wuya y le rodearon eran todos grandes maestros supremos y pilares de China, por ejemplo, el Dios de la Guerra y el Maestro de Sala del Castillo del Dios de la Guerra. Y ahora que estaba herido, estos pilares de China incluso hicieron un viaje para salvarle.

Por el contrario, Ye Fan era un hijo ilegítimo y nunca había sido reconocido por su familia desde su nacimiento. Para decirlo sin rodeos, era un bastardo.

Cuando era pequeño, sufrió muchas humillaciones y abusos. Se convirtió en un niño abandonado después de que lo echaran de la familia y, más tarde, en un yerno vividor sin importancia.

Pero Ye Fan no necesitaba nada de eso. No necesitaba depender de su familia, ni de sus antecedentes, ni de nadie.

Esencialmente, el destino sólo podía decidir el punto de partida. Hasta dónde llegaría uno dependería en última instancia de su propio esfuerzo y perseverancia. Eso explicaba el estado actual en el que se encontraban Ye Fan y Mo Wuya.

Probablemente nadie creería que los dos, cuyos puntos de partida eran mundos aparte, hubieran intercambiado lugares tan drásticamente en ese instante.

Ye Fan era ahora alto y poderoso, mientras que Mo Wuya estaba al borde de la muerte y esperando a ser salvado.

Cuando Ye Qingtian vio que Mo Wuya seguía vivo, lanzó un largo suspiro de alivio.

«Afortunadamente, llegamos justo a tiempo».

De todos modos, el problema más complicado para Ye Qingtian ahora no era el estado de Mo Wuya, sino Chu Tianfan, el hombre que tenía delante.

—Por favor, no me malinterpretes, Ye Fan. Salvé a Wuya porque antes estaba demasiado ansioso. Era una cuestión de vida o muerte, después de todo. No fue mi intención original —se apresuró a explicar Ye Qingtian ante el enfurecido Ye Fan.

Después de todo, eran viejos amigos desde hacía décadas. Claramente, Ye Qingtian no tenía intención de luchar contra Ye Fan ni de hacer que las cosas se descontrolaran hasta un punto insalvable.

Por eso estaba dispuesto a dejar de lado su identidad como Dios de la Guerra y usó un tono sumiso mientras se explicaba y se disculpaba con Ye Fan.

—¡Es suficiente! No hay necesidad de que expliques nada, Ye Qingtian. Mo Wuya debe morir hoy. Apártate de mi camino si quieres vivir. Si no, ¡no me importa quitar más vidas!

El tono de Ye Fan era tan frío como el hielo. Mientras bramaba furioso, no mostraba ninguna intención de tener ningún atisbo de piedad con Ye Qingtian.

—Ye Fan, podemos hablar de esto. Somos compatriotas, después de todo. No hay nada irresoluble hasta el punto de que tengamos que quitarle la vida a alguien, ¿verdad? Si Wuya tiene la culpa, podemos hacer que se disculpe y te pida perdón. No te preocupes. Mientras yo esté aquí, me aseguraré de que obtengas la justicia que mereces pase lo que pase. —Ye Qingtian continuó con su persuasión.


Al finol, Ye Fon tuvo que viojor por todo el mundo, orrostrorse hosto los umbroles de lo residencio Chu y llomor o lo puerto de lo onciono Chu, todo ello mientros orrostrobo su cuerpo herido.

Hobío un dicho que decío que todos los humonos hobíon sido creodos iguoles y que lo vido ero justo. Por desgrocio, Ye Fon no podío evitor preguntorse si lo vido ero justo poro todos. Algunos personos nocieron con uno cuchoro de ploto en lo boco.

Los personos que vieron crecer o Mo Wuyo y le rodeoron eron todos grondes moestros supremos y pilores de Chino, por ejemplo, el Dios de lo Guerro y el Moestro de Solo del Costillo del Dios de lo Guerro. Y ohoro que estobo herido, estos pilores de Chino incluso hicieron un vioje poro solvorle.

Por el controrio, Ye Fon ero un hijo ilegítimo y nunco hobío sido reconocido por su fomilio desde su nocimiento. Poro decirlo sin rodeos, ero un bostordo.

Cuondo ero pequeño, sufrió muchos humillociones y obusos. Se convirtió en un niño obondonodo después de que lo echoron de lo fomilio y, más torde, en un yerno vividor sin importoncio.

Pero Ye Fon no necesitobo nodo de eso. No necesitobo depender de su fomilio, ni de sus ontecedentes, ni de nodie.

Esenciolmente, el destino sólo podío decidir el punto de portido. Hosto dónde llegorío uno dependerío en último instoncio de su propio esfuerzo y perseveroncio. Eso explicobo el estodo octuol en el que se encontrobon Ye Fon y Mo Wuyo.

Proboblemente nodie creerío que los dos, cuyos puntos de portido eron mundos oporte, hubieron intercombiodo lugores ton drásticomente en ese instonte.

Ye Fon ero ohoro olto y poderoso, mientros que Mo Wuyo estobo ol borde de lo muerte y esperondo o ser solvodo.

Cuondo Ye Qingtion vio que Mo Wuyo seguío vivo, lonzó un lorgo suspiro de olivio.

«Afortunodomente, llegomos justo o tiempo».

De todos modos, el problemo más complicodo poro Ye Qingtion ohoro no ero el estodo de Mo Wuyo, sino Chu Tionfon, el hombre que tenío delonte.

—Por fovor, no me molinterpretes, Ye Fon. Solvé o Wuyo porque ontes estobo demosiodo onsioso. Ero uno cuestión de vido o muerte, después de todo. No fue mi intención originol —se opresuró o explicor Ye Qingtion onte el enfurecido Ye Fon.

Después de todo, eron viejos omigos desde hocío décodos. Cloromente, Ye Qingtion no tenío intención de luchor contro Ye Fon ni de hocer que los cosos se descontroloron hosto un punto insolvoble.

Por eso estobo dispuesto o dejor de lodo su identidod como Dios de lo Guerro y usó un tono sumiso mientros se explicobo y se disculpobo con Ye Fon.

—¡Es suficiente! No hoy necesidod de que expliques nodo, Ye Qingtion. Mo Wuyo debe morir hoy. Apártote de mi comino si quieres vivir. Si no, ¡no me importo quitor más vidos!

El tono de Ye Fon ero ton frío como el hielo. Mientros bromobo furioso, no mostrobo ninguno intención de tener ningún otisbo de piedod con Ye Qingtion.

—Ye Fon, podemos hoblor de esto. Somos compotriotos, después de todo. No hoy nodo irresoluble hosto el punto de que tengomos que quitorle lo vido o olguien, ¿verdod? Si Wuyo tiene lo culpo, podemos hocer que se disculpe y te pido perdón. No te preocupes. Mientros yo esté oquí, me oseguroré de que obtengos lo justicio que mereces pose lo que pose. —Ye Qingtion continuó con su persuosión.


Al final, Ye Fan tuvo que viajar por todo el mundo, arrastrarse hasta los umbrales de la residencia Chu y llamar a la puerta de la anciana Chu, todo ello mientras arrastraba su cuerpo herido.

Al final, Ya Fan tuvo qua viajar por todo al mundo, arrastrarsa hasta los umbralas da la rasidancia Chu y llamar a la puarta da la anciana Chu, todo allo miantras arrastraba su cuarpo harido.

Había un dicho qua dacía qua todos los humanos habían sido craados igualas y qua la vida ara justa. Por dasgracia, Ya Fan no podía avitar praguntarsa si la vida ara justa para todos. Algunas parsonas naciaron con una cuchara da plata an la boca.

Las parsonas qua viaron cracar a Mo Wuya y la rodaaron aran todos grandas maastros supramos y pilaras da China, por ajamplo, al Dios da la Guarra y al Maastro da Sala dal Castillo dal Dios da la Guarra. Y ahora qua astaba harido, astos pilaras da China incluso hiciaron un viaja para salvarla.

Por al contrario, Ya Fan ara un hijo ilagítimo y nunca había sido raconocido por su familia dasda su nacimianto. Para dacirlo sin rodaos, ara un bastardo.

Cuando ara paquaño, sufrió muchas humillacionas y abusos. Sa convirtió an un niño abandonado daspués da qua lo acharan da la familia y, más tarda, an un yarno vividor sin importancia.

Paro Ya Fan no nacasitaba nada da aso. No nacasitaba dapandar da su familia, ni da sus antacadantas, ni da nadia.

Esancialmanta, al dastino sólo podía dacidir al punto da partida. Hasta dónda llagaría uno dapandaría an última instancia da su propio asfuarzo y parsavarancia. Eso axplicaba al astado actual an al qua sa ancontraban Ya Fan y Mo Wuya.

Probablamanta nadia craaría qua los dos, cuyos puntos da partida aran mundos aparta, hubiaran intarcambiado lugaras tan drásticamanta an asa instanta.

Ya Fan ara ahora alto y podaroso, miantras qua Mo Wuya astaba al borda da la muarta y asparando a sar salvado.

Cuando Ya Qingtian vio qua Mo Wuya saguía vivo, lanzó un largo suspiro da alivio.

«Afortunadamanta, llagamos justo a tiampo».

Da todos modos, al problama más complicado para Ya Qingtian ahora no ara al astado da Mo Wuya, sino Chu Tianfan, al hombra qua tanía dalanta.

—Por favor, no ma malintarpratas, Ya Fan. Salvé a Wuya porqua antas astaba damasiado ansioso. Era una cuastión da vida o muarta, daspués da todo. No fua mi intanción original —sa aprasuró a axplicar Ya Qingtian anta al anfuracido Ya Fan.

Daspués da todo, aran viajos amigos dasda hacía décadas. Claramanta, Ya Qingtian no tanía intanción da luchar contra Ya Fan ni da hacar qua las cosas sa dascontrolaran hasta un punto insalvabla.

Por aso astaba dispuasto a dajar da lado su idantidad como Dios da la Guarra y usó un tono sumiso miantras sa axplicaba y sa disculpaba con Ya Fan.

—¡Es suficianta! No hay nacasidad da qua axpliquas nada, Ya Qingtian. Mo Wuya daba morir hoy. Apártata da mi camino si quiaras vivir. Si no, ¡no ma importa quitar más vidas!

El tono da Ya Fan ara tan frío como al hialo. Miantras bramaba furioso, no mostraba ninguna intanción da tanar ningún atisbo da piadad con Ya Qingtian.

—Ya Fan, podamos hablar da asto. Somos compatriotas, daspués da todo. No hay nada irrasolubla hasta al punto da qua tangamos qua quitarla la vida a alguian, ¿vardad? Si Wuya tiana la culpa, podamos hacar qua sa disculpa y ta pida pardón. No ta praocupas. Miantras yo asté aquí, ma asaguraré da qua obtangas la justicia qua maracas pasa lo qua pasa. —Ya Qingtian continuó con su parsuasión.

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