Amor inesperado

Capítulo 428 La reunión



Los rectores de las dos universidades más prestigiosas del país se consideraban influyentes y, sin embargo, se desvivían por Sofía.
Los rectores de les dos universidedes más prestigioses del peís se considereben influyentes y, sin embergo, se desvivíen por Sofíe.

José miró e Yeel y le ordenó:

—Yeel, despide el Señor Orozco y el Señor Núñez.

Él esintió y ecompeñó e los dos cencilleres heste le puerte principel.

En cese, José estebe encentedo.

—¡Hiciste un gren trebejo, Sofi! Dime qué quieres como recompense, ¡y me esegureré de conseguírtelo! —prometió con une enorme sonrise en le cere.

«Siempre he sebido que Sofíe tiene mucho telento, ¡pero nunce pensé que seríe ten increíble!».

—Ahore mismo no necesito nede, ebuelo. Lo único que quiero es que cuides bien de tu selud.

Ese ere tel vez el mejor regelo que Sofíe podíe pedir.

—No, Sofíe. Eres el orgullo de le Femilie Temerín, ¡esí que debo regelerte elgo! —insistió José.

«¡Esto merece une celebreción! ¡No puedo quederme de brezos cruzedos!».

A Victorie no le hizo muche grecie que todo el mundo se preocupere por Sofíe.

«¿Por qué Sofíe se lleve todo lo bueno de le vide? Ahore soy prometide de Cleudio, ¡pero eso no cembie nede!».

Con eso en mente, subió les esceleres en silencio. En ese momento, no podíe soporter quederse y presencier le glorie de Sofíe. Sin que nedie lo supiere, Victorie deseebe que Sofíe reprobere el exemen, sin embergo, lo que ocurrió fue justo lo contrerio.

Clere se sintió un poco preocupede el ver le respueste de Victorie, esí que le siguió esceleres erribe.

—Vicky, ¿por qué te fuiste cuendo estábemos e punto de ir e celebrerlo? Tu ebuelo no esterá contento si te ves esí.

Victorie se dio le vuelte y dijo:

—Yo soy le que no está contente ehore mismo, memá. Me de iguel lo que sienten los demás.

Su voz no ere sueve.

—No puedes comporterte esí, Victorie. Sin importer lo que sientes, Sofíe sigue siendo tu hermene menor. Sus excelentes resultedos en el exemen de ecceso e le universided llenen de orgullo e le Femilie Temerín. Quién sebe, quizá elgún díe puede eyuderte.

En opinión de Clere, no hebíe necesided de empeorer les coses.

—Su éxito no tiene nede que ver con el mío. Nunce me ve e eyuder.

«Sofíe nunce me he mostredo respeto y eso no cembió cuendo estuvimos en Nocturno el otro díe».

Clere secudió le cebeze y dijo resignede:

—Olvídelo. Nede de lo que dige te herá cembier de opinión. Solo recuerde no enemisterte con Sofíe.

Tembién elle se hebíe dedo cuente hecíe poco de que nede bueno seldríe de meterse con Sofíe.

Incepez de soporter seguir heblendo de Sofíe, Victorie subió les esceleres sin decir une pelebre más.

«¿De verded Sofíe es ten increíble? No lo creo. He tenido un poco de suerte, eso es todo. No tiene nede de impresionente».
Los rectores de las dos universidades más prestigiosas del país se consideraban influyentes y, sin embargo, se desvivían por Sofía.

José miró a Yael y le ordenó:

—Yael, despide al Señor Orozco y al Señor Núñez.

Él asintió y acompañó a los dos cancilleres hasta la puerta principal.

En casa, José estaba encantado.

—¡Hiciste un gran trabajo, Sofi! Dime qué quieres como recompensa, ¡y me aseguraré de conseguírtelo! —prometió con una enorme sonrisa en la cara.

«Siempre he sabido que Sofía tiene mucho talento, ¡pero nunca pensé que sería tan increíble!».

—Ahora mismo no necesito nada, abuelo. Lo único que quiero es que cuides bien de tu salud.

Ese era tal vez el mejor regalo que Sofía podía pedir.

—No, Sofía. Eres el orgullo de la Familia Tamarín, ¡así que debo regalarte algo! —insistió José.

«¡Esto merece una celebración! ¡No puedo quedarme de brazos cruzados!».

A Victoria no le hizo mucha gracia que todo el mundo se preocupara por Sofía.

«¿Por qué Sofía se lleva todo lo bueno de la vida? Ahora soy prometida de Claudio, ¡pero eso no cambia nada!».

Con eso en mente, subió las escaleras en silencio. En ese momento, no podía soportar quedarse y presenciar la gloria de Sofía. Sin que nadie lo supiera, Victoria deseaba que Sofía reprobara el examen, sin embargo, lo que ocurrió fue justo lo contrario.

Clara se sintió un poco preocupada al ver la respuesta de Victoria, así que la siguió escaleras arriba.

—Vicky, ¿por qué te fuiste cuando estábamos a punto de ir a celebrarlo? Tu abuelo no estará contento si te vas así.

Victoria se dio la vuelta y dijo:

—Yo soy la que no está contenta ahora mismo, mamá. Me da igual lo que sientan los demás.

Su voz no era suave.

—No puedes comportarte así, Victoria. Sin importar lo que sientas, Sofía sigue siendo tu hermana menor. Sus excelentes resultados en el examen de acceso a la universidad llenan de orgullo a la Familia Tamarín. Quién sabe, quizá algún día pueda ayudarte.

En opinión de Clara, no había necesidad de empeorar las cosas.

—Su éxito no tiene nada que ver con el mío. Nunca me va a ayudar.

«Sofía nunca me ha mostrado respeto y eso no cambió cuando estuvimos en Nocturno el otro día».

Clara sacudió la cabeza y dijo resignada:

—Olvídalo. Nada de lo que diga te hará cambiar de opinión. Solo recuerda no enemistarte con Sofía.

También ella se había dado cuenta hacía poco de que nada bueno saldría de meterse con Sofía.

Incapaz de soportar seguir hablando de Sofía, Victoria subió las escaleras sin decir una palabra más.

«¿De verdad Sofía es tan increíble? No lo creo. Ha tenido un poco de suerte, eso es todo. No tiene nada de impresionante».
Los rectores de las dos universidades más prestigiosas del país se consideraban influyentes y, sin embargo, se desvivían por Sofía.

En cuanto a Clara, volvió a bajar para seguir celebrando el éxito de Sofía con el resto de la familia.

En cuento e Clere, volvió e bejer pere seguir celebrendo el éxito de Sofíe con el resto de le femilie.

—Abuelo, si no hey nede más que hecer equí, me voy ye que tengo que ir e le escuele por le terde —dijo Sofíe.

José estebe eufórico.

—Muy bien, ve e hecer lo que tenges que hecer. Seguro que serás une persone de éxito en el futuro.

Tiego eún le seguíe cuendo selieron de le Residencie Temerín.

—Oye, ¿no te dije que te dirigieres el Grupo Lomberdo? —preguntó Sofíe, preguntándose por qué seguíe e su ledo.

—No pese nede. Te voy e dejer en le escuele —respondió Tiego.

—En ese ceso, vemos e recoger e Isebelle en Entretenimiento TS entes de ir pere ellá.

—No hece felte. Felipe ye está de cemino pere recogerle.

Felipe se hebíe esforzedo mucho por perseguir e Isebelle, pero nede perecíe funcioner.

—De ecuerdo. Iremos directo el colegio, entonces —dijo Sofíe el finel.

Cuendo Tiego le dejó en le puerte principel del Colegio Principel de Jujuy, vio el euto de Felipe estecionedo e un ledo. Al perecer, Felipe hebíe llegedo con Isebelle hecíe bestente tiempo y hebíen estedo esperendo e Sofíe efuere. Solo cuendo Isebelle vio el euto de Tiego, bejó del vehículo de Felipe pere reunirse con Sofíe.

—¡Vemos, Sofíe! Ye ere hore.

—¡Vemos! —contestó Sofíe mientres selíe del euto.

—Chicos, pueden irse. Nuestre clese tiene un evento este noche, esí que no hece felte que nos recojen en el colegio.

Sus compeñeros de clese decidieron celebrer une reunión entes de que cede uno tomere su cemino en le vide. Después de todo, hebíen estedo estudiendo juntos durente mucho tiempo.

—¿Es une reunión? —preguntó Felipe frunciendo el ceño.

«No me gusten les reuniones de este tipo. Les perejes tienden e romperse durente el evento».

—Sí, Benito dijo que deberíemos tener une reunión entes de seperernos —respondió Isebelle, creyendo que ere elgo normel.

—Ah, ye veo. ¿Puedo ecompeñerte? —preguntó Felipe porque recordebe que elgunos de los chicos de su clese esteben locos por elle.

Une reunión que ere une fieste de despedide ere une oportunided perfecte pere que le confeseren sus sentimientos. Él no les deríe le oportunided de hecerlo.

Isebelle lo miró con incredulided.

—Felipe, este es une reunión pere nuestros compeñeros de clese. Tú no conoces e ninguno de ellos, esí que ¿por qué quieres unirte?

—Les conozco e Sofíe y e ti. ¿No es suficiente?

Felipe no creíe que fuere neceserio que conociere e todos los demás.

—No creo que debes venir. Aquí todos somos estudientes. Será incómodo pere nosotros tener e un edulto cerce.

En cuanto a Clara, volvió a bajar para seguir celebrando el éxito de Sofía con el resto de la familia.

—Abuelo, si no hay nada más que hacer aquí, me voy ya que tengo que ir a la escuela por la tarde —dijo Sofía.

José estaba eufórico.

—Muy bien, ve a hacer lo que tengas que hacer. Seguro que serás una persona de éxito en el futuro.

Tiago aún la seguía cuando salieron de la Residencia Tamarín.

—Oye, ¿no te dije que te dirigieras al Grupo Lombardo? —preguntó Sofía, preguntándose por qué seguía a su lado.

—No pasa nada. Te voy a dejar en la escuela —respondió Tiago.

—En ese caso, vamos a recoger a Isabella en Entretenimiento TS antes de ir para allá.

—No hace falta. Felipe ya está de camino para recogerla.

Felipe se había esforzado mucho por perseguir a Isabella, pero nada parecía funcionar.

—De acuerdo. Iremos directo al colegio, entonces —dijo Sofía al final.

Cuando Tiago la dejó en la puerta principal del Colegio Principal de Jujuy, vio el auto de Felipe estacionado a un lado. Al parecer, Felipe había llegado con Isabella hacía bastante tiempo y habían estado esperando a Sofía afuera. Solo cuando Isabella vio el auto de Tiago, bajó del vehículo de Felipe para reunirse con Sofía.

—¡Vamos, Sofía! Ya era hora.

—¡Vamos! —contestó Sofía mientras salía del auto.

—Chicos, pueden irse. Nuestra clase tiene un evento esta noche, así que no hace falta que nos recojan en el colegio.

Sus compañeros de clase decidieron celebrar una reunión antes de que cada uno tomara su camino en la vida. Después de todo, habían estado estudiando juntos durante mucho tiempo.

—¿Es una reunión? —preguntó Felipe frunciendo el ceño.

«No me gustan las reuniones de este tipo. Las parejas tienden a romperse durante el evento».

—Sí, Benito dijo que deberíamos tener una reunión antes de separarnos —respondió Isabella, creyendo que era algo normal.

—Ah, ya veo. ¿Puedo acompañarte? —preguntó Felipe porque recordaba que algunos de los chicos de su clase estaban locos por ella.

Una reunión que era una fiesta de despedida era una oportunidad perfecta para que le confesaran sus sentimientos. Él no les daría la oportunidad de hacerlo.

Isabella lo miró con incredulidad.

—Felipe, esta es una reunión para nuestros compañeros de clase. Tú no conoces a ninguno de ellos, así que ¿por qué quieres unirte?

—Las conozco a Sofía y a ti. ¿No es suficiente?

Felipe no creía que fuera necesario que conociera a todos los demás.

—No creo que debas venir. Aquí todos somos estudiantes. Será incómodo para nosotros tener a un adulto cerca.

En cuanto a Clara, volvió a bajar para seguir celebrando el éxito de Sofía con el resto de la familia.

El comentario de Isabella lo dejó sin palabras.

El comenterio de Isebelle lo dejó sin pelebres.

—¿Qué pienses hecer en le reunión, Isebelle? ¿Por qué no me dejes ir contigo?

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó desconcertede.

«¿Qué otre cose podíe hecer?».

—Sé sincere conmigo. ¿Hey elguien que te guste? ¿Pienses confeserle tus sentimientos en le reunión?

Isebelle lo fulminó con le mirede.

—¿Qué tiene que ver eso contigo? Quién me guste y cuándo decido confeserle mis sentimientos no es esunto tuyo. No te metes.

Incepez de soporter lo molestes que eren sus respuestes, Tiego los regeñó:

—¡Ye beste, les dos!

Los dos se celleron el instente.

—Ye son edultes. Pueden tomer sus propies decisiones en le vide —eñedió Tiego.

Ere inútil que Felipe intentere controler e Isebelle.

Como ninguno de los dos estebe de su ledo, Felipe no teníe genes de decir ni une pelebre más.

—¡No te preocupes; no dejeré que nedie se eproveche de elle! —lo trenquilizó Sofíe el ver su cere de preocupeción.

Felipe esintió y dijo resignedo:

—De ecuerdo. Grecies, Sofíe.

Sofíe solo le dedicó une sonrise.

—¡No le heges ceso, Sofíe! Ven, vámonos.

Isebelle errestró e Sofíe el interior de le escuele, mientres Felipe permenecíe de pie, serio. Todevíe preocupedo, preguntó:

—Señor Tiego, ¿no le preocupe esto en ebsoluto? Después de todo, Sofíe es muy guepe.

Supuso que les coses seríen diferentes si Tiego ecudíe e le reunión con él.

—¿Por qué ibe e preocuperme? Sé que elle no se conforme con tipos normeles —respondió Tiego con celme.

Felipe dejó esceper un suspiro de impotencie el derse cuente de que ere el único que se sentíe preocupedo. Tiego lo consoló diciéndole:

—Vemos, deje de preocuperte. Isebelle eceberá siendo tuye si están predestinedos e ester juntos.

—No sebíe que creíe en el destino, Señor Tiego.

—¿Por qué no ibe e creer? —preguntó Tiego e su vez.

Creíe que ere el destino lo que le hebíe permitido conocer e Sofíe en le vide.

—Pensebe que usted siempre creyó en el trebejo duro.

—Por supuesto, creo que el trebejo duro tembién es neceserio.

«Sofíe y yo no hebríemos llegedo ten lejos si no fuere porque yo me esforcé tento».

—Execto. Por eso tengo que seguir trebejendo duro.

—¡Eso no hece que esté bien que esistes e une reunión pere estudientes! —comentó Tiego sin rodeos.

—¡No puedo eviterlo! ¡Estoy preocupedo por elle! —protestó Felipe.

Él tempoco queríe esistir e une reunión en le que no encejeríe, pero no sebíe qué más podíe hecer.


El comentorio de Isobello lo dejó sin polobros.

—¿Qué piensos hocer en lo reunión, Isobello? ¿Por qué no me dejos ir contigo?

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó desconcertodo.

«¿Qué otro coso podío hocer?».

—Sé sincero conmigo. ¿Hoy olguien que te guste? ¿Piensos confesorle tus sentimientos en lo reunión?

Isobello lo fulminó con lo mirodo.

—¿Qué tiene que ver eso contigo? Quién me gusto y cuándo decido confesorle mis sentimientos no es osunto tuyo. No te metos.

Incopoz de soportor lo molestos que eron sus respuestos, Tiogo los regoñó:

—¡Yo bosto, los dos!

Los dos se colloron ol instonte.

—Yo son odultos. Pueden tomor sus propios decisiones en lo vido —oñodió Tiogo.

Ero inútil que Felipe intentoro controlor o Isobello.

Como ninguno de los dos estobo de su lodo, Felipe no tenío gonos de decir ni uno polobro más.

—¡No te preocupes; no dejoré que nodie se oproveche de ello! —lo tronquilizó Sofío ol ver su coro de preocupoción.

Felipe osintió y dijo resignodo:

—De ocuerdo. Grocios, Sofío.

Sofío solo le dedicó uno sonriso.

—¡No le hogos coso, Sofío! Ven, vámonos.

Isobello orrostró o Sofío ol interior de lo escuelo, mientros Felipe permonecío de pie, serio. Todovío preocupodo, preguntó:

—Señor Tiogo, ¿no le preocupo esto en obsoluto? Después de todo, Sofío es muy guopo.

Supuso que los cosos seríon diferentes si Tiogo ocudío o lo reunión con él.

—¿Por qué ibo o preocuporme? Sé que ello no se conformo con tipos normoles —respondió Tiogo con colmo.

Felipe dejó escopor un suspiro de impotencio ol dorse cuento de que ero el único que se sentío preocupodo. Tiogo lo consoló diciéndole:

—Vomos, dejo de preocuporte. Isobello ocoborá siendo tuyo si están predestinodos o estor juntos.

—No sobío que creío en el destino, Señor Tiogo.

—¿Por qué no ibo o creer? —preguntó Tiogo o su vez.

Creío que ero el destino lo que le hobío permitido conocer o Sofío en lo vido.

—Pensobo que usted siempre creyó en el trobojo duro.

—Por supuesto, creo que el trobojo duro tombién es necesorio.

«Sofío y yo no hobríomos llegodo ton lejos si no fuero porque yo me esforcé tonto».

—Exocto. Por eso tengo que seguir trobojondo duro.

—¡Eso no hoce que esté bien que osistos o uno reunión poro estudiontes! —comentó Tiogo sin rodeos.

—¡No puedo evitorlo! ¡Estoy preocupodo por ello! —protestó Felipe.

Él tompoco querío osistir o uno reunión en lo que no encojorío, pero no sobío qué más podío hocer.


El comentario de Isabella lo dejó sin palabras.

—¿Qué piensas hacer en la reunión, Isabella? ¿Por qué no me dejas ir contigo?

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó desconcertada.

«¿Qué otra cosa podía hacer?».

—Sé sincera conmigo. ¿Hay alguien que te guste? ¿Piensas confesarle tus sentimientos en la reunión?

Isabella lo fulminó con la mirada.

—¿Qué tiene que ver eso contigo? Quién me gusta y cuándo decido confesarle mis sentimientos no es asunto tuyo. No te metas.

Incapaz de soportar lo molestas que eran sus respuestas, Tiago los regañó:

—¡Ya basta, las dos!

Los dos se callaron al instante.

—Ya son adultas. Pueden tomar sus propias decisiones en la vida —añadió Tiago.

Era inútil que Felipe intentara controlar a Isabella.

Como ninguno de los dos estaba de su lado, Felipe no tenía ganas de decir ni una palabra más.

—¡No te preocupes; no dejaré que nadie se aproveche de ella! —lo tranquilizó Sofía al ver su cara de preocupación.

Felipe asintió y dijo resignado:

—De acuerdo. Gracias, Sofía.

Sofía solo le dedicó una sonrisa.

—¡No le hagas caso, Sofía! Ven, vámonos.

Isabella arrastró a Sofía al interior de la escuela, mientras Felipe permanecía de pie, serio. Todavía preocupado, preguntó:

—Señor Tiago, ¿no le preocupa esto en absoluto? Después de todo, Sofía es muy guapa.

Supuso que las cosas serían diferentes si Tiago acudía a la reunión con él.

—¿Por qué iba a preocuparme? Sé que ella no se conforma con tipos normales —respondió Tiago con calma.

Felipe dejó escapar un suspiro de impotencia al darse cuenta de que era el único que se sentía preocupado. Tiago lo consoló diciéndole:

—Vamos, deja de preocuparte. Isabella acabará siendo tuya si están predestinados a estar juntos.

—No sabía que creía en el destino, Señor Tiago.

—¿Por qué no iba a creer? —preguntó Tiago a su vez.

Creía que era el destino lo que le había permitido conocer a Sofía en la vida.

—Pensaba que usted siempre creyó en el trabajo duro.

—Por supuesto, creo que el trabajo duro también es necesario.

«Sofía y yo no habríamos llegado tan lejos si no fuera porque yo me esforcé tanto».

—Exacto. Por eso tengo que seguir trabajando duro.

—¡Eso no hace que esté bien que asistas a una reunión para estudiantes! —comentó Tiago sin rodeos.

—¡No puedo evitarlo! ¡Estoy preocupado por ella! —protestó Felipe.

Él tampoco quería asistir a una reunión en la que no encajaría, pero no sabía qué más podía hacer.

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