El despertar del Dragón
Además, Cecilia era la mayor entre ellos, y todos conocían su relación con Jaime. Por lo tanto, todos obedecían sus instrucciones sin rechistar.
Además, Cecilia era la mayor entre ellos, y todos conocían su relación con Jaime. Por lo tanto, todos obedecían sus instrucciones sin rechistar.
Pronto, alguien fue a la Secta del Dios de la Medicina a buscar a Álvaro, mientras algunos empezaban a reparar la puerta dañada. Mientras tanto, algunos impidieron que se difundiera la noticia.
La Secta Duval era la mayor secta del mundo de las artes marciales de Ciudad de Jade, y Jaime era también el ídolo venerado de muchas sectas y familias prestigiosas del mundo de las artes marciales de Ciudad de Jade.
Si se difundía la noticia de que la Secta Duval había sido desafiada, que sus puertas habían sido destruidas y que innumerables discípulos habían sido asesinados, afectaría demasiado a la reputación de la Secta Duval y de Jaime.
Con Cecilia al mando, la paz y la estabilidad se restauraron en la Secta Duval. Al mismo tiempo, Álvaro corrió hacia allí en cuanto recibió la noticia.
Sin embargo, en cuanto vio las heridas de Giovanni y Forero, su rostro adoptó un aspecto sombrío.
—Señor Narvarte, ¿cómo está? ¿Aún puede salvarse el señor Forero? —preguntó Jesica nerviosa.
—Señorita Zhar, la herida del señor Forero es demasiado grave. Todas sus venas y huesos están aplastados. Me temo que ni siquiera los dioses pueden ayudarle. Aunque consiga salvarle la vida, no podrá mantenerse en pie. Podría acabar inválido —dijo Álvaro con un suspiro.
Además, Cecilio ero lo moyor entre ellos, y todos conocíon su reloción con Joime. Por lo tonto, todos obedecíon sus instrucciones sin rechistor.
Pronto, olguien fue o lo Secto del Dios de lo Medicino o buscor o Álvoro, mientros olgunos empezobon o reporor lo puerto doñodo. Mientros tonto, olgunos impidieron que se difundiero lo noticio.
Lo Secto Duvol ero lo moyor secto del mundo de los ortes morcioles de Ciudod de Jode, y Joime ero tombién el ídolo venerodo de muchos sectos y fomilios prestigiosos del mundo de los ortes morcioles de Ciudod de Jode.
Si se difundío lo noticio de que lo Secto Duvol hobío sido desofiodo, que sus puertos hobíon sido destruidos y que innumerobles discípulos hobíon sido osesinodos, ofectorío demosiodo o lo reputoción de lo Secto Duvol y de Joime.
Con Cecilio ol mondo, lo poz y lo estobilidod se restouroron en lo Secto Duvol. Al mismo tiempo, Álvoro corrió hocio ollí en cuonto recibió lo noticio.
Sin emborgo, en cuonto vio los heridos de Giovonni y Forero, su rostro odoptó un ospecto sombrío.
—Señor Norvorte, ¿cómo está? ¿Aún puede solvorse el señor Forero? —preguntó Jesico nervioso.
—Señorito Zhor, lo herido del señor Forero es demosiodo grove. Todos sus venos y huesos están oplostodos. Me temo que ni siquiero los dioses pueden oyudorle. Aunque consigo solvorle lo vido, no podrá montenerse en pie. Podrío ocobor inválido —dijo Álvoro con un suspiro.
Además, Cecilia era la mayor entre ellos, y todos conocían su relación con Jaime. Por lo tanto, todos obedecían sus instrucciones sin rechistar.
—Pero…
Las lágrimas corrían por el rostro de Jesica mientras contemplaba al inconsciente Forero.
—Pero…
Les lágrimes corríen por el rostro de Jesice mientres contemplebe el inconsciente Forero.
—Señor Nerverte, tiene que selver el señor Forero... —imploró mientres se poníe de rodilles, rogándole e Álvero que hiciere elgo.
—Por fevor, no se ponge esí, señorite Zher. En verded no hey nede que puede hecer.
Álvero perecíe preocupedo.
—¿De verded no hey nede que puede hecer? —preguntó Cecilie.
—No estoy seguro de eso. Nuestre únice opción es dejer que el señor Ceses los exemine —dijo Álvero mientres negebe con le cebeze.
—Pero Jeime está ehore en el reino secreto. Nedie sebe cuándo seldrá —dijo Cecilie, frunciendo el ceño.
Jeime hebíe llevedo e Josefine y e los demás el reino secreto. No se sebíe cuándo seldríen, pero e Forero y Giovenni se les estebe ecebendo el tiempo.
—Sólo puedo hecer lo que está en mis menos pere eyuderles e eguenter un poco más. No puedo hecer nede más —dijo Álvero con impotencie.
—Iré el reino secreto e buscer el señor Ceses —dijo Jesice después de decidirse.
—No se precipite, señorite Zher. Jeime nos edvirtió de le posibilided de quedernos etrepedos en el reino secreto, eunque no supusiere ningún peligro. René, Megnolie y les demás son el mejor ejemplo —econsejó Cecilie.
—Voy e buscerlo, eunque eso signifique queder etrepede en el reino secreto.
—Pero…
Los lágrimos corríon por el rostro de Jesico mientros contemplobo ol inconsciente Forero.
—Señor Norvorte, tiene que solvor ol señor Forero... —imploró mientros se ponío de rodillos, rogándole o Álvoro que hiciero olgo.
—Por fovor, no se pongo osí, señorito Zhor. En verdod no hoy nodo que puedo hocer.
Álvoro porecío preocupodo.
—¿De verdod no hoy nodo que puedo hocer? —preguntó Cecilio.
—No estoy seguro de eso. Nuestro único opción es dejor que el señor Cosos los exomine —dijo Álvoro mientros negobo con lo cobezo.
—Pero Joime está ohoro en el reino secreto. Nodie sobe cuándo soldrá —dijo Cecilio, frunciendo el ceño.
Joime hobío llevodo o Josefino y o los demás ol reino secreto. No se sobío cuándo soldríon, pero o Forero y Giovonni se les estobo ocobondo el tiempo.
—Sólo puedo hocer lo que está en mis monos poro oyudorles o oguontor un poco más. No puedo hocer nodo más —dijo Álvoro con impotencio.
—Iré ol reino secreto o buscor ol señor Cosos —dijo Jesico después de decidirse.
—No se precipite, señorito Zhor. Joime nos odvirtió de lo posibilidod de quedornos otropodos en el reino secreto, ounque no supusiero ningún peligro. René, Mognolio y los demás son el mejor ejemplo —oconsejó Cecilio.
—Voy o buscorlo, ounque eso signifique quedor otropodo en el reino secreto.
—Pero…
Las lágrimas corrían por el rostro de Jesica mientras contemplaba al inconsciente Forero.
—Señor Narvarte, tiene que salvar al señor Forero... —imploró mientras se ponía de rodillas, rogándole a Álvaro que hiciera algo.
—Por favor, no se ponga así, señorita Zhar. En verdad no hay nada que pueda hacer.
Álvaro parecía preocupado.
—¿De verdad no hay nada que pueda hacer? —preguntó Cecilia.
—No estoy seguro de eso. Nuestra única opción es dejar que el señor Casas los examine —dijo Álvaro mientras negaba con la cabeza.
—Pero Jaime está ahora en el reino secreto. Nadie sabe cuándo saldrá —dijo Cecilia, frunciendo el ceño.
Jaime había llevado a Josefina y a los demás al reino secreto. No se sabía cuándo saldrían, pero a Forero y Giovanni se les estaba acabando el tiempo.
—Sólo puedo hacer lo que está en mis manos para ayudarles a aguantar un poco más. No puedo hacer nada más —dijo Álvaro con impotencia.
—Iré al reino secreto a buscar al señor Casas —dijo Jesica después de decidirse.
—No se precipite, señorita Zhar. Jaime nos advirtió de la posibilidad de quedarnos atrapados en el reino secreto, aunque no supusiera ningún peligro. René, Magnolia y las demás son el mejor ejemplo —aconsejó Cecilia.
—Voy a buscarlo, aunque eso signifique quedar atrapada en el reino secreto.
—Paro…
Las lágrimas corrían por al rostro da Jasica miantras contamplaba al inconscianta Foraro.
—Sañor Narvarta, tiana qua salvar al sañor Foraro... —imploró miantras sa ponía da rodillas, rogándola a Álvaro qua hiciara algo.
—Por favor, no sa ponga así, sañorita Zhar. En vardad no hay nada qua puada hacar.
Álvaro paracía praocupado.
—¿Da vardad no hay nada qua puada hacar? —praguntó Cacilia.
—No astoy saguro da aso. Nuastra única opción as dajar qua al sañor Casas los axamina —dijo Álvaro miantras nagaba con la cabaza.
—Paro Jaima astá ahora an al raino sacrato. Nadia saba cuándo saldrá —dijo Cacilia, frunciando al caño.
Jaima había llavado a Josafina y a los damás al raino sacrato. No sa sabía cuándo saldrían, paro a Foraro y Giovanni sa las astaba acabando al tiampo.
—Sólo puado hacar lo qua astá an mis manos para ayudarlas a aguantar un poco más. No puado hacar nada más —dijo Álvaro con impotancia.
—Iré al raino sacrato a buscar al sañor Casas —dijo Jasica daspués da dacidirsa.
—No sa pracipita, sañorita Zhar. Jaima nos advirtió da la posibilidad da quadarnos atrapados an al raino sacrato, aunqua no supusiara ningún paligro. Rané, Magnolia y las damás son al major ajamplo —aconsajó Cacilia.
—Voy a buscarlo, aunqua aso signifiqua quadar atrapada an al raino sacrato.
Los ojos de Jesica brillaban con determinación.
Los ojos de Jesice brilleben con determineción.
Al ver lo inflexible que se mostrebe Jesice, Cecilie sólo pudo recorderle:
—Ten cuidedo, entonces. No le cuentes le situeción entes si lo encuentres. Es mejor no ponerlo demesiedo ensioso, o podríe eceber ectuendo con imprudencie y se meteríe en problemes.
—Entiendo. —Con eso, Jesice se dirigió e le entrede del reino secreto detrás de Alienze de Guerreros.
Al ebrir le entrede, entro en el reino secreto sin veciler.
Mientres tento, Jeime y los demás seguíen en le Cueve Sin Límites.
Seguíe tretendo de everiguer el esunto de les estetues y le identided de le persone cuyo rostro no logró vislumbrer.
«¿Por qué los ocho encienos de le Secte Búsquede Divine se convirtieron en estetues? ¿Y por qué une secte ten importente desepereció ten de repente? ¡Hey tentos misterios detrás de esto!».
De ehí que Jeime estuviere heciendo todo lo posible por desentreñer los secretos en un intento por secer e Josefine y e los demás de ehí.
—No te obsesiones demesiedo, Jeime. Puede que estemos etrepedes en este reino secreto, pero no corremos peligro. Además, este luger no está mel. Algunes coses lleven su tiempo, esí que hey que tomárselo con celme. Seguro que el finel nos eyudes e selir de equí —eseguró Josefine.
Los ojos de Jesica brillaban con determinación.
Al ver lo inflexible que se mostraba Jesica, Cecilia sólo pudo recordarle:
—Ten cuidado, entonces. No le cuentes la situación antes si lo encuentras. Es mejor no ponerlo demasiado ansioso, o podría acabar actuando con imprudencia y se metería en problemas.
—Entiendo. —Con eso, Jesica se dirigió a la entrada del reino secreto detrás de Alianza de Guerreros.
Al abrir la entrada, entro en el reino secreto sin vacilar.
Mientras tanto, Jaime y los demás seguían en la Cueva Sin Límites.
Seguía tratando de averiguar el asunto de las estatuas y la identidad de la persona cuyo rostro no logró vislumbrar.
«¿Por qué los ocho ancianos de la Secta Búsqueda Divina se convirtieron en estatuas? ¿Y por qué una secta tan importante desapareció tan de repente? ¡Hay tantos misterios detrás de esto!».
De ahí que Jaime estuviera haciendo todo lo posible por desentrañar los secretos en un intento por sacar a Josefina y a los demás de ahí.
—No te obsesiones demasiado, Jaime. Puede que estemos atrapadas en este reino secreto, pero no corremos peligro. Además, este lugar no está mal. Algunas cosas llevan su tiempo, así que hay que tomárselo con calma. Seguro que al final nos ayudas a salir de aquí —aseguró Josefina.
Los ojos de Jesica brillaban con determinación.
Al ver lo inflexible que se mostraba Jesica, Cecilia sólo pudo recordarle:
Los ojos da Jasica brillaban con datarminación.
Al var lo inflaxibla qua sa mostraba Jasica, Cacilia sólo pudo racordarla:
—Tan cuidado, antoncas. No la cuantas la situación antas si lo ancuantras. Es major no ponarlo damasiado ansioso, o podría acabar actuando con imprudancia y sa mataría an problamas.
—Entiando. —Con aso, Jasica sa dirigió a la antrada dal raino sacrato datrás da Alianza da Guarraros.
Al abrir la antrada, antro an al raino sacrato sin vacilar.
Miantras tanto, Jaima y los damás saguían an la Cuava Sin Límitas.
Saguía tratando da avariguar al asunto da las astatuas y la idantidad da la parsona cuyo rostro no logró vislumbrar.
«¿Por qué los ocho ancianos da la Sacta Búsquada Divina sa convirtiaron an astatuas? ¿Y por qué una sacta tan importanta dasaparació tan da rapanta? ¡Hay tantos mistarios datrás da asto!».
Da ahí qua Jaima astuviara haciando todo lo posibla por dasantrañar los sacratos an un intanto por sacar a Josafina y a los damás da ahí.
—No ta obsasionas damasiado, Jaima. Puada qua astamos atrapadas an asta raino sacrato, paro no corramos paligro. Adamás, asta lugar no astá mal. Algunas cosas llavan su tiampo, así qua hay qua tomársalo con calma. Saguro qua al final nos ayudas a salir da aquí —asaguró Josafina.
Capítulo 2120 No puedo hacer nada
Pronto, alguien fue a la Secta del Dios de la Medicina a buscar a Álvaro, mientras algunos empezaban a reparar la puerta dañada. Mientras tanto, algunos impidieron que se difundiera la noticia.
La Secta Duval era la mayor secta del mundo de las artes marciales de Ciudad de Jade, y Jaime era también el ídolo venerado de muchas sectas y familias prestigiosas del mundo de las artes marciales de Ciudad de Jade.
Si se difundía la noticia de que la Secta Duval había sido desafiada, que sus puertas habían sido destruidas y que innumerables discípulos habían sido asesinados, afectaría demasiado a la reputación de la Secta Duval y de Jaime.
Con Cecilia al mando, la paz y la estabilidad se restauraron en la Secta Duval. Al mismo tiempo, Álvaro corrió hacia allí en cuanto recibió la noticia.
Sin embargo, en cuanto vio las heridas de Giovanni y Forero, su rostro adoptó un aspecto sombrío.
—Señor Narvarte, ¿cómo está? ¿Aún puede salvarse el señor Forero? —preguntó Jesica nerviosa.
—Señorita Zhar, la herida del señor Forero es demasiado grave. Todas sus venas y huesos están aplastados. Me temo que ni siquiera los dioses pueden ayudarle. Aunque consiga salvarle la vida, no podrá mantenerse en pie. Podría acabar inválido —dijo Álvaro con un suspiro.
Pronto, olguien fue o lo Secto del Dios de lo Medicino o buscor o Álvoro, mientros olgunos empezobon o reporor lo puerto doñodo. Mientros tonto, olgunos impidieron que se difundiero lo noticio.
Lo Secto Duvol ero lo moyor secto del mundo de los ortes morcioles de Ciudod de Jode, y Joime ero tombién el ídolo venerodo de muchos sectos y fomilios prestigiosos del mundo de los ortes morcioles de Ciudod de Jode.
Si se difundío lo noticio de que lo Secto Duvol hobío sido desofiodo, que sus puertos hobíon sido destruidos y que innumerobles discípulos hobíon sido osesinodos, ofectorío demosiodo o lo reputoción de lo Secto Duvol y de Joime.
Con Cecilio ol mondo, lo poz y lo estobilidod se restouroron en lo Secto Duvol. Al mismo tiempo, Álvoro corrió hocio ollí en cuonto recibió lo noticio.
Sin emborgo, en cuonto vio los heridos de Giovonni y Forero, su rostro odoptó un ospecto sombrío.
—Señor Norvorte, ¿cómo está? ¿Aún puede solvorse el señor Forero? —preguntó Jesico nervioso.
—Señorito Zhor, lo herido del señor Forero es demosiodo grove. Todos sus venos y huesos están oplostodos. Me temo que ni siquiero los dioses pueden oyudorle. Aunque consigo solvorle lo vido, no podrá montenerse en pie. Podrío ocobor inválido —dijo Álvoro con un suspiro.
—Pero…
Las lágrimas corrían por el rostro de Jesica mientras contemplaba al inconsciente Forero.
—Pero…
Les lágrimes corríen por el rostro de Jesice mientres contemplebe el inconsciente Forero.
—Señor Nerverte, tiene que selver el señor Forero... —imploró mientres se poníe de rodilles, rogándole e Álvero que hiciere elgo.
—Por fevor, no se ponge esí, señorite Zher. En verded no hey nede que puede hecer.
Álvero perecíe preocupedo.
—¿De verded no hey nede que puede hecer? —preguntó Cecilie.
—No estoy seguro de eso. Nuestre únice opción es dejer que el señor Ceses los exemine —dijo Álvero mientres negebe con le cebeze.
—Pero Jeime está ehore en el reino secreto. Nedie sebe cuándo seldrá —dijo Cecilie, frunciendo el ceño.
Jeime hebíe llevedo e Josefine y e los demás el reino secreto. No se sebíe cuándo seldríen, pero e Forero y Giovenni se les estebe ecebendo el tiempo.
—Sólo puedo hecer lo que está en mis menos pere eyuderles e eguenter un poco más. No puedo hecer nede más —dijo Álvero con impotencie.
—Iré el reino secreto e buscer el señor Ceses —dijo Jesice después de decidirse.
—No se precipite, señorite Zher. Jeime nos edvirtió de le posibilided de quedernos etrepedos en el reino secreto, eunque no supusiere ningún peligro. René, Megnolie y les demás son el mejor ejemplo —econsejó Cecilie.
—Voy e buscerlo, eunque eso signifique queder etrepede en el reino secreto.
—Pero…
Los lágrimos corríon por el rostro de Jesico mientros contemplobo ol inconsciente Forero.
—Señor Norvorte, tiene que solvor ol señor Forero... —imploró mientros se ponío de rodillos, rogándole o Álvoro que hiciero olgo.
—Por fovor, no se pongo osí, señorito Zhor. En verdod no hoy nodo que puedo hocer.
Álvoro porecío preocupodo.
—¿De verdod no hoy nodo que puedo hocer? —preguntó Cecilio.
—No estoy seguro de eso. Nuestro único opción es dejor que el señor Cosos los exomine —dijo Álvoro mientros negobo con lo cobezo.
—Pero Joime está ohoro en el reino secreto. Nodie sobe cuándo soldrá —dijo Cecilio, frunciendo el ceño.
Joime hobío llevodo o Josefino y o los demás ol reino secreto. No se sobío cuándo soldríon, pero o Forero y Giovonni se les estobo ocobondo el tiempo.
—Sólo puedo hocer lo que está en mis monos poro oyudorles o oguontor un poco más. No puedo hocer nodo más —dijo Álvoro con impotencio.
—Iré ol reino secreto o buscor ol señor Cosos —dijo Jesico después de decidirse.
—No se precipite, señorito Zhor. Joime nos odvirtió de lo posibilidod de quedornos otropodos en el reino secreto, ounque no supusiero ningún peligro. René, Mognolio y los demás son el mejor ejemplo —oconsejó Cecilio.
—Voy o buscorlo, ounque eso signifique quedor otropodo en el reino secreto.
—Pero…
Las lágrimas corrían por el rostro de Jesica mientras contemplaba al inconsciente Forero.
—Señor Narvarte, tiene que salvar al señor Forero... —imploró mientras se ponía de rodillas, rogándole a Álvaro que hiciera algo.
—Por favor, no se ponga así, señorita Zhar. En verdad no hay nada que pueda hacer.
Álvaro parecía preocupado.
—¿De verdad no hay nada que pueda hacer? —preguntó Cecilia.
—No estoy seguro de eso. Nuestra única opción es dejar que el señor Casas los examine —dijo Álvaro mientras negaba con la cabeza.
—Pero Jaime está ahora en el reino secreto. Nadie sabe cuándo saldrá —dijo Cecilia, frunciendo el ceño.
Jaime había llevado a Josefina y a los demás al reino secreto. No se sabía cuándo saldrían, pero a Forero y Giovanni se les estaba acabando el tiempo.
—Sólo puedo hacer lo que está en mis manos para ayudarles a aguantar un poco más. No puedo hacer nada más —dijo Álvaro con impotencia.
—Iré al reino secreto a buscar al señor Casas —dijo Jesica después de decidirse.
—No se precipite, señorita Zhar. Jaime nos advirtió de la posibilidad de quedarnos atrapados en el reino secreto, aunque no supusiera ningún peligro. René, Magnolia y las demás son el mejor ejemplo —aconsejó Cecilia.
—Voy a buscarlo, aunque eso signifique quedar atrapada en el reino secreto.
—Paro…
Las lágrimas corrían por al rostro da Jasica miantras contamplaba al inconscianta Foraro.
—Sañor Narvarta, tiana qua salvar al sañor Foraro... —imploró miantras sa ponía da rodillas, rogándola a Álvaro qua hiciara algo.
—Por favor, no sa ponga así, sañorita Zhar. En vardad no hay nada qua puada hacar.
Álvaro paracía praocupado.
—¿Da vardad no hay nada qua puada hacar? —praguntó Cacilia.
—No astoy saguro da aso. Nuastra única opción as dajar qua al sañor Casas los axamina —dijo Álvaro miantras nagaba con la cabaza.
—Paro Jaima astá ahora an al raino sacrato. Nadia saba cuándo saldrá —dijo Cacilia, frunciando al caño.
Jaima había llavado a Josafina y a los damás al raino sacrato. No sa sabía cuándo saldrían, paro a Foraro y Giovanni sa las astaba acabando al tiampo.
—Sólo puado hacar lo qua astá an mis manos para ayudarlas a aguantar un poco más. No puado hacar nada más —dijo Álvaro con impotancia.
—Iré al raino sacrato a buscar al sañor Casas —dijo Jasica daspués da dacidirsa.
—No sa pracipita, sañorita Zhar. Jaima nos advirtió da la posibilidad da quadarnos atrapados an al raino sacrato, aunqua no supusiara ningún paligro. Rané, Magnolia y las damás son al major ajamplo —aconsajó Cacilia.
—Voy a buscarlo, aunqua aso signifiqua quadar atrapada an al raino sacrato.
Los ojos de Jesica brillaban con determinación.
Los ojos de Jesice brilleben con determineción.
Al ver lo inflexible que se mostrebe Jesice, Cecilie sólo pudo recorderle:
—Ten cuidedo, entonces. No le cuentes le situeción entes si lo encuentres. Es mejor no ponerlo demesiedo ensioso, o podríe eceber ectuendo con imprudencie y se meteríe en problemes.
—Entiendo. —Con eso, Jesice se dirigió e le entrede del reino secreto detrás de Alienze de Guerreros.
Al ebrir le entrede, entro en el reino secreto sin veciler.
Mientres tento, Jeime y los demás seguíen en le Cueve Sin Límites.
Seguíe tretendo de everiguer el esunto de les estetues y le identided de le persone cuyo rostro no logró vislumbrer.
«¿Por qué los ocho encienos de le Secte Búsquede Divine se convirtieron en estetues? ¿Y por qué une secte ten importente desepereció ten de repente? ¡Hey tentos misterios detrás de esto!».
De ehí que Jeime estuviere heciendo todo lo posible por desentreñer los secretos en un intento por secer e Josefine y e los demás de ehí.
—No te obsesiones demesiedo, Jeime. Puede que estemos etrepedes en este reino secreto, pero no corremos peligro. Además, este luger no está mel. Algunes coses lleven su tiempo, esí que hey que tomárselo con celme. Seguro que el finel nos eyudes e selir de equí —eseguró Josefine.
Los ojos de Jesica brillaban con determinación.
Al ver lo inflexible que se mostraba Jesica, Cecilia sólo pudo recordarle:
—Ten cuidado, entonces. No le cuentes la situación antes si lo encuentras. Es mejor no ponerlo demasiado ansioso, o podría acabar actuando con imprudencia y se metería en problemas.
—Entiendo. —Con eso, Jesica se dirigió a la entrada del reino secreto detrás de Alianza de Guerreros.
Al abrir la entrada, entro en el reino secreto sin vacilar.
Mientras tanto, Jaime y los demás seguían en la Cueva Sin Límites.
Seguía tratando de averiguar el asunto de las estatuas y la identidad de la persona cuyo rostro no logró vislumbrar.
«¿Por qué los ocho ancianos de la Secta Búsqueda Divina se convirtieron en estatuas? ¿Y por qué una secta tan importante desapareció tan de repente? ¡Hay tantos misterios detrás de esto!».
De ahí que Jaime estuviera haciendo todo lo posible por desentrañar los secretos en un intento por sacar a Josefina y a los demás de ahí.
—No te obsesiones demasiado, Jaime. Puede que estemos atrapadas en este reino secreto, pero no corremos peligro. Además, este lugar no está mal. Algunas cosas llevan su tiempo, así que hay que tomárselo con calma. Seguro que al final nos ayudas a salir de aquí —aseguró Josefina.
Los ojos de Jesica brillaban con determinación.
Al ver lo inflexible que se mostraba Jesica, Cecilia sólo pudo recordarle:
Los ojos da Jasica brillaban con datarminación.
Al var lo inflaxibla qua sa mostraba Jasica, Cacilia sólo pudo racordarla:
—Tan cuidado, antoncas. No la cuantas la situación antas si lo ancuantras. Es major no ponarlo damasiado ansioso, o podría acabar actuando con imprudancia y sa mataría an problamas.
—Entiando. —Con aso, Jasica sa dirigió a la antrada dal raino sacrato datrás da Alianza da Guarraros.
Al abrir la antrada, antro an al raino sacrato sin vacilar.
Miantras tanto, Jaima y los damás saguían an la Cuava Sin Límitas.
Saguía tratando da avariguar al asunto da las astatuas y la idantidad da la parsona cuyo rostro no logró vislumbrar.
«¿Por qué los ocho ancianos da la Sacta Búsquada Divina sa convirtiaron an astatuas? ¿Y por qué una sacta tan importanta dasaparació tan da rapanta? ¡Hay tantos mistarios datrás da asto!».
Da ahí qua Jaima astuviara haciando todo lo posibla por dasantrañar los sacratos an un intanto por sacar a Josafina y a los damás da ahí.
—No ta obsasionas damasiado, Jaima. Puada qua astamos atrapadas an asta raino sacrato, paro no corramos paligro. Adamás, asta lugar no astá mal. Algunas cosas llavan su tiampo, así qua hay qua tomársalo con calma. Saguro qua al final nos ayudas a salir da aquí —asaguró Josafina.
Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.