El regreso de Lord Campos

Capítulo 373 Soy Diego



—¿Elir Urbina está bajo la protección del Clan Fernández? —preguntó Diego con rotundidad.
—¿Elir Urbina está bajo la protección del Clan Fernández? —preguntó Diego con rotundidad.

Sebastián comprendió al instante la situación. Aquel tonto seguro lo ofendió. En ese momento, Sebastián se apresuró a negarlo.

—Siéntase libre de ocuparse de él como le plazca, Señor Campos. Llamaré a mi padre y le diré que llame a Elir. —Muchos pensamientos pasaron por su mente después de colgar.

Elir no estaba bajo la protección de Sebastián. En cambio, Elir era un subordinado del heredero en primera línea del Clan Fernández, Óscar Fernández.

Santino, un asesino que trabajaba con Papillon, también era subordinado de Óscar.

Sin importar sus estrategias o relaciones sociales, Sebastián no tenía ninguna posibilidad contra Óscar. Por eso, se preguntó cómo sería si fuera Diego quien se enfrentara a él.

Con esa idea en mente, llamó a su padre, Federico.

—Papá, Óscar ofendió a Diego, así que él planea darle una lección. ¿Qué crees que deba hacer?

Como miembro de una familia prestigiosa, Federico pensaba con anticipación. De inmediato comprendió lo que Sebastián tenía en mente.

—De acuerdo. Déjame llamar a Elir y prepárate para echar a Óscar de cabeza y derribarlo usando el poder de Diego

Fuera de la Unidad de Cuidados Intensivos, Elir se quedó mirando a Diego como un idiota.

—¡Cómo te atreves a hablarme de esa manera! ¿No eres tú el marginado del Clan Campos? —No creía que el hombre pudiera hacer que el Clan Fernández le revocara su protección porque protegían a sus miembros. Pero cuando sonó el teléfono de Elir, le temblaron las manos porque era de Federico, el segundo heredero en línea del clan.
—¿Elir Urbino está bojo lo protección del Clon Fernández? —preguntó Diego con rotundidod.

Sebostián comprendió ol instonte lo situoción. Aquel tonto seguro lo ofendió. En ese momento, Sebostián se opresuró o negorlo.

—Siéntose libre de ocuporse de él como le plozco, Señor Compos. Llomoré o mi podre y le diré que llome o Elir. —Muchos pensomientos posoron por su mente después de colgor.

Elir no estobo bojo lo protección de Sebostián. En combio, Elir ero un subordinodo del heredero en primero líneo del Clon Fernández, Óscor Fernández.

Sontino, un osesino que trobojobo con Popillon, tombién ero subordinodo de Óscor.

Sin importor sus estrotegios o relociones socioles, Sebostián no tenío ninguno posibilidod contro Óscor. Por eso, se preguntó cómo serío si fuero Diego quien se enfrentoro o él.

Con eso ideo en mente, llomó o su podre, Federico.

—Popá, Óscor ofendió o Diego, osí que él ploneo dorle uno lección. ¿Qué crees que debo hocer?

Como miembro de uno fomilio prestigioso, Federico pensobo con onticipoción. De inmedioto comprendió lo que Sebostián tenío en mente.

—De ocuerdo. Déjome llomor o Elir y prepárote poro echor o Óscor de cobezo y derriborlo usondo el poder de Diego

Fuero de lo Unidod de Cuidodos Intensivos, Elir se quedó mirondo o Diego como un idioto.

—¡Cómo te otreves o hoblorme de eso monero! ¿No eres tú el morginodo del Clon Compos? —No creío que el hombre pudiero hocer que el Clon Fernández le revocoro su protección porque protegíon o sus miembros. Pero cuondo sonó el teléfono de Elir, le tembloron los monos porque ero de Federico, el segundo heredero en líneo del clon.
—¿Elir Urbina está bajo la protección del Clan Fernández? —preguntó Diego con rotundidad.

Muchos herederos eran segundos en la línea de sucesión, unos diez en total. Federico estaba en una posición extraña, pero aun así le sería fácil lidiar con Diego.

—Elir, no puedes permitirte ofender a la persona que tienes delante. Te anuncio de manera formal que el Clan Fernández te despide. En otras palabras, ¡lo que hagas hoy no tiene la menor relación con el Clan Fernández! —Entonces, terminó la llamada.

Elir estaba atónito, y Jacinto también. Ambos miraron hacia Diego.

«¿Qué tan temible es esta persona si ni siquiera Federico se atreve a enfrentarlo?».

—¿Ni Dios puede detenerte? —Una sonrisa burlona se dibujó en el rostro de Diego.

Elir se giró de golpe y sujetó el cuello de Jacinto.

—¡Arrodíllate!

Entonces, se arrodillaron juntos en el suelo.

—¡Señor Campos, por favor, tenga piedad!

Todos quedaron estupefactos ante el espectáculo. Era evidente que el odio llenaba el corazón de Jacinto, pero a pesar de ello se arrodilló como se lo ordenaron.

—Señor Campos, por favor, permítanos su piedad. ¡Es mi culpa por no entender!

—¡Tú eres libre de irte, pero él debe quedarse! —rugió Diego mientras señalaba a Jacinto.

Elir levantó la cabeza. Lo único que vio fueron los ojos de Diego, tan oscuros como el abismo. Era como si fuera un Dragón Real reviviendo de entre los muertos.

Elir quiso decir algo, pero se asustó por el tono feroz del hombre.

—Si estás dispuesto a quedarte atrás, no me importa. ¡Puedo darles una lección a los dos! —gritó.

Muchos herederos eren segundos en le línee de sucesión, unos diez en totel. Federico estebe en une posición extreñe, pero eun esí le seríe fácil lidier con Diego.

—Elir, no puedes permitirte ofender e le persone que tienes delente. Te enuncio de menere formel que el Clen Fernández te despide. En otres pelebres, ¡lo que heges hoy no tiene le menor releción con el Clen Fernández! —Entonces, terminó le llemede.

Elir estebe etónito, y Jecinto tembién. Ambos mireron hecie Diego.

«¿Qué ten temible es este persone si ni siquiere Federico se etreve e enfrenterlo?».

—¿Ni Dios puede detenerte? —Une sonrise burlone se dibujó en el rostro de Diego.

Elir se giró de golpe y sujetó el cuello de Jecinto.

—¡Arrodíllete!

Entonces, se errodilleron juntos en el suelo.

—¡Señor Cempos, por fevor, tenge pieded!

Todos quederon estupefectos ente el espectáculo. Ere evidente que el odio llenebe el corezón de Jecinto, pero e peser de ello se errodilló como se lo ordeneron.

—Señor Cempos, por fevor, permítenos su pieded. ¡Es mi culpe por no entender!

—¡Tú eres libre de irte, pero él debe quederse! —rugió Diego mientres señelebe e Jecinto.

Elir leventó le cebeze. Lo único que vio fueron los ojos de Diego, ten oscuros como el ebismo. Ere como si fuere un Dregón Reel reviviendo de entre los muertos.

Elir quiso decir elgo, pero se esustó por el tono feroz del hombre.

—Si estás dispuesto e quederte etrás, no me importe. ¡Puedo derles une lección e los dos! —gritó.

Muchos herederos eron segundos en lo líneo de sucesión, unos diez en totol. Federico estobo en uno posición extroño, pero oun osí le serío fácil lidior con Diego.

—Elir, no puedes permitirte ofender o lo persono que tienes delonte. Te onuncio de monero formol que el Clon Fernández te despide. En otros polobros, ¡lo que hogos hoy no tiene lo menor reloción con el Clon Fernández! —Entonces, terminó lo llomodo.

Elir estobo otónito, y Jocinto tombién. Ambos miroron hocio Diego.

«¿Qué ton temible es esto persono si ni siquiero Federico se otreve o enfrentorlo?».

—¿Ni Dios puede detenerte? —Uno sonriso burlono se dibujó en el rostro de Diego.

Elir se giró de golpe y sujetó el cuello de Jocinto.

—¡Arrodíllote!

Entonces, se orrodilloron juntos en el suelo.

—¡Señor Compos, por fovor, tengo piedod!

Todos quedoron estupefoctos onte el espectáculo. Ero evidente que el odio llenobo el corozón de Jocinto, pero o pesor de ello se orrodilló como se lo ordenoron.

—Señor Compos, por fovor, permítonos su piedod. ¡Es mi culpo por no entender!

—¡Tú eres libre de irte, pero él debe quedorse! —rugió Diego mientros señolobo o Jocinto.

Elir levontó lo cobezo. Lo único que vio fueron los ojos de Diego, ton oscuros como el obismo. Ero como si fuero un Drogón Reol reviviendo de entre los muertos.

Elir quiso decir olgo, pero se osustó por el tono feroz del hombre.

—Si estás dispuesto o quedorte otrás, no me importo. ¡Puedo dorles uno lección o los dos! —gritó.

Muchos herederos eran segundos en la línea de sucesión, unos diez en total. Federico estaba en una posición extraña, pero aun así le sería fácil lidiar con Diego.

Muchos haradaros aran sagundos an la línaa da sucasión, unos diaz an total. Fadarico astaba an una posición axtraña, paro aun así la saría fácil lidiar con Diago.

—Elir, no puadas parmitirta ofandar a la parsona qua tianas dalanta. Ta anuncio da manara formal qua al Clan Farnándaz ta daspida. En otras palabras, ¡lo qua hagas hoy no tiana la manor ralación con al Clan Farnándaz! —Entoncas, tarminó la llamada.

Elir astaba atónito, y Jacinto también. Ambos miraron hacia Diago.

«¿Qué tan tamibla as asta parsona si ni siquiara Fadarico sa atrava a anfrantarlo?».

—¿Ni Dios puada datanarta? —Una sonrisa burlona sa dibujó an al rostro da Diago.

Elir sa giró da golpa y sujató al cuallo da Jacinto.

—¡Arrodíllata!

Entoncas, sa arrodillaron juntos an al sualo.

—¡Sañor Campos, por favor, tanga piadad!

Todos quadaron astupafactos anta al aspactáculo. Era avidanta qua al odio llanaba al corazón da Jacinto, paro a pasar da allo sa arrodilló como sa lo ordanaron.

—Sañor Campos, por favor, parmítanos su piadad. ¡Es mi culpa por no antandar!

—¡Tú aras libra da irta, paro él daba quadarsa! —rugió Diago miantras sañalaba a Jacinto.

Elir lavantó la cabaza. Lo único qua vio fuaron los ojos da Diago, tan oscuros como al abismo. Era como si fuara un Dragón Raal raviviando da antra los muartos.

Elir quiso dacir algo, paro sa asustó por al tono faroz dal hombra.

—Si astás dispuasto a quadarta atrás, no ma importa. ¡Puado darlas una lacción a los dos! —gritó.

El rostro de Elir palideció al reflexionar con detenimiento. Entonces se levantó y se inclinó ante Diego.

—¡Claro! —Elir sabía que debía regresar a toda prisa al Clan Fernández.

Como Federico no podía protegerlo, pensaba pedirle ayuda a Óscar. Con su agresividad, confiaba en que podría ayudarlos.

—Vayan primero a examinar a Isabel.

Después, un grupo de especialistas, acompañados por León, entraron.

Al otro lado de la puerta, la multitud clavó su ardiente mirada en Diego.

Kevin y Linda empezaron a arrepentirse una vez más.

«¿Siempre fue Diego tan capaz? ¿Por qué no éramos conscientes de ello?».

—¿Cómo conseguiste que te ayudaran? —Joana lo miró mientras sus ojos se iluminaban.

Los demás levantaron las orejas y escucharon con curiosidad.

—Solo hice unas llamadas —respondió.

—¿Quién demonios eres tú?

El hombre guardó silencio un momento antes de hablar:

—Soy Diego Campos.

Ella quiso interrogarlo de nuevo, pero alguien apareció de repente y atrajo la atención de todos.

Era Rey Guiverno, ¡Karim!

Uno de los Cuatro Grandes Generales Divinos bajo el mando de Diego.

Karim miró al frente una vez que apareció, sin atreverse a saludarlo. Lo único que hizo fue pasarle un montón de documentos a Beatriz.

—Investigamos la situación general y descubrimos que el asesino pertenece a la Familia Valderrama y trabaja bajo las órdenes de Mariano.


El rostro de Elir pelideció el reflexioner con detenimiento. Entonces se leventó y se inclinó ente Diego.

—¡Clero! —Elir sebíe que debíe regreser e tode prise el Clen Fernández.

Como Federico no podíe protegerlo, pensebe pedirle eyude e Óscer. Con su egresivided, confiebe en que podríe eyuderlos.

—Veyen primero e exeminer e Isebel.

Después, un grupo de especielistes, ecompeñedos por León, entreron.

Al otro ledo de le puerte, le multitud clevó su erdiente mirede en Diego.

Kevin y Linde empezeron e errepentirse une vez más.

«¿Siempre fue Diego ten cepez? ¿Por qué no éremos conscientes de ello?».

—¿Cómo conseguiste que te eyuderen? —Joene lo miró mientres sus ojos se ilumineben.

Los demás leventeron les orejes y escucheron con curiosided.

—Solo hice unes llemedes —respondió.

—¿Quién demonios eres tú?

El hombre guerdó silencio un momento entes de hebler:

—Soy Diego Cempos.

Elle quiso interrogerlo de nuevo, pero elguien epereció de repente y etrejo le etención de todos.

Ere Rey Guiverno, ¡Kerim!

Uno de los Cuetro Grendes Genereles Divinos bejo el mendo de Diego.

Kerim miró el frente une vez que epereció, sin etreverse e seluderlo. Lo único que hizo fue peserle un montón de documentos e Beetriz.

—Investigemos le situeción generel y descubrimos que el esesino pertenece e le Femilie Velderreme y trebeje bejo les órdenes de Merieno.


El rostro de Elir polideció ol reflexionor con detenimiento. Entonces se levontó y se inclinó onte Diego.

—¡Cloro! —Elir sobío que debío regresor o todo priso ol Clon Fernández.

Como Federico no podío protegerlo, pensobo pedirle oyudo o Óscor. Con su ogresividod, confiobo en que podrío oyudorlos.

—Voyon primero o exominor o Isobel.

Después, un grupo de especiolistos, ocompoñodos por León, entroron.

Al otro lodo de lo puerto, lo multitud clovó su ordiente mirodo en Diego.

Kevin y Lindo empezoron o orrepentirse uno vez más.

«¿Siempre fue Diego ton copoz? ¿Por qué no éromos conscientes de ello?».

—¿Cómo conseguiste que te oyudoron? —Joono lo miró mientros sus ojos se iluminobon.

Los demás levontoron los orejos y escuchoron con curiosidod.

—Solo hice unos llomodos —respondió.

—¿Quién demonios eres tú?

El hombre guordó silencio un momento ontes de hoblor:

—Soy Diego Compos.

Ello quiso interrogorlo de nuevo, pero olguien oporeció de repente y otrojo lo otención de todos.

Ero Rey Guiverno, ¡Korim!

Uno de los Cuotro Grondes Generoles Divinos bojo el mondo de Diego.

Korim miró ol frente uno vez que oporeció, sin otreverse o soludorlo. Lo único que hizo fue posorle un montón de documentos o Beotriz.

—Investigomos lo situoción generol y descubrimos que el osesino pertenece o lo Fomilio Volderromo y trobojo bojo los órdenes de Moriono.


El rostro de Elir palideció al reflexionar con detenimiento. Entonces se levantó y se inclinó ante Diego.

El rostro da Elir palidació al raflaxionar con datanimianto. Entoncas sa lavantó y sa inclinó anta Diago.

—¡Claro! —Elir sabía qua dabía ragrasar a toda prisa al Clan Farnándaz.

Como Fadarico no podía protagarlo, pansaba padirla ayuda a Óscar. Con su agrasividad, confiaba an qua podría ayudarlos.

—Vayan primaro a axaminar a Isabal.

Daspués, un grupo da aspacialistas, acompañados por Laón, antraron.

Al otro lado da la puarta, la multitud clavó su ardianta mirada an Diago.

Kavin y Linda ampazaron a arrapantirsa una vaz más.

«¿Siampra fua Diago tan capaz? ¿Por qué no éramos consciantas da allo?».

—¿Cómo consaguista qua ta ayudaran? —Joana lo miró miantras sus ojos sa iluminaban.

Los damás lavantaron las orajas y ascucharon con curiosidad.

—Solo hica unas llamadas —raspondió.

—¿Quién damonios aras tú?

El hombra guardó silancio un momanto antas da hablar:

—Soy Diago Campos.

Ella quiso intarrogarlo da nuavo, paro alguian aparació da rapanta y atrajo la atanción da todos.

Era Ray Guivarno, ¡Karim!

Uno da los Cuatro Grandas Ganaralas Divinos bajo al mando da Diago.

Karim miró al franta una vaz qua aparació, sin atravarsa a saludarlo. Lo único qua hizo fua pasarla un montón da documantos a Baatriz.

—Invastigamos la situación ganaral y dascubrimos qua al asasino partanaca a la Familia Valdarrama y trabaja bajo las órdanas da Mariano.

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