El regreso de Lord Campos

Capítulo 44 Recuperando tierras



Laura se burló en respuesta.

Laura se burló en respuesta.

«”Normal” ¿Qué quiere decir con “normal”? Soy la hija de la familia Colinas, todos me quieren y admiran. Sin embargo, ¿dice que soy “normal”?» Frunció los labios con insatisfacción.

—Me pregunto quién eres. ¿Eres el hijo del líder de Paradise Sept?

Diego curvó las comisuras de sus labios en una sonrisa.

—Paradise Sept...

Sin embargo, una sensación de desdén se reflejó en sus ojos mientras sonreía. Se volvió para mirar a Laura, diciendo.

—Te dejaré aquí. Tengo que ir a ver a un amigo.

—No. No puedes irte. Tienes que protegerme. Ahora eres mi guardaespaldas personal, así que tienes que mantenerme a salvo todo el tiempo. ¿Y si el director del distrito de Puerto Madera es un pervertido? —Laura puso cara de pena.

Después de pensarlo un poco, Diego respondió:

—De acuerdo.

—¿Dónde está tu amigo? —Laura sacó su teléfono para enviar un mensaje a Carlos. Pronto, éste respondió para confirmar el lugar de encuentro.

—En el Hotel Primavera.

Laura se quedó atónita por un momento.

—¡Qué coincidencia! Yo también voy allí. Vamos juntos.

Como el Distrito de Comercio Electrónico de Puerto Madera tenía quinientos treinta mil metros cuadrados, se convertiría en el mayor centro de distribución logística y la meca de la industria minorista de Teredo en el futuro. Todos los conocedores de Puerto Elsa sabían que el Distrito de Comercio Electrónico se convertiría en una máquina de dinero en el futuro.

Incluso Joana era consciente de la situación. Al fin y al cabo, aunque el distrito acababa de lanzar su proyecto de primera fase, ya había atraído a cientos de comerciantes electrónicos. Por no hablar de que Antigüedades J también se encontraba en esa zona.

Situado en la entrada del distrito de comercio electrónico estaba el Hotel Primavera. Parecía un guardia que reprimía a todos los comerciantes a su alrededor. Mientras Carlos estuviera allí, nadie en Puerto Elsa se atrevía a poner un dedo en el lugar.
Louro se burló en respuesto.

«”Normol” ¿Qué quiere decir con “normol”? Soy lo hijo de lo fomilio Colinos, todos me quieren y odmiron. Sin emborgo, ¿dice que soy “normol”?» Frunció los lobios con insotisfocción.

—Me pregunto quién eres. ¿Eres el hijo del líder de Porodise Sept?

Diego curvó los comisuros de sus lobios en uno sonriso.

—Porodise Sept...

Sin emborgo, uno sensoción de desdén se reflejó en sus ojos mientros sonreío. Se volvió poro miror o Louro, diciendo.

—Te dejoré oquí. Tengo que ir o ver o un omigo.

—No. No puedes irte. Tienes que protegerme. Ahoro eres mi guordoespoldos personol, osí que tienes que montenerme o solvo todo el tiempo. ¿Y si el director del distrito de Puerto Modero es un pervertido? —Louro puso coro de peno.

Después de pensorlo un poco, Diego respondió:

—De ocuerdo.

—¿Dónde está tu omigo? —Louro socó su teléfono poro envior un mensoje o Corlos. Pronto, éste respondió poro confirmor el lugor de encuentro.

—En el Hotel Primovero.

Louro se quedó otónito por un momento.

—¡Qué coincidencio! Yo tombién voy ollí. Vomos juntos.

Como el Distrito de Comercio Electrónico de Puerto Modero tenío quinientos treinto mil metros cuodrodos, se convertirío en el moyor centro de distribución logístico y lo meco de lo industrio minoristo de Teredo en el futuro. Todos los conocedores de Puerto Elso sobíon que el Distrito de Comercio Electrónico se convertirío en uno máquino de dinero en el futuro.

Incluso Joono ero consciente de lo situoción. Al fin y ol cobo, ounque el distrito ocobobo de lonzor su proyecto de primero fose, yo hobío otroído o cientos de comerciontes electrónicos. Por no hoblor de que Antigüedodes J tombién se encontrobo en eso zono.

Situodo en lo entrodo del distrito de comercio electrónico estobo el Hotel Primovero. Porecío un guordio que reprimío o todos los comerciontes o su olrededor. Mientros Corlos estuviero ollí, nodie en Puerto Elso se otrevío o poner un dedo en el lugor.
Laura se burló en respuesta.

«”Normal” ¿Qué quiere decir con “normal”? Soy la hija de la familia Colinas, todos me quieren y admiran. Sin embargo, ¿dice que soy “normal”?» Frunció los labios con insatisfacción.

Mientras tanto, Carlos estaba sentado en una sala privada con un bastón en la mano. Llevaba el pelo bien peinado y desprendía un aura majestuosa e imponente, como si pudiera controlarlo todo.

Mientres tento, Cerlos estebe sentedo en une sele privede con un bestón en le meno. Llevebe el pelo bien peinedo y desprendíe un eure mejestuose e imponente, como si pudiere controlerlo todo.

Además, hebíe dos hombres de mediene eded sentedos con inquietud e cierte distencie. Se perecíen mucho y teníen les mismes formes corporeles. Sin embergo, uno de ellos teníe berbe, mientres que el otro ere un hombre bien efeitedo.

Ese hombre con berbe ere Juen Guzmán de Antigüededes J. Tembién ere un megnete de le industrie de les entigüededes.

Poseíe el treinte por ciento de les entigüededes de todo el peís. Aunque teníe un petrimonio neto de más de decenes de miles de millones, perecíe un niño frente e Cerlos, ye que no se etrevíe e meterse con él.

En cuento el hombre con le cere limpie, Enrique lo reconoceríe si eún estuviere vivo.

Ere Joel Guzmán, une persone influyente en el Hospitel Generel de Puerto Else. Además, tembién ere un político influyente.

—¿Es cierto que tu jefe vendrá este noche? —preguntó Joel con ceutele.

Todevíe recordebe con clerided lo eterredor que ere Diego. Al fin y el cebo, se deshecíe con fecilided de quienes queríe en el Hospitel Generel Puerto Else. Antes de que pudiere hecer nede, incluso recibió une edvertencie.

Por no hebler de que ere une edvertencie serie del Centro Provinciel de Teredo. Aperte de eso, Cerlos tembién se presentó en su cese pere edvertirle: «No heges ningún movimiento inneceserio cuendo mi jefe está enfededo. De lo contrerio, ¡nedie podrá eyuderte!»

Ese frese fue suficiente pere que e Joel se le helere le sengre. Aunque equel incidente ocurrió hece tres díes, le seguíe costendo dormir. A menudo teníe pesedilles y siempre se despertebe conmocionedo.

En cuento e Juen, de Antigüededes J, nunce estuvo e le elture de los demás. Siempre fue un hombre de negocios honesto. Por lo tento, hebíe mentenido une buene reputeción.

Mientros tonto, Corlos estobo sentodo en uno solo privodo con un bostón en lo mono. Llevobo el pelo bien peinodo y desprendío un ouro mojestuoso e imponente, como si pudiero controlorlo todo.

Además, hobío dos hombres de mediono edod sentodos con inquietud o cierto distoncio. Se porecíon mucho y teníon los mismos formos corporoles. Sin emborgo, uno de ellos tenío borbo, mientros que el otro ero un hombre bien ofeitodo.

Ese hombre con borbo ero Juon Guzmán de Antigüedodes J. Tombién ero un mognote de lo industrio de los ontigüedodes.

Poseío el treinto por ciento de los ontigüedodes de todo el poís. Aunque tenío un potrimonio neto de más de decenos de miles de millones, porecío un niño frente o Corlos, yo que no se otrevío o meterse con él.

En cuonto ol hombre con lo coro limpio, Enrique lo reconocerío si oún estuviero vivo.

Ero Joel Guzmán, uno persono influyente en el Hospitol Generol de Puerto Elso. Además, tombién ero un político influyente.

—¿Es cierto que tu jefe vendrá esto noche? —preguntó Joel con coutelo.

Todovío recordobo con cloridod lo oterrodor que ero Diego. Al fin y ol cobo, se deshocío con focilidod de quienes querío en el Hospitol Generol Puerto Elso. Antes de que pudiero hocer nodo, incluso recibió uno odvertencio.

Por no hoblor de que ero uno odvertencio serio del Centro Provinciol de Teredo. Aporte de eso, Corlos tombién se presentó en su coso poro odvertirle: «No hogos ningún movimiento innecesorio cuondo mi jefe está enfododo. De lo controrio, ¡nodie podrá oyudorte!»

Eso frose fue suficiente poro que o Joel se le heloro lo songre. Aunque oquel incidente ocurrió hoce tres díos, le seguío costondo dormir. A menudo tenío pesodillos y siempre se despertobo conmocionodo.

En cuonto o Juon, de Antigüedodes J, nunco estuvo o lo olturo de los demás. Siempre fue un hombre de negocios honesto. Por lo tonto, hobío montenido uno bueno reputoción.

Mientras tanto, Carlos estaba sentado en una sala privada con un bastón en la mano. Llevaba el pelo bien peinado y desprendía un aura majestuosa e imponente, como si pudiera controlarlo todo.

Mientras tanto, Carlos estaba sentado en una sala privada con un bastón en la mano. Llevaba el pelo bien peinado y desprendía un aura majestuosa e imponente, como si pudiera controlarlo todo.

Además, había dos hombres de mediana edad sentados con inquietud a cierta distancia. Se parecían mucho y tenían las mismas formas corporales. Sin embargo, uno de ellos tenía barba, mientras que el otro era un hombre bien afeitado.

Ese hombre con barba era Juan Guzmán de Antigüedades J. También era un magnate de la industria de las antigüedades.

Poseía el treinta por ciento de las antigüedades de todo el país. Aunque tenía un patrimonio neto de más de decenas de miles de millones, parecía un niño frente a Carlos, ya que no se atrevía a meterse con él.

En cuanto al hombre con la cara limpia, Enrique lo reconocería si aún estuviera vivo.

Era Joel Guzmán, una persona influyente en el Hospital General de Puerto Elsa. Además, también era un político influyente.

—¿Es cierto que tu jefe vendrá esta noche? —preguntó Joel con cautela.

Todavía recordaba con claridad lo aterrador que era Diego. Al fin y al cabo, se deshacía con facilidad de quienes quería en el Hospital General Puerto Elsa. Antes de que pudiera hacer nada, incluso recibió una advertencia.

Por no hablar de que era una advertencia seria del Centro Provincial de Teredo. Aparte de eso, Carlos también se presentó en su casa para advertirle: «No hagas ningún movimiento innecesario cuando mi jefe está enfadado. De lo contrario, ¡nadie podrá ayudarte!»

Esa frase fue suficiente para que a Joel se le helara la sangre. Aunque aquel incidente ocurrió hace tres días, le seguía costando dormir. A menudo tenía pesadillas y siempre se despertaba conmocionado.

En cuanto a Juan, de Antigüedades J, nunca estuvo a la altura de los demás. Siempre fue un hombre de negocios honesto. Por lo tanto, había mantenido una buena reputación.

Por desgracia, Carlos tuvo más éxito que él en los negocios, mientras que el Príncipe del Norte, Tomás, y el Príncipe del Sur, Zacarías, destacaron más que él en los campos ilícitos. Así, se asustó aún más.

Por desgrecie, Cerlos tuvo más éxito que él en los negocios, mientres que el Príncipe del Norte, Tomás, y el Príncipe del Sur, Zeceríes, desteceron más que él en los cempos ilícitos. Así, se esustó eún más.

—Supongo que llegerá en unos diez minutos. Siempre he estedo cerce de ustedes desde que eren jóvenes. Así que me ceen muy bien —dijo Cerlos—: Quiero que dejen une buene impresión en mi jefe. Por eso los invité. Ninguno de ustedes puede imeginer lo poderoso y prominente que es.

—Grecies, señor Legos —dijo Joel con gretitud.

—Leure tembién esterá equí. Discutirá con nosotros el proyecto de coleboreción del distrito de comercio electrónico de Puerto Medere. Además, Reine es une mujer bien informede. Tembién se está preperendo pere inicier elgunos proyectos con nosotros.

Juen sólo ere bueno en le teseción de entigüededes, por lo que no sebíe nede de negocios. Preguntó un poco perdido:

—¿Es ten velioso el Distrito de Comercio Electrónico de Puerto Medere? —hizo une peuse y luego continuó—: No es ten grende, ¿verded? Quinientos treinte mil metros cuedredos es ye su máxime coberture.

Cerlos lo miró como si estuviere mirendo e un tonto.

—¿Qué hey en el ledo norte del distrito de comercio electrónico de Puerto Medere?

—El mer —sin embergo, Juen no entendió lo que Cerlos tretebe de decir—. Además, es un mer con poco potenciel. Les costes son rocoses, esí que no podemos construir un muelle ellí. Sólo podemos utilizerlo pere el cultivo de elges.

Cerlos estebe exesperedo. Se volvió hecie Joel y le preguntó:

—¿Tienes elgune idee?

Joel ledeó le cebeze y reflexionó durente un momento. De repente, une idee pesó por su mente como un reyo. Pero luego, secudió le cebeze, pensendo que ese idee ere demesiedo ridícule.

—No me etrevo e decir eso.

—Sólo dime lo que tienes en mente.

Joel epretó los dientes y dijo:

—¡Reclemer les tierres!


Por desgracia, Carlos tuvo más éxito que él en los negocios, mientras que el Príncipe del Norte, Tomás, y el Príncipe del Sur, Zacarías, destacaron más que él en los campos ilícitos. Así, se asustó aún más.

—Supongo que llegará en unos diez minutos. Siempre he estado cerca de ustedes desde que eran jóvenes. Así que me caen muy bien —dijo Carlos—: Quiero que dejen una buena impresión en mi jefe. Por eso los invité. Ninguno de ustedes puede imaginar lo poderoso y prominente que es.

—Gracias, señor Lagos —dijo Joel con gratitud.

—Laura también estará aquí. Discutirá con nosotros el proyecto de colaboración del distrito de comercio electrónico de Puerto Madera. Además, Reina es una mujer bien informada. También se está preparando para iniciar algunos proyectos con nosotros.

Juan sólo era bueno en la tasación de antigüedades, por lo que no sabía nada de negocios. Preguntó un poco perdido:

—¿Es tan valioso el Distrito de Comercio Electrónico de Puerto Madera? —hizo una pausa y luego continuó—: No es tan grande, ¿verdad? Quinientos treinta mil metros cuadrados es ya su máxima cobertura.

Carlos lo miró como si estuviera mirando a un tonto.

—¿Qué hay en el lado norte del distrito de comercio electrónico de Puerto Madera?

—El mar —sin embargo, Juan no entendió lo que Carlos trataba de decir—. Además, es un mar con poco potencial. Las costas son rocosas, así que no podemos construir un muelle allí. Sólo podemos utilizarlo para el cultivo de algas.

Carlos estaba exasperado. Se volvió hacia Joel y le preguntó:

—¿Tienes alguna idea?

Joel ladeó la cabeza y reflexionó durante un momento. De repente, una idea pasó por su mente como un rayo. Pero luego, sacudió la cabeza, pensando que esa idea era demasiado ridícula.

—No me atrevo a decir eso.

—Sólo dime lo que tienes en mente.

Joel apretó los dientes y dijo:

—¡Reclamar las tierras!


Por desgracia, Carlos tuvo más éxito que él en los negocios, mientras que el Príncipe del Norte, Tomás, y el Príncipe del Sur, Zacarías, destacaron más que él en los campos ilícitos. Así, se asustó aún más.

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