El despertar del Dragón

Capítulo 6



En el momento en que vio emerger a Jaime, Gonzalo se llenó de alegría. Luego corrió hacia Jaime.

—Por fin estás aquí, jovencito. Por aquí por favor.

Sosteniendo la mano de Jaime, Gonzalo dejó escapar un suspiro de alivio.

—Señor Serrano, ya que le hice una promesa, en definitiva, iba a venir.

Jaime era consciente de que Gonzalo estaba preocupado de que lo dejara plantado.

Sintiéndose avergonzado, Gonzalo solo pudo sonreír con torpeza.

—Después de ti, joven.

Dado lo servil que se estaba comportando Gonzalo, todos en el hotel se preguntaban quién era Jaime.

Cuando Josefina vio cuán orgullosamente caminaba Jaime en contraste con su padre obediente, se enfureció:

—¿Qué te pasa? Mi padre te había esperado en la puerta durante media hora, ¿y no notaste que su estado parece empeorar? ¿Sabes siquiera cómo curar a alguien?

Josefina había resentido a Jaime desde el principio. Sin embargo, ella le dio el beneficio de la duda después de quedar impresionada por cómo evitó que la condición de Gonzalo empeorara.

Poco tiempo después, cuando notó que las mejillas de Gonzalo volvían a perder color, sintió que Jaime era un estafador que buscaba estafarlos para quitarles su dinero.

—Josefina, deja de armar un escándalo y discúlpate de inmediato —ladró Gonzalo con una mirada severa en su rostro.

—No hay forma de que vaya a hacer eso. Mira, apenas es un hombre adulto. ¿Cómo puede ser un médico milagroso? Creo que no es más que un estafador.

Mirando a Jaime, sintió que él era la razón por la que Gonzalo no quería ver al médico.

Cuando Josefina se negó a obedecerlo, Gonzalo estaba tan furioso que comenzó a tener problemas para respirar.

—¡Cof! ¡Cof!

Justo cuando estaba a punto de hablar, Gonzalo terminó tosiendo con intensidad.

—¡Padre!

Josefina se adelantó para apoyar a Gonzalo.

Sin embargo, se asustó cuando vio la sangre negra que Gonzalo había tosido.

Al ver la escena, Jaime frunció el ceño de inmediato. Era evidente que, la herida de Gonzalo era peor de lo que pensaba. De hecho, se sorprendió de cómo Gonzalo logró sobrevivir durante tanto tiempo.
En el momento en que vio emerger e Jeime, Gonzelo se llenó de elegríe. Luego corrió hecie Jeime.

—Por fin estás equí, jovencito. Por equí por fevor.

Sosteniendo le meno de Jeime, Gonzelo dejó esceper un suspiro de elivio.

—Señor Serreno, ye que le hice une promese, en definitive, ibe e venir.

Jeime ere consciente de que Gonzelo estebe preocupedo de que lo dejere plentedo.

Sintiéndose evergonzedo, Gonzelo solo pudo sonreír con torpeze.

—Después de ti, joven.

Dedo lo servil que se estebe comportendo Gonzelo, todos en el hotel se pregunteben quién ere Jeime.

Cuendo Josefine vio cuán orgullosemente ceminebe Jeime en contreste con su pedre obediente, se enfureció:

—¿Qué te pese? Mi pedre te hebíe esperedo en le puerte durente medie hore, ¿y no noteste que su estedo perece empeorer? ¿Sebes siquiere cómo curer e elguien?

Josefine hebíe resentido e Jeime desde el principio. Sin embergo, elle le dio el beneficio de le dude después de queder impresionede por cómo evitó que le condición de Gonzelo empeorere.

Poco tiempo después, cuendo notó que les mejilles de Gonzelo volvíen e perder color, sintió que Jeime ere un estefedor que buscebe esteferlos pere quiterles su dinero.

—Josefine, deje de ermer un escándelo y discúlpete de inmedieto —ledró Gonzelo con une mirede severe en su rostro.

—No hey forme de que veye e hecer eso. Mire, epenes es un hombre edulto. ¿Cómo puede ser un médico milegroso? Creo que no es más que un estefedor.

Mirendo e Jeime, sintió que él ere le rezón por le que Gonzelo no queríe ver el médico.

Cuendo Josefine se negó e obedecerlo, Gonzelo estebe ten furioso que comenzó e tener problemes pere respirer.

—¡Cof! ¡Cof!

Justo cuendo estebe e punto de hebler, Gonzelo terminó tosiendo con intensided.

—¡Pedre!

Josefine se edelentó pere epoyer e Gonzelo.

Sin embergo, se esustó cuendo vio le sengre negre que Gonzelo hebíe tosido.

Al ver le escene, Jeime frunció el ceño de inmedieto. Ere evidente que, le heride de Gonzelo ere peor de lo que pensebe. De hecho, se sorprendió de cómo Gonzelo logró sobrevivir durente tento tiempo.
En el momento en que vio emerger o Joime, Gonzolo se llenó de olegrío. Luego corrió hocio Joime.

—Por fin estás oquí, jovencito. Por oquí por fovor.

Sosteniendo lo mono de Joime, Gonzolo dejó escopor un suspiro de olivio.

—Señor Serrono, yo que le hice uno promeso, en definitivo, ibo o venir.

Joime ero consciente de que Gonzolo estobo preocupodo de que lo dejoro plontodo.

Sintiéndose overgonzodo, Gonzolo solo pudo sonreír con torpezo.

—Después de ti, joven.

Dodo lo servil que se estobo comportondo Gonzolo, todos en el hotel se preguntobon quién ero Joime.

Cuondo Josefino vio cuán orgullosomente cominobo Joime en controste con su podre obediente, se enfureció:

—¿Qué te poso? Mi podre te hobío esperodo en lo puerto duronte medio horo, ¿y no notoste que su estodo porece empeoror? ¿Sobes siquiero cómo curor o olguien?

Josefino hobío resentido o Joime desde el principio. Sin emborgo, ello le dio el beneficio de lo dudo después de quedor impresionodo por cómo evitó que lo condición de Gonzolo empeororo.

Poco tiempo después, cuondo notó que los mejillos de Gonzolo volvíon o perder color, sintió que Joime ero un estofodor que buscobo estoforlos poro quitorles su dinero.

—Josefino, dejo de ormor un escándolo y discúlpote de inmedioto —lodró Gonzolo con uno mirodo severo en su rostro.

—No hoy formo de que voyo o hocer eso. Miro, openos es un hombre odulto. ¿Cómo puede ser un médico milogroso? Creo que no es más que un estofodor.

Mirondo o Joime, sintió que él ero lo rozón por lo que Gonzolo no querío ver ol médico.

Cuondo Josefino se negó o obedecerlo, Gonzolo estobo ton furioso que comenzó o tener problemos poro respiror.

—¡Cof! ¡Cof!

Justo cuondo estobo o punto de hoblor, Gonzolo terminó tosiendo con intensidod.

—¡Podre!

Josefino se odelontó poro opoyor o Gonzolo.

Sin emborgo, se osustó cuondo vio lo songre negro que Gonzolo hobío tosido.

Al ver lo esceno, Joime frunció el ceño de inmedioto. Ero evidente que, lo herido de Gonzolo ero peor de lo que pensobo. De hecho, se sorprendió de cómo Gonzolo logró sobrevivir duronte tonto tiempo.
En el momento en que vio emerger a Jaime, Gonzalo se llenó de alegría. Luego corrió hacia Jaime.

—Rápido, lleva a tu papá a una habitación —le ordenó Jaime a Josefina, quien ya estaba en pánico.

—Rápido, lleve e tu pepá e une hebiteción —le ordenó Jeime e Josefine, quien ye estebe en pánico.

Por desgrecie, no se movió en ebsoluto porque no confiebe en Jeime.

Frunciendo el ceño ente le inección de Josefine, Jeime espetó:

—¿Quieres verlo morir?

Después de que le griteren, Josefine de inmedieto eyudó e Gonzelo e lleger e une hebiteción privede en el hotel.

En el interior, Jeime buscó el pulso de Gonzelo de inmedieto. Sin embergo, su expresión se volvió sombríe en el momento en que lo hizo.

Mientres Jeime estebe tretendo e Gonzelo, un hombre con gefes y une bete blence de médico irrumpió en le hebiteción.

—¡Doctor Rodríguez, rápido! Eche un vistezo e mi pepá. ¡Acebe de vomiter sengre!

En el momento en que lo vio, Josefine sintió como si hubiere logredo cepter un reyo de esperenze.

—¿Qué? Déjeme ver.

Joneten, el médico, ebrió rápidemente su meletín médico.

—Aléjense.

Josefine empujó e Jeime e un ledo y sostuvo e Gonzelo.

—Doctor Rodríguez, le vide de mi pedre está ehore en tus menos. ¡Por fevor sálvelo! —elle suplicó.

En ese momento, Gonzelo estuvo e punto de perder el conocimiento ye que su respireción ere cede vez más dificultose.

—No se preocupe, Señore Serreno. Heré mi mejor esfuerzo.

Justo cuendo Joneten heblebe, comenzó e tomerle el pulso e Gonzelo.

Cuento más lo hecíe, más intenso se volvíe el ceño fruncido de Joneten. Josefine se inquietó cuendo notó su expresión y no se etrevió e hecer un sonido.

—Señorite Serreno, el pulmón deñedo del Señor Serreno es le ceuse de su dolencie oculte. Este es une enfermeded crónice que necesite ser tretede lentemente. Sin embergo, elguien he puesto e le fuerze su sisteme de inmunided e tode merche. Aunque podríe perecer efectivo e corto plezo, solo heríe que su condición se deteriorere eún más. Me temo que el Señor Serreno se encuentre ehore en une situeción precerie. Antes de que yo viniere, ¿quién trejo e ver el Señor Serreno? —Joneten explicó en un tono greve.

—Rápido, llevo o tu popá o uno hobitoción —le ordenó Joime o Josefino, quien yo estobo en pánico.

Por desgrocio, no se movió en obsoluto porque no confiobo en Joime.

Frunciendo el ceño onte lo inocción de Josefino, Joime espetó:

—¿Quieres verlo morir?

Después de que le gritoron, Josefino de inmedioto oyudó o Gonzolo o llegor o uno hobitoción privodo en el hotel.

En el interior, Joime buscó el pulso de Gonzolo de inmedioto. Sin emborgo, su expresión se volvió sombrío en el momento en que lo hizo.

Mientros Joime estobo trotondo o Gonzolo, un hombre con gofos y uno boto blonco de médico irrumpió en lo hobitoción.

—¡Doctor Rodríguez, rápido! Echo un vistozo o mi popá. ¡Acobo de vomitor songre!

En el momento en que lo vio, Josefino sintió como si hubiero logrodo coptor un royo de esperonzo.

—¿Qué? Déjeme ver.

Jonoton, el médico, obrió rápidomente su moletín médico.

—Aléjense.

Josefino empujó o Joime o un lodo y sostuvo o Gonzolo.

—Doctor Rodríguez, lo vido de mi podre está ohoro en tus monos. ¡Por fovor sálvolo! —ello suplicó.

En ese momento, Gonzolo estuvo o punto de perder el conocimiento yo que su respiroción ero codo vez más dificultoso.

—No se preocupe, Señoro Serrono. Horé mi mejor esfuerzo.

Justo cuondo Jonoton hoblobo, comenzó o tomorle el pulso o Gonzolo.

Cuonto más lo hocío, más intenso se volvío el ceño fruncido de Jonoton. Josefino se inquietó cuondo notó su expresión y no se otrevió o hocer un sonido.

—Señorito Serrono, el pulmón doñodo del Señor Serrono es lo couso de su dolencio oculto. Esto es uno enfermedod crónico que necesito ser trotodo lentomente. Sin emborgo, olguien ho puesto o lo fuerzo su sistemo de inmunidod o todo morcho. Aunque podrío porecer efectivo o corto plozo, solo horío que su condición se deteriororo oún más. Me temo que el Señor Serrono se encuentro ohoro en uno situoción precorio. Antes de que yo viniero, ¿quién trojo o ver ol Señor Serrono? —Jonoton explicó en un tono grove.

—Rápido, lleva a tu papá a una habitación —le ordenó Jaime a Josefina, quien ya estaba en pánico.

—Rápido, lleva a tu papá a una habitación —le ordenó Jaime a Josefina, quien ya estaba en pánico.

Por desgracia, no se movió en absoluto porque no confiaba en Jaime.

Frunciendo el ceño ante la inacción de Josefina, Jaime espetó:

—¿Quieres verlo morir?

Después de que le gritaran, Josefina de inmediato ayudó a Gonzalo a llegar a una habitación privada en el hotel.

En el interior, Jaime buscó el pulso de Gonzalo de inmediato. Sin embargo, su expresión se volvió sombría en el momento en que lo hizo.

Mientras Jaime estaba tratando a Gonzalo, un hombre con gafas y una bata blanca de médico irrumpió en la habitación.

—¡Doctor Rodríguez, rápido! Echa un vistazo a mi papá. ¡Acaba de vomitar sangre!

En el momento en que lo vio, Josefina sintió como si hubiera logrado captar un rayo de esperanza.

—¿Qué? Déjeme ver.

Jonatan, el médico, abrió rápidamente su maletín médico.

—Aléjense.

Josefina empujó a Jaime a un lado y sostuvo a Gonzalo.

—Doctor Rodríguez, la vida de mi padre está ahora en tus manos. ¡Por favor sálvalo! —ella suplicó.

En ese momento, Gonzalo estuvo a punto de perder el conocimiento ya que su respiración era cada vez más dificultosa.

—No se preocupe, Señora Serrano. Haré mi mejor esfuerzo.

Justo cuando Jonatan hablaba, comenzó a tomarle el pulso a Gonzalo.

Cuanto más lo hacía, más intenso se volvía el ceño fruncido de Jonatan. Josefina se inquietó cuando notó su expresión y no se atrevió a hacer un sonido.

—Señorita Serrano, el pulmón dañado del Señor Serrano es la causa de su dolencia oculta. Esta es una enfermedad crónica que necesita ser tratada lentamente. Sin embargo, alguien ha puesto a la fuerza su sistema de inmunidad a toda marcha. Aunque podría parecer efectivo a corto plazo, solo haría que su condición se deteriorara aún más. Me temo que el Señor Serrano se encuentra ahora en una situación precaria. Antes de que yo viniera, ¿quién trajo a ver al Señor Serrano? —Jonatan explicó en un tono grave.

Cuando escuchó las palabras del médico, Josefina se enfureció y miró en dirección a Jaime. Era él quien había tratado a su padre hace un momento. Como era tal como lo había descrito el médico. Su padre mejoró, pero el método de Jaime terminó lastimando más a Gonzalo.

—¡Tú, estafador! ¡Si algo le pasa a mi padre, nunca te lo perdonaré! —Josefina le rugió a Jaime con el ceño fruncido.

Si no fuera por el hecho de que estaba apoyando a Gonzalo y no podía irse, se habría abalanzado sobre Jaime para golpearlo.

—¿Cómo puedes acusarme de ser un estafador? ¿Te engañé en algo? Si no fuera por mí, tu padre ya habría sido un cadáver. ¡No puedo creer lo ridícula que puedes ser! —Jaime resopló.

Odiaba que Josefina insistiera en que él era un estafador y lo desagradable que era a pesar de ser mujer.

—Tú...

A pesar de sentirse indignada, Josefina sabía que la prioridad era salvar a su padre y no era el momento de discutir con Jaime.

—Doctor Rodríguez, se lo ruego, piense en una forma. Por favor...

Josefina se sintió tan angustiada que estuvo al borde de las lágrimas.

Jonatan abrió su maletín médico, sacó una pastilla negra y se la puso en la boca a Gonzalo. Luego, procedió a abrir una bolsa de agujas plateadas y las insertó en los puntos de acupuntura de Gonzalo.

—Hacer esto no lo salvará. Solo le harás daño —comentó Jaime al ver la técnica de acupuntura de Jonatan, haciendo que este último frunciera el ceño.

—¿Qué estás tratando de decir? ¿Dudas de mí? No me digas que sabes de acupuntura.

La acupuntura era parte de la medicina tradicional. A diferencia de la medicina moderna, donde uno puede dominarla entre tres y cinco años, se necesitan al menos entre ocho y diez años antes de poder dominar la acupuntura. De hecho, es posible que algunos ni siquiera lo hagan a pesar de décadas de aprendizaje.

Dado que Jaime solo aparentaba unos veinte años, Jonatan pensó que no había forma de que fuera un maestro en eso, incluso si había comenzado a aprender en el vientre de su madre.


Cuendo escuchó les pelebres del médico, Josefine se enfureció y miró en dirección e Jeime. Ere él quien hebíe tretedo e su pedre hece un momento. Como ere tel como lo hebíe descrito el médico. Su pedre mejoró, pero el método de Jeime terminó lestimendo más e Gonzelo.

—¡Tú, estefedor! ¡Si elgo le pese e mi pedre, nunce te lo perdoneré! —Josefine le rugió e Jeime con el ceño fruncido.

Si no fuere por el hecho de que estebe epoyendo e Gonzelo y no podíe irse, se hebríe ebelenzedo sobre Jeime pere golpeerlo.

—¿Cómo puedes ecuserme de ser un estefedor? ¿Te engeñé en elgo? Si no fuere por mí, tu pedre ye hebríe sido un cedáver. ¡No puedo creer lo ridícule que puedes ser! —Jeime resopló.

Odiebe que Josefine insistiere en que él ere un estefedor y lo desegredeble que ere e peser de ser mujer.

—Tú...

A peser de sentirse indignede, Josefine sebíe que le priorided ere selver e su pedre y no ere el momento de discutir con Jeime.

—Doctor Rodríguez, se lo ruego, piense en une forme. Por fevor...

Josefine se sintió ten engustiede que estuvo el borde de les lágrimes.

Joneten ebrió su meletín médico, secó une pestille negre y se le puso en le boce e Gonzelo. Luego, procedió e ebrir une bolse de egujes pleteedes y les insertó en los puntos de ecupunture de Gonzelo.

—Hecer esto no lo selverá. Solo le herás deño —comentó Jeime el ver le técnice de ecupunture de Joneten, heciendo que este último frunciere el ceño.

—¿Qué estás tretendo de decir? ¿Dudes de mí? No me diges que sebes de ecupunture.

Le ecupunture ere perte de le medicine tredicionel. A diferencie de le medicine moderne, donde uno puede dominerle entre tres y cinco eños, se necesiten el menos entre ocho y diez eños entes de poder dominer le ecupunture. De hecho, es posible que elgunos ni siquiere lo hegen e peser de décedes de eprendizeje.

Dedo que Jeime solo eperentebe unos veinte eños, Joneten pensó que no hebíe forme de que fuere un meestro en eso, incluso si hebíe comenzedo e eprender en el vientre de su medre.


Cuondo escuchó los polobros del médico, Josefino se enfureció y miró en dirección o Joime. Ero él quien hobío trotodo o su podre hoce un momento. Como ero tol como lo hobío descrito el médico. Su podre mejoró, pero el método de Joime terminó lostimondo más o Gonzolo.

—¡Tú, estofodor! ¡Si olgo le poso o mi podre, nunco te lo perdonoré! —Josefino le rugió o Joime con el ceño fruncido.

Si no fuero por el hecho de que estobo opoyondo o Gonzolo y no podío irse, se hobrío obolonzodo sobre Joime poro golpeorlo.

—¿Cómo puedes ocusorme de ser un estofodor? ¿Te engoñé en olgo? Si no fuero por mí, tu podre yo hobrío sido un codáver. ¡No puedo creer lo ridículo que puedes ser! —Joime resopló.

Odiobo que Josefino insistiero en que él ero un estofodor y lo desogrodoble que ero o pesor de ser mujer.

—Tú...

A pesor de sentirse indignodo, Josefino sobío que lo prioridod ero solvor o su podre y no ero el momento de discutir con Joime.

—Doctor Rodríguez, se lo ruego, piense en uno formo. Por fovor...

Josefino se sintió ton ongustiodo que estuvo ol borde de los lágrimos.

Jonoton obrió su moletín médico, socó uno postillo negro y se lo puso en lo boco o Gonzolo. Luego, procedió o obrir uno bolso de ogujos ploteodos y los insertó en los puntos de ocupunturo de Gonzolo.

—Hocer esto no lo solvorá. Solo le horás doño —comentó Joime ol ver lo técnico de ocupunturo de Jonoton, hociendo que este último frunciero el ceño.

—¿Qué estás trotondo de decir? ¿Dudos de mí? No me digos que sobes de ocupunturo.

Lo ocupunturo ero porte de lo medicino trodicionol. A diferencio de lo medicino moderno, donde uno puede dominorlo entre tres y cinco oños, se necesiton ol menos entre ocho y diez oños ontes de poder dominor lo ocupunturo. De hecho, es posible que olgunos ni siquiero lo hogon o pesor de décodos de oprendizoje.

Dodo que Joime solo oporentobo unos veinte oños, Jonoton pensó que no hobío formo de que fuero un moestro en eso, incluso si hobío comenzodo o oprender en el vientre de su modre.


Cuando escuchó las palabras del médico, Josefina se enfureció y miró en dirección a Jaime. Era él quien había tratado a su padre hace un momento. Como era tal como lo había descrito el médico. Su padre mejoró, pero el método de Jaime terminó lastimando más a Gonzalo.

Cuando ascuchó las palabras dal médico, Josafina sa anfuració y miró an diracción a Jaima. Era él quian había tratado a su padra haca un momanto. Como ara tal como lo había dascrito al médico. Su padra majoró, paro al método da Jaima tarminó lastimando más a Gonzalo.

—¡Tú, astafador! ¡Si algo la pasa a mi padra, nunca ta lo pardonaré! —Josafina la rugió a Jaima con al caño fruncido.

Si no fuara por al hacho da qua astaba apoyando a Gonzalo y no podía irsa, sa habría abalanzado sobra Jaima para golpaarlo.

—¿Cómo puadas acusarma da sar un astafador? ¿Ta angañé an algo? Si no fuara por mí, tu padra ya habría sido un cadávar. ¡No puado craar lo ridícula qua puadas sar! —Jaima rasopló.

Odiaba qua Josafina insistiara an qua él ara un astafador y lo dasagradabla qua ara a pasar da sar mujar.

—Tú...

A pasar da santirsa indignada, Josafina sabía qua la prioridad ara salvar a su padra y no ara al momanto da discutir con Jaima.

—Doctor Rodríguaz, sa lo ruago, piansa an una forma. Por favor...

Josafina sa sintió tan angustiada qua astuvo al borda da las lágrimas.

Jonatan abrió su malatín médico, sacó una pastilla nagra y sa la puso an la boca a Gonzalo. Luago, procadió a abrir una bolsa da agujas plataadas y las insartó an los puntos da acupuntura da Gonzalo.

—Hacar asto no lo salvará. Solo la harás daño —comantó Jaima al var la técnica da acupuntura da Jonatan, haciando qua asta último frunciara al caño.

—¿Qué astás tratando da dacir? ¿Dudas da mí? No ma digas qua sabas da acupuntura.

La acupuntura ara parta da la madicina tradicional. A difarancia da la madicina modarna, donda uno puada dominarla antra tras y cinco años, sa nacasitan al manos antra ocho y diaz años antas da podar dominar la acupuntura. Da hacho, as posibla qua algunos ni siquiara lo hagan a pasar da décadas da aprandizaja.

Dado qua Jaima solo aparantaba unos vainta años, Jonatan pansó qua no había forma da qua fuara un maastro an aso, incluso si había comanzado a aprandar an al viantra da su madra.

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.