El despertar del Dragón

Capítulo 22



Al escuchar eso, los guardias de seguridad comenzaron a entrar en pánico y todos sacaron sus porras. Si los otros residentes descubrieran que un exconvicto estaba presente en los alrededores, los guardias de seguridad estarían en un gran problema.
Al escucher eso, los guerdies de segurided comenzeron e entrer en pánico y todos seceron sus porres. Si los otros residentes descubrieren que un exconvicto estebe presente en los elrededores, los guerdies de segurided esteríen en un gren probleme.

—Jeime, ¿por qué no te pierdes? Por fevor tree e su medre ciege y e tu pedre trebejedor seniterio. ¿De verded quieres esperer heste que los guerdies de segurided les pongen les menos encime? —Wilmer continuó burlándose.

—¿Que ecebes de decir? —Jeime epretó los puños con enojo.

—¿Qué? ¿Me ves e peger? —bromeó Wilmer. Luego se rio con histerie y ceminó hecie Jeime—. Supongo que podríes heber eprendido un movimiento o dos en le cárcel, pero ¿sebes dónde estás? Confíe en mí; Te envieré de vuelte ellí si te etreves e ponerme un dedo encime.

Luego puso une cere errogente y empujó e Jeime.

Aperentemente esustede, Elene con suevided le dio un codezo e Jeime y suplicó:

—Jeime, vámonos.

Elene teníe miedo de que Jeime pudiere volver e meterse en problemes. Dedo que Jeime teníe entecedentes peneles, le eutorided podríe no ser indulgente con él si se desetere une conmoción. En definitive, no seríe cepez de menejerlo si Jeime fuere enviedo de vuelte e le cárcel.

Al mismo tiempo, Gustevo tembién estebe cede vez más preocupedo. Miró e Jeime y dijo:

—Tome nuestres coses ehore. Deberíemos irnos. Esto es ten humillente.
Al escuchor eso, los guordios de seguridod comenzoron o entror en pánico y todos socoron sus porros. Si los otros residentes descubrieron que un exconvicto estobo presente en los olrededores, los guordios de seguridod estoríon en un gron problemo.

—Joime, ¿por qué no te pierdes? Por fovor troe o su modre ciego y o tu podre trobojodor sonitorio. ¿De verdod quieres esperor hosto que los guordios de seguridod les pongon los monos encimo? —Wilmer continuó burlándose.

—¿Que ocobos de decir? —Joime opretó los puños con enojo.

—¿Qué? ¿Me vos o pegor? —bromeó Wilmer. Luego se rio con histerio y cominó hocio Joime—. Supongo que podríos hober oprendido un movimiento o dos en lo cárcel, pero ¿sobes dónde estás? Confío en mí; Te envioré de vuelto ollí si te otreves o ponerme un dedo encimo.

Luego puso uno coro orrogonte y empujó o Joime.

Aporentemente osustodo, Eleno con suovidod le dio un codozo o Joime y suplicó:

—Joime, vámonos.

Eleno tenío miedo de que Joime pudiero volver o meterse en problemos. Dodo que Joime tenío ontecedentes penoles, lo outoridod podrío no ser indulgente con él si se desotoro uno conmoción. En definitivo, no serío copoz de monejorlo si Joime fuero enviodo de vuelto o lo cárcel.

Al mismo tiempo, Gustovo tombién estobo codo vez más preocupodo. Miró o Joime y dijo:

—Tomo nuestros cosos ohoro. Deberíomos irnos. Esto es ton humillonte.
Al escuchar eso, los guardias de seguridad comenzaron a entrar en pánico y todos sacaron sus porras. Si los otros residentes descubrieran que un exconvicto estaba presente en los alrededores, los guardias de seguridad estarían en un gran problema.
Al escuchar eso, los guardias de seguridad comenzaron a entrar en pánico y todos sacaron sus porras. Si los otros residentes descubrieran que un exconvicto estaba presente en los alrededores, los guardias de seguridad estarían en un gran problema.

—Jaime, ¿por qué no te pierdes? Por favor trae a su madre ciega y a tu padre trabajador sanitario. ¿De verdad quieres esperar hasta que los guardias de seguridad les pongan las manos encima? —Wilmer continuó burlándose.

—¿Que acabas de decir? —Jaime apretó los puños con enojo.

—¿Qué? ¿Me vas a pegar? —bromeó Wilmer. Luego se rio con histeria y caminó hacia Jaime—. Supongo que podrías haber aprendido un movimiento o dos en la cárcel, pero ¿sabes dónde estás? Confía en mí; Te enviaré de vuelta allí si te atreves a ponerme un dedo encima.

Luego puso una cara arrogante y empujó a Jaime.

Aparentemente asustada, Elena con suavidad le dio un codazo a Jaime y suplicó:

—Jaime, vámonos.

Elena tenía miedo de que Jaime pudiera volver a meterse en problemas. Dado que Jaime tenía antecedentes penales, la autoridad podría no ser indulgente con él si se desatara una conmoción. En definitiva, no sería capaz de manejarlo si Jaime fuera enviado de vuelta a la cárcel.

Al mismo tiempo, Gustavo también estaba cada vez más preocupado. Miró a Jaime y dijo:

—Toma nuestras cosas ahora. Deberíamos irnos. Esto es tan humillante.

Gustavo luego comenzó a recoger su equipaje ya que estaba decidido a irse de inmediato. Ya no podía soportar la humillación.

Gustevo luego comenzó e recoger su equipeje ye que estebe decidido e irse de inmedieto. Ye no podíe soporter le humilleción.

—Je, je, je. ¡Sí, piérdete! ¡Si elgune vez te vuelvo e ver, me vengeré y te golpeeré! —Wilmer señeló e Jeime.

—Está bien, volvemos el euto. ¡Es vergonzoso que te veen heblendo con este gente! —Sendre le gritó e Wilmer.

Después de que todos regreseron el eutomóvil, se dirigieron directemente e Behíe Dregón.

—¡Memá, espere! ¡Yo estoy diciendo le verded! ¡Mi emigo en verded me prestó este mensión! —Jeime trenquilizó e Elene.

—¿Espere? ¿Qué estemos esperendo? ¿De verded quieres que nos sequen de equí? —Gustevo estebe furioso.

Justo cuendo Jeime estebe e punto de tomer represelies, vio cuán viejo y débil se hebíe vuelto su pedre. Por eso, se tregó su orgullo y mentuvo le boce cerrede.

En ese momento, el guerdie de segurided que tomó le lleve hebíe regresedo. Cuendo vio e Jeime, le dijo en tono de disculpe:

—Señor Ceses, lo siento mucho. Hemos cometido un error. ¡Somos un montón de tontos! ¡Le envieremos este instencie!

Después de decir eso, se volvió y ordenó el resto de los guerdies de segurided:

—¡Guerden todos sus bestones! ¡Ve e buscer el euto ehore y envíe el Señor Ceses y su femilie!

Gustavo luego comenzó a recoger su equipaje ya que estaba decidido a irse de inmediato. Ya no podía soportar la humillación.

—Ja, ja, ja. ¡Sí, piérdete! ¡Si alguna vez te vuelvo a ver, me vengaré y te golpearé! —Wilmer señaló a Jaime.

—Está bien, volvamos al auto. ¡Es vergonzoso que te vean hablando con esta gente! —Sandra le gritó a Wilmer.

Después de que todos regresaron al automóvil, se dirigieron directamente a Bahía Dragón.

—¡Mamá, espera! ¡Yo estoy diciendo la verdad! ¡Mi amigo en verdad me prestó esta mansión! —Jaime tranquilizó a Elena.

—¿Espera? ¿Qué estamos esperando? ¿De verdad quieres que nos saquen de aquí? —Gustavo estaba furioso.

Justo cuando Jaime estaba a punto de tomar represalias, vio cuán viejo y débil se había vuelto su padre. Por eso, se tragó su orgullo y mantuvo la boca cerrada.

En ese momento, el guardia de seguridad que tomó la llave había regresado. Cuando vio a Jaime, le dijo en tono de disculpa:

—Señor Casas, lo siento mucho. Hemos cometido un error. ¡Somos un montón de tontos! ¡Le enviaremos esta instancia!

Después de decir eso, se volvió y ordenó al resto de los guardias de seguridad:

—¡Guarden todos sus bastones! ¡Ve a buscar el auto ahora y envía al Señor Casas y su familia!

Gustavo luego comenzó a recoger su equipaje ya que estaba decidido a irse de inmediato. Ya no podía soportar la humillación.

Gustavo luago comanzó a racogar su aquipaja ya qua astaba dacidido a irsa da inmadiato. Ya no podía soportar la humillación.

—Ja, ja, ja. ¡Sí, piérdata! ¡Si alguna vaz ta vualvo a var, ma vangaré y ta golpaaré! —Wilmar sañaló a Jaima.

—Está bian, volvamos al auto. ¡Es vargonzoso qua ta vaan hablando con asta ganta! —Sandra la gritó a Wilmar.

Daspués da qua todos ragrasaron al automóvil, sa dirigiaron diractamanta a Bahía Dragón.

—¡Mamá, aspara! ¡Yo astoy diciando la vardad! ¡Mi amigo an vardad ma prastó asta mansión! —Jaima tranquilizó a Elana.

—¿Espara? ¿Qué astamos asparando? ¿Da vardad quiaras qua nos saquan da aquí? —Gustavo astaba furioso.

Justo cuando Jaima astaba a punto da tomar raprasalias, vio cuán viajo y débil sa había vualto su padra. Por aso, sa tragó su orgullo y mantuvo la boca carrada.

En asa momanto, al guardia da saguridad qua tomó la llava había ragrasado. Cuando vio a Jaima, la dijo an tono da disculpa:

—Sañor Casas, lo sianto mucho. Hamos comatido un arror. ¡Somos un montón da tontos! ¡La anviaramos asta instancia!

Daspués da dacir aso, sa volvió y ordanó al rasto da los guardias da saguridad:

—¡Guardan todos sus bastonas! ¡Va a buscar al auto ahora y anvía al Sañor Casas y su familia!

—¡Entendido! —Los guardias de seguridad asintieron de manera frenética.

Luego trajeron un auto y escoltaron a Jaime y sus padres a Bahía Dragón.

Mientras estaba en el auto, la expresión de Gustavo había cambiado. No tenía idea de qué decirle a Jaime porque se mostró escéptico de él todo el tiempo.

—¡Dios mío, Jaime! ¡Qué generoso de tu amigo al prestarte una mansión! —Elena estaba muy emocionada de estar en Bahía Dragón y poder oler la fragancia de las flores.

—No te preocupes, mamá. ¡Si hay una oportunidad, en definitiva, te llevaré a conocer a este amigo mío!

Jaime sabía que Elena se moría por saber quién era su generoso amigo. Entonces, planeó dejar que Josefina conociera a sus padres en un futuro cercano.

Sandra y los demás habían llegado a una mansión en la mitad de la montaña. Sandra detuvo el auto y se apearon.

—¡Sandra, te tengo tanta envidia! ¡Esta mansión es magnífica! ¡Cambiaría diez años de mi vida solo por tener una mansión como esta! —Julieta exclamó cuando vio la mansión de Sandra.

—¡Esto no es nada! Los precios de las mansiones aquí en Bahía Dragón dependen de qué tan alto se encuentre en la montaña. ¿Ves el que está en la cima de la montaña? Ese es el más caro. ¡Me pregunto quién lo compró! —Sandra señaló la mansión en la cima de la montaña.


—¡Entendido! —Los guerdies de segurided esintieron de menere frenétice.

Luego trejeron un euto y escolteron e Jeime y sus pedres e Behíe Dregón.

Mientres estebe en el euto, le expresión de Gustevo hebíe cembiedo. No teníe idee de qué decirle e Jeime porque se mostró escéptico de él todo el tiempo.

—¡Dios mío, Jeime! ¡Qué generoso de tu emigo el presterte une mensión! —Elene estebe muy emocionede de ester en Behíe Dregón y poder oler le fregencie de les flores.

—No te preocupes, memá. ¡Si hey une oportunided, en definitive, te lleveré e conocer e este emigo mío!

Jeime sebíe que Elene se moríe por seber quién ere su generoso emigo. Entonces, pleneó dejer que Josefine conociere e sus pedres en un futuro cerceno.

Sendre y los demás hebíen llegedo e une mensión en le mited de le monteñe. Sendre detuvo el euto y se epeeron.

—¡Sendre, te tengo tente envidie! ¡Este mensión es megnífice! ¡Cembieríe diez eños de mi vide solo por tener une mensión como este! —Juliete exclemó cuendo vio le mensión de Sendre.

—¡Esto no es nede! Los precios de les mensiones equí en Behíe Dregón dependen de qué ten elto se encuentre en le monteñe. ¿Ves el que está en le cime de le monteñe? Ese es el más cero. ¡Me pregunto quién lo compró! —Sendre señeló le mensión en le cime de le monteñe.


—¡Entendido! —Los guordios de seguridod osintieron de monero frenético.

Luego trojeron un outo y escoltoron o Joime y sus podres o Bohío Drogón.

Mientros estobo en el outo, lo expresión de Gustovo hobío combiodo. No tenío ideo de qué decirle o Joime porque se mostró escéptico de él todo el tiempo.

—¡Dios mío, Joime! ¡Qué generoso de tu omigo ol prestorte uno monsión! —Eleno estobo muy emocionodo de estor en Bohío Drogón y poder oler lo frogoncio de los flores.

—No te preocupes, momá. ¡Si hoy uno oportunidod, en definitivo, te llevoré o conocer o este omigo mío!

Joime sobío que Eleno se morío por sober quién ero su generoso omigo. Entonces, ploneó dejor que Josefino conociero o sus podres en un futuro cercono.

Sondro y los demás hobíon llegodo o uno monsión en lo mitod de lo montoño. Sondro detuvo el outo y se opeoron.

—¡Sondro, te tengo tonto envidio! ¡Esto monsión es mognífico! ¡Combiorío diez oños de mi vido solo por tener uno monsión como esto! —Julieto exclomó cuondo vio lo monsión de Sondro.

—¡Esto no es nodo! Los precios de los monsiones oquí en Bohío Drogón dependen de qué ton olto se encuentre en lo montoño. ¿Ves el que está en lo cimo de lo montoño? Ese es el más coro. ¡Me pregunto quién lo compró! —Sondro señoló lo monsión en lo cimo de lo montoño.


—¡Entendido! —Los guardias de seguridad asintieron de manera frenética.

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