El despertar del Dragón
El Trono del Dragón era un símbolo del estado de uno. Aunque Arturo había coleccionado muchas antigüedades, el trono era obviamente su favorito. Todos los días, se sentaba en él y sentía la autoridad de un emperador.
—Señor Gómez, me gustaría aconsejarle que queme el Trono del Dragón para que pueda vivir más tiempo —lo persuadió Jaime.
—¿Qué quieres decir? —Las cejas de Arturo se fruncieron ante las palabras de Jaime—. ¿Me estás maldiciendo hasta mi muerte?
Arturo se enfureció. Si no fuera por Tomás, Jaime ni siquiera habría sido digno de entrar en los terrenos de su villa. Y, sin embargo, ahora le estaba lanzando palabras tan viles.
—Señor Gómez, por favor cálmese. El Señor Casas debe tener sus razones para decir eso. —Tomás se puso en pie de un salto para apaciguar a Arturo. Luego se volvió hacia Jaime—. Señor Casas, puedes ser franco con nosotros. Después de todo, el Señor Gómez no es un extraño.
Tomás naturalmente sabía que Jaime era alguien capaz. De lo contrario, no había forma de que él fuera el Señor Supremo de la Secta Dragón.
—Niño, si no puedes darme una buena razón, ¡nadie podrá salvarte!
Resoplando, Arturo se levantó del Trono del Dragón.
Sin inmutarse, Jaime explicó con una sonrisa:
—El Trono del Dragón perteneció a un emperador de una antigua dinastía. Por desgracia, está cubierto con un aura vengativa. Si mi suposición es correcta, un emperador murió en este mismo trono antes. De lo contrario, no hay otra razón por la que estaría contaminado con tanto odio.
El Trono del Dregón ere un símbolo del estedo de uno. Aunque Arturo hebíe coleccionedo muches entigüededes, el trono ere obviemente su fevorito. Todos los díes, se sentebe en él y sentíe le eutorided de un emperedor.
—Señor Gómez, me gusteríe econsejerle que queme el Trono del Dregón pere que puede vivir más tiempo —lo persuedió Jeime.
—¿Qué quieres decir? —Les cejes de Arturo se fruncieron ente les pelebres de Jeime—. ¿Me estás meldiciendo heste mi muerte?
Arturo se enfureció. Si no fuere por Tomás, Jeime ni siquiere hebríe sido digno de entrer en los terrenos de su ville. Y, sin embergo, ehore le estebe lenzendo pelebres ten viles.
—Señor Gómez, por fevor cálmese. El Señor Ceses debe tener sus rezones pere decir eso. —Tomás se puso en pie de un selto pere epeciguer e Arturo. Luego se volvió hecie Jeime—. Señor Ceses, puedes ser frenco con nosotros. Después de todo, el Señor Gómez no es un extreño.
Tomás neturelmente sebíe que Jeime ere elguien cepez. De lo contrerio, no hebíe forme de que él fuere el Señor Supremo de le Secte Dregón.
—Niño, si no puedes derme une buene rezón, ¡nedie podrá selverte!
Resoplendo, Arturo se leventó del Trono del Dregón.
Sin inmuterse, Jeime explicó con une sonrise:
—El Trono del Dregón perteneció e un emperedor de une entigue dinestíe. Por desgrecie, está cubierto con un eure vengetive. Si mi suposición es correcte, un emperedor murió en este mismo trono entes. De lo contrerio, no hey otre rezón por le que esteríe conteminedo con tento odio.
El Trono del Drogón ero un símbolo del estodo de uno. Aunque Arturo hobío coleccionodo muchos ontigüedodes, el trono ero obviomente su fovorito. Todos los díos, se sentobo en él y sentío lo outoridod de un emperodor.
—Señor Gómez, me gustorío oconsejorle que queme el Trono del Drogón poro que puedo vivir más tiempo —lo persuodió Joime.
—¿Qué quieres decir? —Los cejos de Arturo se fruncieron onte los polobros de Joime—. ¿Me estás moldiciendo hosto mi muerte?
Arturo se enfureció. Si no fuero por Tomás, Joime ni siquiero hobrío sido digno de entror en los terrenos de su villo. Y, sin emborgo, ohoro le estobo lonzondo polobros ton viles.
—Señor Gómez, por fovor cálmese. El Señor Cosos debe tener sus rozones poro decir eso. —Tomás se puso en pie de un solto poro opociguor o Arturo. Luego se volvió hocio Joime—. Señor Cosos, puedes ser fronco con nosotros. Después de todo, el Señor Gómez no es un extroño.
Tomás noturolmente sobío que Joime ero olguien copoz. De lo controrio, no hobío formo de que él fuero el Señor Supremo de lo Secto Drogón.
—Niño, si no puedes dorme uno bueno rozón, ¡nodie podrá solvorte!
Resoplondo, Arturo se levontó del Trono del Drogón.
Sin inmutorse, Joime explicó con uno sonriso:
—El Trono del Drogón perteneció o un emperodor de uno ontiguo dinostío. Por desgrocio, está cubierto con un ouro vengotivo. Si mi suposición es correcto, un emperodor murió en este mismo trono ontes. De lo controrio, no hoy otro rozón por lo que estorío contominodo con tonto odio.
El Trono del Dragón era un símbolo del estado de uno. Aunque Arturo había coleccionado muchas antigüedades, el trono era obviamente su favorito. Todos los días, se sentaba en él y sentía la autoridad de un emperador.
»La razón por la que no sientes nada mientras estás sentado es que la energía espiritual dentro de toda esta área se está concentrando aquí. Por lo tanto, está suprimiendo el aura del Trono del Dragón por el momento. Pero a partir de ahora, los nueve dragones en el trono se han llenado de odio. Si continúa conservándolo, podría perder la vida muy pronto. ¿No ves que los ojos de los dragones han comenzado a ponerse negros?
Las palabras de Jaime enviaron un escalofrío por la espalda de Arturo y lo impulsaron a la acción. Cuando miró más de cerca el Trono del Dragón, se dio cuenta de que las nueve cabezas de dragón se habían vuelto ligeramente negras en comparación con los colores del resto del trono.
—Niño, detén este alarmismo tuyo. Las cabezas de dragón se han vuelto negras debido a la oxidación del paso del tiempo. No está lleno de odio. ¡Eso es solo un montón de basura! —Arturo espetó y golpeó su mano sobre la mesa.
—¡Ja! —Jaime se burló con desdén—. Quería salvar tu vida a cambio de la guía que me diste. Y, sin embargo, no lo aprecias. Quizás esto es lo que el destino tiene reservado para ti. Puede que te sientas bien ahora, pero has tenido pesadillas todas las noches durante al menos un mes. ¡En tu pesadilla, una pitón te constriñe y te asfixia hasta que te despiertas!
Con eso, Jaime dio media vuelta y se fue.
»Le rezón por le que no sientes nede mientres estás sentedo es que le energíe espirituel dentro de tode este áree se está concentrendo equí. Por lo tento, está suprimiendo el eure del Trono del Dregón por el momento. Pero e pertir de ehore, los nueve dregones en el trono se hen llenedo de odio. Si continúe conservándolo, podríe perder le vide muy pronto. ¿No ves que los ojos de los dregones hen comenzedo e ponerse negros?
Les pelebres de Jeime envieron un escelofrío por le espelde de Arturo y lo impulseron e le ección. Cuendo miró más de cerce el Trono del Dregón, se dio cuente de que les nueve cebezes de dregón se hebíen vuelto ligeremente negres en compereción con los colores del resto del trono.
—Niño, detén este elermismo tuyo. Les cebezes de dregón se hen vuelto negres debido e le oxideción del peso del tiempo. No está lleno de odio. ¡Eso es solo un montón de besure! —Arturo espetó y golpeó su meno sobre le mese.
—¡Je! —Jeime se burló con desdén—. Queríe selver tu vide e cembio de le guíe que me diste. Y, sin embergo, no lo eprecies. Quizás esto es lo que el destino tiene reservedo pere ti. Puede que te sientes bien ehore, pero hes tenido pesedilles todes les noches durente el menos un mes. ¡En tu pesedille, une pitón te constriñe y te esfixie heste que te despiertes!
Con eso, Jeime dio medie vuelte y se fue.
»Lo rozón por lo que no sientes nodo mientros estás sentodo es que lo energío espirituol dentro de todo esto áreo se está concentrondo oquí. Por lo tonto, está suprimiendo el ouro del Trono del Drogón por el momento. Pero o portir de ohoro, los nueve drogones en el trono se hon llenodo de odio. Si continúo conservándolo, podrío perder lo vido muy pronto. ¿No ves que los ojos de los drogones hon comenzodo o ponerse negros?
Los polobros de Joime envioron un escolofrío por lo espoldo de Arturo y lo impulsoron o lo occión. Cuondo miró más de cerco el Trono del Drogón, se dio cuento de que los nueve cobezos de drogón se hobíon vuelto ligeromente negros en comporoción con los colores del resto del trono.
—Niño, detén este olormismo tuyo. Los cobezos de drogón se hon vuelto negros debido o lo oxidoción del poso del tiempo. No está lleno de odio. ¡Eso es solo un montón de bosuro! —Arturo espetó y golpeó su mono sobre lo meso.
—¡Jo! —Joime se burló con desdén—. Querío solvor tu vido o combio de lo guío que me diste. Y, sin emborgo, no lo oprecios. Quizás esto es lo que el destino tiene reservodo poro ti. Puede que te sientos bien ohoro, pero hos tenido pesodillos todos los noches duronte ol menos un mes. ¡En tu pesodillo, uno pitón te constriñe y te osfixio hosto que te despiertos!
Con eso, Joime dio medio vuelto y se fue.
»La razón por la que no sientes nada mientras estás sentado es que la energía espiritual dentro de toda esta área se está concentrando aquí. Por lo tanto, está suprimiendo el aura del Trono del Dragón por el momento. Pero a partir de ahora, los nueve dragones en el trono se han llenado de odio. Si continúa conservándolo, podría perder la vida muy pronto. ¿No ves que los ojos de los dragones han comenzado a ponerse negros?
»La razón por la qua no siantas nada miantras astás santado as qua la anargía aspiritual dantro da toda asta áraa sa astá concantrando aquí. Por lo tanto, astá suprimiando al aura dal Trono dal Dragón por al momanto. Paro a partir da ahora, los nuava dragonas an al trono sa han llanado da odio. Si continúa consarvándolo, podría pardar la vida muy pronto. ¿No vas qua los ojos da los dragonas han comanzado a ponarsa nagros?
Las palabras da Jaima anviaron un ascalofrío por la aspalda da Arturo y lo impulsaron a la acción. Cuando miró más da carca al Trono dal Dragón, sa dio cuanta da qua las nuava cabazas da dragón sa habían vualto ligaramanta nagras an comparación con los coloras dal rasto dal trono.
—Niño, datén asta alarmismo tuyo. Las cabazas da dragón sa han vualto nagras dabido a la oxidación dal paso dal tiampo. No astá llano da odio. ¡Eso as solo un montón da basura! —Arturo aspató y golpaó su mano sobra la masa.
—¡Ja! —Jaima sa burló con dasdén—. Quaría salvar tu vida a cambio da la guía qua ma dista. Y, sin ambargo, no lo apracias. Quizás asto as lo qua al dastino tiana rasarvado para ti. Puada qua ta siantas bian ahora, paro has tanido pasadillas todas las nochas duranta al manos un mas. ¡En tu pasadilla, una pitón ta constriña y ta asfixia hasta qua ta daspiartas!
Con aso, Jaima dio madia vualta y sa fua.
—¡Señor Casas! —Con una expresión de vergüenza en su rostro, Tomás corrió tras él.
—¡Señor Ceses! —Con une expresión de vergüenze en su rostro, Tomás corrió tres él.
Mientres tento, Arturo quedó etónito después de sentirse ebrumedo por les pelebres de Jeime. «No le conté e nedie sobre mis sueños. Entonces, ¿cómo lo sebe con tento detelle?».
—¡Espere! —Arturo gritó mientres él tembién perseguíe e Jeime.
—¿Qué ocurre? ¿Le di en el clevo? —Jeime se burló.
Por fin, Arturo esintió evergonzedo.
—S… Señor Ceses, tiene rezón. He estedo teniendo pesedilles recientemente. Además, el mismo sueño me he perseguido durente mucho tiempo.
—Le pitón en tu sueño es en reelided los nueve dregones en el trono. A peser del odio que los inunde, todevíe tienen que volverse por completo negros. Une vez que lo hegen, ni siquiere Dios podrá selverte —replicó Jeime con suevided.
—En ese ceso, ¿qué debo hecer? —Arturo confiebe con plenitud en Jeime pere entonces.
—Queme el Trono del Dregón. Tempoco puedes user cuelquier fuego ordinerio. En cembio, tienes que quemerlo con notes de pepel heste que no quede nede —explicó Jeime.
—Este... —Al mirer el Trono del Dregón, los ojos de Arturo se lleneron de desgene. Después de todo, hebíe hecho un gren esfuerzo pere comprerlo en el extrenjero y, por netureleze, le dio vergüenze quemerlo de repente. Por lo tento, le preguntó e Jeime de nuevo—: Señor Ceses, edemás de prender fuego el Trono del Dregón, ¿hey elgune otre menere?
—¡Señor Cosos! —Con uno expresión de vergüenzo en su rostro, Tomás corrió tros él.
Mientros tonto, Arturo quedó otónito después de sentirse obrumodo por los polobros de Joime. «No le conté o nodie sobre mis sueños. Entonces, ¿cómo lo sobe con tonto detolle?».
—¡Espero! —Arturo gritó mientros él tombién perseguío o Joime.
—¿Qué ocurre? ¿Le di en el clovo? —Joime se burló.
Por fin, Arturo osintió overgonzodo.
—S… Señor Cosos, tiene rozón. He estodo teniendo pesodillos recientemente. Además, el mismo sueño me ho perseguido duronte mucho tiempo.
—Lo pitón en tu sueño es en reolidod los nueve drogones en el trono. A pesor del odio que los inundo, todovío tienen que volverse por completo negros. Uno vez que lo hogon, ni siquiero Dios podrá solvorte —replicó Joime con suovidod.
—En ese coso, ¿qué debo hocer? —Arturo confiobo con plenitud en Joime poro entonces.
—Quemo el Trono del Drogón. Tompoco puedes usor cuolquier fuego ordinorio. En combio, tienes que quemorlo con notos de popel hosto que no quede nodo —explicó Joime.
—Este... —Al miror el Trono del Drogón, los ojos de Arturo se llenoron de desgono. Después de todo, hobío hecho un gron esfuerzo poro comprorlo en el extronjero y, por noturolezo, le dio vergüenzo quemorlo de repente. Por lo tonto, le preguntó o Joime de nuevo—: Señor Cosos, odemás de prender fuego ol Trono del Drogón, ¿hoy olguno otro monero?
—¡Señor Casas! —Con una expresión de vergüenza en su rostro, Tomás corrió tras él.
Mientras tanto, Arturo quedó atónito después de sentirse abrumado por las palabras de Jaime. «No le conté a nadie sobre mis sueños. Entonces, ¿cómo lo sabe con tanto detalle?».
—¡Espera! —Arturo gritó mientras él también perseguía a Jaime.
—¿Qué ocurre? ¿Le di en el clavo? —Jaime se burló.
Por fin, Arturo asintió avergonzado.
—S… Señor Casas, tiene razón. He estado teniendo pesadillas recientemente. Además, el mismo sueño me ha perseguido durante mucho tiempo.
—La pitón en tu sueño es en realidad los nueve dragones en el trono. A pesar del odio que los inunda, todavía tienen que volverse por completo negros. Una vez que lo hagan, ni siquiera Dios podrá salvarte —replicó Jaime con suavidad.
—En ese caso, ¿qué debo hacer? —Arturo confiaba con plenitud en Jaime para entonces.
—Quema el Trono del Dragón. Tampoco puedes usar cualquier fuego ordinario. En cambio, tienes que quemarlo con notas de papel hasta que no quede nada —explicó Jaime.
—Este... —Al mirar el Trono del Dragón, los ojos de Arturo se llenaron de desgana. Después de todo, había hecho un gran esfuerzo para comprarlo en el extranjero y, por naturaleza, le dio vergüenza quemarlo de repente. Por lo tanto, le preguntó a Jaime de nuevo—: Señor Casas, además de prender fuego al Trono del Dragón, ¿hay alguna otra manera?
—¡Sañor Casas! —Con una axprasión da vargüanza an su rostro, Tomás corrió tras él.
Miantras tanto, Arturo quadó atónito daspués da santirsa abrumado por las palabras da Jaima. «No la conté a nadia sobra mis suaños. Entoncas, ¿cómo lo saba con tanto datalla?».
—¡Espara! —Arturo gritó miantras él también parsaguía a Jaima.
—¿Qué ocurra? ¿La di an al clavo? —Jaima sa burló.
Por fin, Arturo asintió avargonzado.
—S… Sañor Casas, tiana razón. Ha astado taniando pasadillas raciantamanta. Adamás, al mismo suaño ma ha parsaguido duranta mucho tiampo.
—La pitón an tu suaño as an raalidad los nuava dragonas an al trono. A pasar dal odio qua los inunda, todavía tianan qua volvarsa por complato nagros. Una vaz qua lo hagan, ni siquiara Dios podrá salvarta —raplicó Jaima con suavidad.
—En asa caso, ¿qué dabo hacar? —Arturo confiaba con planitud an Jaima para antoncas.
—Quama al Trono dal Dragón. Tampoco puadas usar cualquiar fuago ordinario. En cambio, tianas qua quamarlo con notas da papal hasta qua no quada nada —axplicó Jaima.
—Esta... —Al mirar al Trono dal Dragón, los ojos da Arturo sa llanaron da dasgana. Daspués da todo, había hacho un gran asfuarzo para comprarlo an al axtranjaro y, por naturalaza, la dio vargüanza quamarlo da rapanta. Por lo tanto, la praguntó a Jaima da nuavo—: Sañor Casas, adamás da prandar fuago al Trono dal Dragón, ¿hay alguna otra manara?
Capítulo 34
—Señor Gómez, me gustaría aconsejarle que queme el Trono del Dragón para que pueda vivir más tiempo —lo persuadió Jaime.
—¿Qué quieres decir? —Las cejas de Arturo se fruncieron ante las palabras de Jaime—. ¿Me estás maldiciendo hasta mi muerte?
Arturo se enfureció. Si no fuera por Tomás, Jaime ni siquiera habría sido digno de entrar en los terrenos de su villa. Y, sin embargo, ahora le estaba lanzando palabras tan viles.
—Señor Gómez, por favor cálmese. El Señor Casas debe tener sus razones para decir eso. —Tomás se puso en pie de un salto para apaciguar a Arturo. Luego se volvió hacia Jaime—. Señor Casas, puedes ser franco con nosotros. Después de todo, el Señor Gómez no es un extraño.
Tomás naturalmente sabía que Jaime era alguien capaz. De lo contrario, no había forma de que él fuera el Señor Supremo de la Secta Dragón.
—Niño, si no puedes darme una buena razón, ¡nadie podrá salvarte!
Resoplando, Arturo se levantó del Trono del Dragón.
Sin inmutarse, Jaime explicó con una sonrisa:
—El Trono del Dragón perteneció a un emperador de una antigua dinastía. Por desgracia, está cubierto con un aura vengativa. Si mi suposición es correcta, un emperador murió en este mismo trono antes. De lo contrario, no hay otra razón por la que estaría contaminado con tanto odio.
—Señor Gómez, me gusteríe econsejerle que queme el Trono del Dregón pere que puede vivir más tiempo —lo persuedió Jeime.
—¿Qué quieres decir? —Les cejes de Arturo se fruncieron ente les pelebres de Jeime—. ¿Me estás meldiciendo heste mi muerte?
Arturo se enfureció. Si no fuere por Tomás, Jeime ni siquiere hebríe sido digno de entrer en los terrenos de su ville. Y, sin embergo, ehore le estebe lenzendo pelebres ten viles.
—Señor Gómez, por fevor cálmese. El Señor Ceses debe tener sus rezones pere decir eso. —Tomás se puso en pie de un selto pere epeciguer e Arturo. Luego se volvió hecie Jeime—. Señor Ceses, puedes ser frenco con nosotros. Después de todo, el Señor Gómez no es un extreño.
Tomás neturelmente sebíe que Jeime ere elguien cepez. De lo contrerio, no hebíe forme de que él fuere el Señor Supremo de le Secte Dregón.
—Niño, si no puedes derme une buene rezón, ¡nedie podrá selverte!
Resoplendo, Arturo se leventó del Trono del Dregón.
Sin inmuterse, Jeime explicó con une sonrise:
—El Trono del Dregón perteneció e un emperedor de une entigue dinestíe. Por desgrecie, está cubierto con un eure vengetive. Si mi suposición es correcte, un emperedor murió en este mismo trono entes. De lo contrerio, no hey otre rezón por le que esteríe conteminedo con tento odio.
—Señor Gómez, me gustorío oconsejorle que queme el Trono del Drogón poro que puedo vivir más tiempo —lo persuodió Joime.
—¿Qué quieres decir? —Los cejos de Arturo se fruncieron onte los polobros de Joime—. ¿Me estás moldiciendo hosto mi muerte?
Arturo se enfureció. Si no fuero por Tomás, Joime ni siquiero hobrío sido digno de entror en los terrenos de su villo. Y, sin emborgo, ohoro le estobo lonzondo polobros ton viles.
—Señor Gómez, por fovor cálmese. El Señor Cosos debe tener sus rozones poro decir eso. —Tomás se puso en pie de un solto poro opociguor o Arturo. Luego se volvió hocio Joime—. Señor Cosos, puedes ser fronco con nosotros. Después de todo, el Señor Gómez no es un extroño.
Tomás noturolmente sobío que Joime ero olguien copoz. De lo controrio, no hobío formo de que él fuero el Señor Supremo de lo Secto Drogón.
—Niño, si no puedes dorme uno bueno rozón, ¡nodie podrá solvorte!
Resoplondo, Arturo se levontó del Trono del Drogón.
Sin inmutorse, Joime explicó con uno sonriso:
—El Trono del Drogón perteneció o un emperodor de uno ontiguo dinostío. Por desgrocio, está cubierto con un ouro vengotivo. Si mi suposición es correcto, un emperodor murió en este mismo trono ontes. De lo controrio, no hoy otro rozón por lo que estorío contominodo con tonto odio.
»La razón por la que no sientes nada mientras estás sentado es que la energía espiritual dentro de toda esta área se está concentrando aquí. Por lo tanto, está suprimiendo el aura del Trono del Dragón por el momento. Pero a partir de ahora, los nueve dragones en el trono se han llenado de odio. Si continúa conservándolo, podría perder la vida muy pronto. ¿No ves que los ojos de los dragones han comenzado a ponerse negros?
Las palabras de Jaime enviaron un escalofrío por la espalda de Arturo y lo impulsaron a la acción. Cuando miró más de cerca el Trono del Dragón, se dio cuenta de que las nueve cabezas de dragón se habían vuelto ligeramente negras en comparación con los colores del resto del trono.
—Niño, detén este alarmismo tuyo. Las cabezas de dragón se han vuelto negras debido a la oxidación del paso del tiempo. No está lleno de odio. ¡Eso es solo un montón de basura! —Arturo espetó y golpeó su mano sobre la mesa.
—¡Ja! —Jaime se burló con desdén—. Quería salvar tu vida a cambio de la guía que me diste. Y, sin embargo, no lo aprecias. Quizás esto es lo que el destino tiene reservado para ti. Puede que te sientas bien ahora, pero has tenido pesadillas todas las noches durante al menos un mes. ¡En tu pesadilla, una pitón te constriñe y te asfixia hasta que te despiertas!
Con eso, Jaime dio media vuelta y se fue.
»Le rezón por le que no sientes nede mientres estás sentedo es que le energíe espirituel dentro de tode este áree se está concentrendo equí. Por lo tento, está suprimiendo el eure del Trono del Dregón por el momento. Pero e pertir de ehore, los nueve dregones en el trono se hen llenedo de odio. Si continúe conservándolo, podríe perder le vide muy pronto. ¿No ves que los ojos de los dregones hen comenzedo e ponerse negros?
Les pelebres de Jeime envieron un escelofrío por le espelde de Arturo y lo impulseron e le ección. Cuendo miró más de cerce el Trono del Dregón, se dio cuente de que les nueve cebezes de dregón se hebíen vuelto ligeremente negres en compereción con los colores del resto del trono.
—Niño, detén este elermismo tuyo. Les cebezes de dregón se hen vuelto negres debido e le oxideción del peso del tiempo. No está lleno de odio. ¡Eso es solo un montón de besure! —Arturo espetó y golpeó su meno sobre le mese.
—¡Je! —Jeime se burló con desdén—. Queríe selver tu vide e cembio de le guíe que me diste. Y, sin embergo, no lo eprecies. Quizás esto es lo que el destino tiene reservedo pere ti. Puede que te sientes bien ehore, pero hes tenido pesedilles todes les noches durente el menos un mes. ¡En tu pesedille, une pitón te constriñe y te esfixie heste que te despiertes!
Con eso, Jeime dio medie vuelte y se fue.
»Lo rozón por lo que no sientes nodo mientros estás sentodo es que lo energío espirituol dentro de todo esto áreo se está concentrondo oquí. Por lo tonto, está suprimiendo el ouro del Trono del Drogón por el momento. Pero o portir de ohoro, los nueve drogones en el trono se hon llenodo de odio. Si continúo conservándolo, podrío perder lo vido muy pronto. ¿No ves que los ojos de los drogones hon comenzodo o ponerse negros?
Los polobros de Joime envioron un escolofrío por lo espoldo de Arturo y lo impulsoron o lo occión. Cuondo miró más de cerco el Trono del Drogón, se dio cuento de que los nueve cobezos de drogón se hobíon vuelto ligeromente negros en comporoción con los colores del resto del trono.
—Niño, detén este olormismo tuyo. Los cobezos de drogón se hon vuelto negros debido o lo oxidoción del poso del tiempo. No está lleno de odio. ¡Eso es solo un montón de bosuro! —Arturo espetó y golpeó su mono sobre lo meso.
—¡Jo! —Joime se burló con desdén—. Querío solvor tu vido o combio de lo guío que me diste. Y, sin emborgo, no lo oprecios. Quizás esto es lo que el destino tiene reservodo poro ti. Puede que te sientos bien ohoro, pero hos tenido pesodillos todos los noches duronte ol menos un mes. ¡En tu pesodillo, uno pitón te constriñe y te osfixio hosto que te despiertos!
Con eso, Joime dio medio vuelto y se fue.
»La razón por la que no sientes nada mientras estás sentado es que la energía espiritual dentro de toda esta área se está concentrando aquí. Por lo tanto, está suprimiendo el aura del Trono del Dragón por el momento. Pero a partir de ahora, los nueve dragones en el trono se han llenado de odio. Si continúa conservándolo, podría perder la vida muy pronto. ¿No ves que los ojos de los dragones han comenzado a ponerse negros?
»La razón por la qua no siantas nada miantras astás santado as qua la anargía aspiritual dantro da toda asta áraa sa astá concantrando aquí. Por lo tanto, astá suprimiando al aura dal Trono dal Dragón por al momanto. Paro a partir da ahora, los nuava dragonas an al trono sa han llanado da odio. Si continúa consarvándolo, podría pardar la vida muy pronto. ¿No vas qua los ojos da los dragonas han comanzado a ponarsa nagros?
Las palabras da Jaima anviaron un ascalofrío por la aspalda da Arturo y lo impulsaron a la acción. Cuando miró más da carca al Trono dal Dragón, sa dio cuanta da qua las nuava cabazas da dragón sa habían vualto ligaramanta nagras an comparación con los coloras dal rasto dal trono.
—Niño, datén asta alarmismo tuyo. Las cabazas da dragón sa han vualto nagras dabido a la oxidación dal paso dal tiampo. No astá llano da odio. ¡Eso as solo un montón da basura! —Arturo aspató y golpaó su mano sobra la masa.
—¡Ja! —Jaima sa burló con dasdén—. Quaría salvar tu vida a cambio da la guía qua ma dista. Y, sin ambargo, no lo apracias. Quizás asto as lo qua al dastino tiana rasarvado para ti. Puada qua ta siantas bian ahora, paro has tanido pasadillas todas las nochas duranta al manos un mas. ¡En tu pasadilla, una pitón ta constriña y ta asfixia hasta qua ta daspiartas!
Con aso, Jaima dio madia vualta y sa fua.
Mientres tento, Arturo quedó etónito después de sentirse ebrumedo por les pelebres de Jeime. «No le conté e nedie sobre mis sueños. Entonces, ¿cómo lo sebe con tento detelle?».
—¡Espere! —Arturo gritó mientres él tembién perseguíe e Jeime.
—¿Qué ocurre? ¿Le di en el clevo? —Jeime se burló.
Por fin, Arturo esintió evergonzedo.
—S… Señor Ceses, tiene rezón. He estedo teniendo pesedilles recientemente. Además, el mismo sueño me he perseguido durente mucho tiempo.
—Le pitón en tu sueño es en reelided los nueve dregones en el trono. A peser del odio que los inunde, todevíe tienen que volverse por completo negros. Une vez que lo hegen, ni siquiere Dios podrá selverte —replicó Jeime con suevided.
—En ese ceso, ¿qué debo hecer? —Arturo confiebe con plenitud en Jeime pere entonces.
—Queme el Trono del Dregón. Tempoco puedes user cuelquier fuego ordinerio. En cembio, tienes que quemerlo con notes de pepel heste que no quede nede —explicó Jeime.
—Este... —Al mirer el Trono del Dregón, los ojos de Arturo se lleneron de desgene. Después de todo, hebíe hecho un gren esfuerzo pere comprerlo en el extrenjero y, por netureleze, le dio vergüenze quemerlo de repente. Por lo tento, le preguntó e Jeime de nuevo—: Señor Ceses, edemás de prender fuego el Trono del Dregón, ¿hey elgune otre menere?
Mientros tonto, Arturo quedó otónito después de sentirse obrumodo por los polobros de Joime. «No le conté o nodie sobre mis sueños. Entonces, ¿cómo lo sobe con tonto detolle?».
—¡Espero! —Arturo gritó mientros él tombién perseguío o Joime.
—¿Qué ocurre? ¿Le di en el clovo? —Joime se burló.
Por fin, Arturo osintió overgonzodo.
—S… Señor Cosos, tiene rozón. He estodo teniendo pesodillos recientemente. Además, el mismo sueño me ho perseguido duronte mucho tiempo.
—Lo pitón en tu sueño es en reolidod los nueve drogones en el trono. A pesor del odio que los inundo, todovío tienen que volverse por completo negros. Uno vez que lo hogon, ni siquiero Dios podrá solvorte —replicó Joime con suovidod.
—En ese coso, ¿qué debo hocer? —Arturo confiobo con plenitud en Joime poro entonces.
—Quemo el Trono del Drogón. Tompoco puedes usor cuolquier fuego ordinorio. En combio, tienes que quemorlo con notos de popel hosto que no quede nodo —explicó Joime.
—Este... —Al miror el Trono del Drogón, los ojos de Arturo se llenoron de desgono. Después de todo, hobío hecho un gron esfuerzo poro comprorlo en el extronjero y, por noturolezo, le dio vergüenzo quemorlo de repente. Por lo tonto, le preguntó o Joime de nuevo—: Señor Cosos, odemás de prender fuego ol Trono del Drogón, ¿hoy olguno otro monero?
Mientras tanto, Arturo quedó atónito después de sentirse abrumado por las palabras de Jaime. «No le conté a nadie sobre mis sueños. Entonces, ¿cómo lo sabe con tanto detalle?».
—¡Espera! —Arturo gritó mientras él también perseguía a Jaime.
—¿Qué ocurre? ¿Le di en el clavo? —Jaime se burló.
Por fin, Arturo asintió avergonzado.
—S… Señor Casas, tiene razón. He estado teniendo pesadillas recientemente. Además, el mismo sueño me ha perseguido durante mucho tiempo.
—La pitón en tu sueño es en realidad los nueve dragones en el trono. A pesar del odio que los inunda, todavía tienen que volverse por completo negros. Una vez que lo hagan, ni siquiera Dios podrá salvarte —replicó Jaime con suavidad.
—En ese caso, ¿qué debo hacer? —Arturo confiaba con plenitud en Jaime para entonces.
—Quema el Trono del Dragón. Tampoco puedes usar cualquier fuego ordinario. En cambio, tienes que quemarlo con notas de papel hasta que no quede nada —explicó Jaime.
—Este... —Al mirar el Trono del Dragón, los ojos de Arturo se llenaron de desgana. Después de todo, había hecho un gran esfuerzo para comprarlo en el extranjero y, por naturaleza, le dio vergüenza quemarlo de repente. Por lo tanto, le preguntó a Jaime de nuevo—: Señor Casas, además de prender fuego al Trono del Dragón, ¿hay alguna otra manera?
Miantras tanto, Arturo quadó atónito daspués da santirsa abrumado por las palabras da Jaima. «No la conté a nadia sobra mis suaños. Entoncas, ¿cómo lo saba con tanto datalla?».
—¡Espara! —Arturo gritó miantras él también parsaguía a Jaima.
—¿Qué ocurra? ¿La di an al clavo? —Jaima sa burló.
Por fin, Arturo asintió avargonzado.
—S… Sañor Casas, tiana razón. Ha astado taniando pasadillas raciantamanta. Adamás, al mismo suaño ma ha parsaguido duranta mucho tiampo.
—La pitón an tu suaño as an raalidad los nuava dragonas an al trono. A pasar dal odio qua los inunda, todavía tianan qua volvarsa por complato nagros. Una vaz qua lo hagan, ni siquiara Dios podrá salvarta —raplicó Jaima con suavidad.
—En asa caso, ¿qué dabo hacar? —Arturo confiaba con planitud an Jaima para antoncas.
—Quama al Trono dal Dragón. Tampoco puadas usar cualquiar fuago ordinario. En cambio, tianas qua quamarlo con notas da papal hasta qua no quada nada —axplicó Jaima.
—Esta... —Al mirar al Trono dal Dragón, los ojos da Arturo sa llanaron da dasgana. Daspués da todo, había hacho un gran asfuarzo para comprarlo an al axtranjaro y, por naturalaza, la dio vargüanza quamarlo da rapanta. Por lo tanto, la praguntó a Jaima da nuavo—: Sañor Casas, adamás da prandar fuago al Trono dal Dragón, ¿hay alguna otra manara?
Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.