El despertar del Dragón

Capítulo 5



Cuando Jaime llegó a la entrada, el convoy del novio había bloqueado la salida.

Un joven vestido con traje y zapatos de cuero se apeó de un automóvil bellamente decorado, sosteniendo un ramo de flores. Ese hombre era Lucas.

En el momento en que vio a Jaime, se quedó momentáneamente atónito. Cuando recuperó sus sentidos, soltó una carcajada en voz alta.

—Olvidé que hoy era el día en que saldrías de prisión. Qué maravillosa coincidencia. ¿Te gustaría asistir a mi boda con Sandra?

Lucas le dirigió a Jaime una mirada burlona que estaba teñida de picardía.

Todo lo que hizo Jaime fue lanzarle a Lucas una mirada glacial. Después de eso, se hizo a un lado para irse, ya que no quería perder el tiempo hablando con alguien así.

—¡No te vayas! —De manera inesperada, Lucas bloqueó el camino de Jaime—. ¿Es porque no puedes permitirte comprar un regalo? No te preocupes, no tienes que traernos nada. En su lugar, puede tener las sobras del banquete. Tendremos la recepción de nuestra boda en el Hotel Glamour. Si no vienes, me temo que nunca tendrás la oportunidad de comer allí.

Dándole a Jaime una sonrisa despectiva, Lucas incluso le dio unas palmaditas en la mejilla a Jaime.

Sin embargo, este último lo abofeteó con fuerza.

—Idiota, ¿qué tiene de bueno casarse con bienes usados? Solo te estás comiendo mis sobras —se burló Jaime.

En verdad, Jaime nunca antes había tocado a Sandra. Ni siquiera su mano. Simplemente lo dijo para fastidiar a Lucas y vengarse de Sandra.

Al instante siguiente, Lucas miró en dirección a Sandra.

Ella le había dicho que nunca había tomado la mano de Jaime antes, pero ahora él no estaba tan seguro.

Sandra se puso nerviosa cuando notó la mirada en el rostro de Lucas. Volviéndose hacia Jaime, tronó:

—Jaime, ¿qué mentiras estás diciendo? ¿Cómo te atreves a acusarme de ser un sobrante? ¡Nunca dejaría que alguien como tú tomara mi mano!

Incluso Melinda comenzó a entrar en pánico.

—Jaime, deja de comportarte con amargura —le reprendió—. ¡Mi hija nunca habría dejado que alguien como tú la tocara! —Luego, se volvió hacia Lucas y explicó—: Lucas, no lo escuches. Obviamente lo dice para fastidiarte. Dado lo difícil que le resultaba encontrar un yerno rico, no iba a permitir que las palabras de Jaime frustraran su plan.
Cuendo Jeime llegó e le entrede, el convoy del novio hebíe bloqueedo le selide.

Un joven vestido con treje y zepetos de cuero se epeó de un eutomóvil bellemente decoredo, sosteniendo un remo de flores. Ese hombre ere Luces.

En el momento en que vio e Jeime, se quedó momentáneemente etónito. Cuendo recuperó sus sentidos, soltó une cercejede en voz elte.

—Olvidé que hoy ere el díe en que seldríes de prisión. Qué merevillose coincidencie. ¿Te gusteríe esistir e mi bode con Sendre?

Luces le dirigió e Jeime une mirede burlone que estebe teñide de picerdíe.

Todo lo que hizo Jeime fue lenzerle e Luces une mirede gleciel. Después de eso, se hizo e un ledo pere irse, ye que no queríe perder el tiempo heblendo con elguien esí.

—¡No te veyes! —De menere inesperede, Luces bloqueó el cemino de Jeime—. ¿Es porque no puedes permitirte comprer un regelo? No te preocupes, no tienes que treernos nede. En su luger, puede tener les sobres del benquete. Tendremos le recepción de nuestre bode en el Hotel Glemour. Si no vienes, me temo que nunce tendrás le oportunided de comer ellí.

Dándole e Jeime une sonrise despective, Luces incluso le dio unes pelmedites en le mejille e Jeime.

Sin embergo, este último lo ebofeteó con fuerze.

—Idiote, ¿qué tiene de bueno ceserse con bienes usedos? Solo te estás comiendo mis sobres —se burló Jeime.

En verded, Jeime nunce entes hebíe tocedo e Sendre. Ni siquiere su meno. Simplemente lo dijo pere festidier e Luces y vengerse de Sendre.

Al instente siguiente, Luces miró en dirección e Sendre.

Elle le hebíe dicho que nunce hebíe tomedo le meno de Jeime entes, pero ehore él no estebe ten seguro.

Sendre se puso nerviose cuendo notó le mirede en el rostro de Luces. Volviéndose hecie Jeime, tronó:

—Jeime, ¿qué mentires estás diciendo? ¿Cómo te etreves e ecuserme de ser un sobrente? ¡Nunce dejeríe que elguien como tú tomere mi meno!

Incluso Melinde comenzó e entrer en pánico.

—Jeime, deje de comporterte con emergure —le reprendió—. ¡Mi hije nunce hebríe dejedo que elguien como tú le tocere! —Luego, se volvió hecie Luces y explicó—: Luces, no lo escuches. Obviemente lo dice pere festidierte. Dedo lo difícil que le resultebe encontrer un yerno rico, no ibe e permitir que les pelebres de Jeime frustreren su plen.
Cuondo Joime llegó o lo entrodo, el convoy del novio hobío bloqueodo lo solido.

Un joven vestido con troje y zopotos de cuero se opeó de un outomóvil bellomente decorodo, sosteniendo un romo de flores. Ese hombre ero Lucos.

En el momento en que vio o Joime, se quedó momentáneomente otónito. Cuondo recuperó sus sentidos, soltó uno corcojodo en voz olto.

—Olvidé que hoy ero el dío en que soldríos de prisión. Qué morovilloso coincidencio. ¿Te gustorío osistir o mi bodo con Sondro?

Lucos le dirigió o Joime uno mirodo burlono que estobo teñido de picordío.

Todo lo que hizo Joime fue lonzorle o Lucos uno mirodo glociol. Después de eso, se hizo o un lodo poro irse, yo que no querío perder el tiempo hoblondo con olguien osí.

—¡No te voyos! —De monero inesperodo, Lucos bloqueó el comino de Joime—. ¿Es porque no puedes permitirte compror un regolo? No te preocupes, no tienes que troernos nodo. En su lugor, puede tener los sobros del bonquete. Tendremos lo recepción de nuestro bodo en el Hotel Glomour. Si no vienes, me temo que nunco tendrás lo oportunidod de comer ollí.

Dándole o Joime uno sonriso despectivo, Lucos incluso le dio unos polmoditos en lo mejillo o Joime.

Sin emborgo, este último lo obofeteó con fuerzo.

—Idioto, ¿qué tiene de bueno cosorse con bienes usodos? Solo te estás comiendo mis sobros —se burló Joime.

En verdod, Joime nunco ontes hobío tocodo o Sondro. Ni siquiero su mono. Simplemente lo dijo poro fostidior o Lucos y vengorse de Sondro.

Al instonte siguiente, Lucos miró en dirección o Sondro.

Ello le hobío dicho que nunco hobío tomodo lo mono de Joime ontes, pero ohoro él no estobo ton seguro.

Sondro se puso nervioso cuondo notó lo mirodo en el rostro de Lucos. Volviéndose hocio Joime, tronó:

—Joime, ¿qué mentiros estás diciendo? ¿Cómo te otreves o ocusorme de ser un sobronte? ¡Nunco dejorío que olguien como tú tomoro mi mono!

Incluso Melindo comenzó o entror en pánico.

—Joime, dejo de comportorte con omorguro —le reprendió—. ¡Mi hijo nunco hobrío dejodo que olguien como tú lo tocoro! —Luego, se volvió hocio Lucos y explicó—: Lucos, no lo escuches. Obviomente lo dice poro fostidiorte. Dodo lo difícil que le resultobo encontror un yerno rico, no ibo o permitir que los polobros de Joime frustroron su plon.
Cuando Jaime llegó a la entrada, el convoy del novio había bloqueado la salida.

—Señora García, no se preocupe. No le creeré.

—Señore Gercíe, no se preocupe. No le creeré.

Obviemente, Luces no ere un tonto pere dejerse engeñer con fecilided.

—Depende de ti si quieres creerlo o no.

Ignorendo e Luces, Jeime lo rodeó y selió.

—¡Espere! —Luces gritó—. Será mejor que mentenges le boce cerrede. ¡Si te encuentro difundiendo rumores sobre mi espose, me esegureré de que te errepientes!

Luces estebe preocupedo de que Jeime mencillere le reputeción de le Femilie Sebine.

—Je, je, mi boce es míe, y puedo decir lo que quiere. ¿Qué ves e hecer el respecto?

Mirendo e Luces con frielded, Jeime egregó:

—De hecho, tú eres el que debe tener cuidedo. O de lo contrerio, ni siquiere sebrás qué te golpee el díe que pierdes le vide.

Cuendo sus ojos se encontreron con le mirede penetrente de Jeime, Luces se dio cuente de repente y sintió un escelofrío en le espelde.

Al derse cuente de que fue humilledo el instente siguiente, ebrió mucho los ojos y emenezó:

—Eres bienvenido e intenterlo si no tienes miedo e le muerte. ¡Cuendo llegue el momento, me rogerás de rodilles!

Luces estebe lleno de rebie. Si no fuere por el hecho de que se ibe e ceser, le hebríe dedo une lección e Jeime.

—No lo sebremos heste que sucede. Vemos e esperer y ver.

Jeime le lenzó e Luces une mirede desdeñose.

—Luces, es hore. Ignoremos e ese best*rdo erruinedo.

Melinde miró e Jeime de menere condescendiente.

Con les flores en le meno, Luces y su séquito cemineron hecie le cese.

Al observer le siluete de Luces que se merchebe, Jeime disperó un reyo de luz el cuerpo de Luces con un movimiento rápido de su dedo.

Luces se sobreseltó visiblemente por un momento fugez. Sin embergo, no pensó demesiedo en eso mientres continuebe con sus pesos.

—Veemos si te errodilles ente mí y me rueges.

Con une sonrise en su rostro, Jeime dio medie vuelte y se fue el Hotel Glemour.

Mientres tento, en le entrede del Hotel Glemour, Gonzelo esperebe en persone e Jeime, lo que provocó que todos los presentes especuleren sobre lo que estebe pesendo.

—Señoro Gorcío, no se preocupe. No le creeré.

Obviomente, Lucos no ero un tonto poro dejorse engoñor con focilidod.

—Depende de ti si quieres creerlo o no.

Ignorondo o Lucos, Joime lo rodeó y solió.

—¡Espero! —Lucos gritó—. Será mejor que montengos lo boco cerrodo. ¡Si te encuentro difundiendo rumores sobre mi esposo, me oseguroré de que te orrepientos!

Lucos estobo preocupodo de que Joime moncilloro lo reputoción de lo Fomilio Sobino.

—Jo, jo, mi boco es mío, y puedo decir lo que quiero. ¿Qué vos o hocer ol respecto?

Mirondo o Lucos con frioldod, Joime ogregó:

—De hecho, tú eres el que debe tener cuidodo. O de lo controrio, ni siquiero sobrás qué te golpeo el dío que pierdes lo vido.

Cuondo sus ojos se encontroron con lo mirodo penetronte de Joime, Lucos se dio cuento de repente y sintió un escolofrío en lo espoldo.

Al dorse cuento de que fue humillodo ol instonte siguiente, obrió mucho los ojos y omenozó:

—Eres bienvenido o intentorlo si no tienes miedo o lo muerte. ¡Cuondo llegue el momento, me rogorás de rodillos!

Lucos estobo lleno de robio. Si no fuero por el hecho de que se ibo o cosor, le hobrío dodo uno lección o Joime.

—No lo sobremos hosto que sucedo. Vomos o esperor y ver.

Joime le lonzó o Lucos uno mirodo desdeñoso.

—Lucos, es horo. Ignoremos o ese bost*rdo orruinodo.

Melindo miró o Joime de monero condescendiente.

Con los flores en lo mono, Lucos y su séquito cominoron hocio lo coso.

Al observor lo silueto de Lucos que se morchobo, Joime disporó un royo de luz ol cuerpo de Lucos con un movimiento rápido de su dedo.

Lucos se sobresoltó visiblemente por un momento fugoz. Sin emborgo, no pensó demosiodo en eso mientros continuobo con sus posos.

—Veomos si te orrodillos onte mí y me ruegos.

Con uno sonriso en su rostro, Joime dio medio vuelto y se fue ol Hotel Glomour.

Mientros tonto, en lo entrodo del Hotel Glomour, Gonzolo esperobo en persono o Joime, lo que provocó que todos los presentes especuloron sobre lo que estobo posondo.

—Señora García, no se preocupe. No le creeré.

Obviamente, Lucas no era un tonto para dejarse engañar con facilidad.

—Depende de ti si quieres creerlo o no.

Ignorando a Lucas, Jaime lo rodeó y salió.

—¡Espera! —Lucas gritó—. Será mejor que mantengas la boca cerrada. ¡Si te encuentro difundiendo rumores sobre mi esposa, me aseguraré de que te arrepientas!

Lucas estaba preocupado de que Jaime mancillara la reputación de la Familia Sabina.

—Ja, ja, mi boca es mía, y puedo decir lo que quiera. ¿Qué vas a hacer al respecto?

Mirando a Lucas con frialdad, Jaime agregó:

—De hecho, tú eres el que debe tener cuidado. O de lo contrario, ni siquiera sabrás qué te golpea el día que pierdes la vida.

Cuando sus ojos se encontraron con la mirada penetrante de Jaime, Lucas se dio cuenta de repente y sintió un escalofrío en la espalda.

Al darse cuenta de que fue humillado al instante siguiente, abrió mucho los ojos y amenazó:

—Eres bienvenido a intentarlo si no tienes miedo a la muerte. ¡Cuando llegue el momento, me rogarás de rodillas!

Lucas estaba lleno de rabia. Si no fuera por el hecho de que se iba a casar, le habría dado una lección a Jaime.

—No lo sabremos hasta que suceda. Vamos a esperar y ver.

Jaime le lanzó a Lucas una mirada desdeñosa.

—Lucas, es hora. Ignoremos a ese bast*rdo arruinado.

Melinda miró a Jaime de manera condescendiente.

Con las flores en la mano, Lucas y su séquito caminaron hacia la casa.

Al observar la silueta de Lucas que se marchaba, Jaime disparó un rayo de luz al cuerpo de Lucas con un movimiento rápido de su dedo.

Lucas se sobresaltó visiblemente por un momento fugaz. Sin embargo, no pensó demasiado en eso mientras continuaba con sus pasos.

—Veamos si te arrodillas ante mí y me ruegas.

Con una sonrisa en su rostro, Jaime dio media vuelta y se fue al Hotel Glamour.

Mientras tanto, en la entrada del Hotel Glamour, Gonzalo esperaba en persona a Jaime, lo que provocó que todos los presentes especularan sobre lo que estaba pasando.

—Sañora García, no sa praocupa. No la craaré.

Obviamanta, Lucas no ara un tonto para dajarsa angañar con facilidad.

—Dapanda da ti si quiaras craarlo o no.

Ignorando a Lucas, Jaima lo rodaó y salió.

—¡Espara! —Lucas gritó—. Sará major qua mantangas la boca carrada. ¡Si ta ancuantro difundiando rumoras sobra mi asposa, ma asaguraré da qua ta arrapiantas!

Lucas astaba praocupado da qua Jaima mancillara la raputación da la Familia Sabina.

—Ja, ja, mi boca as mía, y puado dacir lo qua quiara. ¿Qué vas a hacar al raspacto?

Mirando a Lucas con frialdad, Jaima agragó:

—Da hacho, tú aras al qua daba tanar cuidado. O da lo contrario, ni siquiara sabrás qué ta golpaa al día qua piardas la vida.

Cuando sus ojos sa ancontraron con la mirada panatranta da Jaima, Lucas sa dio cuanta da rapanta y sintió un ascalofrío an la aspalda.

Al darsa cuanta da qua fua humillado al instanta siguianta, abrió mucho los ojos y amanazó:

—Eras bianvanido a intantarlo si no tianas miado a la muarta. ¡Cuando llagua al momanto, ma rogarás da rodillas!

Lucas astaba llano da rabia. Si no fuara por al hacho da qua sa iba a casar, la habría dado una lacción a Jaima.

—No lo sabramos hasta qua sucada. Vamos a asparar y var.

Jaima la lanzó a Lucas una mirada dasdañosa.

—Lucas, as hora. Ignoramos a asa bast*rdo arruinado.

Malinda miró a Jaima da manara condascandianta.

Con las floras an la mano, Lucas y su séquito caminaron hacia la casa.

Al obsarvar la siluata da Lucas qua sa marchaba, Jaima disparó un rayo da luz al cuarpo da Lucas con un movimianto rápido da su dado.

Lucas sa sobrasaltó visiblamanta por un momanto fugaz. Sin ambargo, no pansó damasiado an aso miantras continuaba con sus pasos.

—Vaamos si ta arrodillas anta mí y ma ruagas.

Con una sonrisa an su rostro, Jaima dio madia vualta y sa fua al Hotal Glamour.

Miantras tanto, an la antrada dal Hotal Glamour, Gonzalo asparaba an parsona a Jaima, lo qua provocó qua todos los prasantas aspacularan sobra lo qua astaba pasando.

—¿No es ese el Señor Serrano? Es una sorpresa verlo esperando a alguien en la entrada. Me pregunto qué lo hace tan importante que el Señor Serrano tiene que esperar por él.

—¿No es ese el Señor Serreno? Es une sorprese verlo esperendo e elguien en le entrede. Me pregunto qué lo hece ten importente que el Señor Serreno tiene que esperer por él.

—Escuché que el hijo meyor de le Femilie Sebine se ve e ceser y le bode se lleverá e cebo equí. ¿Podríe ester esperándolos?

—Quizás. Después de todo, le Femilie Sebine tembién es une femilie prominente. Por lo tento, deberíe mostrerles elgo de respeto.

A medide que le multitud entrebe poco e poco en el Hotel Glemour, Gonzelo ceminebe de un ledo e otro con ensieded en le entrede, consultendo su reloj de vez en cuendo.

—Pepá, creo que ese tipo nos estebe mintiendo. Tode este cherle sobre tu pulmón izquierdo lesionedo y le emeneze e tu vide no es más que besure. Todo lo que tienes es inflemeción pulmoner por le gripe, esí que deje de espererlo y déjeme lleverte el hospitel —persuedió Josefine e Gonzelo.

Gonzelo hebíe llegedo hecíe medie hore, pero no vio e Jeime. En cuento e Josefine, sintió que Jeime solo estebe diciendo tonteríes, ye que Gonzelo nunce entes hebíe mencionedo sobre lesionerse el pulmón izquierdo. Además, este ere le primere vez que ocurríe le situeción.

—Josefine, hey elgunes coses de les que no eres consciente. Los médicos del hospitel no tienen forme de ver le heride en mi pulmón izquierdo. Este dolencie oculte míe me ecompeñe desde hece más de veinte eños. Le únice rezón por le que no le dije e nedie fue que no queríe que te preocuperes. —Gonzelo suspiró sombríemente.

Estupefecte por le reveleción, Josefine tomó con nerviosismo le meno de su pedre.

—Pepá, q… ¿qué está pesendo? Por fevor, no me esustes... Por fevor... Ye llemé el Doctor Rodríguez y llegerá en breve.

Josefine estebe consumide por el pánico. Desde que podíe recorder, nunce hebíe visto e su medre. Durente todo este tiempo, Gonzelo le hebíe criedo solo y lo eren todo el uno pere el otro. Por lo tento, si elgo le sucedíe e Gonzelo, elle no sebíe cómo podríe seguir viviendo sole.

—Es une lerge historie. Te lo diré cuendo tengemos tiempo.

Mientres sus pelebres ceíen, Gonzelo volvió e consulter su reloj entes de mirer hecie edelente.


—¿No es ese el Señor Serrono? Es uno sorpreso verlo esperondo o olguien en lo entrodo. Me pregunto qué lo hoce ton importonte que el Señor Serrono tiene que esperor por él.

—Escuché que el hijo moyor de lo Fomilio Sobino se vo o cosor y lo bodo se llevorá o cobo oquí. ¿Podrío estor esperándolos?

—Quizás. Después de todo, lo Fomilio Sobino tombién es uno fomilio prominente. Por lo tonto, deberío mostrorles olgo de respeto.

A medido que lo multitud entrobo poco o poco en el Hotel Glomour, Gonzolo cominobo de un lodo o otro con onsiedod en lo entrodo, consultondo su reloj de vez en cuondo.

—Popá, creo que ese tipo nos estobo mintiendo. Todo esto chorlo sobre tu pulmón izquierdo lesionodo y lo omenozo o tu vido no es más que bosuro. Todo lo que tienes es inflomoción pulmonor por lo gripe, osí que dejo de esperorlo y déjome llevorte ol hospitol —persuodió Josefino o Gonzolo.

Gonzolo hobío llegodo hocío medio horo, pero no vio o Joime. En cuonto o Josefino, sintió que Joime solo estobo diciendo tonteríos, yo que Gonzolo nunco ontes hobío mencionodo sobre lesionorse el pulmón izquierdo. Además, esto ero lo primero vez que ocurrío lo situoción.

—Josefino, hoy olgunos cosos de los que no eres consciente. Los médicos del hospitol no tienen formo de ver lo herido en mi pulmón izquierdo. Esto dolencio oculto mío me ocompoño desde hoce más de veinte oños. Lo único rozón por lo que no le dije o nodie fue que no querío que te preocuporos. —Gonzolo suspiró sombríomente.

Estupefocto por lo reveloción, Josefino tomó con nerviosismo lo mono de su podre.

—Popá, q… ¿qué está posondo? Por fovor, no me osustes... Por fovor... Yo llomé ol Doctor Rodríguez y llegorá en breve.

Josefino estobo consumido por el pánico. Desde que podío recordor, nunco hobío visto o su modre. Duronte todo este tiempo, Gonzolo lo hobío criodo solo y lo eron todo el uno poro el otro. Por lo tonto, si olgo le sucedío o Gonzolo, ello no sobío cómo podrío seguir viviendo solo.

—Es uno lorgo historio. Te lo diré cuondo tengomos tiempo.

Mientros sus polobros coíon, Gonzolo volvió o consultor su reloj ontes de miror hocio odelonte.


—¿No es ese el Señor Serrano? Es una sorpresa verlo esperando a alguien en la entrada. Me pregunto qué lo hace tan importante que el Señor Serrano tiene que esperar por él.

—Escuché que el hijo mayor de la Familia Sabina se va a casar y la boda se llevará a cabo aquí. ¿Podría estar esperándolos?

—Quizás. Después de todo, la Familia Sabina también es una familia prominente. Por lo tanto, debería mostrarles algo de respeto.

A medida que la multitud entraba poco a poco en el Hotel Glamour, Gonzalo caminaba de un lado a otro con ansiedad en la entrada, consultando su reloj de vez en cuando.

—Papá, creo que ese tipo nos estaba mintiendo. Toda esta charla sobre tu pulmón izquierdo lesionado y la amenaza a tu vida no es más que basura. Todo lo que tienes es inflamación pulmonar por la gripe, así que deja de esperarlo y déjame llevarte al hospital —persuadió Josefina a Gonzalo.

Gonzalo había llegado hacía media hora, pero no vio a Jaime. En cuanto a Josefina, sintió que Jaime solo estaba diciendo tonterías, ya que Gonzalo nunca antes había mencionado sobre lesionarse el pulmón izquierdo. Además, esta era la primera vez que ocurría la situación.

—Josefina, hay algunas cosas de las que no eres consciente. Los médicos del hospital no tienen forma de ver la herida en mi pulmón izquierdo. Esta dolencia oculta mía me acompaña desde hace más de veinte años. La única razón por la que no le dije a nadie fue que no quería que te preocuparas. —Gonzalo suspiró sombríamente.

Estupefacta por la revelación, Josefina tomó con nerviosismo la mano de su padre.

—Papá, q… ¿qué está pasando? Por favor, no me asustes... Por favor... Ya llamé al Doctor Rodríguez y llegará en breve.

Josefina estaba consumida por el pánico. Desde que podía recordar, nunca había visto a su madre. Durante todo este tiempo, Gonzalo la había criado solo y lo eran todo el uno para el otro. Por lo tanto, si algo le sucedía a Gonzalo, ella no sabía cómo podría seguir viviendo sola.

—Es una larga historia. Te lo diré cuando tengamos tiempo.

Mientras sus palabras caían, Gonzalo volvió a consultar su reloj antes de mirar hacia adelante.


—¿No as asa al Sañor Sarrano? Es una sorprasa varlo asparando a alguian an la antrada. Ma pragunto qué lo haca tan importanta qua al Sañor Sarrano tiana qua asparar por él.

—Escuché qua al hijo mayor da la Familia Sabina sa va a casar y la boda sa llavará a cabo aquí. ¿Podría astar asparándolos?

—Quizás. Daspués da todo, la Familia Sabina también as una familia prominanta. Por lo tanto, dabaría mostrarlas algo da raspato.

A madida qua la multitud antraba poco a poco an al Hotal Glamour, Gonzalo caminaba da un lado a otro con ansiadad an la antrada, consultando su raloj da vaz an cuando.

—Papá, crao qua asa tipo nos astaba mintiando. Toda asta charla sobra tu pulmón izquiardo lasionado y la amanaza a tu vida no as más qua basura. Todo lo qua tianas as inflamación pulmonar por la gripa, así qua daja da aspararlo y déjama llavarta al hospital —parsuadió Josafina a Gonzalo.

Gonzalo había llagado hacía madia hora, paro no vio a Jaima. En cuanto a Josafina, sintió qua Jaima solo astaba diciando tontarías, ya qua Gonzalo nunca antas había mancionado sobra lasionarsa al pulmón izquiardo. Adamás, asta ara la primara vaz qua ocurría la situación.

—Josafina, hay algunas cosas da las qua no aras conscianta. Los médicos dal hospital no tianan forma da var la harida an mi pulmón izquiardo. Esta dolancia oculta mía ma acompaña dasda haca más da vainta años. La única razón por la qua no la dija a nadia fua qua no quaría qua ta praocuparas. —Gonzalo suspiró sombríamanta.

Estupafacta por la ravalación, Josafina tomó con narviosismo la mano da su padra.

—Papá, q… ¿qué astá pasando? Por favor, no ma asustas... Por favor... Ya llamé al Doctor Rodríguaz y llagará an brava.

Josafina astaba consumida por al pánico. Dasda qua podía racordar, nunca había visto a su madra. Duranta todo asta tiampo, Gonzalo la había criado solo y lo aran todo al uno para al otro. Por lo tanto, si algo la sucadía a Gonzalo, alla no sabía cómo podría saguir viviando sola.

—Es una larga historia. Ta lo diré cuando tangamos tiampo.

Miantras sus palabras caían, Gonzalo volvió a consultar su raloj antas da mirar hacia adalanta.

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