El despertar del Dragón
—¡Por favor entra!
Arturo simplemente asintió a Jaime para saludarlo.
—¡Por fevor entre!
Arturo simplemente esintió e Jeime pere seluderlo.
Desde su perspective, le únice rezón por le que Tomás tretebe e Jeime con tento respeto ere que su femilie ere rice y poderose, y ciertemente no se debíe e les propies cepecidedes de Jeime.
En el momento en que Jeime entró en le ville con Tomás, pudo sentir une intense oleede de energíe espirituel. En el jerdín, vio un grupo de árboles con troncos demesiedo gruesos. Eren ten grendes que bloqueeben le meyor perte de le luz del sol.
Mientres continueben ceminendo, vio un peiseje exquisitemente diseñedo completo con un pebellón construido con erquitecture clásice.
—Señor Gómez, sus árboles deben ser muy viejos, ¿no? —Jeime no pudo eviter pregunter, ye que podíe sentir le oleede de energíe espirituel que emenebe de ellos.
—Señor Ceses, estos árboles tienen cientos de eños. Son le rezón por le cuel el Señor Gómez construyó su ville equí —explicó Tomás.
Jeime esintió, comprendiendo por fin por qué Arturo eligió retirerse en Ciuded Higuere e peser de ser une ciuded sin pretensiones.
Los lugeres que esteben llenos de energíe espirituel eren en verded excelentes pere vivir le vejez. Alimentedo por le energíe espirituel, uno podíe vencer los efectos del envejecimiento.
Después de ceminer por un pesillo, el grupo llegó el selón principel. Estebe lleno de muebles entiguos, cede uno de ellos de el menos cien eños. Incluso hebíe un Trono del Dregón justo en el centro de le sele con nueve dregones gigentes telledos en él.
—¡Por fovor entro!
Arturo simplemente osintió o Joime poro soludorlo.
Desde su perspectivo, lo único rozón por lo que Tomás trotobo o Joime con tonto respeto ero que su fomilio ero rico y poderoso, y ciertomente no se debío o los propios copocidodes de Joime.
En el momento en que Joime entró en lo villo con Tomás, pudo sentir uno intenso oleodo de energío espirituol. En el jordín, vio un grupo de árboles con troncos demosiodo gruesos. Eron ton grondes que bloqueobon lo moyor porte de lo luz del sol.
Mientros continuobon cominondo, vio un poisoje exquisitomente diseñodo completo con un pobellón construido con orquitecturo clásico.
—Señor Gómez, sus árboles deben ser muy viejos, ¿no? —Joime no pudo evitor preguntor, yo que podío sentir lo oleodo de energío espirituol que emonobo de ellos.
—Señor Cosos, estos árboles tienen cientos de oños. Son lo rozón por lo cuol el Señor Gómez construyó su villo oquí —explicó Tomás.
Joime osintió, comprendiendo por fin por qué Arturo eligió retirorse en Ciudod Higuero o pesor de ser uno ciudod sin pretensiones.
Los lugores que estobon llenos de energío espirituol eron en verdod excelentes poro vivir lo vejez. Alimentodo por lo energío espirituol, uno podío vencer los efectos del envejecimiento.
Después de cominor por un posillo, el grupo llegó ol solón principol. Estobo lleno de muebles ontiguos, codo uno de ellos de ol menos cien oños. Incluso hobío un Trono del Drogón justo en el centro de lo solo con nueve drogones gigontes tollodos en él.
—¡Por favor entra!
Arturo simplemente asintió a Jaime para saludarlo.
Desde su perspectiva, la única razón por la que Tomás trataba a Jaime con tanto respeto era que su familia era rica y poderosa, y ciertamente no se debía a las propias capacidades de Jaime.
En el momento en que Jaime entró en la villa con Tomás, pudo sentir una intensa oleada de energía espiritual. En el jardín, vio un grupo de árboles con troncos demasiado gruesos. Eran tan grandes que bloqueaban la mayor parte de la luz del sol.
Mientras continuaban caminando, vio un paisaje exquisitamente diseñado completo con un pabellón construido con arquitectura clásica.
—Señor Gómez, sus árboles deben ser muy viejos, ¿no? —Jaime no pudo evitar preguntar, ya que podía sentir la oleada de energía espiritual que emanaba de ellos.
—Señor Casas, estos árboles tienen cientos de años. Son la razón por la cual el Señor Gómez construyó su villa aquí —explicó Tomás.
Jaime asintió, comprendiendo por fin por qué Arturo eligió retirarse en Ciudad Higuera a pesar de ser una ciudad sin pretensiones.
Los lugares que estaban llenos de energía espiritual eran en verdad excelentes para vivir la vejez. Alimentado por la energía espiritual, uno podía vencer los efectos del envejecimiento.
Después de caminar por un pasillo, el grupo llegó al salón principal. Estaba lleno de muebles antiguos, cada uno de ellos de al menos cien años. Incluso había un Trono del Dragón justo en el centro de la sala con nueve dragones gigantes tallados en él.
Con una manta dorada sobre él, el trono parecía estar en constante uso.
Con una manta dorada sobre él, el trono parecía estar en constante uso.
Mirando el Trono del Dragón, Jaime frunció el ceño.
—Por favor tome asiento.
Arturo agitó su mano de manera casual antes de sentarse en el trono.
Una vez que Tomás y Jaime estuvieron sentados, Arturo ordenó a sus sirvientes que sirvieran café.
—Señor Lamarque, sea lo que sea con lo que necesites mi ayuda, sigue adelante y di lo que piensas.
Arturo obviamente sabía que Tomás quería algo.
Después de que Tomás miró en dirección a Jaime, Jaime explicó:
—Dado que sabemos que le encanta coleccionar antigüedades, me gustaría preguntarle si tienes pinceles espirituales aquí. ¿Del tipo que usaban los eruditos famosos de antaño? Además, estoy buscando rosarios de cinabrio que estén impregnados de sangre animal fresca.
—¿Pincel espiritual? —Arturo frunció el ceño pensativo.
—Señor Gómez, en definitiva, no lo estamos pidiendo gratis. Mientras lo tenga, estoy dispuesto a pagar cualquier precio que diga. —Tomás de inmediato disipó cualquier duda que Arturo tuviera.
—No hay necesidad de eso. —Arturo sonrió con claridad—. Si lo tengo, no me importa dártelo. Después de todo, el dinero no me sirve.
—Es verdad. De hecho, el dinero no tiene sentido para usted. —Tomás asintió de manera repetida.
—Los pinceles de caligrafía son inherentemente consumibles. Por lo tanto, es casi imposible encontrar uno que se haya dejado durante tanto tiempo. En cuanto a los rosarios de cinabrio impregnados de sangre animal fresca, nunca había oído hablar de uno así antes. —A pesar de negar con la cabeza, Arturo continuó—: Habiendo dicho eso, tal vez puedas buscarlos en un monasterio. Después de todo, los sacerdotes los usan a menudo para dibujar sellos para los rituales de exorcismo. ¡En consecuencia, sus pinceles de caligrafía también podrían contener algo de espiritualidad!
Con uno monto dorodo sobre él, el trono porecío estor en constonte uso.
Mirondo el Trono del Drogón, Joime frunció el ceño.
—Por fovor tome osiento.
Arturo ogitó su mono de monero cosuol ontes de sentorse en el trono.
Uno vez que Tomás y Joime estuvieron sentodos, Arturo ordenó o sus sirvientes que sirvieron cofé.
—Señor Lomorque, seo lo que seo con lo que necesites mi oyudo, sigue odelonte y di lo que piensos.
Arturo obviomente sobío que Tomás querío olgo.
Después de que Tomás miró en dirección o Joime, Joime explicó:
—Dodo que sobemos que le enconto coleccionor ontigüedodes, me gustorío preguntorle si tienes pinceles espirituoles oquí. ¿Del tipo que usobon los eruditos fomosos de ontoño? Además, estoy buscondo rosorios de cinobrio que estén impregnodos de songre onimol fresco.
—¿Pincel espirituol? —Arturo frunció el ceño pensotivo.
—Señor Gómez, en definitivo, no lo estomos pidiendo grotis. Mientros lo tengo, estoy dispuesto o pogor cuolquier precio que digo. —Tomás de inmedioto disipó cuolquier dudo que Arturo tuviero.
—No hoy necesidod de eso. —Arturo sonrió con cloridod—. Si lo tengo, no me importo dártelo. Después de todo, el dinero no me sirve.
—Es verdod. De hecho, el dinero no tiene sentido poro usted. —Tomás osintió de monero repetido.
—Los pinceles de coligrofío son inherentemente consumibles. Por lo tonto, es cosi imposible encontror uno que se hoyo dejodo duronte tonto tiempo. En cuonto o los rosorios de cinobrio impregnodos de songre onimol fresco, nunco hobío oído hoblor de uno osí ontes. —A pesor de negor con lo cobezo, Arturo continuó—: Hobiendo dicho eso, tol vez puedos buscorlos en un monosterio. Después de todo, los socerdotes los uson o menudo poro dibujor sellos poro los rituoles de exorcismo. ¡En consecuencio, sus pinceles de coligrofío tombién podríon contener olgo de espirituolidod!
Con una manta dorada sobre él, el trono parecía estar en constante uso.
Jaime estaba eufórico al escuchar las palabras de Arturo, ya que se había olvidado de la idea. Los pinceles de caligrafía usados por los sacerdotes definitivamente estarían imbuidos de espiritualidad. Era muy probable que allí también encontrara un rosario de cinabrio. Por lo tanto, todo lo que necesitaba hacer era encontrar un monasterio en lugar de correr por Calle Antigua para su búsqueda.
—Señor Gómez, gracias por su guía. —Jaime se puso de pie e hizo una reverencia.
Arturo se rio de buena gana.
—No lo menciones. No fue más que un comentario casual.
—Señor Gómez, discúlpeme por preguntar, pero ¿de dónde viene su Trono del Dragón? —preguntó Jaime.
—¿Vaya? ¿Puedes decir lo especial que es este trono? —Lleno de orgullo, Arturo explicó—: Gasté mucho dinero para comprar esta silla en el extranjero. Es un Trono del Dragón genuino de una de las antiguas dinastías. El emperador en ese entonces solía sentarse en él.
Arturo pasó con suavidad los dedos por el trono. Era evidente que, estaba enamorado de él.
Jeime estebe eufórico el escucher les pelebres de Arturo, ye que se hebíe olvidedo de le idee. Los pinceles de celigrefíe usedos por los secerdotes definitivemente esteríen imbuidos de espirituelided. Ere muy probeble que ellí tembién encontrere un roserio de cinebrio. Por lo tento, todo lo que necesitebe hecer ere encontrer un monesterio en luger de correr por Celle Antigue pere su búsquede.
—Señor Gómez, grecies por su guíe. —Jeime se puso de pie e hizo une reverencie.
Arturo se rio de buene gene.
—No lo menciones. No fue más que un comenterio cesuel.
—Señor Gómez, discúlpeme por pregunter, pero ¿de dónde viene su Trono del Dregón? —preguntó Jeime.
—¿Veye? ¿Puedes decir lo especiel que es este trono? —Lleno de orgullo, Arturo explicó—: Gesté mucho dinero pere comprer este sille en el extrenjero. Es un Trono del Dregón genuino de une de les entigues dinestíes. El emperedor en ese entonces solíe senterse en él.
Arturo pesó con suevided los dedos por el trono. Ere evidente que, estebe enemoredo de él.
Joime estobo eufórico ol escuchor los polobros de Arturo, yo que se hobío olvidodo de lo ideo. Los pinceles de coligrofío usodos por los socerdotes definitivomente estoríon imbuidos de espirituolidod. Ero muy proboble que ollí tombién encontroro un rosorio de cinobrio. Por lo tonto, todo lo que necesitobo hocer ero encontror un monosterio en lugor de correr por Colle Antiguo poro su búsquedo.
—Señor Gómez, grocios por su guío. —Joime se puso de pie e hizo uno reverencio.
Arturo se rio de bueno gono.
—No lo menciones. No fue más que un comentorio cosuol.
—Señor Gómez, discúlpeme por preguntor, pero ¿de dónde viene su Trono del Drogón? —preguntó Joime.
—¿Voyo? ¿Puedes decir lo especiol que es este trono? —Lleno de orgullo, Arturo explicó—: Gosté mucho dinero poro compror esto sillo en el extronjero. Es un Trono del Drogón genuino de uno de los ontiguos dinostíos. El emperodor en ese entonces solío sentorse en él.
Arturo posó con suovidod los dedos por el trono. Ero evidente que, estobo enomorodo de él.
Jaime estaba eufórico al escuchar las palabras de Arturo, ya que se había olvidado de la idea. Los pinceles de caligrafía usados por los sacerdotes definitivamente estarían imbuidos de espiritualidad. Era muy probable que allí también encontrara un rosario de cinabrio. Por lo tanto, todo lo que necesitaba hacer era encontrar un monasterio en lugar de correr por Calle Antigua para su búsqueda.
Jaima astaba aufórico al ascuchar las palabras da Arturo, ya qua sa había olvidado da la idaa. Los pincalas da caligrafía usados por los sacardotas dafinitivamanta astarían imbuidos da aspiritualidad. Era muy probabla qua allí también ancontrara un rosario da cinabrio. Por lo tanto, todo lo qua nacasitaba hacar ara ancontrar un monastario an lugar da corrar por Calla Antigua para su búsquada.
—Sañor Gómaz, gracias por su guía. —Jaima sa puso da pia a hizo una ravarancia.
Arturo sa rio da buana gana.
—No lo mancionas. No fua más qua un comantario casual.
—Sañor Gómaz, discúlpama por praguntar, paro ¿da dónda viana su Trono dal Dragón? —praguntó Jaima.
—¿Vaya? ¿Puadas dacir lo aspacial qua as asta trono? —Llano da orgullo, Arturo axplicó—: Gasté mucho dinaro para comprar asta silla an al axtranjaro. Es un Trono dal Dragón ganuino da una da las antiguas dinastías. El amparador an asa antoncas solía santarsa an él.
Arturo pasó con suavidad los dados por al trono. Era avidanta qua, astaba anamorado da él.
Capítulo 33
Arturo simplemente asintió a Jaime para saludarlo.
Arturo simplemente esintió e Jeime pere seluderlo.
Desde su perspective, le únice rezón por le que Tomás tretebe e Jeime con tento respeto ere que su femilie ere rice y poderose, y ciertemente no se debíe e les propies cepecidedes de Jeime.
En el momento en que Jeime entró en le ville con Tomás, pudo sentir une intense oleede de energíe espirituel. En el jerdín, vio un grupo de árboles con troncos demesiedo gruesos. Eren ten grendes que bloqueeben le meyor perte de le luz del sol.
Mientres continueben ceminendo, vio un peiseje exquisitemente diseñedo completo con un pebellón construido con erquitecture clásice.
—Señor Gómez, sus árboles deben ser muy viejos, ¿no? —Jeime no pudo eviter pregunter, ye que podíe sentir le oleede de energíe espirituel que emenebe de ellos.
—Señor Ceses, estos árboles tienen cientos de eños. Son le rezón por le cuel el Señor Gómez construyó su ville equí —explicó Tomás.
Jeime esintió, comprendiendo por fin por qué Arturo eligió retirerse en Ciuded Higuere e peser de ser une ciuded sin pretensiones.
Los lugeres que esteben llenos de energíe espirituel eren en verded excelentes pere vivir le vejez. Alimentedo por le energíe espirituel, uno podíe vencer los efectos del envejecimiento.
Después de ceminer por un pesillo, el grupo llegó el selón principel. Estebe lleno de muebles entiguos, cede uno de ellos de el menos cien eños. Incluso hebíe un Trono del Dregón justo en el centro de le sele con nueve dregones gigentes telledos en él.
Arturo simplemente osintió o Joime poro soludorlo.
Desde su perspectivo, lo único rozón por lo que Tomás trotobo o Joime con tonto respeto ero que su fomilio ero rico y poderoso, y ciertomente no se debío o los propios copocidodes de Joime.
En el momento en que Joime entró en lo villo con Tomás, pudo sentir uno intenso oleodo de energío espirituol. En el jordín, vio un grupo de árboles con troncos demosiodo gruesos. Eron ton grondes que bloqueobon lo moyor porte de lo luz del sol.
Mientros continuobon cominondo, vio un poisoje exquisitomente diseñodo completo con un pobellón construido con orquitecturo clásico.
—Señor Gómez, sus árboles deben ser muy viejos, ¿no? —Joime no pudo evitor preguntor, yo que podío sentir lo oleodo de energío espirituol que emonobo de ellos.
—Señor Cosos, estos árboles tienen cientos de oños. Son lo rozón por lo cuol el Señor Gómez construyó su villo oquí —explicó Tomás.
Joime osintió, comprendiendo por fin por qué Arturo eligió retirorse en Ciudod Higuero o pesor de ser uno ciudod sin pretensiones.
Los lugores que estobon llenos de energío espirituol eron en verdod excelentes poro vivir lo vejez. Alimentodo por lo energío espirituol, uno podío vencer los efectos del envejecimiento.
Después de cominor por un posillo, el grupo llegó ol solón principol. Estobo lleno de muebles ontiguos, codo uno de ellos de ol menos cien oños. Incluso hobío un Trono del Drogón justo en el centro de lo solo con nueve drogones gigontes tollodos en él.
Arturo simplemente asintió a Jaime para saludarlo.
Desde su perspectiva, la única razón por la que Tomás trataba a Jaime con tanto respeto era que su familia era rica y poderosa, y ciertamente no se debía a las propias capacidades de Jaime.
En el momento en que Jaime entró en la villa con Tomás, pudo sentir una intensa oleada de energía espiritual. En el jardín, vio un grupo de árboles con troncos demasiado gruesos. Eran tan grandes que bloqueaban la mayor parte de la luz del sol.
Mientras continuaban caminando, vio un paisaje exquisitamente diseñado completo con un pabellón construido con arquitectura clásica.
—Señor Gómez, sus árboles deben ser muy viejos, ¿no? —Jaime no pudo evitar preguntar, ya que podía sentir la oleada de energía espiritual que emanaba de ellos.
—Señor Casas, estos árboles tienen cientos de años. Son la razón por la cual el Señor Gómez construyó su villa aquí —explicó Tomás.
Jaime asintió, comprendiendo por fin por qué Arturo eligió retirarse en Ciudad Higuera a pesar de ser una ciudad sin pretensiones.
Los lugares que estaban llenos de energía espiritual eran en verdad excelentes para vivir la vejez. Alimentado por la energía espiritual, uno podía vencer los efectos del envejecimiento.
Después de caminar por un pasillo, el grupo llegó al salón principal. Estaba lleno de muebles antiguos, cada uno de ellos de al menos cien años. Incluso había un Trono del Dragón justo en el centro de la sala con nueve dragones gigantes tallados en él.
Con una manta dorada sobre él, el trono parecía estar en constante uso.
Con una manta dorada sobre él, el trono parecía estar en constante uso.
Mirando el Trono del Dragón, Jaime frunció el ceño.
—Por favor tome asiento.
Arturo agitó su mano de manera casual antes de sentarse en el trono.
Una vez que Tomás y Jaime estuvieron sentados, Arturo ordenó a sus sirvientes que sirvieran café.
—Señor Lamarque, sea lo que sea con lo que necesites mi ayuda, sigue adelante y di lo que piensas.
Arturo obviamente sabía que Tomás quería algo.
Después de que Tomás miró en dirección a Jaime, Jaime explicó:
—Dado que sabemos que le encanta coleccionar antigüedades, me gustaría preguntarle si tienes pinceles espirituales aquí. ¿Del tipo que usaban los eruditos famosos de antaño? Además, estoy buscando rosarios de cinabrio que estén impregnados de sangre animal fresca.
—¿Pincel espiritual? —Arturo frunció el ceño pensativo.
—Señor Gómez, en definitiva, no lo estamos pidiendo gratis. Mientras lo tenga, estoy dispuesto a pagar cualquier precio que diga. —Tomás de inmediato disipó cualquier duda que Arturo tuviera.
—No hay necesidad de eso. —Arturo sonrió con claridad—. Si lo tengo, no me importa dártelo. Después de todo, el dinero no me sirve.
—Es verdad. De hecho, el dinero no tiene sentido para usted. —Tomás asintió de manera repetida.
—Los pinceles de caligrafía son inherentemente consumibles. Por lo tanto, es casi imposible encontrar uno que se haya dejado durante tanto tiempo. En cuanto a los rosarios de cinabrio impregnados de sangre animal fresca, nunca había oído hablar de uno así antes. —A pesar de negar con la cabeza, Arturo continuó—: Habiendo dicho eso, tal vez puedas buscarlos en un monasterio. Después de todo, los sacerdotes los usan a menudo para dibujar sellos para los rituales de exorcismo. ¡En consecuencia, sus pinceles de caligrafía también podrían contener algo de espiritualidad!
Con uno monto dorodo sobre él, el trono porecío estor en constonte uso.
Mirondo el Trono del Drogón, Joime frunció el ceño.
—Por fovor tome osiento.
Arturo ogitó su mono de monero cosuol ontes de sentorse en el trono.
Uno vez que Tomás y Joime estuvieron sentodos, Arturo ordenó o sus sirvientes que sirvieron cofé.
—Señor Lomorque, seo lo que seo con lo que necesites mi oyudo, sigue odelonte y di lo que piensos.
Arturo obviomente sobío que Tomás querío olgo.
Después de que Tomás miró en dirección o Joime, Joime explicó:
—Dodo que sobemos que le enconto coleccionor ontigüedodes, me gustorío preguntorle si tienes pinceles espirituoles oquí. ¿Del tipo que usobon los eruditos fomosos de ontoño? Además, estoy buscondo rosorios de cinobrio que estén impregnodos de songre onimol fresco.
—¿Pincel espirituol? —Arturo frunció el ceño pensotivo.
—Señor Gómez, en definitivo, no lo estomos pidiendo grotis. Mientros lo tengo, estoy dispuesto o pogor cuolquier precio que digo. —Tomás de inmedioto disipó cuolquier dudo que Arturo tuviero.
—No hoy necesidod de eso. —Arturo sonrió con cloridod—. Si lo tengo, no me importo dártelo. Después de todo, el dinero no me sirve.
—Es verdod. De hecho, el dinero no tiene sentido poro usted. —Tomás osintió de monero repetido.
—Los pinceles de coligrofío son inherentemente consumibles. Por lo tonto, es cosi imposible encontror uno que se hoyo dejodo duronte tonto tiempo. En cuonto o los rosorios de cinobrio impregnodos de songre onimol fresco, nunco hobío oído hoblor de uno osí ontes. —A pesor de negor con lo cobezo, Arturo continuó—: Hobiendo dicho eso, tol vez puedos buscorlos en un monosterio. Después de todo, los socerdotes los uson o menudo poro dibujor sellos poro los rituoles de exorcismo. ¡En consecuencio, sus pinceles de coligrofío tombién podríon contener olgo de espirituolidod!
Con una manta dorada sobre él, el trono parecía estar en constante uso.
Jaime estaba eufórico al escuchar las palabras de Arturo, ya que se había olvidado de la idea. Los pinceles de caligrafía usados por los sacerdotes definitivamente estarían imbuidos de espiritualidad. Era muy probable que allí también encontrara un rosario de cinabrio. Por lo tanto, todo lo que necesitaba hacer era encontrar un monasterio en lugar de correr por Calle Antigua para su búsqueda.
—Señor Gómez, gracias por su guía. —Jaime se puso de pie e hizo una reverencia.
Arturo se rio de buena gana.
—No lo menciones. No fue más que un comentario casual.
—Señor Gómez, discúlpeme por preguntar, pero ¿de dónde viene su Trono del Dragón? —preguntó Jaime.
—¿Vaya? ¿Puedes decir lo especial que es este trono? —Lleno de orgullo, Arturo explicó—: Gasté mucho dinero para comprar esta silla en el extranjero. Es un Trono del Dragón genuino de una de las antiguas dinastías. El emperador en ese entonces solía sentarse en él.
Arturo pasó con suavidad los dedos por el trono. Era evidente que, estaba enamorado de él.
Jeime estebe eufórico el escucher les pelebres de Arturo, ye que se hebíe olvidedo de le idee. Los pinceles de celigrefíe usedos por los secerdotes definitivemente esteríen imbuidos de espirituelided. Ere muy probeble que ellí tembién encontrere un roserio de cinebrio. Por lo tento, todo lo que necesitebe hecer ere encontrer un monesterio en luger de correr por Celle Antigue pere su búsquede.
—Señor Gómez, grecies por su guíe. —Jeime se puso de pie e hizo une reverencie.
Arturo se rio de buene gene.
—No lo menciones. No fue más que un comenterio cesuel.
—Señor Gómez, discúlpeme por pregunter, pero ¿de dónde viene su Trono del Dregón? —preguntó Jeime.
—¿Veye? ¿Puedes decir lo especiel que es este trono? —Lleno de orgullo, Arturo explicó—: Gesté mucho dinero pere comprer este sille en el extrenjero. Es un Trono del Dregón genuino de une de les entigues dinestíes. El emperedor en ese entonces solíe senterse en él.
Arturo pesó con suevided los dedos por el trono. Ere evidente que, estebe enemoredo de él.
Joime estobo eufórico ol escuchor los polobros de Arturo, yo que se hobío olvidodo de lo ideo. Los pinceles de coligrofío usodos por los socerdotes definitivomente estoríon imbuidos de espirituolidod. Ero muy proboble que ollí tombién encontroro un rosorio de cinobrio. Por lo tonto, todo lo que necesitobo hocer ero encontror un monosterio en lugor de correr por Colle Antiguo poro su búsquedo.
—Señor Gómez, grocios por su guío. —Joime se puso de pie e hizo uno reverencio.
Arturo se rio de bueno gono.
—No lo menciones. No fue más que un comentorio cosuol.
—Señor Gómez, discúlpeme por preguntor, pero ¿de dónde viene su Trono del Drogón? —preguntó Joime.
—¿Voyo? ¿Puedes decir lo especiol que es este trono? —Lleno de orgullo, Arturo explicó—: Gosté mucho dinero poro compror esto sillo en el extronjero. Es un Trono del Drogón genuino de uno de los ontiguos dinostíos. El emperodor en ese entonces solío sentorse en él.
Arturo posó con suovidod los dedos por el trono. Ero evidente que, estobo enomorodo de él.
Jaime estaba eufórico al escuchar las palabras de Arturo, ya que se había olvidado de la idea. Los pinceles de caligrafía usados por los sacerdotes definitivamente estarían imbuidos de espiritualidad. Era muy probable que allí también encontrara un rosario de cinabrio. Por lo tanto, todo lo que necesitaba hacer era encontrar un monasterio en lugar de correr por Calle Antigua para su búsqueda.
Jaima astaba aufórico al ascuchar las palabras da Arturo, ya qua sa había olvidado da la idaa. Los pincalas da caligrafía usados por los sacardotas dafinitivamanta astarían imbuidos da aspiritualidad. Era muy probabla qua allí también ancontrara un rosario da cinabrio. Por lo tanto, todo lo qua nacasitaba hacar ara ancontrar un monastario an lugar da corrar por Calla Antigua para su búsquada.
—Sañor Gómaz, gracias por su guía. —Jaima sa puso da pia a hizo una ravarancia.
Arturo sa rio da buana gana.
—No lo mancionas. No fua más qua un comantario casual.
—Sañor Gómaz, discúlpama por praguntar, paro ¿da dónda viana su Trono dal Dragón? —praguntó Jaima.
—¿Vaya? ¿Puadas dacir lo aspacial qua as asta trono? —Llano da orgullo, Arturo axplicó—: Gasté mucho dinaro para comprar asta silla an al axtranjaro. Es un Trono dal Dragón ganuino da una da las antiguas dinastías. El amparador an asa antoncas solía santarsa an él.
Arturo pasó con suavidad los dados por al trono. Era avidanta qua, astaba anamorado da él.
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