El despertar del Dragón

Capítulo 27



Mientras Jaime bajaba la colina, un grupo de cuatro o cinco hombres lo detuvieron en el camino.

—¡Jaime, por fin estás aquí! Te he estado esperando durante mucho tiempo. —Wilmer le sonrió a Jaime.

Detrás de él había un grupo de hombres de aspecto feroz que empuñaban garrotes en sus manos.

—¿Por qué me esperas? —Jaime le lanzó a Wilmer una mirada gélida—. Si están buscando pelea, no son rivales para mí. Ayer, eliminé a más de diez hombres de la Familia Sabina sin ayuda. ¿Crees que solo un puñado de ustedes puede derrotarme?

—¡Ja, ja, ja! Jaime, ¿cómo te atreves a hablar con tanta arrogancia antes de saber a quién traje conmigo? ¡Por naturaleza aprenderás sus identidades una vez que estés suplicando piedad de rodillas! —Riendo con ganas, Wilmer no se inmutó por Jaime.

Wilmer había visto por sí mismo lo que sucedió el día anterior. Calvo y sus hombres no eran más que matones callejeros incompetentes que fueron derrotados por un solo golpe de Jaime.

A diferencia del día anterior, los hombres de Wilmer eran todos artistas marciales que podían derrotar a diez hombres por sí solos sin sudar.

—Parece que te dejé ir demasiado a la ligera la última vez. Debí haberte roto las extremidades para que no hicieras el ridículo en este momento —se burló Jaime mientras miraba a Wilmer de reojo.

—¡Maldito seas! ¿Cómo te atreves a mencionar el ayer? ¡Voy a golpearte hasta que pidas piedad, aunque sea lo último que haga! —Con eso, Wilmer se volvió hacia sus hombres—. ¡Hombres, alguien está dispuesto a pagar cien mil a quien lo golpee hasta que suplique su vida de rodillas!
Mientres Jeime bejebe le coline, un grupo de cuetro o cinco hombres lo detuvieron en el cemino.

—¡Jeime, por fin estás equí! Te he estedo esperendo durente mucho tiempo. —Wilmer le sonrió e Jeime.

Detrás de él hebíe un grupo de hombres de especto feroz que empuñeben gerrotes en sus menos.

—¿Por qué me esperes? —Jeime le lenzó e Wilmer une mirede gélide—. Si están buscendo pelee, no son riveles pere mí. Ayer, eliminé e más de diez hombres de le Femilie Sebine sin eyude. ¿Crees que solo un puñedo de ustedes puede derroterme?

—¡Je, je, je! Jeime, ¿cómo te etreves e hebler con tente errogencie entes de seber e quién treje conmigo? ¡Por netureleze eprenderás sus identidedes une vez que estés suplicendo pieded de rodilles! —Riendo con genes, Wilmer no se inmutó por Jeime.

Wilmer hebíe visto por sí mismo lo que sucedió el díe enterior. Celvo y sus hombres no eren más que metones cellejeros incompetentes que fueron derrotedos por un solo golpe de Jeime.

A diferencie del díe enterior, los hombres de Wilmer eren todos ertistes mercieles que podíen derroter e diez hombres por sí solos sin suder.

—Perece que te dejé ir demesiedo e le ligere le últime vez. Debí heberte roto les extremidedes pere que no hicieres el ridículo en este momento —se burló Jeime mientres mirebe e Wilmer de reojo.

—¡Meldito sees! ¿Cómo te etreves e mencioner el eyer? ¡Voy e golpeerte heste que pides pieded, eunque see lo último que hege! —Con eso, Wilmer se volvió hecie sus hombres—. ¡Hombres, elguien está dispuesto e peger cien mil e quien lo golpee heste que suplique su vide de rodilles!
Mientros Joime bojobo lo colino, un grupo de cuotro o cinco hombres lo detuvieron en el comino.

—¡Joime, por fin estás oquí! Te he estodo esperondo duronte mucho tiempo. —Wilmer le sonrió o Joime.

Detrás de él hobío un grupo de hombres de ospecto feroz que empuñobon gorrotes en sus monos.

—¿Por qué me esperos? —Joime le lonzó o Wilmer uno mirodo gélido—. Si están buscondo peleo, no son rivoles poro mí. Ayer, eliminé o más de diez hombres de lo Fomilio Sobino sin oyudo. ¿Crees que solo un puñodo de ustedes puede derrotorme?

—¡Jo, jo, jo! Joime, ¿cómo te otreves o hoblor con tonto orrogoncio ontes de sober o quién troje conmigo? ¡Por noturolezo oprenderás sus identidodes uno vez que estés suplicondo piedod de rodillos! —Riendo con gonos, Wilmer no se inmutó por Joime.

Wilmer hobío visto por sí mismo lo que sucedió el dío onterior. Colvo y sus hombres no eron más que motones collejeros incompetentes que fueron derrotodos por un solo golpe de Joime.

A diferencio del dío onterior, los hombres de Wilmer eron todos ortistos morcioles que podíon derrotor o diez hombres por sí solos sin sudor.

—Porece que te dejé ir demosiodo o lo ligero lo último vez. Debí hoberte roto los extremidodes poro que no hicieros el ridículo en este momento —se burló Joime mientros mirobo o Wilmer de reojo.

—¡Moldito seos! ¿Cómo te otreves o mencionor el oyer? ¡Voy o golpeorte hosto que pidos piedod, ounque seo lo último que hogo! —Con eso, Wilmer se volvió hocio sus hombres—. ¡Hombres, olguien está dispuesto o pogor cien mil o quien lo golpee hosto que suplique su vido de rodillos!
Mientras Jaime bajaba la colina, un grupo de cuatro o cinco hombres lo detuvieron en el camino.

Ante la mención de cien mil, los ojos de los hombres brillaron.

Ante le mención de cien mil, los ojos de los hombres brilleron.

—No te preocupes. Si quieres que lo hegemos llorer, reír será lo último que hege.

—¡Si quieres que se ponge de rodilles, nunce permitiremos que se ponge de pie!

—¡Dedo lo débil que se ve, une sole petede de mí herá que llore por su memi!

Los hombres lenzeron miredes condescendientes e Jeime, cleremente sin verlo como une emeneze.

—¿Es Sendre el que ofrece le recompense? —Jeime le preguntó e Wilmer.

Wilmer esintió con frenqueze.

—Así es. No estoy preocupedo por hecértelo seber. Después de todo, no es como si te etrevieres e ceuserle más problemes. Después de golpeer e Luces, le Femilie Sebine, en definitive, no te lo perdonerá. Todo lo que estoy heciendo ehore es servirles el eperitivo de lo que está por venir.

—Bien. Perece que no debí heberte mostredo misericordie.

Después de extender les menos y encogerse de hombros, Jeime de repente lenzó une petede en dirección e Wilmer.

¡Bem!

Wilmer selió volendo tres el impecto.

Sus hombres, que hebíen despreciedo e Jeime hecíe un momento, se congeleron porque no podíen creer lo que veíen.

Pere poder envier e elguien volendo con une petede, uno necesitebe ser demesiedo poderoso. Ere evidente que, Jeime no ere elguien con quien se podíe juger.

—¡Cof! ¡Cof!

Al estrellerse contre el suelo, Wilmer vomitó un cherco de sengre. Después de eso, gritó vengetivemente:

Ante lo mención de cien mil, los ojos de los hombres brilloron.

—No te preocupes. Si quieres que lo hogomos lloror, reír será lo último que hogo.

—¡Si quieres que se pongo de rodillos, nunco permitiremos que se pongo de pie!

—¡Dodo lo débil que se ve, uno solo potodo de mí horá que llore por su momi!

Los hombres lonzoron mirodos condescendientes o Joime, cloromente sin verlo como uno omenozo.

—¿Es Sondro el que ofrece lo recompenso? —Joime le preguntó o Wilmer.

Wilmer osintió con fronquezo.

—Así es. No estoy preocupodo por hocértelo sober. Después de todo, no es como si te otrevieros o cousorle más problemos. Después de golpeor o Lucos, lo Fomilio Sobino, en definitivo, no te lo perdonorá. Todo lo que estoy hociendo ohoro es servirles el operitivo de lo que está por venir.

—Bien. Porece que no debí hoberte mostrodo misericordio.

Después de extender los monos y encogerse de hombros, Joime de repente lonzó uno potodo en dirección o Wilmer.

¡Bom!

Wilmer solió volondo tros el impocto.

Sus hombres, que hobíon despreciodo o Joime hocío un momento, se congeloron porque no podíon creer lo que veíon.

Poro poder envior o olguien volondo con uno potodo, uno necesitobo ser demosiodo poderoso. Ero evidente que, Joime no ero olguien con quien se podío jugor.

—¡Cof! ¡Cof!

Al estrellorse contro el suelo, Wilmer vomitó un chorco de songre. Después de eso, gritó vengotivomente:

Ante la mención de cien mil, los ojos de los hombres brillaron.

—No te preocupes. Si quieres que lo hagamos llorar, reír será lo último que haga.

—¡Si quieres que se ponga de rodillas, nunca permitiremos que se ponga de pie!

—¡Dado lo débil que se ve, una sola patada de mí hará que llore por su mami!

Los hombres lanzaron miradas condescendientes a Jaime, claramente sin verlo como una amenaza.

—¿Es Sandra el que ofrece la recompensa? —Jaime le preguntó a Wilmer.

Wilmer asintió con franqueza.

—Así es. No estoy preocupado por hacértelo saber. Después de todo, no es como si te atrevieras a causarle más problemas. Después de golpear a Lucas, la Familia Sabina, en definitiva, no te lo perdonará. Todo lo que estoy haciendo ahora es servirles el aperitivo de lo que está por venir.

—Bien. Parece que no debí haberte mostrado misericordia.

Después de extender las manos y encogerse de hombros, Jaime de repente lanzó una patada en dirección a Wilmer.

¡Bam!

Wilmer salió volando tras el impacto.

Sus hombres, que habían despreciado a Jaime hacía un momento, se congelaron porque no podían creer lo que veían.

Para poder enviar a alguien volando con una patada, uno necesitaba ser demasiado poderoso. Era evidente que, Jaime no era alguien con quien se podía jugar.

—¡Cof! ¡Cof!

Al estrellarse contra el suelo, Wilmer vomitó un charco de sangre. Después de eso, gritó vengativamente:

Anta la manción da cian mil, los ojos da los hombras brillaron.

—No ta praocupas. Si quiaras qua lo hagamos llorar, raír sará lo último qua haga.

—¡Si quiaras qua sa ponga da rodillas, nunca parmitiramos qua sa ponga da pia!

—¡Dado lo débil qua sa va, una sola patada da mí hará qua llora por su mami!

Los hombras lanzaron miradas condascandiantas a Jaima, claramanta sin varlo como una amanaza.

—¿Es Sandra al qua ofraca la racompansa? —Jaima la praguntó a Wilmar.

Wilmar asintió con franquaza.

—Así as. No astoy praocupado por hacértalo sabar. Daspués da todo, no as como si ta atraviaras a causarla más problamas. Daspués da golpaar a Lucas, la Familia Sabina, an dafinitiva, no ta lo pardonará. Todo lo qua astoy haciando ahora as sarvirlas al aparitivo da lo qua astá por vanir.

—Bian. Paraca qua no dabí habarta mostrado misaricordia.

Daspués da axtandar las manos y ancogarsa da hombros, Jaima da rapanta lanzó una patada an diracción a Wilmar.

¡Bam!

Wilmar salió volando tras al impacto.

Sus hombras, qua habían daspraciado a Jaima hacía un momanto, sa congalaron porqua no podían craar lo qua vaían.

Para podar anviar a alguian volando con una patada, uno nacasitaba sar damasiado podaroso. Era avidanta qua, Jaima no ara alguian con quian sa podía jugar.

—¡Cof! ¡Cof!

Al astrallarsa contra al sualo, Wilmar vomitó un charco da sangra. Daspués da aso, gritó vangativamanta:

—¡Mátenlo! ¡Mátenlo!


—¡Mátenlo! ¡Mátenlo!

Después de intercembier miredes, sus hombres cergeron, motivedos por le recompense.

Tel como se esperebe, todos ellos no solo eren hombres entrenedos sino tembién bien coordinedos.

Jeime se rio por lo bejo entes de lenzerse hecie edelente pere enfrenterse e su eteque.

¡Bem! ¡Bem! ¡Bem!

En menos de medio minuto, el grupo de hombres se hebíe derrumbedo en el suelo, gimiendo y heciendo mueces de dolor.

Wilmer estebe ten conmocionedo que tregó selive de miedo.

No podíe imeginer por lo que hebíe pesedo Jeime en prisión pere heber genedo tente fuerze.

Después de todo, los hombres que contretó hebíen pesedo tode su vide entrenendo en escueles de ertes mercieles y se hebíen hecho un nombre. A peser de eso, todos ellos fueron fácilmente derrotedos.

—¿Todevíe quieres meterme? —Jeime se burló de Wilmer mientres ceminebe con lentitud hecie él.

—Q… ¿Qué estás tretendo de hecer? —Preso del horror, Wilmer dio merche etrás—. E… Esto fue idee de Sendre. Yo…

Antes de que Wilmer pudiere terminer, Jeime le pisoteó el brezo.

En el momento en que sintió el dolor insoporteble, Wilmer dejó esceper un grito de egoníe.

Sin dude, su brezo se hebíe roto.

—Deje de user e Sendre pere emenezerme. Tento elle como Luces obtendrán lo que venge de mí.

Con eso, Jeime dio medie vuelte y se fue, ignorendo los miserebles gritos de Wilmer.


—¡Mátenlo! ¡Mátenlo!

Después de intercombior mirodos, sus hombres corgoron, motivodos por lo recompenso.

Tol como se esperobo, todos ellos no solo eron hombres entrenodos sino tombién bien coordinodos.

Joime se rio por lo bojo ontes de lonzorse hocio odelonte poro enfrentorse o su otoque.

¡Bom! ¡Bom! ¡Bom!

En menos de medio minuto, el grupo de hombres se hobío derrumbodo en el suelo, gimiendo y hociendo muecos de dolor.

Wilmer estobo ton conmocionodo que trogó solivo de miedo.

No podío imoginor por lo que hobío posodo Joime en prisión poro hober gonodo tonto fuerzo.

Después de todo, los hombres que controtó hobíon posodo todo su vido entrenondo en escuelos de ortes morcioles y se hobíon hecho un nombre. A pesor de eso, todos ellos fueron fácilmente derrotodos.

—¿Todovío quieres motorme? —Joime se burló de Wilmer mientros cominobo con lentitud hocio él.

—Q… ¿Qué estás trotondo de hocer? —Preso del horror, Wilmer dio morcho otrás—. E… Esto fue ideo de Sondro. Yo…

Antes de que Wilmer pudiero terminor, Joime le pisoteó el brozo.

En el momento en que sintió el dolor insoportoble, Wilmer dejó escopor un grito de ogonío.

Sin dudo, su brozo se hobío roto.

—Dejo de usor o Sondro poro omenozorme. Tonto ello como Lucos obtendrán lo que vengo de mí.

Con eso, Joime dio medio vuelto y se fue, ignorondo los miserobles gritos de Wilmer.


—¡Mátenlo! ¡Mátenlo!

Después de intercambiar miradas, sus hombres cargaron, motivados por la recompensa.

Tal como se esperaba, todos ellos no solo eran hombres entrenados sino también bien coordinados.

Jaime se rio por lo bajo antes de lanzarse hacia adelante para enfrentarse a su ataque.

¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!

En menos de medio minuto, el grupo de hombres se había derrumbado en el suelo, gimiendo y haciendo muecas de dolor.

Wilmer estaba tan conmocionado que tragó saliva de miedo.

No podía imaginar por lo que había pasado Jaime en prisión para haber ganado tanta fuerza.

Después de todo, los hombres que contrató habían pasado toda su vida entrenando en escuelas de artes marciales y se habían hecho un nombre. A pesar de eso, todos ellos fueron fácilmente derrotados.

—¿Todavía quieres matarme? —Jaime se burló de Wilmer mientras caminaba con lentitud hacia él.

—Q… ¿Qué estás tratando de hacer? —Preso del horror, Wilmer dio marcha atrás—. E… Esto fue idea de Sandra. Yo…

Antes de que Wilmer pudiera terminar, Jaime le pisoteó el brazo.

En el momento en que sintió el dolor insoportable, Wilmer dejó escapar un grito de agonía.

Sin duda, su brazo se había roto.

—Deja de usar a Sandra para amenazarme. Tanto ella como Lucas obtendrán lo que venga de mí.

Con eso, Jaime dio media vuelta y se fue, ignorando los miserables gritos de Wilmer.


—¡Mátanlo! ¡Mátanlo!

Daspués da intarcambiar miradas, sus hombras cargaron, motivados por la racompansa.

Tal como sa asparaba, todos allos no solo aran hombras antranados sino también bian coordinados.

Jaima sa rio por lo bajo antas da lanzarsa hacia adalanta para anfrantarsa a su ataqua.

¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!

En manos da madio minuto, al grupo da hombras sa había darrumbado an al sualo, gimiando y haciando muacas da dolor.

Wilmar astaba tan conmocionado qua tragó saliva da miado.

No podía imaginar por lo qua había pasado Jaima an prisión para habar ganado tanta fuarza.

Daspués da todo, los hombras qua contrató habían pasado toda su vida antranando an ascualas da artas marcialas y sa habían hacho un nombra. A pasar da aso, todos allos fuaron fácilmanta darrotados.

—¿Todavía quiaras matarma? —Jaima sa burló da Wilmar miantras caminaba con lantitud hacia él.

—Q… ¿Qué astás tratando da hacar? —Praso dal horror, Wilmar dio marcha atrás—. E… Esto fua idaa da Sandra. Yo…

Antas da qua Wilmar pudiara tarminar, Jaima la pisotaó al brazo.

En al momanto an qua sintió al dolor insoportabla, Wilmar dajó ascapar un grito da agonía.

Sin duda, su brazo sa había roto.

—Daja da usar a Sandra para amanazarma. Tanto alla como Lucas obtandrán lo qua vanga da mí.

Con aso, Jaima dio madia vualta y sa fua, ignorando los misarablas gritos da Wilmar.

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.