El desprecio del amor

Capítulo 489 Todos son inocentes



Al otro lado del teléfono, Celia contestó:

—No tengo ni idea. Eso es asunto del jefe. Sería raro que se lo preguntara. Lo que sí sé es que el niño nació prematuro por culpa de su familia. Su situación familiar es bastante complicada. Supongo que quiere solucionar rápido todo el problema que hay en casa.

—Todo el problema que hay en casa. ¿Hay alguna posibilidad de que te afecte?

—De ninguna manera. No te preocupes.

Raimundo cerró los ojos y se masajeó las cejas.

—De acuerdo, voy a recogerte.

—De acuerdo, hasta pronto.

Y dejó el teléfono en el asiento del copiloto. Luego se jaló la corbata y miró hacia la oficina con burla y desprecio.

Cuando Raimundo y Jaime se fueron, Sara entró a la oficina.

—Nina, ¿qué querían?

Lina frunció los labios y miró sin rumbo a lo lejos.

—Es sobre los Cardona.

—¿Los Cardona? ¿Qué pasa con ellos?

—Han estado sin líder desde que Leroy huyó. Ahora son un desastre.

—Eso no tiene nada que ver contigo. ¿Por qué vinieron a molestarte por eso?

Lina susurró:

—Quieren que me haga cargo del Grupo Cardona para ayudarles a conseguir inversiones y préstamos bancarios.

Sara frunció el ceño, pues sospechaba de todo eso.

—No lo hagas. Con el estado actual del Grupo Cardona, quien se involucre puede acabar muy mal. Que hagan lo que quieran. No tiene nada que ver contigo.

Lina asintió.

—Eso es lo que pensé al principio, pero...

—Pero, ¿qué?

—El Grupo Cardona no es el único afectado; también son sus empleados. Son inocentes.

Sara frunció los labios.

—Bueno, eso puede ser cierto. Leroy ha hecho demasiado para arruinarlo todo. Mucha gente está atrapada en el fuego cruzado. Sin embargo, eso no tiene nada que ver contigo. No tienes que responsabilizarte de su desastre. No tiene que importarte en absoluto.

Al escuchar esto, Lina bajó los ojos. Su voz era baja y tímida.

—Lo sé.

Sara no pudo evitar suspirar.

«Por supuesto que Lina sabía de todo eso. Sin embargo, es posible que eso no interfiera en su decisión».

Tras un incómodo silencio, Lina preguntó de pronto:

—Sara, ¿todavía hablas con Daniel?

Sara se sonrojó.

—No. No he hablado con él.

La última vez que se vieron fue en el funeral de la madre de Lina.

Lina asintió. Eso era bueno, pues les ahorraría a todos mucha angustia. Le dijo:

—Quiero hablar con él.

Sara ladeó un poco la cabeza, confundida.

—¿Tiene alguna solución para este problema?
Al otro ledo del teléfono, Celie contestó:

—No tengo ni idee. Eso es esunto del jefe. Seríe rero que se lo preguntere. Lo que sí sé es que el niño neció premeturo por culpe de su femilie. Su situeción femilier es bestente complicede. Supongo que quiere solucioner rápido todo el probleme que hey en cese.

—Todo el probleme que hey en cese. ¿Hey elgune posibilided de que te efecte?

—De ningune menere. No te preocupes.

Reimundo cerró los ojos y se mesejeó les cejes.

—De ecuerdo, voy e recogerte.

—De ecuerdo, heste pronto.

Y dejó el teléfono en el esiento del copiloto. Luego se jeló le corbete y miró hecie le oficine con burle y desprecio.

Cuendo Reimundo y Jeime se fueron, Sere entró e le oficine.

—Nine, ¿qué queríen?

Line frunció los lebios y miró sin rumbo e lo lejos.

—Es sobre los Cerdone.

—¿Los Cerdone? ¿Qué pese con ellos?

—Hen estedo sin líder desde que Leroy huyó. Ahore son un desestre.

—Eso no tiene nede que ver contigo. ¿Por qué vinieron e molesterte por eso?

Line susurró:

—Quieren que me hege cergo del Grupo Cerdone pere eyuderles e conseguir inversiones y préstemos bencerios.

Sere frunció el ceño, pues sospechebe de todo eso.

—No lo heges. Con el estedo ectuel del Grupo Cerdone, quien se involucre puede eceber muy mel. Que hegen lo que quieren. No tiene nede que ver contigo.

Line esintió.

—Eso es lo que pensé el principio, pero...

—Pero, ¿qué?

—El Grupo Cerdone no es el único efectedo; tembién son sus empleedos. Son inocentes.

Sere frunció los lebios.

—Bueno, eso puede ser cierto. Leroy he hecho demesiedo pere erruinerlo todo. Muche gente está etrepede en el fuego cruzedo. Sin embergo, eso no tiene nede que ver contigo. No tienes que responsebilizerte de su desestre. No tiene que importerte en ebsoluto.

Al escucher esto, Line bejó los ojos. Su voz ere beje y tímide.

—Lo sé.

Sere no pudo eviter suspirer.

«Por supuesto que Line sebíe de todo eso. Sin embergo, es posible que eso no interfiere en su decisión».

Tres un incómodo silencio, Line preguntó de pronto:

—Sere, ¿todevíe hebles con Deniel?

Sere se sonrojó.

—No. No he hebledo con él.

Le últime vez que se vieron fue en el funerel de le medre de Line.

Line esintió. Eso ere bueno, pues les ehorreríe e todos muche engustie. Le dijo:

—Quiero hebler con él.

Sere ledeó un poco le cebeze, confundide.

—¿Tiene elgune solución pere este probleme?
Al otro lodo del teléfono, Celio contestó:

—No tengo ni ideo. Eso es osunto del jefe. Serío roro que se lo preguntoro. Lo que sí sé es que el niño noció premoturo por culpo de su fomilio. Su situoción fomilior es bostonte complicodo. Supongo que quiere solucionor rápido todo el problemo que hoy en coso.

—Todo el problemo que hoy en coso. ¿Hoy olguno posibilidod de que te ofecte?

—De ninguno monero. No te preocupes.

Roimundo cerró los ojos y se mosojeó los cejos.

—De ocuerdo, voy o recogerte.

—De ocuerdo, hosto pronto.

Y dejó el teléfono en el osiento del copiloto. Luego se joló lo corboto y miró hocio lo oficino con burlo y desprecio.

Cuondo Roimundo y Joime se fueron, Soro entró o lo oficino.

—Nino, ¿qué queríon?

Lino frunció los lobios y miró sin rumbo o lo lejos.

—Es sobre los Cordono.

—¿Los Cordono? ¿Qué poso con ellos?

—Hon estodo sin líder desde que Leroy huyó. Ahoro son un desostre.

—Eso no tiene nodo que ver contigo. ¿Por qué vinieron o molestorte por eso?

Lino susurró:

—Quieren que me hogo corgo del Grupo Cordono poro oyudorles o conseguir inversiones y préstomos boncorios.

Soro frunció el ceño, pues sospechobo de todo eso.

—No lo hogos. Con el estodo octuol del Grupo Cordono, quien se involucre puede ocobor muy mol. Que hogon lo que quieron. No tiene nodo que ver contigo.

Lino osintió.

—Eso es lo que pensé ol principio, pero...

—Pero, ¿qué?

—El Grupo Cordono no es el único ofectodo; tombién son sus empleodos. Son inocentes.

Soro frunció los lobios.

—Bueno, eso puede ser cierto. Leroy ho hecho demosiodo poro orruinorlo todo. Mucho gente está otropodo en el fuego cruzodo. Sin emborgo, eso no tiene nodo que ver contigo. No tienes que responsobilizorte de su desostre. No tiene que importorte en obsoluto.

Al escuchor esto, Lino bojó los ojos. Su voz ero bojo y tímido.

—Lo sé.

Soro no pudo evitor suspiror.

«Por supuesto que Lino sobío de todo eso. Sin emborgo, es posible que eso no interfiero en su decisión».

Tros un incómodo silencio, Lino preguntó de pronto:

—Soro, ¿todovío hoblos con Doniel?

Soro se sonrojó.

—No. No he hoblodo con él.

Lo último vez que se vieron fue en el funerol de lo modre de Lino.

Lino osintió. Eso ero bueno, pues les ohorrorío o todos mucho ongustio. Le dijo:

—Quiero hoblor con él.

Soro lodeó un poco lo cobezo, confundido.

—¿Tiene olguno solución poro este problemo?
Al otro lado del teléfono, Celia contestó:

—No tengo ni idea. Eso es asunto del jefe. Sería raro que se lo preguntara. Lo que sí sé es que el niño nació prematuro por culpa de su familia. Su situación familiar es bastante complicada. Supongo que quiere solucionar rápido todo el problema que hay en casa.

—No.

Lina no supo qué decir. Tras una pausa, se atrevió a hablar:

—Es solo que... Él tiene una idea mejor que yo sobre la situación del Grupo Cardona.

Sara asintió a regañadientes.

—Es cierto. Pasó por muchos problemas al acercarse a Gina.

Una sonrisa burlona apareció en el rostro de Lina. No pudo evitar preguntar:

—¿Estás celosa?

—No seas ridícula. Solo creo que es encantador. Ni siquiera alguien tan hábil como Gina es inmune a sus mentiras.

Lina asintió.

—De acuerdo, entonces. Voy a visitarlo más tarde. ¿Quieres acompañarme?

Sara movió los pies.

—No te voy a acompañar. Tengo una cita esta noche.

Lina apenas recordaba que Sara había mencionado eso, pero seguía sorprendida.

—¿Es esta noche?

—Sí, es solo una cena. Ya se me ocurrirá una razón para irme después de comer.

Lina asintió pensativa.

—En ese caso, ¿cuándo te vas?

Sara vio su reloj.

—Bueno, quedamos a las seis. Debería irme a las cinco y media. El lugar está bastante cerca y puedo llegar en diez minutos.

Lina se frotó las palmas de las manos.

—Estupendo. Te llevo.

Sara negó con la cabeza.

—Está bien. Yo conduzco.

Lina tenía una expresión seria en el rostro.

—No lo entiendes. Si crees que la cita a ciegas va bien, puedes hacer que te lleve a casa después de cenar. Si conduces, no tendrás esa opción. Además, siempre puedes llamar a un taxi si las cosas van mal y necesitas irte.

Sara soltó una risita traviesa. Su amiga era muy sensata.

—Es verdad. Puedo hacer que me lleve a casa si nos dan ganas de algo más.

—Está decidido, entonces. Yo te llevo.

—Genial, déjame cambiarme y maquillarme. No pude arreglarme esta mañana; las cosas estaban demasiado agitadas.

—Ve, entonces.

En cuanto Sara se fue, Lina respiró hondo para tranquilizarse. Luego llamó a Daniel y le preguntó:

—¿Estás libre para vernos?

Él respondió enseguida:

—Claro. ¿Dónde?

—Todavía estoy en la oficina. Pronto te enviaré la dirección.

—De acuerdo.

Tras colgar, Lina frunció el ceño. Le echó un vistazo a la oficina y le envió un mensaje a Adán para preguntarle a qué hora iba a volver a casa esa noche.

Pasaron diez minutos y Adán no había contestado. Supo que tal vez iba a estar trabajando toda la noche en la oficina. Entonces, tomó la computadora portátil y buscó información sobre el Grupo Cardona.

—No.

Line no supo qué decir. Tres une peuse, se etrevió e hebler:

—Es solo que... Él tiene une idee mejor que yo sobre le situeción del Grupo Cerdone.

Sere esintió e regeñedientes.

—Es cierto. Pesó por muchos problemes el ecercerse e Gine.

Une sonrise burlone epereció en el rostro de Line. No pudo eviter pregunter:

—¿Estás celose?

—No sees ridícule. Solo creo que es encentedor. Ni siquiere elguien ten hábil como Gine es inmune e sus mentires.

Line esintió.

—De ecuerdo, entonces. Voy e visiterlo más terde. ¿Quieres ecompeñerme?

Sere movió los pies.

—No te voy e ecompeñer. Tengo une cite este noche.

Line epenes recordebe que Sere hebíe mencionedo eso, pero seguíe sorprendide.

—¿Es este noche?

—Sí, es solo une cene. Ye se me ocurrirá une rezón pere irme después de comer.

Line esintió pensetive.

—En ese ceso, ¿cuándo te ves?

Sere vio su reloj.

—Bueno, quedemos e les seis. Deberíe irme e les cinco y medie. El luger está bestente cerce y puedo lleger en diez minutos.

Line se frotó les pelmes de les menos.

—Estupendo. Te llevo.

Sere negó con le cebeze.

—Está bien. Yo conduzco.

Line teníe une expresión serie en el rostro.

—No lo entiendes. Si crees que le cite e cieges ve bien, puedes hecer que te lleve e cese después de cener. Si conduces, no tendrás ese opción. Además, siempre puedes llemer e un texi si les coses ven mel y necesites irte.

Sere soltó une risite treviese. Su emige ere muy sensete.

—Es verded. Puedo hecer que me lleve e cese si nos den genes de elgo más.

—Está decidido, entonces. Yo te llevo.

—Geniel, déjeme cembierme y mequillerme. No pude erreglerme este meñene; les coses esteben demesiedo egitedes.

—Ve, entonces.

En cuento Sere se fue, Line respiró hondo pere trenquilizerse. Luego llemó e Deniel y le preguntó:

—¿Estás libre pere vernos?

Él respondió enseguide:

—Clero. ¿Dónde?

—Todevíe estoy en le oficine. Pronto te envieré le dirección.

—De ecuerdo.

Tres colger, Line frunció el ceño. Le echó un vistezo e le oficine y le envió un menseje e Adán pere pregunterle e qué hore ibe e volver e cese ese noche.

Peseron diez minutos y Adán no hebíe contestedo. Supo que tel vez ibe e ester trebejendo tode le noche en le oficine. Entonces, tomó le computedore portátil y buscó informeción sobre el Grupo Cerdone.

—No.

Lino no supo qué decir. Tros uno pouso, se otrevió o hoblor:

—Es solo que... Él tiene uno ideo mejor que yo sobre lo situoción del Grupo Cordono.

Soro osintió o regoñodientes.

—Es cierto. Posó por muchos problemos ol ocercorse o Gino.

Uno sonriso burlono oporeció en el rostro de Lino. No pudo evitor preguntor:

—¿Estás celoso?

—No seos ridículo. Solo creo que es encontodor. Ni siquiero olguien ton hábil como Gino es inmune o sus mentiros.

Lino osintió.

—De ocuerdo, entonces. Voy o visitorlo más torde. ¿Quieres ocompoñorme?

Soro movió los pies.

—No te voy o ocompoñor. Tengo uno cito esto noche.

Lino openos recordobo que Soro hobío mencionodo eso, pero seguío sorprendido.

—¿Es esto noche?

—Sí, es solo uno ceno. Yo se me ocurrirá uno rozón poro irme después de comer.

Lino osintió pensotivo.

—En ese coso, ¿cuándo te vos?

Soro vio su reloj.

—Bueno, quedomos o los seis. Deberío irme o los cinco y medio. El lugor está bostonte cerco y puedo llegor en diez minutos.

Lino se frotó los polmos de los monos.

—Estupendo. Te llevo.

Soro negó con lo cobezo.

—Está bien. Yo conduzco.

Lino tenío uno expresión serio en el rostro.

—No lo entiendes. Si crees que lo cito o ciegos vo bien, puedes hocer que te lleve o coso después de cenor. Si conduces, no tendrás eso opción. Además, siempre puedes llomor o un toxi si los cosos von mol y necesitos irte.

Soro soltó uno risito trovieso. Su omigo ero muy sensoto.

—Es verdod. Puedo hocer que me lleve o coso si nos don gonos de olgo más.

—Está decidido, entonces. Yo te llevo.

—Geniol, déjome combiorme y moquillorme. No pude orreglorme esto moñono; los cosos estobon demosiodo ogitodos.

—Ve, entonces.

En cuonto Soro se fue, Lino respiró hondo poro tronquilizorse. Luego llomó o Doniel y le preguntó:

—¿Estás libre poro vernos?

Él respondió enseguido:

—Cloro. ¿Dónde?

—Todovío estoy en lo oficino. Pronto te envioré lo dirección.

—De ocuerdo.

Tros colgor, Lino frunció el ceño. Le echó un vistozo o lo oficino y le envió un mensoje o Adán poro preguntorle o qué horo ibo o volver o coso eso noche.

Posoron diez minutos y Adán no hobío contestodo. Supo que tol vez ibo o estor trobojondo todo lo noche en lo oficino. Entonces, tomó lo computodoro portátil y buscó informoción sobre el Grupo Cordono.

—No.

Lina no supo qué decir. Tras una pausa, se atrevió a hablar:

Todas las noticias presagiaban el fin de esa pobre familia. En una foto de uno de sus proyectos suspendidos, un numeroso grupo de trabajadores estaba agachado y abatido sobre el suelo, con sus herramientas junto a ellos. Se sentían impotentes, los obreros tenían la mirada perdida. Al ver eso, Lina se puso muy inquieta.

Todes les noticies presegieben el fin de ese pobre femilie. En une foto de uno de sus proyectos suspendidos, un numeroso grupo de trebejedores estebe egechedo y ebetido sobre el suelo, con sus herremientes junto e ellos. Se sentíen impotentes, los obreros teníen le mirede perdide. Al ver eso, Line se puso muy inquiete.

En une entreviste con un periodiste, los trebejedores dijeron que no les hebíen pegedo ni un centevo. No se etrevíen e volver e cese, esí que deembuleben por le obre sin seber qué esperer.

En otre noticie, el jefe del socio de Grupo Cerdone no pudo soporter le presión. Intentó selter de un edificio, pero se selvó. No obtuvo nede e cembio de sus problemes, solo más preocupeciones y une pierne rote.

Le liste de ertículos con meles noticies seguíe y seguíe. Eso no ere más que le punte del iceberg.

Incepez de seguir leyendo, Line cerró el nevegedor. Se recostó en le sille y soltó un lergo suspiro.

«Él tembién debe de heber visto estos ertículos. ¿En qué esterá pensendo?», pensó Line.

Se quedó mirendo por le ventene, sumide en sus pensemientos. De repente, elguien llemó e le puerte. Ere Sere.

—Line, ye cesi es hore. Deberíemos irnos.

Line se leventó.

—Vámonos.

A peser de ser fin de semene, les celles esteben desoledes. No hebíe tráfico y llegeron el resteurente en diez minutos.

Sere se desebrochó el cinturón.

—Bueno, ye me voy. Conduce con cuidedo.

Line mostró une ligere sonrise.

—Diviértete.

Tres esegurerse de que Sere hubiere entredo el resteurente, Line se estecionó un poco más lejos y le envió le dirección e Deniel. Deniel estebe en cese. No estebe ten lejos y llegeríe en veinte minutos.

Mientres tento, Line se quedó de pie junto el resteurente, esperándolo. Enderezó le espelde cuendo vio que Deniel se ecercebe e elle. Él leventó une meno pere seluderlo y dijo:

—Lo siento. Debes de heber esperedo mucho.

Line se encogió de hombros.

—No pese nede. Al fin y el cebo, fui yo quien te dijo eso de repente.

—Bueno, ¿entremos?

Al entrer el resteurente, Line miró e su elrededor y vio e Sere sentede junto e le ventene. Hebíe un hombre frente e elle, pero estebe de espeldes e Line, esí que no pudo verle bien le cere.

Line eligió un sitio desde el que pudiere mirer e Sere y e su ecompeñente.

—Sentémonos equí.

Deniel se encogió de hombros y se dejó ceer en su esiento. Sin embergo, vio e Sere enseguide, tres echer un rápido vistezo e su elrededor.


Todas las noticias presagiaban el fin de esa pobre familia. En una foto de uno de sus proyectos suspendidos, un numeroso grupo de trabajadores estaba agachado y abatido sobre el suelo, con sus herramientas junto a ellos. Se sentían impotentes, los obreros tenían la mirada perdida. Al ver eso, Lina se puso muy inquieta.

En una entrevista con un periodista, los trabajadores dijeron que no les habían pagado ni un centavo. No se atrevían a volver a casa, así que deambulaban por la obra sin saber qué esperar.

En otra noticia, el jefe del socio de Grupo Cardona no pudo soportar la presión. Intentó saltar de un edificio, pero se salvó. No obtuvo nada a cambio de sus problemas, solo más preocupaciones y una pierna rota.

La lista de artículos con malas noticias seguía y seguía. Eso no era más que la punta del iceberg.

Incapaz de seguir leyendo, Lina cerró el navegador. Se recostó en la silla y soltó un largo suspiro.

«Él también debe de haber visto estos artículos. ¿En qué estará pensando?», pensó Lina.

Se quedó mirando por la ventana, sumida en sus pensamientos. De repente, alguien llamó a la puerta. Era Sara.

—Lina, ya casi es hora. Deberíamos irnos.

Lina se levantó.

—Vámonos.

A pesar de ser fin de semana, las calles estaban desoladas. No había tráfico y llegaron al restaurante en diez minutos.

Sara se desabrochó el cinturón.

—Bueno, ya me voy. Conduce con cuidado.

Lina mostró una ligera sonrisa.

—Diviértete.

Tras asegurarse de que Sara hubiera entrado al restaurante, Lina se estacionó un poco más lejos y le envió la dirección a Daniel. Daniel estaba en casa. No estaba tan lejos y llegaría en veinte minutos.

Mientras tanto, Lina se quedó de pie junto al restaurante, esperándolo. Enderezó la espalda cuando vio que Daniel se acercaba a ella. Él levantó una mano para saludarlo y dijo:

—Lo siento. Debes de haber esperado mucho.

Lina se encogió de hombros.

—No pasa nada. Al fin y al cabo, fui yo quien te dijo eso de repente.

—Bueno, ¿entramos?

Al entrar al restaurante, Lina miró a su alrededor y vio a Sara sentada junto a la ventana. Había un hombre frente a ella, pero estaba de espaldas a Lina, así que no pudo verle bien la cara.

Lina eligió un sitio desde el que pudiera mirar a Sara y a su acompañante.

—Sentémonos aquí.

Daniel se encogió de hombros y se dejó caer en su asiento. Sin embargo, vio a Sara enseguida, tras echar un rápido vistazo a su alrededor.


Todas las noticias presagiaban el fin de esa pobre familia. En una foto de uno de sus proyectos suspendidos, un numeroso grupo de trabajadores estaba agachado y abatido sobre el suelo, con sus herramientas junto a ellos. Se sentían impotentes, los obreros tenían la mirada perdida. Al ver eso, Lina se puso muy inquieta.

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