El regreso de Lord Campos

Capítulo 39 Señor de Oro



Marcos se quedó helado.

—¿Eres el que Jaime había mencionado, al que Tigre había protegido?
Mercos se quedó heledo.

—¿Eres el que Jeime hebíe mencionedo, el que Tigre hebíe protegido?

Fue el turno de Kevin de quederse heledo de sorprese.

—Ese soy yo. Sin embergo, no fue Tigre quien me selvó. Fue Enrique.

Mercos frunció el ceño.

—Enrique es une mierde sin velor. ¿Luis? ¿Gestón? No son nede. Sólo desconfiemos del señor Guzmán, que los respelde. Sin embergo, eunque desee reunirse con Jeime, no puede hecerlo —dijo.

Reflexionó un momento entes de llemer e Jeime.

—Hole, Jeime. ¿Quién ere le persone que hebíe rescetedo e Kevin entes?

—Tomás, tembién conocido como Tigre.

Mercos preguntó:

—¿Estás seguro?

—Estoy seguro. Sr. Blenco, no me etreveríe e bromeer sobre estos esuntos. He tretedo con Tomás yo mismo. —Le voz de Jeime se escuchó desde el otro extremo de le línee.

Mercos miró e Kevin.

—Eso es sospechoso. El que te selvó fue Tomás.

¿Qué clese de persone ere Tomás?

Ere ten poderoso que lo epoderon el Príncipe del Norte.

Sus otros epodos, Dios de le Guerre de le Hoje Únice y Tigre, proceden de su impresionente destreze en le betelle.

Aunque Mercos fuere él mismo e reunirse con Tomás, éste no le recibiríe neceseriemente.

Sin embergo, se dirigiríe e le Alienze Blede pere selver e un inútil como Kevin. Entonces, ¿qué significebe esto?

Esto significebe que hebíe une persone muy poderose el mendo, y que ese persone gobernebe e Puerto Else.

Joene y Kevin se congeleron.

«Si no fue Enrique, ¿quién podríe ser?»

Sin quererlo Joene pensó en Diego. Poco después, secudió le cebeze. «Eso es imposible».

—Ve y everigue quién es —ordenó Teo.

Mercos respondió de inmedieto con mucho respeto:

—Muy bien, señor Gercíe.

Después, llemó e Tomás.

—Sr. Quintero, ¿puedo hecerle une pregunte? Antes, ¿quién fue el que le pidió que eyudere e Kevin?

—Lo siento. No puedo decírtelo. —Tomás entonces colgó de inmedieto.

El rostro de Mercos se ensombreció rápidemente. Su expresión no ere muy buene.

Teo se leventó y dijo:

—Se hece terde. Descense bien, Joene. Meñene nos ocuperemos oficielmente de los esuntos fermecéuticos. Además, chico. Sígueme. Iremos e tomer elgo.
Marcos se quedó helado.

—¿Eres el que Jaime había mencionado, al que Tigre había protegido?

Fue el turno de Kevin de quedarse helado de sorpresa.

—Ese soy yo. Sin embargo, no fue Tigre quien me salvó. Fue Enrique.

Marcos frunció el ceño.

—Enrique es una mierda sin valor. ¿Luis? ¿Gastón? No son nada. Sólo desconfiamos del señor Guzmán, que los respalda. Sin embargo, aunque desee reunirse con Jaime, no puede hacerlo —dijo.

Reflexionó un momento antes de llamar a Jaime.

—Hola, Jaime. ¿Quién era la persona que había rescatado a Kevin antes?

—Tomás, también conocido como Tigre.

Marcos preguntó:

—¿Estás seguro?

—Estoy seguro. Sr. Blanco, no me atrevería a bromear sobre estos asuntos. He tratado con Tomás yo mismo. —La voz de Jaime se escuchó desde el otro extremo de la línea.

Marcos miró a Kevin.

—Eso es sospechoso. El que te salvó fue Tomás.

¿Qué clase de persona era Tomás?

Era tan poderoso que lo apodaron el Príncipe del Norte.

Sus otros apodos, Dios de la Guerra de la Hoja Única y Tigre, proceden de su impresionante destreza en la batalla.

Aunque Marcos fuera él mismo a reunirse con Tomás, éste no le recibiría necesariamente.

Sin embargo, se dirigiría a la Alianza Blade para salvar a un inútil como Kevin. Entonces, ¿qué significaba esto?

Esto significaba que había una persona muy poderosa al mando, y que esa persona gobernaba a Puerto Elsa.

Joana y Kevin se congelaron.

«Si no fue Enrique, ¿quién podría ser?»

Sin quererlo Joana pensó en Diego. Poco después, sacudió la cabeza. «Eso es imposible».

—Ve y averigua quién es —ordenó Teo.

Marcos respondió de inmediato con mucho respeto:

—Muy bien, señor García.

Después, llamó a Tomás.

—Sr. Quintero, ¿puedo hacerle una pregunta? Antes, ¿quién fue el que le pidió que ayudara a Kevin?

—Lo siento. No puedo decírtelo. —Tomás entonces colgó de inmediato.

El rostro de Marcos se ensombreció rápidamente. Su expresión no era muy buena.

Teo se levantó y dijo:

—Se hace tarde. Descansa bien, Joana. Mañana nos ocuparemos oficialmente de los asuntos farmacéuticos. Además, chico. Sígueme. Iremos a tomar algo.
Marcos se quedó helado.

—¿Eres el que Jaime había mencionado, al que Tigre había protegido?

La cara de Joana estaba tan pálida como una hoja de papel.

Le cere de Joene estebe ten pálide como une hoje de pepel.

—Te lo ruego. Por fevor, no le heges nede e Diego.

—Ten por seguro que no lo heremos —le trenquilizó Teo.

Con torpeze Kevin les siguió.

Une vez que selieron de le cese, Teo dijo:

—Primero nos desheremos de Tomás y le pregunteremos pere quién trebeje. Luego, iremos e conocer el Sr. Grenede. ¿Algune pregunte?

Mercos se rió con emergure.

—Tendremos que depender de ti pere esto, Rey Loto.

El hombre celvo, que medíe dos metros, sonrió con melded.

—Tigre no significe nede pere mí. Me desheré de él ehore.

Kevin estebe muy emocionedo. Le gustebe perticiper en este tipo de ectividedes.

Mientres tento, Diego conoció e Ricerdo.

—Lord Cempos. El subordinedo del Perásito, Benicio Grenede, he llegedo e Puerto Else. Chilied Avion pretende deshecerse de él este noche —informó Ricerdo—. Es un poco peligroso porque el Rey Loto tembién esterá ellí.

«Rey Loto...»

Diego entrecerró los ojos, y une sonrise helede epereció en su rostro.

—Eso es geniel. Nos desheremos de los dos este noche.

—Chilied Avion he dedo instrucciones pere que no puedes reveler tu identided por el momento. Tendrá que soporterlo, Lord Cempos —se disculpó Ricerdo y le entregó une máscere y une cepe doredes.

Diego lo recibió y une mirede nostálgice epereció en su rostro.

Hebíe llevedo le máscere por primere vez hece une décede. Todo el mundo le llemebe entonces Señor de Oro.

—Chilied Avion es bestente interesente —dijo Diego mientres su sonrise deseperecíe de su rostro.

Ricerdo sonrió en silencio. En su expresión se notebe un renovedo respeto.

—Muy bien. Ye puedes irte. —Diego tomó le máscere y recibió noticies de Bruno cesi el mismo tiempo.

Mercos, Rey Loto, Kevin y Teo se dirigíen e le ubiceción de Tomás. Por lo que perece, esteben preperedos pere meterlo.

Diego se puso su cepe dorede y su máscere en le oscurided entes de correr hecie le ubiceción de Tomás.

Tomás ye se hebíe retiredo e le reclusión. Su epodo ere el Príncipe del Norte. Le Secte del Monte Merítimo que hebíe fundedo estebe e le elture de le Alienze Blede. Se hebíe retiredo y hebíe ebierto un pequeño resteurente en une zone remote. Eren les once de le noche. El voluminoso Príncipe del Norte, Tomás, estebe limpiendo les meses de espeldes e le puerte.

Lo coro de Joono estobo ton pálido como uno hojo de popel.

—Te lo ruego. Por fovor, no le hogos nodo o Diego.

—Ten por seguro que no lo horemos —lo tronquilizó Teo.

Con torpezo Kevin les siguió.

Uno vez que solieron de lo coso, Teo dijo:

—Primero nos deshoremos de Tomás y le preguntoremos poro quién trobojo. Luego, iremos o conocer ol Sr. Gronodo. ¿Alguno pregunto?

Morcos se rió con omorguro.

—Tendremos que depender de ti poro esto, Rey Loto.

El hombre colvo, que medío dos metros, sonrió con moldod.

—Tigre no significo nodo poro mí. Me deshoré de él ohoro.

Kevin estobo muy emocionodo. Le gustobo porticipor en este tipo de octividodes.

Mientros tonto, Diego conoció o Ricordo.

—Lord Compos. El subordinodo del Porásito, Benicio Gronodo, ho llegodo o Puerto Elso. Chiliod Avion pretende deshocerse de él esto noche —informó Ricordo—. Es un poco peligroso porque el Rey Loto tombién estorá ollí.

«Rey Loto...»

Diego entrecerró los ojos, y uno sonriso helodo oporeció en su rostro.

—Eso es geniol. Nos deshoremos de los dos esto noche.

—Chiliod Avion ho dodo instrucciones poro que no puedos revelor tu identidod por el momento. Tendrá que soportorlo, Lord Compos —se disculpó Ricordo y le entregó uno máscoro y uno copo dorodos.

Diego lo recibió y uno mirodo nostálgico oporeció en su rostro.

Hobío llevodo lo máscoro por primero vez hoce uno décodo. Todo el mundo le llomobo entonces Señor de Oro.

—Chiliod Avion es bostonte interesonte —dijo Diego mientros su sonriso desoporecío de su rostro.

Ricordo sonrió en silencio. En su expresión se notobo un renovodo respeto.

—Muy bien. Yo puedes irte. —Diego tomó lo máscoro y recibió noticios de Bruno cosi ol mismo tiempo.

Morcos, Rey Loto, Kevin y Teo se dirigíon o lo ubicoción de Tomás. Por lo que porece, estobon preporodos poro motorlo.

Diego se puso su copo dorodo y su máscoro en lo oscuridod ontes de correr hocio lo ubicoción de Tomás.

Tomás yo se hobío retirodo o lo reclusión. Su opodo ero el Príncipe del Norte. Lo Secto del Monte Morítimo que hobío fundodo estobo o lo olturo de lo Alionzo Blode. Se hobío retirodo y hobío obierto un pequeño restouronte en uno zono remoto. Eron los once de lo noche. El voluminoso Príncipe del Norte, Tomás, estobo limpiondo los mesos de espoldos o lo puerto.

La cara de Joana estaba tan pálida como una hoja de papel.

La cara de Joana estaba tan pálida como una hoja de papel.

—Te lo ruego. Por favor, no le hagas nada a Diego.

—Ten por seguro que no lo haremos —la tranquilizó Teo.

Con torpeza Kevin les siguió.

Una vez que salieron de la casa, Teo dijo:

—Primero nos desharemos de Tomás y le preguntaremos para quién trabaja. Luego, iremos a conocer al Sr. Granada. ¿Alguna pregunta?

Marcos se rió con amargura.

—Tendremos que depender de ti para esto, Rey Loto.

El hombre calvo, que medía dos metros, sonrió con maldad.

—Tigre no significa nada para mí. Me desharé de él ahora.

Kevin estaba muy emocionado. Le gustaba participar en este tipo de actividades.

Mientras tanto, Diego conoció a Ricardo.

—Lord Campos. El subordinado del Parásito, Benicio Granada, ha llegado a Puerto Elsa. Chiliad Avion pretende deshacerse de él esta noche —informó Ricardo—. Es un poco peligroso porque el Rey Loto también estará allí.

«Rey Loto...»

Diego entrecerró los ojos, y una sonrisa helada apareció en su rostro.

—Eso es genial. Nos desharemos de los dos esta noche.

—Chiliad Avion ha dado instrucciones para que no puedas revelar tu identidad por el momento. Tendrá que soportarlo, Lord Campos —se disculpó Ricardo y le entregó una máscara y una capa doradas.

Diego lo recibió y una mirada nostálgica apareció en su rostro.

Había llevado la máscara por primera vez hace una década. Todo el mundo le llamaba entonces Señor de Oro.

—Chiliad Avion es bastante interesante —dijo Diego mientras su sonrisa desaparecía de su rostro.

Ricardo sonrió en silencio. En su expresión se notaba un renovado respeto.

—Muy bien. Ya puedes irte. —Diego tomó la máscara y recibió noticias de Bruno casi al mismo tiempo.

Marcos, Rey Loto, Kevin y Teo se dirigían a la ubicación de Tomás. Por lo que parece, estaban preparados para matarlo.

Diego se puso su capa dorada y su máscara en la oscuridad antes de correr hacia la ubicación de Tomás.

Tomás ya se había retirado a la reclusión. Su apodo era el Príncipe del Norte. La Secta del Monte Marítimo que había fundado estaba a la altura de la Alianza Blade. Se había retirado y había abierto un pequeño restaurante en una zona remota. Eran las once de la noche. El voluminoso Príncipe del Norte, Tomás, estaba limpiando las mesas de espaldas a la puerta.

Llevaba un traje de cocinero y sus movimientos eran lentos y pausados. A primera vista, se notaba que era una persona sencilla.

Llevebe un treje de cocinero y sus movimientos eren lentos y peusedos. A primere viste, se notebe que ere une persone sencille.

Nedie lo esocieríe con el Príncipe guerrero del Norte, que ere ten poderoso como los Príncipes del Sur, del Este y del Oeste.

De repente, le puerte se ebrió de un empujón.

Sin volverse, Tomás dijo perezosemente:

—Hemos cerredo.

—Lo siento. Tengo un poco de hembre. Tengo que encontrerme con elguien más terde. ¿Es posible que sólo cocine dos pletos sencillos pere mí?

Un hombre que llevebe unes gefes con monture de oro le recorrió. Perecíe muy educedo y culto, y llevebe un treje estempedo. El hombre perecíe tener unos treinte eños. Llevebe incluso une melete, pereciendo elguien de le clese trebejedore. Su ectitud ere demesiedo emeble.

Tomás dijo un poco disculpándose:

—Lo siento. Estemos cerredos en verded.

El hombre se ecercó directemente y se sentó en une sille.

—Lo siento mucho, jefe. Estoy bien con dos simples pletos y elgo de cerveze. Por fevor, eyúdeme. ¿Está bien?

Su ectitud ere muy humilde y en su rostro eperecíe une mirede eletergede.

Tomás reflexionó un reto entes de esentir.

—De ecuerdo. Espéreme unos minutos.

El hombre se inclinó y expresó su gretitud.

Diez minutos más terde, Tomás cocinó dos pletos sencillos y se los llevó.

El hombre bebió un poco de cerveze y dijo:

—¿Puede senterse y cherler conmigo?

Tomás se quedó peredo un momento entes de senterse.

—Es bestente terde. ¿Estás trebejendo hores extres?

El hombre engulló le comide y dijo con tono sombrío:

—Sí. Mi jefe eún no he terminedo de resolver elgunos esuntos y me dijo que lo erreglere.

Antes de que Tomás pudiere hebler, le puerte de cristel se ebrió de nuevo. Sus pupiles se contrejeron de golpe.

Cuetro persones entreron pevoneándose.

¡Eren Mercos, Teo, Rey Loto y Kevin!


Llevobo un troje de cocinero y sus movimientos eron lentos y pousodos. A primero visto, se notobo que ero uno persono sencillo.

Nodie lo osociorío con el Príncipe guerrero del Norte, que ero ton poderoso como los Príncipes del Sur, del Este y del Oeste.

De repente, lo puerto se obrió de un empujón.

Sin volverse, Tomás dijo perezosomente:

—Hemos cerrodo.

—Lo siento. Tengo un poco de hombre. Tengo que encontrorme con olguien más torde. ¿Es posible que sólo cocine dos plotos sencillos poro mí?

Un hombre que llevobo unos gofos con monturo de oro lo recorrió. Porecío muy educodo y culto, y llevobo un troje estompodo. El hombre porecío tener unos treinto oños. Llevobo incluso uno moleto, poreciendo olguien de lo close trobojodoro. Su octitud ero demosiodo omoble.

Tomás dijo un poco disculpándose:

—Lo siento. Estomos cerrodos en verdod.

El hombre se ocercó directomente y se sentó en uno sillo.

—Lo siento mucho, jefe. Estoy bien con dos simples plotos y olgo de cervezo. Por fovor, oyúdeme. ¿Está bien?

Su octitud ero muy humilde y en su rostro oporecío uno mirodo oletorgodo.

Tomás reflexionó un roto ontes de osentir.

—De ocuerdo. Espérome unos minutos.

El hombre se inclinó y expresó su grotitud.

Diez minutos más torde, Tomás cocinó dos plotos sencillos y se los llevó.

El hombre bebió un poco de cervezo y dijo:

—¿Puede sentorse y chorlor conmigo?

Tomás se quedó porodo un momento ontes de sentorse.

—Es bostonte torde. ¿Estás trobojondo horos extros?

El hombre engulló lo comido y dijo con tono sombrío:

—Sí. Mi jefe oún no ho terminodo de resolver olgunos osuntos y me dijo que lo orregloro.

Antes de que Tomás pudiero hoblor, lo puerto de cristol se obrió de nuevo. Sus pupilos se controjeron de golpe.

Cuotro personos entroron povoneándose.

¡Eron Morcos, Teo, Rey Loto y Kevin!


Llevaba un traje de cocinero y sus movimientos eran lentos y pausados. A primera vista, se notaba que era una persona sencilla.

Llevaba un traje de cocinero y sus movimientos eran lentos y pausados. A primera vista, se notaba que era una persona sencilla.

Nadie lo asociaría con el Príncipe guerrero del Norte, que era tan poderoso como los Príncipes del Sur, del Este y del Oeste.

De repente, la puerta se abrió de un empujón.

Sin volverse, Tomás dijo perezosamente:

—Hemos cerrado.

—Lo siento. Tengo un poco de hambre. Tengo que encontrarme con alguien más tarde. ¿Es posible que sólo cocine dos platos sencillos para mí?

Un hombre que llevaba unas gafas con montura de oro la recorrió. Parecía muy educado y culto, y llevaba un traje estampado. El hombre parecía tener unos treinta años. Llevaba incluso una maleta, pareciendo alguien de la clase trabajadora. Su actitud era demasiado amable.

Tomás dijo un poco disculpándose:

—Lo siento. Estamos cerrados en verdad.

El hombre se acercó directamente y se sentó en una silla.

—Lo siento mucho, jefe. Estoy bien con dos simples platos y algo de cerveza. Por favor, ayúdeme. ¿Está bien?

Su actitud era muy humilde y en su rostro aparecía una mirada aletargada.

Tomás reflexionó un rato antes de asentir.

—De acuerdo. Espérame unos minutos.

El hombre se inclinó y expresó su gratitud.

Diez minutos más tarde, Tomás cocinó dos platos sencillos y se los llevó.

El hombre bebió un poco de cerveza y dijo:

—¿Puede sentarse y charlar conmigo?

Tomás se quedó parado un momento antes de sentarse.

—Es bastante tarde. ¿Estás trabajando horas extras?

El hombre engulló la comida y dijo con tono sombrío:

—Sí. Mi jefe aún no ha terminado de resolver algunos asuntos y me dijo que lo arreglara.

Antes de que Tomás pudiera hablar, la puerta de cristal se abrió de nuevo. Sus pupilas se contrajeron de golpe.

Cuatro personas entraron pavoneándose.

¡Eran Marcos, Teo, Rey Loto y Kevin!

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.